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Mostrando entradas de mayo 2, 2013

7.- Las manos muertas. Ana Ruiz Echauri (34)

I Se miró las manos de nuevo. (No son mis manos) Y siguió pelando las patatas. Una vez sus manos fueron hermosas. Manos de pianista que decía la gente. Un pintor las pintó. No es que fuera un gran artista; era un pintor del montón, de esos que se matriculan en Bellas Artes y no terminan los estudios. Tenía montado un pequeño taller justo encima de su casa y le pidió que posara. Sólo las manos, no te preocupes. (Por qué me iba a preocupar) Y le hizo un cuadro de las manos. Las dos juntas, rozándose un poquito, como palomas le dijo su madre. No lo podían comprar, así que el pintor incluyó el retrato de las manos de Clara en una exposición que consiguió hacer en un bar; un bar pequeño y oscuro, donde casi no se veían los cuadros, pero los dueños tenían afanes artísticos y lo bautizaron "Café de los Artistas". Y allí, entre penumbras, estuvieron colgadas las manos de Clara. Aladas palomas blancas, ancladas palomas entre los humos del bar. Le pidió al pintor una fotografía del cua

30.- Futura memoria. Miguel Naveros (123)

Cuando yo sea ya viejo, viejo de muchos años, viejo de más décadas y aún más tiempo, viejo de todo y viejo de mí mismo (si es que el corazón me lo permite y el tabaco no me juega la mala pasada que todos dicen que va a jugarme); cuando ya no soporte entrar a los cafés sin que alguien se levante a preguntarme algo, ni atravesar las calles sin que otra gente quiera pararme y se despache al paso dejándome colgado de un saludo fingido; cuando ya haya entendido lo inútil de escrutar mañana tras mañana un periódico idéntico para nunca encontrarme; cuando vea que he olvidado lo que contarle al mundo y que el mundo ha acabado por olvidarme a mí, pensaré en mis Memorias. Será apenas por nada (lo sé ya desde ahora), por nada de importancia: por escuchar de nuevo los aplausos de antaño y sentir en la espalda más palmadas amigas (lo cual habrá existido, me temo, tan sólo en mi cabeza); por recordar la foto, con mi cara aún joven, que presidió las líneas al cierre del diario; por elogiarme un poco

30.- Futura memoria. Miguel Naveros (123)

Cuando yo sea ya viejo, viejo de muchos años, viejo de más décadas y aún más tiempo, viejo de todo y viejo de mí mismo (si es que el corazón me lo permite y el tabaco no me juega la mala pasada que todos dicen que va a jugarme); cuando ya no soporte entrar a los cafés sin que alguien se levante a preguntarme algo, ni atravesar las calles sin que otra gente quiera pararme y se despache al paso dejándome colgado de un saludo fingido; cuando ya haya entendido lo inútil de escrutar mañana tras mañana un periódico idéntico para nunca encontrarme; cuando vea que he olvidado lo que contarle al mundo y que el mundo ha acabado por olvidarme a mí, pensaré en mis Memorias. Será apenas por nada (lo sé ya desde ahora), por nada de importancia: por escuchar de nuevo los aplausos de antaño y sentir en la espalda más palmadas amigas (lo cual habrá existido, me temo, tan sólo en mi cabeza); por recordar la foto, con mi cara aún joven, que presidió las líneas al cierre del diario; por elogiarme un poco

30.- Futura memoria. Miguel Naveros (123)

Cuando yo sea ya viejo, viejo de muchos años, viejo de más décadas y aún más tiempo, viejo de todo y viejo de mí mismo (si es que el corazón me lo permite y el tabaco no me juega la mala pasada que todos dicen que va a jugarme); cuando ya no soporte entrar a los cafés sin que alguien se levante a preguntarme algo, ni atravesar las calles sin que otra gente quiera pararme y se despache al paso dejándome colgado de un saludo fingido; cuando ya haya entendido lo inútil de escrutar mañana tras mañana un periódico idéntico para nunca encontrarme; cuando vea que he olvidado lo que contarle al mundo y que el mundo ha acabado por olvidarme a mí, pensaré en mis Memorias. Será apenas por nada (lo sé ya desde ahora), por nada de importancia: por escuchar de nuevo los aplausos de antaño y sentir en la espalda más palmadas amigas (lo cual habrá existido, me temo, tan sólo en mi cabeza); por recordar la foto, con mi cara aún joven, que presidió las líneas al cierre del diario; por elogiarme un poco