18.- tic, tac, tic, tac, ... Isabel Prada (73

 La  luz entraba sin permiso ,a través de las cortinas, inundaba la habitación  y se acurrucaba en las sábanas. Con un ojo totalmente cerrado y el otro apenas abierto, Ana se desperezaba cruzada en diagonal, esa era una de las ventajas de tener para ella sola una cama  enorme, una cama de matrimonio.

 A esas horas tan solo la cantinela estridente de su  despertador le hacía compañía.  Se dio una ducha rápida y oteo en el armario buscando algo que ponerse. Dos tostadas y un café le ayudarían hasta la hora de su almuerzo. Se echó unas gotas de perfume, pocas porque el frasco estaba ya en las últimas, del mismo modo que la cuenta corriente, del mismo modo que el mes de septiembre....

Cada día caminaba 10  minutos hasta la parada de autobús, ahí esperaba otros tantos y luego, por fin, subía al bus atiborrado, repleto de miradas enlegañadas . Ese día consiguió sentarse al lado de la ventana. Aunque su mirada quedó perpleja ante un grupo de madres con sus críos. Armaban mucha algarabía y resultaba difícil no prestarles atención.  Sobretodo, Ana se quedó ensimismada observando a uno de los niños. Un chavalín de unos 6 años, bañado el pelo  de colonia, colgando de una mochila enorme y comiéndose su donut de chocolate mañanero. Con  unos ojos enormes que resultaban desproporcionados para su pequeño rostro, la boca coronada de chocolate y migajas...Miraba a Ana insolentemente sin ninguna cortapisa  y con esa curiosidad asombrosa que caracteriza a los niños. Curiosidad envidiable.

 Bruscamente Ana apartó su mirada y redirigió sus ojos hacia lo que ocurría detrás de las ventanas del autobús :  el mundo se desperezaba , toda la maquinaria del día a día se ponía en marcha y ella empezó a pensar en la oficina, hizo recuento de las tareas que le esperaban..y se acordó de Susana y Eva. Ayer antes de salir de la oficina, el ambiente ya completamente distendido, le comentaron la doble noticia. Estaban las dos embarazadas. Desde que se enteró de la noticia, Ana había sentido una sensación extraña por lo novedosa y lo que más la inquietó fue la continua cantinela que le atormentaba los oídos: Tic-tac, tic-tac... Al oír la canción sentía una intensa angustia que iba aumentado al no entender el porqué de ese sonido... Había pasado muy mala noche y encima sin tener a nadie a quien desvelar para compartir el insomnio, sin unos hombros  sobre los que acurrucarse  tan solo con una cama  de matrimonio para ella sola, dónde sus  angustias se desperdigaban hasta no poder encontrarlas. Volvió a mirar al grupo de madres e instantáneamente el Tic-tac  se reanudó pero esta vez con más intensidad. Ana , al fin, le prestó atención, quería saber que significaba ese ruido monótono que desde ayer la martirizaba. Se observó por dentro, muy adentro, después emergió y siguió observando ese niños con sus madres.
 ¿Porqué no se había casado? Tenía ya 35 y oportunidades no le habían faltado-pensó. Tal vez no pensé que el tiempo fuera tan traicionero, que pasara tan rápido. Sí sin duda, no supo preveer los acontecimientos. Sin embargo,  resultaba curioso  que hasta ayer, tras la doble noticia de embarazo en la oficina, no se hubiera dado cuenta. Ella había diseñado con esmero su vida, en ella había incluido un trabajo bien remunerado, multitud de viajes , amigos, cines, teatros.....alguna que otra aventura...pero ¿se le había olvidado algo?.. Había creído que los niños eran para "dentro de unos años", quién quería ahora sumergirse en un mundo de pañales,  papillas y guarderías. Siempre quiso una vida más intensa, con más espacio para la aventura. Pero ahora, cavilaba Ana, ahora una vez visitados los cinco continentes, habiéndose hecho fotografías en La Plaza de San Marcos, en Venecia, las pirámides  de Egipto y un sinfín de países exóticos y lejanos. Sentía un vacío inmenso que ningún viaje por muy exótico que fuera podía llenar. Y después que?, se preguntaba Ana. Pasarán los años y me convertiré en una  una vieja artrósica y sola, sin hijos que me cuiden y me mimen. Y con la pena de no haber sabido lo que es acunar a un bebé, educarle durante su camino, porqué a quién le importan las noches de insomnio, los quebraderos de cabeza para que hagan los deberes, las hipotecas y demás. Todo eso se aguantaba sí la recompensa era parir y ayudar a crecer a tus propios hijos. Verles aprender el oficio más difícil : el de su propia vida.
Ana sintió una sacudida. El conductor  acababa de frenar bruscamente. Sus pensamientos se interrumpieron, también bruscamente..Era su parada. Descendió del bus, antes de dar una última mirada al niño colgado de su mochila. Se dirigió a la oficina y durante el camino  reanudó aquellos pensamientos. Eran ya las 8:55, y seguía con su monólogo caótico, tal vez, se decía , esa desazón desaparecería, sí seguro, había sido consecuencia de la depre post-vacacional, pasaría pronto. Todo pasa,,,Todo? -se preguntó. Tic-tac. Tic-tac


AUTORA: ISABEL PRADA
TITULO:    Tic-tac, tic-tac.....

18.- tic, tac, tic, tac, ... Isabel Prada (73

 
TIC, TAC, TIC, TAC, ..



La  luz entraba sin permiso, a través de las cortinas, inundaba la habitación  y se acurrucaba en las sábanas. Con un ojo totalmente cerrado y el otro apenas abierto, Ana se desperezaba cruzada en diagonal, esa era una de las ventajas de tener para ella sola una cama  enorme, una cama de matrimonio.

 A esas horas tan solo la cantinela estridente de su  despertador le hacía compañía.  Se dio una ducha rápida y oteo en el armario buscando algo que ponerse. Dos tostadas y un café le ayudarían hasta la hora de su almuerzo. Se echó unas gotas de perfume, pocas porque el frasco estaba ya en las últimas, del mismo modo que la cuenta corriente, del mismo modo que el mes de septiembre....

Cada día caminaba 10  minutos hasta la parada de autobús, ahí esperaba otros tantos y luego, por fin, subía al bus atiborrado, repleto de miradas enlegañadas . Ese día consiguió sentarse al lado de la ventana. Aunque su mirada quedó perpleja ante un grupo de madres con sus críos. Armaban mucha algarabía y resultaba difícil no prestarles atención.  Sobretodo, Ana se quedó ensimismada observando a uno de los niños. Un chavalín de unos 6 años, bañado el pelo  de colonia, colgando de una mochila enorme y comiéndose su donut de chocolate mañanero. Con  unos ojos enormes que resultaban desproporcionados para su pequeño rostro, la boca coronada de chocolate y migajas...Miraba a Ana insolentemente sin ninguna cortapisa  y con esa curiosidad asombrosa que caracteriza a los niños. Curiosidad envidiable.

