11.-Danza y sueño. Ana F. Montes (51-52)

Estábamos a oscuras, sólo negrura en aquel teatro, y de pronto surgiste en el centro, como la Venus del cuadro, aunque no había agua, sólo el escenario. Una tenue luz azul acarició tu cabeza,  tu figura arrodillada comenzó a erguirse, te desprendiste de la capa y ¡zas!,  comenzaste a moverte. Y mis ojos se agrandaron,  desperté de mi letargo,  rebulléndome en mi asiento y preguntándome si eras tú aquel mismo del que hablaba una chica en las escalinatas de la entrada. "Vengo expresamente a verle a él".  Bah!,  había pensado,  una mitómana.  Pero qué "bah!" y qué narices,  allí estaba él, allí estabas tú,  y ¡dios bendito,  cómo te mueves!.  De un lado a otro, con pies ligeros,  alargando hacia el techo una de tus manos,  como el desperezo de un cisne. Y después la otra,  con grácil despego,  mientras el eje de tu cintura barría el aire.

Pongo atención a la música,  bonita melodía de no recuerdo qué autor español. El tintineo melancólico del piano arrastra tu cuerpo sobre el escenario,  despacito primero, después violento. Luego acabas sentado en una silla y observo tu torso desnudo desasosegado, mientras tu hermoso rostro expresa angustia. Eres un hombre solo sobre una silla de mimbre, que mira de un lado a otro buscando un asidero. La música es suave, el piano ronronea acompañando el aislamiento de ese ser. Y por un momento,  yo también me veo en una silla como esa,  de espaldas a la tuya, soportando mi soledad a ciegas, hasta que descubro que estás ahí, pero que es inútil, pues no me ves.

Te levantas y con un único gesto gritas tu amargura. La danza continúa y ahora es rabia lo que aúllas con cada uno de tus movimientos sobre la madera. Volteas la silla con una mano,  girando y girando,  desahogando tu agonía. . . y el pum pum del piano te guía. Y el tan tan de mi corazón enloquecido licua mi sangre enardecida. Eres rebeldía, eres sueño. . . quizás. . . sí, quizás me visitaste en algún sueño, y por eso te reconozco como hermano, como héroe y como amor.

La furia te extenúa y vuelve la calma. La silla queda quieta en el centro,  mientras tu cuerpo se ondula de aquí para allá, ejecutando las últimas piruetas del repertorio. Y siento mis ojos humedecidos y que mi alma está en un recuadro de ese escenario, que la tienes tú agarrada en un puño con cada paso que das,  con cada gesto de tus brazos.  Tu figura se derrumba sobre la silla,  vencido de nuevo por el mismo mal, pero sin saber que yo también me he rendido, a tus pies.

Tomas tu cabeza áurea entre las manos en un último gesto de abatimiento y no me ves cómo me alzo para ser tu consuelo,  para posar mi palma sobre tu cabello, mientras deslizo la otra por tu cuello,  antes de dejar un beso en esa boca. Los aplausos vibran a mí alrededor y me despiertan de mi mágico sopor. Sigo aquí sentada en mi butaca y sólo una palabra ronda mi cabeza: !Hermoso!
A Carlos C.  Gracias

10.- El ladrón y Quebranto. Jordi Guerrero (47

AUTOR: Poemas extraídos de la "Recolección Quebrantos", de JORDI GUERRERO
   

LADRÓN

De tu boca robaré,
robaré de tu boca besos
que por no podértelos dar
de tu boca robaré.
De tu cuerpo robaré,
robaré de tu cuerpo caricias
que por no podértelas dar
de tu cuerpo robaré.
Y ladrón de tus deseos
me sentiré una vez más,
que por no poderlos tener,
tendré que poderlos robar.


