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Mostrando entradas de abril 20, 2013

La fiesta grande: San Roque. Fernando Rebollo

Autor: Fernando Rebollo(----.red.retevision.es) Fecha: 02/07/2000 12:35 LA FIESTA GRANDE: SAN ROQUE Tam, tam, tam, suenan las campanas de la torre, algún difunto, parecen tristes las campanas, quizás alguien cansado se haya decidido a emprender la última cuesta, se decía así mismo Juan, sentado a la puerta de su casa; una vecina pregunta a otra ¿quién habrá muerto?, la otra está perpleja. Tam, tam, tam, tam, tam, alguna misa de  difuntos tal vez, aunque a estas horas quién demonios ha pensado en celebrar una misa, son las tres de la tarde, vaya una hora de recordarlo se dice Juan en el sopor veraniego que cae sobre el pueblo, y yo recién comido sin apenas fuerzas para mover un brazo cobijado bajo la sombra de la casa. Tam, tam, tam, tam, tam, los toques se aceleran, Juan muda la hipótesis, quizás alguna llamada del cura a la feligresa, alguna reunión para comuniones. Tam, tam, tam, tam, tam, tam, tam, tam, cada vez más toques. Juan observa como un vecino sale a la calle y le pregunta q

La fiesta grande: San Roque. Fernando Rebollo

Autor: Fernando Rebollo(----.red.retevision.es) Fecha: 02/07/2000 12:35 LA FIESTA GRANDE: SAN ROQUE Tam, tam, tam, suenan las campanas de la torre, algún difunto, parecen tristes las campanas, quizás alguien cansado se haya decidido a emprender la última cuesta, se decía así mismo Juan, sentado a la puerta de su casa; una vecina pregunta a otra ¿quién habrá muerto?, la otra está perpleja. Tam, tam, tam, tam, tam, alguna misa de  difuntos tal vez, aunque a estas horas quién demonios ha pensado en celebrar una misa, son las tres de la tarde, vaya una hora de recordarlo se dice Juan en el sopor veraniego que cae sobre el pueblo, y yo recién comido sin apenas fuerzas para mover un brazo cobijado bajo la sombra de la casa. Tam, tam, tam, tam, tam, los toques se aceleran, Juan muda la hipótesis, quizás alguna llamada del cura a la feligresa, alguna reunión para comuniones. Tam, tam, tam, tam, tam, tam, tam, tam, cada vez más toques. Juan observa como un vecino sale a la calle y le pregunta q

La fiesta grande: San Roque. Fernando Rebollo

Autor: Fernando Rebollo(----.red.retevision.es) Fecha: 02/07/2000 12:35 LA FIESTA GRANDE: SAN ROQUE Tam, tam, tam, suenan las campanas de la torre, algún difunto, parecen tristes las campanas, quizás alguien cansado se haya decidido a emprender la última cuesta, se decía así mismo Juan, sentado a la puerta de su casa; una vecina pregunta a otra ¿quién habrá muerto?, la otra está perpleja. Tam, tam, tam, tam, tam, alguna misa de  difuntos tal vez, aunque a estas horas quién demonios ha pensado en celebrar una misa, son las tres de la tarde, vaya una hora de recordarlo se dice Juan en el sopor veraniego que cae sobre el pueblo, y yo recién comido sin apenas fuerzas para mover un brazo cobijado bajo la sombra de la casa. Tam, tam, tam, tam, tam, los toques se aceleran, Juan muda la hipótesis, quizás alguna llamada del cura a la feligresa, alguna reunión para comuniones. Tam, tam, tam, tam, tam, tam, tam, tam, cada vez más toques. Juan observa como un vecino sale a la calle y le pregunta q

La cometa. La pandorga. Por Fernándo Rebollo

BEIRES, otoño en Beires y la niña sueña con el aire. Quiere comprender qué es el aire. Ha oído hablar de vientos de levante que mueven los árboles, que hacen saludar a las hojas, un último saludo para caer en el suelo junto al camino por donde pasan las lavanderas, vientos que hacen que las aguas de los lagos se muevan, se ericen. La niña ha emprendido la tarea de hacer instrumentos del aire, veletas que indican de dónde viene el aire y hacia dónde va. Molinetes de madera que giran y giran y castañetean. Los hermanos Wright ya han volado al aire y juegan con viejos artilugios invisibles entre los árboles. La niña se afana en una pandorga, telas y maderas finas y una larga cola, un hilo de cáñamo cogido al cruce de las maderas une la pandorga a la mano que tras salir corriendo por el camino la llevará fuera del bosque y en lugar despejado la dejará libre, a merced de los soplidos de este Eolo que por la tarde anda algo dormido. ¡Vuela!, ¡Vuela!, La pandorga vuela, sube el monte mientras

