Rincón del aire. Andén 18.- Andrés Rubia

RINCÓN DE AIRE. ANDÉN 18.
Autor : Andrés Rubia.                                 
           

En esta ciudad siempre hace viento. Él todo lo trae, él todo lo lleva.

Dos años y tres meses observando - mientras cada viernes la llegada del talgo- ese recoveco perezoso menos los días ariscos y desapacibles, habituales y ventosos por cierto, durante esas tardes de ferrocarriles poco antes de la usual impuntualidad del rápido, que con un último estertor anclaba en el andén 18. Sabías que me hallarías. Tú bajabas entonces reservada, añadiéndote al resto de viajeros y maletajes, encontrándome, sonriéndome cuando ya a penas restaban tres metros para la frase agradecida, para nuestro abrazo que siete días antes fue cedido, pero como cada viernes, retomado siete días después.


No he ido a las 11 a la estación, no me gustan las despedidas. Cuando doblándose la tarde por fin he llegado a las inmediaciones del andén 18, los soplos de Zeus ya invadían el recodo de mis esperas tan siempre perpetuado frente a las vías de acero.  Fueron más de cien abrazos durante esos más de cien viernes en que te acogía en mi pecho estando ya muy instalada, tan profundamente incrustada en mi corazón. 


Amordazado a la nostalgia he vuelto a observar, a esclarecer, a traducir los torpes movimientos inestables, las oscilaciones amalgamadas de esa coreografía caótica y revoltosa: Bolsas henchidas de aire, precintos desprecintados, diminutas plumas, trizas de prensa, sueños rotos, tamo, polvo. El viento es asombroso, es casi humano, mágico. Todos somos tiempo.  


He sacado del bolsillo interior de mi levita el mechoncito de cabello que de niña me diste antes de ser mujer conmigo, iba envuelto en un poema. Los he disuelto, los he desmembrado y he permitido -una vez deshechos junto al resto de materia - que se adhieran,  que se integren a la torpe e inestable danza empecinada que dictan los soplos de Zeus en este turbulento escondrijo. Fui tan feliz contigo. No importa si ya dejaste de quererme. Esta mañana, a las once, este amante ha quedado envasado al vacío. El que se marcha siempre vacía los pulmones del que se queda. No importa. Y es que el aire es casi humano, milagroso, pero yo no he podido ni tan siquiera asomar la humedad abatida que contenían mis ojos. Yo he sido muy feliz contigo, pero tú no lo entendiste. Nunca comprendiste que ni el mismísimo Dios jamás podrá prohibir los sueños. 


En esta ciudad siempre hace viento. Él todo lo lleva, él todo lo trae.


 

Rincón del aire. Andén 18.- Andrés Rubia

RINCÓN DE AIRE. ANDÉN 18.
Autor : Andrés Rubia.                                 
           

En esta ciudad siempre hace viento. Él todo lo trae, él todo lo lleva.

Dos años y tres meses observando - mientras cada viernes la llegada del talgo- ese recoveco perezoso menos los días ariscos y desapacibles, habituales y ventosos por cierto, durante esas tardes de ferrocarriles poco antes de la usual impuntualidad del rápido, que con un último estertor anclaba en el andén 18. Sabías que me hallarías. Tú bajabas entonces reservada, añadiéndote al resto de viajeros y maletajes, encontrándome, sonriéndome cuando ya a penas restaban tres metros para la frase agradecida, para nuestro abrazo que siete días antes fue cedido, pero como cada viernes, retomado siete días después.


No he ido a las 11 a la estación, no me gustan las despedidas. Cuando doblándose la tarde por fin he llegado a las inmediaciones del andén 18, los soplos de Zeus ya invadían el recodo de mis esperas tan siempre perpetuado frente a las vías de acero.  Fueron más de cien abrazos durante esos más de cien viernes en que te acogía en mi pecho estando ya muy instalada, tan profundamente incrustada en mi corazón. 