Quebrantos, 1999
   

QUEBRANTO

Crucificado por la vida
en la cruz de la agonía
entre un amor de quebranto
y un querer de madre mía.
Largos días que pasan
por soñar con el quebranto
y más largas son las noches
por tener que estar soñando.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.
Tener que callar un amor
por ser pulcro y sincero
tener que decir adiós
por no poder un te quiero.
La agonía se hace vida
y en la vida la agonía
no hay sitio para el llanto
sino para la alegría.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.
Amor sincero no puede
el verse con malos ojos,
ojos que miran llorando
a un amor de quebranto.
Y tener sentido el vivir
y vivir por tener sentido
y amar aunque sea callando
y callar por seguir amando.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.

10.- El ladrón y Quebranto. Jordi Guerrero (47

AUTOR: Poemas extraídos de la "Recolección Quebrantos", de JORDI GUERRERO
   

LADRÓN

De tu boca robaré,
robaré de tu boca besos
que por no podértelos dar
de tu boca robaré.
De tu cuerpo robaré,
robaré de tu cuerpo caricias
que por no podértelas dar
de tu cuerpo robaré.
Y ladrón de tus deseos
me sentiré una vez más,
que por no poderlos tener,
tendré que poderlos robar.


Quebrantos, 1999
   

QUEBRANTO

Crucificado por la vida
en la cruz de la agonía
entre un amor de quebranto
y un querer de madre mía.
Largos días que pasan
por soñar con el quebranto
y más largas son las noches
por tener que estar soñando.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.
Tener que callar un amor
por ser pulcro y sincero
tener que decir adiós
por no poder un te quiero.
La agonía se hace vida
y en la vida la agonía
no hay sitio para el llanto
sino para la alegría.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.
Amor sincero no puede
el verse con malos ojos,
ojos que miran llorando
a un amor de quebranto.
Y tener sentido el vivir
y vivir por tener sentido
y amar aunque sea callando
y callar por seguir amando.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.

10.- El ladrón y Quebranto. Jordi Guerrero (47

AUTOR: Poemas extraídos de la "Recolección Quebrantos", de JORDI GUERRERO
   

LADRÓN

De tu boca robaré,
robaré de tu boca besos
que por no podértelos dar
de tu boca robaré.
De tu cuerpo robaré,
robaré de tu cuerpo caricias
que por no podértelas dar
de tu cuerpo robaré.
Y ladrón de tus deseos
me sentiré una vez más,
que por no poderlos tener,
tendré que poderlos robar.


Quebrantos, 1999
   

QUEBRANTO

Crucificado por la vida
en la cruz de la agonía
entre un amor de quebranto
y un querer de madre mía.
Largos días que pasan
por soñar con el quebranto
y más largas son las noches
por tener que estar soñando.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.
Tener que callar un amor
por ser pulcro y sincero
tener que decir adiós
por no poder un te quiero.
La agonía se hace vida
y en la vida la agonía
no hay sitio para el llanto
sino para la alegría.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.
Amor sincero no puede
el verse con malos ojos,
ojos que miran llorando
a un amor de quebranto.
Y tener sentido el vivir
y vivir por tener sentido
y amar aunque sea callando
y callar por seguir amando.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.

10.- El ladrón y Quebranto. Jordi Guerrero (47

AUTOR: Poemas extraídos de la "Recolección Quebrantos", de JORDI GUERRERO
   

LADRÓN

De tu boca robaré,
robaré de tu boca besos
que por no podértelos dar
de tu boca robaré.
De tu cuerpo robaré,
robaré de tu cuerpo caricias
que por no podértelas dar
de tu cuerpo robaré.
Y ladrón de tus deseos
me sentiré una vez más,
que por no poderlos tener,
tendré que poderlos robar.


Quebrantos, 1999
   

QUEBRANTO

Crucificado por la vida
en la cruz de la agonía
entre un amor de quebranto
y un querer de madre mía.
Largos días que pasan
por soñar con el quebranto
y más largas son las noches
por tener que estar soñando.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.
Tener que callar un amor
por ser pulcro y sincero
tener que decir adiós
por no poder un te quiero.
La agonía se hace vida
y en la vida la agonía
no hay sitio para el llanto
sino para la alegría.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.
Amor sincero no puede
el verse con malos ojos,
ojos que miran llorando
a un amor de quebranto.
Y tener sentido el vivir
y vivir por tener sentido
y amar aunque sea callando
y callar por seguir amando.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.