La cometa. La pandorga. Por Fernándo Rebollo

BEIRES, otoño en Beires y la niña sueña con el aire. Quiere comprender qué es el aire. Ha oído hablar de vientos de levante que mueven los árboles, que hacen saludar a las hojas, un último saludo para caer en el suelo junto al camino por donde pasan las lavanderas, vientos que hacen que las aguas de los lagos se muevan, se ericen. La niña ha emprendido la tarea de hacer instrumentos del aire, veletas que indican de dónde viene el aire y hacia dónde va. Molinetes de madera que giran y giran y castañetean. Los hermanos Wright ya han volado al aire y juegan con viejos artilugios invisibles entre los árboles. La niña se afana en una pandorga, telas y maderas finas y una larga cola, un hilo de cáñamo cogido al cruce de las maderas une la pandorga a la mano que tras salir corriendo por el camino la llevará fuera del bosque y en lugar despejado la dejará libre, a merced de los soplidos de este Eolo que por la tarde anda algo dormido. ¡Vuela!, ¡Vuela!, La pandorga vuela, sube el monte mientras

La cometa. La pandorga. Por Fernándo Rebollo

BEIRES, otoño en Beires y la niña sueña con el aire. Quiere comprender qué es el aire. Ha oído hablar de vientos de levante que mueven los árboles, que hacen saludar a las hojas, un último saludo para caer en el suelo junto al camino por donde pasan las lavanderas, vientos que hacen que las aguas de los lagos se muevan, se ericen. La niña ha emprendido la tarea de hacer instrumentos del aire, veletas que indican de dónde viene el aire y hacia dónde va. Molinetes de madera que giran y giran y castañetean. Los hermanos Wright ya han volado al aire y juegan con viejos artilugios invisibles entre los árboles. La niña se afana en una pandorga, telas y maderas finas y una larga cola, un hilo de cáñamo cogido al cruce de las maderas une la pandorga a la mano que tras salir corriendo por el camino la llevará fuera del bosque y en lugar despejado la dejará libre, a merced de los soplidos de este Eolo que por la tarde anda algo dormido. ¡Vuela!, ¡Vuela!, La pandorga vuela, sube el monte mientras

Poemas de Ángel Simón Collado

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INTRODUCCIÓN (Revista n.I, año I) El contenido del poema surge de una circunstancia fingida, de una escena imaginada. Piense el lector en una sobremesa de un incipiente verano.- Una estancia solitaria, una mesa arrimada a la ventana, una copa con vino sobre el blanquísimo mantel. Alguien, buscando alivio a la claridad excesiva, el calor agobiante, ha bajado la persiana y abierto los batientes. Haces de luz penetran entre las rendijas y uno de ellos inciden sobre la copa, dejando en el aire un rojo deslumbramiento. El poeta pasa y mira. La soledad, la penumbra, el mantel, la copa de vino, el rayo de luz, la calma y el silencio; todo en fin, produce una levísima conmoción en las lejanas del alma, un quietismo temblor en no sabe qué lugares del espíritu, una tensión inapreciable, un enigma callado y azaroso. Quieto y expectante atiende. Una Creación inmensa en el espacio y en el tiempo, un Universo bifurcándose hasta el infinito para ofrecer, aquí y ahora, esos instantes perfectos, esos m

Poemas de Ángel Simón Collado

INTRODUCCIÓN (Revista n.I, año I) El contenido del poema surge de una circunstancia fingida, de una escena imaginada. Piense el lector en una sobremesa de un incipiente verano.- Una estancia solitaria, una mesa arrimada a la ventana, una copa con vino sobre el blanquísimo mantel. Alguien, buscando alivio a la claridad excesiva, el calor agobiante, ha bajado la persiana y abierto los batientes. Haces de luz penetran entre las rendijas y uno de ellos inciden sobre la copa, dejando en el aire un rojo deslumbramiento. El poeta pasa y mira. La soledad, la penumbra, el mantel, la copa de vino, el rayo de luz, la calma y el silencio; todo en fin, produce una levísima conmoción en las lejanas del alma, un quietismo temblor en no sabe qué lugares del espíritu, una tensión inapreciable, un enigma callado y azaroso. Quieto y expectante atiende. Una Creación inmensa en el espacio y en el tiempo, un Universo bifurcándose hasta el infinito para ofrecer, aquí y ahora, esos instantes perfectos, esos m

