Sabiduría Popular. Nada nuevo bajo el sol. Goliardos



Se nos recomienda leer fábulas, cuentos, anécdotas de la tradición culta o popular, en recopilaciones de toda época y lugar, a fin de adquirir una sabiduría práctica sobre las acechanzas del mundo, una callada suspicacia en prevención de las astucias de los hombres; pero además, añado, podemos llevarnos más de una sorpresa al tropezar con dichos, trovas, e historias que nos contaban y sabíamos desde pequeños, pero aplicados a nuestro pasado más o menos inmediato. Aquello que creíamos ocurrido en nuestros pueblos y ciudades, y nuestros abuelos habían conocido, resulta pertenecer a una tradición mostrenca común a siglos y civilizaciones alejadas. Ojeando las letras de un disco de Purcell, (1658-1695), en que se recogen composiciones bajo el título de “Canciones de taberna y de capilla”, me encontré, inesperadamente, con una de género escatológico, tan caro a la cultura popular, que venía a decir en inglés, pero con un estilo amplificado que le resta contundencia, esto que había oído recitar desde niño hablando sobre el trasero de las mujeres, con perdón de nuestro amado 50%:
“No hay terreno como el culo
para plantar una huerta,
tiene el estiércol seguro
y el agua en la misma puerta.”

No transcribo la composición en inglés porque es un idioma que desconozco y me armaría un lío, pero la traducción que aparece en el cuaderno del disco es ésta:

"John, el jardinero, se había comprado
un huerto rico y fértil
y alardeaba ante Joan: Terreno
tan rico para melones no existe en la faz de la tierra.
- Eso es una mentira- dijo la joven
- Conozco un sitio que supera a tu jardín-
-¿Dónde?-dijo John.
- En mi trasero, dijo Joan, todo el año hay estiércol y agua."

Y no ha sido la única. Oí contar a la generación de los abuelos, que en su pueblo, de cuyo nombre no voy a acordarme, hicieron una imagen con la madera de una higuera crecida al borde del camino y de la que un gitano cogía sus higos. Cuando ya estaba colocada en la Iglesia, el otrora usufructuario, le recitaba esta oración:

“Santo que fuiste higuera
y de tus higos comí.
Los milagros que tú hagas
que me los claven a mí.”

¿En su pueblo? Pues no. Encontré en una colección de cuentos folklóricos del Siglo de Oro el meollo de la anécdota, que en una versión de Fernán Caballero se cuenta así: ”En un pueblo quisieron tener una efigie de San Pedro y para el efecto compraron a un hortelano un ciruelo. Cuando estuvo construida la efigie y puesta en su lugar, fue el hortelano a verla, y notando lo dorado y lo pintado de su ropaje, le dijo

Gloriosísimo San Pedro,
yo te conocí ciruelo
y de tus frutos comí;
los milagros que tu hagas
que me los cuelguen a mí.”
Aunque casi idénticas,
me gusta más la de mi tío-abuelo.



Es curioso leer estos apodos, fábulas, moralejas, etc…, que , como digo, se repiten en lugares y épocas distintas de este mundo mundial; porque nos encontramos también con situaciones, comportamientos y caracteres, que nos parecen de aquí y ahora, y, sin embargo, resultan universales. Por ejemplo: volviendo a la colección mencionada, podemos leer una humorada que denuncia el abandono de los mayores en residencias, tema que nos parece tan propio de ‘esta época egoísta y desenfrenada’. Pertenece al libro de Mal Lara “Filosofía Vulgar” publicado en 1568, e ilustra el refrán: Hijo eres, padre serás: cual hiciere, tal habrás:

“…teniendo un hombre rico a su padre viejo en casa, por quitarse de la pesadumbre que sentía de cuidarlo, y también que su mujer no estaba bien con el suegro en casa, determinó que en un hospital fuese curado y que le proveerían de todo lo que fuese menester. Y así persuadió al padre que bien veía que no podía hacer menos, que se quisiese acomodar en el hospital, y así lo mandó llevar allá, y envió la cama, y con un hijo, nieto del mismo viejo, envió dos frazadas y dos almohadas. El muchacho, o movido por alguna causa secreta o por otro interés, dejó en casa de una parienta suya una de las almohadas y una frazada. Cuando el hijo, descargado del padre, fue a verlo a la cama, preguntó si le había traído el nieto las frazadas y almohadas. Declaró el viejo lo que había traído. Fue mandado llamar el muchacho y preguntándole el padre con gran enojo qué había hecho de la almohada y frazada, respondió pacíficamente:

- Guardado lo tengo-

- ¿Para qué?- dijo su padre

- Padre-respondió el hijo-, para cuando sea viejo y os mande al hospital, porque no quiero gastar mucho sobre vos-“



Y para terminar, un chiste en estado puro de la misma recopilación, extraído de “Buen aviso y portacuentos” (1564) de Timoneda:



Yendo dos señoras por la calle, la una de ellas que se decía Castañeda, soltósele un trueno bajero, a lo cual la otra dijo:

- Niña, pápate esa castaña -

Echándose de ellos por tres veces arreo, y respondiendo la otra lo mismo, volviéronse y vieron un doctor en medicina* que les venía detrás, y por saber si había habido sentimiento del negocio, dijéronle:

- Señor, ¿ha rato que nos sigue?-

Respondió:

- Desde la primera castaña, señoras”

--------------



ABSIT A IOCORUM NOSTRORUM SIMPLICITATE MALIGNUS INTERPRES

Marcial





*Nota Bene: ¿Por qué un doctor en medicina y no, por ejemplo, un periodista titulado, un abogado matrimonialista, un psicólogo con gabinete, o, el caso más desesperado, de un filólogo romanista funcionario de Hacienda Local?. Y no me digan que incurro en anacronías. A su modo, estas actividades han existido siempre. Se admite sugerencias en nuestra página güed.

Sabiduría Popular. Nada nuevo bajo el sol. Ángel Simón Collado

Se nos recomienda leer fábulas, cuentos, anécdotas de la tradición culta o popular, en recopilaciones de toda época y lugar, a fin de adquirir una sabiduría práctica sobre las acechanzas del mundo, una callada suspicacia en prevención de las astucias de los hombres; pero además, añado, podemos llevarnos más de una sorpresa al tropezar con dichos, trovas, e historias que nos contaban y sabíamos desde pequeños, pero aplicados a nuestro pasado más o menos inmediato. Aquello que creíamos ocurrido en nuestros pueblos y ciudades, y nuestros abuelos habían conocido, resulta pertenecer a una tradición mostrenca común a siglos y civilizaciones alejadas. Ojeando las letras de un disco de Purcell, (1658-1695), en que se recogen composiciones bajo el título de “Canciones de taberna y de capilla”, me encontré, inesperadamente, con una de género escatológico, tan caro a la cultura popular, que venía a decir en inglés, pero con un estilo amplificado que le resta contundencia, esto que había oído recitar desde niño hablando sobre el trasero de las mujeres, con perdón de nuestro amado cincuenta por ciento:

“No hay terreno como el culo
para plantar una huerta,
tiene el estiércol seguro
y el agua en la misma puerta.”

No transcribo la composición en inglés porque es un idioma que desconozco y me armaría un lío, pero la traducción que aparece en el cuaderno del disco es ésta:

"John, el jardinero, se había comprado
un huerto rico y fértil
y alardeaba ante Joan: Terreno
tan rico para melones no existe en la faz de la tierra.
- Eso es una mentira- dijo la joven
- Conozco un sitio que supera a tu jardín-
-¿Dónde?-dijo John.
- En mi trasero, dijo Joan, todo el año hay estiércol y agua."

Y no ha sido la única. Oí contar a la generación de los abuelos, que en su pueblo, de cuyo nombre no voy a acordarme, hicieron una imagen con la madera de una higuera crecida al borde del camino y de la que un gitano cogía sus higos. Cuando ya estaba colocada en la Iglesia, el otrora usufructuario, le recitaba esta oración:

“Santo que fuiste higuera
y de tus higos comí.
Los milagros que tú hagas
que me los claven a mí.”

¿En su pueblo? Pues no. Encontré en una colección de cuentos folklóricos del Siglo de Oro el meollo de la anécdota, que en una versión de Fernán Caballero se cuenta así: ”En un pueblo quisieron tener una efigie de San Pedro y para el efecto compraron a un hortelano un ciruelo. Cuando estuvo construida la efigie y puesta en su lugar, fue el hortelano a verla, y notando lo dorado y lo pintado de su ropaje, le dijo

Gloriosísimo San Pedro,
yo te conocí ciruelo
y de tus frutos comí;
los milagros que tu hagas
que me los cuelguen a mí.”
Aunque casi idénticas,
me gusta más la de mi tío-abuelo.



