AGUA EN POLVO


ELIAS ANDRINO O LOS INVENTOS MAS HUMANOS por Juan J. Cienfuegos.


VVA. de los Castillejos.  Homenaje a Matías, ni castillejero ni portugués sino todo lo contrario: del mundo.


Cuando conocí a Elías Andrino, su razón ya había imaginado ciertas locuras. Era una de esas personas que apabullan aun más de lo que su presencia física, ingente, les concede, y eso que estaba algo metido en carnes. Sin embargo, iba diciendo, su peso era, sobre todo, especifico. La sombra del águila majestuosa cayendo enorme y lentamente podría ser una manera de figurarlo cuando se acercaba caminando, indefectiblemente, hacia la esquina del bar de Marco, habitual sede de su oráculo. Sin embargo, los adictos a aquel juego no le temían, y eso que dicen que esta clase de seres viven más por el miedo que en secreto se les profesa que por el respeto que en público se les reconoce, quizás precisamente para ocultar aquel temor.

Paseaba las calles colindantes de la Plaza, estrechos empedrados de geométrica simplicidad, en las soleadas mañanas primaverales. El humo de sus ininterrumpidos cigarrillos no lograba sobreponerse al natural aroma de esa época y lugar, porque están tan cerca las jaras que casi se dejan ver por estos días de primavera, allá, al final de la calle Monte, camino que desde antiguo lleva a la cercana Portugal. Con alguna dificultad se distinguen, brumosas por el incipiente calor, las encinas que asedian casi al pueblo y cuya fragancia áspera se mezcla con la más fresca del tomillo, la mejorana, o el aroma del poleo, pero todos respetando aquel lujo del campo pobre del Andévalo, su auténtica reina, la jara en flor.-

Aquél hombretón portugués era un paseante de la fantasía. Cuando yo supe que lo había conocido, es decir, cuando lo vi por primera vez con la memoria que ahora me lo recuerda, estaba en mitad de la calle, parado con toda su humanidad en el trance de componer unos misteriosos signos con sus manos, la mirada vagabundeando por un cielo de fantasmas, familiares sólo para él. Este rito era de ausencia. A ver si no. Mientras Elías aparecía por lo común muy hablador, a aquellas horas del final de la mañana, en cambio, se retiraba a su interior y a su cielo, sin que le importaran nada el auténtico y su meteorología de calores o de lluvias. Nadie sabía el significado de aquella cifra, clave extraña que dibujaba Andrino de vez en cuando con

sus manos, como si hablara con alguien de arriba. Dios no, por supuesto, sino con seres elevados tan sólo unos metros por encima de las cabezas. ¿Espectros infernales?. ¿La pajarería común?. ¿A quién le hablaba Elías?. La respuesta sólo la supe muchos años mas tarde y me la ofreció el azar.-


Sucedió que una de esas veces en que se mira sin ver. Estaban dando en la televisión la noticia diaria de la Bolsa de Valores. Al contemplar a los agentes corriendo de aquí para allá, vociferando y gesticulando en medio de tamaña turbamulta de gritos, súbitamente, a la manera de una visión o de un sueño, se me apareció la imponente figura del portugués, parado, estático, ensimismado y componiendo exactamente los mismos gestos de esos modernos agentes de Bolsa que yo estaba ahora viendo en mi televisor. Este secreto nunca se lo dije a nadie. Demasiados locos hemos tenido en el pueblo como para que, contra mi interés, vengan a añadir otro a la lista. Pero ya desde ese día, continuamente, he ido recordando y restaurando en mi magín la personalidad y el mundo de Elías.

Su voz era ronca, atronadora y retumbante. Sentado en el banco de la Plaza los habituales de Elías lo escuchábamos con devoción cuando, en un portugués de frontera lleno de dulces "misturas", nos iba desvelando sus inventos. Misterios que a nadie debíanse repetir, decía, por mor de que en su ignorancia alguno no fuera a recelar de él; que ya sabíamos de la afición popular a poner motes, o a perseguir. Tocado de un leve sombrerillo, siempre de chaqueta, con chalequillo aun en verano, moreno hasta la negritud, ahuecando la voz, con su eterno Bisonte cuando no tenía tabaco portugués, nos iba regalando su mundo pletórico de fantasías y maravillas. Unas veces eran los viajes, asunto este que salía mucho en nuestras conversaciones porque él era muy viajado, y ahora sin ir mas lejos, nos decía, acababa de llegar de Faro, (o de Mértola, o de Lisboa, o de ...).

Pero más me acuerdo de aquella intermitente lucidez suya que le  permitía el extraordinario lujo de acordarse de todo, portugués Funes borgiano. Esta paradójica simultaneidad de la memoria y la enajenación fue una sorpresa más de su esquiva personalidad, de tal manera que, de que supo que yo estudiaba Letras, no pasaron vacaciones sin que me preguntara si conocía yo algo de turco o tuviera algún diccionario, que él tenía interés en esa lengua, algún libro que otro para escribir con en ella y quería refrescar el conocimiento que antes tuviera.

Su cultura era, como muchas veces se dijo de muchos y pocas con fundamento, más que mediana. Además de los viajes y el mundo, se conoce que algunos libros leyó, los que en la casa de la Alameda mantuvo guardados, incluso después de irse para siempre Elías, su fiel Elvira, el ama de llaves que le sacrificó su mocedad y los primores de su mesa. Estoy seguro de haberle oído a Elías alguna vez que cursó estudios elementales en Huelva, en el antiguo colegio de la avenida de la Rábida, San Casiano por más señas, donde aseguraba haber escuchado recitar sus poesías al mismísimo Juan Ramón, cuando era un muchacho, pero ya entonces raro, añadía socarronamente.

Hay luego una laguna de muchos años hasta los días aquellos de primavera en que nos parábamos a escucharle. Por detalles que no hace referir ahora, es seguro que vivió en Portugal todo ese tiempo, los años decisivos de su vida y de su historia. Allí el encanto del fado lo transmutó en el melancólico y ensoñado Elías que conocí y que me instruyó en el sagrado ministerio de sus inventos.

Uno de los preferidos suyos era el del cruce de especies animales. A veces el insólito matrimonio era el objetivo de una gran empresa que iba a crear enseguida. Ese era el caso del "patoperdiz", una rara avis que iba a dar de comer gratis a medio mundo. El sabor de la carne sería exquisito, nos contaba a la hora del almuerzo, de tal manera que nadie que lo probara distinguiría a la perdiz del pato, sino a los dos fundidos en algo nuevo y maravilloso. A las preguntas del escaso auditorio sobre cómo pensaba conseguir el ayuntamiento de las dos aves, nunca contestaba, una mirada con su punto de desdén y una sonrisa desde la altura eran la respuesta invariable.