Amordazado a la nostalgia he vuelto a observar, a esclarecer, a traducir los torpes movimientos inestables, las oscilaciones amalgamadas de esa coreografía caótica y revoltosa: Bolsas henchidas de aire, precintos desprecintados, diminutas plumas, trizas de prensa, sueños rotos, tamo, polvo. El viento es asombroso, es casi humano, mágico. Todos somos tiempo.  


He sacado del bolsillo interior de mi levita el mechoncito de cabello que de niña me diste antes de ser mujer conmigo, iba envuelto en un poema. Los he disuelto, los he desmembrado y he permitido -una vez deshechos junto al resto de materia - que se adhieran,  que se integren a la torpe e inestable danza empecinada que dictan los soplos de Zeus en este turbulento escondrijo. Fui tan feliz contigo. No importa si ya dejaste de quererme. Esta mañana, a las once, este amante ha quedado envasado al vacío. El que se marcha siempre vacía los pulmones del que se queda. No importa. Y es que el aire es casi humano, milagroso, pero yo no he podido ni tan siquiera asomar la humedad abatida que contenían mis ojos. Yo he sido muy feliz contigo, pero tú no lo entendiste. Nunca comprendiste que ni el mismísimo Dios jamás podrá prohibir los sueños. 


En esta ciudad siempre hace viento. Él todo lo lleva, él todo lo trae.


 

Rincón del aire. Andén 18.- Andrés Rubia

RINCÓN DE AIRE. ANDÉN 18.
Autor : Andrés Rubia.                                 
           

En esta ciudad siempre hace viento. Él todo lo trae, él todo lo lleva.

Dos años y tres meses observando - mientras cada viernes la llegada del talgo- ese recoveco perezoso menos los días ariscos y desapacibles, habituales y ventosos por cierto, durante esas tardes de ferrocarriles poco antes de la usual impuntualidad del rápido, que con un último estertor anclaba en el andén 18. Sabías que me hallarías. Tú bajabas entonces reservada, añadiéndote al resto de viajeros y maletajes, encontrándome, sonriéndome cuando ya a penas restaban tres metros para la frase agradecida, para nuestro abrazo que siete días antes fue cedido, pero como cada viernes, retomado siete días después.


No he ido a las 11 a la estación, no me gustan las despedidas. Cuando doblándose la tarde por fin he llegado a las inmediaciones del andén 18, los soplos de Zeus ya invadían el recodo de mis esperas tan siempre perpetuado frente a las vías de acero.  Fueron más de cien abrazos durante esos más de cien viernes en que te acogía en mi pecho estando ya muy instalada, tan profundamente incrustada en mi corazón. 


Amordazado a la nostalgia he vuelto a observar, a esclarecer, a traducir los torpes movimientos inestables, las oscilaciones amalgamadas de esa coreografía caótica y revoltosa: Bolsas henchidas de aire, precintos desprecintados, diminutas plumas, trizas de prensa, sueños rotos, tamo, polvo. El viento es asombroso, es casi humano, mágico. Todos somos tiempo.  


He sacado del bolsillo interior de mi levita el mechoncito de cabello que de niña me diste antes de ser mujer conmigo, iba envuelto en un poema. Los he disuelto, los he desmembrado y he permitido -una vez deshechos junto al resto de materia - que se adhieran,  que se integren a la torpe e inestable danza empecinada que dictan los soplos de Zeus en este turbulento escondrijo. Fui tan feliz contigo. No importa si ya dejaste de quererme. Esta mañana, a las once, este amante ha quedado envasado al vacío. El que se marcha siempre vacía los pulmones del que se queda. No importa. Y es que el aire es casi humano, milagroso, pero yo no he podido ni tan siquiera asomar la humedad abatida que contenían mis ojos. Yo he sido muy feliz contigo, pero tú no lo entendiste. Nunca comprendiste que ni el mismísimo Dios jamás podrá prohibir los sueños. 


En esta ciudad siempre hace viento. Él todo lo lleva, él todo lo trae.


 

Rincón del aire. Andén 18.- Andrés Rubia

RINCÓN DE AIRE. ANDÉN 18.
Autor : Andrés Rubia.                                 
           

En esta ciudad siempre hace viento. Él todo lo trae, él todo lo lleva.

