6.-Agua Amarga y la Chanca. Enrique Urrea (32)

I. AGUA AMARGA 

 
 
 A Mariasun, que en un día no muy lejano la gozará en plenitud y comunión conmigo

Proximorum incuriosi, logica sectamus (Plinio)
Indiferentes a lo que nos rodea, vamos en pos de lo remoto

Este claro sosiego de luz mediterránea
en la celeste aldea, invadida de sol.
Aquí, amigos, no conoce la sombra más sendero
que el de la huida, para seguirlo siempre,
y el blancor incendiado de los muros
no tarda en contagiarse si caminas despacio
por coquetas callejuelas de cemento y de cal.
Porque este sol es gozo aunque te hiera,
y tan oscuro el mar desde la noche en calma,
y tan hondo el silencio mientras lo estás mirando,
que nada es tan difícil como querer marcharte
en busca de otros sitios donde acabar tus días.
Celeste aldea que en la ceniza tatúa sus ceremonias
y con el mar las unge y con el sol las alza.
Hombres recios, curtidos, amputados
en oneroso tributo al Mare Nostrum.
Retoños ilusionados en renacer
a un vivir cotidiano, en ti... contigo.... siempre... siempre... ¡¡SIEMPRE!!
...
En la festividad de San Cristóbal, Santa Amalia virgen, Santa Rufina,
y Santa Segunda, mártires.. 
Annus Domini  MCMXCVIII Luna llena en sagitario.
 
 

 II. LA CHANCA




Urbes sunt humanorum cladium concepta miseranda (Valerio Máximo)
Las ciudes son un miserable recinto donde se contienen todas las humanas derrotas

El Sol de Potocarrero la abrasa sin piedad
y el Mare Nostrum la tiñe por distinguirla en el paisaje.
Farallón en ocres coronado de azul trasparente
en donde fluye el gris -gris marengo-
frente al turbio amarillo del vino en los vasos.
Salmodia de cal, azulete y almagra
desde la brenca al pretil, todo incluido,
geometría de lindes precisas sucedáneo de "Escrituras"
que prevalecen tras la criba del tiempo
en su reducto mágico y ruinoso.
¿Dónde los estucos?.
¿Dónde los frisos, capiteles y dovelas?.
Calcomanía de rascacielos en desguace
que huele a hortaliza olvidada en la alacena
y sabe a pimentón con raya.
El Indalo - antítesis del dadaísmo -
la escaló, Kodac en ristre, empapando luz y formas.
Lienzos y lienzos, óleos de paisajes elementales,
credenciales del cuerpo místico D'Orsiano,
opio obnubilante de Anglada Camarasa.
¡Qué filón de oro sin royalty!!
En el ghetto, decibelios y palmeros,
Chichos y Camarón, la Pantoja y la Jurado.
Bajar a la plaza de Moscú, rito obligado -¡ay de Don Marino!-
zoco sigiloso, abrevadero camellil,
estado mayor de trilería, consulado de Acebuche.
Por el Barranco Creppi, estoque de la "gota fría",
se baja al médico -adiós tracoma y polio-
ojo al SIDA, amalgama de jeriguilla y engrudo seminal.
Tomatito, Perceval y Goitisolo,
trilogía enamorada, pregoneros de su embrujo.
...
 
 En el Bus de Campamento, 21.10.99 festividad
de Sta Úrsula, S. Hilarión, S. Asterio, S. Zoilo y
 S. Dácio. Annus Domini MM. Luna Creciente en Sagitario



AUTOR: ENRIQUE URREA
El Juglar del Bajo Andarax.

6.-Agua Amarga y la Chanca. Enrique Urrea (32)

I. AGUA AMARGA 

 
 
 A Mariasun, que en un día no muy lejano la gozará en plenitud y comunión conmigo

Proximorum incuriosi, logica sectamus (Plinio)
Indiferentes a lo que nos rodea, vamos en pos de lo remoto

Este claro sosiego de luz mediterránea
en la celeste aldea, invadida de sol.
Aquí, amigos, no conoce la sombra más sendero
que el de la huida, para seguirlo siempre,
y el blancor incendiado de los muros
no tarda en contagiarse si caminas despacio
por coquetas callejuelas de cemento y de cal.
Porque este sol es gozo aunque te hiera,
y tan oscuro el mar desde la noche en calma,
y tan hondo el silencio mientras lo estás mirando,
que nada es tan difícil como querer marcharte
en busca de otros sitios donde acabar tus días.
Celeste aldea que en la ceniza tatúa sus ceremonias
y con el mar las unge y con el sol las alza.
Hombres recios, curtidos, amputados
en oneroso tributo al Mare Nostrum.
Retoños ilusionados en renacer
a un vivir cotidiano, en ti... contigo.... siempre... siempre... ¡¡SIEMPRE!!
...
En la festividad de San Cristóbal, Santa Amalia virgen, Santa Rufina,
y Santa Segunda, mártires.. 
Annus Domini  MCMXCVIII Luna llena en sagitario.
 
