Magia, religión y poder


Magia, religión y poder

 

Diálogo con Eduardo Galeano de Bruno Galindo.

Bruno Galindo: ¿Gusta Vd., Señor Galeano, de derribar las diferencias entre lo que se conoce como el bien y el mal, o al menos de acercar ambas posiciones?

Eduardo Galeano: Las barajas siempre vienen mezcladas. Tal vez por eso para mí siempre fue interesante la figura del diablo en América Latina, quizás porque tuve una formación tan católica cuando era niño, y eso te marca para siempre. Y claro, uno es entrenado en la finfancia para creerse este asunto del bien y del mal, del cielo y del infierno, con su proyección más dañina, la más jodida de todas, que es el cuerpo y el alma: la bella y la bestia. Estás toda la vida tratando de superar, y no lo conseguís nunca, esto de que el cuerpo es una fuente de pecado y culpa y que en él tendrás tu condenación, mientras que el espíritu es una cosa etérea que podría llegar a salvarte si no estuvieras tan orientado haciea el mal por los bajos instintos. Yo me formé en eso. Me lo había tomado en serio, yo era un místico de verdad, de esos que rezaba con piedrecitas debajo de las rodillas: me lo creía. Después, con los años, aprendí que la realidad no era así. Por lo menos la de este mundo.


Y como es en la realidad en lo que creo, creo que si hay cielo y hay infierno están aquí, en el mundo... pero que vienen bastante mezclados. Aquello que me habían enseñado de que había una ferontera clarita que los separaba, en la realidad no es así para nada. Y lo mismo con Dios y el Diablo, como grandes metáforas, como símbolos, como mitos de la gran contradicción entre lo nuevo y lo viejo, el bien y el mal, la energía de la vida y la energía de la muerte. Las barajas vienen mezcladas.

Bruno Galindo: A Dios más o menos ya le conocemos. Hábleme del Diablo.

Eduardo Galeano: En estos andares, así, por los caminos -porque uno más o menos ha andado por un lado y por el otro-, yo he podido confirmar que en América Latina el diablo no es tan malo, ¿sasbés? En general es bastante buen tipo, es una cosa difícil de decir pero hay que reconocer que es así, ¿no? En algunas plantaciones de azúcar del Caribe, en la Dominicana, en Puerto Rico, en Cuba, también en la costa colombiana, en las minas de Bolivia... En Brasil para qué hablar: en los terreiros, en los suburbios de las ciudades donde los exlcuidos, los máufragos, los desahuciados, los vomitados del sistema, invocan al diablo recreando rituales que vienen del África porque son reinventados por ellos, a la medida de sus deseos, de sus necesidades más profundas... a veces de su pasión de venganza.


Entonces el diablo se convierte en alguien bastante macanudo, una especie de Contradios, un Contradios que tiene sus cosas, ¿no? Yo me acuerdo que en unos terrerios de Río de Janeiro hice un trabajo, hace ya nos cuantos años, justamente sobre cómo funcionaban estas energías, sobre el rojo y el blanco, sobre cómo los colores se mezclaban en las macumbas... no tanto en los ritos ya más puramente africanos, como el candomblé bahiano, que es más puramente africano (las versiones del Sur están ya más mezcladas, son sincréticas, más eclécticas y más adaptadas a la vida cotidiana concreta en los suburbios de las ciudades). Son ritos que vienen del África más o menos trasplantados con cierta fidelidad, aunque también muy recreados por la impronta nacional, por este sello de gracias, de picardía propia, de belleza propia que el Brasil le da a todo lo que toca ( es esta cualidad que el Brasil tiene de traer el fútbol de Inglaterra y convertido en una fiesta brasileña).

Y lo mismo con las religiones: las religiones llegan allí y se convierten en algo muy propio, muy distinto. Ya no sólo para los negros, sino para pobres de todos los colores. Entonces suenan los pontos (nombre que se le da al cántico que se entona para atraer a alguna divinidad de la naturaleza local, generalmente venida de África, o indígena); suenan en lenguas portuguesas, a diferencia del Norte donde son en las lenguas africanas, básicamente en nagó o yoruba...





Decía que una vez estuve en uno de esos terreiros -que luego desapareció con esto que llaman civilización – que estaba en uno de los morros de Río. Entonces ahí estaba un limpiador del aeropuerto Galeano, que de noche recibía al Diablo. Un diablo muy especial, porque era un diablo que oficiaba de confesor, de psicoanalista, de toda una favela. Y parece que el diablo era muy comprensivo. Una vez, estando este hombre en trance, conversando yo con este hombre (o sea, conversando con el Diablo, que era el que estaba metido en él), le pregunté por Dios. Y vi que hablaban de colega a colega. Entonces me di cuenta que la cosa del Diablo es distinta, ¿no? Había una mujer, una negra embarazadaque había venido a que le salvara el hijo, porque el hijo iba a nacer cojo, tuerto o bobo por la maldición de una vecina celosa que le quería sacar al hombre. Según decía ella, ya se había hecho el pacto. Y el diablo le preguntó:
- ¿Pacto con quién?
Y ella dijo:
-Pacto con Dios.
Y el diablo dijo:
- No, eso no es verdad. Te han engañado. Yo a Dios lo conozco bien y él no es tan bruto como para hacer esto. 
Con experiencias muy semejantes que me ocurrieron en las minas bolivianas, o en las plantaciones del Caribe, me di cuenta de que hay una relación con el Diablo muy distinta de loq ue se supone, de lo que a uno le hacen aprender que es el Diablo (el ángel traidor y rebelde que es expulsado del reino de los cielos y que funda el infierno para castigar a los que nos portamos mal en este mundo).


