Sauvage

 Dejó que rodara suavemente por encima de la mesa. Apenas si se oyó un leve ruido que le hizo girar la cabeza mientras jugaba una y otra vez al ajedrez. Leyó la marca Mure "sauvage"... y no pudo más que sonreír. ¿Cuánto tiempo hacía que no se portaba como una gatita salvaje?. Tenía que hacer grandes esfuerzos. O no tantos, porque le vino a la memoria un olor. Sí, sintió que olía. A su mente le vino ese perfume como cercano, y se puso tensa.  Recordó que aquella noche había muchas estrellas en el cielo. Brillaban con tanta fuerza que casi no hacía falta luz artificial.

El mar brillaba como una ola gigante de plata, y la luna, no muy lejos, saludaba sonriente. Los vigilaba. Más bien no dejó de mirarlos mientras ella, con mucha decisión, como si quisiera vencer los miedos que sólo la juventud permite no tener, se quitó aquél vestido a juego con la luna. ¡Estará el agua muy fría.! Oyó decir, no muy lejos de su pensamiento. ¡No importa!. El agua estaba templada. Un poco de escalofrío, más por el sentimiento ajeno de duda cuando quiso abrir los ojos en aquella oscuridad, que por la temperatura que cubrió su cuerpo. ¡Ven!. No está fría.

Le vió deslizar la ropa sobre la playa. Mirar hacia otro lado. Como si en la noche se le pudiera ver el rubor que cubría sus mejillas... Al volverse, seguro que sin proponérselo, pudo ver su silueta y se sonrojó. ¡Vaya!. Una sensación de calor corrió por entre sus piernas que le obligó a cruzarlas en un acto reflejo que le produjo una leve sensación de placer.

"Mejor nado un poco". Pensó en voz alta. Giró sobre su cuerpo y nadó dos brazas cuando sintió agua sobre su cara y risas.. Ahh. Me vas a ahogar.. deja de jugar a echarme agua. ¡ Ya lo tenía a su lado. Movía los brazos para salpicarle haciéndola rabiar porque no la dejaba ver nada. No quiero pensar. Vaya una tonta. Siento temor si miro hacia abajo. No quiero ni me atrevo a poner los pies en el suelo.


29/12/2001

La voz del poeta



Fernando Luis Pérez Poza

LA VOZ DEL POETA


Era un relámpago de fuego fértil.
De la profunda sima del silencio
salió su voz de sirena vestida
de sal, su voz remota y cadenciosa
que inundó de ecos y espejos la estirpe
torrencial que latía en el poeta.

Buscaron las palabras en el aire
la luz inapelable del destino,
el río acantilado de la sangre,
el rudo laberinto de un latido.

La voz del poeta, como un misterio
hueco que nadie alcanza a resolver,
rescató la lírica del olvido,
trocó los pensamientos en sonidos,
destiló el sentimiento en abanico.
Extrajo las raíces de la rima,
los caireles del metro y la cadencia,
para vestir la idea con ropajes
de seda, pedernal y fantasía.
Ordenó las sílabas, los acentos,
encendió la yesca del caligrama
como si fuera
voz,
alta
el
la
voz
del tiempo ardiendo en una hoguera.
La voz del poeta izó al alto mástil
de la literatura la bandera
eterna y blanca de la poesía.

Como campanas rotas resonaron
sus palabras delirantes: espeso
era el enigma del bronce acallando
el metal en la forja de su canto.
El mensaje se perdía en el punto
más hondo del vacío si no había
al otro lado un alma que escuchara
el tañido infinito de sus fibras.

La canción salió inconsciente del aire,
de la bruma, de ese vapor espeso
que desprenden los sueños y se palpa
en la mirada hambrienta del poeta,
en esa mirada ebria que desnuda
las cosas, en esa mirada astral
que todo lo siente y todo lo abarca.

El albañil de la palabra abrió
sus negros ojos y vio que el mundo era
un confuso escenario de fantasmas,
un circo palpitante de emociones
que en su ruedo estrangula el corazón,
un estéril desierto de miserias
que anestesia la voz de la razón.

www.tallerdelpoeta.com

Revista Literaria "La voz de la Cometa. Tu voz en Internet".
Revista cultural, con noticias al día. Queremos transmitir la cultura "sin fronteras". ¡Participa!
   
abril 2001 
©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España.

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Charlamos sin abrir la boca, sonreímos sin mover los labios, nos abrazamos sin tocarnos

La estación. Disset

Y si la muerte viene a buscarme,
si la muerte viene a buscarme
tiene permiso para entrar en casa,
pero sepa, desde ahora,
que nunca podré amarla.