 

 II. LA CHANCA




Urbes sunt humanorum cladium concepta miseranda (Valerio Máximo)
Las ciudes son un miserable recinto donde se contienen todas las humanas derrotas

El Sol de Potocarrero la abrasa sin piedad
y el Mare Nostrum la tiñe por distinguirla en el paisaje.
Farallón en ocres coronado de azul trasparente
en donde fluye el gris -gris marengo-
frente al turbio amarillo del vino en los vasos.
Salmodia de cal, azulete y almagra
desde la brenca al pretil, todo incluido,
geometría de lindes precisas sucedáneo de "Escrituras"
que prevalecen tras la criba del tiempo
en su reducto mágico y ruinoso.
¿Dónde los estucos?.
¿Dónde los frisos, capiteles y dovelas?.
Calcomanía de rascacielos en desguace
que huele a hortaliza olvidada en la alacena
y sabe a pimentón con raya.
El Indalo - antítesis del dadaísmo -
la escaló, Kodac en ristre, empapando luz y formas.
Lienzos y lienzos, óleos de paisajes elementales,
credenciales del cuerpo místico D'Orsiano,
opio obnubilante de Anglada Camarasa.
¡Qué filón de oro sin royalty!!
En el ghetto, decibelios y palmeros,
Chichos y Camarón, la Pantoja y la Jurado.
Bajar a la plaza de Moscú, rito obligado -¡ay de Don Marino!-
zoco sigiloso, abrevadero camellil,
estado mayor de trilería, consulado de Acebuche.
Por el Barranco Creppi, estoque de la "gota fría",
se baja al médico -adiós tracoma y polio-
ojo al SIDA, amalgama de jeriguilla y engrudo seminal.
Tomatito, Perceval y Goitisolo,
trilogía enamorada, pregoneros de su embrujo.
...
 
 En el Bus de Campamento, 21.10.99 festividad
de Sta Úrsula, S. Hilarión, S. Asterio, S. Zoilo y
 S. Dácio. Annus Domini MM. Luna Creciente en Sagitario



AUTOR: ENRIQUE URREA
El Juglar del Bajo Andarax.

6.-Agua Amarga y la Chanca. Enrique Urrea (32)

I. AGUA AMARGA 

 
 
 A Mariasun, que en un día no muy lejano la gozará en plenitud y comunión conmigo

Proximorum incuriosi, logica sectamus (Plinio)
Indiferentes a lo que nos rodea, vamos en pos de lo remoto

Este claro sosiego de luz mediterránea
en la celeste aldea, invadida de sol.
Aquí, amigos, no conoce la sombra más sendero
que el de la huida, para seguirlo siempre,
y el blancor incendiado de los muros
no tarda en contagiarse si caminas despacio
por coquetas callejuelas de cemento y de cal.
Porque este sol es gozo aunque te hiera,
y tan oscuro el mar desde la noche en calma,
y tan hondo el silencio mientras lo estás mirando,
que nada es tan difícil como querer marcharte
en busca de otros sitios donde acabar tus días.
Celeste aldea que en la ceniza tatúa sus ceremonias
y con el mar las unge y con el sol las alza.
Hombres recios, curtidos, amputados
en oneroso tributo al Mare Nostrum.
Retoños ilusionados en renacer
a un vivir cotidiano, en ti... contigo.... siempre... siempre... ¡¡SIEMPRE!!
...
En la festividad de San Cristóbal, Santa Amalia virgen, Santa Rufina,
y Santa Segunda, mártires.. 
Annus Domini  MCMXCVIII Luna llena en sagitario.
 
 

 II. LA CHANCA




Urbes sunt humanorum cladium concepta miseranda (Valerio Máximo)
Las ciudes son un miserable recinto donde se contienen todas las humanas derrotas

El Sol de Potocarrero la abrasa sin piedad
y el Mare Nostrum la tiñe por distinguirla en el paisaje.
Farallón en ocres coronado de azul trasparente
en donde fluye el gris -gris marengo-
frente al turbio amarillo del vino en los vasos.
Salmodia de cal, azulete y almagra
desde la brenca al pretil, todo incluido,
geometría de lindes precisas sucedáneo de "Escrituras"
que prevalecen tras la criba del tiempo
en su reducto mágico y ruinoso.
¿Dónde los estucos?.
¿Dónde los frisos, capiteles y dovelas?.
Calcomanía de rascacielos en desguace
que huele a hortaliza olvidada en la alacena
y sabe a pimentón con raya.
El Indalo - antítesis del dadaísmo -
la escaló, Kodac en ristre, empapando luz y formas.
Lienzos y lienzos, óleos de paisajes elementales,
credenciales del cuerpo místico D'Orsiano,
opio obnubilante de Anglada Camarasa.
¡Qué filón de oro sin royalty!!
En el ghetto, decibelios y palmeros,
Chichos y Camarón, la Pantoja y la Jurado.
Bajar a la plaza de Moscú, rito obligado -¡ay de Don Marino!-
zoco sigiloso, abrevadero camellil,
estado mayor de trilería, consulado de Acebuche.
Por el Barranco Creppi, estoque de la "gota fría",
se baja al médico -adiós tracoma y polio-
ojo al SIDA, amalgama de jeriguilla y engrudo seminal.
Tomatito, Perceval y Goitisolo,
trilogía enamorada, pregoneros de su embrujo.
...
 
 En el Bus de Campamento, 21.10.99 festividad
de Sta Úrsula, S. Hilarión, S. Asterio, S. Zoilo y
 S. Dácio. Annus Domini MM. Luna Creciente en Sagitario



AUTOR: ENRIQUE URREA
El Juglar del Bajo Andarax.

