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Antonio García Vargas. El amor - Marguerite Durás- .




CRÍTICA DE LIBROS

EL AMOR
Marguerite Durás—

Muchas veces, demasiadas, intentando encontrar algo novedoso sobre esta autora singular, me he topado, casi siempre, con la misma cantinela sobre manidos y presuntos análisis de la obra literaria de Marguerite, con titulares tales como: «La francesa que escribió lo prohibido» y poco más de relieve, como si esta autora se hubiera quedado estancada en «El amante» y en sus agitadas pasiones personales, aparente disipación y demás.

Echo de menos en estos repasos al uso a la obra literaria, y a la vida íntima, cercana, de Marguerite Duras, un librito que para mí es la esencia de ese «decir entrecortado» que ella usaba cuando se le desbocaba el alma y que la llevó a posicionarse para siempre en la categoría de escritora «distinta» y poco convencional. Me refiero a ese minúsculo, emotivo y desconocido libro a corazón abierto llamado «El amor», que incomprensiblemente nadie cita cuando se habla de ella y su obra.

Para mí, «El amor» es una joya que se puede leer mil veces sin que el interés y el pasmo que produce decaiga. Es tan distinto de lo «trillado» que la primera vez que lo leí, hace más de veinte años, la sorpresa y el rechazo instintivo me sobrecogieron por igual. Digamos que me produjo un choque singular que en primera instancia no supe definir pero que me obligó a dejar de leer el libro por un tiempo pero no a dejar de pensar en él. Tiempo después retomé la lectura desde otro ángulo y me encontré, me reconocí y me amé, en sus palabras, murmullos más bien, depositando en el fondo de mi ser el texto hermano de la palabra que se expresa casi sin expresarse en el abismo interior de algo que se nombra sin ser nombrado y de un amor que te penetra con la desgarrante crueldad y aparente desgaire del propio vocablo no pronunciado.
Esta auténtica joya literaria, que al parecer nadie ha apreciado, es para mí talismán desde que hace ya muchos años logré penetrar la aparente coraza externa de tan increíble y tierna criatura literaria. Marguerite ha sido mi musa en muchos escritos donde la cito y en muchísimos otros donde sin citarla es protagonista absoluta de lo que digo aun cuando el texto no lo refleje para el lector, a no ser que este conozca en profundidad la extrema sensibilidad de esta sufriente Eva-Mujer-Amor, que apuró hasta el fondo la copa de la Vida vaciándose, vaciándola, llenándose y llenándola de contenidos.
El pequeño, mágico y atípico librito llamado «El amor», forma parte desde hace décadas de mi reducido grupo de afiches o fetiches imprescindibles. Difícilmente emprendo un largo viaje sin llevarlo en mi «mochila» de artículos de primera necesidad, tal y como se lleva la maquinilla de afeitar, la pasta de dientes o un juego de condones. Y cuando no viajo, es mi inseparable compañero y hasta diría que amante táctil, siempre sobre la mesita de noche, junto a la cabecera de la cama, que es el lugar donde tengo mis libros escogidos, para leer y relajarme después de cada jornada, antes de que me venza el sueño y se pronuncien mis fantasmas.

Antonio García Vargas

Antonio García Vargas. El amor - Marguerite Durás- .




CRÍTICA DE LIBROS

EL AMOR
Marguerite Durás—

Muchas veces, demasiadas, intentando encontrar algo novedoso sobre esta autora singular, me he topado, casi siempre, con la misma cantinela sobre manidos y presuntos análisis de la obra literaria de Marguerite, con titulares tales como: «La francesa que escribió lo prohibido» y poco más de relieve, como si esta autora se hubiera quedado estancada en «El amante» y en sus agitadas pasiones personales, aparente disipación y demás.

Echo de menos en estos repasos al uso a la obra literaria, y a la vida íntima, cercana, de Marguerite Duras, un librito que para mí es la esencia de ese «decir entrecortado» que ella usaba cuando se le desbocaba el alma y que la llevó a posicionarse para siempre en la categoría de escritora «distinta» y poco convencional. Me refiero a ese minúsculo, emotivo y desconocido libro a corazón abierto llamado «El amor», que incomprensiblemente nadie cita cuando se habla de ella y su obra.

