El pintor: 1923 .París: Primavera. Sol. Olor a pintura.Luz.





AUTORA: ROSA


Él se sienta al borde de la silla y comienza un nuevo cuadro, mientras su mente vaga lentamente por sus recuerdos. Hace muchos años, cuando ella lo conoció, de manera casual, como suelen ocurrir casi todas las cosas importantes, él ni siquiera sabía que era un pintor, pero ella lo supo, lo intuyó desde el principio.

Él pintaba en la forma de hablar, de ver la vida, en su manera de sentir las cosas, ella siempre supo que él era un artista, nunca se lo dijo con palabras, pero siempre lo percibió así.


Él tenía una forma de captar ambientes, matices, colores, sabores y tonalidades como  sólo un artista puede hacer, eso era seguro, sin embargo, nunca antes de aquel día, se le había ocurrido pintar.

Ella consiguió una vieja caja de pinturas, casi olvidadas por un pariente suyo  que, aburrido de no conseguir exito, las abandonó en un rincón. Abrillantó la caja como pudo, la envolvio como supo y se la regaló.


Él rehusó aquel regalo repetidamente con la cabeza, hasta que finalmente lo tomó en sus manos y casi sin musitar palabra, lo guardó en la buhardilla, encima de una mesita de madera y tapado con un paño de lino, como si quisiera protegerlo de todo, como si fuera algo muy preciado.



Sin embargo, allí durmieron pinceles y pinturas durante mucho tiempo, él no se atrevía, no se sentía capaz de plasmar nada en los lienzos, admiraba demasiado a los maestros de la pintura, había visto y conocido a muchos y sabía del esfuerzo, la técnica que se necesitaba.

Un día, cuando la luz tiene esa tonalidad que la hace diferente al día de ayer y al de mañana, subió, y muy despacio, con ese andar pausado que lo caracterizaba,abrió la caja, sacó las pinturas...miró la luz...y se dispuso a dejar que su interior no quedara dentro prisionero, que fuera también compartido por otros , para otros. 



En su mente bullían cien tonalidades, mil colores, comenzó a mezclarlos y dió su primera pincelada, sin técnica, con corazón, la primera de muchas que vendrían después.


A partir de ese día, su mundo cambió, giró en torno a la pintura. Se convirtió en un pintor de sentimientos y plasmó el alma humana como nadie. Simplemente, todo lo que tenía que decir, lo pintó. Hoy, su nombre aparece en todos lo textos, sus cuadros están en los mejores museos del mundo y su pintura es referencia obligada.

Todo estaba escondido dentro, hermético, oculto, sólo aquella mirada femenina fué capaz de intuirlo, de darle luz. El artista, simplemente, fué fiel a sí mismo, se dejó llevar, pintó sus cuadros  tal como veía la vida, con sentimiento,ilusión y mucha templanza. Cada vez que terminaba un cuadro, se sentía pleno, satisfecho.

Ahora se encontraba al comienzo de otro nuevo y no podía por menos que recordar aquellos primeros momentos, aquellos dias, lejanos en el tiempo en que una mujer, creyó en él, vió en él, lo que sus ojos no habían sido capaces.
A través de la ventana de su buhardilla, que aún conservaba, veía reir a los niños, pasear a los jóvenes, veía la vida.

La vista ya no le ayudaba y el cansancio de años de continuo trabajo se reflejaba en la curva de su espalda, pero cada vez que comenzaba una nueva obra, renacía, aligeraba su corazón de pesadumbres e iniciaba un camino nuevo, ilusionante, hacia algún lugar más allá del lienzo.

De aquella jóven, apenas recordaba el nombre y el brillo rojizo de su pelo, pero sin embargo conservaba su cajita de pinturas,  manchada, con las bisagras estropeadas irremediablemente por el tiempo, la conservaba porque representaba el punto de partida, de inflexión de una vida normal hacia otra llena de vida y de color.


El pintor: 1923 .París: Primavera. Sol. Olor a pintura.Luz.





AUTORA: ROSA


Él se sienta al borde de la silla y comienza un nuevo cuadro, mientras su mente vaga lentamente por sus recuerdos. Hace muchos años, cuando ella lo conoció, de manera casual, como suelen ocurrir casi todas las cosas importantes, él ni siquiera sabía que era un pintor, pero ella lo supo, lo intuyó desde el principio.

Él pintaba en la forma de hablar, de ver la vida, en su manera de sentir las cosas, ella siempre supo que él era un artista, nunca se lo dijo con palabras, pero siempre lo percibió así.