6.-Agua Amarga y la Chanca. Enrique Urrea (32)

I. AGUA AMARGA 

 
 
 A Mariasun, que en un día no muy lejano la gozará en plenitud y comunión conmigo

Proximorum incuriosi, logica sectamus (Plinio)
Indiferentes a lo que nos rodea, vamos en pos de lo remoto


Este claro sosiego de luz mediterránea
en la celeste aldea, invadida de sol.
Aquí, amigos, no conoce la sombra más sendero
que el de la huida, para seguirlo siempre,
y el blancor incendiado de los muros
no tarda en contagiarse si caminas despacio
por coquetas callejuelas de cemento y de cal.
Porque este sol es gozo aunque te hiera,
y tan oscuro el mar desde la noche en calma,
y tan hondo el silencio mientras lo estás mirando,
que nada es tan difícil como querer marcharte
en busca de otros sitios donde acabar tus días.
Celeste aldea que en la ceniza tatúa sus ceremonias
y con el mar las unge y con el sol las alza.
Hombres recios, curtidos, amputados
en oneroso tributo al Mare Nostrum.
Retoños ilusionados en renacer
a un vivir cotidiano, en ti... contigo.... siempre... siempre... ¡¡SIEMPRE!!
...
En la festividad de San Cristóbal, Santa Amalia virgen, Santa Rufina,
y Santa Segunda, mártires.. 
Annus Domini  MCMXCVIII Luna llena en sagitario.
 
 

 II. LA CHANCA




Urbes sunt humanorum cladium concepta miseranda (Valerio Máximo)
Las ciudes son un miserable recinto donde se contienen todas las humanas derrotas

El Sol de Potocarrero la abrasa sin piedad
y el Mare Nostrum la tiñe por distinguirla en el paisaje.
Farallón en ocres coronado de azul trasparente
en donde fluye el gris -gris marengo-
frente al turbio amarillo del vino en los vasos.
Salmodia de cal, azulete y almagra
desde la brenca al pretil, todo incluido,
geometría de lindes precisas sucedáneo de "Escrituras"
que prevalecen tras la criba del tiempo
en su reducto mágico y ruinoso.
¿Dónde los estucos?.
¿Dónde los frisos, capiteles y dovelas?.
Calcomanía de rascacielos en desguace
que huele a hortaliza olvidada en la alacena
y sabe a pimentón con raya.
El Indalo - antítesis del dadaísmo -
la escaló, Kodac en ristre, empapando luz y formas.
Lienzos y lienzos, óleos de paisajes elementales,
credenciales del cuerpo místico D'Orsiano,
opio obnubilante de Anglada Camarasa.
¡Qué filón de oro sin royalty!!
En el ghetto, decibelios y palmeros,
Chichos y Camarón, la Pantoja y la Jurado.
Bajar a la plaza de Moscú, rito obligado -¡ay de Don Marino!-
zoco sigiloso, abrevadero camellil,
estado mayor de trilería, consulado de Acebuche.
Por el Barranco Creppi, estoque de la "gota fría",
se baja al médico -adiós tracoma y polio-
ojo al SIDA, amalgama de jeriguilla y engrudo seminal.
Tomatito, Perceval y Goitisolo,
trilogía enamorada, pregoneros de su embrujo.
...
 
 En el Bus de Campamento, 21.10.99 festividad
de Sta Úrsula, S. Hilarión, S. Asterio, S. Zoilo y
 S. Dácio. Annus Domini MM. Luna Creciente en Sagitario



AUTOR: ENRIQUE URREA
El Juglar del Bajo Andarax.

6.-Agua Amarga y la Chanca. Enrique Urrea (32)

I. AGUA AMARGA 

 
 
 A Mariasun, que en un día no muy lejano la gozará en plenitud y comunión conmigo

Proximorum incuriosi, logica sectamus (Plinio)
Indiferentes a lo que nos rodea, vamos en pos de lo remoto


Este claro sosiego de luz mediterránea
en la celeste aldea, invadida de sol.
Aquí, amigos, no conoce la sombra más sendero
que el de la huida, para seguirlo siempre,
y el blancor incendiado de los muros
no tarda en contagiarse si caminas despacio
por coquetas callejuelas de cemento y de cal.
Porque este sol es gozo aunque te hiera,
y tan oscuro el mar desde la noche en calma,
y tan hondo el silencio mientras lo estás mirando,
que nada es tan difícil como querer marcharte
en busca de otros sitios donde acabar tus días.
Celeste aldea que en la ceniza tatúa sus ceremonias
y con el mar las unge y con el sol las alza.
Hombres recios, curtidos, amputados
en oneroso tributo al Mare Nostrum.
Retoños ilusionados en renacer
a un vivir cotidiano, en ti... contigo.... siempre... siempre... ¡¡SIEMPRE!!
...
En la festividad de San Cristóbal, Santa Amalia virgen, Santa Rufina,
y Santa Segunda, mártires.. 
Annus Domini  MCMXCVIII Luna llena en sagitario.
 
