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LA CENIZA DEL GRANADO. KHALID KAKI.








      La pérdida en su sentido más amplio es en ocasiones la razón para el poeta, la fuerza que le lleva a crear su universo, el motivo capaz de transformarlo todo. La mirada es entonces traspasa lo corpóreo, la materia en sí misma y es el latido de la libertad el que sustenta toda búsqueda. Nada más preciado que la libertad, su aleteo interno derramado en grácil palabra, en lenguaje de rosas y aromas, en desierto de lunas para sentirse vivo. La pérdida se convierte así en canto que no cesa, y el poeta es solo el aire que lo lleva de un lado para otro, incansable. Pero también la poesía es búsqueda de una verdad, la del poeta y su verso trascendido, en este caso de Khalid Kaki (Kirkuk, Iraq, 1971) y en un poemario, “La ceniza del granado”, que, si bien vio la luz en el año 2011 en el sello editorial Alfalfa, mantiene aún su más pura esencia. Kaki pertenece a ese grupo de poetas árabes residentes en España que han hecho del exilio su razón de ser, voz denuncia contra las guerras, la injusticia, la soledad y toda clase de violencia del hombre contra el hombre. En Khalid Kaki, además, concurre su condición de traductor, músico y pintor, que complementan o agregan un valor añadido a su modo de entender el mundo y la poesía. Kaki bebe la mejor tradición de la literatura árabe en general y de la poesía árabe en particular, alejado del ornato y el artificio, sino que se abisma en la propia vida, en la experiencia vivida y sentida, del “ser” y “estar”. De ahí que el destierro, el exilio que vive el poeta desde hace años sea un lugar habitado por los recuerdos, por las pérdidas, por la muerte, las injusticias y la tiranía. Su voz es la voz de los otros, y en ella vive dolorido y solo. La soledad es su reino y desde ella un rumor de versos se eleva sobre la luz de las auroras y quieres ser aquel “Jardín” primero del ciprés y el granado:

«En otro tiempo lejano /
 había / en el jardín de mi casa
/ una morera frondosa,
/ un ciprés,
/ y un granado pequeño prometedor.

[…] En un tiempo cercano,
/ en un lugar de este mundo,
/ construiré
/ una casa con jardín.
/ Plantaré
/ una morera,
/ un ciprés /
 y un granado».

 En la memoria convive la luz y la oscuridad, las visiones del poeta son el escape a la cotidianidad del destierro, en esa búsqueda por la libertad. El poeta a solas consigo mismo va creando otro mundo posible, y son sus versos como faros salvadores de naufragios, y por ello sus “Pequeños deseos”: «Un último deseo; / es poder fundir / en el molde / de una canción de amor / los tanques de todo este mundo»; el amor como receta a tanta desmesura y desvarío, una persecución inagotable hacia el éxtasis y la comunión de los amantes: «El placer de un amante / está en ver cómo / se elabora un beso mental, / mientras los labios / escriben en cursiva». Mas el poeta es hombre también, y siente en su ser, muy adentro, el dolor ajeno, y así lo expresa, en alusión a las madres de las víctimas de las guerras de Yugoslavia: «Ocultad a vuestros hijos. / El buldócer de la muerte asoma, / allanando los puentes con la carne fresca / y llenando los tinteros con la sangre». Kaki conoce bien las sombras del exilio, ese veneno inoculado en la sangre por los verdugos del mundo, sabe de la pesada carga de “Las maletas del exiliado”:

«¡Qué pesadas las maletas del exiliado!
/ Llevan el martillo de la historia,
 / y el yunque del amargo presente.
 / Llevan guerras y derrotas,
/ golpes de estado,
/ solsticios de verano e invierno,
/ remolcadoras de arena y piedra
/ y una mano /
 ojeando y revolviendo
/ todo aquello que se pueda golpear,
/ cambiar, /
 o remolcar».