Esto mismo se ve reflejado en la tradición de la payada [duelos verbales entre dos rimadores improvisados: tradición presente en el Río de la Plata, en el Nordeste de Brasil [bajo el nombre de repente], en Cuba [bajo el nombre de punto]. Es el duelo final con el Diablo. Es un enfrentamiento de dos picardías:  a ver quien es más bandido. A ver quién puede más en estos lances de travesura y de hermosura que son en el fondo las payadas. En esos duelos de poesía cantada donde la belleza corre siempre pareja con el ingenio, con el humor, con la diablura. Diablura que te entrena para el duelo final con el Diablo. Qué mejor que la diablura para pelear con el Diablo.



Bruno Galindo: En América Latina, entre Dios y el Diablo, también estan las mafias religiosas, sectas o iglesias, que sincretizan la fe popular y el gran negocio de los sistemas capitalistas. ¿Qué opina de este asunto?



Eduardo Galeano: Lo único que tengo claro es que toda expresión de fe es digna de respeto.




















Magia, religión y poder


Magia, religión y poder

 

Diálogo con Eduardo Galeano de Bruno Galindo.

Bruno Galindo: ¿Gusta Vd., Señor Galeano, de derribar las diferencias entre lo que se conoce como el bien y el mal, o al menos de acercar ambas posiciones?

Eduardo Galeano: Las barajas siempre vienen mezcladas. Tal vez por eso para mí siempre fue interesante la figura del diablo en América Latina, quizás porque tuve una formación tan católica cuando era niño, y eso te marca para siempre. Y claro, uno es entrenado en la finfancia para creerse este asunto del bien y del mal, del cielo y del infierno, con su proyección más dañina, la más jodida de todas, que es el cuerpo y el alma: la bella y la bestia. Estás toda la vida tratando de superar, y no lo conseguís nunca, esto de que el cuerpo es una fuente de pecado y culpa y que en él tendrás tu condenación, mientras que el espíritu es una cosa etérea que podría llegar a salvarte si no estuvieras tan orientado haciea el mal por los bajos instintos. Yo me formé en eso. Me lo había tomado en serio, yo era un místico de verdad, de esos que rezaba con piedrecitas debajo de las rodillas: me lo creía. Después, con los años, aprendí que la realidad no era así. Por lo menos la de este mundo.


Y como es en la realidad en lo que creo, creo que si hay cielo y hay infierno están aquí, en el mundo... pero que vienen bastante mezclados. Aquello que me habían enseñado de que había una ferontera clarita que los separaba, en la realidad no es así para nada. Y lo mismo con Dios y el Diablo, como grandes metáforas, como símbolos, como mitos de la gran contradicción entre lo nuevo y lo viejo, el bien y el mal, la energía de la vida y la energía de la muerte. Las barajas vienen mezcladas.

Bruno Galindo: A Dios más o menos ya le conocemos. Hábleme del Diablo.

Eduardo Galeano: En estos andares, así, por los caminos -porque uno más o menos ha andado por un lado y por el otro-, yo he podido confirmar que en América Latina el diablo no es tan malo, ¿sasbés? En general es bastante buen tipo, es una cosa difícil de decir pero hay que reconocer que es así, ¿no? En algunas plantaciones de azúcar del Caribe, en la Dominicana, en Puerto Rico, en Cuba, también en la costa colombiana, en las minas de Bolivia... En Brasil para qué hablar: en los terreiros, en los suburbios de las ciudades donde los exlcuidos, los máufragos, los desahuciados, los vomitados del sistema, invocan al diablo recreando rituales que vienen del África porque son reinventados por ellos, a la medida de sus deseos, de sus necesidades más profundas... a veces de su pasión de venganza.


Entonces el diablo se convierte en alguien bastante macanudo, una especie de Contradios, un Contradios que tiene sus cosas, ¿no? Yo me acuerdo que en unos terrerios de Río de Janeiro hice un trabajo, hace ya nos cuantos años, justamente sobre cómo funcionaban estas energías, sobre el rojo y el blanco, sobre cómo los colores se mezclaban en las macumbas... no tanto en los ritos ya más puramente africanos, como el candomblé bahiano, que es más puramente africano (las versiones del Sur están ya más mezcladas, son sincréticas, más eclécticas y más adaptadas a la vida cotidiana concreta en los suburbios de las ciudades). Son ritos que vienen del África más o menos trasplantados con cierta fidelidad, aunque también muy recreados por la impronta nacional, por este sello de gracias, de picardía propia, de belleza propia que el Brasil le da a todo lo que toca ( es esta cualidad que el Brasil tiene de traer el fútbol de Inglaterra y convertido en una fiesta brasileña).

Y lo mismo con las religiones: las religiones llegan allí y se convierten en algo muy propio, muy distinto. Ya no sólo para los negros, sino para pobres de todos los colores. Entonces suenan los pontos (nombre que se le da al cántico que se entona para atraer a alguna divinidad de la naturaleza local, generalmente venida de África, o indígena); suenan en lenguas portuguesas, a diferencia del Norte donde son en las lenguas africanas, básicamente en nagó o yoruba...