 

 II. LA CHANCA




Urbes sunt humanorum cladium concepta miseranda (Valerio Máximo)
Las ciudes son un miserable recinto donde se contienen todas las humanas derrotas

El Sol de Potocarrero la abrasa sin piedad
y el Mare Nostrum la tiñe por distinguirla en el paisaje.
Farallón en ocres coronado de azul trasparente
en donde fluye el gris -gris marengo-
frente al turbio amarillo del vino en los vasos.
Salmodia de cal, azulete y almagra
desde la brenca al pretil, todo incluido,
geometría de lindes precisas sucedáneo de "Escrituras"
que prevalecen tras la criba del tiempo
en su reducto mágico y ruinoso.
¿Dónde los estucos?.
¿Dónde los frisos, capiteles y dovelas?.
Calcomanía de rascacielos en desguace
que huele a hortaliza olvidada en la alacena
y sabe a pimentón con raya.
El Indalo - antítesis del dadaísmo -
la escaló, Kodac en ristre, empapando luz y formas.
Lienzos y lienzos, óleos de paisajes elementales,
credenciales del cuerpo místico D'Orsiano,
opio obnubilante de Anglada Camarasa.
¡Qué filón de oro sin royalty!!
En el ghetto, decibelios y palmeros,
Chichos y Camarón, la Pantoja y la Jurado.
Bajar a la plaza de Moscú, rito obligado -¡ay de Don Marino!-
zoco sigiloso, abrevadero camellil,
estado mayor de trilería, consulado de Acebuche.
Por el Barranco Creppi, estoque de la "gota fría",
se baja al médico -adiós tracoma y polio-
ojo al SIDA, amalgama de jeriguilla y engrudo seminal.
Tomatito, Perceval y Goitisolo,
trilogía enamorada, pregoneros de su embrujo.
...
 
 En el Bus de Campamento, 21.10.99 festividad
de Sta Úrsula, S. Hilarión, S. Asterio, S. Zoilo y
 S. Dácio. Annus Domini MM. Luna Creciente en Sagitario



AUTOR: ENRIQUE URREA
El Juglar del Bajo Andarax.

El cofre de madera. Rosa Romero

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

El cofre de madera. Rosa Romero

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

5.-El cofre de madera. Rosa Romero (27

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

5.-El cofre de madera. Rosa Romero (27

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

El cofre de madera. Rosa Romero

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

5.-El cofre de madera. Rosa Romero (27

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

5.-El cofre de madera. Rosa Romero (27

....era un pequeño cofre de madera, olvidado desde no se sabe cuanto tiempo en un altillo del ropero de mi madre. Estaba dentro de una maleta de cartón y en medio de muchos papeles y recuerdos de esos que se compran y luego se almacenan, olvidados para siempre. Aquella maleta, de color beige, y con dos franjas más oscuras siempre me intrigó. Parecía un testigo mudo de nuestra vida diaria. Nunca imaginé que aquel cofre estaba dentro de ella, como un centinela que aguarda quien se acerque para descubrir su interior. Tardé dos días en saber su contenido. Me limitaba a mirarlo, a pasar mi pequeña manita por los dibujos incrustados, e imaginar lo que escondía en su interior. No me atrevía a abrirlo por miedo a que dentro no hubiese nada que fuera mágico, que me permitiera soñar.


Aquel cofre, podía ser, simplemente, una cajita de madera como otra cualquiera y que dentro durmieran, olvidados, botones, lápices o cualquier otro objeto anodino a los ojos de una niña con tanta fantasía como yo. Había vivido mil historias en los libros. Pero yo apenas había sido protagonista real de ninguna, ¿ y si ésta era la primera?. Temía abrirlo por si se desvanecía todo el misterio que lo envolvía y entraba a formar parte de un episodio cotidiano más y por tanto abocado a ser diluido en el recuerdo, y olvidado. Finalmente, una mañana de sábado, al despertar, supe que ese era el día. Fuí a mi escondite y lo saqué. Tenía una llave diminuta, pero con muchos dibujitos forjados en ella; la accioné sin vacilar y mis ojos se quedaron fijos en su interior. ¡¡Aquello era maravilloso!!. Me quedé así durante muchos minutos, sin moverme...¡¡no podía ser mejor!!. Era un montoncito de cartas anudadas con un hilo azul, desgastado por el tiempo.


Estaban escritas con esa tinta azul celeste de las plumas, en una letra muy cuidada y con rasgos elegantes. Me llamó la atención que eran en un idioma extraño para mí entonces. No era castellano, pero sin embargo casi entendía todo lo que decía. Hasta que me dí cuenta...¡¡era portugués!!....¡¡eran de mi abuelo!!.Estaban dirigidas a mi, su primera nieta. El corazón me palpitaba muy aprisa...¡¡a mi!!. Estaban cerradas, escritas a mi nombre, esperándome a mí. Tenían sellos de muchísimos sitios diferentes y abarcaban un periodo de tiempo muy amplio. Eran retazos de su vida que me regalaba, y lo realmente curioso es que siempre oí de él que era una persona que apenas hablaba, y menos de sí mismo, "porque se expresaba mal en castellano, quizás", según añadía siempre mi madre. Imagino que debió ser de esas personas silenciosas que tienen tanto que decir que un día comienzan a hacerlo irremediablemente. Buscan la forma de expresarse y él encontró ésta.