 Bruscamente Ana apartó su mirada y redirigió sus ojos hacia lo que ocurría detrás de las ventanas del autobús:  el mundo se desperezaba , toda la maquinaria del día a día se ponía en marcha y ella empezó a pensar en la oficina, hizo recuento de las tareas que le esperaban..y se acordó de Susana y Eva. Ayer antes de salir de la oficina, el ambiente ya completamente distendido, le comentaron la doble noticia. Estaban las dos embarazadas. Desde que se enteró de la noticia, Ana había sentido una sensación extraña por lo novedosa y lo que más la inquietó fue la continua cantinela que le atormentaba los oídos: Tic-tac, tic-tac... Al oír la canción sentía una intensa angustia que iba aumentado al no entender el porqué de ese sonido... Había pasado muy mala noche y encima sin tener a nadie a quien desvelar para compartir el insomnio, sin unos hombros  sobre los que acurrucarse  tan solo con una cama  de matrimonio para ella sola, dónde sus  angustias se desperdigaban hasta no poder encontrarlas. Volvió a mirar al grupo de madres e instantáneamente el Tic-tac  se reanudó pero esta vez con más intensidad. Ana , al fin, le prestó atención, quería saber que significaba ese ruido monótono que desde ayer la martirizaba. Se observó por dentro, muy adentro, después emergió y siguió observando ese niños con sus madres.
 ¿Porqué no se había casado? Tenía ya 35 y oportunidades no le habían faltado-pensó. Tal vez no pensé que el tiempo fuera tan traicionero, que pasara tan rápido. Sí sin duda, no supo preveer los acontecimientos. Sin embargo,  resultaba curioso  que hasta ayer, tras la doble noticia de embarazo en la oficina, no se hubiera dado cuenta. Ella había diseñado con esmero su vida, en ella había incluido un trabajo bien remunerado, multitud de viajes , amigos, cines, teatros.....alguna que otra aventura...pero ¿se le había olvidado algo?.. Había creído que los niños eran para "dentro de unos años", quién quería ahora sumergirse en un mundo de pañales,  papillas y guarderías. Siempre quiso una vida más intensa, con más espacio para la aventura. Pero ahora, cavilaba Ana, ahora una vez visitados los cinco continentes, habiéndose hecho fotografías en La Plaza de San Marcos, en Venecia, las pirámides  de Egipto y un sinfín de países exóticos y lejanos. Sentía un vacío inmenso que ningún viaje por muy exótico que fuera podía llenar. Y después que?, se preguntaba Ana. Pasarán los años y me convertiré en una  una vieja artrósica y sola, sin hijos que me cuiden y me mimen. Y con la pena de no haber sabido lo que es acunar a un bebé, educarle durante su camino, porqué a quién le importan las noches de insomnio, los quebraderos de cabeza para que hagan los deberes, las hipotecas y demás. Todo eso se aguantaba sí la recompensa era parir y ayudar a crecer a tus propios hijos. Verles aprender el oficio más difícil : el de su propia vida.
Ana sintió una sacudida. El conductor  acababa de frenar bruscamente. Sus pensamientos se interrumpieron, también bruscamente..Era su parada. Descendió del bus, antes de dar una última mirada al niño colgado de su mochila. Se dirigió a la oficina y durante el camino  reanudó aquellos pensamientos. Eran ya las 8:55, y seguía con su monólogo caótico, tal vez, se decía , esa desazón desaparecería, sí seguro, había sido consecuencia de la depre post-vacacional, pasaría pronto. Todo pasa,,,Todo? -se preguntó. Tic-tac. Tic-tac


AUTORA: ISABEL PRADA
TITULO:    Tic-tac, tic-tac.....

17.- El último amigo. Mar Fernández Montes (70

Hoy me he muerto. Morirme era algo que siempre me ha dado, más que miedo, pereza: hacer que mis familiares estuviesen a mi lado, llorando y sufriendo por mi marcha, y todo lo que viene después, velatorio, entierro, saludar a familiares, amigos y amigos de mis amigos... ¿No me digan que no da pereza sólo de pensarlo? Agotador. Pero... hoy, por fin , me he muerto. La verdad, sentía curiosidad por saber cómo me iba a sentir muerto y no tiene nada que ver con todo lo que me había imaginado antes. No. Esto es distinto. No sé si para cada uno de nosotros será igual o no, o como cuando tienes un hijo, que hablando con otros te das cuenta de que cada uno lo vivió de forma diferente. Yo me siento bien, liberado, suelto, muy suelto, es como si pesase antes 200 kilos y ahora me hubiese quedado en 50. Liviano y feliz.
Creo que echaré de menos a mis hijos y a mi mujer, pero también pienso que tendré tiempo de verles más adelante cuando ellos realicen el mismo viaje . Una temporada solo me vendrá muy bien. Siempre he deseado conocer gente interesante y creo que ahora es un buen momento. ¡Deseo tanto saludar a Einstein, y a Mozart, y a Leonardo, y a ... estoy tan impaciente por largarme del todo de aquí!
¡Por fin, ya estoy en el coche fúnebre! ¡Qué cómodo! El conductor es un chico joven, agraciado, podría valer como novio de mi hija pequeña. Parece simpático. Me ha puesto música durante el trayecto al tanatorio y música de la que me gusta: ¡salsa! . ¡Qué curioso!, yo creía que los empleados de la funeraria eran gente triste y sosa, pero no, este chico es de lo más vivaracho. Ha ido todo el camino contándome cosas de su familia: que sus padres se han separado y no le importa, que sus hermanos han dejado de verse por culpa de las cuñadas, y que tampoco le importa, y que a él lo que le gusta es el fútbol (en concreto el Real Madrid), y salir por ahí de marcha con sus amigos. Yo le he dicho que aproveche la vida, que, al contrario de lo que todos creemos, no hemos venido aquí para sufrir, sino para sacarle jugo a lo mucho o poco que se nos presente en el camino.
Creo que me ha escuchado porque me ha dicho: "Todo el mundo cree que ser feliz es tener cada vez más cosas y más dinero, pero yo creo que se es más feliz necesitando menos y repartiendo más... buen rollo... a los colegas, a la familia y al mundo en general, ¡cuesta tan poco sonreír! Bueno, amigo, aquí te dejo, que tengas buen viaje y alegra esa cara, que este viaje lo tenemos que hacer todos, suerte en la otra vida."
Es curioso, tanto pensar en mi muerte, en el último día en la Tierra con los mortales, y no me había imaginado que justo ese día oiría los últimos éxitos del Caribe y haría un amigo filósofo. Sorpresas te da la vida... y la muerte.
Se acerca mi mujer a darme el último adiós: ¡vamos, querida, no llores más, que tú y yo sabemos que vamos a disfrutar de nuestra soledad! Adiós... hasta... espero que mucho tiempo, aguanta tú ahí abajo, cuida a tus nietos, no te preocupes por mí, recuerda que tus hijos te necesitan mucho más que yo... adióóóóóós... ahí os quedáis todos... Mira, ¡Einstein!