6.-Agua Amarga y la Chanca. Enrique Urrea (32)

I. AGUA AMARGA 

 
 
 A Mariasun, que en un día no muy lejano la gozará en plenitud y comunión conmigo

Proximorum incuriosi, logica sectamus (Plinio)
Indiferentes a lo que nos rodea, vamos en pos de lo remoto

Este claro sosiego de luz mediterránea
en la celeste aldea, invadida de sol.
Aquí, amigos, no conoce la sombra más sendero
que el de la huida, para seguirlo siempre,
y el blancor incendiado de los muros
no tarda en contagiarse si caminas despacio
por coquetas callejuelas de cemento y de cal.
Porque este sol es gozo aunque te hiera,
y tan oscuro el mar desde la noche en calma,
y tan hondo el silencio mientras lo estás mirando,
que nada es tan difícil como querer marcharte
en busca de otros sitios donde acabar tus días.
Celeste aldea que en la ceniza tatúa sus ceremonias
y con el mar las unge y con el sol las alza.
Hombres recios, curtidos, amputados
en oneroso tributo al Mare Nostrum.
Retoños ilusionados en renacer
a un vivir cotidiano, en ti... contigo.... siempre... siempre... ¡¡SIEMPRE!!
...
En la festividad de San Cristóbal, Santa Amalia virgen, Santa Rufina,
y Santa Segunda, mártires.. 
Annus Domini  MCMXCVIII Luna llena en sagitario.
 
 

 II. LA CHANCA




Urbes sunt humanorum cladium concepta miseranda (Valerio Máximo)
Las ciudes son un miserable recinto donde se contienen todas las humanas derrotas

El Sol de Potocarrero la abrasa sin piedad
y el Mare Nostrum la tiñe por distinguirla en el paisaje.
Farallón en ocres coronado de azul trasparente
en donde fluye el gris -gris marengo-
frente al turbio amarillo del vino en los vasos.
Salmodia de cal, azulete y almagra
desde la brenca al pretil, todo incluido,
geometría de lindes precisas sucedáneo de "Escrituras"
que prevalecen tras la criba del tiempo
en su reducto mágico y ruinoso.
¿Dónde los estucos?.
¿Dónde los frisos, capiteles y dovelas?.
Calcomanía de rascacielos en desguace
que huele a hortaliza olvidada en la alacena
y sabe a pimentón con raya.
El Indalo - antítesis del dadaísmo -
la escaló, Kodac en ristre, empapando luz y formas.
Lienzos y lienzos, óleos de paisajes elementales,
credenciales del cuerpo místico D'Orsiano,
opio obnubilante de Anglada Camarasa.
¡Qué filón de oro sin royalty!!
En el ghetto, decibelios y palmeros,
Chichos y Camarón, la Pantoja y la Jurado.
Bajar a la plaza de Moscú, rito obligado -¡ay de Don Marino!-
zoco sigiloso, abrevadero camellil,
estado mayor de trilería, consulado de Acebuche.
Por el Barranco Creppi, estoque de la "gota fría",
se baja al médico -adiós tracoma y polio-
ojo al SIDA, amalgama de jeriguilla y engrudo seminal.
Tomatito, Perceval y Goitisolo,
trilogía enamorada, pregoneros de su embrujo.
...
 
 En el Bus de Campamento, 21.10.99 festividad
de Sta Úrsula, S. Hilarión, S. Asterio, S. Zoilo y
 S. Dácio. Annus Domini MM. Luna Creciente en Sagitario



AUTOR: ENRIQUE URREA
El Juglar del Bajo Andarax.