 Los versos de Kaki recorren la tierra entera, se abisman en la más oscura noche y escudriñan en el fondo del pozo de la verdad, en el recuerdo de otras muertes, la de García Lorca en el poema que da título a este libro:






«Las olas lavan la arena,
 / sin borrar tus rimas tiernas
 / aunque te hayan cortado,
/ pezón de Granada, la morena».


 El grito nace de las entrañas de la tierra, de los desiertos, de los ríos que cruzan el paisaje iraquí de sus recuerdos y estalla en versos desnudos, libres, en palabras ardientes para rescatar al hombre, siempre, como única esperanza en el poema “Toma y dame”:

«Borra de las llanuras
 / de mi patria
/ las huellas de las herraduras
 / de los caballos de guerra,
 / y rescata a mi barro
 / de las orugas y los tanques.
/ Llévate la sangre y los muertos
 / de mi telediario, /
y dame los soles /
 de la previsión del tiempo.
/ Cámbiame / toda la pólvora que haya
/ por rímel / para los ojos / de todas las mujeres.
/ Llévate / el silbido de las balas
/ y dame el silencio del beso
/ en que se funde
/ Tígris con Éufrates».

 Es el rumor de la mejor poesía árabe actual en la voz personalísima y humana de Khalid Kaki.


Título: La ceniza del granado
Autor: Khalid Kaki
Editorial: Alfalfa  (Madrid, 2011)

LA CENIZA DEL GRANADO. KHALID KAKI.








      La pérdida en su sentido más amplio es en ocasiones la razón para el poeta, la fuerza que le lleva a crear su universo, el motivo capaz de transformarlo todo. La mirada es entonces traspasa lo corpóreo, la materia en sí misma y es el latido de la libertad el que sustenta toda búsqueda. Nada más preciado que la libertad, su aleteo interno derramado en grácil palabra, en lenguaje de rosas y aromas, en desierto de lunas para sentirse vivo. La pérdida se convierte así en canto que no cesa, y el poeta es solo el aire que lo lleva de un lado para otro, incansable. Pero también la poesía es búsqueda de una verdad, la del poeta y su verso trascendido, en este caso de Khalid Kaki (Kirkuk, Iraq, 1971) y en un poemario, “La ceniza del granado”, que, si bien vio la luz en el año 2011 en el sello editorial Alfalfa, mantiene aún su más pura esencia. Kaki pertenece a ese grupo de poetas árabes residentes en España que han hecho del exilio su razón de ser, voz denuncia contra las guerras, la injusticia, la soledad y toda clase de violencia del hombre contra el hombre. En Khalid Kaki, además, concurre su condición de traductor, músico y pintor, que complementan o agregan un valor añadido a su modo de entender el mundo y la poesía. Kaki bebe la mejor tradición de la literatura árabe en general y de la poesía árabe en particular, alejado del ornato y el artificio, sino que se abisma en la propia vida, en la experiencia vivida y sentida, del “ser” y “estar”. De ahí que el destierro, el exilio que vive el poeta desde hace años sea un lugar habitado por los recuerdos, por las pérdidas, por la muerte, las injusticias y la tiranía. Su voz es la voz de los otros, y en ella vive dolorido y solo. La soledad es su reino y desde ella un rumor de versos se eleva sobre la luz de las auroras y quieres ser aquel “Jardín” primero del ciprés y el granado:

«En otro tiempo lejano /
 había / en el jardín de mi casa
/ una morera frondosa,
/ un ciprés,
/ y un granado pequeño prometedor.

[…] En un tiempo cercano,
/ en un lugar de este mundo,
/ construiré
/ una casa con jardín.
/ Plantaré
/ una morera,
/ un ciprés /
 y un granado».

