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Rabos de Lagartija. Juan Marsé

Juan Marsé
Rabos de Lagartija
ARETE - 2000


                Cuando se anuncia a bombo y platillo la próxima aparición de una nueva novela del autor Juan Marsé, uno no puede por menos que desear que cuando menos sea capaz de alcanzar las cotas de calidad de aquellas que la han precedido. Y una vez más, como en su día se dijera de El Embrujo de Shanghai, hay que afirmar que Marsé lo ha conseguido, lo que no es poco habida cuenta el momento que disfruta la novela española como género.

                        Barcelona 1945. Como tantas otras veces, el mismo escenario con todos sus condicionantes (posguerra, hambre, miseria, represión...). Un "no-nacido" se empeña en "observar" la vida de los habitantes de un barrio sin futuro cercenado por la guerra y rodeado de escombreras. Tenemos pues, como tantas otras veces, el escenario. Pero, ¿qué tiene de novedoso Rabos de lagartija para que de alguna manera halla revolucionado el panorama literario español?

                        Se puede incidir, por una parte en lo original del narrador. Un feto, un ser vivo que conoce el exterior a partir de la peculiar relación que establece con su hermano y con su madre, y por otra, en el hecho de que sin citarlo en ningún momento, sepamos que nos encontramos en el año de 1945, en el año en que cayó aquella bomba atomicia. Alrededor, toda una historia de perdedores (es difícil encontrar en la narrativa de Juan Marsé una historia de vencedores y vencidos) entre los que destacan Rosita, la madre que espera al niño-narrador con la misma intensidad con la que espera a su marido, huido por temor a las represalias políticas, David, su otro hijo cuya infancia destruida por la reciente guerra no es sino un símbolo liberalizador (uno más) del autor, y que con el tiempo se convertirá en fotógrafo y se dedicará a captar la realidad de sus calles sin falsearla, y el siniestro comisario, empeñado no se sabe muy bien si en cortejar a la primera o en ejercer en pleno acto de contrición de buen samaritano. 361 páginas repletas del mejor Marsé de cuantos se hallan visto y leído, plagadas de arrepentimientos, claudicaciones y fracasos que no hacen sino reafirmar la incuestionable independencia literaria de un autor, totalmente alejado de los "saraos" literarios, y empeñados como pocos en dignificar un oficio a menudo mancillado.



José Luis García Fernández

Rabos de Lagartija. Juan Marsé

Juan Marsé
Rabos de Lagartija
ARETE - 2000


                Cuando se anuncia a bombo y platillo la próxima aparición de una nueva novela del autor Juan Marsé, uno no puede por menos que desear que cuando menos sea capaz de alcanzar las cotas de calidad de aquellas que la han precedido. Y una vez más, como en su día se dijera de El Embrujo de Shanghai, hay que afirmar que Marsé lo ha conseguido, lo que no es poco habida cuenta el momento que disfruta la novela española como género.

                        Barcelona 1945. Como tantas otras veces, el mismo escenario con todos sus condicionantes (posguerra, hambre, miseria, represión...). Un "no-nacido" se empeña en "observar" la vida de los habitantes de un barrio sin futuro cercenado por la guerra y rodeado de escombreras. Tenemos pues, como tantas otras veces, el escenario. Pero, ¿qué tiene de novedoso Rabos de lagartija para que de alguna manera halla revolucionado el panorama literario español?

                        Se puede incidir, por una parte en lo original del narrador. Un feto, un ser vivo que conoce el exterior a partir de la peculiar relación que establece con su hermano y con su madre, y por otra, en el hecho de que sin citarlo en ningún momento, sepamos que nos encontramos en el año de 1945, en el año en que cayó aquella bomba atomicia. Alrededor, toda una historia de perdedores (es difícil encontrar en la narrativa de Juan Marsé una historia de vencedores y vencidos) entre los que destacan Rosita, la madre que espera al niño-narrador con la misma intensidad con la que espera a su marido, huido por temor a las represalias políticas, David, su otro hijo cuya infancia destruida por la reciente guerra no es sino un símbolo liberalizador (uno más) del autor, y que con el tiempo se convertirá en fotógrafo y se dedicará a captar la realidad de sus calles sin falsearla, y el siniestro comisario, empeñado no se sabe muy bien si en cortejar a la primera o en ejercer en pleno acto de contrición de buen samaritano. 361 páginas repletas del mejor Marsé de cuantos se hallan visto y leído, plagadas de arrepentimientos, claudicaciones y fracasos que no hacen sino reafirmar la incuestionable independencia literaria de un autor, totalmente alejado de los "saraos" literarios, y empeñados como pocos en dignificar un oficio a menudo mancillado.