Y si he de partir con ella,
y si he de partir con ella,
todo lo que quede de mí,
sean gusanos, ceniza
o un acorde de mi viaje
quiero que canten ese signo...
vida, vida¡¡



Y al llegar a la estación todo era silencio. Sólo unos minutos más, y aparecería puntualmente el tren de las 15, 30 de corto recorrido que ansiosamente esperaba. Ella bajó elegantemente del vagon. Nos miramos a los ojos, y con disimulada expresividad, nos besamos fugazmente en el anden. Nadie nos había observado. Unos cuantos peldaños y nos esperaba la libertad. Nuestros cuerpos contenidos y cómplices del encuentro se fundieron en uno. Esas miradas a los ojos y la expresión de felicidad, la sonrisa en los labios y el beso intenso, el roce de las mejillas y el olor de pinos, el corazón palpitante y su pelo rubio brillando al sol.


Sumidos en el abrazo, mi mano rozó superficialmente sus nalgas por encima del vestido, dándome fe de que la promesa se había cumplido nuevamente, el regalo estaba esperándome y reservado exclusivamente para mi. Ella seguía amándome con todas sus fuerzas. Cruzamos el puente y nos dirigimos al restaurante.


Un lugar que desprendía esa belleza de lo viejo, la iglesia de torre románica al fondo, unos jardines a los lados, y unas vidrieras grandiosas, que armonizaban con su entorno de piedra añeja. Todo estaba solitario y vacío, dando la sensación de exclusividad. El salón, las mesas bien dispuestas, los pequeños detalles de calidad, la música de fondo, y nosotros solos en la estancia, uno en frente del otro, sintiéndonos transportados misteriosamente, a un romántico país mediterráneo. Unas ensaladas de primero, un vino blanco para acompañar y seguíamos prendidos de manos y miradas y roces hasta que nos levantamos finalmente del lugar y salimos por la puerta principal con ese aire de satisfacción.



Con los deseos a flor de piel que nos impulsaban frenéticamente, buscamos refugio en el pequeño y caldeado habitáculo de coche. Las puertas abiertas de par en par, y el intenso viento abrasador que circulaba, nos invitaba a no demorar por más rao nuestras apetencias insatisfechas de días y días.

Me diste tanto, en tan poco tiempo. Tu mirada ingenua e insinuadora que me invitaba con poco disimulo a que empezara la búsqueda del regalo prometido. Y despúes llegó el largo beso que nos dejaba sin respirar, y mis dedos rozaron el principio de tu pierna, y luego subí lentamente por ella, y busqué la parte interior más suave y delicada para prolongar esa caricia que tu pasión reclamaba, y luego sin obstáculo alguno, llegué al deseado y frondoso bosque de magnolias y abedules, fantasía de mis sueños, regalo de regalos, que rebosante de humedad se entregaba abiertamente a mis juegos. Te vi cerrar los ojos y escuché como estremecías de placer. Estaba de nuevo junto a tí, entregado y lleno de satisfacción, envolviéndote en mi manto de dulzura y paz.

De: disset@...com
Para: fantasia@elistas.net
Enviado: Sábado, 19 de mayo de 2001

Meditar en Barcelona.

La ciudad a medias imaginada (y sin embargo absolutamente real) empieza en nosotros, tiene sus raíces plantadas en nuestra memoria. El Mediterráneo es un mar absolutamente pequeño: la magnitud y la grandeza de su historia nos hace imaginarlo más grande de lo que en realidad es.

La política del amor, las intrigas del deseo, el bien y el mal, la virtud y el capricho, el amor y el crimen se mueven oscuramente en todos los rincones sombríos de las calles y plazas de Barcelona.
Me he preguntado mucho tiempo, si debía decirte ciertas cosas que he puesto ahí. Por momentos me parecía una locura y una impertinencia. Después de todo, ¿cuál fue su propósito ? ¿Pintarnos como individuos de carne y hueso o como personajes de ficción?. No lo sé.

Yo pinté la ciudad pincelada tras pincelada, sobre una superficie curva: ¿cuál fue su objeto: la poesía o los hechos? Si te interesan los hechos, hay muchas cosas que tienes el derecho de conocer, pero las mejores respuestas vienen siempre del otro lado de la tumba. Primero los jóvenes trepan, como viñas, por los melancólicos soportes de sus mayores, que se complacen en sentir sus dedos suaves y tiernos; luego los viejos se apoyan en los hermosos cuerpos jóvenes para descender a sus propias muertes.

Era casi el alba cuando abandoné el fascinante montón de papeles con sus comentarios sobre mi verdadera vida (interior), y como un borracho me fui a la cama tambaleándome, con la cabeza a punto de estallar, resonante de los ecos de la ciudad, la ubica ciudad donde todavía pueden encontrarse y unirse todos mis recuerdos, todas mis costumbres, donde se entrecruzan mis destinos más íntimos. En el momento de hundirme en el sueño, oí una voz que me repetía: "¿Qué es lo que te interesa saber?..¿qué más te interesa saber?. Tengo que saberlo todo para liberarme por fin de esa ciudad -respondí en sueños-

Cuando se arranca una flor, la rama vuelve a su posición primitiva. Con las cosas del corazón no ocurre lo mismo. La verdad .. no hay nada que, con el tiempo se contradiga más. Si las cosas fueran siempre lo que parecen, ¡qué empobrecida quedaría la imaginación del hombre! No tengo porque ponerlo todo por escrito, fríamente, hasta que pase el tiempo de la memoria y el deseo. Sé que la llave que trato de hacer girar está en mí mismo. Soy demasiado noble para enamorarme de otra manera que no fuese apasionadamente, y al mismo tiempo soy muy capaz de enamorarme de alguien con quien sólo hablara una vez por año.

El río profundo y tranquilo de mi corazón atesora las imágenes y al mismo tiempo las refleja en la corriente rápida, las deja hundirse más profundamente en la memoria . Las verdadera inocencia no puede hacerme nada vulgar, y cuando va unida a la generosidad de corazón, la combinación da por resultado una extraordinaria vulnerabilidad.

En esa experiencia súbita y destructora, comparable por su tensión y su ardor a esas pasiones ridículas que los colegiales suelen sentir por sus profesoras - y sin embargo subrayan por los trazos terribles y maduros de la naturaleza-, siento realmente los dolores del crecimiento de la vejez: la carne, el espíritu que retroceden ante las exigencias realmente incapaces de satisfacer. En el fondo de mi mismo, experimento las primeras angustias de una sensación nueva para mi. Extraños caminos que siguen los hombres en su crecimiento.  ¡Cuánto quisiera que me fuese indiferente! Y esas repugnancias tiene precisamente el mismo origen que el deseo de oír una vez más su voz; de verla una vez más. Esta súbita polaridad del sentimiento me deja perplejo y aterrado.

Trato de volver a otros placeres, para descubrir que no existe ninguno. Se que el corazón se cansa de la monotonía, que la costumbre y la desesperación son compañeros del amor, y espero pacientemente, como podía hacerlo un hombre viejo, que la carne curara sus impulsos, que librara del vinculo no reconocido. Vana espera, pues cada día me hundo un poco más.

Así como una prostituta puede ignorar que su cliente es un poeta que la inmortalizará en un soneto que nunca leerá, así ignorará que marcará durante años a su amante, que debilitará su capacidad de dar un amor íntegro, siendo ésta por temperamento su verdadera vocación. Sin embargo no tiene mala intención. Sencillamente es víctima de ese deseo de agradar, de compartir esos tesoros que su experiencia ha acumulado y que, en suma, no había tenido hasta entonces importancia para ella. Lo daba todo, no conocía el valor de nada, como auténtica Venus del alma que era. Al amor (de donde viniera) podía responder, pero sólo con las hermosas y gastadas fórmulas de la amistad. Su cuerpo no significaba nada para ella. Era el engaño. Su pudor era extraordinario. Esta manera de dar es realmente chocante porque es simple, sin precocidad, sin refinamiento.

Tampoco tiene la menor importancia, en otra escala de referencia, que una mujer desorientada por los caprichos de sus sentimiento, atormentada, invadida por los aspectos aterradores de su personalidad, se arrojara contra quien más amaba y admiraba, para herirlos en su lado mas débil. Algunos seres han nacido para sembrar el bien y el mal en una medida mucho mayor que los demás mortales, portadores inconscientes de enfermedades que no pueden curar.

¿Es preferible acaso para el alma soportar malos sueños y constipación, para que el médico encuentre siempre una frente caliente y un aire culpable?. No sé. Es difícil aislar una cualidad moral en el acto libre. Y además, enamorarse de alguien más ignorante que uno mismo, que añade el delicioso estremecimiento que produce la conciencia de pervertirlo, de sumirlo en el barro del que nacen las pasiones, y los poemas, y las teorías sobre Dios. Quizás sea más prudente no emitir juicios.

Y además, muy pocos comprenden que la sexualidad es un acto psíquico y no físico. El torpe acoplamiento de los seres humanos no es sino una paráfrasis biológica de esta verdad, un método primitivo de poner los espíritus en contacto, de comprometerlos. Pero la mayoría de gentes se detienen en el aspecto físico, y no tienen conciencia de la armonía que con tanta torpeza el acto trata de mostrar. Por eso las tristes repeticiones del mismo error son sencillamente como una larga y aburrida tabla de multiplica, y así será mientras no saquemos la cabeza del agujero para ponernos a pensar con autonomía.

Cada uno de nosotros, como la luna, tenía un lado oscuro, podía volver la cara mentirosa del "no amor" a la persona que más amaba y más la necesitaba.

DISSET, mayo 2001