Dos años y tres meses observando - mientras cada viernes la llegada del talgo- ese recoveco perezoso menos los días ariscos y desapacibles, habituales y ventosos por cierto, durante esas tardes de ferrocarriles poco antes de la usual impuntualidad del rápido, que con un último estertor anclaba en el andén 18. Sabías que me hallarías. Tú bajabas entonces reservada, añadiéndote al resto de viajeros y maletajes, encontrándome, sonriéndome cuando ya a penas restaban tres metros para la frase agradecida, para nuestro abrazo que siete días antes fue cedido, pero como cada viernes, retomado siete días después.


No he ido a las 11 a la estación, no me gustan las despedidas. Cuando doblándose la tarde por fin he llegado a las inmediaciones del andén 18, los soplos de Zeus ya invadían el recodo de mis esperas tan siempre perpetuado frente a las vías de acero.  Fueron más de cien abrazos durante esos más de cien viernes en que te acogía en mi pecho estando ya muy instalada, tan profundamente incrustada en mi corazón. 


Amordazado a la nostalgia he vuelto a observar, a esclarecer, a traducir los torpes movimientos inestables, las oscilaciones amalgamadas de esa coreografía caótica y revoltosa: Bolsas henchidas de aire, precintos desprecintados, diminutas plumas, trizas de prensa, sueños rotos, tamo, polvo. El viento es asombroso, es casi humano, mágico. Todos somos tiempo.  


He sacado del bolsillo interior de mi levita el mechoncito de cabello que de niña me diste antes de ser mujer conmigo, iba envuelto en un poema. Los he disuelto, los he desmembrado y he permitido -una vez deshechos junto al resto de materia - que se adhieran,  que se integren a la torpe e inestable danza empecinada que dictan los soplos de Zeus en este turbulento escondrijo. Fui tan feliz contigo. No importa si ya dejaste de quererme. Esta mañana, a las once, este amante ha quedado envasado al vacío. El que se marcha siempre vacía los pulmones del que se queda. No importa. Y es que el aire es casi humano, milagroso, pero yo no he podido ni tan siquiera asomar la humedad abatida que contenían mis ojos. Yo he sido muy feliz contigo, pero tú no lo entendiste. Nunca comprendiste que ni el mismísimo Dios jamás podrá prohibir los sueños. 


En esta ciudad siempre hace viento. Él todo lo lleva, él todo lo trae.


 

Tú, la invisible. Andrés Rubia

TÚ,  LA INVISiBLE

Por Andrés Rubia


Escucha el silencio de la noche.
Mira la calle huérfana de sustancia,
es como el universo
como si el exceso inmortal fuese fecundado por un magma copulado con el semen de la esperanza,
una feliz amenaza para el triunfo de un mundo imperfecto.
Es como si todos los contertulios dioses hubieran estrechado sus manos en un pacto,
bajo los capiteles dóricos del Olimpo,
con la venia del Parnaso,
brindando con sus vasos de primeras lluvias Septembrinas  tras el paro nirvano del verano.

Abrígate tu piel bronceada aún.

Escucha el silencio de esta madrugada.
En esa casa hay unos niños que duermen con su mascota.
Hay un acuario que denota la existencia de un mar lleno de deseos, cuántos por ti se pidieron. Cuántos tuyos por otros se hundieron.
Unos colores en la zona abisal, como los besos que a tiempo no te llegaron.
Es como si la vida fuera a resultar distinta nada más abrir los ojos el panadero que te cae tan mal.

Todos me dicen cuídate, pero es fácil decirlo, es mecánico y no queda mal.


Es como si al levantarme con el noticiario hubiera por fin dejado de fumar.
Como si mañana, al despertar hubiera vuelto desde el pasado al futuro para alegrar los ojos de mi presente, contagiado otra vez por fin de la inocencia que se llevaron las gentes con las que sobreviví.

Ahora que todos están muertos te hablo a ti.
Tú que eres la mujer invisible de mi vida.
Te hablo a ti porque tengo la sensación de que nadie me quiere y yo estoy tan falto de amor…

¿Me has preguntado en la agencia de viajes si hay algún lugar que se llame mundo Feliz?

