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San Digitalio. Fernando Rebollo

 
A hablaros vengo de Digitalio, santo varón, santo varón amigos. Nació en el año del señor de 1234 en la comarca de Peñaranda y Brazosmontes, hijo de María Tormenta Seca y Diego de Torres y Puentes Románicos, ama de casa e hidalgo muy venido a menos de una familia de rancio abolengo emparentada con el Conde de Panza y Marqués de Barataria. Digitalio desde muy chico ya presentó una clara y rauda capacidad para contar cosas, 234 ovejas que tras dos horas de recuento fueron corroboradas. Asombrose maese Diego de tal capacidad e invitole al querubín a contar las ingestiones de trigo de los grajos, gorriones y tordos. 

Con una simple mirada ya había contado todos los grajos que el cielo poblaban, o los gorriones tras la espantada, o las hormigas, o las golondrinas, hasta calcular todos los granos de trigo perdidos por las aves, este año 189.256.789 en todo el valle. ¿Cuantas mozas de fuera han venido este año a la romería del patrón Digitalio? preguntole Diego el Soltero. Con aquella que viene por el sendero aquel 213. Estaba el prado "empetado" era fiesta, al calor de los días despejados y suaves del verano allá por las montañas. Y la gente por el pradoooooooo no dejará de bailaaaaaaaaarrrrr mientras se escuche una gaitaaaaaaaa o haya sidra en el lagaaaaarrrrrr. Tendría 14 años y enamorose Digitalio perdidamente de aquella moza alta y delgada como su madre, morenaaaaaaaaa, pero como era tiempo de cosecha, le dieron calabazas y Digitalio se envolvió en una vaga mirada, en un cuerpo dejado como un huerto al que acechan las zarzas. 

Pasaron los años y llamaronle a filas y fuese con la columna del Arcipreste Diego Calandria hacia las cruzadas. Cansose de guerrear y de regreso a casa, en el camino de Estambul, una luz azul le dijo: Digitaliooooooooooooo, Digitaliooooooooooo, coño, si era el Urdimbres su vecino, ¿que haces por aquí?, pués ya ves he puesto una tienda de veinte duros de la franquicia de Solovidrio y me va bien. Vendo objetos trochos de vidrio, pendientes que lucen y relucen a las mozuelas, toma una brújula de luz para el camino de Wyoming. Orientose Digitalio por aquella brújula y cerca de la Mancha desviose hacia Oporto, camino de Wyoming. Wyoming 4300 kms, con su equivalente a sandalias gastadas para que se pertrecharan los caminantes ponía en la pared blanca de la Taberna-tienda de abarrotes y abarrotada estaba de caminantes, el hoy negocio de ex-fraile sabatino Diego de Acuña Oro. 


Buen viaje Digitalio, que te vaya bien por Wyoming cantaron los gallos en una amanecer en el que solo los perros, el lucero del alba y los pinos fueron testigos de la aventura. En Oporto el mar, remangose Digitalio para no mojar la saya y las partes blandas, un pie, otro y otro, no cubriole el agua y paso a paso llegó hasta Virginia, niña Wolf en la otra orilla, dormía bajo un gran roble, niña Wolf para ir a Wyoming ¿por donde? Despertose la niña y dijole así: Doble usted la esquina calle de Medina calle de doña Blanca. Pero quedaban unos cuantos cientos de leguas para Wyoming, confudiole la niña, vaya, y se unió a la caravana del buhonero, sube al carromato Digitalio.

 Descubrió como convertir el agua y la piedra en oro, la nieve en granizada de limón y el amor de la mas bella zíngara que jamás había visto. Su amor era tan puro, que en sus sueños solo aparecían amaneceres claros, música de tamboriles y cantos de lavandeiras, lluvias suaves que mojan la tierra, risas y juegos de escóndite, gallinita ciega a que no me pillas. 

Tu me amas, tu me amaaaaaaaas gritaba fuera de si Digitalio. Pero el amor, como el trigo de la mejor cosecha que a punto está de recogerse, también tiene enemigos, y el cólera azoló la caravana y bajo aquel tronco al atardecer murió el buhonero buscando su sueño dorado y burbujeante de Wyoming. Errante, sin mas mirada que la suya hacia el cielo estuvo la Zíngara largo tiempo a la vez que caminaba sin esperanzas. Soy como una sombra que ha perdido el alma Y de repente, como el último rayo de la tormenta la zingara se despidió de Digitalio con beso casto y mirada azul cielo, no sin unas cristalinas gotas de nostalgia que empañaron la visión de los nuevos senderos para ambos. Abrupto y duro se mostraba el camino para Digitalio, soledad y una alta y empinada cuesta que había que subir. Una pequeña llanada al final y una piedra donde sentarse cerca de cual vigilaba con ojos vivos una perrilla que cansada del mundo vino a tumbarse junto a sus pies.

 
(Continuará). Fernando Rebollo