Él tenía una forma de captar ambientes, matices, colores, sabores y tonalidades como  sólo un artista puede hacer, eso era seguro, sin embargo, nunca antes de aquel día, se le había ocurrido pintar.

Ella consiguió una vieja caja de pinturas, casi olvidadas por un pariente suyo  que, aburrido de no conseguir exito, las abandonó en un rincón. Abrillantó la caja como pudo, la envolvio como supo y se la regaló.


Él rehusó aquel regalo repetidamente con la cabeza, hasta que finalmente lo tomó en sus manos y casi sin musitar palabra, lo guardó en la buhardilla, encima de una mesita de madera y tapado con un paño de lino, como si quisiera protegerlo de todo, como si fuera algo muy preciado.



Sin embargo, allí durmieron pinceles y pinturas durante mucho tiempo, él no se atrevía, no se sentía capaz de plasmar nada en los lienzos, admiraba demasiado a los maestros de la pintura, había visto y conocido a muchos y sabía del esfuerzo, la técnica que se necesitaba.

Un día, cuando la luz tiene esa tonalidad que la hace diferente al día de ayer y al de mañana, subió, y muy despacio, con ese andar pausado que lo caracterizaba,abrió la caja, sacó las pinturas...miró la luz...y se dispuso a dejar que su interior no quedara dentro prisionero, que fuera también compartido por otros , para otros. 



En su mente bullían cien tonalidades, mil colores, comenzó a mezclarlos y dió su primera pincelada, sin técnica, con corazón, la primera de muchas que vendrían después.


A partir de ese día, su mundo cambió, giró en torno a la pintura. Se convirtió en un pintor de sentimientos y plasmó el alma humana como nadie. Simplemente, todo lo que tenía que decir, lo pintó. Hoy, su nombre aparece en todos lo textos, sus cuadros están en los mejores museos del mundo y su pintura es referencia obligada.

Todo estaba escondido dentro, hermético, oculto, sólo aquella mirada femenina fué capaz de intuirlo, de darle luz. El artista, simplemente, fué fiel a sí mismo, se dejó llevar, pintó sus cuadros  tal como veía la vida, con sentimiento,ilusión y mucha templanza. Cada vez que terminaba un cuadro, se sentía pleno, satisfecho.

Ahora se encontraba al comienzo de otro nuevo y no podía por menos que recordar aquellos primeros momentos, aquellos dias, lejanos en el tiempo en que una mujer, creyó en él, vió en él, lo que sus ojos no habían sido capaces.
A través de la ventana de su buhardilla, que aún conservaba, veía reir a los niños, pasear a los jóvenes, veía la vida.

La vista ya no le ayudaba y el cansancio de años de continuo trabajo se reflejaba en la curva de su espalda, pero cada vez que comenzaba una nueva obra, renacía, aligeraba su corazón de pesadumbres e iniciaba un camino nuevo, ilusionante, hacia algún lugar más allá del lienzo.

De aquella jóven, apenas recordaba el nombre y el brillo rojizo de su pelo, pero sin embargo conservaba su cajita de pinturas,  manchada, con las bisagras estropeadas irremediablemente por el tiempo, la conservaba porque representaba el punto de partida, de inflexión de una vida normal hacia otra llena de vida y de color.


El pintor: 1923 .París: Primavera. Sol. Olor a pintura.Luz.





AUTORA: ROSA


Él se sienta al borde de la silla y comienza un nuevo cuadro, mientras su mente vaga lentamente por sus recuerdos. Hace muchos años, cuando ella lo conoció, de manera casual, como suelen ocurrir casi todas las cosas importantes, él ni siquiera sabía que era un pintor, pero ella lo supo, lo intuyó desde el principio.

Él pintaba en la forma de hablar, de ver la vida, en su manera de sentir las cosas, ella siempre supo que él era un artista, nunca se lo dijo con palabras, pero siempre lo percibió así.


Él tenía una forma de captar ambientes, matices, colores, sabores y tonalidades como  sólo un artista puede hacer, eso era seguro, sin embargo, nunca antes de aquel día, se le había ocurrido pintar.

Ella consiguió una vieja caja de pinturas, casi olvidadas por un pariente suyo  que, aburrido de no conseguir exito, las abandonó en un rincón. Abrillantó la caja como pudo, la envolvio como supo y se la regaló.


