Meditar en Barcelona.

La ciudad a medias imaginada (y sin embargo absolutamente real) empieza en nosotros, tiene sus raíces plantadas en nuestra memoria. El Mediterráneo es un mar absolutamente pequeño: la magnitud y la grandeza de su historia nos hace imaginarlo más grande de lo que en realidad es.

La política del amor, las intrigas del deseo, el bien y el mal, la virtud y el capricho, el amor y el crimen se mueven oscuramente en todos los rincones sombríos de las calles y plazas de Barcelona.
Me he preguntado mucho tiempo, si debía decirte ciertas cosas que he puesto ahí. Por momentos me parecía una locura y una impertinencia. Después de todo, ¿cuál fue su propósito ? ¿Pintarnos como individuos de carne y hueso o como personajes de ficción?. No lo sé.

Yo pinté la ciudad pincelada tras pincelada, sobre una superficie curva: ¿cuál fue su objeto: la poesía o los hechos? Si te interesan los hechos, hay muchas cosas que tienes el derecho de conocer, pero las mejores respuestas vienen siempre del otro lado de la tumba. Primero los jóvenes trepan, como viñas, por los melancólicos soportes de sus mayores, que se complacen en sentir sus dedos suaves y tiernos; luego los viejos se apoyan en los hermosos cuerpos jóvenes para descender a sus propias muertes.

Era casi el alba cuando abandoné el fascinante montón de papeles con sus comentarios sobre mi verdadera vida (interior), y como un borracho me fui a la cama tambaleándome, con la cabeza a punto de estallar, resonante de los ecos de la ciudad, la ubica ciudad donde todavía pueden encontrarse y unirse todos mis recuerdos, todas mis costumbres, donde se entrecruzan mis destinos más íntimos. En el momento de hundirme en el sueño, oí una voz que me repetía: "¿Qué es lo que te interesa saber?..¿qué más te interesa saber?. Tengo que saberlo todo para liberarme por fin de esa ciudad -respondí en sueños-

Cuando se arranca una flor, la rama vuelve a su posición primitiva. Con las cosas del corazón no ocurre lo mismo. La verdad .. no hay nada que, con el tiempo se contradiga más. Si las cosas fueran siempre lo que parecen, ¡qué empobrecida quedaría la imaginación del hombre! No tengo porque ponerlo todo por escrito, fríamente, hasta que pase el tiempo de la memoria y el deseo. Sé que la llave que trato de hacer girar está en mí mismo. Soy demasiado noble para enamorarme de otra manera que no fuese apasionadamente, y al mismo tiempo soy muy capaz de enamorarme de alguien con quien sólo hablara una vez por año.

El río profundo y tranquilo de mi corazón atesora las imágenes y al mismo tiempo las refleja en la corriente rápida, las deja hundirse más profundamente en la memoria . Las verdadera inocencia no puede hacerme nada vulgar, y cuando va unida a la generosidad de corazón, la combinación da por resultado una extraordinaria vulnerabilidad.

En esa experiencia súbita y destructora, comparable por su tensión y su ardor a esas pasiones ridículas que los colegiales suelen sentir por sus profesoras - y sin embargo subrayan por los trazos terribles y maduros de la naturaleza-, siento realmente los dolores del crecimiento de la vejez: la carne, el espíritu que retroceden ante las exigencias realmente incapaces de satisfacer. En el fondo de mi mismo, experimento las primeras angustias de una sensación nueva para mi. Extraños caminos que siguen los hombres en su crecimiento.  ¡Cuánto quisiera que me fuese indiferente! Y esas repugnancias tiene precisamente el mismo origen que el deseo de oír una vez más su voz; de verla una vez más. Esta súbita polaridad del sentimiento me deja perplejo y aterrado.

Trato de volver a otros placeres, para descubrir que no existe ninguno. Se que el corazón se cansa de la monotonía, que la costumbre y la desesperación son compañeros del amor, y espero pacientemente, como podía hacerlo un hombre viejo, que la carne curara sus impulsos, que librara del vinculo no reconocido. Vana espera, pues cada día me hundo un poco más.

Así como una prostituta puede ignorar que su cliente es un poeta que la inmortalizará en un soneto que nunca leerá, así ignorará que marcará durante años a su amante, que debilitará su capacidad de dar un amor íntegro, siendo ésta por temperamento su verdadera vocación. Sin embargo no tiene mala intención. Sencillamente es víctima de ese deseo de agradar, de compartir esos tesoros que su experiencia ha acumulado y que, en suma, no había tenido hasta entonces importancia para ella. Lo daba todo, no conocía el valor de nada, como auténtica Venus del alma que era. Al amor (de donde viniera) podía responder, pero sólo con las hermosas y gastadas fórmulas de la amistad. Su cuerpo no significaba nada para ella. Era el engaño. Su pudor era extraordinario. Esta manera de dar es realmente chocante porque es simple, sin precocidad, sin refinamiento.

Tampoco tiene la menor importancia, en otra escala de referencia, que una mujer desorientada por los caprichos de sus sentimiento, atormentada, invadida por los aspectos aterradores de su personalidad, se arrojara contra quien más amaba y admiraba, para herirlos en su lado mas débil. Algunos seres han nacido para sembrar el bien y el mal en una medida mucho mayor que los demás mortales, portadores inconscientes de enfermedades que no pueden curar.

¿Es preferible acaso para el alma soportar malos sueños y constipación, para que el médico encuentre siempre una frente caliente y un aire culpable?. No sé. Es difícil aislar una cualidad moral en el acto libre. Y además, enamorarse de alguien más ignorante que uno mismo, que añade el delicioso estremecimiento que produce la conciencia de pervertirlo, de sumirlo en el barro del que nacen las pasiones, y los poemas, y las teorías sobre Dios. Quizás sea más prudente no emitir juicios.

Y además, muy pocos comprenden que la sexualidad es un acto psíquico y no físico. El torpe acoplamiento de los seres humanos no es sino una paráfrasis biológica de esta verdad, un método primitivo de poner los espíritus en contacto, de comprometerlos. Pero la mayoría de gentes se detienen en el aspecto físico, y no tienen conciencia de la armonía que con tanta torpeza el acto trata de mostrar. Por eso las tristes repeticiones del mismo error son sencillamente como una larga y aburrida tabla de multiplica, y así será mientras no saquemos la cabeza del agujero para ponernos a pensar con autonomía.

Cada uno de nosotros, como la luna, tenía un lado oscuro, podía volver la cara mentirosa del "no amor" a la persona que más amaba y más la necesitaba.

DISSET, mayo 2001