6.-Agua Amarga y la Chanca. Enrique Urrea (32)

I. AGUA AMARGA 

 
 
 A Mariasun, que en un día no muy lejano la gozará en plenitud y comunión conmigo

Proximorum incuriosi, logica sectamus (Plinio)
Indiferentes a lo que nos rodea, vamos en pos de lo remoto

Este claro sosiego de luz mediterránea
en la celeste aldea, invadida de sol.
Aquí, amigos, no conoce la sombra más sendero
que el de la huida, para seguirlo siempre,
y el blancor incendiado de los muros
no tarda en contagiarse si caminas despacio
por coquetas callejuelas de cemento y de cal.
Porque este sol es gozo aunque te hiera,
y tan oscuro el mar desde la noche en calma,
y tan hondo el silencio mientras lo estás mirando,
que nada es tan difícil como querer marcharte
en busca de otros sitios donde acabar tus días.
Celeste aldea que en la ceniza tatúa sus ceremonias
y con el mar las unge y con el sol las alza.
Hombres recios, curtidos, amputados
en oneroso tributo al Mare Nostrum.
Retoños ilusionados en renacer
a un vivir cotidiano, en ti... contigo.... siempre... siempre... ¡¡SIEMPRE!!
...
En la festividad de San Cristóbal, Santa Amalia virgen, Santa Rufina,
y Santa Segunda, mártires.. 
Annus Domini  MCMXCVIII Luna llena en sagitario.
 
 

 II. LA CHANCA




Urbes sunt humanorum cladium concepta miseranda (Valerio Máximo)
Las ciudes son un miserable recinto donde se contienen todas las humanas derrotas

El Sol de Potocarrero la abrasa sin piedad
y el Mare Nostrum la tiñe por distinguirla en el paisaje.
Farallón en ocres coronado de azul trasparente
en donde fluye el gris -gris marengo-
frente al turbio amarillo del vino en los vasos.
Salmodia de cal, azulete y almagra
desde la brenca al pretil, todo incluido,
geometría de lindes precisas sucedáneo de "Escrituras"
que prevalecen tras la criba del tiempo
en su reducto mágico y ruinoso.
¿Dónde los estucos?.
¿Dónde los frisos, capiteles y dovelas?.
Calcomanía de rascacielos en desguace
que huele a hortaliza olvidada en la alacena
y sabe a pimentón con raya.
El Indalo - antítesis del dadaísmo -
la escaló, Kodac en ristre, empapando luz y formas.
Lienzos y lienzos, óleos de paisajes elementales,
credenciales del cuerpo místico D'Orsiano,
opio obnubilante de Anglada Camarasa.
¡Qué filón de oro sin royalty!!
En el ghetto, decibelios y palmeros,
Chichos y Camarón, la Pantoja y la Jurado.
Bajar a la plaza de Moscú, rito obligado -¡ay de Don Marino!-
zoco sigiloso, abrevadero camellil,
estado mayor de trilería, consulado de Acebuche.
Por el Barranco Creppi, estoque de la "gota fría",
se baja al médico -adiós tracoma y polio-
ojo al SIDA, amalgama de jeriguilla y engrudo seminal.
Tomatito, Perceval y Goitisolo,
trilogía enamorada, pregoneros de su embrujo.
...
 
 En el Bus de Campamento, 21.10.99 festividad
de Sta Úrsula, S. Hilarión, S. Asterio, S. Zoilo y
 S. Dácio. Annus Domini MM. Luna Creciente en Sagitario



AUTOR: ENRIQUE URREA
El Juglar del Bajo Andarax.