Es curioso leer estos apodos, fábulas, moralejas, etc…, que , como digo, se repiten en lugares y épocas distintas de este mundo mundial; porque nos encontramos también con situaciones, comportamientos y caracteres, que nos parecen de aquí y ahora, y, sin embargo, resultan universales. Por ejemplo: volviendo a la colección mencionada, podemos leer una humorada que denuncia el abandono de los mayores en residencias, tema que nos parece tan propio de ‘esta época egoísta y desenfrenada’. Pertenece al libro de Mal Lara “Filosofía Vulgar” publicado en 1568, e ilustra el refrán: Hijo eres, padre serás: cual hiciere, tal habrás:

“…teniendo un hombre rico a su padre viejo en casa, por quitarse de la pesadumbre que sentía de cuidarlo, y también que su mujer no estaba bien con el suegro en casa, determinó que en un hospital fuese curado y que le proveerían de todo lo que fuese menester. Y así persuadió al padre que bien veía que no podía hacer menos, que se quisiese acomodar en el hospital, y así lo mandó llevar allá, y envió la cama, y con un hijo, nieto del mismo viejo, envió dos frazadas y dos almohadas. El muchacho, o movido por alguna causa secreta o por otro interés, dejó en casa de una parienta suya una de las almohadas y una frazada. Cuando el hijo, descargado del padre, fue a verlo a la cama, preguntó si le había traído el nieto las frazadas y almohadas. Declaró el viejo lo que había traído. Fue mandado llamar el muchacho y preguntándole el padre con gran enojo qué había hecho de la almohada y frazada, respondió pacíficamente:

- Guardado lo tengo-

- ¿Para qué?- dijo su padre

- Padre-respondió el hijo-, para cuando sea viejo y os mande al hospital, porque no quiero gastar mucho sobre vos-“



Y para terminar, un chiste en estado puro de la misma recopilación, extraído de “Buen aviso y portacuentos” (1564) de Timoneda:



Yendo dos señoras por la calle, la una de ellas que se decía Castañeda, soltósele un trueno bajero, a lo cual la otra dijo:

- Niña, pápate esa castaña -

Echándose de ellos por tres veces arreo, y respondiendo la otra lo mismo, volviéronse y vieron un doctor en medicina* que les venía detrás, y por saber si había habido sentimiento del negocio, dijéronle:

- Señor, ¿ha rato que nos sigue?-

Respondió:

- Desde la primera castaña, señoras”

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ABSIT A IOCORUM NOSTRORUM SIMPLICITATE MALIGNUS INTERPRES

Marcial

*Nota Bene: ¿Por qué un doctor en medicina y no, por ejemplo, un periodista titulado, un abogado matrimonialista, un psicólogo con gabinete, o, el caso más desesperado, de un filólogo romanista funcionario de Hacienda Local?. Y no me digan que incurro en anacronías. A su modo, estas actividades han existido siempre. Se admite sugerencias en nuestra página güed.

. Miguel Ángel Sánchez Herrera

[DEMASIADAS DOSIS DE REALIDAD PARA UN VIERNES POR LA NOCHE]


A veces me acostaba tarde. Me quedaba observando el ritmo de la televisión hasta que lentamente los párpados se cerraban. Cabizbajo entonces caminaba hasta la habitación y descansaba en un profundo sueño que se alteraba solo varias veces a lo largo de la noche. Solía repetir este proceso casi mecánico muy a menudo. Sin embargo esta noche ha sucedido algo distinto, ocurrió lo mismo que todos los días, aunque a media noche desperté y encendí un momento la radio, ahí fue donde escuché una extraña historia. Serían las tres de la madrugada y una mujer contaba como su matrimonio no era lo que había esperado, se casó por la necesidad de ser escuchada por alguien, porque le apetecía compartir todo lo suyo con otra persona pero no por amor o al menos eso creía ella. Siempre fue una mujer olvidada, la última del grupo, la que todos los chicos pretendían en último lugar y que siempre por sexo la poseían; y ella no se consideraba fea, probablemente no lo fuera. Pensé que solamente buscaba ser escuchada por alguien, aunque después de casarse decidió irse con otro hombre teniendo ya una pareja de niños. Lo curioso de la historia es que el hombre era sordomudo, no la podía escuchar pero a ella le daba exactamente igual porque se encontraba feliz, porque por primera vez en su vida sentía que significaba algo para alguien. Ante estas historias curiosas me gusta anotar siempre algo, una nota de reflexión. Abrí el cajón de la mesita de noche, saqué mi diario y apunté en sus últimas páginas lo siguiente: "Procura que sean lícitos y naturales todos tus pensamientos, has de procurar ser siempre tu mismo". Junto a mi mesita tenía aún la fotografía que me había regalado Candela. Retomaba el significado de la frase, era la vuelta a una situación vital, la búsqueda de la autenticidad del individuo en un mundo déspota en el que sin el menor miramiento suelen manipularte, y no concebía en ese instante a un amigo o conocido o incluso familiar que alguna vez no hubiera influenciado en mi forma de pensar, de observar el mundo o de manipular las formas que a la postre me cambiarían mi capacidad de sentir ¿Pero acaso no todo lo que me rodea es fruto de la experiencia y del aprendizaje mutuo de individuos con los que día a día convivo? La cama es buena, tiene un somier muy tierno. Además de soportar sobre mí todas y cada una de las sábanas, podían acomodarse a mi cuerpo cada uno de sus pliegues sin que nada se lo impidiese. El año pasado compré unas especiales, eran de franela, me proporcionaban mucho más calor en los meses fríos, incluso al propio tacto se podía distinguir su delicadeza como si su suavidad casi aterciopelada te rodeara cada parte del cuerpo por diminuta que fuera. Me encantaba enredarme en la cama, girarme sobre mi mundo y que me volviesen de nuevo a acariciar, era placentero. Abrí los ojos y todo permanecía oscuro, callado, ni un solo susurro que me produjera la más mínima alteración. A veces me levantaba tarde los sábados, solía dispensar todas mis obligaciones para imaginarme en el interior de las sabanas ser el dueño de una casa en la sierra de Cazorla rodeado de pinares y sonidos de insectos y de animales, poder pasear entre ambas orillas de un diminuto riachuelo acompañado de una mujer y sentir el agua como rozaba sobre las rocas, a veces me veía guiando una embarcación dueño de una tripulación y poniendo rumbo a alguna pequeña isla del Mediterráneo o conducir un pequeño deportivo atravesando toda la Península de Sur a Norte. También fue un viernes de madrugada cuando no pude dormir recordando a Candela, como nos conocimos los dos solos intercambiando sueños que parecieron en ese instante ser eternos, nos proponíamos llevarlos a cabo en el rincón del "Beiral", miradas inseguras y confidencias personales que nos hacían más vulnerables, los dos a la vez estábamos intentando unir nuestros anhelos solitarios. Nuestros amigos nos dejaron solos, decidimos caminar por toda la ciudad sin rozarnos las manos. La acompañé a su casa en mi coche y ese domingo no pude dormir, las sábanas me parecieron sudorosas y pesadas y sentí en mi interior una sensación de angustia que no desapareció hasta bien entrado el mediodía. Era muy pronto aún para que amaneciese. Recordé que mi tía llamó anoche, quería saber algo de su hermana aunque así con todo apenas si pude contarle nada, no tenía noticia de ella en varios días. Le dije que no tenía conectado el móvil aunque lo cierto es que no la había telefoneado. Me dio apuro decirle la verdad, que debido a mi pereza ni se me había pasado por un solo instante la idea de saber que estaría haciendo ahora. Dudaba si era por la pereza o por la falta de afecto, y esto me preocupaba todavía más. Solía visitarme y de camino hacer la colada varios días a la semana. Era una persona demasiado alterada por el ritmo frenético de la vida, nunca paraba de hacer cosas. El mes pasado el médico le mandó unas pastillas para dormir mejor, eran simplemente unos relajantes, nada demasiado fuerte pero ni siquiera se acercó a la farmacia a preguntar si tenían. ¡Debe cuidarse más y no preocuparse tanto por los demás aunque esto a ella le haga feliz! Algo así fue lo que le conté a mi tía. Mientras pueda soportar todo ese ritmo de vida siempre será la mejor, pues nos cuesta conocer a personas que lo entreguen todo sin esperar nada a cambio. Estoy triste y no lo quiero reconocer, el eje existencialista de Camus, ¿qué es eso de libertad? Acaso no somos todos libres, irremediablemente condenados a ser libres, sin escapatoria y creadores de nuestro destino. El destino está en nuestras manos ¿quien lo diría? Yo mismo lo creé y también lo puedo destruir. Hace frío, suelo dormir con calcetines, es la parte de mi cuerpo que siempre está fría por las noches. También tengo frías las manos, entre mi cuerpo suelen perderse en lugares inhóspitos mucho más cálidos que de donde son oriundas, ahí se encuentran mejor, tranquilas, sin inmutarse del paso del tiempo. También Candela tiene las manos frías. Eso me dijo pero no me atreví a tocarlas a pesar que estaban muy próximas a mí. Sus ojos en cambio como el resto de las veces que salimos presentaban esa misma ansiedad cubierta por una capa de descorazonada soledad, no sabías si te incitaban a besarla o a despreciarte como el más ruín y amorfo de los mortales. En eso nos parecíamos, teníamos las manos frías y no me atreví a enlazarlas con las suyas. Todo está tranquilo y creo ya he conseguido aceptar que no voy a poder olvidarla durante mucho tiempo. Decidí que tenía convivir con ello. No era de las mujeres que te causan sobresalto a simple vista como la camarera del "Beiral" o como Carmen, era distinta; la primera vez que la vi estaba entre un puñado de mujeres crecidas en su propia ignorancia fantasiosa, henchidas de un fervoroso y sospechoso éxito juvenil en un bar a la salida del trabajo; no me percaté a primera vista entre este grupo de la existencia de una mirada triste, fuera de lo normal, que parecía convivir con más de un pinchazo en su profundo corazón y que sin poder evitarlo despreciaba a todos y a cada uno de los objetos inertes que le rodeaban. ¿Tenía sin más remedio que despreciar lo que le acordonaba? A veces podemos encontrar en el mundo mujeres que probablemente transformarían nuestra vida por completo y sin embargo no nos percatamos de esa necesidad. El tiempo suele hacerse más lento durante la noche, me habría gustado viajar a alguna parte del sistema solar, huir con una pequeña parte de mi vida a algún sitio donde la realidad fuera más fácil analizar, elegiría el solsticio adecuado, probablemente el de invierno y tomaría dirección a Saturno; desde alguno de sus anillos me detendría a contemplar la tierra y hacer alguna foto, quizá me llegase a gustar la visión limpia solo por ser lejana y por ocultar los fallos del planeta. Permanecería en silencio, callado sin gritar contemplando los colores insonoros que transmitía el Mariner 10 hasta que después, extenuado por lo que me rodeara decidiese volver a lomos de un animal mitológico.

