El primero. María Luisa Saldaña Lozano

Perdura en mi memoria como si hubiera sido ayer. Tenía nueve o diez años. Sí, ya se lo que vais a decir. A mi también me hubiera gustado que hubiera sido antes.

Todo ocurrió en casa de mi abuela, en su cama. Yo estaba allí tumbada y no hacía mas que mirarlo con la incertidumbre de como transcurriría todo, hasta que me decidí a empezar y alargué los brazos para acercarlo hasta mí.

Reconozco que al principio no me sentía muy convencida. No estaba resultando como yo me había imaginado y estuve a punto de parar. Pero decidí que no era justo dejarlo así. Al fin y al cabo... la primera vez siempre es la que más cuesta.

Así que, seguí descubriéndolo con mis manos. Suavemente. Con calma pero con decisión.

Después de unos cuantos minutos todo cambió y ya no podía escapar. Escuchaba a mi madre y a mi abuela hablando en la cocina, haciendo ruido con los cacharros, pero ya todo me daba igual. Ya nadie era capaz de distraerme. Solo podía pensar en lo que vendría a continuación, en que sería lo siguiente, si seria capaz de sorprenderme como hasta ahora.

Había transcurrido toda una hora en ese estado. Mis manos estaban doloridas y mis ojos cansados, pero yo estaba resuelta y no iba a interrumpirlo justo ahora.

El final se estaba acercando y mi corazón palpitaba excitado de emoción. Ahora todo era más intenso, más rápido, y yo quería más, necesitaba más.

Ya no escuchaba el ruido, ni la charla de la cocina. Todo se había disipado a mi alrededor. Solo existíamos él y yo. El empapado del sudor de mis manos. Yo desbordada por todo lo que él me había obligado a aprender.

Y entonces llegó el clímax. Un momento que me dejó increíblemente satisfecha y a la vez horriblemente vacía y desesperada de necesidad.

Ese fue el momento en el que lo supe. Me había convertido en una yonqui de la lectura.

Entendí que yo nunca podrí vivir sin tener un tomo entre mis manos, un volumen descansando en mi mesita de noche. Comprendí que acababa de convertirme en una pequeña rata de biblioteca. Hechizada por el color de las tapas y por el tacto del papel satinado.

Nunca olvidaré aquel primer libro. Ni todos los que llegarían después


APARTADO V: MISCELÁNEA
MARIA LUISA SALDAÑA LOZANO
 EL PRIMERO