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Milan Kundera. La fiesta de la insignificancia.

Milan Kundera




MILAN KUNDERA

“LA FIESTA DE LA INSIGNIFICANCIA”
EDITORIAL TUSQUETS EDICIONES
ISBN: 978-84-8383-928-7



Ha pasado un tiempo de obligada meditación sobre los aspectos que más me han gustado de "La fiesta de la insignificancia" de Milán Kundera.

El libro está dividido en siete partes, cada una con autonomía suficiente como para hacer una lectura independiente de cada capítulo. Te enterarás perfectamente jugando con leerlo de principio a fin como salteando capítulos. De hecho, aconsejo segundas lecturas anárquicas. Sorprende y es grato siempre. No decepciona.


Si tuviera que resumir todo el libro en una frase, emplearía lo que diría el mismo autor haciéndole un guiño a Witold Gombrowicz: "Cuanto más inteligente se es, más estúpido es la persona". Habría que preguntarse hasta qué punto es humor o desahogo, grito o desesperanza, una cura psicológica de un pasado que vivió intensamente y que ahora, llegada la madurez no parece que sea tan importante ni tan significativo. "Nacimiento tan lejano y su muerte tan cercana, en palabras del amigo que ya no tiene cáncer


Entresaco algunos textos del propio autor que van resumiendo el desarrollo de la novela-ficción.

Primera parte. Los protagonistas se presentan.

Ramón pasea por el Jardín de Luxembourg. Se exponía la obra de Chagall. Máscaras que reproducían las caras de Balzac, Berilos, Hugo o Dumas. Exposiciones que eran obligadas de ver por lo que se consideraba la élite cultural del momento.

No habrá cáncer. Nacimiento tan lejano y su muerte tan cercana. La inmortalidad representada por las estatuas de las antiguas reinas de Francia, todas ellas esculpidas en mármol blanco, de pie en poses solemnes que le parecieron divertidas, casi alegres.

Ramón visita a Charles. Las memorias de Nikita Jrushchov, la historia de las veinticuatro perdices, Quaquelique.

La lección de Ramón sobre lo brillante y lo insignificante. Incluso sus bromas siempre son moralistas, optimistas, correctas, pero las envuelve en una enrevesada elegancia y las enreda de tal manera que resultan tan difíciles de entender que, aunque llamen la atención, no provocan reacción inmediata alguna.

Quaquelique no es que sea silencioso. Pero, cuando está rodeado de gente, habla siempre con un hilo de voz que silva más que habla, aunque nada de lo que dice llama la atención.

Charles se ríe. No te rías. No es fácil hablar sin llamar la atención. Estar siempre presente gracias a la palabra no obstante permanecer inoído, ¡eso requiere virtuosismo! El sentido de semejante virtuosismo se me escapa. El silencio llama la atención. Puede impresionar. Darte un aire enigmático. O sospechoso. No ha entendido nada, y aún hoy no entiende nada acerca del valor de la insignificancia. La inutilidad de ser brillante. Sí, lo entiendo. Es algo más que inutilidad. La nocividad.


Un narciso no es un orgulloso. El orgulloso desprecia a los demás. Los subestima. El Narciso los sobrestima porque observa su propia imagen en los ojos de los demás y desea embellecerla.

Máscaras. Reto a la enfermedad. La mentira, la risa. Odio a la incultura. Todo ello bajo la broma moralista, optimista, correcta y elegante para que resulten difíciles de entender.

Ella -la mujer en el libro tiene su papel en la figura de la madre, - que le habla hasta después de muerta-, la maga o dama que embellece las fiestas, la que fue poderosa y está omnipresente en las estatuas del parque, la humilde, representada como criada cuyo origen es extranjero pero que habla perfectamente el francés,.. todas las mujeres, la mujer, también se siente obligada a deslumbrar. A no entregarse sin resistencia. Mientras que la insignificancia la libera.


Segunda parte. El teatro de marionetas.