Él rehusó aquel regalo repetidamente con la cabeza, hasta que finalmente lo tomó en sus manos y casi sin musitar palabra, lo guardó en la buhardilla, encima de una mesita de madera y tapado con un paño de lino, como si quisiera protegerlo de todo, como si fuera algo muy preciado.



Sin embargo, allí durmieron pinceles y pinturas durante mucho tiempo, él no se atrevía, no se sentía capaz de plasmar nada en los lienzos, admiraba demasiado a los maestros de la pintura, había visto y conocido a muchos y sabía del esfuerzo, la técnica que se necesitaba.

Un día, cuando la luz tiene esa tonalidad que la hace diferente al día de ayer y al de mañana, subió, y muy despacio, con ese andar pausado que lo caracterizaba,abrió la caja, sacó las pinturas...miró la luz...y se dispuso a dejar que su interior no quedara dentro prisionero, que fuera también compartido por otros , para otros. 



En su mente bullían cien tonalidades, mil colores, comenzó a mezclarlos y dió su primera pincelada, sin técnica, con corazón, la primera de muchas que vendrían después.


A partir de ese día, su mundo cambió, giró en torno a la pintura. Se convirtió en un pintor de sentimientos y plasmó el alma humana como nadie. Simplemente, todo lo que tenía que decir, lo pintó. Hoy, su nombre aparece en todos lo textos, sus cuadros están en los mejores museos del mundo y su pintura es referencia obligada.

Todo estaba escondido dentro, hermético, oculto, sólo aquella mirada femenina fué capaz de intuirlo, de darle luz. El artista, simplemente, fué fiel a sí mismo, se dejó llevar, pintó sus cuadros  tal como veía la vida, con sentimiento,ilusión y mucha templanza. Cada vez que terminaba un cuadro, se sentía pleno, satisfecho.

Ahora se encontraba al comienzo de otro nuevo y no podía por menos que recordar aquellos primeros momentos, aquellos dias, lejanos en el tiempo en que una mujer, creyó en él, vió en él, lo que sus ojos no habían sido capaces.
A través de la ventana de su buhardilla, que aún conservaba, veía reir a los niños, pasear a los jóvenes, veía la vida.

La vista ya no le ayudaba y el cansancio de años de continuo trabajo se reflejaba en la curva de su espalda, pero cada vez que comenzaba una nueva obra, renacía, aligeraba su corazón de pesadumbres e iniciaba un camino nuevo, ilusionante, hacia algún lugar más allá del lienzo.

De aquella jóven, apenas recordaba el nombre y el brillo rojizo de su pelo, pero sin embargo conservaba su cajita de pinturas,  manchada, con las bisagras estropeadas irremediablemente por el tiempo, la conservaba porque representaba el punto de partida, de inflexión de una vida normal hacia otra llena de vida y de color.


María José Martínez



¿Te sientes triste esta mañana?
Tus ojos no tienen brillo
Yo  no puedo penetrar en tu alma
Si tu no me cuentas nada
Cuanta melancolía veo en tu cara
cuantos campos de soledad trendrás en tu cerebro
Lloraron tanto tus ojos
cuanto me gustaría rescatar tu alegría
No se si tu mundo interior vive
ordenado o desordenado
yo te enseñaría un mundo agradable
donde descansaras con una paz serena
te haría carícias con mucha ternura
¿Qué pretendo?
Si no sólo agradarte
¿Con quién hablas?
¡Dios Mío!
Ya formidable veo el presente
Si buscas consuelo en cosas más altas
Imagen espantosa de la enfermedad y la muerte tienes
No tiembles más, no sudes más
Yo estoy a tu lado
quiero ayudarte
Mira a mis ojos, ves lágrimas en ellos
Pero tengo esperanzas en muchas cosas
dos fuentes de amor me gustaría que fueran
Tu vida y la mía
y descubrieras el mundo de la farsa
Que tanto dolor te ha hecho
pero entre la maraña de la farsa
y la furia del huracán
hay una puerta que tú
si quieres puedes abrir o puedes cerrar
y que sepas que yo te quiero ayudar
cuando tú me pidas ayuda

