Pasiones y penumbras. José Lupiáñez



PASIONES Y PENUMBRAS



 Abrir un libro de poesía siempre es un acto apasionante y misterioso, mágico diría, porque no se sabe nunca que nos deparará su atenta lectura. Escudriñar en el interior hasta sentir ese temblor amigo que nos impulsa hacia el vuelo, en un viaje siempre floreciente en asombros, puede ser un valioso segundo de eternidad, la eternidad misma. Y algo de esto ocurre con Pasiones y penumbras, última entrega poética de José Lupiáñez (La Línea, 1955). Búsqueda de la palabra, del fuego de la pasión, también de la soledad y sus sombras. Lupiáñez es un poeta con oficio y así se puede comprobar desde el poema inicial de este libro “Alguien me llama”, en el que una voz -¿la suya?- levita en la oscuridad de la estancia y propicia en el poeta la incertidumbre, la duda o el desasosiego que prende en su mirada infinita ¿al futuro? No se sabe, ni el poeta acierta en la respuesta, no halla el camino, la luz que guíe sus pasos: “No sé qué hacer, no sé si he de asomarme, / no sé si he de trepar hasta esa reja altiva. / Quizá sí esté esta vez y quiera consolarme / con su voz que adormece, con su voz que cautiva…”. Son los primeros versos, el preludio de un viaje al territorio de las “Pasiones” primero y de las “Penumbras” después, y en cual hallaremos el latido de la tradición clásica de los primeros sonetos al amor (“amar es caminar hacia el tormento, / es un naufragio siempre, que despoja / de todo bien que prometiera el mundo”), el recuerdo y la soledad (“…ella sigue adelante con su etílica bruma / y un trago receloso, a veces, la conforta. / Ya no tiene recuerdos, por más que hace la suma; / atrás quedó, perdida, en su paisaje, absorta, / sintiendo cómo el tiempo se le escapa y esfuma”), la poesía en “Voseo Garcilasiano” (“Sin Vos yo sé que soy un desvalido…Ni encuentro paraíso en donde vibre / ajena a Vos mi alma un solo instante. / No lograré romper esta cadena”), o el balance de lo vivido, del tiempo que se escapa y la memoria recupera en un acto casi de salvación:”Atrás quedaron sueños y quimeras, / otros inviernos fueron y veranos, / los que viste marchar plenos o vanos / y otoños portentosos, primaveras…/ Diciembre, abismo, límite, en mi espejo / ¡Tu secreto me deja tan perplejo!

 Pero también la denuncia se hace eco en sus versos, en su mirada al continente africano: “De borrosos países de miseria y de muerte, / desde el fondo más negro del África abismal, / llegan estos hermanos pidiendo algo de suerte, / eso dicen sus ojos, que azotó el vendaval”. Poesía en estado puro la de José Lupiáñez. 