Sería como un viaje astral, una ruptura del cordón de plata que me une a la realidad para poder permitir evadirme, soñar y al final poder descansar en el dominio de mi propia cama de nuevo otra vez sólo. Candela es rubia, de ojos tristes y mirada profunda. En sus ojos se puede contemplar la serenidad del tiempo. Una tarde me llamó para enseñarme las fotos de su último viaje. Había viajado con unas amigas a las playas de Menorca. En ellas salía de nuevo triste ¿qué le pasaba? No le dije nada, pero no lograba descubrir la verdad de su corazón. Tenía la misma mirada y, sin embargo, sonreía por cualquier detalle que nos sucediera a los dos mientras caminábamos, esa extraña sonrisa que disimula e intenta complacer pero que oculta tras de si una misteriosa realidad y que a veces ni uno mismo es consciente de llevarla consigo. A veces la soledad es necesaria, lo he aceptado. Hay tres tipos de tristeza: la que es capaz de amargar durante un par de horas, producida por un hecho aislado y después de este tiempo afortunadamente desintegrarse de igual modo a como fue generada; otra en cambio algo más seria que se apodera lo más profundo del cuerpo y como si de una mala bacteria se tratara pretendiera anidar sin permitir dominar la realidad, pero una mañana te levantarías viendo amanecer frente a la ventana con una cara sonriente impregnada de hermosa belleza por los misterios de la vida; finalmente quedaría la última tristeza, quizá la peor de todas las tristezas, la que puede incluso conducirte a la depresión. El gran error del enamorado se encierra en creer que el amor cuando se encuentra va a ser para toda la vida, no existe nada eterno y por eso se debe aprender que todo tiene un principio, un desarrollo y un desenlace de manera similar a una buena película; se debe conocer que la desaparición es un episodio, un proceso que llega sin más. Suelo tener sed a media noche, solía colocar un vaso de agua sobre la mesita; de manera casi milagrosa nunca vertí la menor gota de agua sobre las sábanas y mi refrigerio me proporcionaba una vuelta a la meditación. La plena oscuridad ocupa todo el campo de visión; un aire frío, entrecortado recorre mi cara salvando los altibajos del relieve. A veces en esta oscuridad suelen aparecer fantasmas que pretenden asustar y escondes sin más remedio la cabeza en el interior de las sábanas hasta dejar de sentir el ritmo acelerado de la respiración contra el pecho. A continuación examinaba las posibles aberturas por las que pudiera colarse alguien hasta que adquieres la total certeza de que no te va a suceder nada, de que todo lo que ha pasado no puede volver a la realidad de nuevo. Es en ese instante donde puedes sentirte de nuevo seguro de ti mismo. Me va a costar olvidarla, tengo que hacer un viaje pero esta vez a un punto real, nada de sueños; de vez en cuando es necesario la fuga para retomar algunas cosas que has olvidado, recapacitar y volver a entrar en el hilo vital. Córdoba me parece una ciudad hermosa y nunca he estado. La oscuridad de la habitación lentamente deja paso a la luz del amanecer, parece que va a hacer un buen día, estoy cansado pero tengo la mente clara. Miro el reloj por primera vez en toda la noche; son cerca de las siete de la mañana, lentamente los colores de la habitación comienzan a aparecer manchados sobre las paredes y yo aún permanezco en el centro de la cama tapado. Un día levanté la mano en medio de la clase y no sabía por qué, pero qué importaba eso, quería hablarle a todos y explicar lo que pensaba. Había estado mucho tiempo reteniendo cosas en la cabeza que no le importaban a nadie más que a mí y sin embargo ese día decidí contarlo en voz alta. Y lo extraño fue que el profesor me contestó como si hubiera alguna relación lógica con el tema de la clase, como si la asignatura y la pregunta estuvieran entrelazadas por un hilo imaginario. ¡Qué absurdo! pensé y sin embargo nadie se extrañó, incluso mis propios compañeros que minutos antes habían estado comentando la película de la noche anterior y que poco después continuarían haciéndolo.



(Miguel A. Sánchez Herrera)


. Miguel Ángel Sánchez Herrera

[DEMASIADAS DOSIS DE REALIDAD PARA UN VIERNES POR LA NOCHE]