Escucha el silencio de la noche.
Tú que eres la mujer invisible de mi vida.
Ahora que todos están muertos y te hablo a ti.

"Posiblemente tenga la posibilidad de  lo imposible ponerlo al revés; pero    ¿ qué es posible en este mundo una vez que has regresado a la vigilia ?. 

Almería  2,47 horas      5-8-03

 

Tú, la invisible. Andrés Rubia

TÚ,  LA INVISiBLE

Por Andrés Rubia


Escucha el silencio de la noche.
Mira la calle huérfana de sustancia,
es como el universo
como si el exceso inmortal fuese fecundado por un magma copulado con el semen de la esperanza,
una feliz amenaza para el triunfo de un mundo imperfecto.
Es como si todos los contertulios dioses hubieran estrechado sus manos en un pacto,
bajo los capiteles dóricos del Olimpo,
con la venia del Parnaso,
brindando con sus vasos de primeras lluvias Septembrinas  tras el paro nirvano del verano.

Abrígate tu piel bronceada aún.

Escucha el silencio de esta madrugada.
En esa casa hay unos niños que duermen con su mascota.
Hay un acuario que denota la existencia de un mar lleno de deseos, cuántos por ti se pidieron. Cuántos tuyos por otros se hundieron.
Unos colores en la zona abisal, como los besos que a tiempo no te llegaron.
Es como si la vida fuera a resultar distinta nada más abrir los ojos el panadero que te cae tan mal.

Todos me dicen cuídate, pero es fácil decirlo, es mecánico y no queda mal.


Es como si al levantarme con el noticiario hubiera por fin dejado de fumar.
Como si mañana, al despertar hubiera vuelto desde el pasado al futuro para alegrar los ojos de mi presente, contagiado otra vez por fin de la inocencia que se llevaron las gentes con las que sobreviví.

Ahora que todos están muertos te hablo a ti.
Tú que eres la mujer invisible de mi vida.
Te hablo a ti porque tengo la sensación de que nadie me quiere y yo estoy tan falto de amor…

¿Me has preguntado en la agencia de viajes si hay algún lugar que se llame mundo Feliz?

Escucha el silencio de la noche.
Tú que eres la mujer invisible de mi vida.
Ahora que todos están muertos y te hablo a ti.

"Posiblemente tenga la posibilidad de  lo imposible ponerlo al revés; pero    ¿ qué es posible en este mundo una vez que has regresado a la vigilia ?. 

Almería  2,47 horas      5-8-03

 

Tú, la invisible. Andrés Rubia

TÚ,  LA INVISiBLE

Por Andrés Rubia


Escucha el silencio de la noche.
Mira la calle huérfana de sustancia,
es como el universo
como si el exceso inmortal fuese fecundado por un magma copulado con el semen de la esperanza,
una feliz amenaza para el triunfo de un mundo imperfecto.
Es como si todos los contertulios dioses hubieran estrechado sus manos en un pacto,
bajo los capiteles dóricos del Olimpo,
con la venia del Parnaso,
brindando con sus vasos de primeras lluvias Septembrinas  tras el paro nirvano del verano.

Abrígate tu piel bronceada aún.

Escucha el silencio de esta madrugada.
En esa casa hay unos niños que duermen con su mascota.
Hay un acuario que denota la existencia de un mar lleno de deseos, cuántos por ti se pidieron. Cuántos tuyos por otros se hundieron.
Unos colores en la zona abisal, como los besos que a tiempo no te llegaron.
Es como si la vida fuera a resultar distinta nada más abrir los ojos el panadero que te cae tan mal.

Todos me dicen cuídate, pero es fácil decirlo, es mecánico y no queda mal.


Es como si al levantarme con el noticiario hubiera por fin dejado de fumar.
Como si mañana, al despertar hubiera vuelto desde el pasado al futuro para alegrar los ojos de mi presente, contagiado otra vez por fin de la inocencia que se llevaron las gentes con las que sobreviví.

Ahora que todos están muertos te hablo a ti.
Tú que eres la mujer invisible de mi vida.
Te hablo a ti porque tengo la sensación de que nadie me quiere y yo estoy tan falto de amor…

¿Me has preguntado en la agencia de viajes si hay algún lugar que se llame mundo Feliz?