Pasiones y penumbras. José Lupiáñez



PASIONES Y PENUMBRAS



 Abrir un libro de poesía siempre es un acto apasionante y misterioso, mágico diría, porque no se sabe nunca que nos deparará su atenta lectura. Escudriñar en el interior hasta sentir ese temblor amigo que nos impulsa hacia el vuelo, en un viaje siempre floreciente en asombros, puede ser un valioso segundo de eternidad, la eternidad misma. Y algo de esto ocurre con Pasiones y penumbras, última entrega poética de José Lupiáñez (La Línea, 1955). Búsqueda de la palabra, del fuego de la pasión, también de la soledad y sus sombras. Lupiáñez es un poeta con oficio y así se puede comprobar desde el poema inicial de este libro “Alguien me llama”, en el que una voz -¿la suya?- levita en la oscuridad de la estancia y propicia en el poeta la incertidumbre, la duda o el desasosiego que prende en su mirada infinita ¿al futuro? No se sabe, ni el poeta acierta en la respuesta, no halla el camino, la luz que guíe sus pasos: “No sé qué hacer, no sé si he de asomarme, / no sé si he de trepar hasta esa reja altiva. / Quizá sí esté esta vez y quiera consolarme / con su voz que adormece, con su voz que cautiva…”. Son los primeros versos, el preludio de un viaje al territorio de las “Pasiones” primero y de las “Penumbras” después, y en cual hallaremos el latido de la tradición clásica de los primeros sonetos al amor (“amar es caminar hacia el tormento, / es un naufragio siempre, que despoja / de todo bien que prometiera el mundo”), el recuerdo y la soledad (“…ella sigue adelante con su etílica bruma / y un trago receloso, a veces, la conforta. / Ya no tiene recuerdos, por más que hace la suma; / atrás quedó, perdida, en su paisaje, absorta, / sintiendo cómo el tiempo se le escapa y esfuma”), la poesía en “Voseo Garcilasiano” (“Sin Vos yo sé que soy un desvalido…Ni encuentro paraíso en donde vibre / ajena a Vos mi alma un solo instante. / No lograré romper esta cadena”), o el balance de lo vivido, del tiempo que se escapa y la memoria recupera en un acto casi de salvación:”Atrás quedaron sueños y quimeras, / otros inviernos fueron y veranos, / los que viste marchar plenos o vanos / y otoños portentosos, primaveras…/ Diciembre, abismo, límite, en mi espejo / ¡Tu secreto me deja tan perplejo!

 Pero también la denuncia se hace eco en sus versos, en su mirada al continente africano: “De borrosos países de miseria y de muerte, / desde el fondo más negro del África abismal, / llegan estos hermanos pidiendo algo de suerte, / eso dicen sus ojos, que azotó el vendaval”. Poesía en estado puro la de José Lupiáñez. 

Pasiones y penumbras. José Lupiáñez



PASIONES Y PENUMBRAS



 Abrir un libro de poesía siempre es un acto apasionante y misterioso, mágico diría, porque no se sabe nunca que nos deparará su atenta lectura. Escudriñar en el interior hasta sentir ese temblor amigo que nos impulsa hacia el vuelo, en un viaje siempre floreciente en asombros, puede ser un valioso segundo de eternidad, la eternidad misma. Y algo de esto ocurre con Pasiones y penumbras, última entrega poética de José Lupiáñez (La Línea, 1955). Búsqueda de la palabra, del fuego de la pasión, también de la soledad y sus sombras. Lupiáñez es un poeta con oficio y así se puede comprobar desde el poema inicial de este libro “Alguien me llama”, en el que una voz -¿la suya?- levita en la oscuridad de la estancia y propicia en el poeta la incertidumbre, la duda o el desasosiego que prende en su mirada infinita ¿al futuro? No se sabe, ni el poeta acierta en la respuesta, no halla el camino, la luz que guíe sus pasos: “No sé qué hacer, no sé si he de asomarme, / no sé si he de trepar hasta esa reja altiva. / Quizá sí esté esta vez y quiera consolarme / con su voz que adormece, con su voz que cautiva…”. Son los primeros versos, el preludio de un viaje al territorio de las “Pasiones” primero y de las “Penumbras” después, y en cual hallaremos el latido de la tradición clásica de los primeros sonetos al amor (“amar es caminar hacia el tormento, / es un naufragio siempre, que despoja / de todo bien que prometiera el mundo”), el recuerdo y la soledad (“…ella sigue adelante con su etílica bruma / y un trago receloso, a veces, la conforta. / Ya no tiene recuerdos, por más que hace la suma; / atrás quedó, perdida, en su paisaje, absorta, / sintiendo cómo el tiempo se le escapa y esfuma”), la poesía en “Voseo Garcilasiano” (“Sin Vos yo sé que soy un desvalido…Ni encuentro paraíso en donde vibre / ajena a Vos mi alma un solo instante. / No lograré romper esta cadena”), o el balance de lo vivido, del tiempo que se escapa y la memoria recupera en un acto casi de salvación:”Atrás quedaron sueños y quimeras, / otros inviernos fueron y veranos, / los que viste marchar plenos o vanos / y otoños portentosos, primaveras…/ Diciembre, abismo, límite, en mi espejo / ¡Tu secreto me deja tan perplejo!