José Luis García Fernández

Rabos de Lagartija. Juan Marsé


Juan Marsé
Rabos de Lagartija
ARETE - 2000

Rabos de lagartija

                Cuando se anuncia a bombo y platillo la próxima aparición de una nueva novela del autor Juan Marsé, uno no puede por menos que desear que cuando menos sea capaz de alcanzar las cotas de calidad de aquellas que la han precedido. Y una vez más, como en su día se dijera de El Embrujo de Shanghai, hay que afirmar que Marsé lo ha conseguido, lo que no es poco habida cuenta el momento que disfruta la novela española como género.

                        Barcelona 1945. Como tantas otras veces, el mismo escenario con todos sus condicionantes (posguerra, hambre, miseria, represión...). Un "no-nacido" se empeña en "observar" la vida de los habitantes de un barrio sin futuro cercenado por la guerra y rodeado de escombreras. Tenemos pues, como tantas otras veces, el escenario. Pero, ¿qué tiene de novedoso Rabos de lagartija para que de alguna manera halla revolucionado el panorama literario español?

                        Se puede incidir, por una parte en lo original del narrador. Un feto, un ser vivo que conoce el exterior a partir de la peculiar relación que establece con su hermano y con su madre, y por otra, en el hecho de que sin citarlo en ningún momento, sepamos que nos encontramos en el año de 1945, en el año en que cayó aquella bomba atomicia. Alrededor, toda una historia de perdedores (es difícil encontrar en la narrativa de Juan Marsé una historia de vencedores y vencidos) entre los que destacan Rosita, la madre que espera al niño-narrador con la misma intensidad con la que espera a su marido, huido por temor a las represalias políticas, David, su otro hijo cuya infancia destruida por la reciente guerra no es sino un símbolo liberalizador (uno más) del autor, y que con el tiempo se convertirá en fotógrafo y se dedicará a captar la realidad de sus calles sin falsearla, y el siniestro comisario, empeñado no se sabe muy bien si en cortejar a la primera o en ejercer en pleno acto de contrición de buen samaritano. 361 páginas repletas del mejor Marsé de cuantos se hallan visto y leído, plagadas de arrepentimientos, claudicaciones y fracasos que no hacen sino reafirmar la incuestionable independencia literaria de un autor, totalmente alejado de los "saraos" literarios, y empeñados como pocos en dignificar un oficio a menudo mancillado.



José Luis García Fernández

Rabos de Lagartija. Juan Marsé

Juan Marsé
Rabos de Lagartija
ARETE - 2000


                Cuando se anuncia a bombo y platillo la próxima aparición de una nueva novela del autor Juan Marsé, uno no puede por menos que desear que cuando menos sea capaz de alcanzar las cotas de calidad de aquellas que la han precedido. Y una vez más, como en su día se dijera de El Embrujo de Shanghai, hay que afirmar que Marsé lo ha conseguido, lo que no es poco habida cuenta el momento que disfruta la novela española como género.

                        Barcelona 1945. Como tantas otras veces, el mismo escenario con todos sus condicionantes (posguerra, hambre, miseria, represión...). Un "no-nacido" se empeña en "observar" la vida de los habitantes de un barrio sin futuro cercenado por la guerra y rodeado de escombreras. Tenemos pues, como tantas otras veces, el escenario. Pero, ¿qué tiene de novedoso Rabos de lagartija para que de alguna manera halla revolucionado el panorama literario español?

                        Se puede incidir, por una parte en lo original del narrador. Un feto, un ser vivo que conoce el exterior a partir de la peculiar relación que establece con su hermano y con su madre, y por otra, en el hecho de que sin citarlo en ningún momento, sepamos que nos encontramos en el año de 1945, en el año en que cayó aquella bomba atomicia. Alrededor, toda una historia de perdedores (es difícil encontrar en la narrativa de Juan Marsé una historia de vencedores y vencidos) entre los que destacan Rosita, la madre que espera al niño-narrador con la misma intensidad con la que espera a su marido, huido por temor a las represalias políticas, David, su otro hijo cuya infancia destruida por la reciente guerra no es sino un símbolo liberalizador (uno más) del autor, y que con el tiempo se convertirá en fotógrafo y se dedicará a captar la realidad de sus calles sin falsearla, y el siniestro comisario, empeñado no se sabe muy bien si en cortejar a la primera o en ejercer en pleno acto de contrición de buen samaritano. 361 páginas repletas del mejor Marsé de cuantos se hallan visto y leído, plagadas de arrepentimientos, claudicaciones y fracasos que no hacen sino reafirmar la incuestionable independencia literaria de un autor, totalmente alejado de los "saraos" literarios, y empeñados como pocos en dignificar un oficio a menudo mancillado.