Escucha el silencio de la noche.
Tú que eres la mujer invisible de mi vida.
Ahora que todos están muertos y te hablo a ti.

"Posiblemente tenga la posibilidad de  lo imposible ponerlo al revés; pero    ¿ qué es posible en este mundo una vez que has regresado a la vigilia ?. 

Almería  2,47 horas      5-8-03

 

Tú, la invisible. Andrés Rubia

TÚ,  LA INVISiBLE

Por Andrés Rubia


Escucha el silencio de la noche.
Mira la calle huérfana de sustancia,
es como el universo
como si el exceso inmortal fuese fecundado por un magma copulado con el semen de la esperanza,
una feliz amenaza para el triunfo de un mundo imperfecto.
Es como si todos los contertulios dioses hubieran estrechado sus manos en un pacto,
bajo los capiteles dóricos del Olimpo,
con la venia del Parnaso,
brindando con sus vasos de primeras lluvias Septembrinas  tras el paro nirvano del verano.

Abrígate tu piel bronceada aún.

Escucha el silencio de esta madrugada.
En esa casa hay unos niños que duermen con su mascota.
Hay un acuario que denota la existencia de un mar lleno de deseos, cuántos por ti se pidieron. Cuántos tuyos por otros se hundieron.
Unos colores en la zona abisal, como los besos que a tiempo no te llegaron.
Es como si la vida fuera a resultar distinta nada más abrir los ojos el panadero que te cae tan mal.

Todos me dicen cuídate, pero es fácil decirlo, es mecánico y no queda mal.


Es como si al levantarme con el noticiario hubiera por fin dejado de fumar.
Como si mañana, al despertar hubiera vuelto desde el pasado al futuro para alegrar los ojos de mi presente, contagiado otra vez por fin de la inocencia que se llevaron las gentes con las que sobreviví.

Ahora que todos están muertos te hablo a ti.
Tú que eres la mujer invisible de mi vida.
Te hablo a ti porque tengo la sensación de que nadie me quiere y yo estoy tan falto de amor…

¿Me has preguntado en la agencia de viajes si hay algún lugar que se llame mundo Feliz?

Escucha el silencio de la noche.
Tú que eres la mujer invisible de mi vida.
Ahora que todos están muertos y te hablo a ti.

"Posiblemente tenga la posibilidad de  lo imposible ponerlo al revés; pero    ¿ qué es posible en este mundo una vez que has regresado a la vigilia ?. 

Almería  2,47 horas      5-8-03

 

Almas Gemelas. Ricardo Arratia.


Encuentro entre Siglos

Entre murmullos de aguas y luceros,
entre Otoños de hojas fenecidas,
entre silencios prístinos de vida:
un espacio de versos mensajeros
Deshojan su fragancia sempiterna,
Hilando cantos, vidas entre vidas;
¡Ah!, sinfonías de almas parecidas,
Gemelas en sentido, casi eternas.
Amiga, te saludan hoy mis versos,
Hoy de poeta ves mi catadura,
Mi sombrero a tus ojos ya se inclina
Pues en siglos te canto en lo disperso,
Los siglos reconocen tu hermosura:
Tan graciosa te encuentro aquí Karina.


Almas Gemelas

Un amor incorrupto va tejiendo
De miríadas de espacios y llanuras,
De besos entre estrellas sucediendo,
De galaxias calladas de hermosura,
De ríos estelares, de Universo;
Súper Novas gigantes, explotadas;
cataclismo de rimas y de versos
En silencio de noches abrazadas.
Como gotas de esferas inconclusas,
Estas almas gemelas ya se encuentran
En la encarnación prístina del beso.
Exentas ya del sexo, tan profusas,
Tan gloriosas de espíritu se centran
En el amor de siglos y sucesos.


