Joven poesía almeriense. Ricardo R. Teva. Víctor García Acosta.


PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA TRANSEÚNTE

(Al sureste de España, 1980)

Cuentan los ancianos que un día ví la luz sumergida en el horizonte,
ese que ensanchan mis amigos,
de los zapatos que gastan al andar junto a mí.
Quise reconocer que la poesía no da para comer,
pero ahora siempre me encuentro hambriento de ella;
me basto con mirar desde una ventana a los pájaros,
y ellos me llevan en pluma de versos.
Mi padre me alentó a seguir caminante, traseúnte,
siempre aconsejándome: "Tienes la cabeza llena de pájaros",
Y encontré los versos:
Todo lo que tocan mis manos vuela.1
Está lleno de pájaros el mundo.
Los toqué y volé.

Hay cantos marcados en mí,
recitales en los que hablé, niño pobre y huérfano,
y unos duendes llamaron mi atención.

Ricardo R. Teva


.1 Versos de Octavio Paz.
____________________________

Víctor García Acosta



El tiempo.
Se hace de noche en su retina
Y sus dedos se apagan en el mar.

Pero al besar su piel deshace
Las hojas secas de su rostro
Y abre la ventana a las miradas
Si el amor la mira a oscuras.

De vuelta en la razón
Su voz se apaga en los dedos.

Se arruba el universo el tiempo pasa,
Y en su almohada se ahoga una estrella
Y vence el sueño a la madrugada.

___________________________________________________________

Información bibliográfica

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Joven poesía almeriense. Ricardo R. Teva. Víctor García Acosta.


PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA TRANSEÚNTE

(Al sureste de España, 1980)

Cuentan los ancianos que un día ví la luz sumergida en el horizonte,
ese que ensanchan mis amigos,
de los zapatos que gastan al andar junto a mí.
Quise reconocer que la poesía no da para comer,
pero ahora siempre me encuentro hambriento de ella;
me basto con mirar desde una ventana a los pájaros,
y ellos me llevan en pluma de versos.
Mi padre me alentó a seguir caminante, traseúnte,
siempre aconsejándome: "Tienes la cabeza llena de pájaros",
Y encontré los versos:
Todo lo que tocan mis manos vuela.1
Está lleno de pájaros el mundo.
Los toqué y volé.

Hay cantos marcados en mí,
recitales en los que hablé, niño pobre y huérfano,
y unos duendes llamaron mi atención.

Ricardo R. Teva


.1 Versos de Octavio Paz.
____________________________

Víctor García Acosta



El tiempo.
Se hace de noche en su retina
Y sus dedos se apagan en el mar.

Pero al besar su piel deshace
Las hojas secas de su rostro
Y abre la ventana a las miradas
Si el amor la mira a oscuras.

De vuelta en la razón
Su voz se apaga en los dedos.

Se arruba el universo el tiempo pasa,
Y en su almohada se ahoga una estrella
Y vence el sueño a la madrugada.

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Joven poesía almeriense. Ricardo R. Teva. Víctor García Acosta.


PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA TRANSEÚNTE

(Al sureste de España, 1980)

Cuentan los ancianos que un día ví la luz sumergida en el horizonte,
ese que ensanchan mis amigos,
de los zapatos que gastan al andar junto a mí.
Quise reconocer que la poesía no da para comer,
pero ahora siempre me encuentro hambriento de ella;
me basto con mirar desde una ventana a los pájaros,
y ellos me llevan en pluma de versos.
Mi padre me alentó a seguir caminante, traseúnte,
siempre aconsejándome: "Tienes la cabeza llena de pájaros",
Y encontré los versos:
Todo lo que tocan mis manos vuela.1
Está lleno de pájaros el mundo.
Los toqué y volé.

Hay cantos marcados en mí,
recitales en los que hablé, niño pobre y huérfano,
y unos duendes llamaron mi atención.

Ricardo R. Teva


.1 Versos de Octavio Paz.
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Víctor García Acosta



El tiempo.
Se hace de noche en su retina
Y sus dedos se apagan en el mar.

Pero al besar su piel deshace
Las hojas secas de su rostro
Y abre la ventana a las miradas
Si el amor la mira a oscuras.

De vuelta en la razón
Su voz se apaga en los dedos.

Se arruba el universo el tiempo pasa,
Y en su almohada se ahoga una estrella
Y vence el sueño a la madrugada.

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Aires nuevos. Maribel Cerezuela


El aire, a lo largo de la mañana, va tejiendo su especial tela de hilos de diverso grosor. El fax no para de emitir sonidos, reencuentros con otras geografías que le hablan en el mismo léxico. La máquina trituradora, - se avecinan cambios- se come la confidencialidad. La fotocopiadora se empecina en liarse con hojas que van de dos en dos, aunque tú te reiteras para convencerla de que sólo se puede de una en una para mantener un orden en el día. Archivo en estanterías metálicas, cajas de distintos tamaños, que gritan ¡fuera! con pena porque le han cambiado el anagrama.
Otra semana más y el calendario nos dice que estamos en febrerillo “el loco”. Olor a granja, jornalero que viene a dar de alta un animal para su traslado, nos dejará para bastante rato su recuerdo más inmediato. 
 
Tacones de moda vienen y van, en un pueblo, donde las cuestas interminables te llevan a tocar las nubes de colores... y, las escaleras, nos señala quién viene, sin hablar.

maribel cerezuela

Aires nuevos. Maribel Cerezuela


El aire, a lo largo de la mañana, va tejiendo su especial tela de hilos de diverso grosor. El fax no para de emitir sonidos, reencuentros con otras geografías que le hablan en el mismo léxico. La máquina trituradora, - se avecinan cambios- se come la confidencialidad. La fotocopiadora se empecina en liarse con hojas que van de dos en dos, aunque tú te reiteras para convencerla de que sólo se puede de una en una para mantener un orden en el día. Archivo en estanterías metálicas, cajas de distintos tamaños, que gritan ¡fuera! con pena porque le han cambiado el anagrama.
Otra semana más y el calendario nos dice que estamos en febrerillo “el loco”. Olor a granja, jornalero que viene a dar de alta un animal para su traslado, nos dejará para bastante rato su recuerdo más inmediato. 
 
Tacones de moda vienen y van, en un pueblo, donde las cuestas interminables te llevan a tocar las nubes de colores... y, las escaleras, nos señala quién viene, sin hablar.

maribel cerezuela

Aires nuevos. Maribel Cerezuela


El aire, a lo largo de la mañana, va tejiendo su especial tela de hilos de diverso grosor. El fax no para de emitir sonidos, reencuentros con otras geografías que le hablan en el mismo léxico. La máquina trituradora, - se avecinan cambios- se come la confidencialidad. La fotocopiadora se empecina en liarse con hojas que van de dos en dos, aunque tú te reiteras para convencerla de que sólo se puede de una en una para mantener un orden en el día. Archivo en estanterías metálicas, cajas de distintos tamaños, que gritan ¡fuera! con pena porque le han cambiado el anagrama.
Otra semana más y el calendario nos dice que estamos en febrerillo “el loco”. Olor a granja, jornalero que viene a dar de alta un animal para su traslado, nos dejará para bastante rato su recuerdo más inmediato. 
 
Tacones de moda vienen y van, en un pueblo, donde las cuestas interminables te llevan a tocar las nubes de colores... y, las escaleras, nos señala quién viene, sin hablar.

maribel cerezuela

Antonio García Vargas. Cuento para no dormir

¿CUÁNTOS CUADRADOS HAY EN LA IMAGEN?

Cuento para no dormir—

Confieso que a la primera, al principio, no hice caso a la pregunta sobre cuántos cuadraditos contenía la imagen. Tampoco a la tercera, ni a la quinta. Pero unos días después, al ver que me lo encontraba cada dos por tres en Facebook, decidí contarlos por primera vez y me salieron 30. En un segundo intento, sin esforzarme, contabilicé 37 pero me quedó la sensación de que habían algunos más. Anoche, en vista de que el sueño no me llegaba, me levanté y encendí el ordenador para matar el insomnio adelantando trabajos pendientes. Como es natural, me encontré de nuevo con la dichosa pregunta de los cuadraditos y sin querer queriendo hice un nuevo recuento que sumó 39. Me picó la curiosidad, debo reconocerlo y decidí imprimir la imagen con 10 aumentos. Al contabilizarla de nuevo me salieron 319 y llegado ahí, asombrado, decidí acostarme pensando que sufría una alucinación de madrugada, cosa esta harto frecuente cuando paso más de 15 horas seguidas ante el ordenador haciendo el idiota.

Apenas pude dormir. Esta mañana, al despertar, con los ojos amoratados por la paliza visual nocturna, sin haber desayunado siquiera y lo que es peor, sin peinarme, entré de nuevo a ver mi galaxia de cuadraditos e intuí que lo estaba analizando demasiado a la ligera. Tracé un plan de acción mientras engullía mi café con leche y busqué por todos los rincones mi microscopio convencional de 48 aumentos. Aquí fue donde la cosa dio un giro de 180 grados pese a que solo seguía viendo los 319 de la noche anterior. Observando atentamente, creí ver que las líneas que delimitan o conforman los cuadrados de la imagen se separaban e intuí que la visión, pese al gran aumento experimentado, seguía siendo insuficiente. Y fue ahí donde se me ocurrió desempolvar mi potente microscopio atómico, que no usaba desde mis tiempos de observador aficionado de lo liliputiense, allá por los 60.
Rebusqué por mis tres trasteros y al fin lo encontré como quien encuentra la fuente de la eterna inteligencia. Tomé de nuevo la imagen y la coloqué amorosamente en la plaqueta, enfoqué pacientemente una esquina que apenas abarcaba un cuadrado y… ¡eureka! Ahí estaba la confirmación de lo que había intuido: las líneas que delimitan los cuadrados no eran líneas sino puntos aislados de apariencia… ¡cuadrada!

Asombrado, salí a respirar al jardín y conté a los pájaros lo ocurrido. Mi buganvilla azulsalvaje, muy tranquila su voz fragante, me dijo en su acostumbrado tono floral: «Hombre, Antonio, es normal lo que ocurre, has cruzado la divisoria del mundo conocido y has entrado en el mundo cuántico, donde como es sabido, todo es diferente, contradictorio y a veces antagónico. Seguro que si miras bien hallarás al menos trescientos diecinueve… millones de cuadraditos y, si afinas el ojo y la mente, tal vez llegues muchísimo más allá».
Me tuve que sentar en la hamaca pues me sentí como si flotara. Mi palma saharaui me abanicó amorosamente. Me tranquilicé un poco. No mucho.

Entré en casa de nuevo, enfebrecido y con la emoción a mil por microsegundo, enfoqué solo una línea del más pequeño de los cuadraditos, aumenté la potencia y vi cómo la lectura se disparaba sin control en una sucesión numeral aparentemente loca que tuve que detener para hacerme una idea de lo que estaba ocurriendo. En la pantalla del medidor de secuencias aparecía la cifra de… ¡17 millones 384 mil cuadrados! Y… ¡solo en la más pequeña línea del cuadrado más pequeño! Confieso que tuve que tomarme medio litro de gazpacho para apaciguarme.

Acabo, amigos míos, de dejar el experimento antes de que me diera algo pues hasta huelo el humo que sale de mi sesera. No obstante, antes de apagar el microscopio, cuando de nuevo curioseé en la lectura alcanzada, vi que la pequeña línea había alcanzado el final de esa fase de la datación numeral y se expresaba en distancias galácticas, nombrando los cuadrados encontrados hasta ese momento dentro de la línea como universos que a su vez contenían numerosos universos que engendraban embriones de otros bebés universos…
Excitado, llamé a mi editor por si le interesaba la idea y nos forrábamos escribiendo un libro. Me dijo que durmiera un rato y me colgó. Estos acontecimientos son demasiado para alguien tan aburrido como un servidor. He quedado en estado catatónico pero cuando se me pase prometo que seguiré con el asunto hasta donde pueda. ¡Ya, ya os contaré!

Un cuentecito de Antonio García Vargas

Antonio García Vargas. Cuento para no dormir

¿CUÁNTOS CUADRADOS HAY EN LA IMAGEN?

Cuento para no dormir—

Confieso que a la primera, al principio, no hice caso a la pregunta sobre cuántos cuadraditos contenía la imagen. Tampoco a la tercera, ni a la quinta. Pero unos días después, al ver que me lo encontraba cada dos por tres en Facebook, decidí contarlos por primera vez y me salieron 30. En un segundo intento, sin esforzarme, contabilicé 37 pero me quedó la sensación de que habían algunos más. Anoche, en vista de que el sueño no me llegaba, me levanté y encendí el ordenador para matar el insomnio adelantando trabajos pendientes. Como es natural, me encontré de nuevo con la dichosa pregunta de los cuadraditos y sin querer queriendo hice un nuevo recuento que sumó 39. Me picó la curiosidad, debo reconocerlo y decidí imprimir la imagen con 10 aumentos. Al contabilizarla de nuevo me salieron 319 y llegado ahí, asombrado, decidí acostarme pensando que sufría una alucinación de madrugada, cosa esta harto frecuente cuando paso más de 15 horas seguidas ante el ordenador haciendo el idiota.

Apenas pude dormir. Esta mañana, al despertar, con los ojos amoratados por la paliza visual nocturna, sin haber desayunado siquiera y lo que es peor, sin peinarme, entré de nuevo a ver mi galaxia de cuadraditos e intuí que lo estaba analizando demasiado a la ligera. Tracé un plan de acción mientras engullía mi café con leche y busqué por todos los rincones mi microscopio convencional de 48 aumentos. Aquí fue donde la cosa dio un giro de 180 grados pese a que solo seguía viendo los 319 de la noche anterior. Observando atentamente, creí ver que las líneas que delimitan o conforman los cuadrados de la imagen se separaban e intuí que la visión, pese al gran aumento experimentado, seguía siendo insuficiente. Y fue ahí donde se me ocurrió desempolvar mi potente microscopio atómico, que no usaba desde mis tiempos de observador aficionado de lo liliputiense, allá por los 60.
Rebusqué por mis tres trasteros y al fin lo encontré como quien encuentra la fuente de la eterna inteligencia. Tomé de nuevo la imagen y la coloqué amorosamente en la plaqueta, enfoqué pacientemente una esquina que apenas abarcaba un cuadrado y… ¡eureka! Ahí estaba la confirmación de lo que había intuido: las líneas que delimitan los cuadrados no eran líneas sino puntos aislados de apariencia… ¡cuadrada!

Asombrado, salí a respirar al jardín y conté a los pájaros lo ocurrido. Mi buganvilla azulsalvaje, muy tranquila su voz fragante, me dijo en su acostumbrado tono floral: «Hombre, Antonio, es normal lo que ocurre, has cruzado la divisoria del mundo conocido y has entrado en el mundo cuántico, donde como es sabido, todo es diferente, contradictorio y a veces antagónico. Seguro que si miras bien hallarás al menos trescientos diecinueve… millones de cuadraditos y, si afinas el ojo y la mente, tal vez llegues muchísimo más allá».
Me tuve que sentar en la hamaca pues me sentí como si flotara. Mi palma saharaui me abanicó amorosamente. Me tranquilicé un poco. No mucho.

Entré en casa de nuevo, enfebrecido y con la emoción a mil por microsegundo, enfoqué solo una línea del más pequeño de los cuadraditos, aumenté la potencia y vi cómo la lectura se disparaba sin control en una sucesión numeral aparentemente loca que tuve que detener para hacerme una idea de lo que estaba ocurriendo. En la pantalla del medidor de secuencias aparecía la cifra de… ¡17 millones 384 mil cuadrados! Y… ¡solo en la más pequeña línea del cuadrado más pequeño! Confieso que tuve que tomarme medio litro de gazpacho para apaciguarme.

Acabo, amigos míos, de dejar el experimento antes de que me diera algo pues hasta huelo el humo que sale de mi sesera. No obstante, antes de apagar el microscopio, cuando de nuevo curioseé en la lectura alcanzada, vi que la pequeña línea había alcanzado el final de esa fase de la datación numeral y se expresaba en distancias galácticas, nombrando los cuadrados encontrados hasta ese momento dentro de la línea como universos que a su vez contenían numerosos universos que engendraban embriones de otros bebés universos…
Excitado, llamé a mi editor por si le interesaba la idea y nos forrábamos escribiendo un libro. Me dijo que durmiera un rato y me colgó. Estos acontecimientos son demasiado para alguien tan aburrido como un servidor. He quedado en estado catatónico pero cuando se me pase prometo que seguiré con el asunto hasta donde pueda. ¡Ya, ya os contaré!

Un cuentecito de Antonio García Vargas

La telebasura. Maribel Cerezuela

Me estoy poniendo bastante nerviosa. El reloj de mi ordenador marca las 16:28. En la TV están retransmitiendo un programa que me parece muy interesante sobre el virus en general y, en este preciso instante, el del Sida, en particular. Hablan y hablan, desde el programa Redes, en TV 24 h., pero mis nervios van en aumento. Acabo de limpiar la mesa. Tomo mis dos folios en blanco y mi bolígrafo preferido. Perdón, pero eso de tomar la pluma me parece una estupidez, por muy fino que quede escrito. A lo que iba, preparo la habitación para este momento en el que me tengo que sentar y escribir, de una maldita vez, un relato de no más de dos folios sobre la Telebasura.


El sábado hice un esfuerzo. Encendí el receptor y, ¡ay maravilla!, vi un gran partido de tenis entre nuestro gran maestro Nadal y..., no me acuerdo el nombre del contrario, abro la página del buscador más famoso del mundo, http://www.google.com, y en deportes, cuando lo que espero es encontrar una foto y un titular, no menos grande, de Nadal y su copa, me encuentro que no viene ni una sola noticia sobre el partido más famoso del mundo: "El torneo de Roland Garrós". Son las 16:34. Me voy a buscar a Yahoo.es. Noticias. Ya estoy, pero para mi decepción la única noticia que viene es sobre "Raúl no se perderá el partido contra Ucrania". Nada de tenis, nada de mi Nadal. Me adentro en http://www.yahoo.es, sección deportes, y, ¡por fin!, un titular enorme:


Tenis: Más de 4.8 millones de espectadores siguieron ayer la victoria de Rafa Nadal en la final de Roland Garros. Madrid, 12 (EUROPA PRESS) Más de cuatro millones de telespectadores (4.382.000) siguieron ayer la victoria del tenista mallorquín Rafael Nadal, sobre el suizo Roger Federer en la final de Rolang Garrós.


El sábado disfruto con el tenis. El domingo con otro campeón de campeones, Fernando Alonso gana en Silverstone (Reino Unido), 12 jun (EFE). El español Fernando Alonso (Renault) logró ayer en el Gran Premio de Gran Bretaña, octava prueba del Mundial de Fórmula Uno, su quinta victoria de la presente temporada, y la tercera consecutiva, y lo hizo con autoridad y contundencia, sin dar opción alguna a sus rivales.


Las 16:44. El programa de los virus sigue su curso. "Un pato doméstico normal pasa por allí y se infecta". Yo si que soy un pedazo de animal. El tema, reitero, es la telebasura. El director de "Diariovoz", uno de los mejores periódicos locales gratuitos de noticias de Almería, insistió en que el tema debía de ser lo más crítico y de rigor posible. ¿Cómo se puede hablar de telebasura y ser crítico y de rigor científico al mismo tiempo?


Juan llega a la habitación, lo que aprovecho para llorarle sobre la injusticia de tener que escribir sobre un tema que me gusta tan poco y del que no sé nada. Me increpa diciendo que, para empezar, telebasura es "Ana Rosa Quintana", "Gran Hermano", "Operación Triunfo", "Aquí no hay quien viva", y ese largo etc., interminable que se puede comprobar en cualquier revista "Pronto". Si quieres ver telebasura quita ese programa ya y no pierdas el tiempo en temas culturales.


Tiene razón. Casi siempre tiene razón. Pero a mí lo que me gustaría ahora mismo es abrir mi pantalla de TFT, encender mi ordenador y jugarme una partida de ajedrez. Mi clave está a punto de caducar y con el rollo de la responsabilidad del domingo, no he jugado nada.


Hago zapin y en la TV1 se retransmite lo que parece ser una telenovela sudamericana. Lo digo por el acento. Me voy a la TV2. La cordillera alpina. Paisajes de maravilla. Música del Bolero de Rabel, y .. que no. Que eso tampoco. Busco telebasura de una vez. Son las 16:56. Canal 3. Otra telenovela. Qué felicidad para mi madre. Ella si que disfruta con ellas. Si hubiese justicia ella tendría que escribir sobre ese hombre que le mira y le desnuda. ¡Y no sé qué más! Ese hombre. Ridículo. Canal Sur. Hablan de nietos e hijos. No aguanto más. Enciendo mi ordenador. ¡Qué paz! Las 17 horas. Todos mis amigos me esperan en el "ogame". Han puesto SAC. Están celebrándolo con bengalas y salvas de sondas. Qué envidia.


Lo envío. Así mismo. Esté como esté. Total, el director no me puede enviar a la calle. Sabe que a la gente lo que le gusta es no gastarse el dinero y si recorto esta foto, le añado unas buenas tetas y le tapo un poquito los ojos, con esta pamela sudamericana, como colofón, queda muy convincente. El artículo se publicará mañana en página impar y a color. Especial vacaciones. Nadie quiere que le agüen la fiesta con críticas a la telebasura. ¡¿A que no?!


La telebasura. Maribel Cerezuela

Me estoy poniendo bastante nerviosa. El reloj de mi ordenador marca las 16:28. En la TV están retransmitiendo un programa que me parece muy interesante sobre el virus en general y, en este preciso instante, el del Sida, en particular. Hablan y hablan, desde el programa Redes, en TV 24 h., pero mis nervios van en aumento. Acabo de limpiar la mesa. Tomo mis dos folios en blanco y mi bolígrafo preferido. Perdón, pero eso de tomar la pluma me parece una estupidez, por muy fino que quede escrito. A lo que iba, preparo la habitación para este momento en el que me tengo que sentar y escribir, de una maldita vez, un relato de no más de dos folios sobre la Telebasura.


El sábado hice un esfuerzo. Encendí el receptor y, ¡ay maravilla!, vi un gran partido de tenis entre nuestro gran maestro Nadal y..., no me acuerdo el nombre del contrario, abro la página del buscador más famoso del mundo, http://www.google.com, y en deportes, cuando lo que espero es encontrar una foto y un titular, no menos grande, de Nadal y su copa, me encuentro que no viene ni una sola noticia sobre el partido más famoso del mundo: "El torneo de Roland Garrós". Son las 16:34. Me voy a buscar a Yahoo.es. Noticias. Ya estoy, pero para mi decepción la única noticia que viene es sobre "Raúl no se perderá el partido contra Ucrania". Nada de tenis, nada de mi Nadal. Me adentro en http://www.yahoo.es, sección deportes, y, ¡por fin!, un titular enorme:


Tenis: Más de 4.8 millones de espectadores siguieron ayer la victoria de Rafa Nadal en la final de Roland Garros. Madrid, 12 (EUROPA PRESS) Más de cuatro millones de telespectadores (4.382.000) siguieron ayer la victoria del tenista mallorquín Rafael Nadal, sobre el suizo Roger Federer en la final de Rolang Garrós.


El sábado disfruto con el tenis. El domingo con otro campeón de campeones, Fernando Alonso gana en Silverstone (Reino Unido), 12 jun (EFE). El español Fernando Alonso (Renault) logró ayer en el Gran Premio de Gran Bretaña, octava prueba del Mundial de Fórmula Uno, su quinta victoria de la presente temporada, y la tercera consecutiva, y lo hizo con autoridad y contundencia, sin dar opción alguna a sus rivales.


Las 16:44. El programa de los virus sigue su curso. "Un pato doméstico normal pasa por allí y se infecta". Yo si que soy un pedazo de animal. El tema, reitero, es la telebasura. El director de "Diariovoz", uno de los mejores periódicos locales gratuitos de noticias de Almería, insistió en que el tema debía de ser lo más crítico y de rigor posible. ¿Cómo se puede hablar de telebasura y ser crítico y de rigor científico al mismo tiempo?


Juan llega a la habitación, lo que aprovecho para llorarle sobre la injusticia de tener que escribir sobre un tema que me gusta tan poco y del que no sé nada. Me increpa diciendo que, para empezar, telebasura es "Ana Rosa Quintana", "Gran Hermano", "Operación Triunfo", "Aquí no hay quien viva", y ese largo etc., interminable que se puede comprobar en cualquier revista "Pronto". Si quieres ver telebasura quita ese programa ya y no pierdas el tiempo en temas culturales.


Tiene razón. Casi siempre tiene razón. Pero a mí lo que me gustaría ahora mismo es abrir mi pantalla de TFT, encender mi ordenador y jugarme una partida de ajedrez. Mi clave está a punto de caducar y con el rollo de la responsabilidad del domingo, no he jugado nada.


Hago zapin y en la TV1 se retransmite lo que parece ser una telenovela sudamericana. Lo digo por el acento. Me voy a la TV2. La cordillera alpina. Paisajes de maravilla. Música del Bolero de Rabel, y .. que no. Que eso tampoco. Busco telebasura de una vez. Son las 16:56. Canal 3. Otra telenovela. Qué felicidad para mi madre. Ella si que disfruta con ellas. Si hubiese justicia ella tendría que escribir sobre ese hombre que le mira y le desnuda. ¡Y no sé qué más! Ese hombre. Ridículo. Canal Sur. Hablan de nietos e hijos. No aguanto más. Enciendo mi ordenador. ¡Qué paz! Las 17 horas. Todos mis amigos me esperan en el "ogame". Han puesto SAC. Están celebrándolo con bengalas y salvas de sondas. Qué envidia.


Lo envío. Así mismo. Esté como esté. Total, el director no me puede enviar a la calle. Sabe que a la gente lo que le gusta es no gastarse el dinero y si recorto esta foto, le añado unas buenas tetas y le tapo un poquito los ojos, con esta pamela sudamericana, como colofón, queda muy convincente. El artículo se publicará mañana en página impar y a color. Especial vacaciones. Nadie quiere que le agüen la fiesta con críticas a la telebasura. ¡¿A que no?!


La telebasura. Maribel Cerezuela

Me estoy poniendo bastante nerviosa. El reloj de mi ordenador marca las 16:28. En la TV están retransmitiendo un programa que me parece muy interesante sobre el virus en general y, en este preciso instante, el del Sida, en particular. Hablan y hablan, desde el programa Redes, en TV 24 h., pero mis nervios van en aumento. Acabo de limpiar la mesa. Tomo mis dos folios en blanco y mi bolígrafo preferido. Perdón, pero eso de tomar la pluma me parece una estupidez, por muy fino que quede escrito. A lo que iba, preparo la habitación para este momento en el que me tengo que sentar y escribir, de una maldita vez, un relato de no más de dos folios sobre la Telebasura.


El sábado hice un esfuerzo. Encendí el receptor y, ¡ay maravilla!, vi un gran partido de tenis entre nuestro gran maestro Nadal y..., no me acuerdo el nombre del contrario, abro la página del buscador más famoso del mundo, http://www.google.com, y en deportes, cuando lo que espero es encontrar una foto y un titular, no menos grande, de Nadal y su copa, me encuentro que no viene ni una sola noticia sobre el partido más famoso del mundo: "El torneo de Roland Garrós". Son las 16:34. Me voy a buscar a Yahoo.es. Noticias. Ya estoy, pero para mi decepción la única noticia que viene es sobre "Raúl no se perderá el partido contra Ucrania". Nada de tenis, nada de mi Nadal. Me adentro en http://www.yahoo.es, sección deportes, y, ¡por fin!, un titular enorme:


Tenis: Más de 4.8 millones de espectadores siguieron ayer la victoria de Rafa Nadal en la final de Roland Garros. Madrid, 12 (EUROPA PRESS) Más de cuatro millones de telespectadores (4.382.000) siguieron ayer la victoria del tenista mallorquín Rafael Nadal, sobre el suizo Roger Federer en la final de Rolang Garrós.


El sábado disfruto con el tenis. El domingo con otro campeón de campeones, Fernando Alonso gana en Silverstone (Reino Unido), 12 jun (EFE). El español Fernando Alonso (Renault) logró ayer en el Gran Premio de Gran Bretaña, octava prueba del Mundial de Fórmula Uno, su quinta victoria de la presente temporada, y la tercera consecutiva, y lo hizo con autoridad y contundencia, sin dar opción alguna a sus rivales.


Las 16:44. El programa de los virus sigue su curso. "Un pato doméstico normal pasa por allí y se infecta". Yo si que soy un pedazo de animal. El tema, reitero, es la telebasura. El director de "Diariovoz", uno de los mejores periódicos locales gratuitos de noticias de Almería, insistió en que el tema debía de ser lo más crítico y de rigor posible. ¿Cómo se puede hablar de telebasura y ser crítico y de rigor científico al mismo tiempo?


Juan llega a la habitación, lo que aprovecho para llorarle sobre la injusticia de tener que escribir sobre un tema que me gusta tan poco y del que no sé nada. Me increpa diciendo que, para empezar, telebasura es "Ana Rosa Quintana", "Gran Hermano", "Operación Triunfo", "Aquí no hay quien viva", y ese largo etc., interminable que se puede comprobar en cualquier revista "Pronto". Si quieres ver telebasura quita ese programa ya y no pierdas el tiempo en temas culturales.


Tiene razón. Casi siempre tiene razón. Pero a mí lo que me gustaría ahora mismo es abrir mi pantalla de TFT, encender mi ordenador y jugarme una partida de ajedrez. Mi clave está a punto de caducar y con el rollo de la responsabilidad del domingo, no he jugado nada.


Hago zapin y en la TV1 se retransmite lo que parece ser una telenovela sudamericana. Lo digo por el acento. Me voy a la TV2. La cordillera alpina. Paisajes de maravilla. Música del Bolero de Rabel, y .. que no. Que eso tampoco. Busco telebasura de una vez. Son las 16:56. Canal 3. Otra telenovela. Qué felicidad para mi madre. Ella si que disfruta con ellas. Si hubiese justicia ella tendría que escribir sobre ese hombre que le mira y le desnuda. ¡Y no sé qué más! Ese hombre. Ridículo. Canal Sur. Hablan de nietos e hijos. No aguanto más. Enciendo mi ordenador. ¡Qué paz! Las 17 horas. Todos mis amigos me esperan en el "ogame". Han puesto SAC. Están celebrándolo con bengalas y salvas de sondas. Qué envidia.


Lo envío. Así mismo. Esté como esté. Total, el director no me puede enviar a la calle. Sabe que a la gente lo que le gusta es no gastarse el dinero y si recorto esta foto, le añado unas buenas tetas y le tapo un poquito los ojos, con esta pamela sudamericana, como colofón, queda muy convincente. El artículo se publicará mañana en página impar y a color. Especial vacaciones. Nadie quiere que le agüen la fiesta con críticas a la telebasura. ¡¿A que no?!


Francisco Cañabate Reche. Lluvia de estrellas.

Cada treinta y seis años una lluvia de estrellas nos sorprende en la noche y nos extiende un manto luminoso y brillante, un manto que nos cubre por un instante único y nos evita el frío, un manto imaginario que nos hace sentirnos nuevamente pequeños, perdidos en el cielo, (los seres diminutos que finalmente somos), y nos recuerda un tiempo ya lejano y oscuro, (anclado en la memoria), en que todo era mágico y todo era posible. 
Cada treinta y seis años ilustres meteoritos desprendidos de la cola de un astro caprichoso y lejano llegan hasta nosotros para cumplir su cita, y lo hacen puntualmente, con exactitud cósmica. (Ellos tal vez no saben que nosotros los vemos).
Cada treinta y seis años suceden la Leónidas: un fenómeno loco y ciego y sorprendente. Unas horas fugaces, un tiempo entre paréntesis, una oportunidad inesperada para seguir pensando (¿y por qué no pensarlo?) que aún existen las Hadas y que a pesar de todo la vida continua.


Y ocurrió aquella noche y por eso lo cuento. Vinieron las Leónidas y surcaron el cielo anunciando a su paso, lo mismo que un heraldo, que aquel niño llegaba cogido de su mano.


Y no las entendimos.


Subimos al tejado porque las esperábamos (las anunciaron antes los que todo lo saben), y se quedó la madre con el vientre preñado, cargado de esperanza, descansando en la casa. Los dos niños y yo estábamos dispuestos a bebernos el cielo, a no dejar pasar ni uno solo de los múltiples trozos de aquellos meteoritos que formaban señales dibujando en el aire sus diagramas de fuego.


Llevábamos las mantas y también los bolsillos repletos de ilusiones, y arropados por ellas elegimos sentarnos para observar la noche. Yo señalaba Venus y contaba los cuentos de la luna lunera, y los dos se reían, y la noche era clara, y el firmamento obscuro nos guiñaba sus ojos infinitos y ciertos, y pasaban las horas. Pero el tiempo no espera, y tras la diversión llego el aburrimiento. Nos habitaba el frío y hasta la incertidumbre, y luego la impaciencia: la mía y la de los niños, porque no sucedía.


El cielo estaba quieto, imperturbable, eterno, y tal vez las estrellas nos miraban pensando ¿Qué estarán esperando, si ya ha ocurrido todo mas allá de sus ojos?


El tiempo de los niños es un tiempo distinto, y no existe el futuro, ellos no lo conocen porque no es necesario. La vida es infinita desde su perspectiva, y también instantánea, y siempre tienen prisa, y todo se produce como en una cascada, y no cabe la espera. Por eso los dos niños mostraban su impaciencia, casi su desengaño y ya me preguntaban: ¿Papá, porqué no vienen? ¿Perdieron su camino lo mismo que en el cuento y no saben volver? ¿ O tal vez son muy tímidas y se están escondiendo para que no las vean?


El más pequeño, Paco, se removía en su manta y se estaba durmiendo, y yo empecé a pensar que no sería esta vez, que debía regresar, que volvía de vacío, y aunque me resistía ( quedaba la ilusión, que sería defraudada), parecía inevitable. Virginia, la mayor, leyendo en mi mirada, tiraba de mi manga mostrándome los ojos de su hermano, cerrados. 


Entonces sucedió:
Estalló el firmamento y una lluvia de luces estridentes, de fuegos de artificio lo surco de repente. Y se despertó el niño y abrió sus grandes ojos y la niña encantada exclamó su sorpresa y demostró su gozo, (que eran también los míos). Bajamos animados, risueños y locuaces, parlanchines y alegres, contando maravillas a la madre dormida, algunas inventadas y casi todas ciertas, como siempre sucede.


Unas horas después se produjo el milagro que anunciaban los astros y todos comprendimos: nació un ser diminuto, frágil y misterioso (la esencia del misterio) y llevaba en sus ojos ese reflejo mágico de la lluvia de estrellas.


Para mi hijo Miguel Ángel, que nos llegó en Noviembre. Nació con las Leónidas.

Francisco Cañabate Reche. Lluvia de estrellas.

Cada treinta y seis años una lluvia de estrellas nos sorprende en la noche y nos extiende un manto luminoso y brillante, un manto que nos cubre por un instante único y nos evita el frío, un manto imaginario que nos hace sentirnos nuevamente pequeños, perdidos en el cielo, (los seres diminutos que finalmente somos), y nos recuerda un tiempo ya lejano y oscuro, (anclado en la memoria), en que todo era mágico y todo era posible. 
Cada treinta y seis años ilustres meteoritos desprendidos de la cola de un astro caprichoso y lejano llegan hasta nosotros para cumplir su cita, y lo hacen puntualmente, con exactitud cósmica. (Ellos tal vez no saben que nosotros los vemos).
Cada treinta y seis años suceden la Leónidas: un fenómeno loco y ciego y sorprendente. Unas horas fugaces, un tiempo entre paréntesis, una oportunidad inesperada para seguir pensando (¿y por qué no pensarlo?) que aún existen las Hadas y que a pesar de todo la vida continua.


Y ocurrió aquella noche y por eso lo cuento. Vinieron las Leónidas y surcaron el cielo anunciando a su paso, lo mismo que un heraldo, que aquel niño llegaba cogido de su mano.


Y no las entendimos.


Subimos al tejado porque las esperábamos (las anunciaron antes los que todo lo saben), y se quedó la madre con el vientre preñado, cargado de esperanza, descansando en la casa. Los dos niños y yo estábamos dispuestos a bebernos el cielo, a no dejar pasar ni uno solo de los múltiples trozos de aquellos meteoritos que formaban señales dibujando en el aire sus diagramas de fuego.


Llevábamos las mantas y también los bolsillos repletos de ilusiones, y arropados por ellas elegimos sentarnos para observar la noche. Yo señalaba Venus y contaba los cuentos de la luna lunera, y los dos se reían, y la noche era clara, y el firmamento obscuro nos guiñaba sus ojos infinitos y ciertos, y pasaban las horas. Pero el tiempo no espera, y tras la diversión llego el aburrimiento. Nos habitaba el frío y hasta la incertidumbre, y luego la impaciencia: la mía y la de los niños, porque no sucedía.


El cielo estaba quieto, imperturbable, eterno, y tal vez las estrellas nos miraban pensando ¿Qué estarán esperando, si ya ha ocurrido todo mas allá de sus ojos?


El tiempo de los niños es un tiempo distinto, y no existe el futuro, ellos no lo conocen porque no es necesario. La vida es infinita desde su perspectiva, y también instantánea, y siempre tienen prisa, y todo se produce como en una cascada, y no cabe la espera. Por eso los dos niños mostraban su impaciencia, casi su desengaño y ya me preguntaban: ¿Papá, porqué no vienen? ¿Perdieron su camino lo mismo que en el cuento y no saben volver? ¿ O tal vez son muy tímidas y se están escondiendo para que no las vean?


El más pequeño, Paco, se removía en su manta y se estaba durmiendo, y yo empecé a pensar que no sería esta vez, que debía regresar, que volvía de vacío, y aunque me resistía ( quedaba la ilusión, que sería defraudada), parecía inevitable. Virginia, la mayor, leyendo en mi mirada, tiraba de mi manga mostrándome los ojos de su hermano, cerrados. 


Entonces sucedió:
Estalló el firmamento y una lluvia de luces estridentes, de fuegos de artificio lo surco de repente. Y se despertó el niño y abrió sus grandes ojos y la niña encantada exclamó su sorpresa y demostró su gozo, (que eran también los míos). Bajamos animados, risueños y locuaces, parlanchines y alegres, contando maravillas a la madre dormida, algunas inventadas y casi todas ciertas, como siempre sucede.


Unas horas después se produjo el milagro que anunciaban los astros y todos comprendimos: nació un ser diminuto, frágil y misterioso (la esencia del misterio) y llevaba en sus ojos ese reflejo mágico de la lluvia de estrellas.


Para mi hijo Miguel Ángel, que nos llegó en Noviembre. Nació con las Leónidas.

Antonio García Vargas.Semiotical.

SEMIOTICAL


Todo poema ¿es un grito ya pronunciado?—

Tú, poesía...
eras una mujer cerbatana de talle largo y suspiro leve;
un día encontraste la curva parabólica de un ave de presa
y cual blanco lirio perdiste la línea sobre la hierba verde.

¿Pueden los signos externos descomponer la poesía?

¡Desnúdate, poeta! ¡Sacude el verso! ¡Rompe la cópula
que amenaza la esencia de la codificación de la magia!

¿Y si descubrimos el aliento del hermano de las cavernas?

No quiero ser fugitivo de una civilización que devora; ni reo.
¡Unamos en la carne la fuente de la vida, como el viejo árbol!

Sólo la prueba del algodón dilucidará la pureza del Caos.
Apoyemos con Mallarmé la simbiotización de los blancos,
hagamos de la sublimación del instinto sexual nuestro lema.

¿Oyes resonar la poesía desde el eje vertical de la palabra?

Ha llovido mucho desde el viaje en paracaídas de Huidobro
y huelen a moho prefabricadas sintaxis y sustratos fónicos;
la esclerosis métrica -asesina del ritmo-, ha sido devorada
por la termita insaciable multiplicadora de cismas y mitos.

Si nos deslizamos en la servidumbre de la imagen como icono
moriremos esclavos de la anáfora y la enumeración caótica,
enterrando la conexión gramatical legada por los que fueron.

¿Hay afinidad entre el pálpito doliente de la efímera rosa
y el paso monocorde de aquel hombre
camino del Calvario?

El Cosmos solitario languidece entre farándulas y requiebros;
susurros de soles palpitantes desatomizados, la palabra fluida
adormeciendo conciencias entre cacofonías y órbitas eclípticas.


La libertad renace en lo espontáneo de la libidinidad errática,
no del conocimiento empírico-científico-metafísico-dogmático
del cabrón de turno.

Alado pino” —llamaba Góngora a la mágica nave de su sueño—,
proporción áurea entre sollozo del alma y rima de asombros.

Entre el ser y el aparecer media un ente aún sin apariencia
en el que Gracián situaba la virtud de un ramo de azucenas;
¡enfaticemos el perpetuo juego de las tenues diferencias
repudiando formas de la inerte permanencia de lo obtuso!

¿Hemos de huir –constreñidos hasta el agobio-
de la luz guía?

En el arte de las emociones nada es por entero transparente;
si el escéptico griego quebrantó la metafísica, condicionemos
la estética moderna de la idea al descubrimiento de lo sublime.

¡Erase una vez un restallido cósmico
que se hizo llamar poesía!
¿Nos desnudamos, amada,
en la ambigua resonancia del éter?

¡Huyamos de las isotopías fonológicas agazapadas en la rima,
de las sintácticas por redundancia y las equivalentes semánticas,
desplegando en la fisura del deseo nuestro poema como escudo!

¿Y si desnudamos las alas
hasta donde se diluyen las formas?

¡Hagamos de la duda una tendencia hacia el concepto singular
eyaculando directamente en la virginal matriz
de la semiótica!

¡Y permaneced atentos, poetas,
por si aparece la poesía del mordisco en la garganta,
de puño en alto y revolucionaria estirpe, rota
la cadena didáctica del estulto, que la obligaba
a permanecer arrodillada!