17.- El último amigo. Mar Fernández Montes (70

Hoy me he muerto. Morirme era algo que siempre me ha dado, más que miedo, pereza: hacer que mis familiares estuviesen a mi lado, llorando y sufriendo por mi marcha, y todo lo que viene después, velatorio, entierro, saludar a familiares, amigos y amigos de mis amigos... ¿No me digan que no da pereza sólo de pensarlo? Agotador. Pero... hoy, por fin , me he muerto. La verdad, sentía curiosidad por saber cómo me iba a sentir muerto y no tiene nada que ver con todo lo que me había imaginado antes. No. Esto es distinto. No sé si para cada uno de nosotros será igual o no, o como cuando tienes un hijo, que hablando con otros te das cuenta de que cada uno lo vivió de forma diferente. Yo me siento bien, liberado, suelto, muy suelto, es como si pesase antes 200 kilos y ahora me hubiese quedado en 50. Liviano y feliz.
Creo que echaré de menos a mis hijos y a mi mujer, pero también pienso que tendré tiempo de verles más adelante cuando ellos realicen el mismo viaje . Una temporada solo me vendrá muy bien. Siempre he deseado conocer gente interesante y creo que ahora es un buen momento. ¡Deseo tanto saludar a Einstein, y a Mozart, y a Leonardo, y a ... estoy tan impaciente por largarme del todo de aquí!
¡Por fin, ya estoy en el coche fúnebre! ¡Qué cómodo! El conductor es un chico joven, agraciado, podría valer como novio de mi hija pequeña. Parece simpático. Me ha puesto música durante el trayecto al tanatorio y música de la que me gusta: ¡salsa! . ¡Qué curioso!, yo creía que los empleados de la funeraria eran gente triste y sosa, pero no, este chico es de lo más vivaracho. Ha ido todo el camino contándome cosas de su familia: que sus padres se han separado y no le importa, que sus hermanos han dejado de verse por culpa de las cuñadas, y que tampoco le importa, y que a él lo que le gusta es el fútbol (en concreto el Real Madrid), y salir por ahí de marcha con sus amigos. Yo le he dicho que aproveche la vida, que, al contrario de lo que todos creemos, no hemos venido aquí para sufrir, sino para sacarle jugo a lo mucho o poco que se nos presente en el camino.
Creo que me ha escuchado porque me ha dicho: "Todo el mundo cree que ser feliz es tener cada vez más cosas y más dinero, pero yo creo que se es más feliz necesitando menos y repartiendo más... buen rollo... a los colegas, a la familia y al mundo en general, ¡cuesta tan poco sonreír! Bueno, amigo, aquí te dejo, que tengas buen viaje y alegra esa cara, que este viaje lo tenemos que hacer todos, suerte en la otra vida."
Es curioso, tanto pensar en mi muerte, en el último día en la Tierra con los mortales, y no me había imaginado que justo ese día oiría los últimos éxitos del Caribe y haría un amigo filósofo. Sorpresas te da la vida... y la muerte.
Se acerca mi mujer a darme el último adiós: ¡vamos, querida, no llores más, que tú y yo sabemos que vamos a disfrutar de nuestra soledad! Adiós... hasta... espero que mucho tiempo, aguanta tú ahí abajo, cuida a tus nietos, no te preocupes por mí, recuerda que tus hijos te necesitan mucho más que yo... adióóóóóós... ahí os quedáis todos... Mira, ¡Einstein!

17.- El último amigo. Mar Fernández Montes (70

Hoy me he muerto. Morirme era algo que siempre me ha dado, más que miedo, pereza: hacer que mis familiares estuviesen a mi lado, llorando y sufriendo por mi marcha, y todo lo que viene después, velatorio, entierro, saludar a familiares, amigos y amigos de mis amigos... ¿No me digan que no da pereza sólo de pensarlo? Agotador. Pero... hoy, por fin , me he muerto. La verdad, sentía curiosidad por saber cómo me iba a sentir muerto y no tiene nada que ver con todo lo que me había imaginado antes. No. Esto es distinto. No sé si para cada uno de nosotros será igual o no, o como cuando tienes un hijo, que hablando con otros te das cuenta de que cada uno lo vivió de forma diferente. Yo me siento bien, liberado, suelto, muy suelto, es como si pesase antes 200 kilos y ahora me hubiese quedado en 50. Liviano y feliz.
Creo que echaré de menos a mis hijos y a mi mujer, pero también pienso que tendré tiempo de verles más adelante cuando ellos realicen el mismo viaje . Una temporada solo me vendrá muy bien. Siempre he deseado conocer gente interesante y creo que ahora es un buen momento. ¡Deseo tanto saludar a Einstein, y a Mozart, y a Leonardo, y a ... estoy tan impaciente por largarme del todo de aquí!
¡Por fin, ya estoy en el coche fúnebre! ¡Qué cómodo! El conductor es un chico joven, agraciado, podría valer como novio de mi hija pequeña. Parece simpático. Me ha puesto música durante el trayecto al tanatorio y música de la que me gusta: ¡salsa! . ¡Qué curioso!, yo creía que los empleados de la funeraria eran gente triste y sosa, pero no, este chico es de lo más vivaracho. Ha ido todo el camino contándome cosas de su familia: que sus padres se han separado y no le importa, que sus hermanos han dejado de verse por culpa de las cuñadas, y que tampoco le importa, y que a él lo que le gusta es el fútbol (en concreto el Real Madrid), y salir por ahí de marcha con sus amigos. Yo le he dicho que aproveche la vida, que, al contrario de lo que todos creemos, no hemos venido aquí para sufrir, sino para sacarle jugo a lo mucho o poco que se nos presente en el camino.
Creo que me ha escuchado porque me ha dicho: "Todo el mundo cree que ser feliz es tener cada vez más cosas y más dinero, pero yo creo que se es más feliz necesitando menos y repartiendo más... buen rollo... a los colegas, a la familia y al mundo en general, ¡cuesta tan poco sonreír! Bueno, amigo, aquí te dejo, que tengas buen viaje y alegra esa cara, que este viaje lo tenemos que hacer todos, suerte en la otra vida."
Es curioso, tanto pensar en mi muerte, en el último día en la Tierra con los mortales, y no me había imaginado que justo ese día oiría los últimos éxitos del Caribe y haría un amigo filósofo. Sorpresas te da la vida... y la muerte.
Se acerca mi mujer a darme el último adiós: ¡vamos, querida, no llores más, que tú y yo sabemos que vamos a disfrutar de nuestra soledad! Adiós... hasta... espero que mucho tiempo, aguanta tú ahí abajo, cuida a tus nietos, no te preocupes por mí, recuerda que tus hijos te necesitan mucho más que yo... adióóóóóós... ahí os quedáis todos... Mira, ¡Einstein!