 El día que me escribió la primera carta, lloró, según me contaba, porque se le abrió un mundo ante el papel, antes desconocido. Me alegraré siempre de haber sido yo, sin saberlo, el hilo que le hizo expresar tantos sentimientos guardados en su interior durante tanto tiempo. ¡Por fin era protagonista de una historia como la de mis libros!, pensé en ese entonces sin ser capaz de darme cuenta de lo que tenía entre mis manos, de cuánto había escondido él en aquellas cartas. Mi abuelo era un emigrante, huido de su país, por razones políticas, al que jamás pudo volver. Soñaba a veces con hacerlo, según me escribía, pero era tanto su ansia de aprender del mundo que eso no le quitaba el sueño. Nunca lo conocí en persona, pero hasta el momento en que contacté con sus cartas, lo sentí siempre muy cerca de mí, no sabía decir por qué. Poco a poco, creo que fuí descubriendo la razón.
El vivía en el mar. Viajaba durante mucho tiempo haciendo largas travesías y en las noches de soledad, alegrías o morriña, me escribía. Era curioso, escribía a su nieta que no conocía sino en retratos, y lo hacía desde lo más profundo de su alma. Yo de él no tenía más que dos fotos. Una de cuando nació, con su madre, guapísima, y su hermano gemelo; y la otra de la boda con mi abuela. El de pié y ella sentada, para que no se notase la diferencia de estatura (a la pareja siempre les daban el mote de "quince céntimos", me contaba, por aquello de una moneda grande y otra chica...y él en esa comparación llevaba la peor parte). Me lo escribía con humor. Tu abuela , decía siempre fué una gran mujer... Efectivamente, según sé, ella era muy alta y fuerte , por dentro y por fuera, casi temida en el vecindario, con ideas claras y mucho ímpetu. Ya se sabe, esposa de marino, que saca adelante casi sola a toda la familia y aprende a solventar todo lo que se le venga encima.


Pero para mi, mi abuelo, era un día un corsario, otro un capitán de navío con dorados botones en su chaqueta, mil disfraces según la ocasión. Así hasta que realmente lo conocí a través de sus letras. Me contaba de la vida, me enseñaba cuantos golpes da y que es lo de verdad importante en ella. Hablaba siempre de aprender, de saber. Un día me contó como aprendió a leer, ya de mayor, cuando un niño de unos 8-9 años, sentado en una acera y con un trozo de periódico en la mano, iba desgajando las palabras en voz alta. Al llegar a su altura, le miró a los ojos desde el suelo, y con la cabeza levantada hacia él le dijo: - ¿Me ayudas a leerlo?- - No sé leer.- Tuvo que responder mi abuelo, y mientras regresaba a su casa, sentía que una lágrima se había quedado atascada en su garganta, al decirlo. Nunca más tuvo que pronunciar esa frase, porque puso todo su empeño en esa tarea y a medida que aprendió, más se enamoraba del saber. " Esa quiero que sea mi herencia" me decía, "que ames los libros, pero no que lo hagas a mi edad, sino desde pequeña".


  Ahora ya comprendía por qué había tantos libros para mí, en casa, siempre...¡¡me los mandaba él!!. Allí donde estuviera, compraba un libro para mí. Ahora comprendía también por qué en el colegio no sabían de qué historias les hablaba, de qué cuento o aventura; no los habían leído. Mis libros procedían de Cuba, Venezuela, Argentina, Perú... Visiones variadas para mi mundo infantil, a través de los ojos mas diversos de lejanos países. Sus cartas eran emotivas, intensas. Me hablaba con toda la ternura de que era capaz. Me describía gentes, pueblos y maneras de vivir que luego yo fuí descubriendo. No le hablaba a la niña que yo era, sino a la mujer en que me convertiría en el futuro, porque sabía que sus letras tardarían años en ser leídas por mí. Cartas cerradas, que mis deditos inquietos abrieron con emoción aquel intenso fin de semana. Me contaba de libertades, de opresiones, injusticias, alegrías, esperanzas y luchas pero siempre sin amargura.


 Era un espíritu libre y en paz, siempre supe que lo fué. Vivió como quiso y se fué casi en silencio. Todo lo que quiso decir en la vida, lo dejó escrito...para mí. Durante años he releído sus cartas, ya amarillas, y siempre encontré un matiz nuevo en ellas, una visión que no había percibido. Un mensaje imperceptible, escondido, agazapado, entre sus líneas. Su amor a las gentes, mi universidad, decía él, ha sido mi mayor tesoro durante años. Me han acompañado en cientos de viajes y aventuras reales y no ya imaginadas. Me han guiado en momentos críticos y me han ayudado a ver una perspectiva de las gentes y los pueblos que siempre le agradeceré. Hoy querría que se asomara conmigo a esta nueva aventura de fantasía porque sé que le habría gustado conocerla y acompañarme en ella.

4.- Enrique Urrea. Poema: "Olvido" (24-26)


Omnis definitio periculosa est .- Toda definición es peligrosa.
Desiderio Erasmo de Rotterdam

I
Olvido...
que no sólo son las palabras
las que difuminan y concretan las ideas,
palabras convictas del diccionario,
palabras que no salen de una boca humana
sino del regazo de un dios bromista,
palabras preñadas de salacidad
que irradian la lujuria del instante,
palabras rahezes de tabuco tabernario
que truecan intenciones y propósitos
transformando la parábola en asíntota

II

Olvido...
que un poema puede perfectamente
disfrazarse de olvido, de tiempo y de memoria,
ser signo de las noches pasadas en cautela
escribiendo hasta el alba, en adjetivo,
en predicado verbal copulativo
que aparece desnudo en la penumbra del contexto
y en la silueta que proyecta la linterna mágica
de lo que es cotidiano,
quizás... de lo que nunca sucede.