Las veinticuatro perdices.Si me lo hubiera contado el propio Stalin, ¡lo habría aplaudido! Pero ¿de dónde has sacado esa historia? Las memorias de Jruschov y las perdices de Stalin. A nadie le cupo la menor duda. Porque todos a su alrededor habían olvidado ya qué es una broma. Y, a mi entender, eso anunciaba ya la llegada de un nuevo gran periodo de la Historia.

Charles sueña con una obra para el teatro de marionetas. En mi vocabulario de descreído, una sola palabra es sagrada: la amistad. Un gran apoyo a Stalin, el gran héroe del progreso. El tiempo corre. Gracias a él, primero vivimos, lo cual quiere decir que ya hemos sido acusados y juzgados por la gente. Luego morimos y permanecemos aún unos años entre los que nos han conocido, pero muy pronto se produce otro cambio: los muertos pasan a ser muertos viejos, de los que ya nadie se acuerda y que desaparecen en la nada; tan sólo unos cuantos, muy , muy pocos, imprimen su nombre en la memoria de la gente, pero, ya sin testigos fehacientes, sin un recuerdo real, pasan a ser marionetas. Nadie tiene el derecho de simular la restitución de una existencia humana que ha dejado de ser. Nadie tiene derecho a crear a un hombre a partir de una marioneta.

En otra ocasión, Charles da a sus amigos una charla sobre Kalinin y la capital de Prusia. Un hombre, sin poder real alguno, un pobre e inocente pelele, quien, sin embargo, fue durante mucho tiempo presidente del soviet supremo, o sea, desde el punto de vista del protocolo, el más alto representante del Estado. Pero, cuando Kalinin se encontraba en su reducido círculo de camaradas, a nadie se le ocurría aplaudir su orina. Era demasiado disciplinado para atreverse a molestarlo con sus idas y venidas al baño. (más que risas esto es patético)

Alain descubre la desconocida ternura de Stalin.
La palabra ternura no le pega demasiado a la reputación de Stalin, el Lucifer del siglo, ya lo sé, su vida estuvo repleta de conspiraciones, traiciones, guerras, encarcelamientos, asesinatos, masacres. El afecto por un hombre que sufre. En su vida feroz, ese momento era como un descanso.

¡Catalina la Grande, Pushkin, Chaikovski, Tolstói!

Tercera parte. Alain y Charles piensan con frecuencia en sus madres.

La primera vez que se sintió atraído por el misterio del ombligo fue cuando vio a su madre por última vez. ¿Me estoy repitiendo? ¿Empiezo acaso este capítulo con las mismas palabras que empleé al principio de esta novela?

Cuarta parte. Todos andan buscando el buen humor.


Calibán.Actor que percibe el subsidio del paro. Su última obra fue La tempestad de Chakespeare.
Las chaquetas blancas y la joven portuguesa.
La sirvienta.

La foto colgada de la pared. No tenía fotos en su estudio, salvo ésa: la cara de una mujer joven, su madre. De cómo se pare a un hijo a perdonazos. El odio del hombre y el odio de la mujer en el momento del orgasmo del hombre; el odio del hombre tranquilo y físicamente fuerte acoplado al odio de la mujer valiente y físicamente débil.

Ramón llega al cóctel de muy mal humor. Le gustaba el éxito siempre y cuando no suscitara envidias; le complacía ser admirado, pero rehuía a los admiradores. El ser humano no es sino soledad. Una soledad de soledades –añadió La Franck, tras lo cual engulló el resto, dio media vuelta y se fue a otra parte.

Alain coloca una botella de Armagnac encima del armario. De cuadros del Bosco, de Gauguin ( y de quién sabe qué otros), que delimitaban para él su mundo íntimo. ¿Un poeta? ¿Existirán todavía los poetas? En el que debía hacerse valer no tanto su originalidad, sus ideas o su talento, como su inteligencia, o sea, esa capacidad aritméticamente medible que no se distingue entre distintos individuos sino cuantitativamente- unos más, otros menos, ... La gloria del eximio poeta que, gracias a su humilde veneración de la poesía, había jurado no volver a escribir un solo verso más.

La llamada de Quaquelique al buen humor. Por eso voy cambiando de amiguitas. La has desiniestrado tú- dijo Ramón riendo él también. Ya que se marchaba; los movimientos de su trasero le hacían guiños, le incitaban.