17.- El último amigo. Mar Fernández Montes (70

Hoy me he muerto. Morirme era algo que siempre me ha dado, más que miedo, pereza: hacer que mis familiares estuviesen a mi lado, llorando y sufriendo por mi marcha, y todo lo que viene después, velatorio, entierro, saludar a familiares, amigos y amigos de mis amigos... ¿No me digan que no da pereza sólo de pensarlo? Agotador. Pero... hoy, por fin , me he muerto. La verdad, sentía curiosidad por saber cómo me iba a sentir muerto y no tiene nada que ver con todo lo que me había imaginado antes. No. Esto es distinto. No sé si para cada uno de nosotros será igual o no, o como cuando tienes un hijo, que hablando con otros te das cuenta de que cada uno lo vivió de forma diferente. Yo me siento bien, liberado, suelto, muy suelto, es como si pesase antes 200 kilos y ahora me hubiese quedado en 50. Liviano y feliz.
Creo que echaré de menos a mis hijos y a mi mujer, pero también pienso que tendré tiempo de verles más adelante cuando ellos realicen el mismo viaje . Una temporada solo me vendrá muy bien. Siempre he deseado conocer gente interesante y creo que ahora es un buen momento. ¡Deseo tanto saludar a Einstein, y a Mozart, y a Leonardo, y a ... estoy tan impaciente por largarme del todo de aquí!
¡Por fin, ya estoy en el coche fúnebre! ¡Qué cómodo! El conductor es un chico joven, agraciado, podría valer como novio de mi hija pequeña. Parece simpático. Me ha puesto música durante el trayecto al tanatorio y música de la que me gusta: ¡salsa! . ¡Qué curioso!, yo creía que los empleados de la funeraria eran gente triste y sosa, pero no, este chico es de lo más vivaracho. Ha ido todo el camino contándome cosas de su familia: que sus padres se han separado y no le importa, que sus hermanos han dejado de verse por culpa de las cuñadas, y que tampoco le importa, y que a él lo que le gusta es el fútbol (en concreto el Real Madrid), y salir por ahí de marcha con sus amigos. Yo le he dicho que aproveche la vida, que, al contrario de lo que todos creemos, no hemos venido aquí para sufrir, sino para sacarle jugo a lo mucho o poco que se nos presente en el camino.
Creo que me ha escuchado porque me ha dicho: "Todo el mundo cree que ser feliz es tener cada vez más cosas y más dinero, pero yo creo que se es más feliz necesitando menos y repartiendo más... buen rollo... a los colegas, a la familia y al mundo en general, ¡cuesta tan poco sonreír! Bueno, amigo, aquí te dejo, que tengas buen viaje y alegra esa cara, que este viaje lo tenemos que hacer todos, suerte en la otra vida."
Es curioso, tanto pensar en mi muerte, en el último día en la Tierra con los mortales, y no me había imaginado que justo ese día oiría los últimos éxitos del Caribe y haría un amigo filósofo. Sorpresas te da la vida... y la muerte.
Se acerca mi mujer a darme el último adiós: ¡vamos, querida, no llores más, que tú y yo sabemos que vamos a disfrutar de nuestra soledad! Adiós... hasta... espero que mucho tiempo, aguanta tú ahí abajo, cuida a tus nietos, no te preocupes por mí, recuerda que tus hijos te necesitan mucho más que yo... adióóóóóós... ahí os quedáis todos... Mira, ¡Einstein!

16.- Pasos largos en Sierra Morena. Josefina Niebla (66

Hierve el sol sobre la tierra, rota y yerta, a su pesar se levantan, misterios del mismo, ¿quién sabe? ... olivares, aceitunillas negras, campos de cebá, centeno y paja.

Del pastoreo viene, cansino, fatigas de la sierra misma, camisa empapá, el sudor del que cae a plomo, ovejitas blancas, .. el zurrón y alpargatas, siguiendo cañada arriba, hasta el cortijo llegará.
Mujer e hija tiene, María aguarda, zarandeando la paila, cutis fino, manos menudas, ¿quién diría que en el campo anda?; la niña ya se ha dormido, una nana todavía canta: ea mi niña, era, ¡ Shuuuu!, suspira y canta, .. azuzando la brasa.

Por la noche callada, no más luz que la de una vela, no más calor que la del lecho, la serranía enmudece, ... ni el volar de aquélla águila, no más aullido que el del zorro, ¡por dios!.. que susto pasan. Al pueblo fui ayer mañana, a entregar las cuajas, y al pasar por la taberna del ventorrillo a la entrada, tó er mundo murmuraba la misma historia versada:

Que un bandido anda suelto
por la Sierra Morena alta,
que galopando de noche
y de día agazapado anda,
por los tajos y montañas.
Que los civiles lo buscan
pues la ley hace a sus anchas,
"Quita dineros a ricos y señores,
y a pobres y míseros, regala"
"Pasos Largos", le llaman
pues no hay quién le dé caza,
a su lado una cuadrilla de hombres
sin rumbo cabalgan.

Oye mujer, si a mi marcha, llegara a estos parajes, del que tó er mundo habla, no debes sentir miedo, no le lleves la contraria, a pobres como nosotros no dañará por nada. Dale de comer si hambriento llegara, llena su zurrón de tocino y pan de blanca hogaza, si es agua fresca llévale al pozo y aguarda hasta que su sed de por saciada, no le lleves la contraria, pues cuentan que mal genio le anda.

Amanece, y las ovejas, con su vara manda, ¡Eh, anda! ¡Al campo! ¡Ala, al campo hermanas, y retoma el camino bajando la cañada. María le despide, hasta que la vista no le alcanza; la niña llora, en el cortijo a solas... No ha llegado el mediodía, y un silencio le enfría desde el mandil, las faldas, hasta helarle la enagua, no se oyen pájaros, ni tan siquiera sopla el viento de la montaña. María al ventanuco del cortijo, se agazapa, oye el galopar salvaje de por lo menos diez yeguas bravas.

La niña tapa con sábanas blancas. ¡ea, no llores tú mi niña guapa!. Atranca la puerta y reza a la virgen santa: Madre mía, no me abandones, que si de esta me sacas, en le iglesia del pueblo, por estas te lo juro, qué de novenas te hago, que ni la santa Teresa de Ávila. Tocan a la puerta, fuerte y ronca se oye una voz entrecortada de hombre rudo, pregunta: ¿Quién anda ahí? ¡Abrid, por Dios! María tiembla toda ella, el sudor las manos empapan, le resbala la llave, corre el postigo, a Dios se encomienda y abre.

Señoa, no vengo a hacerle daño,
sólo por Dios le suplico,
 que con aguja e hilo me zurza
 éstos calzones roídos
que en la sierra, señoa mía
no hay mujeres 
que le hagan a uno estos menesteres.

Ríe, y a la vez que ríe a trompicones, va dejando a la vista, dientes amarillos y negros, como los de los titiriteros, y a la vez que ríe, la mira con los ojos fijos, y le dice con ardua voz: Usted coza, señoa, que yo fuera estaré aguardando, y cuando esté listo me va llamando.

¡Por Dios, el costurero!, el costurero de paja, debajo de las sábanas del Ajuar guarda, con sus manos temblorosas, enhebra la aguja y con hilo fuerte empieza el destinatario, los calzones del bandido, sucios, rotos, descoloridos, pespuntea con fuerza, con ira y brío, por lo menos diez pinchados le destrozan los nudillos. Cuando acaba a la puerta se asoma, y se los entrega, tan desvalida que ni a los ojos le mira. ¡Muchas gracias, señoa, que dios le bendiga! A su caballo monta, y con él sus adheridos, galopan a golpes de arre, rodean el cortijo, y se pierden tajo arriba, por dios sabe que caminos...

