LAS ISLAS DEL AMOR MÍO. EL LIBRO DE LAS DÉCIMAS.

CELIA VIÑAS

Volver a releer la obra de un poeta, una poeta es siempre un acto de entrega. Un cúmulo de sensaciones indescriptibles se agolpan y se acomodan sin prisas por salir de ese mágico laberinto de la palabra escrita. Algo de esto ocurre con esta antología de décimas de Celia Viñas que la editorial almeriense “Veloz Quietud”, acertadamente recupera para el bibliófilo, para el lector amante de la poesía de Celia Viñas (Lérida, 1915-Almería, 1954), que cultivó todos los géneros literarios e hizo florecer en sus discípulos y alumnos la llama siempre viva de la poesía, de la reflexión y el pensamiento, de la vida. Celia Viñas no fue una poeta más, sino la poeta por antonomasia, la incansable trabajadora de la cultura, de la educación como base fundamental de toda sociedad progresista. Y en este sentido fue una adelantada de su tiempo, en el cual el ostracismo formaba parte de la cotidianidad, un tiempo gris, extremadamente silencioso. De ahí el valor de su obra, la frescura del verso que atrapa de la tradición clásica y popular, porque la raíz de su poesía está en la tradición oral en perfecta comunión con la herencia poética española de todos los tiempos. Como licenciada en Filosofía y Letras supo combinar ambas tradiciones y contagiar a sus alumnos, incluso a la adormecida sociedad almeriense de aquellos años, de las ventajas y virtudes de la cultura, del conocimiento como instrumento fundamental para el desarrollo de los pueblos. Nadie mejor que ella para transmitir su verdadera pasión por la tierra que la acogió, Almería, hasta el punto que recién llegada ya anunciaba en cartas enviadas a su familia, su deseo de quedarse de vivir entregada a esta tierra y a sus gentes. Celia Viñas sabía muy bien que su destino no era otro que la literatura, es decir, vivir intensamente cada segundo, al límite. Esa fue la enseñanza, la clase magistral que impartió a todos los que se acercaban a ella, y así fue hasta su muerte.


 En esta bella edición de las décimas que escribió, reunidas en este libro bajo el título “Las islas del amor mío”, tomado la décima espinela en su esencia, unas veces abrigadas por el manto de la infancia, otras del amor, del arte, de la amistad o del paisaje y paisanaje. Todas ellas escritas desde un sentimiento puro, fraterno, solidario, corazón y razón del mismo lado, la misma respiración, indivisa. Con prólogo de Francisco Galera, introducción de Pepe Criado y epílogo de Juan José Ceba, se complementa este volumen que viene a ser como un oasis en pleno desierto. La décima, de gran tradición en la poesía española, es la protagonista de este bello libro. También la traducción, de la pluma de Antonio García Soler, añade valor, pues toda traducción es recreación del texto original, una manera diferente, la interpretación de la sentido y vivido por la poeta, de lo escrito por ella en una determinada época y lugar. De estos mimbres esta cesta poética, abarcadora, luminosa, viva. Escribe Francisco Javier Irazoki: «Quien ama un idioma ama todos los idiomas», y así una muestra en la lengua madre de Celia: «S’ha encés de rosa esquinçada / el lliri lliri més blanc, / s’ha encés de clavell de sang / l’Esposa més estimada» (Se ha encendido de rosa rasgada / el lirio lirio más blanco / se ha encendido de clavel de sangre / la Esposa más amada). Celia Viñas es una poeta que bebe de la tradición oral, y así lo muestra en la décima “Un barco cargado de…”, que nos transporta a la infancia cuando escribe: «La camisita del niño / al sol secándose está. / ¡Oh, qué bandera tan blanca! / ¿Qué barquito va a llegar?». Como intelectual se siente atraída por el arte, de tal manera que hallamos en este libro varias décimas referidas a la pintura de Murillo, tomamos un fragmento de la dedicada a “La Anunciación” del Museo del Prado: «Ángeles y serafines / y parvulillos del cielo / ofrecen ya con su vuelo / por las nubes en patines / parábolas de jazmines / y sentencias de rubor», como también al indaliano Luis Cañadas:


«Si va la luz por la arista
/ y es la masa luz y aire,
/ el blanco tiene el donaire
/ de ser tacto y de ser vista,
/ y Luis Cañadas conquista
/ problemas y geometría
/ con tan fiel ingeniería,
/ con pincel tan delicado,
/ que nos pinta de costado
/ el corazón de Almería».


La ciudad de Almería en el alma de Celia Viñas, en amorosa entrega, siempre viva en estas “Islas del Amor Mío”.


Título: Las islas del amor mío
Autora: Celia Viñas
Edita: Veloz Quietud (Almería, 2015)

El pintor: 1923 .París: Primavera. Sol. Olor a pintura.Luz.