Otras veces parecía que su empeño era casar a enemigos irreconciliables. Por esta causa nació el "gatopájaro" y de este nuevo parto, lo recuerdo bien, no hubo cuestión sobre su origen. Siempre le recriminábamos su parquedad para describir los inventos, siendo así que tan sólo supimos del patoperdiz su habilidad natatoria gracias a sus patas membranosas. Naturalmente, para el gatopájaro contaba con el antecedente del mítico Pegaso, así que, sin más, le puso alas.

Pero, sin duda, el mejor invento de Elías Andrino fue el agua en polvo. Este producto resultaba carísimo, por eso aún no lo vendía la correspondiente empresa, decía el buen Elías como para excusarse de no ponérnoslo ahora mismo allí delante. Debió de darle mucho trabajo y cavilación, a juzgar por los efectos que obtenía. Todo nació de una conversación de viajes que en cierta ocasión giró por las entonces colonias portuguesas, concretamente Angola. El cuadro que nos pintaba era de negros en los angoleños cafetales, sofocados por un calor abrasador que se multiplicaba por la escasez de agua, epidemia eterna que padecen estos morenos, decía. Discurrió entonces Elías un proceso que desembocaba en la creación de su obra maestra.

Consistía la cosa en un concentrado de agua de extraordinaria densidad la cual en sucesivas fases iba  aumentando en sentido inversamente proporcional a su tamaño, hasta llegar a una bola (apenas como un puño, nos decía) de agua en polvo. Este era, por fin, el remedio que iba a terminar con la sed y el hambre del mundo, el agua en polvo, que Andrino vendía, para colmo, diciendo que nada era más fácil de hacer. Poca materia prima : agua líquida, y una prensa enorme para comprimirla hasta el infinito. Luego, la aviación se encargaría de lanzarla desde el cielo, y con la velocidad y el porrazo de la caída, aquel puñetazo de agua se convertía en un inmenso lago de agua fresca y transparente.

Este anuncio del agua se cumplió al menos con él, porque la negrura de su piel se refrescó para siempre en el paraíso del Guadiana, donde a bordo de esos barcos que hacen la travesía entre las dos orillas, las que un día fueron del tío Hugo y que plantó del oloroso algarrobo, se fue para siempre el portugués a la Sierra de la Luna para instruir al dios Endovelo en sus inventos.

2.- El agua en polvo, Juan J. Cienfuegos (8)

AGUA EN POLVO


ELIAS ANDRINO O LOS INVENTOS MAS HUMANOS por Juan J. Cienfuegos.


VVA. de los Castillejos.  Homenaje a Matías, ni castillejero ni portugués sino todo lo contrario: del mundo.


Cuando conocí a Elías Andrino, su razón ya había imaginado ciertas locuras. Era una de esas personas que apabullan aun más de lo que su presencia física, ingente, les concede, y eso que estaba algo metido en carnes. Sin embargo, iba diciendo, su peso era, sobre todo, especifico. La sombra del águila majestuosa cayendo enorme y lentamente podría ser una manera de figurarlo cuando se acercaba caminando, indefectiblemente, hacia la esquina del bar de Marco, habitual sede de su oráculo. Sin embargo, los adictos a aquel juego no le temían, y eso que dicen que esta clase de seres viven más por el miedo que en secreto se les profesa que por el respeto que en público se les reconoce, quizás precisamente para ocultar aquel temor.

Paseaba las calles colindantes de la Plaza, estrechos empedrados de geométrica simplicidad, en las soleadas mañanas primaverales. El humo de sus ininterrumpidos cigarrillos no lograba sobreponerse al natural aroma de esa época y lugar, porque están tan cerca las jaras que casi se dejan ver por estos días de primavera, allá, al final de la calle Monte, camino que desde antiguo lleva a la cercana Portugal. Con alguna dificultad se distinguen, brumosas por el incipiente calor, las encinas que asedian casi al pueblo y cuya fragancia áspera se mezcla con la más fresca del tomillo, la mejorana, o el aroma del poleo, pero todos respetando aquel lujo del campo pobre del Andévalo, su auténtica reina, la jara en flor.-

Aquél hombretón portugués era un paseante de la fantasía. Cuando yo supe que lo había conocido, es decir, cuando lo vi por primera vez con la memoria que ahora me lo recuerda, estaba en mitad de la calle, parado con toda su humanidad en el trance de componer unos misteriosos signos con sus manos, la mirada vagabundeando por un cielo de fantasmas, familiares sólo para él. Este rito era de ausencia. A ver si no. Mientras Elías aparecía por lo común muy hablador, a aquellas horas del final de la mañana, en cambio, se retiraba a su interior y a su cielo, sin que le importaran nada el auténtico y su meteorología de calores o de lluvias. Nadie sabía el significado de aquella cifra, clave extraña que dibujaba Andrino de vez en cuando con

sus manos, como si hablara con alguien de arriba. Dios no, por supuesto, sino con seres elevados tan sólo unos metros por encima de las cabezas. ¿Espectros infernales?. ¿La pajarería común?. ¿A quién le hablaba Elías?. La respuesta sólo la supe muchos años mas tarde y me la ofreció el azar.-


Sucedió que una de esas veces en que se mira sin ver. Estaban dando en la televisión la noticia diaria de la Bolsa de Valores. Al contemplar a los agentes corriendo de aquí para allá, vociferando y gesticulando en medio de tamaña turbamulta de gritos, súbitamente, a la manera de una visión o de un sueño, se me apareció la imponente figura del portugués, parado, estático, ensimismado y componiendo exactamente los mismos gestos de esos modernos agentes de Bolsa que yo estaba ahora viendo en mi televisor. Este secreto nunca se lo dije a nadie. Demasiados locos hemos tenido en el pueblo como para que, contra mi interés, vengan a añadir otro a la lista. Pero ya desde ese día, continuamente, he ido recordando y restaurando en mi magín la personalidad y el mundo de Elías.