III

Olvido...
que solo está la paz en la ignorancia.
Y no sabría decirte
si el amor es quietud... es aventura...
No sabría decirte si tiene otros nombres:
penumbra..., laberinto...,
intensidad..., deseo..., ¡qué se yo!...
Mejor será olvidarlo todo.
Mejor será que lo sintamos ciertamente
en nuestras carnes
que se añoran y se desean.
En la festividad de Sta. Bárbara, patrona de Artillería y de Baza. S. Bernardo y S. Juan Damasceno. Anni Domini MCMXCIX. Luna nueva en acuario. Último día de la Feria del Libro en Almería 
AUTOR: ENRIQUE URREA PÉREZ. "olvido".(Poema tríptico) El Juglar del Bajo Andarax.

4.- Enrique Urrea. Poema: "Olvido" (24-26)


Omnis definitio periculosa est .-
 Toda definición es peligrosa.
Desiderio Erasmo de Rotterdam

I
Olvido...
que no sólo son las palabras
las que difuminan y concretan las ideas,
palabras convictas del diccionario,
palabras que no salen de una boca humana
sino del regazo de un dios bromista,
palabras preñadas de salacidad
que irradian la lujuria del instante,
palabras rahezes de tabuco tabernario
que truecan intenciones y propósitos
transformando la parábola en asíntota

II

Olvido...
que un poema puede perfectamente
disfrazarse de olvido, de tiempo y de memoria,
ser signo de las noches pasadas en cautela
escribiendo hasta el alba, en adjetivo,
en predicado verbal copulativo
que aparece desnudo en la penumbra del contexto
y en la silueta que proyecta la linterna mágica
de lo que es cotidiano,
quizás... de lo que nunca sucede.

III

Olvido...
que solo está la paz en la ignorancia.
Y no sabría decirte
si el amor es quietud... es aventura...
No sabría decirte si tiene otros nombres:
penumbra..., laberinto...,
intensidad..., deseo..., ¡qué se yo!...
Mejor será olvidarlo todo.
Mejor será que lo sintamos ciertamente
en nuestras carnes
que se añoran y se desean.

En la festividad de Sta. Bárbara, patrona de Artillería y de Baza. S. Bernardo y S. Juan Damasceno. Anni Domini MCMXCIX. Luna nueva en acuario. Último día de la Feria del Libro en Almería 
AUTOR: ENRIQUE URREA PÉREZ. "olvido".(Poema tríptico) El Juglar del Bajo Andarax.

4.- Enrique Urrea. Poema: "Olvido" (24-26)


Omnis definitio periculosa est .-
 Toda definición es peligrosa.
Desiderio Erasmo de Rotterdam

I
Olvido...
que no sólo son las palabras
las que difuminan y concretan las ideas,
palabras convictas del diccionario,
palabras que no salen de una boca humana
sino del regazo de un dios bromista,
palabras preñadas de salacidad
que irradian la lujuria del instante,
palabras rahezes de tabuco tabernario
que truecan intenciones y propósitos
transformando la parábola en asíntota

II

Olvido...
que un poema puede perfectamente
disfrazarse de olvido, de tiempo y de memoria,
ser signo de las noches pasadas en cautela
escribiendo hasta el alba, en adjetivo,
en predicado verbal copulativo
que aparece desnudo en la penumbra del contexto
y en la silueta que proyecta la linterna mágica
de lo que es cotidiano,
quizás... de lo que nunca sucede.

III

Olvido...
que solo está la paz en la ignorancia.
Y no sabría decirte
si el amor es quietud... es aventura...
No sabría decirte si tiene otros nombres:
penumbra..., laberinto...,
intensidad..., deseo..., ¡qué se yo!...
Mejor será olvidarlo todo.
Mejor será que lo sintamos ciertamente
en nuestras carnes
que se añoran y se desean.

En la festividad de Sta. Bárbara, patrona de Artillería y de Baza. S. Bernardo y S. Juan Damasceno. Anni Domini MCMXCIX. Luna nueva en acuario. Último día de la Feria del Libro en Almería 
AUTOR: ENRIQUE URREA PÉREZ. "olvido".(Poema tríptico) El Juglar del Bajo Andarax.

4.- Enrique Urrea. Poema: OLVIDO (24-26)



Omnis definitio periculosa est .-
 Toda definición es peligrosa.
Desiderio Erasmo de Rotterdam

I
Olvido...
que no sólo son las palabras
las que difuminan y concretan las ideas,
palabras convictas del diccionario,
palabras que no salen de una boca humana
sino del regazo de un dios bromista,
palabras preñadas de salacidad
que irradian la lujuria del instante,
palabras rahezes de tabuco tabernario
que truecan intenciones y propósitos
transformando la parábola en asíntota

II

Olvido...
que un poema puede perfectamente
disfrazarse de olvido, de tiempo y de memoria,
ser signo de las noches pasadas en cautela
escribiendo hasta el alba, en adjetivo,
en predicado verbal copulativo
que aparece desnudo en la penumbra del contexto
y en la silueta que proyecta la linterna mágica
de lo que es cotidiano,
quizás... de lo que nunca sucede.

III

Olvido...
que solo está la paz en la ignorancia.
Y no sabría decirte
si el amor es quietud... es aventura...
No sabría decirte si tiene otros nombres:
penumbra..., laberinto...,
intensidad..., deseo..., ¡qué se yo!...
Mejor será olvidarlo todo.
Mejor será que lo sintamos ciertamente
en nuestras carnes
que se añoran y se desean.