AUTORA: ROSA


Él se sienta al borde de la silla y comienza un nuevo cuadro, mientras su mente vaga lentamente por sus recuerdos. Hace muchos años, cuando ella lo conoció, de manera casual, como suelen ocurrir casi todas las cosas importantes, él ni siquiera sabía que era un pintor, pero ella lo supo, lo intuyó desde el principio.

Él pintaba en la forma de hablar, de ver la vida, en su manera de sentir las cosas, ella siempre supo que él era un artista, nunca se lo dijo con palabras, pero siempre lo percibió así.


Él tenía una forma de captar ambientes, matices, colores, sabores y tonalidades como  sólo un artista puede hacer, eso era seguro, sin embargo, nunca antes de aquel día, se le había ocurrido pintar.

Ella consiguió una vieja caja de pinturas, casi olvidadas por un pariente suyo  que, aburrido de no conseguir exito, las abandonó en un rincón. Abrillantó la caja como pudo, la envolvio como supo y se la regaló.


Él rehusó aquel regalo repetidamente con la cabeza, hasta que finalmente lo tomó en sus manos y casi sin musitar palabra, lo guardó en la buhardilla, encima de una mesita de madera y tapado con un paño de lino, como si quisiera protegerlo de todo, como si fuera algo muy preciado.



Sin embargo, allí durmieron pinceles y pinturas durante mucho tiempo, él no se atrevía, no se sentía capaz de plasmar nada en los lienzos, admiraba demasiado a los maestros de la pintura, había visto y conocido a muchos y sabía del esfuerzo, la técnica que se necesitaba.

Un día, cuando la luz tiene esa tonalidad que la hace diferente al día de ayer y al de mañana, subió, y muy despacio, con ese andar pausado que lo caracterizaba,abrió la caja, sacó las pinturas...miró la luz...y se dispuso a dejar que su interior no quedara dentro prisionero, que fuera también compartido por otros , para otros. 



En su mente bullían cien tonalidades, mil colores, comenzó a mezclarlos y dió su primera pincelada, sin técnica, con corazón, la primera de muchas que vendrían después.


A partir de ese día, su mundo cambió, giró en torno a la pintura. Se convirtió en un pintor de sentimientos y plasmó el alma humana como nadie. Simplemente, todo lo que tenía que decir, lo pintó. Hoy, su nombre aparece en todos lo textos, sus cuadros están en los mejores museos del mundo y su pintura es referencia obligada.

Todo estaba escondido dentro, hermético, oculto, sólo aquella mirada femenina fué capaz de intuirlo, de darle luz. El artista, simplemente, fué fiel a sí mismo, se dejó llevar, pintó sus cuadros  tal como veía la vida, con sentimiento,ilusión y mucha templanza. Cada vez que terminaba un cuadro, se sentía pleno, satisfecho.

Ahora se encontraba al comienzo de otro nuevo y no podía por menos que recordar aquellos primeros momentos, aquellos dias, lejanos en el tiempo en que una mujer, creyó en él, vió en él, lo que sus ojos no habían sido capaces.
A través de la ventana de su buhardilla, que aún conservaba, veía reir a los niños, pasear a los jóvenes, veía la vida.

La vista ya no le ayudaba y el cansancio de años de continuo trabajo se reflejaba en la curva de su espalda, pero cada vez que comenzaba una nueva obra, renacía, aligeraba su corazón de pesadumbres e iniciaba un camino nuevo, ilusionante, hacia algún lugar más allá del lienzo.

De aquella jóven, apenas recordaba el nombre y el brillo rojizo de su pelo, pero sin embargo conservaba su cajita de pinturas,  manchada, con las bisagras estropeadas irremediablemente por el tiempo, la conservaba porque representaba el punto de partida, de inflexión de una vida normal hacia otra llena de vida y de color.


El pintor: 1923 .París: Primavera. Sol. Olor a pintura.Luz.





AUTORA: ROSA


Él se sienta al borde de la silla y comienza un nuevo cuadro, mientras su mente vaga lentamente por sus recuerdos. Hace muchos años, cuando ella lo conoció, de manera casual, como suelen ocurrir casi todas las cosas importantes, él ni siquiera sabía que era un pintor, pero ella lo supo, lo intuyó desde el principio.

Él pintaba en la forma de hablar, de ver la vida, en su manera de sentir las cosas, ella siempre supo que él era un artista, nunca se lo dijo con palabras, pero siempre lo percibió así.


Él tenía una forma de captar ambientes, matices, colores, sabores y tonalidades como  sólo un artista puede hacer, eso era seguro, sin embargo, nunca antes de aquel día, se le había ocurrido pintar.