 Pero también la denuncia se hace eco en sus versos, en su mirada al continente africano: “De borrosos países de miseria y de muerte, / desde el fondo más negro del África abismal, / llegan estos hermanos pidiendo algo de suerte, / eso dicen sus ojos, que azotó el vendaval”. Poesía en estado puro la de José Lupiáñez. 

Tormenta de arena. Josefina Niebla

TORMENTA DE ARENA
2 de mayo 2015
Josefina Niebla

 C:\Users\fnm\Desktop\Tsunami_de_arena_Australia2.jpg


Caía la tarde impía,bajo la sombra de las obscuras almas
No había nada, ni dolor, ni alegría,
Solo quietud, vaguedad
Nadie recordaba siquiera el más lejano atisbo de incertidumbre...
Reinaba la nada
De repente el horizonte barruntó una tormenta, una devastadora arenada
Y surgió el miedo, la duda...
El sudor a savia de los árboles heló su curso en la piel
El mañana dejó de ser inhábil
Las miradas comenzaron a dibujarse profundas
Los surcos de la raza surgieron brotando lágrimas
Sólo un presagio de mutación fue suficiente
Sólo aquel velo turbio destapado
Porque  MUERTE y VIDA se abren paso
El tiempo es solo mirar al pasado
Un abismo de mañanas
El vacío es un grito, un ECO
A lo lejos se oye una voz de  mesozoprano, rota en mil añicos...
Y vuelve,  siempre vuelve
El pasajero inesperado, sin valija, sin destino
Prende las manos de tu alma
Y quieres dormir esa pesadilla
Y quieres despertar ese sueño
Anhelas dejarte abrazar por sus latidos
Te lleva la danza de las ramas de tus milenarios árboles
Sientes como brota la savia, curso de vida...
Arrastrando tu canto, tu grito de esperanza, hacia orillas desconocidas, que no  te son ajenas
Y dibujas el calor de su mirada en los troncos de tu árbol
Y sientes el calor de su mano acariciando tu alma de niña
Y despiertas y lamentas el aliento que despide la mañana
Porque solo la noche imaginada desvela tu disfraz
Y deseas ser un jinete derrotado en la arena ardiente
Brotando tu sangre viva
Volviendo tu alma, de muerte herida,a iluminar un incierto día
Y quizás así hallar el imaginario oasis de ocres que antaño dibujabas.





Tormenta de arena. Josefina Niebla

TORMENTA DE ARENA
2 de mayo 2015
Josefina Niebla

 C:\Users\fnm\Desktop\Tsunami_de_arena_Australia2.jpg


Caía la tarde impía,bajo la sombra de las obscuras almas
No había nada, ni dolor, ni alegría,
Solo quietud, vaguedad
Nadie recordaba siquiera el más lejano atisbo de incertidumbre...
Reinaba la nada
De repente el horizonte barruntó una tormenta, una devastadora arenada
Y surgió el miedo, la duda...
El sudor a savia de los árboles heló su curso en la piel
El mañana dejó de ser inhábil
Las miradas comenzaron a dibujarse profundas
Los surcos de la raza surgieron brotando lágrimas
Sólo un presagio de mutación fue suficiente
Sólo aquel velo turbio destapado
Porque  MUERTE y VIDA se abren paso
El tiempo es solo mirar al pasado
Un abismo de mañanas
El vacío es un grito, un ECO
A lo lejos se oye una voz de  mesozoprano, rota en mil añicos...
Y vuelve,  siempre vuelve
El pasajero inesperado, sin valija, sin destino
Prende las manos de tu alma
Y quieres dormir esa pesadilla
Y quieres despertar ese sueño
Anhelas dejarte abrazar por sus latidos
Te lleva la danza de las ramas de tus milenarios árboles
Sientes como brota la savia, curso de vida...
Arrastrando tu canto, tu grito de esperanza, hacia orillas desconocidas, que no  te son ajenas
Y dibujas el calor de su mirada en los troncos de tu árbol
Y sientes el calor de su mano acariciando tu alma de niña
Y despiertas y lamentas el aliento que despide la mañana
Porque solo la noche imaginada desvela tu disfraz
Y deseas ser un jinete derrotado en la arena ardiente
Brotando tu sangre viva
Volviendo tu alma, de muerte herida,a iluminar un incierto día
Y quizás así hallar el imaginario oasis de ocres que antaño dibujabas.





Tormenta de arena. Josefina Niebla

TORMENTA DE ARENA
2 de mayo 2015
Josefina Niebla

 C:\Users\fnm\Desktop\Tsunami_de_arena_Australia2.jpg


Caía la tarde impía,bajo la sombra de las obscuras almas
No había nada, ni dolor, ni alegría,
Solo quietud, vaguedad
Nadie recordaba siquiera el más lejano atisbo de incertidumbre...
Reinaba la nada
De repente el horizonte barruntó una tormenta, una devastadora arenada
Y surgió el miedo, la duda...
El sudor a savia de los árboles heló su curso en la piel
El mañana dejó de ser inhábil
Las miradas comenzaron a dibujarse profundas
Los surcos de la raza surgieron brotando lágrimas
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Y quieres dormir esa pesadilla
Y quieres despertar ese sueño
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Te lleva la danza de las ramas de tus milenarios árboles
Sientes como brota la savia, curso de vida...
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Y dibujas el calor de su mirada en los troncos de tu árbol
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Y despiertas y lamentas el aliento que despide la mañana
Porque solo la noche imaginada desvela tu disfraz
Y deseas ser un jinete derrotado en la arena ardiente
Brotando tu sangre viva
Volviendo tu alma, de muerte herida,a iluminar un incierto día
Y quizás así hallar el imaginario oasis de ocres que antaño dibujabas.





DÍA DEL LIBRO.

23 de abril DÍA DEL LIBRO 

Y DEL DERECHO DE AUTOR

 

Nuestro horario para hoy, de 9:30 a 14:00 horas – Tarde de 17:00 a 21:00 horas.
10% de descuento + Regalo de cortesía.
 

Firma de autores y copa de vino en nuestra Librería a partir de las 19:30 horas:

CARLOS MALENO, La rosa ilimitada
ALBERTO CEREZUELA, Almería secretos y misterios
JUAN PARDO VIDAL, Arquímedes esta en el tejado
DOMINGO TORRENTE, Ferblo y la Cripta del terror
JESÚS MUÑOZ, Almería con otra mirada
PAULA CHACÓN Y FRAN CAZORLA, Sin vida
LIBRERÍA NOBEL
Plaza Santa Rita, 2
04004 ALMERÍA
Telf.: 950 23 52 65

DÍA DEL LIBRO.

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Magia, religión y poder


Magia, religión y poder

 

Diálogo con Eduardo Galeano de Bruno Galindo.

Bruno Galindo: ¿Gusta Vd., Señor Galeano, de derribar las diferencias entre lo que se conoce como el bien y el mal, o al menos de acercar ambas posiciones?

Eduardo Galeano: Las barajas siempre vienen mezcladas. Tal vez por eso para mí siempre fue interesante la figura del diablo en América Latina, quizás porque tuve una formación tan católica cuando era niño, y eso te marca para siempre. Y claro, uno es entrenado en la finfancia para creerse este asunto del bien y del mal, del cielo y del infierno, con su proyección más dañina, la más jodida de todas, que es el cuerpo y el alma: la bella y la bestia. Estás toda la vida tratando de superar, y no lo conseguís nunca, esto de que el cuerpo es una fuente de pecado y culpa y que en él tendrás tu condenación, mientras que el espíritu es una cosa etérea que podría llegar a salvarte si no estuvieras tan orientado haciea el mal por los bajos instintos. Yo me formé en eso. Me lo había tomado en serio, yo era un místico de verdad, de esos que rezaba con piedrecitas debajo de las rodillas: me lo creía. Después, con los años, aprendí que la realidad no era así. Por lo menos la de este mundo.


Y como es en la realidad en lo que creo, creo que si hay cielo y hay infierno están aquí, en el mundo... pero que vienen bastante mezclados. Aquello que me habían enseñado de que había una ferontera clarita que los separaba, en la realidad no es así para nada. Y lo mismo con Dios y el Diablo, como grandes metáforas, como símbolos, como mitos de la gran contradicción entre lo nuevo y lo viejo, el bien y el mal, la energía de la vida y la energía de la muerte. Las barajas vienen mezcladas.

Bruno Galindo: A Dios más o menos ya le conocemos. Hábleme del Diablo.

Eduardo Galeano: En estos andares, así, por los caminos -porque uno más o menos ha andado por un lado y por el otro-, yo he podido confirmar que en América Latina el diablo no es tan malo, ¿sasbés? En general es bastante buen tipo, es una cosa difícil de decir pero hay que reconocer que es así, ¿no? En algunas plantaciones de azúcar del Caribe, en la Dominicana, en Puerto Rico, en Cuba, también en la costa colombiana, en las minas de Bolivia... En Brasil para qué hablar: en los terreiros, en los suburbios de las ciudades donde los exlcuidos, los máufragos, los desahuciados, los vomitados del sistema, invocan al diablo recreando rituales que vienen del África porque son reinventados por ellos, a la medida de sus deseos, de sus necesidades más profundas... a veces de su pasión de venganza.


Entonces el diablo se convierte en alguien bastante macanudo, una especie de Contradios, un Contradios que tiene sus cosas, ¿no? Yo me acuerdo que en unos terrerios de Río de Janeiro hice un trabajo, hace ya nos cuantos años, justamente sobre cómo funcionaban estas energías, sobre el rojo y el blanco, sobre cómo los colores se mezclaban en las macumbas... no tanto en los ritos ya más puramente africanos, como el candomblé bahiano, que es más puramente africano (las versiones del Sur están ya más mezcladas, son sincréticas, más eclécticas y más adaptadas a la vida cotidiana concreta en los suburbios de las ciudades). Son ritos que vienen del África más o menos trasplantados con cierta fidelidad, aunque también muy recreados por la impronta nacional, por este sello de gracias, de picardía propia, de belleza propia que el Brasil le da a todo lo que toca ( es esta cualidad que el Brasil tiene de traer el fútbol de Inglaterra y convertido en una fiesta brasileña).

Y lo mismo con las religiones: las religiones llegan allí y se convierten en algo muy propio, muy distinto. Ya no sólo para los negros, sino para pobres de todos los colores. Entonces suenan los pontos (nombre que se le da al cántico que se entona para atraer a alguna divinidad de la naturaleza local, generalmente venida de África, o indígena); suenan en lenguas portuguesas, a diferencia del Norte donde son en las lenguas africanas, básicamente en nagó o yoruba...





Decía que una vez estuve en uno de esos terreiros -que luego desapareció con esto que llaman civilización – que estaba en uno de los morros de Río. Entonces ahí estaba un limpiador del aeropuerto Galeano, que de noche recibía al Diablo. Un diablo muy especial, porque era un diablo que oficiaba de confesor, de psicoanalista, de toda una favela. Y parece que el diablo era muy comprensivo. Una vez, estando este hombre en trance, conversando yo con este hombre (o sea, conversando con el Diablo, que era el que estaba metido en él), le pregunté por Dios. Y vi que hablaban de colega a colega. Entonces me di cuenta que la cosa del Diablo es distinta, ¿no? Había una mujer, una negra embarazadaque había venido a que le salvara el hijo, porque el hijo iba a nacer cojo, tuerto o bobo por la maldición de una vecina celosa que le quería sacar al hombre. Según decía ella, ya se había hecho el pacto. Y el diablo le preguntó:
- ¿Pacto con quién?
Y ella dijo:
-Pacto con Dios.
Y el diablo dijo:
- No, eso no es verdad. Te han engañado. Yo a Dios lo conozco bien y él no es tan bruto como para hacer esto. 
Con experiencias muy semejantes que me ocurrieron en las minas bolivianas, o en las plantaciones del Caribe, me di cuenta de que hay una relación con el Diablo muy distinta de loq ue se supone, de lo que a uno le hacen aprender que es el Diablo (el ángel traidor y rebelde que es expulsado del reino de los cielos y que funda el infierno para castigar a los que nos portamos mal en este mundo).


Esto mismo se ve reflejado en la tradición de la payada [duelos verbales entre dos rimadores improvisados: tradición presente en el Río de la Plata, en el Nordeste de Brasil [bajo el nombre de repente], en Cuba [bajo el nombre de punto]. Es el duelo final con el Diablo. Es un enfrentamiento de dos picardías:  a ver quien es más bandido. A ver quién puede más en estos lances de travesura y de hermosura que son en el fondo las payadas. En esos duelos de poesía cantada donde la belleza corre siempre pareja con el ingenio, con el humor, con la diablura. Diablura que te entrena para el duelo final con el Diablo. Qué mejor que la diablura para pelear con el Diablo.



Bruno Galindo: En América Latina, entre Dios y el Diablo, también estan las mafias religiosas, sectas o iglesias, que sincretizan la fe popular y el gran negocio de los sistemas capitalistas. ¿Qué opina de este asunto?



Eduardo Galeano: Lo único que tengo claro es que toda expresión de fe es digna de respeto.




















Magia, religión y poder


Magia, religión y poder

 

Diálogo con Eduardo Galeano de Bruno Galindo.

Bruno Galindo: ¿Gusta Vd., Señor Galeano, de derribar las diferencias entre lo que se conoce como el bien y el mal, o al menos de acercar ambas posiciones?

Eduardo Galeano: Las barajas siempre vienen mezcladas. Tal vez por eso para mí siempre fue interesante la figura del diablo en América Latina, quizás porque tuve una formación tan católica cuando era niño, y eso te marca para siempre. Y claro, uno es entrenado en la finfancia para creerse este asunto del bien y del mal, del cielo y del infierno, con su proyección más dañina, la más jodida de todas, que es el cuerpo y el alma: la bella y la bestia. Estás toda la vida tratando de superar, y no lo conseguís nunca, esto de que el cuerpo es una fuente de pecado y culpa y que en él tendrás tu condenación, mientras que el espíritu es una cosa etérea que podría llegar a salvarte si no estuvieras tan orientado haciea el mal por los bajos instintos. Yo me formé en eso. Me lo había tomado en serio, yo era un místico de verdad, de esos que rezaba con piedrecitas debajo de las rodillas: me lo creía. Después, con los años, aprendí que la realidad no era así. Por lo menos la de este mundo.


Y como es en la realidad en lo que creo, creo que si hay cielo y hay infierno están aquí, en el mundo... pero que vienen bastante mezclados. Aquello que me habían enseñado de que había una ferontera clarita que los separaba, en la realidad no es así para nada. Y lo mismo con Dios y el Diablo, como grandes metáforas, como símbolos, como mitos de la gran contradicción entre lo nuevo y lo viejo, el bien y el mal, la energía de la vida y la energía de la muerte. Las barajas vienen mezcladas.

Bruno Galindo: A Dios más o menos ya le conocemos. Hábleme del Diablo.

Eduardo Galeano: En estos andares, así, por los caminos -porque uno más o menos ha andado por un lado y por el otro-, yo he podido confirmar que en América Latina el diablo no es tan malo, ¿sasbés? En general es bastante buen tipo, es una cosa difícil de decir pero hay que reconocer que es así, ¿no? En algunas plantaciones de azúcar del Caribe, en la Dominicana, en Puerto Rico, en Cuba, también en la costa colombiana, en las minas de Bolivia... En Brasil para qué hablar: en los terreiros, en los suburbios de las ciudades donde los exlcuidos, los máufragos, los desahuciados, los vomitados del sistema, invocan al diablo recreando rituales que vienen del África porque son reinventados por ellos, a la medida de sus deseos, de sus necesidades más profundas... a veces de su pasión de venganza.


Entonces el diablo se convierte en alguien bastante macanudo, una especie de Contradios, un Contradios que tiene sus cosas, ¿no? Yo me acuerdo que en unos terrerios de Río de Janeiro hice un trabajo, hace ya nos cuantos años, justamente sobre cómo funcionaban estas energías, sobre el rojo y el blanco, sobre cómo los colores se mezclaban en las macumbas... no tanto en los ritos ya más puramente africanos, como el candomblé bahiano, que es más puramente africano (las versiones del Sur están ya más mezcladas, son sincréticas, más eclécticas y más adaptadas a la vida cotidiana concreta en los suburbios de las ciudades). Son ritos que vienen del África más o menos trasplantados con cierta fidelidad, aunque también muy recreados por la impronta nacional, por este sello de gracias, de picardía propia, de belleza propia que el Brasil le da a todo lo que toca ( es esta cualidad que el Brasil tiene de traer el fútbol de Inglaterra y convertido en una fiesta brasileña).

Y lo mismo con las religiones: las religiones llegan allí y se convierten en algo muy propio, muy distinto. Ya no sólo para los negros, sino para pobres de todos los colores. Entonces suenan los pontos (nombre que se le da al cántico que se entona para atraer a alguna divinidad de la naturaleza local, generalmente venida de África, o indígena); suenan en lenguas portuguesas, a diferencia del Norte donde son en las lenguas africanas, básicamente en nagó o yoruba...





Decía que una vez estuve en uno de esos terreiros -que luego desapareció con esto que llaman civilización – que estaba en uno de los morros de Río. Entonces ahí estaba un limpiador del aeropuerto Galeano, que de noche recibía al Diablo. Un diablo muy especial, porque era un diablo que oficiaba de confesor, de psicoanalista, de toda una favela. Y parece que el diablo era muy comprensivo. Una vez, estando este hombre en trance, conversando yo con este hombre (o sea, conversando con el Diablo, que era el que estaba metido en él), le pregunté por Dios. Y vi que hablaban de colega a colega. Entonces me di cuenta que la cosa del Diablo es distinta, ¿no? Había una mujer, una negra embarazadaque había venido a que le salvara el hijo, porque el hijo iba a nacer cojo, tuerto o bobo por la maldición de una vecina celosa que le quería sacar al hombre. Según decía ella, ya se había hecho el pacto. Y el diablo le preguntó:
- ¿Pacto con quién?
Y ella dijo:
-Pacto con Dios.
Y el diablo dijo:
- No, eso no es verdad. Te han engañado. Yo a Dios lo conozco bien y él no es tan bruto como para hacer esto. 
Con experiencias muy semejantes que me ocurrieron en las minas bolivianas, o en las plantaciones del Caribe, me di cuenta de que hay una relación con el Diablo muy distinta de loq ue se supone, de lo que a uno le hacen aprender que es el Diablo (el ángel traidor y rebelde que es expulsado del reino de los cielos y que funda el infierno para castigar a los que nos portamos mal en este mundo).


Esto mismo se ve reflejado en la tradición de la payada [duelos verbales entre dos rimadores improvisados: tradición presente en el Río de la Plata, en el Nordeste de Brasil [bajo el nombre de repente], en Cuba [bajo el nombre de punto]. Es el duelo final con el Diablo. Es un enfrentamiento de dos picardías:  a ver quien es más bandido. A ver quién puede más en estos lances de travesura y de hermosura que son en el fondo las payadas. En esos duelos de poesía cantada donde la belleza corre siempre pareja con el ingenio, con el humor, con la diablura. Diablura que te entrena para el duelo final con el Diablo. Qué mejor que la diablura para pelear con el Diablo.



Bruno Galindo: En América Latina, entre Dios y el Diablo, también estan las mafias religiosas, sectas o iglesias, que sincretizan la fe popular y el gran negocio de los sistemas capitalistas. ¿Qué opina de este asunto?



Eduardo Galeano: Lo único que tengo claro es que toda expresión de fe es digna de respeto.