María entra en la casa, la niña en sus brazos toma, contra su pecho agitado, aprieta a su niña chica, gracias virgencita mía, ¡Dios mío, que suspiros!
Pasaron los años largos, y María al calor de los fogones, las noches de la rondeña fría serranía, contará la historia del bandido, a sus nietos que fueron más que sus hijos, hermosas hembras y fuertes varones.

16.- Pasos largos en Sierra Morena. Josefina Niebla (66

Hierve el sol sobre la tierra, rota y yerta, a su pesar se levantan, misterios del mismo, ¿quién sabe? ... olivares, aceitunillas negras, campos de cebá, centeno y paja.

Del pastoreo viene, cansino, fatigas de la sierra misma, camisa empapá, el sudor del que cae a plomo, ovejitas blancas, .. el zurrón y alpargatas, siguiendo cañada arriba, hasta el cortijo llegará.
Mujer e hija tiene, María aguarda, zarandeando la paila, cutis fino, manos menudas, ¿quién diría que en el campo anda?; la niña ya se ha dormido, una nana todavía canta: ea mi niña, era, ¡ Shuuuu!, suspira y canta, .. azuzando la brasa.

Por la noche callada, no más luz que la de una vela, no más calor que la del lecho, la serranía enmudece, ... ni el volar de aquélla águila, no más aullido que el del zorro, ¡por dios!.. que susto pasan. Al pueblo fui ayer mañana, a entregar las cuajas, y al pasar por la taberna del ventorrillo a la entrada, tó er mundo murmuraba la misma historia versada:

Que un bandido anda suelto
por la Sierra Morena alta,
que galopando de noche
y de día agazapado anda,
por los tajos y montañas.
Que los civiles lo buscan
pues la ley hace a sus anchas,
"Quita dineros a ricos y señores,
y a pobres y míseros, regala"
"Pasos Largos", le llaman
pues no hay quién le dé caza,
a su lado una cuadrilla de hombres
sin rumbo cabalgan.

Oye mujer, si a mi marcha, llegara a estos parajes, del que tó er mundo habla, no debes sentir miedo, no le lleves la contraria, a pobres como nosotros no dañará por nada. Dale de comer si hambriento llegara, llena su zurrón de tocino y pan de blanca hogaza, si es agua fresca llévale al pozo y aguarda hasta que su sed de por saciada, no le lleves la contraria, pues cuentan que mal genio le anda.

Amanece, y las ovejas, con su vara manda, ¡Eh, anda! ¡Al campo! ¡Ala, al campo hermanas, y retoma el camino bajando la cañada. María le despide, hasta que la vista no le alcanza; la niña llora, en el cortijo a solas... No ha llegado el mediodía, y un silencio le enfría desde el mandil, las faldas, hasta helarle la enagua, no se oyen pájaros, ni tan siquiera sopla el viento de la montaña. María al ventanuco del cortijo, se agazapa, oye el galopar salvaje de por lo menos diez yeguas bravas.

La niña tapa con sábanas blancas. ¡ea, no llores tú mi niña guapa!. Atranca la puerta y reza a la virgen santa: Madre mía, no me abandones, que si de esta me sacas, en le iglesia del pueblo, por estas te lo juro, qué de novenas te hago, que ni la santa Teresa de Ávila. Tocan a la puerta, fuerte y ronca se oye una voz entrecortada de hombre rudo, pregunta: ¿Quién anda ahí? ¡Abrid, por Dios! María tiembla toda ella, el sudor las manos empapan, le resbala la llave, corre el postigo, a Dios se encomienda y abre.

Señoa, no vengo a hacerle daño,
sólo por Dios le suplico,
 que con aguja e hilo me zurza
 éstos calzones roídos
que en la sierra, señoa mía
no hay mujeres 
que le hagan a uno estos menesteres.

Ríe, y a la vez que ríe a trompicones, va dejando a la vista, dientes amarillos y negros, como los de los titiriteros, y a la vez que ríe, la mira con los ojos fijos, y le dice con ardua voz: Usted coza, señoa, que yo fuera estaré aguardando, y cuando esté listo me va llamando.

¡Por Dios, el costurero!, el costurero de paja, debajo de las sábanas del Ajuar guarda, con sus manos temblorosas, enhebra la aguja y con hilo fuerte empieza el destinatario, los calzones del bandido, sucios, rotos, descoloridos, pespuntea con fuerza, con ira y brío, por lo menos diez pinchados le destrozan los nudillos. Cuando acaba a la puerta se asoma, y se los entrega, tan desvalida que ni a los ojos le mira. ¡Muchas gracias, señoa, que dios le bendiga! A su caballo monta, y con él sus adheridos, galopan a golpes de arre, rodean el cortijo, y se pierden tajo arriba, por dios sabe que caminos...

María entra en la casa, la niña en sus brazos toma, contra su pecho agitado, aprieta a su niña chica, gracias virgencita mía, ¡Dios mío, que suspiros!
Pasaron los años largos, y María al calor de los fogones, las noches de la rondeña fría serranía, contará la historia del bandido, a sus nietos que fueron más que sus hijos, hermosas hembras y fuertes varones.

16.- Pasos largos en Sierra Morena. Josefina Niebla (66

Hierve el sol sobre la tierra, rota y yerta, a su pesar se levantan, misterios del mismo, ¿quién sabe? ... olivares, aceitunillas negras, campos de cebá, centeno y paja.

Del pastoreo viene, cansino, fatigas de la sierra misma, camisa empapá, el sudor del que cae a plomo, ovejitas blancas, .. el zurrón y alpargatas, siguiendo cañada arriba, hasta el cortijo llegará.
Mujer e hija tiene, María aguarda, zarandeando la paila, cutis fino, manos menudas, ¿quién diría que en el campo anda?; la niña ya se ha dormido, una nana todavía canta: ea mi niña, era, ¡ Shuuuu!, suspira y canta, .. azuzando la brasa.

Por la noche callada, no más luz que la de una vela, no más calor que la del lecho, la serranía enmudece, ... ni el volar de aquélla águila, no más aullido que el del zorro, ¡por dios!.. que susto pasan. Al pueblo fui ayer mañana, a entregar las cuajas, y al pasar por la taberna del ventorrillo a la entrada, tó er mundo murmuraba la misma historia versada:

Que un bandido anda suelto
por la Sierra Morena alta,
que galopando de noche
y de día agazapado anda,
por los tajos y montañas.
Que los civiles lo buscan
pues la ley hace a sus anchas,
"Quita dineros a ricos y señores,
y a pobres y míseros, regala"
"Pasos Largos", le llaman
pues no hay quién le dé caza,
a su lado una cuadrilla de hombres
sin rumbo cabalgan.

Oye mujer, si a mi marcha, llegara a estos parajes, del que tó er mundo habla, no debes sentir miedo, no le lleves la contraria, a pobres como nosotros no dañará por nada. Dale de comer si hambriento llegara, llena su zurrón de tocino y pan de blanca hogaza, si es agua fresca llévale al pozo y aguarda hasta que su sed de por saciada, no le lleves la contraria, pues cuentan que mal genio le anda.