6.-Agua Amarga y la Chanca. Enrique Urrea (32)

I. AGUA AMARGA 

 
 
 A Mariasun, que en un día no muy lejano la gozará en plenitud y comunión conmigo

Proximorum incuriosi, logica sectamus (Plinio)
Indiferentes a lo que nos rodea, vamos en pos de lo remoto

Este claro sosiego de luz mediterránea
en la celeste aldea, invadida de sol.
Aquí, amigos, no conoce la sombra más sendero
que el de la huida, para seguirlo siempre,
y el blancor incendiado de los muros
no tarda en contagiarse si caminas despacio
por coquetas callejuelas de cemento y de cal.
Porque este sol es gozo aunque te hiera,
y tan oscuro el mar desde la noche en calma,
y tan hondo el silencio mientras lo estás mirando,
que nada es tan difícil como querer marcharte
en busca de otros sitios donde acabar tus días.
Celeste aldea que en la ceniza tatúa sus ceremonias
y con el mar las unge y con el sol las alza.
Hombres recios, curtidos, amputados
en oneroso tributo al Mare Nostrum.
Retoños ilusionados en renacer
a un vivir cotidiano, en ti... contigo.... siempre... siempre... ¡¡SIEMPRE!!
...
En la festividad de San Cristóbal, Santa Amalia virgen, Santa Rufina,
y Santa Segunda, mártires.. 
Annus Domini  MCMXCVIII Luna llena en sagitario.
 
 

 II. LA CHANCA




Urbes sunt humanorum cladium concepta miseranda (Valerio Máximo)
Las ciudes son un miserable recinto donde se contienen todas las humanas derrotas

El Sol de Potocarrero la abrasa sin piedad
y el Mare Nostrum la tiñe por distinguirla en el paisaje.
Farallón en ocres coronado de azul trasparente
en donde fluye el gris -gris marengo-
frente al turbio amarillo del vino en los vasos.
Salmodia de cal, azulete y almagra
desde la brenca al pretil, todo incluido,
geometría de lindes precisas sucedáneo de "Escrituras"
que prevalecen tras la criba del tiempo
en su reducto mágico y ruinoso.
¿Dónde los estucos?.
¿Dónde los frisos, capiteles y dovelas?.
Calcomanía de rascacielos en desguace
que huele a hortaliza olvidada en la alacena
y sabe a pimentón con raya.
El Indalo - antítesis del dadaísmo -
la escaló, Kodac en ristre, empapando luz y formas.
Lienzos y lienzos, óleos de paisajes elementales,
credenciales del cuerpo místico D'Orsiano,
opio obnubilante de Anglada Camarasa.
¡Qué filón de oro sin royalty!!
En el ghetto, decibelios y palmeros,
Chichos y Camarón, la Pantoja y la Jurado.
Bajar a la plaza de Moscú, rito obligado -¡ay de Don Marino!-
zoco sigiloso, abrevadero camellil,
estado mayor de trilería, consulado de Acebuche.
Por el Barranco Creppi, estoque de la "gota fría",
se baja al médico -adiós tracoma y polio-
ojo al SIDA, amalgama de jeriguilla y engrudo seminal.
Tomatito, Perceval y Goitisolo,
trilogía enamorada, pregoneros de su embrujo.
...
 
 En el Bus de Campamento, 21.10.99 festividad
de Sta Úrsula, S. Hilarión, S. Asterio, S. Zoilo y
 S. Dácio. Annus Domini MM. Luna Creciente en Sagitario



AUTOR: ENRIQUE URREA
El Juglar del Bajo Andarax.

6.-Agua Amarga y la Chanca. Enrique Urrea (32)

I. AGUA AMARGA 

 
 
 A Mariasun, que en un día no muy lejano la gozará en plenitud y comunión conmigo

Proximorum incuriosi, logica sectamus (Plinio)
Indiferentes a lo que nos rodea, vamos en pos de lo remoto