A veces me acostaba tarde. Me quedaba observando el ritmo de la televisión hasta que lentamente los párpados se cerraban. Cabizbajo entonces caminaba hasta la habitación y descansaba en un profundo sueño que se alteraba solo varias veces a lo largo de la noche. Solía repetir este proceso casi mecánico muy a menudo. Sin embargo esta noche ha sucedido algo distinto, ocurrió lo mismo que todos los días, aunque a media noche desperté y encendí un momento la radio, ahí fue donde escuché una extraña historia. Serían las tres de la madrugada y una mujer contaba como su matrimonio no era lo que había esperado, se casó por la necesidad de ser escuchada por alguien, porque le apetecía compartir todo lo suyo con otra persona pero no por amor o al menos eso creía ella. Siempre fue una mujer olvidada, la última del grupo, la que todos los chicos pretendían en último lugar y que siempre por sexo la poseían; y ella no se consideraba fea, probablemente no lo fuera. Pensé que solamente buscaba ser escuchada por alguien, aunque después de casarse decidió irse con otro hombre teniendo ya una pareja de niños. Lo curioso de la historia es que el hombre era sordomudo, no la podía escuchar pero a ella le daba exactamente igual porque se encontraba feliz, porque por primera vez en su vida sentía que significaba algo para alguien. Ante estas historias curiosas me gusta anotar siempre algo, una nota de reflexión. Abrí el cajón de la mesita de noche, saqué mi diario y apunté en sus últimas páginas lo siguiente: "Procura que sean lícitos y naturales todos tus pensamientos, has de procurar ser siempre tu mismo". Junto a mi mesita tenía aún la fotografía que me había regalado Candela. Retomaba el significado de la frase, era la vuelta a una situación vital, la búsqueda de la autenticidad del individuo en un mundo déspota en el que sin el menor miramiento suelen manipularte, y no concebía en ese instante a un amigo o conocido o incluso familiar que alguna vez no hubiera influenciado en mi forma de pensar, de observar el mundo o de manipular las formas que a la postre me cambiarían mi capacidad de sentir ¿Pero acaso no todo lo que me rodea es fruto de la experiencia y del aprendizaje mutuo de individuos con los que día a día convivo? La cama es buena, tiene un somier muy tierno. Además de soportar sobre mí todas y cada una de las sábanas, podían acomodarse a mi cuerpo cada uno de sus pliegues sin que nada se lo impidiese. El año pasado compré unas especiales, eran de franela, me proporcionaban mucho más calor en los meses fríos, incluso al propio tacto se podía distinguir su delicadeza como si su suavidad casi aterciopelada te rodeara cada parte del cuerpo por diminuta que fuera. Me encantaba enredarme en la cama, girarme sobre mi mundo y que me volviesen de nuevo a acariciar, era placentero. Abrí los ojos y todo permanecía oscuro, callado, ni un solo susurro que me produjera la más mínima alteración. A veces me levantaba tarde los sábados, solía dispensar todas mis obligaciones para imaginarme en el interior de las sabanas ser el dueño de una casa en la sierra de Cazorla rodeado de pinares y sonidos de insectos y de animales, poder pasear entre ambas orillas de un diminuto riachuelo acompañado de una mujer y sentir el agua como rozaba sobre las rocas, a veces me veía guiando una embarcación dueño de una tripulación y poniendo rumbo a alguna pequeña isla del Mediterráneo o conducir un pequeño deportivo atravesando toda la Península de Sur a Norte. También fue un viernes de madrugada cuando no pude dormir recordando a Candela, como nos conocimos los dos solos intercambiando sueños que parecieron en ese instante ser eternos, nos proponíamos llevarlos a cabo en el rincón del "Beiral", miradas inseguras y confidencias personales que nos hacían más vulnerables, los dos a la vez estábamos intentando unir nuestros anhelos solitarios. Nuestros amigos nos dejaron solos, decidimos caminar por toda la ciudad sin rozarnos las manos. La acompañé a su casa en mi coche y ese domingo no pude dormir, las sábanas me parecieron sudorosas y pesadas y sentí en mi interior una sensación de angustia que no desapareció hasta bien entrado el mediodía. Era muy pronto aún para que amaneciese. Recordé que mi tía llamó anoche, quería saber algo de su hermana aunque así con todo apenas si pude contarle nada, no tenía noticia de ella en varios días. Le dije que no tenía conectado el móvil aunque lo cierto es que no la había telefoneado. Me dio apuro decirle la verdad, que debido a mi pereza ni se me había pasado por un solo instante la idea de saber que estaría haciendo ahora. Dudaba si era por la pereza o por la falta de afecto, y esto me preocupaba todavía más. Solía visitarme y de camino hacer la colada varios días a la semana. Era una persona demasiado alterada por el ritmo frenético de la vida, nunca paraba de hacer cosas. El mes pasado el médico le mandó unas pastillas para dormir mejor, eran simplemente unos relajantes, nada demasiado fuerte pero ni siquiera se acercó a la farmacia a preguntar si tenían. ¡Debe cuidarse más y no preocuparse tanto por los demás aunque esto a ella le haga feliz! Algo así fue lo que le conté a mi tía. Mientras pueda soportar todo ese ritmo de vida siempre será la mejor, pues nos cuesta conocer a personas que lo entreguen todo sin esperar nada a cambio. Estoy triste y no lo quiero reconocer, el eje existencialista de Camus, ¿qué es eso de libertad? Acaso no somos todos libres, irremediablemente condenados a ser libres, sin escapatoria y creadores de nuestro destino. El destino está en nuestras manos ¿quien lo diría? Yo mismo lo creé y también lo puedo destruir. Hace frío, suelo dormir con calcetines, es la parte de mi cuerpo que siempre está fría por las noches. También tengo frías las manos, entre mi cuerpo suelen perderse en lugares inhóspitos mucho más cálidos que de donde son oriundas, ahí se encuentran mejor, tranquilas, sin inmutarse del paso del tiempo. También Candela tiene las manos frías. Eso me dijo pero no me atreví a tocarlas a pesar que estaban muy próximas a mí. Sus ojos en cambio como el resto de las veces que salimos presentaban esa misma ansiedad cubierta por una capa de descorazonada soledad, no sabías si te incitaban a besarla o a despreciarte como el más ruín y amorfo de los mortales. En eso nos parecíamos, teníamos las manos frías y no me atreví a enlazarlas con las suyas. Todo está tranquilo y creo ya he conseguido aceptar que no voy a poder olvidarla durante mucho tiempo. Decidí que tenía convivir con ello. No era de las mujeres que te causan sobresalto a simple vista como la camarera del "Beiral" o como Carmen, era distinta; la primera vez que la vi estaba entre un puñado de mujeres crecidas en su propia ignorancia fantasiosa, henchidas de un fervoroso y sospechoso éxito juvenil en un bar a la salida del trabajo; no me percaté a primera vista entre este grupo de la existencia de una mirada triste, fuera de lo normal, que parecía convivir con más de un pinchazo en su profundo corazón y que sin poder evitarlo despreciaba a todos y a cada uno de los objetos inertes que le rodeaban. ¿Tenía sin más remedio que despreciar lo que le acordonaba? A veces podemos encontrar en el mundo mujeres que probablemente transformarían nuestra vida por completo y sin embargo no nos percatamos de esa necesidad. El tiempo suele hacerse más lento durante la noche, me habría gustado viajar a alguna parte del sistema solar, huir con una pequeña parte de mi vida a algún sitio donde la realidad fuera más fácil analizar, elegiría el solsticio adecuado, probablemente el de invierno y tomaría dirección a Saturno; desde alguno de sus anillos me detendría a contemplar la tierra y hacer alguna foto, quizá me llegase a gustar la visión limpia solo por ser lejana y por ocultar los fallos del planeta. Permanecería en silencio, callado sin gritar contemplando los colores insonoros que transmitía el Mariner 10 hasta que después, extenuado por lo que me rodeara decidiese volver a lomos de un animal mitológico.

Sería como un viaje astral, una ruptura del cordón de plata que me une a la realidad para poder permitir evadirme, soñar y al final poder descansar en el dominio de mi propia cama de nuevo otra vez sólo. Candela es rubia, de ojos tristes y mirada profunda. En sus ojos se puede contemplar la serenidad del tiempo. Una tarde me llamó para enseñarme las fotos de su último viaje. Había viajado con unas amigas a las playas de Menorca. En ellas salía de nuevo triste ¿qué le pasaba? No le dije nada, pero no lograba descubrir la verdad de su corazón. Tenía la misma mirada y, sin embargo, sonreía por cualquier detalle que nos sucediera a los dos mientras caminábamos, esa extraña sonrisa que disimula e intenta complacer pero que oculta tras de si una misteriosa realidad y que a veces ni uno mismo es consciente de llevarla consigo. A veces la soledad es necesaria, lo he aceptado. Hay tres tipos de tristeza: la que es capaz de amargar durante un par de horas, producida por un hecho aislado y después de este tiempo afortunadamente desintegrarse de igual modo a como fue generada; otra en cambio algo más seria que se apodera lo más profundo del cuerpo y como si de una mala bacteria se tratara pretendiera anidar sin permitir dominar la realidad, pero una mañana te levantarías viendo amanecer frente a la ventana con una cara sonriente impregnada de hermosa belleza por los misterios de la vida; finalmente quedaría la última tristeza, quizá la peor de todas las tristezas, la que puede incluso conducirte a la depresión. El gran error del enamorado se encierra en creer que el amor cuando se encuentra va a ser para toda la vida, no existe nada eterno y por eso se debe aprender que todo tiene un principio, un desarrollo y un desenlace de manera similar a una buena película; se debe conocer que la desaparición es un episodio, un proceso que llega sin más. Suelo tener sed a media noche, solía colocar un vaso de agua sobre la mesita; de manera casi milagrosa nunca vertí la menor gota de agua sobre las sábanas y mi refrigerio me proporcionaba una vuelta a la meditación. La plena oscuridad ocupa todo el campo de visión; un aire frío, entrecortado recorre mi cara salvando los altibajos del relieve. A veces en esta oscuridad suelen aparecer fantasmas que pretenden asustar y escondes sin más remedio la cabeza en el interior de las sábanas hasta dejar de sentir el ritmo acelerado de la respiración contra el pecho. A continuación examinaba las posibles aberturas por las que pudiera colarse alguien hasta que adquieres la total certeza de que no te va a suceder nada, de que todo lo que ha pasado no puede volver a la realidad de nuevo. Es en ese instante donde puedes sentirte de nuevo seguro de ti mismo. Me va a costar olvidarla, tengo que hacer un viaje pero esta vez a un punto real, nada de sueños; de vez en cuando es necesario la fuga para retomar algunas cosas que has olvidado, recapacitar y volver a entrar en el hilo vital. Córdoba me parece una ciudad hermosa y nunca he estado. La oscuridad de la habitación lentamente deja paso a la luz del amanecer, parece que va a hacer un buen día, estoy cansado pero tengo la mente clara. Miro el reloj por primera vez en toda la noche; son cerca de las siete de la mañana, lentamente los colores de la habitación comienzan a aparecer manchados sobre las paredes y yo aún permanezco en el centro de la cama tapado. Un día levanté la mano en medio de la clase y no sabía por qué, pero qué importaba eso, quería hablarle a todos y explicar lo que pensaba. Había estado mucho tiempo reteniendo cosas en la cabeza que no le importaban a nadie más que a mí y sin embargo ese día decidí contarlo en voz alta. Y lo extraño fue que el profesor me contestó como si hubiera alguna relación lógica con el tema de la clase, como si la asignatura y la pregunta estuvieran entrelazadas por un hilo imaginario. ¡Qué absurdo! pensé y sin embargo nadie se extrañó, incluso mis propios compañeros que minutos antes habían estado comentando la película de la noche anterior y que poco después continuarían haciéndolo.



