14.-El amante lunar. Francisco Cañabate Reche (59-61)

 Debe existir un mundo de seres diferentes que vegetan de día, lo mismo que murciélagos, para vivir la noche silenciosos y ocultos. Debe de haber un tiempo invertido y obscuro donde esos seres viven. En él tejen sus hilos, igual que entes nocturnos, unidos por un rito que  sólo ellos conocen. Y el ocaso los llama, de su mano regresan y respiran la vida llenos de la presencia, blanca e impenetrable de los rayos de luna. ¿Debe existir, acaso? Al menos yo lo creo. Postulo la existencia de ese mundo escondido, tal vez impenetrable, como algo necesario, inmediato y presente, como una consecuencia
de la simple certeza de que existen los astros que invocan nuestras almas.

Aunque hablo de sospechas, si sé que hay individuos que miran las estrellas y reflejado en ellas encuentran su destino. Y lo sé simplemente porque así soy yo mismo.   Os contaré mi historia:

...Yo era un hombre sin vida, apegado a la tierra, un ser indiferente, vulgar y estrafalario, sin nada que contaros hasta que ocurrió todo. Me sucedió una noche: miré la luna llena y quedé destrozado porque supe sin duda, con certeza absoluta, que en aquel resplandor existía el movimiento, que se formaba un gesto cálido y absorbente.

 Y para mi sorpresa, yo era el destinatario del extraño suceso y ella me sonreía. Negándome a mí mismo lo que ahora estaba viendo, giré mi rostro incrédulo,  miré de nuevo al suelo y me froté la cara. Un minuto más tarde, cuando al fin volví al cielo, ya todo había pasado porque ella ya no estaba. La ocultaban las nubes, ( ¿O ella se había escondido como una novia tímida para que no la viera?). Me culpé por cobarde ( por no haber respondido, por no haberla mirado cuando ella lo
propuso), y por loco y por necio y burlé mis recelos. Temblando ante la duda, por lo que había pasado ( ¿Sueño, verdad o magia? ¿Invención o misterio?) cuando venía la noche me escondía entre mis sábanas. Inseguro e inquieto no la busqué de nuevo durante muchos días, y pretendí olvidarla. Pero no pude hacerlo ( la suerte estaba echada, yo ya era uno de ellos y repetía sus gestos lunáticos y absurdos).

 Ocurrió sin remedio, lo mismo que un torrente hace que el agua caiga: sin poder evitarlo, abandoné el trabajo y empujado por algo, que yo aún no comprendía, empecé a no vivir en las horas del día y dejé a los amigos que ya no me hacían caso, y me olvidé de aquélla que había estado conmigo durante largos años y que decía quererme ( y sé que le hice daño, que no comprendió nada). Y otra noche de luna me sucedió de nuevo. Era cuarto menguante, yo estaba agotado y habían pasado cosas
que quemaban mi alma en aquellas jornadas, de esa vida postiza de mañanas y tardes que aún persistían agónicas, y que ya no era mía. Se derrumbaba un mundo para generar otro, pero yo no entendía. Aún estaba asustado y  lloraba en silencio por la triste torpeza que ahora regía mis actos y me era incomprensible, y en medio de mis lágrimas miré de nuevo al cielo buscando su mirada. Cuando encontré su brillo ( cuando pude enfrentarme nuevamente a sus ojos) ella me dijo quedo:
duérmete en mi regazo, sueña con las estrellas. Y observando aquel  cielo yo me quedé dormido, desnudo, en la ventana, ( y sé que aun era invierno y que no sentí frío) .

 Desde entonces no duermo hasta que viene el día. Me despido de ella y penetro en el sueño sintiendo sus caricias. Luego, cuando despierto, aprovecho las tardes para pensar en su brillo, anticipando el goce de mirarla despacio, como un amante tierno que contempla a la amada que duerme entre sus brazos. Así la miro a ella, disfrutando sus líneas, bebiendo esa sonrisa que suele regalarme cuando menos lo espero.Y de tanto mirarla ya no salgo de casa, se me olvidó comer y acabé sonriente, enflaquecido y pálido. Casi en cuarto menguante. ( Lo mismo que mi amiga)

14.-El amante lunar. Francisco Cañabate Reche (59-61)

 Debe existir un mundo de seres diferentes que vegetan de día, lo mismo que murciélagos, para vivir la noche silenciosos y ocultos. Debe de haber un tiempo invertido y obscuro donde esos seres viven. En él tejen sus hilos, igual que entes nocturnos, unidos por un rito que  sólo ellos conocen. Y el ocaso los llama, de su mano regresan y respiran la vida llenos de la presencia, blanca e impenetrable de los rayos de luna. ¿Debe existir, acaso? Al menos yo lo creo. Postulo la existencia de ese mundo escondido, tal vez impenetrable, como algo necesario, inmediato y presente, como una consecuencia
de la simple certeza de que existen los astros que invocan nuestras almas.

Aunque hablo de sospechas, si sé que hay individuos que miran las estrellas y reflejado en ellas encuentran su destino. Y lo sé simplemente porque así soy yo mismo.   Os contaré mi historia:

...Yo era un hombre sin vida, apegado a la tierra, un ser indiferente, vulgar y estrafalario, sin nada que contaros hasta que ocurrió todo. Me sucedió una noche: miré la luna llena y quedé destrozado porque supe sin duda, con certeza absoluta, que en aquel resplandor existía el movimiento, que se formaba un gesto cálido y absorbente.

 Y para mi sorpresa, yo era el destinatario del extraño suceso y ella me sonreía. Negándome a mí mismo lo que ahora estaba viendo, giré mi rostro incrédulo,  miré de nuevo al suelo y me froté la cara. Un minuto más tarde, cuando al fin volví al cielo, ya todo había pasado porque ella ya no estaba. La ocultaban las nubes, ( ¿O ella se había escondido como una novia tímida para que no la viera?). Me culpé por cobarde ( por no haber respondido, por no haberla mirado cuando ella lo
propuso), y por loco y por necio y burlé mis recelos. Temblando ante la duda, por lo que había pasado ( ¿Sueño, verdad o magia? ¿Invención o misterio?) cuando venía la noche me escondía entre mis sábanas. Inseguro e inquieto no la busqué de nuevo durante muchos días, y pretendí olvidarla. Pero no pude hacerlo ( la suerte estaba echada, yo ya era uno de ellos y repetía sus gestos lunáticos y absurdos).

 Ocurrió sin remedio, lo mismo que un torrente hace que el agua caiga: sin poder evitarlo, abandoné el trabajo y empujado por algo, que yo aún no comprendía, empecé a no vivir en las horas del día y dejé a los amigos que ya no me hacían caso, y me olvidé de aquélla que había estado conmigo durante largos años y que decía quererme ( y sé que le hice daño, que no comprendió nada). Y otra noche de luna me sucedió de nuevo. Era cuarto menguante, yo estaba agotado y habían pasado cosas
que quemaban mi alma en aquellas jornadas, de esa vida postiza de mañanas y tardes que aún persistían agónicas, y que ya no era mía. Se derrumbaba un mundo para generar otro, pero yo no entendía. Aún estaba asustado y  lloraba en silencio por la triste torpeza que ahora regía mis actos y me era incomprensible, y en medio de mis lágrimas miré de nuevo al cielo buscando su mirada. Cuando encontré su brillo ( cuando pude enfrentarme nuevamente a sus ojos) ella me dijo quedo:
duérmete en mi regazo, sueña con las estrellas. Y observando aquel  cielo yo me quedé dormido, desnudo, en la ventana, ( y sé que aun era invierno y que no sentí frío) .

 Desde entonces no duermo hasta que viene el día. Me despido de ella y penetro en el sueño sintiendo sus caricias. Luego, cuando despierto, aprovecho las tardes para pensar en su brillo, anticipando el goce de mirarla despacio, como un amante tierno que contempla a la amada que duerme entre sus brazos. Así la miro a ella, disfrutando sus líneas, bebiendo esa sonrisa que suele regalarme cuando menos lo espero.Y de tanto mirarla ya no salgo de casa, se me olvidó comer y acabé sonriente, enflaquecido y pálido. Casi en cuarto menguante. ( Lo mismo que mi amiga)

14.-El amante lunar. Francisco Cañabate Reche (59-61)

 Debe existir un mundo de seres diferentes que vegetan de día, lo mismo que murciélagos, para vivir la noche silenciosos y ocultos. Debe de haber un tiempo invertido y obscuro donde esos seres viven. En él tejen sus hilos, igual que entes nocturnos, unidos por un rito que  sólo ellos conocen. Y el ocaso los llama, de su mano regresan y respiran la vida llenos de la presencia, blanca e impenetrable de los rayos de luna. ¿Debe existir, acaso? Al menos yo lo creo. Postulo la existencia de ese mundo escondido, tal vez impenetrable, como algo necesario, inmediato y presente, como una consecuencia
de la simple certeza de que existen los astros que invocan nuestras almas.

Aunque hablo de sospechas, si sé que hay individuos que miran las estrellas y reflejado en ellas encuentran su destino. Y lo sé simplemente porque así soy yo mismo.   Os contaré mi historia:

...Yo era un hombre sin vida, apegado a la tierra, un ser indiferente, vulgar y estrafalario, sin nada que contaros hasta que ocurrió todo. Me sucedió una noche: miré la luna llena y quedé destrozado porque supe sin duda, con certeza absoluta, que en aquel resplandor existía el movimiento, que se formaba un gesto cálido y absorbente.

 Y para mi sorpresa, yo era el destinatario del extraño suceso y ella me sonreía. Negándome a mí mismo lo que ahora estaba viendo, giré mi rostro incrédulo,  miré de nuevo al suelo y me froté la cara. Un minuto más tarde, cuando al fin volví al cielo, ya todo había pasado porque ella ya no estaba. La ocultaban las nubes, ( ¿O ella se había escondido como una novia tímida para que no la viera?). Me culpé por cobarde ( por no haber respondido, por no haberla mirado cuando ella lo
propuso), y por loco y por necio y burlé mis recelos. Temblando ante la duda, por lo que había pasado ( ¿Sueño, verdad o magia? ¿Invención o misterio?) cuando venía la noche me escondía entre mis sábanas. Inseguro e inquieto no la busqué de nuevo durante muchos días, y pretendí olvidarla. Pero no pude hacerlo ( la suerte estaba echada, yo ya era uno de ellos y repetía sus gestos lunáticos y absurdos).

 Ocurrió sin remedio, lo mismo que un torrente hace que el agua caiga: sin poder evitarlo, abandoné el trabajo y empujado por algo, que yo aún no comprendía, empecé a no vivir en las horas del día y dejé a los amigos que ya no me hacían caso, y me olvidé de aquélla que había estado conmigo durante largos años y que decía quererme ( y sé que le hice daño, que no comprendió nada). Y otra noche de luna me sucedió de nuevo. Era cuarto menguante, yo estaba agotado y habían pasado cosas
que quemaban mi alma en aquellas jornadas, de esa vida postiza de mañanas y tardes que aún persistían agónicas, y que ya no era mía. Se derrumbaba un mundo para generar otro, pero yo no entendía. Aún estaba asustado y  lloraba en silencio por la triste torpeza que ahora regía mis actos y me era incomprensible, y en medio de mis lágrimas miré de nuevo al cielo buscando su mirada. Cuando encontré su brillo ( cuando pude enfrentarme nuevamente a sus ojos) ella me dijo quedo:
duérmete en mi regazo, sueña con las estrellas. Y observando aquel  cielo yo me quedé dormido, desnudo, en la ventana, ( y sé que aun era invierno y que no sentí frío) .

 Desde entonces no duermo hasta que viene el día. Me despido de ella y penetro en el sueño sintiendo sus caricias. Luego, cuando despierto, aprovecho las tardes para pensar en su brillo, anticipando el goce de mirarla despacio, como un amante tierno que contempla a la amada que duerme entre sus brazos. Así la miro a ella, disfrutando sus líneas, bebiendo esa sonrisa que suele regalarme cuando menos lo espero.Y de tanto mirarla ya no salgo de casa, se me olvidó comer y acabé sonriente, enflaquecido y pálido. Casi en cuarto menguante. ( Lo mismo que mi amiga)

14.-El amante lunar. Francisco Cañabate Reche (59-61)

 Debe existir un mundo de seres diferentes que vegetan de día, lo mismo que murciélagos, para vivir la noche silenciosos y ocultos. Debe de haber un tiempo invertido y obscuro donde esos seres viven. En él tejen sus hilos, igual que entes nocturnos, unidos por un rito que  sólo ellos conocen. Y el ocaso los llama, de su mano regresan y respiran la vida llenos de la presencia, blanca e impenetrable de los rayos de luna. ¿Debe existir, acaso? Al menos yo lo creo. Postulo la existencia de ese mundo escondido, tal vez impenetrable, como algo necesario, inmediato y presente, como una consecuencia
de la simple certeza de que existen los astros que invocan nuestras almas.

Aunque hablo de sospechas, si sé que hay individuos que miran las estrellas y reflejado en ellas encuentran su destino. Y lo sé simplemente porque así soy yo mismo.   Os contaré mi historia:

...Yo era un hombre sin vida, apegado a la tierra, un ser indiferente, vulgar y estrafalario, sin nada que contaros hasta que ocurrió todo. Me sucedió una noche: miré la luna llena y quedé destrozado porque supe sin duda, con certeza absoluta, que en aquel resplandor existía el movimiento, que se formaba un gesto cálido y absorbente.

 Y para mi sorpresa, yo era el destinatario del extraño suceso y ella me sonreía. Negándome a mí mismo lo que ahora estaba viendo, giré mi rostro incrédulo,  miré de nuevo al suelo y me froté la cara. Un minuto más tarde, cuando al fin volví al cielo, ya todo había pasado porque ella ya no estaba. La ocultaban las nubes, ( ¿O ella se había escondido como una novia tímida para que no la viera?). Me culpé por cobarde ( por no haber respondido, por no haberla mirado cuando ella lo
propuso), y por loco y por necio y burlé mis recelos. Temblando ante la duda, por lo que había pasado ( ¿Sueño, verdad o magia? ¿Invención o misterio?) cuando venía la noche me escondía entre mis sábanas. Inseguro e inquieto no la busqué de nuevo durante muchos días, y pretendí olvidarla. Pero no pude hacerlo ( la suerte estaba echada, yo ya era uno de ellos y repetía sus gestos lunáticos y absurdos).

 Ocurrió sin remedio, lo mismo que un torrente hace que el agua caiga: sin poder evitarlo, abandoné el trabajo y empujado por algo, que yo aún no comprendía, empecé a no vivir en las horas del día y dejé a los amigos que ya no me hacían caso, y me olvidé de aquélla que había estado conmigo durante largos años y que decía quererme ( y sé que le hice daño, que no comprendió nada). Y otra noche de luna me sucedió de nuevo. Era cuarto menguante, yo estaba agotado y habían pasado cosas
que quemaban mi alma en aquellas jornadas, de esa vida postiza de mañanas y tardes que aún persistían agónicas, y que ya no era mía. Se derrumbaba un mundo para generar otro, pero yo no entendía. Aún estaba asustado y  lloraba en silencio por la triste torpeza que ahora regía mis actos y me era incomprensible, y en medio de mis lágrimas miré de nuevo al cielo buscando su mirada. Cuando encontré su brillo ( cuando pude enfrentarme nuevamente a sus ojos) ella me dijo quedo:
duérmete en mi regazo, sueña con las estrellas. Y observando aquel  cielo yo me quedé dormido, desnudo, en la ventana, ( y sé que aun era invierno y que no sentí frío) .

 Desde entonces no duermo hasta que viene el día. Me despido de ella y penetro en el sueño sintiendo sus caricias. Luego, cuando despierto, aprovecho las tardes para pensar en su brillo, anticipando el goce de mirarla despacio, como un amante tierno que contempla a la amada que duerme entre sus brazos. Así la miro a ella, disfrutando sus líneas, bebiendo esa sonrisa que suele regalarme cuando menos lo espero.Y de tanto mirarla ya no salgo de casa, se me olvidó comer y acabé sonriente, enflaquecido y pálido. Casi en cuarto menguante. ( Lo mismo que mi amiga)

32.-Ajedrez. Ricardo Villegas(127)

AJEDREZ

Empezamos la batalla

Simplemente con salir,
Atacamos las mañanas
Con huecos para el alfil.
Defendiste, siciliana,
Ese rey con un enroque,
Pero sabes que mi dama
Conoce que el año te toque;
Y se mueve por ese campo,
Custodiada por peones
Que la cubren ya de ataques
De esos caballos feroces.
Y las piezas se me mueven
Sin yo querer abarcarlas,
Pues batallas ya se vuelven
Guerras ensangrentadas
Cayó un peón el primero,
Mío, con tal desgracia,
Que al repeler ese golpe
Murió un caballo en tu estancia.
Y me hiciste sacar la torre
Que cerró una herida abierta,
Pues el alfil que tapaba
Huyó, al ver la reyerta.
(Y no es que no sea valiente,
es que te tiene temor,
ya que una es la siciliana,
y otro es el mate pastor.)
Con caballo y con la torre
Puede asustar a tu rey,
Pero después del derroche
Vino el tributo de ley,
Que por fin, rompió a mi dama,
Y aunque murió ya la tuya
No pudo ser más que llama
Que apagó, triste, una duda.
Y cerraste mi yo más fiero
En jaque mate de mí,
Y calaste lo que yo quiero
De agua color marfil.
- ¡Ay partida!, que acabaste
con el rey sin más sentir
que puede que enamoraste
mi oscuro corazón de ti.

Rircardo Villegas

32.-Ajedrez. Ricardo Villegas(127)

Ajedrez


AJEDREZ



Empezamos la batalla

Simplemente con salir,
Atacamos las mañanas
Con huecos para el alfil.
Defendiste, siciliana,
Ese rey con un enroque,
Pero sabes que mi dama
Conoce que el año te toque;
Y se mueve por ese campo,
Custodiada por peones
Que la cubren ya de ataques
De esos caballos feroces.
Y las piezas se me mueven
Sin yo querer abarcarlas,
Pues batallas ya se vuelven
Guerras ensangrentadas
Cayó un peón el primero,
Mío, con tal desgracia,
Que al repeler ese golpe
Murió un caballo en tu estancia.
Y me hiciste sacar la torre
Que cerró una herida abierta,
Pues el alfil que tapaba
Huyó, al ver la reyerta.
(Y no es que no sea valiente,
es que te tiene temor,
ya que una es la siciliana,
y otro es el mate pastor.)
Con caballo y con la torre
Puede asustar a tu rey,
Pero después del derroche
Vino el tributo de ley,
Que por fin, rompió a mi dama,
Y aunque murió ya la tuya
No pudo ser más que llama
Que apagó, triste, una duda.
Y cerraste mi yo más fiero
En jaque mate de mí,
Y calaste lo que yo quiero
De agua color marfil.
- ¡Ay partida!, que acabaste
con el rey sin más sentir
que puede que enamoraste
mi oscuro corazón de ti.


AUTOR: RICARDO VILLEGAS

32.-Ajedrez. Ricardo Villegas(127)

Empezamos la batalla
Simplemente con salir,
Atacamos las mañanas
Con huecos para el alfil.
Defendiste, siciliana,
Ese rey con un enroque,
Pero sabes que mi dama
Conoce que el año te toque;
Y se mueve por ese campo,
Custodiada por peones
Que la cubren ya de ataques
De esos caballos feroces.
Y las piezas se me mueven
Sin yo querer abarcarlas,
Pues batallas ya se vuelven
Guerras ensangrentadas
Cayó un peón el primero,
Mío, con tal desgracia,
Que al repeler ese golpe
Murió un caballo en tu estancia.
Y me hiciste sacar la torre
Que cerró una herida abierta,
Pues el alfil que tapaba
Huyó, al ver la reyerta.
(Y no es que no sea valiente,
es que te tiene temor,
ya que una es la siciliana,
y otro es el mate pastor.)
Con caballo y con la torre
Puede asustar a tu rey,
Pero después del derroche
Vino el tributo de ley,
Que por fin, rompió a mi dama,
Y aunque murió ya la tuya
No pudo ser más que llama
Que apagó, triste, una duda.
Y cerraste mi yo más fiero
En jaque mate de mí,
Y calaste lo que yo quiero
De agua color marfil.
- ¡Ay partida!, que acabaste
con el rey sin más sentir
que puede que enamoraste
mi oscuro corazón de ti.

32.-Ajedrez. Ricardo Villegas(127)

Empezamos la batalla
Simplemente con salir,
Atacamos las mañanas
Con huecos para el alfil.
Defendiste, siciliana,
Ese rey con un enroque,
Pero sabes que mi dama
Conoce que el año te toque;
Y se mueve por ese campo,
Custodiada por peones
Que la cubren ya de ataques
De esos caballos feroces.
Y las piezas se me mueven
Sin yo querer abarcarlas,
Pues batallas ya se vuelven
Guerras ensangrentadas
Cayó un peón el primero,
Mío, con tal desgracia,
Que al repeler ese golpe
Murió un caballo en tu estancia.
Y me hiciste sacar la torre
Que cerró una herida abierta,
Pues el alfil que tapaba
Huyó, al ver la reyerta.
(Y no es que no sea valiente,
es que te tiene temor,
ya que una es la siciliana,
y otro es el mate pastor.)
Con caballo y con la torre
Puede asustar a tu rey,
Pero después del derroche
Vino el tributo de ley,
Que por fin, rompió a mi dama,
Y aunque murió ya la tuya
No pudo ser más que llama
Que apagó, triste, una duda.
Y cerraste mi yo más fiero
En jaque mate de mí,
Y calaste lo que yo quiero
De agua color marfil.
- ¡Ay partida!, que acabaste
con el rey sin más sentir
que puede que enamoraste
mi oscuro corazón de ti.

32.-Ajedrez. Ricardo Villegas(127)

Empezamos la batalla
Simplemente con salir,
Atacamos las mañanas
Con huecos para el alfil.
Defendiste, siciliana,
Ese rey con un enroque,
Pero sabes que mi dama
Conoce que el año te toque;
Y se mueve por ese campo,
Custodiada por peones
Que la cubren ya de ataques
De esos caballos feroces.
Y las piezas se me mueven
Sin yo querer abarcarlas,
Pues batallas ya se vuelven
Guerras ensangrentadas
Cayó un peón el primero,
Mío, con tal desgracia,
Que al repeler ese golpe
Murió un caballo en tu estancia.
Y me hiciste sacar la torre
Que cerró una herida abierta,
Pues el alfil que tapaba
Huyó, al ver la reyerta.
(Y no es que no sea valiente,
es que te tiene temor,
ya que una es la siciliana,
y otro es el mate pastor.)
Con caballo y con la torre
Puede asustar a tu rey,
Pero después del derroche
Vino el tributo de ley,
Que por fin, rompió a mi dama,
Y aunque murió ya la tuya
No pudo ser más que llama
Que apagó, triste, una duda.
Y cerraste mi yo más fiero
En jaque mate de mí,
Y calaste lo que yo quiero
De agua color marfil.
- ¡Ay partida!, que acabaste
con el rey sin más sentir
que puede que enamoraste
mi oscuro corazón de ti.

11.-Danza y sueño. Ana F. Montes (51-52)

Estábamos a oscuras, sólo negrura en aquel teatro, y de pronto surgiste en el centro, como la Venus del cuadro, aunque no había agua, sólo el escenario. Una tenue luz azul acarició tu cabeza,  tu figura arrodillada comenzó a erguirse, te desprendiste de la capa y ¡zas!,  comenzaste a moverte. Y mis ojos se agrandaron,  desperté de mi letargo,  rebulléndome en mi asiento y preguntándome si eras tú aquel mismo del que hablaba una chica en las escalinatas de la entrada. "Vengo expresamente a verle a él".  Bah!,  había pensado,  una mitómana.  Pero qué "bah!" y qué narices,  allí estaba él, allí estabas tú,  y ¡dios bendito,  cómo te mueves!.  De un lado a otro, con pies ligeros,  alargando hacia el techo una de tus manos,  como el desperezo de un cisne. Y después la otra,  con grácil despego,  mientras el eje de tu cintura barría el aire.

Pongo atención a la música,  bonita melodía de no recuerdo qué autor español. El tintineo melancólico del piano arrastra tu cuerpo sobre el escenario,  despacito primero, después violento. Luego acabas sentado en una silla y observo tu torso desnudo desasosegado, mientras tu hermoso rostro expresa angustia. Eres un hombre solo sobre una silla de mimbre, que mira de un lado a otro buscando un asidero. La música es suave, el piano ronronea acompañando el aislamiento de ese ser. Y por un momento,  yo también me veo en una silla como esa,  de espaldas a la tuya, soportando mi soledad a ciegas, hasta que descubro que estás ahí, pero que es inútil, pues no me ves.

Te levantas y con un único gesto gritas tu amargura. La danza continúa y ahora es rabia lo que aúllas con cada uno de tus movimientos sobre la madera. Volteas la silla con una mano,  girando y girando,  desahogando tu agonía. . . y el pum pum del piano te guía. Y el tan tan de mi corazón enloquecido licua mi sangre enardecida. Eres rebeldía, eres sueño. . . quizás. . . sí, quizás me visitaste en algún sueño, y por eso te reconozco como hermano, como héroe y como amor.

La furia te extenúa y vuelve la calma. La silla queda quieta en el centro,  mientras tu cuerpo se ondula de aquí para allá, ejecutando las últimas piruetas del repertorio. Y siento mis ojos humedecidos y que mi alma está en un recuadro de ese escenario, que la tienes tú agarrada en un puño con cada paso que das,  con cada gesto de tus brazos.  Tu figura se derrumba sobre la silla,  vencido de nuevo por el mismo mal, pero sin saber que yo también me he rendido, a tus pies.

Tomas tu cabeza áurea entre las manos en un último gesto de abatimiento y no me ves cómo me alzo para ser tu consuelo,  para posar mi palma sobre tu cabello, mientras deslizo la otra por tu cuello,  antes de dejar un beso en esa boca. Los aplausos vibran a mí alrededor y me despiertan de mi mágico sopor. Sigo aquí sentada en mi butaca y sólo una palabra ronda mi cabeza: !Hermoso!
A Carlos C.  Gracias

10.- El ladrón y Quebranto. Jordi Guerrero (47

AUTOR: Poemas extraídos de la "Recolección Quebrantos", de JORDI GUERRERO
   

LADRÓN

De tu boca robaré,
robaré de tu boca besos
que por no podértelos dar
de tu boca robaré.
De tu cuerpo robaré,
robaré de tu cuerpo caricias
que por no podértelas dar
de tu cuerpo robaré.
Y ladrón de tus deseos
me sentiré una vez más,
que por no poderlos tener,
tendré que poderlos robar.


Quebrantos, 1999
   

QUEBRANTO

Crucificado por la vida
en la cruz de la agonía
entre un amor de quebranto
y un querer de madre mía.
Largos días que pasan
por soñar con el quebranto
y más largas son las noches
por tener que estar soñando.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.
Tener que callar un amor
por ser pulcro y sincero
tener que decir adiós
por no poder un te quiero.
La agonía se hace vida
y en la vida la agonía
no hay sitio para el llanto
sino para la alegría.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.
Amor sincero no puede
el verse con malos ojos,
ojos que miran llorando
a un amor de quebranto.
Y tener sentido el vivir
y vivir por tener sentido
y amar aunque sea callando
y callar por seguir amando.
Silencio de amor quebrado,
silencio en la compañía,
silencio de un te quiero,
silencio de madre mía.