María José Martínez



¿Te sientes triste esta mañana?
Tus ojos no tienen brillo
Yo  no puedo penetrar en tu alma
Si tu no me cuentas nada
Cuanta melancolía veo en tu cara
cuantos campos de soledad trendrás en tu cerebro
Lloraron tanto tus ojos
cuanto me gustaría rescatar tu alegría
No se si tu mundo interior vive
ordenado o desordenado
yo te enseñaría un mundo agradable
donde descansaras con una paz serena
te haría carícias con mucha ternura
¿Qué pretendo?
Si no sólo agradarte
¿Con quién hablas?
¡Dios Mío!
Ya formidable veo el presente
Si buscas consuelo en cosas más altas
Imagen espantosa de la enfermedad y la muerte tienes
No tiembles más, no sudes más
Yo estoy a tu lado
quiero ayudarte
Mira a mis ojos, ves lágrimas en ellos
Pero tengo esperanzas en muchas cosas
dos fuentes de amor me gustaría que fueran
Tu vida y la mía
y descubrieras el mundo de la farsa
Que tanto dolor te ha hecho
pero entre la maraña de la farsa
y la furia del huracán
hay una puerta que tú
si quieres puedes abrir o puedes cerrar
y que sepas que yo te quiero ayudar
cuando tú me pidas ayuda

María José Martínez



¿Te sientes triste esta mañana?
Tus ojos no tienen brillo
Yo  no puedo penetrar en tu alma
Si tu no me cuentas nada
Cuanta melancolía veo en tu cara
cuantos campos de soledad trendrás en tu cerebro
Lloraron tanto tus ojos
cuanto me gustaría rescatar tu alegría
No se si tu mundo interior vive
ordenado o desordenado
yo te enseñaría un mundo agradable
donde descansaras con una paz serena
te haría carícias con mucha ternura
¿Qué pretendo?
Si no sólo agradarte
¿Con quién hablas?
¡Dios Mío!
Ya formidable veo el presente
Si buscas consuelo en cosas más altas
Imagen espantosa de la enfermedad y la muerte tienes
No tiembles más, no sudes más
Yo estoy a tu lado
quiero ayudarte
Mira a mis ojos, ves lágrimas en ellos
Pero tengo esperanzas en muchas cosas
dos fuentes de amor me gustaría que fueran
Tu vida y la mía
y descubrieras el mundo de la farsa
Que tanto dolor te ha hecho
pero entre la maraña de la farsa
y la furia del huracán
hay una puerta que tú
si quieres puedes abrir o puedes cerrar
y que sepas que yo te quiero ayudar
cuando tú me pidas ayuda

Centinela secreto. Abraham Ferreira Khalil




CENTINELA SECRETO

Te vieron custodiar secretas playas
donde la fiebre sella su contrato
frente a este astro sin luz cuyo arrebato
asedia mi memoria y sus murallas.

Es la costa la escena donde ensayas
un símbolo al que impones tu recato
de bosque melancólico. ¡Qué ingrato
fue acudir desde extrañas atalayas!

Tú opones a la costa que libera
alas y pensamientos. Y en tu orilla
yacen cuerpos desnudos de quimera.

A ti regresa el mar por tu mejilla
como nieve que ejerce en primavera,
y proclama su extinta maravilla.


© Abraham Ferreira Khalil


Centinela secreto. Abraham Ferreira Khalil




CENTINELA SECRETO

Te vieron custodiar secretas playas
donde la fiebre sella su contrato
frente a este astro sin luz cuyo arrebato
asedia mi memoria y sus murallas.

Es la costa la escena donde ensayas
un símbolo al que impones tu recato
de bosque melancólico. ¡Qué ingrato
fue acudir desde extrañas atalayas!

Tú opones a la costa que libera
alas y pensamientos. Y en tu orilla
yacen cuerpos desnudos de quimera.

A ti regresa el mar por tu mejilla
como nieve que ejerce en primavera,
y proclama su extinta maravilla.


© Abraham Ferreira Khalil


Centinela secreto. Abraham Ferreira Khalil




CENTINELA SECRETO

Te vieron custodiar secretas playas
donde la fiebre sella su contrato
frente a este astro sin luz cuyo arrebato
asedia mi memoria y sus murallas.

Es la costa la escena donde ensayas
un símbolo al que impones tu recato
de bosque melancólico. ¡Qué ingrato
fue acudir desde extrañas atalayas!

Tú opones a la costa que libera
alas y pensamientos. Y en tu orilla
yacen cuerpos desnudos de quimera.

A ti regresa el mar por tu mejilla
como nieve que ejerce en primavera,
y proclama su extinta maravilla.