Amanece, y las ovejas, con su vara manda, ¡Eh, anda! ¡Al campo! ¡Ala, al campo hermanas, y retoma el camino bajando la cañada. María le despide, hasta que la vista no le alcanza; la niña llora, en el cortijo a solas... No ha llegado el mediodía, y un silencio le enfría desde el mandil, las faldas, hasta helarle la enagua, no se oyen pájaros, ni tan siquiera sopla el viento de la montaña. María al ventanuco del cortijo, se agazapa, oye el galopar salvaje de por lo menos diez yeguas bravas.

La niña tapa con sábanas blancas. ¡ea, no llores tú mi niña guapa!. Atranca la puerta y reza a la virgen santa: Madre mía, no me abandones, que si de esta me sacas, en le iglesia del pueblo, por estas te lo juro, qué de novenas te hago, que ni la santa Teresa de Ávila. Tocan a la puerta, fuerte y ronca se oye una voz entrecortada de hombre rudo, pregunta: ¿Quién anda ahí? ¡Abrid, por Dios! María tiembla toda ella, el sudor las manos empapan, le resbala la llave, corre el postigo, a Dios se encomienda y abre.

Señoa, no vengo a hacerle daño,
sólo por Dios le suplico,
 que con aguja e hilo me zurza
 éstos calzones roídos
que en la sierra, señoa mía
no hay mujeres 
que le hagan a uno estos menesteres.

Ríe, y a la vez que ríe a trompicones, va dejando a la vista, dientes amarillos y negros, como los de los titiriteros, y a la vez que ríe, la mira con los ojos fijos, y le dice con ardua voz: Usted coza, señoa, que yo fuera estaré aguardando, y cuando esté listo me va llamando.

¡Por Dios, el costurero!, el costurero de paja, debajo de las sábanas del Ajuar guarda, con sus manos temblorosas, enhebra la aguja y con hilo fuerte empieza el destinatario, los calzones del bandido, sucios, rotos, descoloridos, pespuntea con fuerza, con ira y brío, por lo menos diez pinchados le destrozan los nudillos. Cuando acaba a la puerta se asoma, y se los entrega, tan desvalida que ni a los ojos le mira. ¡Muchas gracias, señoa, que dios le bendiga! A su caballo monta, y con él sus adheridos, galopan a golpes de arre, rodean el cortijo, y se pierden tajo arriba, por dios sabe que caminos...

María entra en la casa, la niña en sus brazos toma, contra su pecho agitado, aprieta a su niña chica, gracias virgencita mía, ¡Dios mío, que suspiros!
Pasaron los años largos, y María al calor de los fogones, las noches de la rondeña fría serranía, contará la historia del bandido, a sus nietos que fueron más que sus hijos, hermosas hembras y fuertes varones.

16.- Pasos largos en Sierra Morena. Josefina Niebla (66

Hierve el sol sobre la tierra, rota y yerta, a su pesar se levantan, misterios del mismo, ¿quién sabe? ... olivares, aceitunillas negras, campos de cebá, centeno y paja.

Del pastoreo viene, cansino, fatigas de la sierra misma, camisa empapá, el sudor del que cae a plomo, ovejitas blancas, .. el zurrón y alpargatas, siguiendo cañada arriba, hasta el cortijo llegará.
Mujer e hija tiene, María aguarda, zarandeando la paila, cutis fino, manos menudas, ¿quién diría que en el campo anda?; la niña ya se ha dormido, una nana todavía canta: ea mi niña, era, ¡ Shuuuu!, suspira y canta, .. azuzando la brasa.

Por la noche callada, no más luz que la de una vela, no más calor que la del lecho, la serranía enmudece, ... ni el volar de aquélla águila, no más aullido que el del zorro, ¡por dios!.. que susto pasan. Al pueblo fui ayer mañana, a entregar las cuajas, y al pasar por la taberna del ventorrillo a la entrada, tó er mundo murmuraba la misma historia versada:

Que un bandido anda suelto
por la Sierra Morena alta,
que galopando de noche
y de día agazapado anda,
por los tajos y montañas.
Que los civiles lo buscan
pues la ley hace a sus anchas,
"Quita dineros a ricos y señores,
y a pobres y míseros, regala"
"Pasos Largos", le llaman
pues no hay quién le dé caza,
a su lado una cuadrilla de hombres
sin rumbo cabalgan.

Oye mujer, si a mi marcha, llegara a estos parajes, del que tó er mundo habla, no debes sentir miedo, no le lleves la contraria, a pobres como nosotros no dañará por nada. Dale de comer si hambriento llegara, llena su zurrón de tocino y pan de blanca hogaza, si es agua fresca llévale al pozo y aguarda hasta que su sed de por saciada, no le lleves la contraria, pues cuentan que mal genio le anda.

Amanece, y las ovejas, con su vara manda, ¡Eh, anda! ¡Al campo! ¡Ala, al campo hermanas, y retoma el camino bajando la cañada. María le despide, hasta que la vista no le alcanza; la niña llora, en el cortijo a solas... No ha llegado el mediodía, y un silencio le enfría desde el mandil, las faldas, hasta helarle la enagua, no se oyen pájaros, ni tan siquiera sopla el viento de la montaña. María al ventanuco del cortijo, se agazapa, oye el galopar salvaje de por lo menos diez yeguas bravas.

La niña tapa con sábanas blancas. ¡ea, no llores tú mi niña guapa!. Atranca la puerta y reza a la virgen santa: Madre mía, no me abandones, que si de esta me sacas, en le iglesia del pueblo, por estas te lo juro, qué de novenas te hago, que ni la santa Teresa de Ávila. Tocan a la puerta, fuerte y ronca se oye una voz entrecortada de hombre rudo, pregunta: ¿Quién anda ahí? ¡Abrid, por Dios! María tiembla toda ella, el sudor las manos empapan, le resbala la llave, corre el postigo, a Dios se encomienda y abre.

Señoa, no vengo a hacerle daño,
sólo por Dios le suplico,
 que con aguja e hilo me zurza
 éstos calzones roídos
que en la sierra, señoa mía
no hay mujeres 
que le hagan a uno estos menesteres.

Ríe, y a la vez que ríe a trompicones, va dejando a la vista, dientes amarillos y negros, como los de los titiriteros, y a la vez que ríe, la mira con los ojos fijos, y le dice con ardua voz: Usted coza, señoa, que yo fuera estaré aguardando, y cuando esté listo me va llamando.

¡Por Dios, el costurero!, el costurero de paja, debajo de las sábanas del Ajuar guarda, con sus manos temblorosas, enhebra la aguja y con hilo fuerte empieza el destinatario, los calzones del bandido, sucios, rotos, descoloridos, pespuntea con fuerza, con ira y brío, por lo menos diez pinchados le destrozan los nudillos. Cuando acaba a la puerta se asoma, y se los entrega, tan desvalida que ni a los ojos le mira. ¡Muchas gracias, señoa, que dios le bendiga! A su caballo monta, y con él sus adheridos, galopan a golpes de arre, rodean el cortijo, y se pierden tajo arriba, por dios sabe que caminos...

María entra en la casa, la niña en sus brazos toma, contra su pecho agitado, aprieta a su niña chica, gracias virgencita mía, ¡Dios mío, que suspiros!
Pasaron los años largos, y María al calor de los fogones, las noches de la rondeña fría serranía, contará la historia del bandido, a sus nietos que fueron más que sus hijos, hermosas hembras y fuertes varones.