Decía que una vez estuve en uno de esos terreiros -que luego desapareció con esto que llaman civilización – que estaba en uno de los morros de Río. Entonces ahí estaba un limpiador del aeropuerto Galeano, que de noche recibía al Diablo. Un diablo muy especial, porque era un diablo que oficiaba de confesor, de psicoanalista, de toda una favela. Y parece que el diablo era muy comprensivo. Una vez, estando este hombre en trance, conversando yo con este hombre (o sea, conversando con el Diablo, que era el que estaba metido en él), le pregunté por Dios. Y vi que hablaban de colega a colega. Entonces me di cuenta que la cosa del Diablo es distinta, ¿no? Había una mujer, una negra embarazadaque había venido a que le salvara el hijo, porque el hijo iba a nacer cojo, tuerto o bobo por la maldición de una vecina celosa que le quería sacar al hombre. Según decía ella, ya se había hecho el pacto. Y el diablo le preguntó:
- ¿Pacto con quién?
Y ella dijo:
-Pacto con Dios.
Y el diablo dijo:
- No, eso no es verdad. Te han engañado. Yo a Dios lo conozco bien y él no es tan bruto como para hacer esto. 
Con experiencias muy semejantes que me ocurrieron en las minas bolivianas, o en las plantaciones del Caribe, me di cuenta de que hay una relación con el Diablo muy distinta de loq ue se supone, de lo que a uno le hacen aprender que es el Diablo (el ángel traidor y rebelde que es expulsado del reino de los cielos y que funda el infierno para castigar a los que nos portamos mal en este mundo).


Esto mismo se ve reflejado en la tradición de la payada [duelos verbales entre dos rimadores improvisados: tradición presente en el Río de la Plata, en el Nordeste de Brasil [bajo el nombre de repente], en Cuba [bajo el nombre de punto]. Es el duelo final con el Diablo. Es un enfrentamiento de dos picardías:  a ver quien es más bandido. A ver quién puede más en estos lances de travesura y de hermosura que son en el fondo las payadas. En esos duelos de poesía cantada donde la belleza corre siempre pareja con el ingenio, con el humor, con la diablura. Diablura que te entrena para el duelo final con el Diablo. Qué mejor que la diablura para pelear con el Diablo.



Bruno Galindo: En América Latina, entre Dios y el Diablo, también estan las mafias religiosas, sectas o iglesias, que sincretizan la fe popular y el gran negocio de los sistemas capitalistas. ¿Qué opina de este asunto?



Eduardo Galeano: Lo único que tengo claro es que toda expresión de fe es digna de respeto.




















Magia, religión y poder


Magia, religión y poder

 

Diálogo con Eduardo Galeano de Bruno Galindo.

Bruno Galindo: ¿Gusta Vd., Señor Galeano, de derribar las diferencias entre lo que se conoce como el bien y el mal, o al menos de acercar ambas posiciones?

Eduardo Galeano: Las barajas siempre vienen mezcladas. Tal vez por eso para mí siempre fue interesante la figura del diablo en América Latina, quizás porque tuve una formación tan católica cuando era niño, y eso te marca para siempre. Y claro, uno es entrenado en la finfancia para creerse este asunto del bien y del mal, del cielo y del infierno, con su proyección más dañina, la más jodida de todas, que es el cuerpo y el alma: la bella y la bestia. Estás toda la vida tratando de superar, y no lo conseguís nunca, esto de que el cuerpo es una fuente de pecado y culpa y que en él tendrás tu condenación, mientras que el espíritu es una cosa etérea que podría llegar a salvarte si no estuvieras tan orientado haciea el mal por los bajos instintos. Yo me formé en eso. Me lo había tomado en serio, yo era un místico de verdad, de esos que rezaba con piedrecitas debajo de las rodillas: me lo creía. Después, con los años, aprendí que la realidad no era así. Por lo menos la de este mundo.


Y como es en la realidad en lo que creo, creo que si hay cielo y hay infierno están aquí, en el mundo... pero que vienen bastante mezclados. Aquello que me habían enseñado de que había una ferontera clarita que los separaba, en la realidad no es así para nada. Y lo mismo con Dios y el Diablo, como grandes metáforas, como símbolos, como mitos de la gran contradicción entre lo nuevo y lo viejo, el bien y el mal, la energía de la vida y la energía de la muerte. Las barajas vienen mezcladas.

Bruno Galindo: A Dios más o menos ya le conocemos. Hábleme del Diablo.

Eduardo Galeano: En estos andares, así, por los caminos -porque uno más o menos ha andado por un lado y por el otro-, yo he podido confirmar que en América Latina el diablo no es tan malo, ¿sasbés? En general es bastante buen tipo, es una cosa difícil de decir pero hay que reconocer que es así, ¿no? En algunas plantaciones de azúcar del Caribe, en la Dominicana, en Puerto Rico, en Cuba, también en la costa colombiana, en las minas de Bolivia... En Brasil para qué hablar: en los terreiros, en los suburbios de las ciudades donde los exlcuidos, los máufragos, los desahuciados, los vomitados del sistema, invocan al diablo recreando rituales que vienen del África porque son reinventados por ellos, a la medida de sus deseos, de sus necesidades más profundas... a veces de su pasión de venganza.