Poemas de Ángel Simón Collado

INTRODUCCIÓN (Revista n.I, año I) El contenido del poema surge de una circunstancia fingida, de una escena imaginada. Piense el lector en una sobremesa de un incipiente verano.- Una estancia solitaria, una mesa arrimada a la ventana, una copa con vino sobre el blanquísimo mantel. Alguien, buscando alivio a la claridad excesiva, el calor agobiante, ha bajado la persiana y abierto los batientes. Haces de luz penetran entre las rendijas y uno de ellos inciden sobre la copa, dejando en el aire un rojo deslumbramiento. El poeta pasa y mira. La soledad, la penumbra, el mantel, la copa de vino, el rayo de luz, la calma y el silencio; todo en fin, produce una levísima conmoción en las lejanas del alma, un quietismo temblor en no sabe qué lugares del espíritu, una tensión inapreciable, un enigma callado y azaroso. Quieto y expectante atiende. Una Creación inmensa en el espacio y en el tiempo, un Universo bifurcándose hasta el infinito para ofrecer, aquí y ahora, esos instantes perfectos, esos m

Poemas de Guillermo Ayala.

diariovoz. Taller de literatura. Revista literaria ROSA ROJA Rosa roja de Junio, terciopelo rojo en mi terraza, gritos de belleza callada, suspiro, que el amor desata. ¿De dónde vino tu fragancia delicada! ¡De dónde   tu púrpura festoneada! ¡De dónde, entre la tierra basta! ¡De dónde, misteriosa dama! ¡Oh, rosa roja!, me hablas del infinito, que mi corazón anhela, de tu esencia, que quiero por horizonte, y del dolor efímero que sube por tu tallo, y al final... se pierde. FIESTA NACIONAL Suenan ya los clarines... la tarde, viene de fiesta. Claveles blancos y rojos, mantillas y peinetas, circundan los graderíos... -clamor que acusa y espera- Dos ojillos sorprendidos, detrás de una negra puerta, sueñan azules abiertos, verdes y anchas praderas, vuelos de mirlos y alondras.. y aromas de hierbabuena. Se abren ya los toriles.. la tarde se turba, inquieta. Mil cuchillos escondidos, forjados en las cabezas, concéntricos de frío anhelo, oponen su cruel condena y estrechando su círculo, vuelven

Poemas de Guillermo Ayala.

diariovoz. Taller de literatura. Revista literaria ROSA ROJA Rosa roja de Junio, terciopelo rojo en mi terraza, gritos de belleza callada, suspiro, que el amor desata. ¿De dónde vino tu fragancia delicada! ¡De dónde   tu púrpura festoneada! ¡De dónde, entre la tierra basta! ¡De dónde, misteriosa dama! ¡Oh, rosa roja!, me hablas del infinito, que mi corazón anhela, de tu esencia, que quiero por horizonte, y del dolor efímero que sube por tu tallo, y al final... se pierde. FIESTA NACIONAL Suenan ya los clarines... la tarde, viene de fiesta. Claveles blancos y rojos, mantillas y peinetas, circundan los graderíos... -clamor que acusa y espera- Dos ojillos sorprendidos, detrás de una negra puerta, sueñan azules abiertos, verdes y anchas praderas, vuelos de mirlos y alondras.. y aromas de hierbabuena. Se abren ya los toriles.. la tarde se turba, inquieta. Mil cuchillos escondidos, forjados en las cabezas, concéntricos de frío anhelo, oponen su cruel condena y estrechando su círculo, vuelven

Poemas de Guillermo Ayala.

diariovoz. Taller de literatura. Revista literaria ROSA ROJA Rosa roja de Junio, terciopelo rojo en mi terraza, gritos de belleza callada, suspiro, que el amor desata. ¿De dónde vino tu fragancia delicada! ¡De dónde   tu púrpura festoneada! ¡De dónde, entre la tierra basta! ¡De dónde, misteriosa dama! ¡Oh, rosa roja!, me hablas del infinito, que mi corazón anhela, de tu esencia, que quiero por horizonte, y del dolor efímero que sube por tu tallo, y al final... se pierde. FIESTA NACIONAL Suenan ya los clarines... la tarde, viene de fiesta. Claveles blancos y rojos, mantillas y peinetas, circundan los graderíos... -clamor que acusa y espera- Dos ojillos sorprendidos, detrás de una negra puerta, sueñan azules abiertos, verdes y anchas praderas, vuelos de mirlos y alondras.. y aromas de hierbabuena. Se abren ya los toriles.. la tarde se turba, inquieta. Mil cuchillos escondidos, forjados en las cabezas, concéntricos de frío anhelo, oponen su cruel condena y estrechando su círculo, vuelven