Nocturnal

Luna de Cachemira, ya infinita,
Infinita de canto y de dulzura,
Reflejas a mi alma que te cita,
En cita ya de noche, ya madura.
Luna de valles, de cantos de Canaria,
Luna de ojos ya negros en el cielo,
¡Ah!, luna que te besa estacionaria
Envuelta en argentino y dulce velo.
Luna cómplice, cálida, gemela;
Luna de encarnaciones, de sucesos,
Vas haciendo esta noche de mi encuentro,
La noche del silencio que desvela,
La noche que se gesta como besos,
La noche de las almas en su centro
.


Polvo de Estrellas

Polvo de estrellas, luces infinitas,
Son astros apurados, descendiendo
Sobre aguas de ojos y de citas,
¡Ah!, Son almas gemelas que no entiendo.
Polvo de estrellas, gráciles auroras
Que caen como lágrimas calladas,
De tus ojos nocturnos, de las horas,
De tu pareja amante, enamorada.
Entre Maya te veo personaje
De niña dulce, cálida profunda,
Enamorada en dulce adolescencia.
Mi verso te desviste del ropaje,
Cual crisálida tu alma se desfunda
En la desnudez vívida de esencia.


Arrullo Infinito

Arrullado en la sombra de tu alma,
En una confesión de tu silencio,
Extasiada y hermosa te presencio
En los besos candentes de tu calma.
Tus cabellos cabalgan en la noche
En nocturnales ríos de oropel,
Mientras tus labios libo como miel
En la luna que pende como broche.
Alma gemela, grácil ilusión,
Enamorada quema tu visión
Junto a asombrosos ríos de la esfera.
 Y tu átomo y mi átomo se abrazan,
Ya se funden y se adoran y se casan
En los siglos y siglos que te espera.

Amantes

Te observo en una terma tan incaica
Orlada de candiles infinitos,
Lejana de llanuras ya prosaicas,
Lejana de creencias y de mitos.
Te observo iluminada por la luna,
Bañada por sus aguas argentinas
Y me tocas las fibras una a una
En sonido que a tiempo más se afina.
El Inca permanece solitario,
Observa dos luceros que se besan
Mientras las aguas bullen las alturas.
Un silencio de cerros esteparios,
A las almas de amor las atraviesa,
Como néctar de frutas ya maduras.



Génesis 

¿Cuántos disfraces cuerpo has vestido?
¿Cuántos sueños amantes has besado?
Al principio del tiempo te he encontrado
En celestial fragancia de tu nido.
 De un suspiro fragante te ha creado
Un Dios arrebatado de delirio
Y entre la gota acerba del martirio
Nació mi alma de tu alma enamorado.
 En la verde pradera Paraíso,
Entre las hojas trémulas del sueño
Descubrí los reflejos de un rubor.
 Mi alma y tu alma en cadena satisfizo,
Cual náyade amorosa, vivo empeño,
El pacto sempiterno del amor.



El Juramento


Tus ojos se encontraron en mis ojos,
¡Ah!, Como dos magnolias frente al cierzo.
Me desnudé de ansias y de antojos,
De asolapados bríos y de esfuerzo.
Campesina sutil de piel morena,
De abigarradas túnicas y atuendos:
Floreciste la India tan serena
Entre la muchedumbre y los estruendos.
El Brahamín calló de noche eterna
Y puso en la piel tersa de tu cuello,
¡Ay!, un collar de besos enrollados.
Ante la muerte, junto a la caverna,
Un juramento vino del resuello:
¡Estaré junto a ti, mi enamorado!

Soledad

En esos pasos viejos del sendero
Fui buscando la vía de tu huella,
Buscando los rastrojos del te quiero,
Buscando el juramento de tu estrella.
Te observé como amante de un señor,
¡Ah!, bebí los suspiros del deseo
porque en otros buscabas a mi amor
arrebatada y dulce en devaneo.
Como incienso quemé toda esa vida,
Como río dejé fluir tus besos,
Como estrella vi cálidos tus hijos,
Como candil fui tu luz más querida,
Como espacio dejé ser los cerezos,
Como muerte quedé a tus ojos fijos.
Instintos
En la pradera, junto a un bosque umbroso
Corrías con atuendos sobre el viento,
Se entallaba tu cuerpo tan hermoso
Como un huracán tibio que hoy lo siento.
Y mis brazos abiertos a tu aliento,
Mis dedos pincelando tu silueta,
Mis oídos beodos en tu acento,
Tus suspiros callados en receta.
La noche medieval de los castillos
Pulula sobre el lecho en que me amas
Embriagada de besos tan sencillos
Que al pedir sobre ellos me reclamas.
Hubo éxtasis soñados infinitos,
Orgásmicos sucesos inescritos.