(Miguel A. Sánchez Herrera)


Demasiadas dosis de realidad para un viernes por la noche. Miguel Ángel Sánchez Herrera

autor del relato


[DEMASIADAS DOSIS DE REALIDAD PARA UN VIERNES POR LA NOCHE]



A veces me acostaba tarde. Me quedaba observando el ritmo de la televisión hasta que lentamente los párpados se cerraban. Cabizbajo entonces caminaba hasta la habitación y descansaba en un profundo sueño que se alteraba solo varias veces a lo largo de la noche. Solía repetir este proceso casi mecánico muy a menudo. Sin embargo esta noche ha sucedido algo distinto, ocurrió lo mismo que todos los días, aunque a media noche desperté y encendí un momento la radio, ahí fue donde escuché una extraña historia. Serían las tres de la madrugada y una mujer contaba como su matrimonio no era lo que había esperado, se casó por la necesidad de ser escuchada por alguien, porque le apetecía compartir todo lo suyo con otra persona pero no por amor o al menos eso creía ella. Siempre fue una mujer olvidada, la última del grupo, la que todos los chicos pretendían en último lugar y que siempre por sexo la poseían; y ella no se consideraba fea, probablemente no lo fuera. Pensé que solamente buscaba ser escuchada por alguien, aunque después de casarse decidió irse con otro hombre teniendo ya una pareja de niños. Lo curioso de la historia es que el hombre era sordomudo, no la podía escuchar pero a ella le daba exactamente igual porque se encontraba feliz, porque por primera vez en su vida sentía que significaba algo para alguien. Ante estas historias curiosas me gusta anotar siempre algo, una nota de reflexión. Abrí el cajón de la mesita de noche, saqué mi diario y apunté en sus últimas páginas lo siguiente: "Procura que sean lícitos y naturales todos tus pensamientos, has de procurar ser siempre tu mismo". Junto a mi mesita tenía aún la fotografía que me había regalado Candela. Retomaba el significado de la frase, era la vuelta a una situación vital, la búsqueda de la autenticidad del individuo en un mundo déspota en el que sin el menor miramiento suelen manipularte, y no concebía en ese instante a un amigo o conocido o incluso familiar que alguna vez no hubiera influenciado en mi forma de pensar, de observar el mundo o de manipular las formas que a la postre me cambiarían mi capacidad de sentir ¿Pero acaso no todo lo que me rodea es fruto de la experiencia y del aprendizaje mutuo de individuos con los que día a día convivo? La cama es buena, tiene un somier muy tierno. Además de soportar sobre mí todas y cada una de las sábanas, podían acomodarse a mi cuerpo cada uno de sus pliegues sin que nada se lo impidiese. El año pasado compré unas especiales, eran de franela, me proporcionaban mucho más calor en los meses fríos, incluso al propio tacto se podía distinguir su delicadeza como si su suavidad casi aterciopelada te rodeara cada parte del cuerpo por diminuta que fuera. Me encantaba enredarme en la cama, girarme sobre mi mundo y que me volviesen de nuevo a acariciar, era placentero. Abrí los ojos y todo permanecía oscuro, callado, ni un solo susurro que me produjera la más mínima alteración. A veces me levantaba tarde los sábados, solía dispensar todas mis obligaciones para imaginarme en el interior de las sabanas ser el dueño de una casa en la sierra de Cazorla rodeado de pinares y sonidos de insectos y de animales, poder pasear entre ambas orillas de un diminuto riachuelo acompañado de una mujer y sentir el agua como rozaba sobre las rocas, a veces me veía guiando una embarcación dueño de una tripulación y poniendo rumbo a alguna pequeña isla del Mediterráneo o conducir un pequeño deportivo atravesando toda la Península de Sur a Norte. También fue un viernes de madrugada cuando no pude dormir recordando a Candela, como nos conocimos los dos solos intercambiando sueños que parecieron en ese instante ser eternos, nos proponíamos llevarlos a cabo en el rincón del "Beiral", miradas inseguras y confidencias personales que nos hacían más vulnerables, los dos a la vez estábamos intentando unir nuestros anhelos solitarios. Nuestros amigos nos dejaron solos, decidimos caminar por toda la ciudad sin rozarnos las manos. La acompañé a su casa en mi coche y ese domingo no pude dormir, las sábanas me parecieron sudorosas y pesadas y sentí en mi interior una sensación de angustia que no desapareció hasta bien entrado el mediodía. Era muy pronto aún para que amaneciese. Recordé que mi tía llamó anoche, quería saber algo de su hermana aunque así con todo apenas si pude contarle nada, no tenía noticia de ella en varios días. Le dije que no tenía conectado el móvil aunque lo cierto es que no la había telefoneado. Me dio apuro decirle la verdad, que debido a mi pereza ni se me había pasado por un solo instante la idea de saber que estaría haciendo ahora. Dudaba si era por la pereza o por la falta de afecto, y esto me preocupaba todavía más. Solía visitarme y de camino hacer la colada varios días a la semana. Era una persona demasiado alterada por el ritmo frenético de la vida, nunca paraba de hacer cosas. El mes pasado el médico le mandó unas pastillas para dormir mejor, eran simplemente unos relajantes, nada demasiado fuerte pero ni siquiera se acercó a la farmacia a preguntar si tenían. ¡Debe cuidarse más y no preocuparse tanto por los demás aunque esto a ella le haga feliz! Algo así fue lo que le conté a mi tía. Mientras pueda soportar todo ese ritmo de vida siempre será la mejor, pues nos cuesta conocer a personas que lo entreguen todo sin esperar nada a cambio. Estoy triste y no lo quiero reconocer, el eje existencialista de Camus, ¿qué es eso de libertad? Acaso no somos todos libres, irremediablemente condenados a ser libres, sin escapatoria y creadores de nuestro destino. El destino está en nuestras manos ¿quien lo diría? Yo mismo lo creé y también lo puedo destruir. Hace frío, suelo dormir con calcetines, es la parte de mi cuerpo que siempre está fría por las noches. También tengo frías las manos, entre mi cuerpo suelen perderse en lugares inhóspitos mucho más cálidos que de donde son oriundas, ahí se encuentran mejor, tranquilas, sin inmutarse del paso del tiempo. También Candela tiene las manos frías. Eso me dijo pero no me atreví a tocarlas a pesar que estaban muy próximas a mí. Sus ojos en cambio como el resto de las veces que salimos presentaban esa misma ansiedad cubierta por una capa de descorazonada soledad, no sabías si te incitaban a besarla o a despreciarte como el más ruín y amorfo de los mortales. En eso nos parecíamos, teníamos las manos frías y no me atreví a enlazarlas con las suyas. Todo está tranquilo y creo ya he conseguido aceptar que no voy a poder olvidarla durante mucho tiempo. Decidí que tenía convivir con ello. No era de las mujeres que te causan sobresalto a simple vista como la camarera del "Beiral" o como Carmen, era distinta; la primera vez que la vi estaba entre un puñado de mujeres crecidas en su propia ignorancia fantasiosa, henchidas de un fervoroso y sospechoso éxito juvenil en un bar a la salida del trabajo; no me percaté a primera vista entre este grupo de la existencia de una mirada triste, fuera de lo normal, que parecía convivir con más de un pinchazo en su profundo corazón y que sin poder evitarlo despreciaba a todos y a cada uno de los objetos inertes que le rodeaban. ¿Tenía sin más remedio que despreciar lo que le acordonaba? A veces podemos encontrar en el mundo mujeres que probablemente transformarían nuestra vida por completo y sin embargo no nos percatamos de esa necesidad. El tiempo suele hacerse más lento durante la noche, me habría gustado viajar a alguna parte del sistema solar, huir con una pequeña parte de mi vida a algún sitio donde la realidad fuera más fácil analizar, elegiría el solsticio adecuado, probablemente el de invierno y tomaría dirección a Saturno; desde alguno de sus anillos me detendría a contemplar la tierra y hacer alguna foto, quizá me llegase a gustar la visión limpia solo por ser lejana y por ocultar los fallos del planeta. Permanecería en silencio, callado sin gritar contemplando los colores insonoros que transmitía el Mariner 10 hasta que después, extenuado por lo que me rodeara decidiese volver a lomos de un animal mitológico.