En la festividad de Sta. Bárbara, patrona de Artillería y de Baza. S. Bernardo y S. Juan Damasceno. Anni Domini MCMXCIX. Luna nueva en acuario. Último día de la Feria del Libro en Almería 
AUTOR: ENRIQUE URREA PÉREZ. "olvido".(Poema tríptico) El Juglar del Bajo Andarax.

3.- LAS HORAS PURPÚREAS II




No sepas de otra senda que la de la taberna,
Las horas purpúreas II
ni aspires a otra cosa que vino, amor y música.
Con la copa en la mano, con el odre a la espalda,
bebe, bebe, querido, y calla, calla siempre.
Omar Kheyyam: "Rubayat"
.................


Uno.-


 Poema considerablemente ampliado respecto a la redacción original que se limitaba a la primera, última estrofa (con una versión reducida) y coda final. Los añadidos apuntan a un más amplio desarrollo del comienzo clásico ("tempus est dolorem") que se extiende por consideraciones 'metafísicas' sobre el instante y el tiempo, el tiempo y la eternidad.
Atengámonos a unas circunstancias que se dieron en el verano del 98: unas veladas que surgieron por sí mismas en la casa cuyo patio de entrada compartía con el destinatario de la composición y promotor de las Horas Purpúreas. Se organizaban avanzada la tarde y fueron acompañadas de un tiempo apacible y tranquilo. Abríamos la puerta del salón para que participara en el don de aquellas horas esparcidas por el patio. Formábamos las botellas prescritas con sus correspondientes acompañamientos, siempre variando alguno de sus componentes, y siempre repitiendo otros, que yo me encargaba de comprar un poco al azar. Mi casa, la suya y el patio han cambiado de dueño y en homenaje a la Stoa, Academia o Peripatos que pudo ser y no ha sido, se amplifica el original y se dedica. ¿Qué añadir , si no es que se desarrollaban casi en silencio, en un mudo y delicioso banquete del cuerpo y del espíritu?.-



A ÁNGEL UTRERA, por todas las veladas compartidas.
A ÁNGEL UTRERA, que nos hizo participes de sus Horas purpúreas.

Las horas purpúreasEl tiempo es el dolor. Su fruto amargo:
la áspera corteza de la muerte.
El tiempo es el dolor. Así esta escrito.
Porque el mundo pasa y el hombre
mora en el olvido.-
Así lo escribe con indeleble trazo
el viento en las ruinas de los siglos.
Amigo, esta tarde
será la misma tarde; el vino el mismo vino;
será otra la mesa, otra la casa
y otros serán los comensales.
Amigo, cuando no estemos...
Sí. Llena las copas;
y dejemos que el ahora nos encuentre
gozando del pródigo jazmín,
del laurel alto,
del frágil, verdecido mandarino,
que tantos sinsabores procura su cuidado;
Regálate en la tarde
apacible y decorosa que nos mece
como sones llevados por los aires (allegro, adagio, allegro),
de un amado concierto de Albinoni.
Llena las copas. Apura,
en íntimo silencio recogido,
el don piadoso que se ofrece
del momento perfecto y fugitivo.
Apuremos sorbo a sorbo,
que aún nos queda luz por unas horas,
la fugaz proclamación que de lo eterno
se esparce por doquier
sin voz e indiferente.
Amigo, cuando no estemos
¿seremos en el instante vislumbrado?
Ausencias sin sentido,
regiones devastadas, el bosque yermo.
El tiempo erosiona los jardines
e inocula en el alma todo olvido.
Más, ¿no contiene el vino
la llave de una puerta, y el instante
la impronta de lo eterno?.
Cuando no estemos
¿valdrá para nosotros el Sí celeste
al eterno presente vislumbrado?
Busquemos la respuesta en nuestra copa.
Bebamos hasta quebrar la incertidumbre.
Y desde el centro de Su esfera, amigo Ángel,
hagamos florecer todas los flores.


Dos.

 Poema escrito "a posteriori" de los inicialmente incluidos en las Horas Purpúreas", y producto de una apuesta
nocturna. En ella se prescribía:

1.- Su forma estrófica: un soneto.-
2.- El primer verso: "Desperté. Y estaba en la taberna"
3.- Debía nombrarse a la madre.-


 La segunda impuesta por mí; las demás el destinatario y autor del desafío; las tres: improvisadas.- Si el lector pudiera tener presente el interlocutor entendería hacia donde apunta el contenido. Persona con una inteligencia que sobrepasa su alma por todas partes; un alma empequeñecida por absurdas obsesiones, aherrojada por sufrimientos imposibles. Y sin embargo, ciertas lecturas y querencias podrían haberlo liberado de sí mismo, liberación que él se encarga de evitar en un incesante dar vueltas en derredor de la picota que ha construido para su propio sufrimiento. No encuentra  la forma de dar el paso necesario para abandonar el cenagal de nuestras propias imbecilidades, el valor preciso para arrojar nuestra forma de ser por la borda, de alcanzar la indiferencia a todas las trivialidades que nos asalta y que tensamos hasta hacerlas parecer importantes y decisivas.- El líquido amniótico de los individuos lo constituye las propias necedades, que tratamos con el rigor, seriedad e insistencia que merece, en razón con la grandísima importancia en que las considera la idiotez ignorante en que estamos hundidos, la brutal inconsciencia en que nos movemos, la estolidez imperturbable en que vivimos.-


 Con lo cual, queriendo hablar de una circunstancia personal se habla de la condición existencial de todo hombre. El deseo de salir de nosotros, olvidarnos de toda preocupación del siglo pasa por la inverosímil dejación total de uno mismo, el increíble sacrificio de nuestro yo cotidiano, y posee una finalidad sin la cual se convierte todo esto en un mero ejercicio estoico para conseguir la ataraxia: finalidad que vamos a calificar, sin más, de mística, a fin de huir de toda pedantería que estaría en esta situación fuera de lugar. Se comprende así, qué es la taberna, qué el vino, quién el tabernero, cuál la enseñanza, el anegarse, la oblación, el olvido, etc...