 En la memoria convive la luz y la oscuridad, las visiones del poeta son el escape a la cotidianidad del destierro, en esa búsqueda por la libertad. El poeta a solas consigo mismo va creando otro mundo posible, y son sus versos como faros salvadores de naufragios, y por ello sus “Pequeños deseos”: «Un último deseo; / es poder fundir / en el molde / de una canción de amor / los tanques de todo este mundo»; el amor como receta a tanta desmesura y desvarío, una persecución inagotable hacia el éxtasis y la comunión de los amantes: «El placer de un amante / está en ver cómo / se elabora un beso mental, / mientras los labios / escriben en cursiva». Mas el poeta es hombre también, y siente en su ser, muy adentro, el dolor ajeno, y así lo expresa, en alusión a las madres de las víctimas de las guerras de Yugoslavia: «Ocultad a vuestros hijos. / El buldócer de la muerte asoma, / allanando los puentes con la carne fresca / y llenando los tinteros con la sangre». Kaki conoce bien las sombras del exilio, ese veneno inoculado en la sangre por los verdugos del mundo, sabe de la pesada carga de “Las maletas del exiliado”:

«¡Qué pesadas las maletas del exiliado!
/ Llevan el martillo de la historia,
 / y el yunque del amargo presente.
 / Llevan guerras y derrotas,
/ golpes de estado,
/ solsticios de verano e invierno,
/ remolcadoras de arena y piedra
/ y una mano /
 ojeando y revolviendo
/ todo aquello que se pueda golpear,
/ cambiar, /
 o remolcar».



 Los versos de Kaki recorren la tierra entera, se abisman en la más oscura noche y escudriñan en el fondo del pozo de la verdad, en el recuerdo de otras muertes, la de García Lorca en el poema que da título a este libro:






«Las olas lavan la arena,
 / sin borrar tus rimas tiernas
 / aunque te hayan cortado,
/ pezón de Granada, la morena».


 El grito nace de las entrañas de la tierra, de los desiertos, de los ríos que cruzan el paisaje iraquí de sus recuerdos y estalla en versos desnudos, libres, en palabras ardientes para rescatar al hombre, siempre, como única esperanza en el poema “Toma y dame”:

«Borra de las llanuras
 / de mi patria
/ las huellas de las herraduras
 / de los caballos de guerra,
 / y rescata a mi barro
 / de las orugas y los tanques.
/ Llévate la sangre y los muertos
 / de mi telediario, /
y dame los soles /
 de la previsión del tiempo.
/ Cámbiame / toda la pólvora que haya
/ por rímel / para los ojos / de todas las mujeres.
/ Llévate / el silbido de las balas
/ y dame el silencio del beso
/ en que se funde
/ Tígris con Éufrates».

 Es el rumor de la mejor poesía árabe actual en la voz personalísima y humana de Khalid Kaki.


Título: La ceniza del granado
Autor: Khalid Kaki
Editorial: Alfalfa  (Madrid, 2011)

LA CENIZA DEL GRANADO. KHALID KAKI.








      La pérdida en su sentido más amplio es en ocasiones la razón para el poeta, la fuerza que le lleva a crear su universo, el motivo capaz de transformarlo todo. La mirada es entonces traspasa lo corpóreo, la materia en sí misma y es el latido de la libertad el que sustenta toda búsqueda. Nada más preciado que la libertad, su aleteo interno derramado en grácil palabra, en lenguaje de rosas y aromas, en desierto de lunas para sentirse vivo. La pérdida se convierte así en canto que no cesa, y el poeta es solo el aire que lo lleva de un lado para otro, incansable. Pero también la poesía es búsqueda de una verdad, la del poeta y su verso trascendido, en este caso de Khalid Kaki (Kirkuk, Iraq, 1971) y en un poemario, “La ceniza del granado”, que, si bien vio la luz en el año 2011 en el sello editorial Alfalfa, mantiene aún su más pura esencia. Kaki pertenece a ese grupo de poetas árabes residentes en España que han hecho del exilio su razón de ser, voz denuncia contra las guerras, la injusticia, la soledad y toda clase de violencia del hombre contra el hombre. En Khalid Kaki, además, concurre su condición de traductor, músico y pintor, que complementan o agregan un valor añadido a su modo de entender el mundo y la poesía. Kaki bebe la mejor tradición de la literatura árabe en general y de la poesía árabe en particular, alejado del ornato y el artificio, sino que se abisma en la propia vida, en la experiencia vivida y sentida, del “ser” y “estar”. De ahí que el destierro, el exilio que vive el poeta desde hace años sea un lugar habitado por los recuerdos, por las pérdidas, por la muerte, las injusticias y la tiranía. Su voz es la voz de los otros, y en ella vive dolorido y solo. La soledad es su reino y desde ella un rumor de versos se eleva sobre la luz de las auroras y quieres ser aquel “Jardín” primero del ciprés y el granado:

«En otro tiempo lejano /
 había / en el jardín de mi casa
/ una morera frondosa,
/ un ciprés,
/ y un granado pequeño prometedor.

[…] En un tiempo cercano,
/ en un lugar de este mundo,
/ construiré
/ una casa con jardín.
/ Plantaré
/ una morera,
/ un ciprés /
 y un granado».

 En la memoria convive la luz y la oscuridad, las visiones del poeta son el escape a la cotidianidad del destierro, en esa búsqueda por la libertad. El poeta a solas consigo mismo va creando otro mundo posible, y son sus versos como faros salvadores de naufragios, y por ello sus “Pequeños deseos”: «Un último deseo; / es poder fundir / en el molde / de una canción de amor / los tanques de todo este mundo»; el amor como receta a tanta desmesura y desvarío, una persecución inagotable hacia el éxtasis y la comunión de los amantes: «El placer de un amante / está en ver cómo / se elabora un beso mental, / mientras los labios / escriben en cursiva». Mas el poeta es hombre también, y siente en su ser, muy adentro, el dolor ajeno, y así lo expresa, en alusión a las madres de las víctimas de las guerras de Yugoslavia: «Ocultad a vuestros hijos. / El buldócer de la muerte asoma, / allanando los puentes con la carne fresca / y llenando los tinteros con la sangre». Kaki conoce bien las sombras del exilio, ese veneno inoculado en la sangre por los verdugos del mundo, sabe de la pesada carga de “Las maletas del exiliado”:

«¡Qué pesadas las maletas del exiliado!
/ Llevan el martillo de la historia,
 / y el yunque del amargo presente.
 / Llevan guerras y derrotas,
/ golpes de estado,
/ solsticios de verano e invierno,
/ remolcadoras de arena y piedra
/ y una mano /
 ojeando y revolviendo
/ todo aquello que se pueda golpear,
/ cambiar, /
 o remolcar».



 Los versos de Kaki recorren la tierra entera, se abisman en la más oscura noche y escudriñan en el fondo del pozo de la verdad, en el recuerdo de otras muertes, la de García Lorca en el poema que da título a este libro:






«Las olas lavan la arena,
 / sin borrar tus rimas tiernas
 / aunque te hayan cortado,
/ pezón de Granada, la morena».


 El grito nace de las entrañas de la tierra, de los desiertos, de los ríos que cruzan el paisaje iraquí de sus recuerdos y estalla en versos desnudos, libres, en palabras ardientes para rescatar al hombre, siempre, como única esperanza en el poema “Toma y dame”:

«Borra de las llanuras
 / de mi patria
/ las huellas de las herraduras
 / de los caballos de guerra,
 / y rescata a mi barro
 / de las orugas y los tanques.
/ Llévate la sangre y los muertos
 / de mi telediario, /
y dame los soles /
 de la previsión del tiempo.
/ Cámbiame / toda la pólvora que haya
/ por rímel / para los ojos / de todas las mujeres.
/ Llévate / el silbido de las balas
/ y dame el silencio del beso
/ en que se funde
/ Tígris con Éufrates».

 Es el rumor de la mejor poesía árabe actual en la voz personalísima y humana de Khalid Kaki.


Título: La ceniza del granado
Autor: Khalid Kaki
Editorial: Alfalfa  (Madrid, 2011)