Entonces el diablo se convierte en alguien bastante macanudo, una especie de Contradios, un Contradios que tiene sus cosas, ¿no? Yo me acuerdo que en unos terrerios de Río de Janeiro hice un trabajo, hace ya nos cuantos años, justamente sobre cómo funcionaban estas energías, sobre el rojo y el blanco, sobre cómo los colores se mezclaban en las macumbas... no tanto en los ritos ya más puramente africanos, como el candomblé bahiano, que es más puramente africano (las versiones del Sur están ya más mezcladas, son sincréticas, más eclécticas y más adaptadas a la vida cotidiana concreta en los suburbios de las ciudades). Son ritos que vienen del África más o menos trasplantados con cierta fidelidad, aunque también muy recreados por la impronta nacional, por este sello de gracias, de picardía propia, de belleza propia que el Brasil le da a todo lo que toca ( es esta cualidad que el Brasil tiene de traer el fútbol de Inglaterra y convertido en una fiesta brasileña).

Y lo mismo con las religiones: las religiones llegan allí y se convierten en algo muy propio, muy distinto. Ya no sólo para los negros, sino para pobres de todos los colores. Entonces suenan los pontos (nombre que se le da al cántico que se entona para atraer a alguna divinidad de la naturaleza local, generalmente venida de África, o indígena); suenan en lenguas portuguesas, a diferencia del Norte donde son en las lenguas africanas, básicamente en nagó o yoruba...





Decía que una vez estuve en uno de esos terreiros -que luego desapareció con esto que llaman civilización – que estaba en uno de los morros de Río. Entonces ahí estaba un limpiador del aeropuerto Galeano, que de noche recibía al Diablo. Un diablo muy especial, porque era un diablo que oficiaba de confesor, de psicoanalista, de toda una favela. Y parece que el diablo era muy comprensivo. Una vez, estando este hombre en trance, conversando yo con este hombre (o sea, conversando con el Diablo, que era el que estaba metido en él), le pregunté por Dios. Y vi que hablaban de colega a colega. Entonces me di cuenta que la cosa del Diablo es distinta, ¿no? Había una mujer, una negra embarazadaque había venido a que le salvara el hijo, porque el hijo iba a nacer cojo, tuerto o bobo por la maldición de una vecina celosa que le quería sacar al hombre. Según decía ella, ya se había hecho el pacto. Y el diablo le preguntó:
- ¿Pacto con quién?
Y ella dijo:
-Pacto con Dios.
Y el diablo dijo:
- No, eso no es verdad. Te han engañado. Yo a Dios lo conozco bien y él no es tan bruto como para hacer esto. 
Con experiencias muy semejantes que me ocurrieron en las minas bolivianas, o en las plantaciones del Caribe, me di cuenta de que hay una relación con el Diablo muy distinta de loq ue se supone, de lo que a uno le hacen aprender que es el Diablo (el ángel traidor y rebelde que es expulsado del reino de los cielos y que funda el infierno para castigar a los que nos portamos mal en este mundo).


Esto mismo se ve reflejado en la tradición de la payada [duelos verbales entre dos rimadores improvisados: tradición presente en el Río de la Plata, en el Nordeste de Brasil [bajo el nombre de repente], en Cuba [bajo el nombre de punto]. Es el duelo final con el Diablo. Es un enfrentamiento de dos picardías:  a ver quien es más bandido. A ver quién puede más en estos lances de travesura y de hermosura que son en el fondo las payadas. En esos duelos de poesía cantada donde la belleza corre siempre pareja con el ingenio, con el humor, con la diablura. Diablura que te entrena para el duelo final con el Diablo. Qué mejor que la diablura para pelear con el Diablo.



Bruno Galindo: En América Latina, entre Dios y el Diablo, también estan las mafias religiosas, sectas o iglesias, que sincretizan la fe popular y el gran negocio de los sistemas capitalistas. ¿Qué opina de este asunto?



Eduardo Galeano: Lo único que tengo claro es que toda expresión de fe es digna de respeto.




















13.-Méndez. José Antonio Méndez (54-57)

Pero más inquieto está Méndez. Debe ser porque lo he puesto en el suelo y ya se siente a un paso de la libertad. ¿Qué te pasa Méndez? ¿No te gusta la música? Si quieres la cambio. Si Méndez fuese un poco más elástico ya hubiese atravesado sus barrotes hace rato. Ya ves Méndez estas gordo, tienes que ponerte a dieta si quieres escapar. ja, ja, ja. Méndez corre en su rueda como si estuviese corriendo por su vida, como si estuviese compitiendo en algún torneo, corre como si llegara tarde al trabajo o al colegio. Lo bajé un rato de su mesa porque necesitaba el espacio, y desde entonces no ha parado. Y ahora que lo pienso tiene ya varios minutos sin detenerse, sospecho que sufrirá de un infarto en cualquier momento.

 El (o ella, la verdad no lo tengo muy claro) corre como si fuese caballo al galope, como si tuviera prisa por llegar a alguna parte, pobrecita. Luego se baja, husmea alrededor de su jaula como si fuera la primera vez que esta ahí, mordisquea un poco los barrotes y entonces se sube otra vez a la rueda. Al abandonar su rueda -esto me hace reír- actúa como si se bajara de una cápsula espacial o de una máquina del tiempo, tímidamente, una patita después de la otra, lentamente, precavidamente, examina la zona.

