EL PESO DE LOS RECUERDOS

 

 

El peso de los recuerdos

Sin esperanzas de bienestar

AURORA PEREGRINA VARELA RODRÍGUEZ



Los recuerdos están bien, pero en el pasado nada hay ni nada vive ya.

Se olvida uno de Quinta Crespo, Las Mercedes, La Candelaria, Avenida Libertador, Ño Pastor a Misericordia, La Castellana, Macaracuay y Avenida México, del estupendo Parque del Este, dónde íbamos a correr con nuestra madre. Pasamos de las seis puertas de hierro que hay que atravesar para llegar a tu apartamento en Caracas, de los pesados llaveros y las alarmas de los coches.

Olvidamos que nos robaron la cadena de oro, nos perseguían por las calles, y que las ventanillas del coche debían estar cerradas siempre.

Pero recordamos, sin embargo, que cada mañana, el cielo estaba todo rojo, siendo señal de esperanza, y no obstante celebramos, que desde el interior de tu coche con las ventanillas cerradas, podías observar las pinturas de los habitantes de los llamados ranchos, situados en las laderas de los cerros más empobrecidos. En esos adolescentes está la vena artística, innata y que se lleva un sobresaliente.

Olvidamos las ilusiones y envejecemos con calma, amigos del ordenador y las buenas palabras, buscando siempre no perder el control y evitar la ignorancia.

Carne artística, bueno es tenerla, acrecienta tu fe en Dios, tu salud, tu salida de las dificultades y tu madurez. Cultivemos el amor y amarremos bien nuestros trazos, que sólo deben pertenecer a quiénes deseemos, y vivamos rodeándonos de las obras de otros, defendamos la propiedad, las creaciones regulares y esporádicas. Seamos verdaderos artistas involucrados en la igualdad de los seres humanos y no la riqueza de solamente unos pocos.

Que no nos pongan la zancadilla ni nos hagan caer gratis cuando deseemos dar forma a una idea. Y recordemos: “lo nuestro es nuestro, lo marca la ley, la razón. Que otros hagan lo suyo, lo propio, sus trazos que yo no tengo intención de abrazar”. Luzcamos nuestro buen hacer, la ordenación de los elementos y la elección de los colores incluso cuando recordamos viejas ciudades, pues las pensamos en puro color. Caminemos hacia la unión por medio de nuestras creaciones, y por ello, ellas deben descansar en los brazos de gente que propicia y ama la paz.

Recuerdo hoy lo que me amarró, lo que está ahí adentro y nunca salió fuera. La niñez y adolescencia en Caracas, tierra que está poblada por criaturas raras, descontroladas, coloridas, pero nunca amargadas.