Este claro sosiego de luz mediterránea
en la celeste aldea, invadida de sol.
Aquí, amigos, no conoce la sombra más sendero
que el de la huida, para seguirlo siempre,
y el blancor incendiado de los muros
no tarda en contagiarse si caminas despacio
por coquetas callejuelas de cemento y de cal.
Porque este sol es gozo aunque te hiera,
y tan oscuro el mar desde la noche en calma,
y tan hondo el silencio mientras lo estás mirando,
que nada es tan difícil como querer marcharte
en busca de otros sitios donde acabar tus días.
Celeste aldea que en la ceniza tatúa sus ceremonias
y con el mar las unge y con el sol las alza.
Hombres recios, curtidos, amputados
en oneroso tributo al Mare Nostrum.
Retoños ilusionados en renacer
a un vivir cotidiano, en ti... contigo.... siempre... siempre... ¡¡SIEMPRE!!
...
En la festividad de San Cristóbal, Santa Amalia virgen, Santa Rufina,
y Santa Segunda, mártires.. 
Annus Domini  MCMXCVIII Luna llena en sagitario.
 
 

 II. LA CHANCA




Urbes sunt humanorum cladium concepta miseranda (Valerio Máximo)
Las ciudes son un miserable recinto donde se contienen todas las humanas derrotas

El Sol de Potocarrero la abrasa sin piedad
y el Mare Nostrum la tiñe por distinguirla en el paisaje.
Farallón en ocres coronado de azul trasparente
en donde fluye el gris -gris marengo-
frente al turbio amarillo del vino en los vasos.
Salmodia de cal, azulete y almagra
desde la brenca al pretil, todo incluido,
geometría de lindes precisas sucedáneo de "Escrituras"
que prevalecen tras la criba del tiempo
en su reducto mágico y ruinoso.
¿Dónde los estucos?.
¿Dónde los frisos, capiteles y dovelas?.
Calcomanía de rascacielos en desguace
que huele a hortaliza olvidada en la alacena
y sabe a pimentón con raya.
El Indalo - antítesis del dadaísmo -
la escaló, Kodac en ristre, empapando luz y formas.
Lienzos y lienzos, óleos de paisajes elementales,
credenciales del cuerpo místico D'Orsiano,
opio obnubilante de Anglada Camarasa.
¡Qué filón de oro sin royalty!!
En el ghetto, decibelios y palmeros,
Chichos y Camarón, la Pantoja y la Jurado.
Bajar a la plaza de Moscú, rito obligado -¡ay de Don Marino!-
zoco sigiloso, abrevadero camellil,
estado mayor de trilería, consulado de Acebuche.
Por el Barranco Creppi, estoque de la "gota fría",
se baja al médico -adiós tracoma y polio-
ojo al SIDA, amalgama de jeriguilla y engrudo seminal.
Tomatito, Perceval y Goitisolo,
trilogía enamorada, pregoneros de su embrujo.
...
 
 En el Bus de Campamento, 21.10.99 festividad
de Sta Úrsula, S. Hilarión, S. Asterio, S. Zoilo y
 S. Dácio. Annus Domini MM. Luna Creciente en Sagitario



AUTOR: ENRIQUE URREA
El Juglar del Bajo Andarax.

6.-Agua Amarga y la Chanca. Enrique Urrea (32)

I. AGUA AMARGA 

 
 
 A Mariasun, que en un día no muy lejano la gozará en plenitud y comunión conmigo

Proximorum incuriosi, logica sectamus (Plinio)
Indiferentes a lo que nos rodea, vamos en pos de lo remoto


Este claro sosiego de luz mediterránea
en la celeste aldea, invadida de sol.
Aquí, amigos, no conoce la sombra más sendero
que el de la huida, para seguirlo siempre,
y el blancor incendiado de los muros
no tarda en contagiarse si caminas despacio
por coquetas callejuelas de cemento y de cal.
Porque este sol es gozo aunque te hiera,
y tan oscuro el mar desde la noche en calma,
y tan hondo el silencio mientras lo estás mirando,
que nada es tan difícil como querer marcharte
en busca de otros sitios donde acabar tus días.
Celeste aldea que en la ceniza tatúa sus ceremonias
y con el mar las unge y con el sol las alza.
Hombres recios, curtidos, amputados
en oneroso tributo al Mare Nostrum.
Retoños ilusionados en renacer
a un vivir cotidiano, en ti... contigo.... siempre... siempre... ¡¡SIEMPRE!!
...
En la festividad de San Cristóbal, Santa Amalia virgen, Santa Rufina,
y Santa Segunda, mártires.. 
Annus Domini  MCMXCVIII Luna llena en sagitario.
 