© Abraham Ferreira Khalil


Los éxodos, los exilios. Alfredo Pérez Alencart




LOS ÉXODOS, LOS EXILIOS


La palabra es vuelo en la mirada del poeta, migración continua de un lado a otro, la patria en sí misma; es tránsito, agitación o estremecimiento, oscuridad y luz a un tiempo, edén y abismo, misterio y magia, alma luciérnaga en la noche, canción liberadora, voz abrazo, eco de nombres, celeste música de madrugada. El poeta es palabra en su esencia, peregrino siempre, buscador de su brillo, alfarero de sus silencios, incansable pregonero de sus trinos. Esto es lo que uno siente cuando se acerca a la palabra poética de Alfredo Pérez Alencart. Y lo digo sin ambages, pues conocí su poesía antes que al poeta, advertí en sus versos la pureza, la esencialidad de la palabra libre y desnuda. Y desnudo me adentré en los poemas, sin tener en cuenta otros elementos que no fueran los derivados estrictamente de su lectura. 


La creación poética es un acto de amor, la entrega definitiva al otro a través del yo poético, una búsqueda incansable de lo desconocido, del misterio latente en cada palabra, un continuo abismarse en el origen de la nada o el vacío, del silencio de la oscuridad o el temblor primero de la luz. “Los éxodos, los exilios (1994-2014)” es la última entrega del poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962) y profesor del Derecho del Trabajo en la Universidad de Salamanca. En “Los éxodos, los exilios” (Libro primero), el poeta es recurrente con la anáfora (también aparecerá en los siguientes libros, junto a otros elementos formales como el encabalgamiento, versolibrismo, riqueza léxica, uso de neologismos, entre otros) en un deseo continuo de significar la esencia del discurso poético Toma Pérez Alencart las palabras de Gabriel García Márquez cuando dijo: “Yo sí me he sentido extranjero en todas partes”, para dar título al libro segundo: “Extranjero en todas partes”. Tal vez sea el poema “Doblemundo” la clave de estas secuencias vivenciales del poeta en este canto segundo al mostrarnos su visión dual de transterrado, de ese sentirse “de aquí” y “de allí” a un tiempo, y que viene a confirmar, una vez más, la universalidad de su palabra poética: 

«Aquí como allí /
reconocieron que migré
 / por páramos y selvas
 / con un mismo verbo
 / agradecido».

 En el libro tercero, “Brújulas para otra tierra”, el poeta traza un nuevo itinerario, en el que mantiene un diálogo permanente con todas las patrias que le habitan y siente poseer como legado de los ancestros, o así al menos, lo pretende en el poema “Descubrimiento de España”, cuando escribe: «Me conmueve pisar un suelo donde no nací / pero cuya pertenencia reivindico / por la rotunda emigración de los ancestros». Con cita de Rubén Darío: “Soy un hijo de América, soy un nieto de España”, y del propio poeta: “Yo mucho los quiero, / pero en Barajas / me llamaron extranjero”, se inicia la cuarta travesía, el canto cuarto “Pasajero de Indias”, centrado en la tierra del orbayu y la bruma, de la manzana embriagadora, del carbón y su luto, de la piedra y la magia de sus prados, de los atormentados ríos y los misteriosos bosques, del lugar y la casa del abuelo Alfredo Pérez Fernández, español de Asturias. Con “Cánticos de la frontera” (Libro quinto) concluye esta magna obra de Pérez Alencart. En su poema inicial, una variación de otro incluido en el libro primero, el poeta vuelve a la idea del “hombre es lobo para el hombre”, como un eco que se repite constantemente: guerras, persecuciones, hambre, desesperanza, miedo y desesperación, por no haber aprendido suficientemente la lección de entrega al otro, del amor sin condiciones, de la fraternidad y solidaridad humanas. Pérez Alencart es un soñador que cada día construye sueños sobre la vasta y ajada realidad, de ahí que vuelva al edén de los sueños, a la inocencia, al candor de la infancia y el lenguaje: “Mi infancia y madurez / crecen sobre dos idiomas: / el castellano y el portugués” escribe el poeta. Clara evidencia la del amor en la poesía de Pérez Alencart, de un amor que colma con su luz al desvalido, que sana sus heridas y reconforta su alma como si de un sagrado maná se tratase: “Creo en el maná que veo en la mano del Amor”, sentencia el último verso de Los éxodos, los exilios, obra de madurez, vital, plena, lúcida, inmensa, del poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart, una de las voces más sólidas y brillantes de la poesía iberoamericana contemporánea. 
 