Ella consiguió una vieja caja de pinturas, casi olvidadas por un pariente suyo  que, aburrido de no conseguir exito, las abandonó en un rincón. Abrillantó la caja como pudo, la envolvio como supo y se la regaló.


Él rehusó aquel regalo repetidamente con la cabeza, hasta que finalmente lo tomó en sus manos y casi sin musitar palabra, lo guardó en la buhardilla, encima de una mesita de madera y tapado con un paño de lino, como si quisiera protegerlo de todo, como si fuera algo muy preciado.



Sin embargo, allí durmieron pinceles y pinturas durante mucho tiempo, él no se atrevía, no se sentía capaz de plasmar nada en los lienzos, admiraba demasiado a los maestros de la pintura, había visto y conocido a muchos y sabía del esfuerzo, la técnica que se necesitaba.

Un día, cuando la luz tiene esa tonalidad que la hace diferente al día de ayer y al de mañana, subió, y muy despacio, con ese andar pausado que lo caracterizaba,abrió la caja, sacó las pinturas...miró la luz...y se dispuso a dejar que su interior no quedara dentro prisionero, que fuera también compartido por otros , para otros. 



En su mente bullían cien tonalidades, mil colores, comenzó a mezclarlos y dió su primera pincelada, sin técnica, con corazón, la primera de muchas que vendrían después.


A partir de ese día, su mundo cambió, giró en torno a la pintura. Se convirtió en un pintor de sentimientos y plasmó el alma humana como nadie. Simplemente, todo lo que tenía que decir, lo pintó. Hoy, su nombre aparece en todos lo textos, sus cuadros están en los mejores museos del mundo y su pintura es referencia obligada.

Todo estaba escondido dentro, hermético, oculto, sólo aquella mirada femenina fué capaz de intuirlo, de darle luz. El artista, simplemente, fué fiel a sí mismo, se dejó llevar, pintó sus cuadros  tal como veía la vida, con sentimiento,ilusión y mucha templanza. Cada vez que terminaba un cuadro, se sentía pleno, satisfecho.

Ahora se encontraba al comienzo de otro nuevo y no podía por menos que recordar aquellos primeros momentos, aquellos dias, lejanos en el tiempo en que una mujer, creyó en él, vió en él, lo que sus ojos no habían sido capaces.
A través de la ventana de su buhardilla, que aún conservaba, veía reir a los niños, pasear a los jóvenes, veía la vida.

La vista ya no le ayudaba y el cansancio de años de continuo trabajo se reflejaba en la curva de su espalda, pero cada vez que comenzaba una nueva obra, renacía, aligeraba su corazón de pesadumbres e iniciaba un camino nuevo, ilusionante, hacia algún lugar más allá del lienzo.

De aquella jóven, apenas recordaba el nombre y el brillo rojizo de su pelo, pero sin embargo conservaba su cajita de pinturas,  manchada, con las bisagras estropeadas irremediablemente por el tiempo, la conservaba porque representaba el punto de partida, de inflexión de una vida normal hacia otra llena de vida y de color.


El pintor: 1923 .París: Primavera. Sol. Olor a pintura.Luz.





AUTORA: ROSA


Él se sienta al borde de la silla y comienza un nuevo cuadro, mientras su mente vaga lentamente por sus recuerdos. Hace muchos años, cuando ella lo conoció, de manera casual, como suelen ocurrir casi todas las cosas importantes, él ni siquiera sabía que era un pintor, pero ella lo supo, lo intuyó desde el principio.

Él pintaba en la forma de hablar, de ver la vida, en su manera de sentir las cosas, ella siempre supo que él era un artista, nunca se lo dijo con palabras, pero siempre lo percibió así.


Él tenía una forma de captar ambientes, matices, colores, sabores y tonalidades como  sólo un artista puede hacer, eso era seguro, sin embargo, nunca antes de aquel día, se le había ocurrido pintar.

Ella consiguió una vieja caja de pinturas, casi olvidadas por un pariente suyo  que, aburrido de no conseguir exito, las abandonó en un rincón. Abrillantó la caja como pudo, la envolvio como supo y se la regaló.


Él rehusó aquel regalo repetidamente con la cabeza, hasta que finalmente lo tomó en sus manos y casi sin musitar palabra, lo guardó en la buhardilla, encima de una mesita de madera y tapado con un paño de lino, como si quisiera protegerlo de todo, como si fuera algo muy preciado.



Sin embargo, allí durmieron pinceles y pinturas durante mucho tiempo, él no se atrevía, no se sentía capaz de plasmar nada en los lienzos, admiraba demasiado a los maestros de la pintura, había visto y conocido a muchos y sabía del esfuerzo, la técnica que se necesitaba.