Sería como un viaje astral, una ruptura del cordón de plata que me une a la realidad para poder permitir evadirme, soñar y al final poder descansar en el dominio de mi propia cama de nuevo otra vez sólo. Candela es rubia, de ojos tristes y mirada profunda. En sus ojos se puede contemplar la serenidad del tiempo. Una tarde me llamó para enseñarme las fotos de su último viaje. Había viajado con unas amigas a las playas de Menorca. En ellas salía de nuevo triste ¿qué le pasaba? No le dije nada, pero no lograba descubrir la verdad de su corazón. Tenía la misma mirada y, sin embargo, sonreía por cualquier detalle que nos sucediera a los dos mientras caminábamos, esa extraña sonrisa que disimula e intenta complacer pero que oculta tras de si una misteriosa realidad y que a veces ni uno mismo es consciente de llevarla consigo. A veces la soledad es necesaria, lo he aceptado. Hay tres tipos de tristeza: la que es capaz de amargar durante un par de horas, producida por un hecho aislado y después de este tiempo afortunadamente desintegrarse de igual modo a como fue generada; otra en cambio algo más seria que se apodera lo más profundo del cuerpo y como si de una mala bacteria se tratara pretendiera anidar sin permitir dominar la realidad, pero una mañana te levantarías viendo amanecer frente a la ventana con una cara sonriente impregnada de hermosa belleza por los misterios de la vida; finalmente quedaría la última tristeza, quizá la peor de todas las tristezas, la que puede incluso conducirte a la depresión. El gran error del enamorado se encierra en creer que el amor cuando se encuentra va a ser para toda la vida, no existe nada eterno y por eso se debe aprender que todo tiene un principio, un desarrollo y un desenlace de manera similar a una buena película; se debe conocer que la desaparición es un episodio, un proceso que llega sin más. Suelo tener sed a media noche, solía colocar un vaso de agua sobre la mesita; de manera casi milagrosa nunca vertí la menor gota de agua sobre las sábanas y mi refrigerio me proporcionaba una vuelta a la meditación. La plena oscuridad ocupa todo el campo de visión; un aire frío, entrecortado recorre mi cara salvando los altibajos del relieve. A veces en esta oscuridad suelen aparecer fantasmas que pretenden asustar y escondes sin más remedio la cabeza en el interior de las sábanas hasta dejar de sentir el ritmo acelerado de la respiración contra el pecho. A continuación examinaba las posibles aberturas por las que pudiera colarse alguien hasta que adquieres la total certeza de que no te va a suceder nada, de que todo lo que ha pasado no puede volver a la realidad de nuevo. Es en ese instante donde puedes sentirte de nuevo seguro de ti mismo. Me va a costar olvidarla, tengo que hacer un viaje pero esta vez a un punto real, nada de sueños; de vez en cuando es necesario la fuga para retomar algunas cosas que has olvidado, recapacitar y volver a entrar en el hilo vital. Córdoba me parece una ciudad hermosa y nunca he estado. La oscuridad de la habitación lentamente deja paso a la luz del amanecer, parece que va a hacer un buen día, estoy cansado pero tengo la mente clara. Miro el reloj por primera vez en toda la noche; son cerca de las siete de la mañana, lentamente los colores de la habitación comienzan a aparecer manchados sobre las paredes y yo aún permanezco en el centro de la cama tapado. Un día levanté la mano en medio de la clase y no sabía por qué, pero qué importaba eso, quería hablarle a todos y explicar lo que pensaba. Había estado mucho tiempo reteniendo cosas en la cabeza que no le importaban a nadie más que a mí y sin embargo ese día decidí contarlo en voz alta. Y lo extraño fue que el profesor me contestó como si hubiera alguna relación lógica con el tema de la clase, como si la asignatura y la pregunta estuvieran entrelazadas por un hilo imaginario. ¡Qué absurdo! pensé y sin embargo nadie se extrañó, incluso mis propios compañeros que minutos antes habían estado comentando la película de la noche anterior y que poco después continuarían haciéndolo.



(Miguel A. Sánchez Herrera)


Demasiadas dosis de realidad para un viernes por la noche. Miguel Ángel Sánchez Herrera

[DEMASIADAS DOSIS DE REALIDAD PARA UN VIERNES POR LA NOCHE]


A veces me acostaba tarde. Me quedaba observando el ritmo de la televisión hasta que lentamente los párpados se cerraban. Cabizbajo entonces caminaba hasta la habitación y descansaba en un profundo sueño que se alteraba solo varias veces a lo largo de la noche. Solía repetir este proceso casi mecánico muy a menudo. Sin embargo esta noche ha sucedido algo distinto, ocurrió lo mismo que todos los días, aunque a media noche desperté y encendí un momento la radio, ahí fue donde escuché una extraña historia. Serían las tres de la madrugada y una mujer contaba como su matrimonio no era lo que había esperado, se casó por la necesidad de ser escuchada por alguien, porque le apetecía compartir todo lo suyo con otra persona pero no por amor o al menos eso creía ella. Siempre fue una mujer olvidada, la última del grupo, la que todos los chicos pretendían en último lugar y que siempre por sexo la poseían; y ella no se consideraba fea, probablemente no lo fuera. Pensé que solamente buscaba ser escuchada por alguien, aunque después de casarse decidió irse con otro hombre teniendo ya una pareja de niños. Lo curioso de la historia es que el hombre era sordomudo, no la podía escuchar pero a ella le daba exactamente igual porque se encontraba feliz, porque por primera vez en su vida sentía que significaba algo para alguien. Ante estas historias curiosas me gusta anotar siempre algo, una nota de reflexión. Abrí el cajón de la mesita de noche, saqué mi diario y apunté en sus últimas páginas lo siguiente: "Procura que sean lícitos y naturales todos tus pensamientos, has de procurar ser siempre tu mismo". Junto a mi mesita tenía aún la fotografía que me había regalado Candela. Retomaba el significado de la frase, era la vuelta a una situación vital, la búsqueda de la autenticidad del individuo en un mundo déspota en el que sin el menor miramiento suelen manipularte, y no concebía en ese instante a un amigo o conocido o incluso familiar que alguna vez no hubiera influenciado en mi forma de pensar, de observar el mundo o de manipular las formas que a la postre me cambiarían mi capacidad de sentir ¿Pero acaso no todo lo que me rodea es fruto de la experiencia y del aprendizaje mutuo de individuos con los que día a día convivo? La cama es buena, tiene un somier muy tierno. Además de soportar sobre mí todas y cada una de las sábanas, podían acomodarse a mi cuerpo cada uno de sus pliegues sin que nada se lo impidiese. El año pasado compré unas especiales, eran de franela, me proporcionaban mucho más calor en los meses fríos, incluso al propio tacto se podía distinguir su delicadeza como si su suavidad casi aterciopelada te rodeara cada parte del cuerpo por diminuta que fuera. Me encantaba enredarme en la cama, girarme sobre mi mundo y que me volviesen de nuevo a acariciar, era placentero. Abrí los ojos y todo permanecía oscuro, callado, ni un solo susurro que me produjera la más mínima alteración. A veces me levantaba tarde los sábados, solía dispensar todas mis obligaciones para imaginarme en el interior de las sabanas ser el dueño de una casa en la sierra de Cazorla rodeado de pinares y sonidos de insectos y de animales, poder pasear entre ambas orillas de un diminuto riachuelo acompañado de una mujer y sentir el agua como rozaba sobre las rocas, a veces me veía guiando una embarcación dueño de una tripulación y poniendo rumbo a alguna pequeña isla del Mediterráneo o conducir un pequeño deportivo atravesando toda la Península de Sur a Norte. También fue un viernes de madrugada cuando no pude dormir recordando a Candela, como nos conocimos los dos solos intercambiando sueños que parecieron en ese instante ser eternos, nos proponíamos llevarlos a cabo en el rincón del "Beiral", miradas inseguras y confidencias personales que nos hacían más vulnerables, los dos a la vez estábamos intentando unir nuestros anhelos solitarios. Nuestros amigos nos dejaron solos, decidimos caminar por toda la ciudad sin rozarnos las manos. La acompañé a su casa en mi coche y ese domingo no pude dormir, las sábanas me parecieron sudorosas y pesadas y sentí en mi interior una sensación de angustia que no desapareció hasta bien entrado el mediodía. Era muy pronto aún para que amaneciese. Recordé que mi tía llamó anoche, quería saber algo de su hermana aunque así con todo apenas si pude contarle nada, no tenía noticia de ella en varios días. Le dije que no tenía conectado el móvil aunque lo cierto es que no la había telefoneado. Me dio apuro decirle la verdad, que debido a mi pereza ni se me había pasado por un solo instante la idea de saber que estaría haciendo ahora. Dudaba si era por la pereza o por la falta de afecto, y esto me preocupaba todavía más. Solía visitarme y de camino hacer la colada varios días a la semana. Era una persona demasiado alterada por el ritmo frenético de la vida, nunca paraba de hacer cosas. El mes pasado el médico le mandó unas pastillas para dormir mejor, eran simplemente unos relajantes, nada demasiado fuerte pero ni siquiera se acercó a la farmacia a preguntar si tenían. ¡Debe cuidarse más y no preocuparse tanto por los demás aunque esto a ella le haga feliz! Algo así fue lo que le conté a mi tía. Mientras pueda soportar todo ese ritmo de vida siempre será la mejor, pues nos cuesta conocer a personas que lo entreguen todo sin esperar nada a cambio. Estoy triste y no lo quiero reconocer, el eje existencialista de Camus, ¿qué es eso de libertad? Acaso no somos todos libres, irremediablemente condenados a ser libres, sin escapatoria y creadores de nuestro destino. El destino está en nuestras manos ¿quien lo diría? Yo mismo lo creé y también lo puedo destruir. Hace frío, suelo dormir con calcetines, es la parte de mi cuerpo que siempre está fría por las noches. También tengo frías las manos, entre mi cuerpo suelen perderse en lugares inhóspitos mucho más cálidos que de donde son oriundas, ahí se encuentran mejor, tranquilas, sin inmutarse del paso del tiempo. También Candela tiene las manos frías. Eso me dijo pero no me atreví a tocarlas a pesar que estaban muy próximas a mí. Sus ojos en cambio como el resto de las veces que salimos presentaban esa misma ansiedad cubierta por una capa de descorazonada soledad, no sabías si te incitaban a besarla o a despreciarte como el más ruín y amorfo de los mortales. En eso nos parecíamos, teníamos las manos frías y no me atreví a enlazarlas con las suyas. Todo está tranquilo y creo ya he conseguido aceptar que no voy a poder olvidarla durante mucho tiempo. Decidí que tenía convivir con ello. No era de las mujeres que te causan sobresalto a simple vista como la camarera del "Beiral" o como Carmen, era distinta; la primera vez que la vi estaba entre un puñado de mujeres crecidas en su propia ignorancia fantasiosa, henchidas de un fervoroso y sospechoso éxito juvenil en un bar a la salida del trabajo; no me percaté a primera vista entre este grupo de la existencia de una mirada triste, fuera de lo normal, que parecía convivir con más de un pinchazo en su profundo corazón y que sin poder evitarlo despreciaba a todos y a cada uno de los objetos inertes que le rodeaban. ¿Tenía sin más remedio que despreciar lo que le acordonaba? A veces podemos encontrar en el mundo mujeres que probablemente transformarían nuestra vida por completo y sin embargo no nos percatamos de esa necesidad. El tiempo suele hacerse más lento durante la noche, me habría gustado viajar a alguna parte del sistema solar, huir con una pequeña parte de mi vida a algún sitio donde la realidad fuera más fácil analizar, elegiría el solsticio adecuado, probablemente el de invierno y tomaría dirección a Saturno; desde alguno de sus anillos me detendría a contemplar la tierra y hacer alguna foto, quizá me llegase a gustar la visión limpia solo por ser lejana y por ocultar los fallos del planeta. Permanecería en silencio, callado sin gritar contemplando los colores insonoros que transmitía el Mariner 10 hasta que después, extenuado por lo que me rodeara decidiese volver a lomos de un animal mitológico.