Como si esperase llegar a algún sitio en especial, o hallar la salida, la puerta mágica. Pero qué no entiendes rata bruta que estas dentro de una jaula y que por más vueltas que le des a la rueda nunca llegaras a ningún lado! A lo mejor estas loca, a lo mejor tu mente te hace ver cada vez un lugar diferente, a lo mejor esa es tu manera de escapar, de lidiar con la pena del encierro, después de todo las ratas no se suicidan. Las ratas tampoco se drogan, no tienen teléfono, ni televisor, ni libros, sus opciones para pasar el tiempo son muy limitadas, ¿qué más podrían hacer sino engañarse a sí mismas? ¿Y además qué debería de esperar yo?, ¿verla un día sentada en flor de loto haciendo zen o tai chi, meditando sobre su futuro, haciendo planchas, parada de cabeza, bailando break(!), o qué la voy a ver un día arreglando los trastos de su jaula, decorando un poquito su casa, una piedrita aquí, otra piedrecita allá, un poco más de aserrín aquí un poco más de aserrín allá, acomodando la comida en su plato, la caquita en una esquina? ¡Ni hablar pues!

Al ver su vehemencia y la manera en que sus ojitos parece que se le fueran a salir, y las venas de sus orejas que se hinchan y se ponen rojas del esfuerzo, se me ocurre que a lo mejor mientras corre sueña que se escapa de aquí, sueña que ha logrado salirse de su jaula que ya no tendrá que vivir encerrada jamás, luego que huye escapándose por alguna rendija de la puerta o por el resquicio de la ventana, se alucina la rata esta que baja las escaleras a toda prisa, tropezándose en cada escalón, bajándolos de a dos, de a tres, que cruza la reja y que sale de la casa, que corre en busca de algún jardín, a lo mejor piensa que encontrará a otros como él, que en algún hueco o buzón hallará cientos de animales, roedores, que como él también lograron escapar de sus prisiones y ahora comparten de manera feliz una vida de libertad.

No sabe que en la primera noche se lo comerían vivo, no sabe que hay otros más ratas que él, no sabe que él no es una rata cualquiera para empezar, él es una rata de veinte dólares, él no es como aquellas grises, callejeras, peligrosas, que comen carroña, él es 100% vegetariano para empezar, mejor dirán las otras, menos colesterol pe', más rico dirán sobándose la panza las muy viciosas. así es Méndez no sabes lo que te espera si te lograras escapar un día, horrible oye, deberías de darme las gracias y portarte mejor, en vez de actuar como si no estuvieras contenta, o qué acaso te quieres ir y dejarme, qué tanto crees que te necesito Méndez, además nunca te enseñé a cruzar la pista y tú eres muy confiado pequeñín, tú te le trepas a cualquiera, nada que ver Méndez, ven, cómete un manicito, ven. ¿Por qué estas tan excitada dime?, ¿qué cocha pacha en tu cabeza?, ¿tú no has visto Tom y Jerry?, de qué cosa crees que son tus barrotes dime, ¿de azúcar?, ¿por qué te quieres salir dime?, ¿qué no soy un buen amo?, ¿no juego contigo?, ¿no te hablo?, ¿no te pongo música?, ¿no te doy de comer?, ¿no te meto en mis pantalones y te saco a pasear? ¡Oye Méndez qué te pasa no me escuchas! ¡Por lo visto te entra por un oído y te sale por el otro todo lo que yo digo!, ¿no?, ¡Oye Méndez! ¡MENDEZ! NO hay nada que hacer, lo de Méndez es crónico. En el fondo lo envidio.


 Al menos él tiene una esperanza. Talvez debería de abrir su puerta, ¿qué derecho tengo yo a retenerlo contra su voluntad?, ¿por qué no he de darle la oportunidad de vivir su vida como lo crea más conveniente?, ¿y si lo matan?, ¿y si lo hieren?, ¿y si no encuentra comida?, ¿has comido raíces alguna vez Méndez?, ¿has comido insectos?, ¿ah? ¡contéstame!, no me contestas verdad, te quedas callado, pues yo te diré, nunca, nunca, desde el día en que naciste has tenido que comer algo que no te gustara, ah, ¿qué me dices a eso?, pero y si, ah ya sé, ya sé, no, no es que. pero Méndez a ver, ¡ven!
Acerco mi dedo a la jaula y lo meto para acariciar su cabecita, dos pequeños globos rojos supervisan la trayectoria de mis dedos, ¿quieres que te cuente un cuento Méndez?, ¿quieres decirme algo?, siento sus pelitos acariciar mis yemas y entonces destrabo la rejita que separa a Méndez del mundo real, abro lentamente la puerta, con pena, ¿y si a lo mejor al llegar a la puerta Duffy el perro labrador lo encuentra primero?, ¿pero y si a lo mejor escapa y pasa el mejor día de su vida?

Méndez rasguña con sus pequeños dientes el contorno de mis dedos como despidiéndose. Méndez me entiende lo sé, él sabe que quiero lo mejor para él, pero no quiere que me preocupe. El comprende mis contradicciones, no me guarda rencor. Yo no te doy ninguna probabilidad Méndez no lo hagas. ¿Qué cosa? Está bien, Méndez cerraré los ojos y contaré hasta diez, ¿de acuerdo?, si aún no te has ido. Méndez sabe de mis sentimientos y mis cavilaciones, Méndez sabe que es libre en su mente, Méndez es un fugaz escozor sobre el cuero de mi metacarpo.

Chau Méndez, cuídate de los gatos.