16.- Pasos largos en Sierra Morena. Josefina Niebla (66

Hierve el sol sobre la tierra, rota y yerta, a su pesar se levantan, misterios del mismo, ¿quién sabe? ... olivares, aceitunillas negras, campos de cebá, centeno y paja.

Del pastoreo viene, cansino, fatigas de la sierra misma, camisa empapá, el sudor del que cae a plomo, ovejitas blancas, .. el zurrón y alpargatas, siguiendo cañada arriba, hasta el cortijo llegará.
Mujer e hija tiene, María aguarda, zarandeando la paila, cutis fino, manos menudas, ¿quién diría que en el campo anda?; la niña ya se ha dormido, una nana todavía canta: ea mi niña, era, ¡ Shuuuu!, suspira y canta, .. azuzando la brasa.

Por la noche callada, no más luz que la de una vela, no más calor que la del lecho, la serranía enmudece, ... ni el volar de aquélla águila, no más aullido que el del zorro, ¡por dios!.. que susto pasan. Al pueblo fui ayer mañana, a entregar las cuajas, y al pasar por la taberna del ventorrillo a la entrada, tó er mundo murmuraba la misma historia versada:

Que un bandido anda suelto
por la Sierra Morena alta,
que galopando de noche
y de día agazapado anda,
por los tajos y montañas.
Que los civiles lo buscan
pues la ley hace a sus anchas,
"Quita dineros a ricos y señores,
y a pobres y míseros, regala"
"Pasos Largos", le llaman
pues no hay quién le dé caza,
a su lado una cuadrilla de hombres
sin rumbo cabalgan.

Oye mujer, si a mi marcha, llegara a estos parajes, del que tó er mundo habla, no debes sentir miedo, no le lleves la contraria, a pobres como nosotros no dañará por nada. Dale de comer si hambriento llegara, llena su zurrón de tocino y pan de blanca hogaza, si es agua fresca llévale al pozo y aguarda hasta que su sed de por saciada, no le lleves la contraria, pues cuentan que mal genio le anda.

Amanece, y las ovejas, con su vara manda, ¡Eh, anda! ¡Al campo! ¡Ala, al campo hermanas, y retoma el camino bajando la cañada. María le despide, hasta que la vista no le alcanza; la niña llora, en el cortijo a solas... No ha llegado el mediodía, y un silencio le enfría desde el mandil, las faldas, hasta helarle la enagua, no se oyen pájaros, ni tan siquiera sopla el viento de la montaña. María al ventanuco del cortijo, se agazapa, oye el galopar salvaje de por lo menos diez yeguas bravas.

La niña tapa con sábanas blancas. ¡ea, no llores tú mi niña guapa!. Atranca la puerta y reza a la virgen santa: Madre mía, no me abandones, que si de esta me sacas, en le iglesia del pueblo, por estas te lo juro, qué de novenas te hago, que ni la santa Teresa de Ávila. Tocan a la puerta, fuerte y ronca se oye una voz entrecortada de hombre rudo, pregunta: ¿Quién anda ahí? ¡Abrid, por Dios! María tiembla toda ella, el sudor las manos empapan, le resbala la llave, corre el postigo, a Dios se encomienda y abre.

Señoa, no vengo a hacerle daño,
sólo por Dios le suplico,
 que con aguja e hilo me zurza
 éstos calzones roídos
que en la sierra, señoa mía
no hay mujeres 
que le hagan a uno estos menesteres.

Ríe, y a la vez que ríe a trompicones, va dejando a la vista, dientes amarillos y negros, como los de los titiriteros, y a la vez que ríe, la mira con los ojos fijos, y le dice con ardua voz: Usted coza, señoa, que yo fuera estaré aguardando, y cuando esté listo me va llamando.

¡Por Dios, el costurero!, el costurero de paja, debajo de las sábanas del Ajuar guarda, con sus manos temblorosas, enhebra la aguja y con hilo fuerte empieza el destinatario, los calzones del bandido, sucios, rotos, descoloridos, pespuntea con fuerza, con ira y brío, por lo menos diez pinchados le destrozan los nudillos. Cuando acaba a la puerta se asoma, y se los entrega, tan desvalida que ni a los ojos le mira. ¡Muchas gracias, señoa, que dios le bendiga! A su caballo monta, y con él sus adheridos, galopan a golpes de arre, rodean el cortijo, y se pierden tajo arriba, por dios sabe que caminos...

María entra en la casa, la niña en sus brazos toma, contra su pecho agitado, aprieta a su niña chica, gracias virgencita mía, ¡Dios mío, que suspiros!
Pasaron los años largos, y María al calor de los fogones, las noches de la rondeña fría serranía, contará la historia del bandido, a sus nietos que fueron más que sus hijos, hermosas hembras y fuertes varones.

14.-El amante lunar. Francisco Cañabate Reche (59-61)

 Debe existir un mundo de seres diferentes que vegetan de día, lo mismo que murciélagos, para vivir la noche silenciosos y ocultos. Debe de haber un tiempo invertido y obscuro donde esos seres viven. En él tejen sus hilos, igual que entes nocturnos, unidos por un rito que  sólo ellos conocen. Y el ocaso los llama, de su mano regresan y respiran la vida llenos de la presencia, blanca e impenetrable de los rayos de luna. ¿Debe existir, acaso? Al menos yo lo creo. Postulo la existencia de ese mundo escondido, tal vez impenetrable, como algo necesario, inmediato y presente, como una consecuencia
de la simple certeza de que existen los astros que invocan nuestras almas.

Aunque hablo de sospechas, si sé que hay individuos que miran las estrellas y reflejado en ellas encuentran su destino. Y lo sé simplemente porque así soy yo mismo.   Os contaré mi historia:

...Yo era un hombre sin vida, apegado a la tierra, un ser indiferente, vulgar y estrafalario, sin nada que contaros hasta que ocurrió todo. Me sucedió una noche: miré la luna llena y quedé destrozado porque supe sin duda, con certeza absoluta, que en aquel resplandor existía el movimiento, que se formaba un gesto cálido y absorbente.

 Y para mi sorpresa, yo era el destinatario del extraño suceso y ella me sonreía. Negándome a mí mismo lo que ahora estaba viendo, giré mi rostro incrédulo,  miré de nuevo al suelo y me froté la cara. Un minuto más tarde, cuando al fin volví al cielo, ya todo había pasado porque ella ya no estaba. La ocultaban las nubes, ( ¿O ella se había escondido como una novia tímida para que no la viera?). Me culpé por cobarde ( por no haber respondido, por no haberla mirado cuando ella lo
propuso), y por loco y por necio y burlé mis recelos. Temblando ante la duda, por lo que había pasado ( ¿Sueño, verdad o magia? ¿Invención o misterio?) cuando venía la noche me escondía entre mis sábanas. Inseguro e inquieto no la busqué de nuevo durante muchos días, y pretendí olvidarla. Pero no pude hacerlo ( la suerte estaba echada, yo ya era uno de ellos y repetía sus gestos lunáticos y absurdos).