Sería como un viaje astral, una ruptura del cordón de plata que me une a la realidad para poder permitir evadirme, soñar y al final poder descansar en el dominio de mi propia cama de nuevo otra vez sólo. Candela es rubia, de ojos tristes y mirada profunda. En sus ojos se puede contemplar la serenidad del tiempo. Una tarde me llamó para enseñarme las fotos de su último viaje. Había viajado con unas amigas a las playas de Menorca. En ellas salía de nuevo triste ¿qué le pasaba? No le dije nada, pero no lograba descubrir la verdad de su corazón. Tenía la misma mirada y, sin embargo, sonreía por cualquier detalle que nos sucediera a los dos mientras caminábamos, esa extraña sonrisa que disimula e intenta complacer pero que oculta tras de si una misteriosa realidad y que a veces ni uno mismo es consciente de llevarla consigo. A veces la soledad es necesaria, lo he aceptado. Hay tres tipos de tristeza: la que es capaz de amargar durante un par de horas, producida por un hecho aislado y después de este tiempo afortunadamente desintegrarse de igual modo a como fue generada; otra en cambio algo más seria que se apodera lo más profundo del cuerpo y como si de una mala bacteria se tratara pretendiera anidar sin permitir dominar la realidad, pero una mañana te levantarías viendo amanecer frente a la ventana con una cara sonriente impregnada de hermosa belleza por los misterios de la vida; finalmente quedaría la última tristeza, quizá la peor de todas las tristezas, la que puede incluso conducirte a la depresión. El gran error del enamorado se encierra en creer que el amor cuando se encuentra va a ser para toda la vida, no existe nada eterno y por eso se debe aprender que todo tiene un principio, un desarrollo y un desenlace de manera similar a una buena película; se debe conocer que la desaparición es un episodio, un proceso que llega sin más. Suelo tener sed a media noche, solía colocar un vaso de agua sobre la mesita; de manera casi milagrosa nunca vertí la menor gota de agua sobre las sábanas y mi refrigerio me proporcionaba una vuelta a la meditación. La plena oscuridad ocupa todo el campo de visión; un aire frío, entrecortado recorre mi cara salvando los altibajos del relieve. A veces en esta oscuridad suelen aparecer fantasmas que pretenden asustar y escondes sin más remedio la cabeza en el interior de las sábanas hasta dejar de sentir el ritmo acelerado de la respiración contra el pecho. A continuación examinaba las posibles aberturas por las que pudiera colarse alguien hasta que adquieres la total certeza de que no te va a suceder nada, de que todo lo que ha pasado no puede volver a la realidad de nuevo. Es en ese instante donde puedes sentirte de nuevo seguro de ti mismo. Me va a costar olvidarla, tengo que hacer un viaje pero esta vez a un punto real, nada de sueños; de vez en cuando es necesario la fuga para retomar algunas cosas que has olvidado, recapacitar y volver a entrar en el hilo vital. Córdoba me parece una ciudad hermosa y nunca he estado. La oscuridad de la habitación lentamente deja paso a la luz del amanecer, parece que va a hacer un buen día, estoy cansado pero tengo la mente clara. Miro el reloj por primera vez en toda la noche; son cerca de las siete de la mañana, lentamente los colores de la habitación comienzan a aparecer manchados sobre las paredes y yo aún permanezco en el centro de la cama tapado. Un día levanté la mano en medio de la clase y no sabía por qué, pero qué importaba eso, quería hablarle a todos y explicar lo que pensaba. Había estado mucho tiempo reteniendo cosas en la cabeza que no le importaban a nadie más que a mí y sin embargo ese día decidí contarlo en voz alta. Y lo extraño fue que el profesor me contestó como si hubiera alguna relación lógica con el tema de la clase, como si la asignatura y la pregunta estuvieran entrelazadas por un hilo imaginario. ¡Qué absurdo! pensé y sin embargo nadie se extrañó, incluso mis propios compañeros que minutos antes habían estado comentando la película de la noche anterior y que poco después continuarían haciéndolo.



(Miguel A. Sánchez Herrera)


. Miguel Ángel Sánchez Herrera

[DEMASIADAS DOSIS DE REALIDAD PARA UN VIERNES POR LA NOCHE]