Quinta parte. Una plumita planea bajo el techo.
Pero Charles aún no estaba preparado para afrontar el final; él habría querido aplazar ese final. La imagen de su madre enferma surgió ante él y su corazón se encogió.

El final de una ensoñación. En algún lugar por encima de ellos, planea una amenaza invisible, incorpórea, inexplicable, inasible, impunible, maliciosamente misteriosa.

Lamento de Ramón por el fin de las bromas. Charles y tú habéis inventado la farsa de la lengua pakistaní para divertiros durante los cócteles mundanos en los que no sois más que lacayos de los esnobs. Comprendimos desde hace mucho que ya no era posible subvertir el mundo, ni remodelarlo, ni detener su pobre huida hacia delante. Sólo había una resistencia posible: no tomarlo en serio.
¡El crepúsculo de las bromas!
¡Ah, el buen humor! ¿Nunca has leído a Hegel? Hegel dice que el verdadero humor es impensable sin el infinito buen humor, escúchalo bien, eso es lo que dice literalmente: infinito buen humor. No la burla, no la sátira, no el sarcasmo. Sólo desde lo alto del infinito buen humor puedes observar debajo de ti la eterna estupidez de los hombres, y reírte de ella.
¿Cómo encontrar el buen humor?

Se va La Franck. Con la mano siempre en alto, declamó con voz estentórea (pese al trozo de pastel que tenía en la boca): El cielo me señala que mi vida será aún mejor que antes. ¡La vida es más fuerte que la muerte, porque la vida se alimenta de la muerte!

Se va Ramón. ¿La risa? ¿Le habrá distinguido el buen humor hegeliano por fin desde arriba y habrá decidido acogerlo en su seno? ¿No era una señal para captar esa risa, para guardarla el mayor tiempo posible?

El árbol de Eva. Me gusta todo lo que has contado, me gusta todo lo que inventas, no tengo nada que añadir. Salvo, quizá, lo del ombligo. Para ti el modelo de mujer sin ombligo es un ángel. Para mí, es Eva, la primera mujer. No nació de vientre alguno, y sí de un capricho, de un capricho del creador. De ella, de su vulva, de la vulva de una mujer sin ombligo, es de donde procede el primer condón umbilical. Si creyera en la Biblia, …

Sexta parte. La caída de los ángeles

Adiós a Mariana. Sí. A pesar de mi estúpida fama de marido infiel, ¡siento una insalvable nostalgia de la castidad!

La botella de Armagnac en su orgullosa altura.
El mundo según Schopenhauer. La gran idea de Schopenhauer, camaradas, es la de que el mundo no es más que representación y voluntad. 



Milan Kundera. La fiesta de la insignificancia.

Milan Kundera




MILAN KUNDERA

“LA FIESTA DE LA INSIGNIFICANCIA”
EDITORIAL TUSQUETS EDICIONES
ISBN: 978-84-8383-928-7



Ha pasado un tiempo de obligada meditación sobre los aspectos que más me han gustado de "La fiesta de la insignificancia" de Milán Kundera.

El libro está dividido en siete partes, cada una con autonomía suficiente como para hacer una lectura independiente de cada capítulo. Te enterarás perfectamente jugando con leerlo de principio a fin como salteando capítulos. De hecho, aconsejo segundas lecturas anárquicas. Sorprende y es grato siempre. No decepciona.


Si tuviera que resumir todo el libro en una frase, emplearía lo que diría el mismo autor haciéndole un guiño a Witold Gombrowicz: "Cuanto más inteligente se es, más estúpido es la persona". Habría que preguntarse hasta qué punto es humor o desahogo, grito o desesperanza, una cura psicológica de un pasado que vivió intensamente y que ahora, llegada la madurez no parece que sea tan importante ni tan significativo. "Nacimiento tan lejano y su muerte tan cercana, en palabras del amigo que ya no tiene cáncer


Entresaco algunos textos del propio autor que van resumiendo el desarrollo de la novela-ficción.