Su voz era ronca, atronadora y retumbante. Sentado en el banco de la Plaza los habituales de Elías lo escuchábamos con devoción cuando, en un portugués de frontera lleno de dulces "misturas", nos iba desvelando sus inventos. Misterios que a nadie debíanse repetir, decía, por mor de que en su ignorancia alguno no fuera a recelar de él; que ya sabíamos de la afición popular a poner motes, o a perseguir. Tocado de un leve sombrerillo, siempre de chaqueta, con chalequillo aun en verano, moreno hasta la negritud, ahuecando la voz, con su eterno Bisonte cuando no tenía tabaco portugués, nos iba regalando su mundo pletórico de fantasías y maravillas. Unas veces eran los viajes, asunto este que salía mucho en nuestras conversaciones porque él era muy viajado, y ahora sin ir mas lejos, nos decía, acababa de llegar de Faro, (o de Mértola, o de Lisboa, o de ...).

Pero más me acuerdo de aquella intermitente lucidez suya que le  permitía el extraordinario lujo de acordarse de todo, portugués Funes borgiano. Esta paradójica simultaneidad de la memoria y la enajenación fue una sorpresa más de su esquiva personalidad, de tal manera que, de que supo que yo estudiaba Letras, no pasaron vacaciones sin que me preguntara si conocía yo algo de turco o tuviera algún diccionario, que él tenía interés en esa lengua, algún libro que otro para escribir con en ella y quería refrescar el conocimiento que antes tuviera.

Su cultura era, como muchas veces se dijo de muchos y pocas con fundamento, más que mediana. Además de los viajes y el mundo, se conoce que algunos libros leyó, los que en la casa de la Alameda mantuvo guardados, incluso después de irse para siempre Elías, su fiel Elvira, el ama de llaves que le sacrificó su mocedad y los primores de su mesa. Estoy seguro de haberle oído a Elías alguna vez que cursó estudios elementales en Huelva, en el antiguo colegio de la avenida de la Rábida, San Casiano por más señas, donde aseguraba haber escuchado recitar sus poesías al mismísimo Juan Ramón, cuando era un muchacho, pero ya entonces raro, añadía socarronamente.

Hay luego una laguna de muchos años hasta los días aquellos de primavera en que nos parábamos a escucharle. Por detalles que no hace referir ahora, es seguro que vivió en Portugal todo ese tiempo, los años decisivos de su vida y de su historia. Allí el encanto del fado lo transmutó en el melancólico y ensoñado Elías que conocí y que me instruyó en el sagrado ministerio de sus inventos.

Uno de los preferidos suyos era el del cruce de especies animales. A veces el insólito matrimonio era el objetivo de una gran empresa que iba a crear enseguida. Ese era el caso del "patoperdiz", una rara avis que iba a dar de comer gratis a medio mundo. El sabor de la carne sería exquisito, nos contaba a la hora del almuerzo, de tal manera que nadie que lo probara distinguiría a la perdiz del pato, sino a los dos fundidos en algo nuevo y maravilloso. A las preguntas del escaso auditorio sobre cómo pensaba conseguir el ayuntamiento de las dos aves, nunca contestaba, una mirada con su punto de desdén y una sonrisa desde la altura eran la respuesta invariable.

Otras veces parecía que su empeño era casar a enemigos irreconciliables. Por esta causa nació el "gatopájaro" y de este nuevo parto, lo recuerdo bien, no hubo cuestión sobre su origen. Siempre le recriminábamos su parquedad para describir los inventos, siendo así que tan sólo supimos del patoperdiz su habilidad natatoria gracias a sus patas membranosas. Naturalmente, para el gatopájaro contaba con el antecedente del mítico Pegaso, así que, sin más, le puso alas.

Pero, sin duda, el mejor invento de Elías Andrino fue el agua en polvo. Este producto resultaba carísimo, por eso aún no lo vendía la correspondiente empresa, decía el buen Elías como para excusarse de no ponérnoslo ahora mismo allí delante. Debió de darle mucho trabajo y cavilación, a juzgar por los efectos que obtenía. Todo nació de una conversación de viajes que en cierta ocasión giró por las entonces colonias portuguesas, concretamente Angola. El cuadro que nos pintaba era de negros en los angoleños cafetales, sofocados por un calor abrasador que se multiplicaba por la escasez de agua, epidemia eterna que padecen estos morenos, decía. Discurrió entonces Elías un proceso que desembocaba en la creación de su obra maestra.

Consistía la cosa en un concentrado de agua de extraordinaria densidad la cual en sucesivas fases iba  aumentando en sentido inversamente proporcional a su tamaño, hasta llegar a una bola (apenas como un puño, nos decía) de agua en polvo. Este era, por fin, el remedio que iba a terminar con la sed y el hambre del mundo, el agua en polvo, que Andrino vendía, para colmo, diciendo que nada era más fácil de hacer. Poca materia prima : agua líquida, y una prensa enorme para comprimirla hasta el infinito. Luego, la aviación se encargaría de lanzarla desde el cielo, y con la velocidad y el porrazo de la caída, aquel puñetazo de agua se convertía en un inmenso lago de agua fresca y transparente.

Este anuncio del agua se cumplió al menos con él, porque la negrura de su piel se refrescó para siempre en el paraíso del Guadiana, donde a bordo de esos barcos que hacen la travesía entre las dos orillas, las que un día fueron del tío Hugo y que plantó del oloroso algarrobo, se fue para siempre el portugués a la Sierra de la Luna para instruir al dios Endovelo en sus inventos.

2.- El agua en polvo, Juan J. Cienfuegos (8)

UN PARTIDO DE TENIS EN HUELVA.

Un partido de tenis en Huelva



La luz refleja mi sombra alargada hasta el infinito, y con ella mi presagio de que no volverá. El juego de luces, al calor de estos farolillos me dan seguridad en esta noche fría. Intranquila mi alma, desespera con disimulo viendo como las manecillas del reloj van pasando sin que aparezcas. Rezaré, lo poco que recuerdo a San Pedro, imaginando estará gustoso en su altar velando por todos nosotros, los menos favorecidos en el comienzo de la odisea. 

Mi piedra, como la huella que deja la tierra en la mata,  empezó caminando por El Parque Alonso Sánchez. Como mujer, de paso en esta maravillosa ciudad,  aventurera y trabajadora, soñadora y austera,  me iba acercando por la Avenida de Andalucía hasta  ver  la primera escultura, en forma de cobijo- asiento rodeada de muchas ramas de hierro y metal  en forma de hojas de higuera o parra  que me sirvieron de  aposento durante un buen rato. Desde allí divisaba a todo el que pasaba, así como los montes se divisaban  llenos de árboles a lo lejos,  y unas  nubes sobre mi cabeza que parecían querer saludarme.. Un saludo para tí amiga y compañera.