 

 II. LA CHANCA




Urbes sunt humanorum cladium concepta miseranda (Valerio Máximo)
Las ciudes son un miserable recinto donde se contienen todas las humanas derrotas

El Sol de Potocarrero la abrasa sin piedad
y el Mare Nostrum la tiñe por distinguirla en el paisaje.
Farallón en ocres coronado de azul trasparente
en donde fluye el gris -gris marengo-
frente al turbio amarillo del vino en los vasos.
Salmodia de cal, azulete y almagra
desde la brenca al pretil, todo incluido,
geometría de lindes precisas sucedáneo de "Escrituras"
que prevalecen tras la criba del tiempo
en su reducto mágico y ruinoso.
¿Dónde los estucos?.
¿Dónde los frisos, capiteles y dovelas?.
Calcomanía de rascacielos en desguace
que huele a hortaliza olvidada en la alacena
y sabe a pimentón con raya.
El Indalo - antítesis del dadaísmo -
la escaló, Kodac en ristre, empapando luz y formas.
Lienzos y lienzos, óleos de paisajes elementales,
credenciales del cuerpo místico D'Orsiano,
opio obnubilante de Anglada Camarasa.
¡Qué filón de oro sin royalty!!
En el ghetto, decibelios y palmeros,
Chichos y Camarón, la Pantoja y la Jurado.
Bajar a la plaza de Moscú, rito obligado -¡ay de Don Marino!-
zoco sigiloso, abrevadero camellil,
estado mayor de trilería, consulado de Acebuche.
Por el Barranco Creppi, estoque de la "gota fría",
se baja al médico -adiós tracoma y polio-
ojo al SIDA, amalgama de jeriguilla y engrudo seminal.
Tomatito, Perceval y Goitisolo,
trilogía enamorada, pregoneros de su embrujo.
...
 
 En el Bus de Campamento, 21.10.99 festividad
de Sta Úrsula, S. Hilarión, S. Asterio, S. Zoilo y
 S. Dácio. Annus Domini MM. Luna Creciente en Sagitario



AUTOR: ENRIQUE URREA
El Juglar del Bajo Andarax.

El cofre de madera. Rosa Romero

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

El cofre de madera. Rosa Romero

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

5.-El cofre de madera. Rosa Romero (27

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

5.-El cofre de madera. Rosa Romero (27

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

El cofre de madera. Rosa Romero

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

5.-El cofre de madera. Rosa Romero (27

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

5.-El cofre de madera. Rosa Romero (27

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

4.- Enrique Urrea. Poema: "Olvido" (24-26)


Omnis definitio periculosa est .- Toda definición es peligrosa.
Desiderio Erasmo de Rotterdam

I
Olvido...
que no sólo son las palabras
las que difuminan y concretan las ideas,
palabras convictas del diccionario,
palabras que no salen de una boca humana
sino del regazo de un dios bromista,
palabras preñadas de salacidad
que irradian la lujuria del instante,
palabras rahezes de tabuco tabernario
que truecan intenciones y propósitos
transformando la parábola en asíntota

II

Olvido...
que un poema puede perfectamente
disfrazarse de olvido, de tiempo y de memoria,
ser signo de las noches pasadas en cautela
escribiendo hasta el alba, en adjetivo,
en predicado verbal copulativo
que aparece desnudo en la penumbra del contexto
y en la silueta que proyecta la linterna mágica
de lo que es cotidiano,
quizás... de lo que nunca sucede.