Título:Los éxodos, los exilios
Autor: Alfredo Pérez Alencart

Edita:Universidad San Martín de Porres (Perú, 2015) 

Los éxodos, los exilios. Alfredo Pérez Alencart




LOS ÉXODOS, LOS EXILIOS


La palabra es vuelo en la mirada del poeta, migración continua de un lado a otro, la patria en sí misma; es tránsito, agitación o estremecimiento, oscuridad y luz a un tiempo, edén y abismo, misterio y magia, alma luciérnaga en la noche, canción liberadora, voz abrazo, eco de nombres, celeste música de madrugada. El poeta es palabra en su esencia, peregrino siempre, buscador de su brillo, alfarero de sus silencios, incansable pregonero de sus trinos. Esto es lo que uno siente cuando se acerca a la palabra poética de Alfredo Pérez Alencart. Y lo digo sin ambages, pues conocí su poesía antes que al poeta, advertí en sus versos la pureza, la esencialidad de la palabra libre y desnuda. Y desnudo me adentré en los poemas, sin tener en cuenta otros elementos que no fueran los derivados estrictamente de su lectura. 


La creación poética es un acto de amor, la entrega definitiva al otro a través del yo poético, una búsqueda incansable de lo desconocido, del misterio latente en cada palabra, un continuo abismarse en el origen de la nada o el vacío, del silencio de la oscuridad o el temblor primero de la luz. “Los éxodos, los exilios (1994-2014)” es la última entrega del poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962) y profesor del Derecho del Trabajo en la Universidad de Salamanca. En “Los éxodos, los exilios” (Libro primero), el poeta es recurrente con la anáfora (también aparecerá en los siguientes libros, junto a otros elementos formales como el encabalgamiento, versolibrismo, riqueza léxica, uso de neologismos, entre otros) en un deseo continuo de significar la esencia del discurso poético Toma Pérez Alencart las palabras de Gabriel García Márquez cuando dijo: “Yo sí me he sentido extranjero en todas partes”, para dar título al libro segundo: “Extranjero en todas partes”. Tal vez sea el poema “Doblemundo” la clave de estas secuencias vivenciales del poeta en este canto segundo al mostrarnos su visión dual de transterrado, de ese sentirse “de aquí” y “de allí” a un tiempo, y que viene a confirmar, una vez más, la universalidad de su palabra poética: 

«Aquí como allí /
reconocieron que migré
 / por páramos y selvas
 / con un mismo verbo
 / agradecido».

 En el libro tercero, “Brújulas para otra tierra”, el poeta traza un nuevo itinerario, en el que mantiene un diálogo permanente con todas las patrias que le habitan y siente poseer como legado de los ancestros, o así al menos, lo pretende en el poema “Descubrimiento de España”, cuando escribe: «Me conmueve pisar un suelo donde no nací / pero cuya pertenencia reivindico / por la rotunda emigración de los ancestros». Con cita de Rubén Darío: “Soy un hijo de América, soy un nieto de España”, y del propio poeta: “Yo mucho los quiero, / pero en Barajas / me llamaron extranjero”, se inicia la cuarta travesía, el canto cuarto “Pasajero de Indias”, centrado en la tierra del orbayu y la bruma, de la manzana embriagadora, del carbón y su luto, de la piedra y la magia de sus prados, de los atormentados ríos y los misteriosos bosques, del lugar y la casa del abuelo Alfredo Pérez Fernández, español de Asturias. Con “Cánticos de la frontera” (Libro quinto) concluye esta magna obra de Pérez Alencart. En su poema inicial, una variación de otro incluido en el libro primero, el poeta vuelve a la idea del “hombre es lobo para el hombre”, como un eco que se repite constantemente: guerras, persecuciones, hambre, desesperanza, miedo y desesperación, por no haber aprendido suficientemente la lección de entrega al otro, del amor sin condiciones, de la fraternidad y solidaridad humanas. Pérez Alencart es un soñador que cada día construye sueños sobre la vasta y ajada realidad, de ahí que vuelva al edén de los sueños, a la inocencia, al candor de la infancia y el lenguaje: “Mi infancia y madurez / crecen sobre dos idiomas: / el castellano y el portugués” escribe el poeta. Clara evidencia la del amor en la poesía de Pérez Alencart, de un amor que colma con su luz al desvalido, que sana sus heridas y reconforta su alma como si de un sagrado maná se tratase: “Creo en el maná que veo en la mano del Amor”, sentencia el último verso de Los éxodos, los exilios, obra de madurez, vital, plena, lúcida, inmensa, del poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart, una de las voces más sólidas y brillantes de la poesía iberoamericana contemporánea. 
 


Título:Los éxodos, los exilios
Autor: Alfredo Pérez Alencart

Edita:Universidad San Martín de Porres (Perú, 2015)