En el club estuve viendo un buen partido de tenis donde disfrutaba de lo lindo toda la gente que allí estaba que no paraba de animar y animar a los participantes. Lo habría reconocido entre un millón con su gorra nike, pelo largo hasta los hombros, camiseta blanca, pantalón corto azul y tenis de bambino deportista. No dejaba de mirarme y yo me preguntaba si tendría alguna mancha en mi vestido largo hasta los pies o si sería la pamela azul con flores lo que le llamaba tanto la atención, porque otra cosa no podía ser...  para nada era su tipo. 

Sentí su presencia como este calor que ahora me acompaña. Mis pies temblaron, casi un grito salió de mi alma, cuando de forma inesperada ví como se me acercaba.. ¿Será posible que le guste precisamente yo, con tanta chica guapa que hay por aquí?... Cada vez más cerca y la misma angustia me asfixiaba. 

- Me llamo Santiago, para los amigos Santi. He visto que estás sola y me he dicho que podías sentarte con nosotros. Tenemos bocadillos y coca-colas.

- ¿Quiénes sois vosotros?.. Sólo te veo a tí.

- Ahora vendrán, somos una buena pandilla.. Vamos .... ¿cómo te llamas?

- Un buen partido. ¿Hasta cuando duran el torneo? No tengo folleto explicativo. Dije yo, mecanismo de defensa de alguien que quiere huir.. ¡tierra trágame!

- Hasta el domingo. ¿No eres de aquí verdad?  Tu acento .. 

- Me llamo Ana, encantada. Le tendí la mano como respuesta, que estrechó con tanta fuerza que casi me hizo daño, a la vez que tiraba de mí. ..- Hay más sombra donde te digo. ¡Vamos!

- Vimos el partido  comentando banalidades, rutas turísticas, los profesionales y sus ganancias... sin dejar de mirar los tres set que duró ... aplaudimos a rabiar. ¡Vaya partidazo! Se levantó y lo seguí hasta la salida. Me invitó a un paseo por el Parque. ¡Te gustará! me dijo. Durante todo el trayecto no dejamos de hablar de la escultura, la fotografía, la madre naturaleza.. Oírlo hablar te transportaba. Vivía en cada poro de su piel todo lo que me contaba. 

Anocheció deprisa y nos cobijamos debajo de un llorón sin causa sobre un asiento de hojas y escarcha. Me rodeó la cintura mientras me indicaba que viera cómo la luna nos cobijaba. Me dejé llevar.

_ Han pasado muchas horas ya. El frío se aloja en mi espalda. No me he traído abrigo. Recordando aquél paseo las horas pasan más deprisa. ¿Vendrá?

- Al despedirse en la puerta del hotel me recordó que su casa era mi casa. Me lo creí. Parecía sincero y me gustaba. Vaya que si me gustaba. Allí estaba yo, como muestra, esperándolo, bajo un cielo raso, algo de viento, fría noche, helada mi cara... viendo en cada sombra, mi sombra, su sombra que se aproximaba. Pero no llegaba.

Son las dos de la madrugada. Me han aconsejado que me vaya, no es buen lugar para una mujer mayor estar aquí tanto tiempo sentada.. Es peligroso, para la salud y el alma. Tomé mi bolsa de cuero, en el móvil ningún número, nada.

Paseando por entre aquellas esculturas mi alma lloraba con el llorón que las cobijaba. Una lágrima se despedía con añoranza de aquellos paisajes, de aquél entorno que me embriagaban. ¿Dónde estás mi moreno? 

Te conformaste con hablar de paisajes, de sueños, de mundos que nos llenaban. Me diste tu cobijo y un sólo abrazo que dejó tu huella en mi espalda... Gorra en mano, moreno, ¿dónde te fuiste? ¿A qué otra morada fuiste a dar tu amor, tu mano, dulce voz que llega al fondo del corazón y aguarda?

Mi autobús abre sus puertas. La gente parece tener prisa para tomar los asientos preferentes. El chofer me indica que o me subo o me quedo en la parada. Aún tengo esperanza. Subo descorazonada. El autobús cierra sus puertas. Se pone en marcha.

Unas manos pegan golpes en la puerta. Retumban con firmeza. Me llaman. Me levanté del asiento queriendo saber qué pasaba. Me encontré con unos ojos azules, pelo largo, mano firme que me abraza.... ¿Te ibas sin despedirte de mi?

Beso profundo, abrazos eternos, las palabras sobraban.. así fuimos hasta la próxima parada.

Mis ojos brillaron por  su ausencia. La música que dejaron sus palabras aún suena en mis oídos... "amor... cada día que pase esperaré en esta tu casa que es mi casa"... "amor, ... cada día.. esperaré en esta casa.... " " amor... tu casa.. es mi casa".

Maribel Cerezuela
un siete de enero de dos mil cuatro.

UN PARTIDO DE TENIS EN HUELVA.

Un partido de tenis en Huelva



La luz refleja mi sombra alargada hasta el infinito, y con ella mi presagio de que no volverá. El juego de luces, al calor de estos farolillos me dan seguridad en esta noche fría. Intranquila mi alma, desespera con disimulo viendo como las manecillas del reloj van pasando sin que aparezcas. Rezaré, lo poco que recuerdo a San Pedro, imaginando estará gustoso en su altar velando por todos nosotros, los menos favorecidos en el comienzo de la odisea. 

Mi piedra, como la huella que deja la tierra en la mata,  empezó caminando por El Parque Alonso Sánchez. Como mujer, de paso en esta maravillosa ciudad,  aventurera y trabajadora, soñadora y austera,  me iba acercando por la Avenida de Andalucía hasta  ver  la primera escultura, en forma de cobijo- asiento rodeada de muchas ramas de hierro y metal  en forma de hojas de higuera o parra  que me sirvieron de  aposento durante un buen rato. Desde allí divisaba a todo el que pasaba, así como los montes se divisaban  llenos de árboles a lo lejos,  y unas  nubes sobre mi cabeza que parecían querer saludarme.. Un saludo para tí amiga y compañera.

En el club estuve viendo un buen partido de tenis donde disfrutaba de lo lindo toda la gente que allí estaba que no paraba de animar y animar a los participantes. Lo habría reconocido entre un millón con su gorra nike, pelo largo hasta los hombros, camiseta blanca, pantalón corto azul y tenis de bambino deportista. No dejaba de mirarme y yo me preguntaba si tendría alguna mancha en mi vestido largo hasta los pies o si sería la pamela azul con flores lo que le llamaba tanto la atención, porque otra cosa no podía ser...  para nada era su tipo. 