A veces me acostaba tarde. Me quedaba observando el ritmo de la televisión hasta que lentamente los párpados se cerraban. Cabizbajo entonces caminaba hasta la habitación y descansaba en un profundo sueño que se alteraba solo varias veces a lo largo de la noche. Solía repetir este proceso casi mecánico muy a menudo. Sin embargo esta noche ha sucedido algo distinto, ocurrió lo mismo que todos los días, aunque a media noche desperté y encendí un momento la radio, ahí fue donde escuché una extraña historia. Serían las tres de la madrugada y una mujer contaba como su matrimonio no era lo que había esperado, se casó por la necesidad de ser escuchada por alguien, porque le apetecía compartir todo lo suyo con otra persona pero no por amor o al menos eso creía ella. Siempre fue una mujer olvidada, la última del grupo, la que todos los chicos pretendían en último lugar y que siempre por sexo la poseían; y ella no se consideraba fea, probablemente no lo fuera. Pensé que solamente buscaba ser escuchada por alguien, aunque después de casarse decidió irse con otro hombre teniendo ya una pareja de niños. Lo curioso de la historia es que el hombre era sordomudo, no la podía escuchar pero a ella le daba exactamente igual porque se encontraba feliz, porque por primera vez en su vida sentía que significaba algo para alguien. Ante estas historias curiosas me gusta anotar siempre algo, una nota de reflexión. Abrí el cajón de la mesita de noche, saqué mi diario y apunté en sus últimas páginas lo siguiente: "Procura que sean lícitos y naturales todos tus pensamientos, has de procurar ser siempre tu mismo". Junto a mi mesita tenía aún la fotografía que me había regalado Candela. Retomaba el significado de la frase, era la vuelta a una situación vital, la búsqueda de la autenticidad del individuo en un mundo déspota en el que sin el menor miramiento suelen manipularte, y no concebía en ese instante a un amigo o conocido o incluso familiar que alguna vez no hubiera influenciado en mi forma de pensar, de observar el mundo o de manipular las formas que a la postre me cambiarían mi capacidad de sentir ¿Pero acaso no todo lo que me rodea es fruto de la experiencia y del aprendizaje mutuo de individuos con los que día a día convivo? La cama es buena, tiene un somier muy tierno. Además de soportar sobre mí todas y cada una de las sábanas, podían acomodarse a mi cuerpo cada uno de sus pliegues sin que nada se lo impidiese. El año pasado compré unas especiales, eran de franela, me proporcionaban mucho más calor en los meses fríos, incluso al propio tacto se podía distinguir su delicadeza como si su suavidad casi aterciopelada te rodeara cada parte del cuerpo por diminuta que fuera. Me encantaba enredarme en la cama, girarme sobre mi mundo y que me volviesen de nuevo a acariciar, era placentero. Abrí los ojos y todo permanecía oscuro, callado, ni un solo susurro que me produjera la más mínima alteración. A veces me levantaba tarde los sábados, solía dispensar todas mis obligaciones para imaginarme en el interior de las sabanas ser el dueño de una casa en la sierra de Cazorla rodeado de pinares y sonidos de insectos y de animales, poder pasear entre ambas orillas de un diminuto riachuelo acompañado de una mujer y sentir el agua como rozaba sobre las rocas, a veces me veía guiando una embarcación dueño de una tripulación y poniendo rumbo a alguna pequeña isla del Mediterráneo o conducir un pequeño deportivo atravesando toda la Península de Sur a Norte. También fue un viernes de madrugada cuando no pude dormir recordando a Candela, como nos conocimos los dos solos intercambiando sueños que parecieron en ese instante ser eternos, nos proponíamos llevarlos a cabo en el rincón del "Beiral", miradas inseguras y confidencias personales que nos hacían más vulnerables, los dos a la vez estábamos intentando unir nuestros anhelos solitarios. Nuestros amigos nos dejaron solos, decidimos caminar por toda la ciudad sin rozarnos las manos. La acompañé a su casa en mi coche y ese domingo no pude dormir, las sábanas me parecieron sudorosas y pesadas y sentí en mi interior una sensación de angustia que no desapareció hasta bien entrado el mediodía. Era muy pronto aún para que amaneciese. Recordé que mi tía llamó anoche, quería saber algo de su hermana aunque así con todo apenas si pude contarle nada, no tenía noticia de ella en varios días. Le dije que no tenía conectado el móvil aunque lo cierto es que no la había telefoneado. Me dio apuro decirle la verdad, que debido a mi pereza ni se me había pasado por un solo instante la idea de saber que estaría haciendo ahora. Dudaba si era por la pereza o por la falta de afecto, y esto me preocupaba todavía más. Solía visitarme y de camino hacer la colada varios días a la semana. Era una persona demasiado alterada por el ritmo frenético de la vida, nunca paraba de hacer cosas. El mes pasado el médico le mandó unas pastillas para dormir mejor, eran simplemente unos relajantes, nada demasiado fuerte pero ni siquiera se acercó a la farmacia a preguntar si tenían. ¡Debe cuidarse más y no preocuparse tanto por los demás aunque esto a ella le haga feliz! Algo así fue lo que le conté a mi tía. Mientras pueda soportar todo ese ritmo de vida siempre será la mejor, pues nos cuesta conocer a personas que lo entreguen todo sin esperar nada a cambio. Estoy triste y no lo quiero reconocer, el eje existencialista de Camus, ¿qué es eso de libertad? Acaso no somos todos libres, irremediablemente condenados a ser libres, sin escapatoria y creadores de nuestro destino. El destino está en nuestras manos ¿quien lo diría? Yo mismo lo creé y también lo puedo destruir. Hace frío, suelo dormir con calcetines, es la parte de mi cuerpo que siempre está fría por las noches. También tengo frías las manos, entre mi cuerpo suelen perderse en lugares inhóspitos mucho más cálidos que de donde son oriundas, ahí se encuentran mejor, tranquilas, sin inmutarse del paso del tiempo. También Candela tiene las manos frías. Eso me dijo pero no me atreví a tocarlas a pesar que estaban muy próximas a mí. Sus ojos en cambio como el resto de las veces que salimos presentaban esa misma ansiedad cubierta por una capa de descorazonada soledad, no sabías si te incitaban a besarla o a despreciarte como el más ruín y amorfo de los mortales. En eso nos parecíamos, teníamos las manos frías y no me atreví a enlazarlas con las suyas. Todo está tranquilo y creo ya he conseguido aceptar que no voy a poder olvidarla durante mucho tiempo. Decidí que tenía convivir con ello. No era de las mujeres que te causan sobresalto a simple vista como la camarera del "Beiral" o como Carmen, era distinta; la primera vez que la vi estaba entre un puñado de mujeres crecidas en su propia ignorancia fantasiosa, henchidas de un fervoroso y sospechoso éxito juvenil en un bar a la salida del trabajo; no me percaté a primera vista entre este grupo de la existencia de una mirada triste, fuera de lo normal, que parecía convivir con más de un pinchazo en su profundo corazón y que sin poder evitarlo despreciaba a todos y a cada uno de los objetos inertes que le rodeaban. ¿Tenía sin más remedio que despreciar lo que le acordonaba? A veces podemos encontrar en el mundo mujeres que probablemente transformarían nuestra vida por completo y sin embargo no nos percatamos de esa necesidad. El tiempo suele hacerse más lento durante la noche, me habría gustado viajar a alguna parte del sistema solar, huir con una pequeña parte de mi vida a algún sitio donde la realidad fuera más fácil analizar, elegiría el solsticio adecuado, probablemente el de invierno y tomaría dirección a Saturno; desde alguno de sus anillos me detendría a contemplar la tierra y hacer alguna foto, quizá me llegase a gustar la visión limpia solo por ser lejana y por ocultar los fallos del planeta. Permanecería en silencio, callado sin gritar contemplando los colores insonoros que transmitía el Mariner 10 hasta que después, extenuado por lo que me rodeara decidiese volver a lomos de un animal mitológico.

Sería como un viaje astral, una ruptura del cordón de plata que me une a la realidad para poder permitir evadirme, soñar y al final poder descansar en el dominio de mi propia cama de nuevo otra vez sólo. Candela es rubia, de ojos tristes y mirada profunda. En sus ojos se puede contemplar la serenidad del tiempo. Una tarde me llamó para enseñarme las fotos de su último viaje. Había viajado con unas amigas a las playas de Menorca. En ellas salía de nuevo triste ¿qué le pasaba? No le dije nada, pero no lograba descubrir la verdad de su corazón. Tenía la misma mirada y, sin embargo, sonreía por cualquier detalle que nos sucediera a los dos mientras caminábamos, esa extraña sonrisa que disimula e intenta complacer pero que oculta tras de si una misteriosa realidad y que a veces ni uno mismo es consciente de llevarla consigo. A veces la soledad es necesaria, lo he aceptado. Hay tres tipos de tristeza: la que es capaz de amargar durante un par de horas, producida por un hecho aislado y después de este tiempo afortunadamente desintegrarse de igual modo a como fue generada; otra en cambio algo más seria que se apodera lo más profundo del cuerpo y como si de una mala bacteria se tratara pretendiera anidar sin permitir dominar la realidad, pero una mañana te levantarías viendo amanecer frente a la ventana con una cara sonriente impregnada de hermosa belleza por los misterios de la vida; finalmente quedaría la última tristeza, quizá la peor de todas las tristezas, la que puede incluso conducirte a la depresión. El gran error del enamorado se encierra en creer que el amor cuando se encuentra va a ser para toda la vida, no existe nada eterno y por eso se debe aprender que todo tiene un principio, un desarrollo y un desenlace de manera similar a una buena película; se debe conocer que la desaparición es un episodio, un proceso que llega sin más. Suelo tener sed a media noche, solía colocar un vaso de agua sobre la mesita; de manera casi milagrosa nunca vertí la menor gota de agua sobre las sábanas y mi refrigerio me proporcionaba una vuelta a la meditación. La plena oscuridad ocupa todo el campo de visión; un aire frío, entrecortado recorre mi cara salvando los altibajos del relieve. A veces en esta oscuridad suelen aparecer fantasmas que pretenden asustar y escondes sin más remedio la cabeza en el interior de las sábanas hasta dejar de sentir el ritmo acelerado de la respiración contra el pecho. A continuación examinaba las posibles aberturas por las que pudiera colarse alguien hasta que adquieres la total certeza de que no te va a suceder nada, de que todo lo que ha pasado no puede volver a la realidad de nuevo. Es en ese instante donde puedes sentirte de nuevo seguro de ti mismo. Me va a costar olvidarla, tengo que hacer un viaje pero esta vez a un punto real, nada de sueños; de vez en cuando es necesario la fuga para retomar algunas cosas que has olvidado, recapacitar y volver a entrar en el hilo vital. Córdoba me parece una ciudad hermosa y nunca he estado. La oscuridad de la habitación lentamente deja paso a la luz del amanecer, parece que va a hacer un buen día, estoy cansado pero tengo la mente clara. Miro el reloj por primera vez en toda la noche; son cerca de las siete de la mañana, lentamente los colores de la habitación comienzan a aparecer manchados sobre las paredes y yo aún permanezco en el centro de la cama tapado. Un día levanté la mano en medio de la clase y no sabía por qué, pero qué importaba eso, quería hablarle a todos y explicar lo que pensaba. Había estado mucho tiempo reteniendo cosas en la cabeza que no le importaban a nadie más que a mí y sin embargo ese día decidí contarlo en voz alta. Y lo extraño fue que el profesor me contestó como si hubiera alguna relación lógica con el tema de la clase, como si la asignatura y la pregunta estuvieran entrelazadas por un hilo imaginario. ¡Qué absurdo! pensé y sin embargo nadie se extrañó, incluso mis propios compañeros que minutos antes habían estado comentando la película de la noche anterior y que poco después continuarían haciéndolo.



(Miguel A. Sánchez Herrera)