Almas Perdidas

Los años se me han ido de las manos,
La nieve se deshoja en la amargura,
Entre amantes ya busco tu figura
Y el otoño se viste de mundano.
Triturando las hojas ya marchitas,
Viendo las conjunciones de los astros,
Haciendo en los mil rostros un catastro:
¡Alma mía, no vienes a la cita!
Cuántas vidas de ya mágica espera,
Cuántos siglos de años vesperales,
Con la vacua esperanza de tus besos.
Y mi búsqueda va sobre las eras,
De adivinos, oráculos banales,
Buscando al fin los rayos del suceso.

Sacerdotisa
Dioses griegos, Olimpo del Parnaso,
Mil columnas colgadas desde el cielo,
Adherido a las huellas de tus pasos
Aparece tu alma, tu gemelo.
Sacerdotisa grácil del oráculo,
Callada de hermosura te contemplo,
Sonriente, detenida con tu báculo
En los mármoles viejos de aquel templo.
El guerrero dejó las mil batallas,
Las espadas los cintos enfundados,
Los asaltos, rupturas de las vallas,
Los sonidos de espadas escuchados.
El guerrero sonrió a la criatura
Y bebió ya del pozo su hermosura.


Renunciante


Junto al sándalo, ínclita me rezas,
Las mil cuentas calladas del Señor,
Alejados del ruido y la pereza,
Un silencio me coge arrollador.
Y te observo con piernas enlazadas
Levitando en aroma misterioso,
Mientras quemo ya mi alma enamorada,
En las llamas del fuego de tu gozo.
Me mostraste, en febril comedia viva,
Tantos pasos lejanos de tu rada,
Que confusa ya mi alma se desdijo.
No fuiste ni el capricho, ni la diva,
Ni el milagro de bella consumada,
Tan sólo el aire vivo en que me fijo.

Rosa Negra

Tanto tiempo de viajes y de espera,
tantos años soñados y vividos,
de subterráneos cantos reprimidos,
de amores y ganancias pasajeras.
Tantos besos callados, exigidos,
colinas de mujeres infinitas
en tiempo y estaciones exquisitas:
¡tantos años ya fuera de tu nido!
Y una tarde en el prado de los sueños,
en tus silencios claros y pequeños,
una brisa de amor ya nos integra.
Fue un jardín luminoso y soñado,
En un jardín de sueños ya bordados,
floreciste a mi vida, rosa negra

Dos Gotas

Dos gotas de rocío abrazadas
en un tiempo de sueños infinitos;
dos gotas de rocío enamoradas
en las hojas de versos inescritos.
Dos gotas de rocío floreciendo
en las hojas de tiempos acallados,
dos gotas de rocío sucediendo
en la carpintería del collado.
Dos gotas de rocío ya fundidas
en cristales de besos fulgurantes;
dos gotas de rocío mañaneras
en mirada y silencios confundidas,
dos gotas de rocío anhelantes
como eternas y ya viejas compañeras.
Sonetos para un encuentro
Llegaste a mis manos cálida mujer
con tu hermosa túnica color de luto,
con esos silencios callados y enjutos
con un universo vestido de ayer.
Llegaste del cierzo con paso cansino,
abrigando llegaste esperanzas perdidas,
masticando noches, suturando heridas,
batallas ganadas al fiero destino.
Con pasos llegaste de dulce gorrión
en bosques umbrosos, vestidos de frío,
en lagos azules soñados de encanto,
en las notas llegaste de alguna canción.
Floreciste como fruta del estío
o una flor de loto por sobre el espanto.
De mañana te vi, y de aurora eterna,
en un desgranar de gráciles reflejos,
en un universo vestido de espejos,
en la soledad de una triste caverna.
Te encontré pintada una tarde de enero
en las cicatrices de una infancia triste
cuando un soplo de ábrego ya te desviste
y mi esencia muere de tanto que espero.
Me vestí de piel y colinas calladas,
de tus pasos vine brotando al sueño,
de tus ojos al aliento suspirante,
de niña, aroma de mujer amada,
aroma de besos, anhelos pequeños
que rueda de piel, dedos y amor amante.
Te encontré encerrada, en castillo fiero,
te encontré dudando en tu interno fuero.
Te encontré entonando de la gaita un cielo,
te encontré enredada, deshojando un velo.
Tejiendo de sol tus cabellos al viento,
de perfumes brotas como el pensamiento
y no reconoces mi esencia dormida,
y no reconoces tu vida en tantas vidas.
Estreché tu cuerpo para abrir tus puertas,
arañé tu pecho cansado y desierto,
y mis besos fueron en tus ansias muertas
y quemé mis ganas en un sueño incierto
y mi alma lloró en suavidad cautiva
para tiritar sobre tus llagas vivas.