Sentí su presencia como este calor que ahora me acompaña. Mis pies temblaron, casi un grito salió de mi alma, cuando de forma inesperada ví como se me acercaba.. ¿Será posible que le guste precisamente yo, con tanta chica guapa que hay por aquí?... Cada vez más cerca y la misma angustia me asfixiaba. 

- Me llamo Santiago, para los amigos Santi. He visto que estás sola y me he dicho que podías sentarte con nosotros. Tenemos bocadillos y coca-colas.

- ¿Quiénes sois vosotros?.. Sólo te veo a tí.

- Ahora vendrán, somos una buena pandilla.. Vamos .... ¿cómo te llamas?

- Un buen partido. ¿Hasta cuando duran el torneo? No tengo folleto explicativo. Dije yo, mecanismo de defensa de alguien que quiere huir.. ¡tierra trágame!

- Hasta el domingo. ¿No eres de aquí verdad?  Tu acento .. 

- Me llamo Ana, encantada. Le tendí la mano como respuesta, que estrechó con tanta fuerza que casi me hizo daño, a la vez que tiraba de mí. ..- Hay más sombra donde te digo. ¡Vamos!

- Vimos el partido  comentando banalidades, rutas turísticas, los profesionales y sus ganancias... sin dejar de mirar los tres set que duró ... aplaudimos a rabiar. ¡Vaya partidazo! Se levantó y lo seguí hasta la salida. Me invitó a un paseo por el Parque. ¡Te gustará! me dijo. Durante todo el trayecto no dejamos de hablar de la escultura, la fotografía, la madre naturaleza.. Oírlo hablar te transportaba. Vivía en cada poro de su piel todo lo que me contaba. 

Anocheció deprisa y nos cobijamos debajo de un llorón sin causa sobre un asiento de hojas y escarcha. Me rodeó la cintura mientras me indicaba que viera cómo la luna nos cobijaba. Me dejé llevar.

_ Han pasado muchas horas ya. El frío se aloja en mi espalda. No me he traído abrigo. Recordando aquél paseo las horas pasan más deprisa. ¿Vendrá?

- Al despedirse en la puerta del hotel me recordó que su casa era mi casa. Me lo creí. Parecía sincero y me gustaba. Vaya que si me gustaba. Allí estaba yo, como muestra, esperándolo, bajo un cielo raso, algo de viento, fría noche, helada mi cara... viendo en cada sombra, mi sombra, su sombra que se aproximaba. Pero no llegaba.

Son las dos de la madrugada. Me han aconsejado que me vaya, no es buen lugar para una mujer mayor estar aquí tanto tiempo sentada.. Es peligroso, para la salud y el alma. Tomé mi bolsa de cuero, en el móvil ningún número, nada.

Paseando por entre aquellas esculturas mi alma lloraba con el llorón que las cobijaba. Una lágrima se despedía con añoranza de aquellos paisajes, de aquél entorno que me embriagaban. ¿Dónde estás mi moreno? 

Te conformaste con hablar de paisajes, de sueños, de mundos que nos llenaban. Me diste tu cobijo y un sólo abrazo que dejó tu huella en mi espalda... Gorra en mano, moreno, ¿dónde te fuiste? ¿A qué otra morada fuiste a dar tu amor, tu mano, dulce voz que llega al fondo del corazón y aguarda?

Mi autobús abre sus puertas. La gente parece tener prisa para tomar los asientos preferentes. El chofer me indica que o me subo o me quedo en la parada. Aún tengo esperanza. Subo descorazonada. El autobús cierra sus puertas. Se pone en marcha.

Unas manos pegan golpes en la puerta. Retumban con firmeza. Me llaman. Me levanté del asiento queriendo saber qué pasaba. Me encontré con unos ojos azules, pelo largo, mano firme que me abraza.... ¿Te ibas sin despedirte de mi?

Beso profundo, abrazos eternos, las palabras sobraban.. así fuimos hasta la próxima parada.

Mis ojos brillaron por  su ausencia. La música que dejaron sus palabras aún suena en mis oídos... "amor... cada día que pase esperaré en esta tu casa que es mi casa"... "amor, ... cada día.. esperaré en esta casa.... " " amor... tu casa.. es mi casa".

Maribel Cerezuela
un siete de enero de dos mil cuatro.

Ángel Simón Collado

¡Esta luz ausente, sumida en el tumulto!
¡Esta sombra muda hablando sin descanso! ¡Esta quietud!
¡Sí, esta quietud incesante deambulando los espacios angostos de mi dormitorio sin límites!
Y este olor nocturno a no sé qué espantos, como un sumidero algo lejano,
como una sentina cegada -¡oh, mi sombra de luz!- a la cabecera de la cama.
Y al hablar, entonces: un texto borroso hay, y una página en blanco,
y un silencio tumultuoso, y un amontonamiento sin nombres, y una convulsión inútil,
y un remolino, de ansias derrocadas y de lujurias marchitas.
Sobre mis días, sobre mis horas, una calima innumerable,
un polvo monótono y tenaz de muebles antiguos,
y también, quizás, un aire enmohecido de salones muertos,
de alcobas ya desalojadas por los hombres hace ya tiempo,
me acompaña, y la tierra áspera que estrujo entre mis manos,
¡oh, tiempo!
en mañanas que no quiero despertarme,
en tardes de relojes monótonos y campanas inútiles,
en noches abrumadas ¡ay! sin peso, número y medida,
como una espera solitaria en el centro de la celda,
un presidio, un desierto, abandonado,
cuando ya no hago preguntas
y no espero respuestas.

Pero, de pronto, en verdad: un impulso mortal, un viento impetuoso
me arrebata, y una brisa cierta y un aire celeste y un vuelo de águila;
un derrumbe hay y un olvido sin nombre y una entrega confusa

La sangre. Maribel Cerezuela




La sangre ya no es roja
como el limón se ha sentido.
Paradas, alturas,
bajadas de temperatura.
Negro parece.
A borbotones ha fluído



La sangre. Maribel Cerezuela




La sangre ya no es roja
como el limón se ha sentido.
Paradas, alturas,
bajadas de temperatura.
Negro parece.
A borbotones ha fluído



Espacios. Maribel Cerezuela




Espacios infinitos
de negro abismo.
Ondas resplandecientess 
que tú no ves.
Triste espacio
donde la ausencia 
es tu paz.