13.-Méndez. José Antonio Méndez (54-57)

Pero más inquieto está Méndez. Debe ser porque lo he puesto en el suelo y ya se siente a un paso de la libertad. ¿Qué te pasa Méndez? ¿No te gusta la música? Si quieres la cambio. Si Méndez fuese un poco más elástico ya hubiese atravesado sus barrotes hace rato. Ya ves Méndez estas gordo, tienes que ponerte a dieta si quieres escapar. ja, ja, ja. Méndez corre en su rueda como si estuviese corriendo por su vida, como si estuviese compitiendo en algún torneo, corre como si llegara tarde al trabajo o al colegio. Lo bajé un rato de su mesa porque necesitaba el espacio, y desde entonces no ha parado. Y ahora que lo pienso tiene ya varios minutos sin detenerse, sospecho que sufrirá de un infarto en cualquier momento.

 El (o ella, la verdad no lo tengo muy claro) corre como si fuese caballo al galope, como si tuviera prisa por llegar a alguna parte, pobrecita. Luego se baja, husmea alrededor de su jaula como si fuera la primera vez que esta ahí, mordisquea un poco los barrotes y entonces se sube otra vez a la rueda. Al abandonar su rueda -esto me hace reír- actúa como si se bajara de una cápsula espacial o de una máquina del tiempo, tímidamente, una patita después de la otra, lentamente, precavidamente, examina la zona.

Como si esperase llegar a algún sitio en especial, o hallar la salida, la puerta mágica. Pero qué no entiendes rata bruta que estas dentro de una jaula y que por más vueltas que le des a la rueda nunca llegaras a ningún lado! A lo mejor estas loca, a lo mejor tu mente te hace ver cada vez un lugar diferente, a lo mejor esa es tu manera de escapar, de lidiar con la pena del encierro, después de todo las ratas no se suicidan. Las ratas tampoco se drogan, no tienen teléfono, ni televisor, ni libros, sus opciones para pasar el tiempo son muy limitadas, ¿qué más podrían hacer sino engañarse a sí mismas? ¿Y además qué debería de esperar yo?, ¿verla un día sentada en flor de loto haciendo zen o tai chi, meditando sobre su futuro, haciendo planchas, parada de cabeza, bailando break(!), o qué la voy a ver un día arreglando los trastos de su jaula, decorando un poquito su casa, una piedrita aquí, otra piedrecita allá, un poco más de aserrín aquí un poco más de aserrín allá, acomodando la comida en su plato, la caquita en una esquina? ¡Ni hablar pues!

Al ver su vehemencia y la manera en que sus ojitos parece que se le fueran a salir, y las venas de sus orejas que se hinchan y se ponen rojas del esfuerzo, se me ocurre que a lo mejor mientras corre sueña que se escapa de aquí, sueña que ha logrado salirse de su jaula que ya no tendrá que vivir encerrada jamás, luego que huye escapándose por alguna rendija de la puerta o por el resquicio de la ventana, se alucina la rata esta que baja las escaleras a toda prisa, tropezándose en cada escalón, bajándolos de a dos, de a tres, que cruza la reja y que sale de la casa, que corre en busca de algún jardín, a lo mejor piensa que encontrará a otros como él, que en algún hueco o buzón hallará cientos de animales, roedores, que como él también lograron escapar de sus prisiones y ahora comparten de manera feliz una vida de libertad.

No sabe que en la primera noche se lo comerían vivo, no sabe que hay otros más ratas que él, no sabe que él no es una rata cualquiera para empezar, él es una rata de veinte dólares, él no es como aquellas grises, callejeras, peligrosas, que comen carroña, él es 100% vegetariano para empezar, mejor dirán las otras, menos colesterol pe', más rico dirán sobándose la panza las muy viciosas. así es Méndez no sabes lo que te espera si te lograras escapar un día, horrible oye, deberías de darme las gracias y portarte mejor, en vez de actuar como si no estuvieras contenta, o qué acaso te quieres ir y dejarme, qué tanto crees que te necesito Méndez, además nunca te enseñé a cruzar la pista y tú eres muy confiado pequeñín, tú te le trepas a cualquiera, nada que ver Méndez, ven, cómete un manicito, ven. ¿Por qué estas tan excitada dime?, ¿qué cocha pacha en tu cabeza?, ¿tú no has visto Tom y Jerry?, de qué cosa crees que son tus barrotes dime, ¿de azúcar?, ¿por qué te quieres salir dime?, ¿qué no soy un buen amo?, ¿no juego contigo?, ¿no te hablo?, ¿no te pongo música?, ¿no te doy de comer?, ¿no te meto en mis pantalones y te saco a pasear? ¡Oye Méndez qué te pasa no me escuchas! ¡Por lo visto te entra por un oído y te sale por el otro todo lo que yo digo!, ¿no?, ¡Oye Méndez! ¡MENDEZ! NO hay nada que hacer, lo de Méndez es crónico. En el fondo lo envidio.