III

Olvido...
que solo está la paz en la ignorancia.
Y no sabría decirte
si el amor es quietud... es aventura...
No sabría decirte si tiene otros nombres:
penumbra..., laberinto...,
intensidad..., deseo..., ¡qué se yo!...
Mejor será olvidarlo todo.
Mejor será que lo sintamos ciertamente
en nuestras carnes
que se añoran y se desean.
En la festividad de Sta. Bárbara, patrona de Artillería y de Baza. S. Bernardo y S. Juan Damasceno. Anni Domini MCMXCIX. Luna nueva en acuario. Último día de la Feria del Libro en Almería 
AUTOR: ENRIQUE URREA PÉREZ. "olvido".(Poema tríptico) El Juglar del Bajo Andarax.

4.- Enrique Urrea. Poema: "Olvido" (24-26)


Omnis definitio periculosa est .-
 Toda definición es peligrosa.
Desiderio Erasmo de Rotterdam

I
Olvido...
que no sólo son las palabras
las que difuminan y concretan las ideas,
palabras convictas del diccionario,
palabras que no salen de una boca humana
sino del regazo de un dios bromista,
palabras preñadas de salacidad
que irradian la lujuria del instante,
palabras rahezes de tabuco tabernario
que truecan intenciones y propósitos
transformando la parábola en asíntota

II

Olvido...
que un poema puede perfectamente
disfrazarse de olvido, de tiempo y de memoria,
ser signo de las noches pasadas en cautela
escribiendo hasta el alba, en adjetivo,
en predicado verbal copulativo
que aparece desnudo en la penumbra del contexto
y en la silueta que proyecta la linterna mágica
de lo que es cotidiano,
quizás... de lo que nunca sucede.

III

Olvido...
que solo está la paz en la ignorancia.
Y no sabría decirte
si el amor es quietud... es aventura...
No sabría decirte si tiene otros nombres:
penumbra..., laberinto...,
intensidad..., deseo..., ¡qué se yo!...
Mejor será olvidarlo todo.
Mejor será que lo sintamos ciertamente
en nuestras carnes
que se añoran y se desean.

En la festividad de Sta. Bárbara, patrona de Artillería y de Baza. S. Bernardo y S. Juan Damasceno. Anni Domini MCMXCIX. Luna nueva en acuario. Último día de la Feria del Libro en Almería 
AUTOR: ENRIQUE URREA PÉREZ. "olvido".(Poema tríptico) El Juglar del Bajo Andarax.

4.- Enrique Urrea. Poema: "Olvido" (24-26)


Omnis definitio periculosa est .-
 Toda definición es peligrosa.
Desiderio Erasmo de Rotterdam

I
Olvido...
que no sólo son las palabras
las que difuminan y concretan las ideas,
palabras convictas del diccionario,
palabras que no salen de una boca humana
sino del regazo de un dios bromista,
palabras preñadas de salacidad
que irradian la lujuria del instante,
palabras rahezes de tabuco tabernario
que truecan intenciones y propósitos
transformando la parábola en asíntota

II

Olvido...
que un poema puede perfectamente
disfrazarse de olvido, de tiempo y de memoria,
ser signo de las noches pasadas en cautela
escribiendo hasta el alba, en adjetivo,
en predicado verbal copulativo
que aparece desnudo en la penumbra del contexto
y en la silueta que proyecta la linterna mágica
de lo que es cotidiano,
quizás... de lo que nunca sucede.

III

Olvido...
que solo está la paz en la ignorancia.
Y no sabría decirte
si el amor es quietud... es aventura...
No sabría decirte si tiene otros nombres:
penumbra..., laberinto...,
intensidad..., deseo..., ¡qué se yo!...
Mejor será olvidarlo todo.
Mejor será que lo sintamos ciertamente
en nuestras carnes
que se añoran y se desean.

En la festividad de Sta. Bárbara, patrona de Artillería y de Baza. S. Bernardo y S. Juan Damasceno. Anni Domini MCMXCIX. Luna nueva en acuario. Último día de la Feria del Libro en Almería 
AUTOR: ENRIQUE URREA PÉREZ. "olvido".(Poema tríptico) El Juglar del Bajo Andarax.