¿Me ves?


Espacios. Maribel Cerezuela




Espacios infinitos
de negro abismo.
Ondas resplandecientess 
que tú no ves.
Triste espacio
donde la ausencia 
es tu paz.

¿Me ves?


Tú mi amor. Maribel Cerezuela



Ángel Simón Collado y Miguel Álvarez Morales, estoy esperando las versiones de esta temática. 
Y como Miguel Álvarez Morales se levantó enamorado el día 14, quiero emularlo con este "merdipoema".


No me mueve, mi alma, 
para recordarte,
la vida que me tienes
no es compatible con mi destino,

ni me mueve el dinero tan querido
para añorar sin sentido
Tú me mueves, amor,
para desearte y amarte,
pisando la tierra que nos diera
tu vida y la mía.
Muéveme, cómo no,
 tú mi amor
y en tal forma, 
que aunque no te rindas
a mis pretensiones, 
yo a tí te tenga y poseyera. 
No me tienes que explicar
los porqués de tu renuncia
a compartir este amorque yo a tí te diera.

La vejez. Maribel Cerezuela



 Dedicado a  Ángel Simón Collado
como parte de un reto poético 



LA VEJEZ




Hace tiempo que el amigo es marengo,
opaca la luz que dejo entrar por la ventana
pensamientos que bailan recuerdos de infancia
colores, notas, tumbado en mi cama
palabras que penetran en el azul cielo de mi alma
composiciones de arco iris con bellezas de formas
sin apenas definir un perfil que no vemos.

Rufo. Pablo Claro

"RUFO"

Hola, mi nombre es Rufo, y soy un perro de la calle. No sé cuantos años tengo porque no sé como preguntar mi edad, pero no importa, lo importante es que estoy vivo. Mucha gente se apiada de mí y me hecha un trozo de pan, lo que sobra de algún bocadillo o lo que sea. Otros pasan tan rápido que no sé si se darán cuenta que existo, o no quieren verme. Eso sí, todos pasan muy cerca.

Yo soy un perro que no necesita una casa, ni un coche, ni mucho dinero. Sólo necesito amor. ¡Ahí viene una señora con una bolsa en su mano derecha, voy a mover el rabo para ver si me da una caricia!.. Pasó de largo. Ahora se acerca un joven comiendo algo. Me acaba de tirar no sé que cosa. Lo miré como diciendo... “yo no quería eso”, pero ni se detuvo. ¿Cómo hace un perro para pedir amor?. 

Vengo de una familia numerosa. Mi mamá nos tuvo en una casa muy bonita y lo único que recuerdo de esa casa es que éramos como diez hermanos, hasta que nos separaron a todos. Una vez vi a uno de mis hermanos que lo llevaban a una plaza para hacer pis, pero él no quiso mirarme de la vergüenza; después me enteré que murió atropellado por un coche al querer ser libre. Ahí comprendí que la libertad a veces te cuesta la vida. Otro de mis hermanos es un perro policía. La rabia y la furia se le notan en sus dientes, sus pezuñas, su cuerpo, pero en sus ojos la tristeza de no haber sido querido o tratado con amor. De los demás sé poco y nada. 


Ahí viene otra persona, voy a levantar una pata para que sonría, ¡Ay!. ¡Casi me pisa!. La gente no se da cuenta cuando alguien necesita cariño, pero los perdono porque ellos tampoco se darán cuenta que también necesitan cariño. Se acercan dos hombres, me voy a hacer el muertito para alegrarles la mañana. ¡Me agarran y me llevan, que bueno!. ¡Al fin voy a encontrar un hogar donde reciba mimos, no importa de quien, me conformo con recibirlos!. Ahora estoy en un camión con otros perros. Observo miedo en sus miradas. Yo les explicaba que se acabó eso de andar por la calle, ahora vamos a compartir todos juntos un lugar donde podamos ser libres, como quiso serlo mi hermano. 


Llegamos y nos meten a todos en lugar cerrado. Seguro que nos van duchar porque algunos llevamos mal olor, ¡como odio las duchas!, pero todo sea por estar bien. Acaban de cerrar la puerta y está oscuro. Es la primera vez que tengo miedo. Que tonto, miedo al agua ¡ja!. No veo la hora que abran esa puerta para comenzar a correr libremente por algún parque, porque seguro debe haber alguno por aquí. 


Que olor tan raro estoy sintiendo, me está entrando un poco de sueño. ¡Que bueno, ya no voy a volver a dormir en la calle, ahora sí estoy protegido!. ¡Soy un perro con suerte y tengo que agradecerle a la vida!. Cada vez tengo más sueño, no aguanto más, voy a dormir. Jamás tuve esta paz, esta tranquilidad. En cuanto despierte todo va a ser diferente, todo va a cambiar en mi vida, para bien o para mal. Seguro que para mal no va a ser, pero no importa, lo importante... es que... estoy vivo.

Pablo Claro. (13/05/2013)

Rufo. Pablo Claro

"RUFO"

Hola, mi nombre es Rufo, y soy un perro de la calle. No sé cuantos años tengo porque no sé como preguntar mi edad, pero no importa, lo importante es que estoy vivo. Mucha gente se apiada de mí y me hecha un trozo de pan, lo que sobra de algún bocadillo o lo que sea. Otros pasan tan rápido que no sé si se darán cuenta que existo, o no quieren verme. Eso sí, todos pasan muy cerca.

Yo soy un perro que no necesita una casa, ni un coche, ni mucho dinero. Sólo necesito amor. ¡Ahí viene una señora con una bolsa en su mano derecha, voy a mover el rabo para ver si me da una caricia!.. Pasó de largo. Ahora se acerca un joven comiendo algo. Me acaba de tirar no sé que cosa. Lo miré como diciendo... “yo no quería eso”, pero ni se detuvo. ¿Cómo hace un perro para pedir amor?. 

Vengo de una familia numerosa. Mi mamá nos tuvo en una casa muy bonita y lo único que recuerdo de esa casa es que éramos como diez hermanos, hasta que nos separaron a todos. Una vez vi a uno de mis hermanos que lo llevaban a una plaza para hacer pis, pero él no quiso mirarme de la vergüenza; después me enteré que murió atropellado por un coche al querer ser libre. Ahí comprendí que la libertad a veces te cuesta la vida. Otro de mis hermanos es un perro policía. La rabia y la furia se le notan en sus dientes, sus pezuñas, su cuerpo, pero en sus ojos la tristeza de no haber sido querido o tratado con amor. De los demás sé poco y nada. 