 Al menos él tiene una esperanza. Talvez debería de abrir su puerta, ¿qué derecho tengo yo a retenerlo contra su voluntad?, ¿por qué no he de darle la oportunidad de vivir su vida como lo crea más conveniente?, ¿y si lo matan?, ¿y si lo hieren?, ¿y si no encuentra comida?, ¿has comido raíces alguna vez Méndez?, ¿has comido insectos?, ¿ah? ¡contéstame!, no me contestas verdad, te quedas callado, pues yo te diré, nunca, nunca, desde el día en que naciste has tenido que comer algo que no te gustara, ah, ¿qué me dices a eso?, pero y si, ah ya sé, ya sé, no, no es que. pero Méndez a ver, ¡ven!
Acerco mi dedo a la jaula y lo meto para acariciar su cabecita, dos pequeños globos rojos supervisan la trayectoria de mis dedos, ¿quieres que te cuente un cuento Méndez?, ¿quieres decirme algo?, siento sus pelitos acariciar mis yemas y entonces destrabo la rejita que separa a Méndez del mundo real, abro lentamente la puerta, con pena, ¿y si a lo mejor al llegar a la puerta Duffy el perro labrador lo encuentra primero?, ¿pero y si a lo mejor escapa y pasa el mejor día de su vida?

Méndez rasguña con sus pequeños dientes el contorno de mis dedos como despidiéndose. Méndez me entiende lo sé, él sabe que quiero lo mejor para él, pero no quiere que me preocupe. El comprende mis contradicciones, no me guarda rencor. Yo no te doy ninguna probabilidad Méndez no lo hagas. ¿Qué cosa? Está bien, Méndez cerraré los ojos y contaré hasta diez, ¿de acuerdo?, si aún no te has ido. Méndez sabe de mis sentimientos y mis cavilaciones, Méndez sabe que es libre en su mente, Méndez es un fugaz escozor sobre el cuero de mi metacarpo.

Chau Méndez, cuídate de los gatos.


13.-Méndez. José Antonio Méndez (54-57)

Pero más inquieto está Méndez. Debe ser porque lo he puesto en el suelo y ya se siente a un paso de la libertad. ¿Qué te pasa Méndez? ¿No te gusta la música? Si quieres la cambio. Si Méndez fuese un poco más elástico ya hubiese atravesado sus barrotes hace rato. Ya ves Méndez estas gordo, tienes que ponerte a dieta si quieres escapar. ja, ja, ja. Méndez corre en su rueda como si estuviese corriendo por su vida, como si estuviese compitiendo en algún torneo, corre como si llegara tarde al trabajo o al colegio. Lo bajé un rato de su mesa porque necesitaba el espacio, y desde entonces no ha parado. Y ahora que lo pienso tiene ya varios minutos sin detenerse, sospecho que sufrirá de un infarto en cualquier momento.

 El (o ella, la verdad no lo tengo muy claro) corre como si fuese caballo al galope, como si tuviera prisa por llegar a alguna parte, pobrecita. Luego se baja, husmea alrededor de su jaula como si fuera la primera vez que esta ahí, mordisquea un poco los barrotes y entonces se sube otra vez a la rueda. Al abandonar su rueda -esto me hace reír- actúa como si se bajara de una cápsula espacial o de una máquina del tiempo, tímidamente, una patita después de la otra, lentamente, precavidamente, examina la zona.

Como si esperase llegar a algún sitio en especial, o hallar la salida, la puerta mágica. Pero qué no entiendes rata bruta que estas dentro de una jaula y que por más vueltas que le des a la rueda nunca llegaras a ningún lado! A lo mejor estas loca, a lo mejor tu mente te hace ver cada vez un lugar diferente, a lo mejor esa es tu manera de escapar, de lidiar con la pena del encierro, después de todo las ratas no se suicidan. Las ratas tampoco se drogan, no tienen teléfono, ni televisor, ni libros, sus opciones para pasar el tiempo son muy limitadas, ¿qué más podrían hacer sino engañarse a sí mismas? ¿Y además qué debería de esperar yo?, ¿verla un día sentada en flor de loto haciendo zen o tai chi, meditando sobre su futuro, haciendo planchas, parada de cabeza, bailando break(!), o qué la voy a ver un día arreglando los trastos de su jaula, decorando un poquito su casa, una piedrita aquí, otra piedrecita allá, un poco más de aserrín aquí un poco más de aserrín allá, acomodando la comida en su plato, la caquita en una esquina? ¡Ni hablar pues!

Al ver su vehemencia y la manera en que sus ojitos parece que se le fueran a salir, y las venas de sus orejas que se hinchan y se ponen rojas del esfuerzo, se me ocurre que a lo mejor mientras corre sueña que se escapa de aquí, sueña que ha logrado salirse de su jaula que ya no tendrá que vivir encerrada jamás, luego que huye escapándose por alguna rendija de la puerta o por el resquicio de la ventana, se alucina la rata esta que baja las escaleras a toda prisa, tropezándose en cada escalón, bajándolos de a dos, de a tres, que cruza la reja y que sale de la casa, que corre en busca de algún jardín, a lo mejor piensa que encontrará a otros como él, que en algún hueco o buzón hallará cientos de animales, roedores, que como él también lograron escapar de sus prisiones y ahora comparten de manera feliz una vida de libertad.

No sabe que en la primera noche se lo comerían vivo, no sabe que hay otros más ratas que él, no sabe que él no es una rata cualquiera para empezar, él es una rata de veinte dólares, él no es como aquellas grises, callejeras, peligrosas, que comen carroña, él es 100% vegetariano para empezar, mejor dirán las otras, menos colesterol pe', más rico dirán sobándose la panza las muy viciosas. así es Méndez no sabes lo que te espera si te lograras escapar un día, horrible oye, deberías de darme las gracias y portarte mejor, en vez de actuar como si no estuvieras contenta, o qué acaso te quieres ir y dejarme, qué tanto crees que te necesito Méndez, además nunca te enseñé a cruzar la pista y tú eres muy confiado pequeñín, tú te le trepas a cualquiera, nada que ver Méndez, ven, cómete un manicito, ven. ¿Por qué estas tan excitada dime?, ¿qué cocha pacha en tu cabeza?, ¿tú no has visto Tom y Jerry?, de qué cosa crees que son tus barrotes dime, ¿de azúcar?, ¿por qué te quieres salir dime?, ¿qué no soy un buen amo?, ¿no juego contigo?, ¿no te hablo?, ¿no te pongo música?, ¿no te doy de comer?, ¿no te meto en mis pantalones y te saco a pasear? ¡Oye Méndez qué te pasa no me escuchas! ¡Por lo visto te entra por un oído y te sale por el otro todo lo que yo digo!, ¿no?, ¡Oye Méndez! ¡MENDEZ! NO hay nada que hacer, lo de Méndez es crónico. En el fondo lo envidio.


 Al menos él tiene una esperanza. Talvez debería de abrir su puerta, ¿qué derecho tengo yo a retenerlo contra su voluntad?, ¿por qué no he de darle la oportunidad de vivir su vida como lo crea más conveniente?, ¿y si lo matan?, ¿y si lo hieren?, ¿y si no encuentra comida?, ¿has comido raíces alguna vez Méndez?, ¿has comido insectos?, ¿ah? ¡contéstame!, no me contestas verdad, te quedas callado, pues yo te diré, nunca, nunca, desde el día en que naciste has tenido que comer algo que no te gustara, ah, ¿qué me dices a eso?, pero y si, ah ya sé, ya sé, no, no es que. pero Méndez a ver, ¡ven!
Acerco mi dedo a la jaula y lo meto para acariciar su cabecita, dos pequeños globos rojos supervisan la trayectoria de mis dedos, ¿quieres que te cuente un cuento Méndez?, ¿quieres decirme algo?, siento sus pelitos acariciar mis yemas y entonces destrabo la rejita que separa a Méndez del mundo real, abro lentamente la puerta, con pena, ¿y si a lo mejor al llegar a la puerta Duffy el perro labrador lo encuentra primero?, ¿pero y si a lo mejor escapa y pasa el mejor día de su vida?

Méndez rasguña con sus pequeños dientes el contorno de mis dedos como despidiéndose. Méndez me entiende lo sé, él sabe que quiero lo mejor para él, pero no quiere que me preocupe. El comprende mis contradicciones, no me guarda rencor. Yo no te doy ninguna probabilidad Méndez no lo hagas. ¿Qué cosa? Está bien, Méndez cerraré los ojos y contaré hasta diez, ¿de acuerdo?, si aún no te has ido. Méndez sabe de mis sentimientos y mis cavilaciones, Méndez sabe que es libre en su mente, Méndez es un fugaz escozor sobre el cuero de mi metacarpo.

Chau Méndez, cuídate de los gatos.


Abraham Ferreira Khalil. Y Dios habitará nuestros cipreses


Y DIOS HABITARÁ NUESTROS CIPRESES 

"Y ahora dime, Señor, dime al oído:tanta hermosura,¿matará nuestra muerte?"(M. de Unamuno).

Ya se ha roto el concierto de los cipreses
y el lodo, aquel lodo que nutren los ausentes y los que están por sepultar,
abonará las raíces del horizonte embravecido.
Su oleaje recorrerá cada nicho aún por desnudar,
cada sepulcro,
cada recinto habitado por los huesos
de la amnesia vencedora; vencedora del sortilegio más abrumador:
el morir en vida,
el vivir en muerte.

Donde quede un aviso de tu impronta
se erguirá un santuario cubierto de cipreses.
Vives en los cipreses, gimes en los cipreses,
te desnudas cada atardecida y el biombo de los cipreses
pretende recluir tu intimidad.
No eres Dios y, no obstante, te luce Su aureola
de hábito santificado.
No eres Dios, porque tu padre he sido
y de tu silencio tal vez me quise enamorado.

Escucha el oleaje de los muertos
rasgar los telones de los alientos últimos.
Han temblado los cipreses, custodios de la cripta;
ya se ha abierto un inciso hacia lo ignoto.
Tu muerte ha revivido. Te acogerá en su templo
con la misericordia de una madre.
Te entregará a la fuente, al lodo del que vives.
Pronto serás la imagen certera de los cipreses.
Tu presencia carnal desplegará sus alas
y el plumaje se irá tornando de hoja en hoja,
de lodo en lodo, de vida en vida.

Y he aquí a otro ciprés más del cementerio,
otro arcángel custodio.
Ya se ha roto el concierto de la vida
y el faro mercurial, aquel que convocara a los ausentes y a los que están por sepultar,
abonará las raíces, tus raíces, neófito ciprés del camposanto.

Ya eres santuario de nuevas sensaciones.
Regocíjate, pues. Dios hasta ti ha llegado
y santificará tu estampa de madera.
Dios ha llegado a ti, te has hecho carne en Él.
Desde este momento,
tu eternal cometido
será que habite en ti, junto a un cónclave de vivos y de muertos.
Conducirás sus inquietudes aladas
hacia ese Dios que en tus ramas se ha posado
para que ellos mismos se hagan carne en Él.
¡Regocíjate, neófito ciprés!
Tu bendición arroja sobre ellos.
Ahora Dios habita en ti.
Difunde su celeste transparencia.


© Abraham Ferreira Khalil