Un día, cuando la luz tiene esa tonalidad que la hace diferente al día de ayer y al de mañana, subió, y muy despacio, con ese andar pausado que lo caracterizaba,abrió la caja, sacó las pinturas...miró la luz...y se dispuso a dejar que su interior no quedara dentro prisionero, que fuera también compartido por otros , para otros. 



En su mente bullían cien tonalidades, mil colores, comenzó a mezclarlos y dió su primera pincelada, sin técnica, con corazón, la primera de muchas que vendrían después.


A partir de ese día, su mundo cambió, giró en torno a la pintura. Se convirtió en un pintor de sentimientos y plasmó el alma humana como nadie. Simplemente, todo lo que tenía que decir, lo pintó. Hoy, su nombre aparece en todos lo textos, sus cuadros están en los mejores museos del mundo y su pintura es referencia obligada.

Todo estaba escondido dentro, hermético, oculto, sólo aquella mirada femenina fué capaz de intuirlo, de darle luz. El artista, simplemente, fué fiel a sí mismo, se dejó llevar, pintó sus cuadros  tal como veía la vida, con sentimiento,ilusión y mucha templanza. Cada vez que terminaba un cuadro, se sentía pleno, satisfecho.

Ahora se encontraba al comienzo de otro nuevo y no podía por menos que recordar aquellos primeros momentos, aquellos dias, lejanos en el tiempo en que una mujer, creyó en él, vió en él, lo que sus ojos no habían sido capaces.
A través de la ventana de su buhardilla, que aún conservaba, veía reir a los niños, pasear a los jóvenes, veía la vida.

La vista ya no le ayudaba y el cansancio de años de continuo trabajo se reflejaba en la curva de su espalda, pero cada vez que comenzaba una nueva obra, renacía, aligeraba su corazón de pesadumbres e iniciaba un camino nuevo, ilusionante, hacia algún lugar más allá del lienzo.

De aquella jóven, apenas recordaba el nombre y el brillo rojizo de su pelo, pero sin embargo conservaba su cajita de pinturas,  manchada, con las bisagras estropeadas irremediablemente por el tiempo, la conservaba porque representaba el punto de partida, de inflexión de una vida normal hacia otra llena de vida y de color.


María José Martínez



¿Te sientes triste esta mañana?
Tus ojos no tienen brillo
Yo  no puedo penetrar en tu alma
Si tu no me cuentas nada
Cuanta melancolía veo en tu cara
cuantos campos de soledad trendrás en tu cerebro
Lloraron tanto tus ojos
cuanto me gustaría rescatar tu alegría
No se si tu mundo interior vive
ordenado o desordenado
yo te enseñaría un mundo agradable
donde descansaras con una paz serena
te haría carícias con mucha ternura
¿Qué pretendo?
Si no sólo agradarte
¿Con quién hablas?
¡Dios Mío!
Ya formidable veo el presente
Si buscas consuelo en cosas más altas
Imagen espantosa de la enfermedad y la muerte tienes
No tiembles más, no sudes más
Yo estoy a tu lado
quiero ayudarte
Mira a mis ojos, ves lágrimas en ellos
Pero tengo esperanzas en muchas cosas
dos fuentes de amor me gustaría que fueran
Tu vida y la mía
y descubrieras el mundo de la farsa
Que tanto dolor te ha hecho
pero entre la maraña de la farsa
y la furia del huracán
hay una puerta que tú
si quieres puedes abrir o puedes cerrar
y que sepas que yo te quiero ayudar
cuando tú me pidas ayuda

María José Martínez



¿Te sientes triste esta mañana?
Tus ojos no tienen brillo
Yo  no puedo penetrar en tu alma
Si tu no me cuentas nada
Cuanta melancolía veo en tu cara
cuantos campos de soledad trendrás en tu cerebro
Lloraron tanto tus ojos
cuanto me gustaría rescatar tu alegría
No se si tu mundo interior vive
ordenado o desordenado
yo te enseñaría un mundo agradable
donde descansaras con una paz serena
te haría carícias con mucha ternura
¿Qué pretendo?
Si no sólo agradarte
¿Con quién hablas?
¡Dios Mío!
Ya formidable veo el presente
Si buscas consuelo en cosas más altas
Imagen espantosa de la enfermedad y la muerte tienes
No tiembles más, no sudes más
Yo estoy a tu lado
quiero ayudarte
Mira a mis ojos, ves lágrimas en ellos
Pero tengo esperanzas en muchas cosas
dos fuentes de amor me gustaría que fueran
Tu vida y la mía
y descubrieras el mundo de la farsa
Que tanto dolor te ha hecho
pero entre la maraña de la farsa
y la furia del huracán
hay una puerta que tú
si quieres puedes abrir o puedes cerrar
y que sepas que yo te quiero ayudar
cuando tú me pidas ayuda