Ahí viene otra persona, voy a levantar una pata para que sonría, ¡Ay!. ¡Casi me pisa!. La gente no se da cuenta cuando alguien necesita cariño, pero los perdono porque ellos tampoco se darán cuenta que también necesitan cariño. Se acercan dos hombres, me voy a hacer el muertito para alegrarles la mañana. ¡Me agarran y me llevan, que bueno!. ¡Al fin voy a encontrar un hogar donde reciba mimos, no importa de quien, me conformo con recibirlos!. Ahora estoy en un camión con otros perros. Observo miedo en sus miradas. Yo les explicaba que se acabó eso de andar por la calle, ahora vamos a compartir todos juntos un lugar donde podamos ser libres, como quiso serlo mi hermano. 


Llegamos y nos meten a todos en lugar cerrado. Seguro que nos van duchar porque algunos llevamos mal olor, ¡como odio las duchas!, pero todo sea por estar bien. Acaban de cerrar la puerta y está oscuro. Es la primera vez que tengo miedo. Que tonto, miedo al agua ¡ja!. No veo la hora que abran esa puerta para comenzar a correr libremente por algún parque, porque seguro debe haber alguno por aquí. 


Que olor tan raro estoy sintiendo, me está entrando un poco de sueño. ¡Que bueno, ya no voy a volver a dormir en la calle, ahora sí estoy protegido!. ¡Soy un perro con suerte y tengo que agradecerle a la vida!. Cada vez tengo más sueño, no aguanto más, voy a dormir. Jamás tuve esta paz, esta tranquilidad. En cuanto despierte todo va a ser diferente, todo va a cambiar en mi vida, para bien o para mal. Seguro que para mal no va a ser, pero no importa, lo importante... es que... estoy vivo.

Pablo Claro. (13/05/2013)

Rufo. Pablo Claro

"RUFO"

Hola, mi nombre es Rufo, y soy un perro de la calle. No sé cuantos años tengo porque no sé como preguntar mi edad, pero no importa, lo importante es que estoy vivo. Mucha gente se apiada de mí y me hecha un trozo de pan, lo que sobra de algún bocadillo o lo que sea. Otros pasan tan rápido que no sé si se darán cuenta que existo, o no quieren verme. Eso sí, todos pasan muy cerca.

Yo soy un perro que no necesita una casa, ni un coche, ni mucho dinero. Sólo necesito amor. ¡Ahí viene una señora con una bolsa en su mano derecha, voy a mover el rabo para ver si me da una caricia!.. Pasó de largo. Ahora se acerca un joven comiendo algo. Me acaba de tirar no sé que cosa. Lo miré como diciendo... “yo no quería eso”, pero ni se detuvo. ¿Cómo hace un perro para pedir amor?. 

Vengo de una familia numerosa. Mi mamá nos tuvo en una casa muy bonita y lo único que recuerdo de esa casa es que éramos como diez hermanos, hasta que nos separaron a todos. Una vez vi a uno de mis hermanos que lo llevaban a una plaza para hacer pis, pero él no quiso mirarme de la vergüenza; después me enteré que murió atropellado por un coche al querer ser libre. Ahí comprendí que la libertad a veces te cuesta la vida. Otro de mis hermanos es un perro policía. La rabia y la furia se le notan en sus dientes, sus pezuñas, su cuerpo, pero en sus ojos la tristeza de no haber sido querido o tratado con amor. De los demás sé poco y nada. 


Ahí viene otra persona, voy a levantar una pata para que sonría, ¡Ay!. ¡Casi me pisa!. La gente no se da cuenta cuando alguien necesita cariño, pero los perdono porque ellos tampoco se darán cuenta que también necesitan cariño. Se acercan dos hombres, me voy a hacer el muertito para alegrarles la mañana. ¡Me agarran y me llevan, que bueno!. ¡Al fin voy a encontrar un hogar donde reciba mimos, no importa de quien, me conformo con recibirlos!. Ahora estoy en un camión con otros perros. Observo miedo en sus miradas. Yo les explicaba que se acabó eso de andar por la calle, ahora vamos a compartir todos juntos un lugar donde podamos ser libres, como quiso serlo mi hermano. 


Llegamos y nos meten a todos en lugar cerrado. Seguro que nos van duchar porque algunos llevamos mal olor, ¡como odio las duchas!, pero todo sea por estar bien. Acaban de cerrar la puerta y está oscuro. Es la primera vez que tengo miedo. Que tonto, miedo al agua ¡ja!. No veo la hora que abran esa puerta para comenzar a correr libremente por algún parque, porque seguro debe haber alguno por aquí. 


Que olor tan raro estoy sintiendo, me está entrando un poco de sueño. ¡Que bueno, ya no voy a volver a dormir en la calle, ahora sí estoy protegido!. ¡Soy un perro con suerte y tengo que agradecerle a la vida!. Cada vez tengo más sueño, no aguanto más, voy a dormir. Jamás tuve esta paz, esta tranquilidad. En cuanto despierte todo va a ser diferente, todo va a cambiar en mi vida, para bien o para mal. Seguro que para mal no va a ser, pero no importa, lo importante... es que... estoy vivo.

Pablo Claro. (13/05/2013)

Rufo. Pablo Claro

"RUFO"

Hola, mi nombre es Rufo, y soy un perro de la calle. No sé cuantos años tengo porque no sé como preguntar mi edad, pero no importa, lo importante es que estoy vivo. Mucha gente se apiada de mí y me hecha un trozo de pan, lo que sobra de algún bocadillo o lo que sea. Otros pasan tan rápido que no sé si se darán cuenta que existo, o no quieren verme. Eso sí, todos pasan muy cerca.

Yo soy un perro que no necesita una casa, ni un coche, ni mucho dinero. Sólo necesito amor. ¡Ahí viene una señora con una bolsa en su mano derecha, voy a mover el rabo para ver si me da una caricia!.. Pasó de largo. Ahora se acerca un joven comiendo algo. Me acaba de tirar no sé que cosa. Lo miré como diciendo... “yo no quería eso”, pero ni se detuvo. ¿Cómo hace un perro para pedir amor?. 