 Compuse en principio, (aparte del primer verso 'obligado'), el terceto final, como eco del simbolismo sacrificial de la Misa superior a nuestras fuerzas.-
La dificultad estuvo en elaborar el relleno de este plato (ya que lograr un poema coherente con lo que se quiere decir y con el modo de decirlo, y ciñéndonos a una estrofa determinada, no es asunto baladí; lo que me costó para mí se queda).- Siendo el primer verso decasílabo, he mantenido esta cantidad silábica en los dos siguientes - el tercero debe leerse como tal- para dar la impresión de un comienzo más rotundo y precipitado, que se dulcifica y expande en encasílabos al final del primer cuarteto.-De todas formas, para los más puristas en cuestiones métricas, puede elegirse el siguiente comienzo:

Despertar, y encontrarse en la taberna
es ofrecer la copa sin tardanza,
y esperar ....

 Una última apostilla. Toda eso de despertar y verse uno en la taberna, no fue tan improvisado como se ha afirmado. En realidad fue sugerida durante la conversación que teníamos, en la que había salido a colación ciertos hechos antiguos no recuerdo si como reproche o como simple recuerdo anecdótico. Estando una vez de vinos por ahí el causante del desafío, otro amigo a quien dedico una composición de esta serie, y el que suscribe, nuestro héroe quedó herido en la refriega, digámoslo así, por lo que cual, para evitar males mayores, lo dejamos tiernamente dormido en la ya desaparecida taberna de la Ferroviaria (Almería capital), que ustedes no han conocido gracias a la Providencia divina. Juro que prometimos volver para recogerlo al finalizar la batalla que ese día entablábamos con nuestra salud. Y volvimos, pero he aquí que dicho acogedor establecimiento estaba cerrado, totalmente cerrado. ¿Qué fue de nuestro hombre? ¿Cómo, cuándo, de qué manera despertó?

Imaginando la sorpresa de la consciencia tan sorpresivamente restablecida, el reconocimiento atónito del lugar, las circunstancias, las personas que lo rodeaban, etc...; imaginando tal situación nos dio motivo para el inicio del soneto. Y ya esta bien de cháchara. 

Que les agrade.-

Desperté. Y estaba en la taberna.
Ofrecí mi copa sin tardanza.
Espere de ese gesto de esperanza
el dulce fruto de la vid fraterna.
El dulce fruto que en la cuba inverna,
sabio regazo, maternal crianza,
escancia mesonero: tu enseñanza
anegue el caos que mi razón gobierna.
¡Ah, si alcanzara el sumergirme entero
en sola tu embriaguez, y allí perdido
la paz de ser que en lo profundo espero...
yo, que no acierto en lo que tu has querido:
a darme en oblación, fiel mesonero,
en aras del silencio y del olvido.-
tres.

A M.F., CON EL DESEO ESPERANZADO DE QUE
PROPICIE EL MOMENTO DE SU REDENCIÓN

En las tardes de calmas y delicias,
cuando quieras dar cima a la jornada
y busques la alegría de la taberna,
el trato cordial de los amigos,
los amables placeres de la vida,
no olvides jamás este consejo,
que, al menos, gratis te lo doy:
no lleves junto a tí y con vosotros
al hombre del dolor y la amargura;
dejara en tu alma el espesor del plomo
y en tu boca el triste y frío sabor de los metales.
Aléjalo de tí, no des asiento
a quien busca la ocasión de la venganza.
Escupirá su sufrimiento en vuestra mesa
y no se oirá más voz que la del cieno.
Desde el mar de su rabia y su tormento
en oleadas de odio incomparables,
no habrá en su palabra nobleza ni descanso,
no habrá sonrisa que no hiera
ni paz en otros ojos que soporte.
Este es su delirio:
exponer su rencor en impúdico desnudo,
exhibir las repugnantes llagas en espectáculo,
como un escarnio para el hombre,
como una infamia a vuestro tiempo;
conmover el mundo
con tanta desolación y desconsuelo,
o incendiarlo con el fuego de su incendio.-
Aléjalo de tí; pues ya os fue dicho:
no deis cabida a la serpiente,
guardaos de su veneno,
ni alimentes la hiel con esta esencia
que para gloria de tus tardes se te ofrece,
como un regalo precioso de los cielos.
Apártalo de tí,
hiel que buscara tu hiel,
cieno que buscara tu cieno
serpiente que buscara en ti a la serpiente
torbellino que buscara en tí el torbellino.
Apártalo, pues hombres como ése
nunca sabrá de vuestro trato con la copa
ni compartirá nunca con vosotros
la hora dichosa de la embriaguez gratísima.

LAS HORAS PURPUREAS. (II).- Tres dedicatorias.-
Ángel Simón Collado.