Para mí, «El amor» es una joya que se puede leer mil veces sin que el interés y el pasmo que produce decaiga. Es tan distinto de lo «trillado» que la primera vez que lo leí, hace más de veinte años, la sorpresa y el rechazo instintivo me sobrecogieron por igual. Digamos que me produjo un choque singular que en primera instancia no supe definir pero que me obligó a dejar de leer el libro por un tiempo pero no a dejar de pensar en él. Tiempo después retomé la lectura desde otro ángulo y me encontré, me reconocí y me amé, en sus palabras, murmullos más bien, depositando en el fondo de mi ser el texto hermano de la palabra que se expresa casi sin expresarse en el abismo interior de algo que se nombra sin ser nombrado y de un amor que te penetra con la desgarrante crueldad y aparente desgaire del propio vocablo no pronunciado.
Esta auténtica joya literaria, que al parecer nadie ha apreciado, es para mí talismán desde que hace ya muchos años logré penetrar la aparente coraza externa de tan increíble y tierna criatura literaria. Marguerite ha sido mi musa en muchos escritos donde la cito y en muchísimos otros donde sin citarla es protagonista absoluta de lo que digo aun cuando el texto no lo refleje para el lector, a no ser que este conozca en profundidad la extrema sensibilidad de esta sufriente Eva-Mujer-Amor, que apuró hasta el fondo la copa de la Vida vaciándose, vaciándola, llenándose y llenándola de contenidos.
El pequeño, mágico y atípico librito llamado «El amor», forma parte desde hace décadas de mi reducido grupo de afiches o fetiches imprescindibles. Difícilmente emprendo un largo viaje sin llevarlo en mi «mochila» de artículos de primera necesidad, tal y como se lleva la maquinilla de afeitar, la pasta de dientes o un juego de condones. Y cuando no viajo, es mi inseparable compañero y hasta diría que amante táctil, siempre sobre la mesita de noche, junto a la cabecera de la cama, que es el lugar donde tengo mis libros escogidos, para leer y relajarme después de cada jornada, antes de que me venza el sueño y se pronuncien mis fantasmas.

Antonio García Vargas

Antonio García Vargas. El amor - Marguerite Durás- .




CRÍTICA DE LIBROS

EL AMOR
Marguerite Durás—

Muchas veces, demasiadas, intentando encontrar algo novedoso sobre esta autora singular, me he topado, casi siempre, con la misma cantinela sobre manidos y presuntos análisis de la obra literaria de Marguerite, con titulares tales como: «La francesa que escribió lo prohibido» y poco más de relieve, como si esta autora se hubiera quedado estancada en «El amante» y en sus agitadas pasiones personales, aparente disipación y demás.

Echo de menos en estos repasos al uso a la obra literaria, y a la vida íntima, cercana, de Marguerite Duras, un librito que para mí es la esencia de ese «decir entrecortado» que ella usaba cuando se le desbocaba el alma y que la llevó a posicionarse para siempre en la categoría de escritora «distinta» y poco convencional. Me refiero a ese minúsculo, emotivo y desconocido libro a corazón abierto llamado «El amor», que incomprensiblemente nadie cita cuando se habla de ella y su obra.

Para mí, «El amor» es una joya que se puede leer mil veces sin que el interés y el pasmo que produce decaiga. Es tan distinto de lo «trillado» que la primera vez que lo leí, hace más de veinte años, la sorpresa y el rechazo instintivo me sobrecogieron por igual. Digamos que me produjo un choque singular que en primera instancia no supe definir pero que me obligó a dejar de leer el libro por un tiempo pero no a dejar de pensar en él. Tiempo después retomé la lectura desde otro ángulo y me encontré, me reconocí y me amé, en sus palabras, murmullos más bien, depositando en el fondo de mi ser el texto hermano de la palabra que se expresa casi sin expresarse en el abismo interior de algo que se nombra sin ser nombrado y de un amor que te penetra con la desgarrante crueldad y aparente desgaire del propio vocablo no pronunciado.
Esta auténtica joya literaria, que al parecer nadie ha apreciado, es para mí talismán desde que hace ya muchos años logré penetrar la aparente coraza externa de tan increíble y tierna criatura literaria. Marguerite ha sido mi musa en muchos escritos donde la cito y en muchísimos otros donde sin citarla es protagonista absoluta de lo que digo aun cuando el texto no lo refleje para el lector, a no ser que este conozca en profundidad la extrema sensibilidad de esta sufriente Eva-Mujer-Amor, que apuró hasta el fondo la copa de la Vida vaciándose, vaciándola, llenándose y llenándola de contenidos.
El pequeño, mágico y atípico librito llamado «El amor», forma parte desde hace décadas de mi reducido grupo de afiches o fetiches imprescindibles. Difícilmente emprendo un largo viaje sin llevarlo en mi «mochila» de artículos de primera necesidad, tal y como se lleva la maquinilla de afeitar, la pasta de dientes o un juego de condones. Y cuando no viajo, es mi inseparable compañero y hasta diría que amante táctil, siempre sobre la mesita de noche, junto a la cabecera de la cama, que es el lugar donde tengo mis libros escogidos, para leer y relajarme después de cada jornada, antes de que me venza el sueño y se pronuncien mis fantasmas.

Antonio García Vargas