Al final del túnel. Luís García Fernández


Al Final del Túnel


Tu,

que sorteaste tu propio rastro de sangre

de estertores podridos en el preciso instante

en el que esquivando sus vivas aristas,

y en el que atisbando

un instante de incertidumbre
intuiste,
con la impaciencia
de quien siente como se le acerca
su noche de bodas,
el oscuro y silencioso saludo
que, con toda seguridad,
habrían de dedicarte al final del viaje,
no pudiste por menos que,
observando como la inmediatez de tu destino,
tan maltrecho como los imprevisibles propósitos
de la mañana que te tocó vivir,
y perturbado por la resaca del escaso sueño
del que aún eras poseedor,
decidir,
desposeído del don del habla,
amén de otras traiciones,
el mantener hasta el final tan augusta expresión,
bastón de mando incluido,
y dedicar a los presentes
un ceremonioso saludo cargado de halitosis estival
y de muelas dañadas
y deseosas de pasar a mejor vida.
Y así,
ajeno a tu irreconciliable condición póstuma,
hubiste de escuchar al final del túnel
cual trompetas de Jerifó,
los bramidos de los cañones
envueltos en malsanos hedores de pólvora quemada,
con la desmesura de quien se siente desbaratado
por un lujurioso exabrupto
que nada tiene de amoroso.
Y cayéndote de bruces
mientras escuchabas el latido de la tierra
reclamando su dote
hubiste de comprobar que,
en este condenado país,
los indultos continúan llegando a destiempo,
como siempre. 

(1999)

Al final del túnel. Luís García Fernández


Al Final del Túnel


Tu,


que sorteaste tu propio rastro de sangre

de estertores podridos en el preciso instante

en el que esquivando sus vivas aristas,

y en el que atisbando

un instante de incertidumbre

intuiste,
con la impaciencia
de quien siente como se le acerca
su noche de bodas,
el oscuro y silencioso saludo
que, con toda seguridad,
habrían de dedicarte al final del viaje,
no pudiste por menos que,
observando como la inmediatez de tu destino,
tan maltrecho como los imprevisibles propósitos
de la mañana que te tocó vivir,
y perturbado por la resaca del escaso sueño
del que aún eras poseedor,
decidir,
desposeído del don del habla,
amén de otras traiciones,
el mantener hasta el final tan augusta expresión,
bastón de mando incluido,
y dedicar a los presentes
un ceremonioso saludo cargado de halitosis estival
y de muelas dañadas
y deseosas de pasar a mejor vida.
Y así,
ajeno a tu irreconciliable condición póstuma,
hubiste de escuchar al final del túnel
cual trompetas de Jerifó,
los bramidos de los cañones
envueltos en malsanos hedores de pólvora quemada,
con la desmesura de quien se siente desbaratado
por un lujurioso exabrupto
que nada tiene de amoroso.
Y cayéndote de bruces
mientras escuchabas el latido de la tierra
reclamando su dote
hubiste de comprobar que,
en este condenado país,
los indultos continúan llegando a destiempo,
como siempre. 

(1999)