José Luis García Fernández

Rabos de Lagartija. Juan Marsé

Juan Marsé
Rabos de Lagartija
ARETE - 2000


                Cuando se anuncia a bombo y platillo la próxima aparición de una nueva novela del autor Juan Marsé, uno no puede por menos que desear que cuando menos sea capaz de alcanzar las cotas de calidad de aquellas que la han precedido. Y una vez más, como en su día se dijera de El Embrujo de Shanghai, hay que afirmar que Marsé lo ha conseguido, lo que no es poco habida cuenta el momento que disfruta la novela española como género.

                        Barcelona 1945. Como tantas otras veces, el mismo escenario con todos sus condicionantes (posguerra, hambre, miseria, represión...). Un "no-nacido" se empeña en "observar" la vida de los habitantes de un barrio sin futuro cercenado por la guerra y rodeado de escombreras. Tenemos pues, como tantas otras veces, el escenario. Pero, ¿qué tiene de novedoso Rabos de lagartija para que de alguna manera halla revolucionado el panorama literario español?

                        Se puede incidir, por una parte en lo original del narrador. Un feto, un ser vivo que conoce el exterior a partir de la peculiar relación que establece con su hermano y con su madre, y por otra, en el hecho de que sin citarlo en ningún momento, sepamos que nos encontramos en el año de 1945, en el año en que cayó aquella bomba atomicia. Alrededor, toda una historia de perdedores (es difícil encontrar en la narrativa de Juan Marsé una historia de vencedores y vencidos) entre los que destacan Rosita, la madre que espera al niño-narrador con la misma intensidad con la que espera a su marido, huido por temor a las represalias políticas, David, su otro hijo cuya infancia destruida por la reciente guerra no es sino un símbolo liberalizador (uno más) del autor, y que con el tiempo se convertirá en fotógrafo y se dedicará a captar la realidad de sus calles sin falsearla, y el siniestro comisario, empeñado no se sabe muy bien si en cortejar a la primera o en ejercer en pleno acto de contrición de buen samaritano. 361 páginas repletas del mejor Marsé de cuantos se hallan visto y leído, plagadas de arrepentimientos, claudicaciones y fracasos que no hacen sino reafirmar la incuestionable independencia literaria de un autor, totalmente alejado de los "saraos" literarios, y empeñados como pocos en dignificar un oficio a menudo mancillado.



José Luis García Fernández

Rabos de Lagartija. Juan Marsé

Juan Marsé


Juan Marsé
Rabos de Lagartija
ARETE - 2000


               
Cuando se anuncia a bombo y platillo la próxima aparición de una nueva novela del autor Juan Marsé, uno no puede por menos que desear que cuando menos sea capaz de alcanzar las cotas de calidad de aquellas que la han precedido. Y una vez más, como en su día se dijera de El Embrujo de Shanghai, hay que afirmar que Marsé lo ha conseguido, lo que no es poco habida cuenta el momento que disfruta la novela española como género.

                        Barcelona 1945. Como tantas otras veces, el mismo escenario con todos sus condicionantes (posguerra, hambre, miseria, represión...). Un "no-nacido" se empeña en "observar" la vida de los habitantes de un barrio sin futuro cercenado por la guerra y rodeado de escombreras. Tenemos pues, como tantas otras veces, el escenario. Pero, ¿qué tiene de novedoso Rabos de lagartija para que de alguna manera halla revolucionado el panorama literario español?

                        Se puede incidir, por una parte en lo original del narrador. Un feto, un ser vivo que conoce el exterior a partir de la peculiar relación que establece con su hermano y con su madre, y por otra, en el hecho de que sin citarlo en ningún momento, sepamos que nos encontramos en el año de 1945, en el año en que cayó aquella bomba atomicia. Alrededor, toda una historia de perdedores (es difícil encontrar en la narrativa de Juan Marsé una historia de vencedores y vencidos) entre los que destacan Rosita, la madre que espera al niño-narrador con la misma intensidad con la que espera a su marido, huido por temor a las represalias políticas, David, su otro hijo cuya infancia destruida por la reciente guerra no es sino un símbolo liberalizador (uno más) del autor, y que con el tiempo se convertirá en fotógrafo y se dedicará a captar la realidad de sus calles sin falsearla, y el siniestro comisario, empeñado no se sabe muy bien si en cortejar a la primera o en ejercer en pleno acto de contrición de buen samaritano. 361 páginas repletas del mejor Marsé de cuantos se hallan visto y leído, plagadas de arrepentimientos, claudicaciones y fracasos que no hacen sino reafirmar la incuestionable independencia literaria de un autor, totalmente alejado de los "saraos" literarios, y empeñados como pocos en dignificar un oficio a menudo mancillado.



José Luis García Fernández