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El domingo pasado. Userix

       El domingo pasado quedé conmigo y discutimos.

      A los dos nos gusta pasear, y aprovechamos la gran extensión del mayor parque de la ciudad, para perdernos por ese gran pulmón verde de naturaleza que oxigena a la urbe y descontamina a sus habitantes desde las afueras.

     Ahora recuerdo que al principio de nuestra afición pedestre, ésta sí tenía una función curativa y de desintoxicación del estrés cotidiano. Pero después de los años, ni uno ni otro pensamos en nuestra caminata dominical como en un descanso, ni en un evadirse de los problemas. Ni siquiera en una forma de afrontar las preocupaciones debajo de un árbol, ver mejor un eclipse, o respirar aire puro.

     Salías, pensabas en nuestras cosas y en las de los demás, (o mejor aún, no pensabas en nada sin querer) y el cansancio físico de moverte durante más de dos horas, te producía un agotamiento muy relajante para el resto del día. 

     Comentamos, pero sin hablarnos, claro, cómo el aire va inclinando los árboles que están más arriba en la montaña, cómo vamos perdiendo, él y yo, la capacidad de amar con el paso del tiempo, y lo rápido que pasan las bicicletas de montaña a nuestro lado, sin poder molestarnos.

     Qué bonito atravesar los dos solos las interminables coníferas del Parque Nacional J. F. Kennedy al sur de Irlanda, o bordear las más de 9 millas del lago Neagh, a veces, bajo la lluvia. O no tan atrás en el tiempo, qué maravilloso conducir el verano pasado a través de las Montañas Blancas del estado de New Hamshire, aunque en aquella ocasión no estábamos solos.

     No sabría decir por qué nos enfadamos el domingo, pero ya hace tiempo que me conozco bien y seguro que se nos ha pasado. Somos Piscis y a los dos nos gusta pasear. 
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       El domingo pasado quedé conmigo y discutimos.

      A los dos nos gusta pasear, y aprovechamos la gran extensión del mayor parque de la ciudad, para perdernos por ese gran pulmón verde de naturaleza que oxigena a la urbe y descontamina a sus habitantes desde las afueras.

     Ahora recuerdo que al principio de nuestra afición pedestre, ésta sí tenía una función curativa y de desintoxicación del estrés cotidiano. Pero después de los años, ni uno ni otro pensamos en nuestra caminata dominical como en un descanso, ni en un evadirse de los problemas. Ni siquiera en una forma de afrontar las preocupaciones debajo de un árbol, ver mejor un eclipse, o respirar aire puro.

     Salías, pensabas en nuestras cosas y en las de los demás, (o mejor aún, no pensabas en nada sin querer) y el cansancio físico de moverte durante más de dos horas, te producía un agotamiento muy relajante para el resto del día. 

     Comentamos, pero sin hablarnos, claro, cómo el aire va inclinando los árboles que están más arriba en la montaña, cómo vamos perdiendo, él y yo, la capacidad de amar con el paso del tiempo, y lo rápido que pasan las bicicletas de montaña a nuestro lado, sin poder molestarnos.

     Qué bonito atravesar los dos solos las interminables coníferas del Parque Nacional J. F. Kennedy al sur de Irlanda, o bordear las más de 9 millas del lago Neagh, a veces, bajo la lluvia. O no tan atrás en el tiempo, qué maravilloso conducir el verano pasado a través de las Montañas Blancas del estado de New Hamshire, aunque en aquella ocasión no estábamos solos.

     No sabría decir por qué nos enfadamos el domingo, pero ya hace tiempo que me conozco bien y seguro que se nos ha pasado. Somos Piscis y a los dos nos gusta pasear. 
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Diariovoz




El domingo pasado quedé conmigo y discutimos.


      A los dos nos gusta pasear, y aprovechamos la gran extensión del mayor parque de la ciudad, para perdernos por ese gran pulmón verde de naturaleza que oxigena a la urbe y descontamina a sus habitantes desde las afueras.
     Ahora recuerdo que al principio de nuestra afición pedestre, ésta sí tenía una función curativa y de desintoxicación del estrés cotidiano. Pero después de los años, ni uno ni otro pensamos en nuestra caminata dominical como en un descanso, ni en un evadirse de los problemas. Ni siquiera en una forma de afrontar las preocupaciones debajo de un árbol, ver mejor un eclipse, o respirar aire puro.
     Salías, pensabas en nuestras cosas y en las de los demás, (o mejor aún, no pensabas en nada sin querer) y el cansancio físico de moverte durante más de dos horas, te producía un agotamiento muy relajante para el resto del día. 

     Comentamos, pero sin hablarnos, claro, cómo el aire va inclinando los árboles que están más arriba en la montaña, cómo vamos perdiendo, él y yo, la capacidad de amar con el paso del tiempo, y lo rápido que pasan las bicicletas de montaña a nuestro lado, sin poder molestarnos.

     Qué bonito atravesar los dos solos las interminables coníferas del Parque Nacional J. F. Kennedy al sur de Irlanda, o bordear las más de 9 millas del lago Neagh, a veces, bajo la lluvia. O no tan atrás en el tiempo, qué maravilloso conducir el verano pasado a través de las Montañas Blancas del estado de New Hamshire, aunque en aquella ocasión no estábamos solos.

     No sabría decir por qué nos enfadamos el domingo, pero ya hace tiempo que me conozco bien y seguro que se nos ha pasado. Somos Piscis y a los dos nos gusta pasear. 

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      A los dos nos gusta pasear, y aprovechamos la gran extensión del mayor parque de la ciudad, para perdernos por ese gran pulmón verde de naturaleza que oxigena a la urbe y descontamina a sus habitantes desde las afueras.

     Ahora recuerdo que al principio de nuestra afición pedestre, ésta sí tenía una función curativa y de desintoxicación del estrés cotidiano. Pero después de los años, ni uno ni otro pensamos en nuestra caminata dominical como en un descanso, ni en un evadirse de los problemas. Ni siquiera en una forma de afrontar las preocupaciones debajo de un árbol, ver mejor un eclipse, o respirar aire puro.

     Salías, pensabas en nuestras cosas y en las de los demás, (o mejor aún, no pensabas en nada sin querer) y el cansancio físico de moverte durante más de dos horas, te producía un agotamiento muy relajante para el resto del día. 

     Comentamos, pero sin hablarnos, claro, cómo el aire va inclinando los árboles que están más arriba en la montaña, cómo vamos perdiendo, él y yo, la capacidad de amar con el paso del tiempo, y lo rápido que pasan las bicicletas de montaña a nuestro lado, sin poder molestarnos.

     Qué bonito atravesar los dos solos las interminables coníferas del Parque Nacional J. F. Kennedy al sur de Irlanda, o bordear las más de 9 millas del lago Neagh, a veces, bajo la lluvia. O no tan atrás en el tiempo, qué maravilloso conducir el verano pasado a través de las Montañas Blancas del estado de New Hamshire, aunque en aquella ocasión no estábamos solos.

     No sabría decir por qué nos enfadamos el domingo, pero ya hace tiempo que me conozco bien y seguro que se nos ha pasado. Somos Piscis y a los dos nos gusta pasear. 
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