Primera parte. Los protagonistas se presentan.

Ramón pasea por el Jardín de Luxembourg. Se exponía la obra de Chagall. Máscaras que reproducían las caras de Balzac, Berilos, Hugo o Dumas. Exposiciones que eran obligadas de ver por lo que se consideraba la élite cultural del momento.

No habrá cáncer. Nacimiento tan lejano y su muerte tan cercana. La inmortalidad representada por las estatuas de las antiguas reinas de Francia, todas ellas esculpidas en mármol blanco, de pie en poses solemnes que le parecieron divertidas, casi alegres.

Ramón visita a Charles. Las memorias de Nikita Jrushchov, la historia de las veinticuatro perdices, Quaquelique.

La lección de Ramón sobre lo brillante y lo insignificante. Incluso sus bromas siempre son moralistas, optimistas, correctas, pero las envuelve en una enrevesada elegancia y las enreda de tal manera que resultan tan difíciles de entender que, aunque llamen la atención, no provocan reacción inmediata alguna.

Quaquelique no es que sea silencioso. Pero, cuando está rodeado de gente, habla siempre con un hilo de voz que silva más que habla, aunque nada de lo que dice llama la atención.

Charles se ríe. No te rías. No es fácil hablar sin llamar la atención. Estar siempre presente gracias a la palabra no obstante permanecer inoído, ¡eso requiere virtuosismo! El sentido de semejante virtuosismo se me escapa. El silencio llama la atención. Puede impresionar. Darte un aire enigmático. O sospechoso. No ha entendido nada, y aún hoy no entiende nada acerca del valor de la insignificancia. La inutilidad de ser brillante. Sí, lo entiendo. Es algo más que inutilidad. La nocividad.


Un narciso no es un orgulloso. El orgulloso desprecia a los demás. Los subestima. El Narciso los sobrestima porque observa su propia imagen en los ojos de los demás y desea embellecerla.

Máscaras. Reto a la enfermedad. La mentira, la risa. Odio a la incultura. Todo ello bajo la broma moralista, optimista, correcta y elegante para que resulten difíciles de entender.

Ella -la mujer en el libro tiene su papel en la figura de la madre, - que le habla hasta después de muerta-, la maga o dama que embellece las fiestas, la que fue poderosa y está omnipresente en las estatuas del parque, la humilde, representada como criada cuyo origen es extranjero pero que habla perfectamente el francés,.. todas las mujeres, la mujer, también se siente obligada a deslumbrar. A no entregarse sin resistencia. Mientras que la insignificancia la libera.


Segunda parte. El teatro de marionetas.


Las veinticuatro perdices.Si me lo hubiera contado el propio Stalin, ¡lo habría aplaudido! Pero ¿de dónde has sacado esa historia? Las memorias de Jruschov y las perdices de Stalin. A nadie le cupo la menor duda. Porque todos a su alrededor habían olvidado ya qué es una broma. Y, a mi entender, eso anunciaba ya la llegada de un nuevo gran periodo de la Historia.

Charles sueña con una obra para el teatro de marionetas. En mi vocabulario de descreído, una sola palabra es sagrada: la amistad. Un gran apoyo a Stalin, el gran héroe del progreso. El tiempo corre. Gracias a él, primero vivimos, lo cual quiere decir que ya hemos sido acusados y juzgados por la gente. Luego morimos y permanecemos aún unos años entre los que nos han conocido, pero muy pronto se produce otro cambio: los muertos pasan a ser muertos viejos, de los que ya nadie se acuerda y que desaparecen en la nada; tan sólo unos cuantos, muy , muy pocos, imprimen su nombre en la memoria de la gente, pero, ya sin testigos fehacientes, sin un recuerdo real, pasan a ser marionetas. Nadie tiene el derecho de simular la restitución de una existencia humana que ha dejado de ser. Nadie tiene derecho a crear a un hombre a partir de una marioneta.

En otra ocasión, Charles da a sus amigos una charla sobre Kalinin y la capital de Prusia. Un hombre, sin poder real alguno, un pobre e inocente pelele, quien, sin embargo, fue durante mucho tiempo presidente del soviet supremo, o sea, desde el punto de vista del protocolo, el más alto representante del Estado. Pero, cuando Kalinin se encontraba en su reducido círculo de camaradas, a nadie se le ocurría aplaudir su orina. Era demasiado disciplinado para atreverse a molestarlo con sus idas y venidas al baño. (más que risas esto es patético)

Alain descubre la desconocida ternura de Stalin.
La palabra ternura no le pega demasiado a la reputación de Stalin, el Lucifer del siglo, ya lo sé, su vida estuvo repleta de conspiraciones, traiciones, guerras, encarcelamientos, asesinatos, masacres. El afecto por un hombre que sufre. En su vida feroz, ese momento era como un descanso.

¡Catalina la Grande, Pushkin, Chaikovski, Tolstói!

Tercera parte. Alain y Charles piensan con frecuencia en sus madres.

La primera vez que se sintió atraído por el misterio del ombligo fue cuando vio a su madre por última vez. ¿Me estoy repitiendo? ¿Empiezo acaso este capítulo con las mismas palabras que empleé al principio de esta novela?

Cuarta parte. Todos andan buscando el buen humor.


Calibán.Actor que percibe el subsidio del paro. Su última obra fue La tempestad de Chakespeare.
Las chaquetas blancas y la joven portuguesa.
La sirvienta.

La foto colgada de la pared. No tenía fotos en su estudio, salvo ésa: la cara de una mujer joven, su madre. De cómo se pare a un hijo a perdonazos. El odio del hombre y el odio de la mujer en el momento del orgasmo del hombre; el odio del hombre tranquilo y físicamente fuerte acoplado al odio de la mujer valiente y físicamente débil.

Ramón llega al cóctel de muy mal humor. Le gustaba el éxito siempre y cuando no suscitara envidias; le complacía ser admirado, pero rehuía a los admiradores. El ser humano no es sino soledad. Una soledad de soledades –añadió La Franck, tras lo cual engulló el resto, dio media vuelta y se fue a otra parte.

Alain coloca una botella de Armagnac encima del armario. De cuadros del Bosco, de Gauguin ( y de quién sabe qué otros), que delimitaban para él su mundo íntimo. ¿Un poeta? ¿Existirán todavía los poetas? En el que debía hacerse valer no tanto su originalidad, sus ideas o su talento, como su inteligencia, o sea, esa capacidad aritméticamente medible que no se distingue entre distintos individuos sino cuantitativamente- unos más, otros menos, ... La gloria del eximio poeta que, gracias a su humilde veneración de la poesía, había jurado no volver a escribir un solo verso más.

La llamada de Quaquelique al buen humor. Por eso voy cambiando de amiguitas. La has desiniestrado tú- dijo Ramón riendo él también. Ya que se marchaba; los movimientos de su trasero le hacían guiños, le incitaban.

Quinta parte. Una plumita planea bajo el techo.
Pero Charles aún no estaba preparado para afrontar el final; él habría querido aplazar ese final. La imagen de su madre enferma surgió ante él y su corazón se encogió.

El final de una ensoñación. En algún lugar por encima de ellos, planea una amenaza invisible, incorpórea, inexplicable, inasible, impunible, maliciosamente misteriosa.

Lamento de Ramón por el fin de las bromas. Charles y tú habéis inventado la farsa de la lengua pakistaní para divertiros durante los cócteles mundanos en los que no sois más que lacayos de los esnobs. Comprendimos desde hace mucho que ya no era posible subvertir el mundo, ni remodelarlo, ni detener su pobre huida hacia delante. Sólo había una resistencia posible: no tomarlo en serio.
¡El crepúsculo de las bromas!
¡Ah, el buen humor! ¿Nunca has leído a Hegel? Hegel dice que el verdadero humor es impensable sin el infinito buen humor, escúchalo bien, eso es lo que dice literalmente: infinito buen humor. No la burla, no la sátira, no el sarcasmo. Sólo desde lo alto del infinito buen humor puedes observar debajo de ti la eterna estupidez de los hombres, y reírte de ella.
¿Cómo encontrar el buen humor?

Se va La Franck. Con la mano siempre en alto, declamó con voz estentórea (pese al trozo de pastel que tenía en la boca): El cielo me señala que mi vida será aún mejor que antes. ¡La vida es más fuerte que la muerte, porque la vida se alimenta de la muerte!

Se va Ramón. ¿La risa? ¿Le habrá distinguido el buen humor hegeliano por fin desde arriba y habrá decidido acogerlo en su seno? ¿No era una señal para captar esa risa, para guardarla el mayor tiempo posible?

El árbol de Eva. Me gusta todo lo que has contado, me gusta todo lo que inventas, no tengo nada que añadir. Salvo, quizá, lo del ombligo. Para ti el modelo de mujer sin ombligo es un ángel. Para mí, es Eva, la primera mujer. No nació de vientre alguno, y sí de un capricho, de un capricho del creador. De ella, de su vulva, de la vulva de una mujer sin ombligo, es de donde procede el primer condón umbilical. Si creyera en la Biblia, …

Sexta parte. La caída de los ángeles

Adiós a Mariana. Sí. A pesar de mi estúpida fama de marido infiel, ¡siento una insalvable nostalgia de la castidad!

La botella de Armagnac en su orgullosa altura.
El mundo según Schopenhauer. La gran idea de Schopenhauer, camaradas, es la de que el mundo no es más que representación y voluntad. 



Milan Kundera. La fiesta de la insignificancia.

MILAN KUNDERA
“LA FIESTA DE LA INSIGNIFICANCIA”
EDITORIAL TUSQUETS EDICIONES
ISBN: 978-84-8383-928-7



Ha pasado un tiempo de obligada meditación sobre los aspectos que más me han gustado de "La fiesta de la insignificancia" de Milán Kundera.

El libro está dividido en siete partes, cada una con autonomía suficiente como para hacer una lectura independiente de cada capítulo. Te enterarás perfectamente jugando con leerlo de principio a fin como salteando capítulos. De hecho, aconsejo segundas lecturas anárquicas. Sorprende y es grato siempre. No decepciona.


Si tuviera que resumir todo el libro en una frase, emplearía lo que diría el mismo autor haciéndole un guiño a Wiltod Gombrowicz: "Cuanto más inteligente se es, más estúpido es la persona". Habría que preguntarse hasta qué punto es humor o desahogo, grito o desesperanza, una cura psicológica de un pasado que vivió intensamente y que ahora, llegada la madurez no parece que sea tan importante ni tan significativo. "Nacimiento tan lejano y su muerte tan cercana, en palabras del amigo que ya no tiene cáncer


Entresaco algunos textos del propio autor que van resumiendo el desarrollo de la novela-ficción.

Primera parte. Los protagonistas se presentan.

Ramón pasea por el Jardín de Luxembourg. Se exponía la obra de Chagall. Máscaras que reproducían las caras de Balzac, Berilos, Hugo o Dumas. Exposiciones que eran obligadas de ver por lo que se consideraba la élite cultural del momento.

No habrá cáncer. Nacimiento tan lejano y su muerte tan cercana. La inmortalidad representada por las estatuas de las antiguas reinas de Francia, todas ellas esculpidas en mármol blanco, de pie en poses solemnes que le parecieron divertidas, casi alegres.

Ramón visita a Charles. Las memorias de Nikita Jrushchov, la historia de las veinticuatro perdices, Quaquelique.

La lección de Ramón sobre lo brillante y lo insignificante. Incluso sus bromas siempre son moralistas, optimistas, correctas, pero las envuelve en una enrevesada elegancia y las enreda de tal manera que resultan tan difíciles de entender que, aunque llamen la atención, no provocan reacción inmediata alguna.

Quaquelique no es que sea silencioso. Pero, cuando está rodeado de gente, habla siempre con un hilo de voz que silva más que habla, aunque nada de lo que dice llama la atención.

Charlesse ríe. No te rías. No es fácil hablar sin llamar la atención. Estar siempre presente gracias a la palabra no obstante permanecer inoído, ¡eso requiere virtuosismo! El sentido de semejante virtuosismo se me escapa. El silencio llama la atención. Puede impresionar. Darte un aire enigmático. O sospechoso. No ha entendido nada, y aún hoy no entiende nada acerca del valor de la insignificancia. La inutilidad de ser brillante. Sí, lo entiendo. Es algo más que inutilidad. La nocividad.


Un narciso no es un orgulloso. El orgulloso desprecia a los demás. Los subestima. El Narciso los sobrestima porque observa su propia imagen en los ojos de los demás y desea embellecerla.

Máscaras. Reto a la enfermedad. La mentira, la risa. Odio a la incultura. Todo ello bajo la broma moralista, optimista, correcta y elegante para que resulten difíciles de entender.

Ella -la mujer en el libro tiene su papel en la figura de la madre, - que le habla hasta después de muerta-, la maga o dama que embellece las fiestas, la que fue poderosa y está omnipresente en las estatuas del parque, la humilde, representada como criada cuyo origen es extranjero pero que habla perfectamente el francés,.. todas las mujeres, la mujer, también se siente obligada a deslumbrar. A no entregarse sin resistencia. Mientras que la insignificancia la libera.


Segunda parte. El teatro de marionetas.


Las veinticuatro perdices.Si me lo hubiera contado el propio Stalin, ¡lo habría aplaudido! Pero ¿de dónde has sacado esa historia? Las memorias de Jrushchov y las perdices de Stalin. A nadie le cupo la menor duda. Porque todos a su alrededor habían olvidado ya qué es una broma. Y, a mi entender, eso anunciaba ya la llegada de un nuevo gran periodo de la Historia.

Charles sueña con una obra para el teatro de marionetas. En mi vocabulario de descreído, una sola palabra es sagrada: la amistad. Un gran apoyo a Stalin, el gran héroe del progreso. El tiempo corre. Gracias a él, primero vivimos, lo cual quiere decir que ya hemos sido acusados y juzgados por la gente. Luego morimos y permanecemos aún unos años entre los que nos han conocido, pero muy pronto se produce otro cambio: los muertos pasan a ser muertos viejos, de los que ya nadie se acuerda y que desaparecen en la nada; tan sólo unos cuantos, muy , muy pocos, imprimen su nombre en la memoria de la gente, pero, ya sin testigos fehacientes, sin un recuerdo real, pasan a ser marionetas. Nadie tiene el derecho de simular la restitución de una existencia humana que ha dejado de ser. Nadie tiene derecho a crear a un hombre a partir de una marioneta.

En otra ocasión, Charles da a sus amigos una charla sobre Kalinin y la capital de Prusia. Un hombre, sin poder real alguno, un pobre e inocente pelele, quien, sin embargo, fue durante mucho tiempo presidente del soviet supremo, o sea, desde el punto de vista del protocolo, el más alto representante del Estado. Pero, cuando Kalinin se encontraba en su reducido círculo de camaradas, a nadie se le ocurría aplaudir su orina. Era demasiado disciplinado para atreverse a molestarlo con sus idas y venidas al baño. (más que risas esto es patético)

Alain descubre la desconocida ternura de Stalin.
La palabra ternura no le pega demasiado a la reputación de Stalin, el Lucifer del siglo, ya lo sé, su vida estuvo repleta de conspiraciones, traiciones, guerras, encarcelamientos, asesinatos, masacres. El afecto por un hombre que sufre. En su vida feroz, ese momento era como un descanso.

¡Catalina la Grande, Pushkin, Chaikowski, Tolstói!

Tercera parte. Alain y Charles piensan con frecuencia en sus madres.

La primera vez que se sintió atraído por el misterio del ombligo fue cuando vio a su madre por última vez. ¿Me estoy repitiendo? ¿Empiezo acaso este capítulo con las mismas palabras que empleé al principio de esta novela?

Cuarta parte. Todos andan buscando el buen humor.


Calibán.Actor que percibe el subsidio del paro. Su última obra fue La tempestad de Chakespeare.
Las chaquetas blancas y la joven portuguesa.
La sirvienta.

La foto colgada de la pared. No tenía fotos en su estudio, salvo ésa: la cara de una mujer joven, su madre. De cómo se pare a un hijo a perdonazos. El odio del hombre y el odio de la mujer en el momento del orgasmo del hombre; el odio del hombre tranquilo y físicamente fuerte acoplado al odio de la mujer valiente y físicamente débil.

Ramónllega al cóctel de muy mal humor. Le gustaba el éxito siempre y cuando no suscitara envidias; le complacía ser admirado, pero rehuía a los admiradores. El ser humano no es sino soledad. Una soledad de soledades –añadió La Franck, tras lo cual engulló el resto, dio media vuelta y se fue a otra parte.

Alain coloca una botella de Armagnac encima del armario. De cuadros del Bosco, de Gauguin ( y de quién sabe qué otros), que delimitaban para él su mundo íntimo. ¿Un poeta? ¿Existirán todavía los poetas? En el que debía hacerse valer no tanto su originalidad, sus ideas o su talento, como su inteligencia, o sea, esa capacidad aritméticamente medible que no se distingue entre distintos individuos sino cuantitativamente- unos más, otros menos, ... La gloria del eximio poeta que, gracias a su humilde veneración de la poesía, había jurado no volver a escribir un solo verso más.

La llamada de Quaquelique al buen humor. Por eso voy cambiando de amiguitas. La has desiniestrado tú- dijo Ramón riendo él también. Ya que se marchaba; los movimientos de su trasero le hacían guiños, le incitaban.

Quinta parte. Una plumita planea bajo el techo.
Pero Charles aún no estaba preparado para afrontar el final; él habría querido aplazar ese final. La imagen de su madre enferma surgió ante él y su corazón se encogió.

El final de una ensoñación. En algún lugar por encima de ellos, planea una amenaza invisible, incorpórea, inexplicable, inasible, impunible, maliciosamente misteriosa.

Lamento de Ramón por el fin de las bromas. Charles y tú habéis inventado la farsa de la lengua pakistaní para divertiros durante los cócteles mundanos en los que no sois más que lacayos de los esnobs. Comprendimos desde hace mucho que ya no era posible subvertir el mundo, ni remodelarlo, ni detener su pobre huida hacia delante. Sólo había una resistencia posible: no tomarlo en serio.
¡El crepúsculo de las bromas!
¡Ah, el buen humor! ¿Nunca has leído a Hegel? Hegel dice que el verdadero humor es impensable sin el infinito buen humor, escúchalo bien, eso es lo que dice literalmente: infinito buen humor. No la burla, no la sátira, no el sarcasmo. Sólo desde lo alto del infinito buen humor puedes observar debajo de ti la eterna estupidez de los hombres, y reírte de ella.
¿Cómo encontrar el buen humor?

Se va La Franck. Con la mano siempre en alto, declamó con voz estentórea (pese al trozo de pastel que tenía en la boca): El cielo me señala que mi vida será aún mejor que antes. ¡La vida es más fuerte que la muerte, porque la vida se alimenta de la muerte!

Se va Ramón. ¿La risa? ¿Le habrá distinguido el buen humor hegeliano por fin desde arriba y habrá decidido acogerlo en su seno? ¿No era una señal para captar esa risa, para guardarla el mayor tiempo posible?

El árbol de Eva. Me gusta todo lo que has contado, me gusta todo lo que inventas, no tengo nada que añadir. Salvo, quizá, lo del ombligo. Para ti el modelo de mujer sin ombligo es un ángel. Para mí, es Eva, la primera mujer. No nació de vientre alguno, y sí de un capricho, de un capricho del creador. De ella, de su vulva, de la vulva de una mujer sin ombligo, es de donde procede el primer condón umbilical. Si creyera en la Biblia, …

Sexta parte. La caída de los ángeles

Adiós a Mariana. Sí. A pesar de mi estúpida fama de marido infiel, ¡siento una insalvable nostalgia de la castidad!

La botella de Armagnac en su orgullosa altura.
El mundo según Schopenhauer. La gran idea de Schopenhauer, camaradas, es la de que el mundo no es más que representación y voluntad.