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Al pueblo de Beires. Arcadio

  Al Pueblo de Beires

              
Camino por tus calles,
un embrujo envuelve mi alma,
paso el puente,
los álamos me donan sus hojas .


              En forma de corazones,
melodías a trinos de ruiseñores,
aromas, a jazmín y albahaca,
me hacen recordar que aún existo.

              
Me cruzo con sus bellas mujeres,
me fijo en sus ojos,
son luceros que iluminan el firmamento.

              
Las quimeras de mi cerebro
me hacen detenerme
en la fuente del chorrillo al ver,
a una zagala nazarí.

              
Jugando con su agua, me dice,
estoy esperando que el alba
levante las tinieblas de la noche
y cuando arrecie el viento

              
Mis cabellos bailen como olas
con crestas de plata
y cánticos de sirenas.





              Eres un pueblo pequeño, pero grande como el corazón de tu gente.
              
Corría el año 1570 y encontrándose Don Juan de Austria en la cruz de san Cecilio pronunció estas bellas palabras: Beires

              
Yo te bautizo con el sobrenombre de Príncipe de las Alpujarras.



                                           A la fuente del Nacimiento
                                   
             Muchas lágrimas derramadas
 una princesa mora en tus aguas,
 cuando mojo mis manos en ellas, 
quedan entre mis dedos gotas, como perlas de cristal.

             
Escucho el sonido de tú corriente al bajar, 
es un murmullo de duendecillos y hadas,
 cantando romances de amores perdidos y de libertad.      

             
Cuando esté solo en la fuente
 y el fantasma de la melancolía invada mi mente, 
llegara la brisa de la sierra a secar mis ojos humedecidos por el recuerdo

             
De una dama la de los labios de rosas y la piel de canela.
             
¡OH fuente del nacimiento! Cuantas promesas de amor, habrás escuchado en las noches de luna llena.                          
                                                                     

  Arcadio  Ruiz                               
                  


Al pueblo de Beires. Arcadio

  Al Pueblo de Beires

              
Camino por tus calles,
un embrujo envuelve mi alma,
paso el puente,
los álamos me donan sus hojas .


              En forma de corazones,
melodías a trinos de ruiseñores,
aromas, a jazmín y albahaca,
me hacen recordar que aún existo.

              
Me cruzo con sus bellas mujeres,
me fijo en sus ojos,
son luceros que iluminan el firmamento.

              
Las quimeras de mi cerebro
me hacen detenerme
en la fuente del chorrillo al ver,
a una zagala nazarí.

              
Jugando con su agua, me dice,
estoy esperando que el alba
levante las tinieblas de la noche
y cuando arrecie el viento

              
Mis cabellos bailen como olas
con crestas de plata
y cánticos de sirenas.





              Eres un pueblo pequeño, pero grande como el corazón de tu gente.
              
Corría el año 1570 y encontrándose Don Juan de Austria en la cruz de san Cecilio pronunció estas bellas palabras: Beires

              
Yo te bautizo con el sobrenombre de Príncipe de las Alpujarras.



                                           A la fuente del Nacimiento
                                   
             Muchas lágrimas derramadas
 una princesa mora en tus aguas,
 cuando mojo mis manos en ellas, 
quedan entre mis dedos gotas, como perlas de cristal.

             
Escucho el sonido de tú corriente al bajar, 
es un murmullo de duendecillos y hadas,
 cantando romances de amores perdidos y de libertad.      

             
Cuando esté solo en la fuente
 y el fantasma de la melancolía invada mi mente, 
llegara la brisa de la sierra a secar mis ojos humedecidos por el recuerdo

             
De una dama la de los labios de rosas y la piel de canela.
             
¡OH fuente del nacimiento! Cuantas promesas de amor, habrás escuchado en las noches de luna llena.                          
                                                                     

  Arcadio  Ruiz                               
                  


Al pueblo de Beires. Arcadio

  Al Pueblo de Beires

              
Camino por tus calles,
un embrujo envuelve mi alma,
paso el puente,
los álamos me donan sus hojas .


              En forma de corazones,
melodías a trinos de ruiseñores,
aromas, a jazmín y albahaca,
me hacen recordar que aún existo.

              
Me cruzo con sus bellas mujeres,
me fijo en sus ojos,
son luceros que iluminan el firmamento.

              
Las quimeras de mi cerebro
me hacen detenerme
en la fuente del chorrillo al ver,
a una zagala nazarí.

              
Jugando con su agua, me dice,
estoy esperando que el alba
levante las tinieblas de la noche
y cuando arrecie el viento

              
Mis cabellos bailen como olas
con crestas de plata
y cánticos de sirenas.





              Eres un pueblo pequeño, pero grande como el corazón de tu gente.
              
Corría el año 1570 y encontrándose Don Juan de Austria en la cruz de san Cecilio pronunció estas bellas palabras: Beires

              
Yo te bautizo con el sobrenombre de Príncipe de las Alpujarras.



                                           A la fuente del Nacimiento
                                   
             Muchas lágrimas derramadas
 una princesa mora en tus aguas,
 cuando mojo mis manos en ellas, 
quedan entre mis dedos gotas, como perlas de cristal.

             
Escucho el sonido de tú corriente al bajar, 
es un murmullo de duendecillos y hadas,
 cantando romances de amores perdidos y de libertad.      

             
Cuando esté solo en la fuente
 y el fantasma de la melancolía invada mi mente, 
llegara la brisa de la sierra a secar mis ojos humedecidos por el recuerdo

             
De una dama la de los labios de rosas y la piel de canela.
             
¡OH fuente del nacimiento! Cuantas promesas de amor, habrás escuchado en las noches de luna llena.                          
                                                                     

  Arcadio  Ruiz                               
                  


Al pueblo de Beires. Arcadio

  Al Pueblo de Beires

              
Camino por tus calles,
un embrujo envuelve mi alma,
paso el puente,
los álamos me donan sus hojas .


              En forma de corazones,
melodías a trinos de ruiseñores,
aromas, a jazmín y albahaca,
me hacen recordar que aún existo.

              
Me cruzo con sus bellas mujeres,
me fijo en sus ojos,
son luceros que iluminan el firmamento.

              
Las quimeras de mi cerebro
me hacen detenerme
en la fuente del chorrillo al ver,
a una zagala nazarí.

              
Jugando con su agua, me dice,
estoy esperando que el alba
levante las tinieblas de la noche
y cuando arrecie el viento

              
Mis cabellos bailen como olas
con crestas de plata
y cánticos de sirenas.





              Eres un pueblo pequeño, pero grande como el corazón de tu gente.
              
Corría el año 1570 y encontrándose Don Juan de Austria en la cruz de san Cecilio pronunció estas bellas palabras: Beires

              
Yo te bautizo con el sobrenombre de Príncipe de las Alpujarras.



                                           A la fuente del Nacimiento
                                   
             Muchas lágrimas derramadas
 una princesa mora en tus aguas,
 cuando mojo mis manos en ellas, 
quedan entre mis dedos gotas, como perlas de cristal.

             
Escucho el sonido de tú corriente al bajar, 
es un murmullo de duendecillos y hadas,
 cantando romances de amores perdidos y de libertad.      

             
Cuando esté solo en la fuente
 y el fantasma de la melancolía invada mi mente, 
llegara la brisa de la sierra a secar mis ojos humedecidos por el recuerdo

             
De una dama la de los labios de rosas y la piel de canela.
             
¡OH fuente del nacimiento! Cuantas promesas de amor, habrás escuchado en las noches de luna llena.                          
                                                                     

  Arcadio  Ruiz