Vengo de una familia numerosa. Mi mamá nos tuvo en una casa muy bonita y lo único que recuerdo de esa casa es que éramos como diez hermanos, hasta que nos separaron a todos. Una vez vi a uno de mis hermanos que lo llevaban a una plaza para hacer pis, pero él no quiso mirarme de la vergüenza; después me enteré que murió atropellado por un coche al querer ser libre. Ahí comprendí que la libertad a veces te cuesta la vida. Otro de mis hermanos es un perro policía. La rabia y la furia se le notan en sus dientes, sus pezuñas, su cuerpo, pero en sus ojos la tristeza de no haber sido querido o tratado con amor. De los demás sé poco y nada. 


Ahí viene otra persona, voy a levantar una pata para que sonría, ¡Ay!. ¡Casi me pisa!. La gente no se da cuenta cuando alguien necesita cariño, pero los perdono porque ellos tampoco se darán cuenta que también necesitan cariño. Se acercan dos hombres, me voy a hacer el muertito para alegrarles la mañana. ¡Me agarran y me llevan, que bueno!. ¡Al fin voy a encontrar un hogar donde reciba mimos, no importa de quien, me conformo con recibirlos!. Ahora estoy en un camión con otros perros. Observo miedo en sus miradas. Yo les explicaba que se acabó eso de andar por la calle, ahora vamos a compartir todos juntos un lugar donde podamos ser libres, como quiso serlo mi hermano. 


Llegamos y nos meten a todos en lugar cerrado. Seguro que nos van duchar porque algunos llevamos mal olor, ¡como odio las duchas!, pero todo sea por estar bien. Acaban de cerrar la puerta y está oscuro. Es la primera vez que tengo miedo. Que tonto, miedo al agua ¡ja!. No veo la hora que abran esa puerta para comenzar a correr libremente por algún parque, porque seguro debe haber alguno por aquí. 


Que olor tan raro estoy sintiendo, me está entrando un poco de sueño. ¡Que bueno, ya no voy a volver a dormir en la calle, ahora sí estoy protegido!. ¡Soy un perro con suerte y tengo que agradecerle a la vida!. Cada vez tengo más sueño, no aguanto más, voy a dormir. Jamás tuve esta paz, esta tranquilidad. En cuanto despierte todo va a ser diferente, todo va a cambiar en mi vida, para bien o para mal. Seguro que para mal no va a ser, pero no importa, lo importante... es que... estoy vivo.

Pablo Claro. (13/05/2013)

X OPEN DE AJEDREZ CIUDAD DE MOTRIL.


Club de Ajedrez Motril. Firmaron Tablas. Maribel Cerezuela 

X Open de AJEDREZ "Ciudad de Motril"

Ronda 2      Fecha 12/08/1995

Blancas: Martos Expósito
Negras:      Maribel Cerezuela




1. e4, c5

2. Cc3, e6

3. f4, d5

4. ed5, ed5
5. Ab5+, Cc6
6. De2+, Ae7
7. Cf3, Cf6
8. Ce5, dc7
9. 0-0, 0-0
10. Ac6, bc6
11. d3, Ad6
12. Te1, Te8
13. h3, Ab7
14. Ca4, Te7
15. c3, Tae8
16. Df2, Ae5

17. fe5 y piden tablas. 

Negras aceptan   (1/2, 1/2)

CIUDAD DE MOTRIL.


Club de Ajedrez Motril. Firmaron Tablas. Maribel Cerezuela 

X Open de AJEDREZ "Ciudad de Motril"

Ronda 2      Fecha 12/08/1995

Blancas: Martos Expósito
Negras:      Maribel Cerezuela




1. e4, c5

2. Cc3, e6
3. f4, d5
4. ed5, ed5
5. Ab5+, Cc6
6. De2+, Ae7
7. Cf3, Cf6
8. Ce5, dc7
9. 0-0, 0-0
10. Ac6, bc6
11. d3, Ad6
12. Te1, Te8
13. h3, Ab7
14. Ca4, Te7
15. c3, Tae8
16. Df2, Ae5

17. fe5 y piden tablas. 

Negras aceptan   (1/2, 1/2)

CIUDAD DE MOTRIL. AJEDREZ

Torneo de Ajedrez



Club de Ajedrez Motril. 
Firmaron Tablas. Maribel Cerezuela 

X Open de AJEDREZ "Ciudad de Motril"

Ronda 2      Fecha 12/08/1995

Blancas: Martos Expósito, Manuel
Negras:      Maribel Cerezuela




1. e4, c5

2. Cc3, e6
3. f4, d5
4. ed5, ed5
5. Ab5+, Cc6
6. De2+, Ae7
7. Cf3, Cf6
8. Ce5, dc7
9. 0-0, 0-0
10. Ac6, bc6
11. d3, Ad6
12. Te1, Te8
13. h3, Ab7
14. Ca4, Te7
15. c3, Tae8
16. Df2, Ae5

17. fe5 y piden tablas. 

Negras aceptan   (1/2, 1/2)

PABLO NERUDA. ARTE POÉTICA.


ARTE POÉTICA

Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,
dotado de corazón singular y sueños funestos,
precipitadamente pálido, marchito en la frente
y con luto de viudo furioso por cada día de vida,
ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente
y de todo sonido que acojo temblando,
tengo la misma sed ausente y  la misma fiebre fría
un oído que nace, una angustia indirecta,
como si llegaran ladrones o fantasmas,
y en una cáscara de extensión fija y profunda,
como un camarero humillado, como una campana un poco
           ronca,
como un espejo viejo, como un olor de casa sola
en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios,
y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores
—posiblemente de otro modo aún menos melancólico—,
pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,
las noches de substancia infinita caídas en mi dormitorio,
el ruido de un día que arde con sacrificio
me piden lo profético que hay en mí, con melancolía
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso.

PABLO NERUDA. ARTE POÉTICA.


ARTE POÉTICA

Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,
dotado de corazón singular y sueños funestos,
precipitadamente pálido, marchito en la frente
y con luto de viudo furioso por cada día de vida,
ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente
y de todo sonido que acojo temblando,
tengo la misma sed ausente y  la misma fiebre fría
un oído que nace, una angustia indirecta,
como si llegaran ladrones o fantasmas,
y en una cáscara de extensión fija y profunda,
como un camarero humillado, como una campana un poco
           ronca,
como un espejo viejo, como un olor de casa sola
en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios,
y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores
—posiblemente de otro modo aún menos melancólico—,
pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,
las noches de substancia infinita caídas en mi dormitorio,
el ruido de un día que arde con sacrificio
me piden lo profético que hay en mí, con melancolía
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso.