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Mostrando entradas de mayo 30, 2013

¿Por qué yo, aquí y ahora? José Simón Marín

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Arrojado por una innecesaria necesidad. Una afirmación que se nos presenta como la contradicción más aberrante y, por ello, como la más trágica y cierta. El ser se haya expuesto a comprender el grado de ambigüedad al que él mismo se enfrenta cuando decide plantearse la última cuestión: ¿por qué yo, aquí y ahora?. El ser se hace propiamente ser cuando se concibe a sí mismo como tal, es decir, cuando se reconoce como existente. No puede enfrentarse y luchar contra sí mismo y, a decir verdad, no puede equipararse a la nada. La nada es el fin del ser, pero además sólo el ser, en cuanto ser, puede llegar imaginativamente a aproximarse al significado de la nada.  La comprende e incluso la interpreta , pero no puede poner remedio alguno a su inminente advenimiento. Ha trascendido de tal forma que se propone, por pura necesidad, recoger el sentido de la nada. No puede claudicar ante la existencia de una conciencia innecesaria . Si la siguiente pregunta no tiene respuesta, el ser se haya irreme

I. ¿Por qué yo, aquí y ahora? José Simón Marín

Arrojado por una innecesaria necesidad. Una afirmación que se nos presenta como la contradicción más aberrante y, por ello, como la más trágica y cierta. El ser se haya expuesto a comprender el grado de ambigüedad al que él mismo se enfrenta cuando decide plantearse la última cuestión:¿por qué yo, aquí y ahora?. El ser se hace propiamente ser cuando se concibe a sí mismo como tal, es decir, cuando se reconoce como existente. No puede enfrentarse y luchar contra sí mismo y, a decir verdad, no puede equipararse a la nada. La nada es el fin del ser, pero además sólo el ser, en cuanto ser, puede llegar imaginativamente a aproximarse al significado de la nada.  La comprende e incluso la interpreta , pero no puede poner remedio alguno a su inminente advenimiento. Ha trascendido de tal forma que se propone, por pura necesidad, recoger el sentido de la nada. No puede claudicar ante la existencia de una conciencia innecesaria . Si la siguiente pregunta no tiene respuesta, el ser se haya irremed

I. ¿Por qué yo, aquí y ahora? José Simón Marín

Arrojado por una innecesaria necesidad. Una afirmación que se nos presenta como la contradicción más aberrante y, por ello, como la más trágica y cierta. El ser se haya expuesto a comprender el grado de ambigüedad al que él mismo se enfrenta cuando decide plantearse la última cuestión:¿por qué yo, aquí y ahora?. El ser se hace propiamente ser cuando se concibe a sí mismo como tal, es decir, cuando se reconoce como existente. No puede enfrentarse y luchar contra sí mismo y, a decir verdad, no puede equipararse a la nada. La nada es el fin del ser, pero además sólo el ser, en cuanto ser, puede llegar imaginativamente a aproximarse al significado de la nada.  La comprende e incluso la interpreta , pero no puede poner remedio alguno a su inminente advenimiento. Ha trascendido de tal forma que se propone, por pura necesidad, recoger el sentido de la nada. No puede claudicar ante la existencia de una conciencia innecesaria . Si la siguiente pregunta no tiene respuesta, el ser se haya irremed

Allí jamás se llora. Francisca Piedra Martín

  Pregunto asiduamente ¡Dios! con brío. La mente permanece tan desierta… No percibe ninguna puerta abierta que me conforme en este desvarío. Mi corazón dormido en el estío no despertó. Jamás estuvo alerta. Por eso ahora mi alma como muerta busca consuelo, y todo está vacío. Después surge una luz, ¡una grandeza! Me aferro a Ti, Señor; mi vida implora que halle alguna razón que dé certeza; que allí surgirá otra nueva aurora, que aquí todo fue simple sutileza y lágrimas. Allí jamás se llora.

Allí jamás se llora. Francisca Piedra Martín

  Pregunto asiduamente ¡Dios! con brío. La mente permanece tan desierta… No percibe ninguna puerta abierta que me conforme en este desvarío. Mi corazón dormido en el estío no despertó. Jamás estuvo alerta. Por eso ahora mi alma como muerta busca consuelo, y todo está vacío. Después surge una luz, ¡una grandeza! Me aferro a Ti, Señor; mi vida implora que halle alguna razón que dé certeza; que allí surgirá otra nueva aurora, que aquí todo fue simple sutileza y lágrimas. Allí jamás se llora.

Allí jamás se llora. Francisca Piedra Martín

  Pregunto asiduamente ¡Dios! con brío. La mente permanece tan desierta… No percibe ninguna puerta abierta que me conforme en este desvarío. Mi corazón dormido en el estío no despertó. Jamás estuvo alerta. Por eso ahora mi alma como muerta busca consuelo, y todo está vacío. Después surge una luz, ¡una grandeza! Me aferro a Ti, Señor; mi vida implora que halle alguna razón que dé certeza; que allí surgirá otra nueva aurora, que aquí todo fue simple sutileza y lágrimas. Allí jamás se llora.