 Ocurrió sin remedio, lo mismo que un torrente hace que el agua caiga: sin poder evitarlo, abandoné el trabajo y empujado por algo, que yo aún no comprendía, empecé a no vivir en las horas del día y dejé a los amigos que ya no me hacían caso, y me olvidé de aquélla que había estado conmigo durante largos años y que decía quererme ( y sé que le hice daño, que no comprendió nada). Y otra noche de luna me sucedió de nuevo. Era cuarto menguante, yo estaba agotado y habían pasado cosas
que quemaban mi alma en aquellas jornadas, de esa vida postiza de mañanas y tardes que aún persistían agónicas, y que ya no era mía. Se derrumbaba un mundo para generar otro, pero yo no entendía. Aún estaba asustado y  lloraba en silencio por la triste torpeza que ahora regía mis actos y me era incomprensible, y en medio de mis lágrimas miré de nuevo al cielo buscando su mirada. Cuando encontré su brillo ( cuando pude enfrentarme nuevamente a sus ojos) ella me dijo quedo:
duérmete en mi regazo, sueña con las estrellas. Y observando aquel  cielo yo me quedé dormido, desnudo, en la ventana, ( y sé que aun era invierno y que no sentí frío) .

 Desde entonces no duermo hasta que viene el día. Me despido de ella y penetro en el sueño sintiendo sus caricias. Luego, cuando despierto, aprovecho las tardes para pensar en su brillo, anticipando el goce de mirarla despacio, como un amante tierno que contempla a la amada que duerme entre sus brazos. Así la miro a ella, disfrutando sus líneas, bebiendo esa sonrisa que suele regalarme cuando menos lo espero.Y de tanto mirarla ya no salgo de casa, se me olvidó comer y acabé sonriente, enflaquecido y pálido. Casi en cuarto menguante. ( Lo mismo que mi amiga)

14.-El amante lunar. Francisco Cañabate Reche (59-61)

 Debe existir un mundo de seres diferentes que vegetan de día, lo mismo que murciélagos, para vivir la noche silenciosos y ocultos. Debe de haber un tiempo invertido y obscuro donde esos seres viven. En él tejen sus hilos, igual que entes nocturnos, unidos por un rito que  sólo ellos conocen. Y el ocaso los llama, de su mano regresan y respiran la vida llenos de la presencia, blanca e impenetrable de los rayos de luna. ¿Debe existir, acaso? Al menos yo lo creo. Postulo la existencia de ese mundo escondido, tal vez impenetrable, como algo necesario, inmediato y presente, como una consecuencia
de la simple certeza de que existen los astros que invocan nuestras almas.

Aunque hablo de sospechas, si sé que hay individuos que miran las estrellas y reflejado en ellas encuentran su destino. Y lo sé simplemente porque así soy yo mismo.   Os contaré mi historia:

...Yo era un hombre sin vida, apegado a la tierra, un ser indiferente, vulgar y estrafalario, sin nada que contaros hasta que ocurrió todo. Me sucedió una noche: miré la luna llena y quedé destrozado porque supe sin duda, con certeza absoluta, que en aquel resplandor existía el movimiento, que se formaba un gesto cálido y absorbente.

 Y para mi sorpresa, yo era el destinatario del extraño suceso y ella me sonreía. Negándome a mí mismo lo que ahora estaba viendo, giré mi rostro incrédulo,  miré de nuevo al suelo y me froté la cara. Un minuto más tarde, cuando al fin volví al cielo, ya todo había pasado porque ella ya no estaba. La ocultaban las nubes, ( ¿O ella se había escondido como una novia tímida para que no la viera?). Me culpé por cobarde ( por no haber respondido, por no haberla mirado cuando ella lo
propuso), y por loco y por necio y burlé mis recelos. Temblando ante la duda, por lo que había pasado ( ¿Sueño, verdad o magia? ¿Invención o misterio?) cuando venía la noche me escondía entre mis sábanas. Inseguro e inquieto no la busqué de nuevo durante muchos días, y pretendí olvidarla. Pero no pude hacerlo ( la suerte estaba echada, yo ya era uno de ellos y repetía sus gestos lunáticos y absurdos).

 Ocurrió sin remedio, lo mismo que un torrente hace que el agua caiga: sin poder evitarlo, abandoné el trabajo y empujado por algo, que yo aún no comprendía, empecé a no vivir en las horas del día y dejé a los amigos que ya no me hacían caso, y me olvidé de aquélla que había estado conmigo durante largos años y que decía quererme ( y sé que le hice daño, que no comprendió nada). Y otra noche de luna me sucedió de nuevo. Era cuarto menguante, yo estaba agotado y habían pasado cosas
que quemaban mi alma en aquellas jornadas, de esa vida postiza de mañanas y tardes que aún persistían agónicas, y que ya no era mía. Se derrumbaba un mundo para generar otro, pero yo no entendía. Aún estaba asustado y  lloraba en silencio por la triste torpeza que ahora regía mis actos y me era incomprensible, y en medio de mis lágrimas miré de nuevo al cielo buscando su mirada. Cuando encontré su brillo ( cuando pude enfrentarme nuevamente a sus ojos) ella me dijo quedo:
duérmete en mi regazo, sueña con las estrellas. Y observando aquel  cielo yo me quedé dormido, desnudo, en la ventana, ( y sé que aun era invierno y que no sentí frío) .

 Desde entonces no duermo hasta que viene el día. Me despido de ella y penetro en el sueño sintiendo sus caricias. Luego, cuando despierto, aprovecho las tardes para pensar en su brillo, anticipando el goce de mirarla despacio, como un amante tierno que contempla a la amada que duerme entre sus brazos. Así la miro a ella, disfrutando sus líneas, bebiendo esa sonrisa que suele regalarme cuando menos lo espero.Y de tanto mirarla ya no salgo de casa, se me olvidó comer y acabé sonriente, enflaquecido y pálido. Casi en cuarto menguante. ( Lo mismo que mi amiga)

14.-El amante lunar. Francisco Cañabate Reche (59-61)

 Debe existir un mundo de seres diferentes que vegetan de día, lo mismo que murciélagos, para vivir la noche silenciosos y ocultos. Debe de haber un tiempo invertido y obscuro donde esos seres viven. En él tejen sus hilos, igual que entes nocturnos, unidos por un rito que  sólo ellos conocen. Y el ocaso los llama, de su mano regresan y respiran la vida llenos de la presencia, blanca e impenetrable de los rayos de luna. ¿Debe existir, acaso? Al menos yo lo creo. Postulo la existencia de ese mundo escondido, tal vez impenetrable, como algo necesario, inmediato y presente, como una consecuencia
de la simple certeza de que existen los astros que invocan nuestras almas.

Aunque hablo de sospechas, si sé que hay individuos que miran las estrellas y reflejado en ellas encuentran su destino. Y lo sé simplemente porque así soy yo mismo.   Os contaré mi historia:

...Yo era un hombre sin vida, apegado a la tierra, un ser indiferente, vulgar y estrafalario, sin nada que contaros hasta que ocurrió todo. Me sucedió una noche: miré la luna llena y quedé destrozado porque supe sin duda, con certeza absoluta, que en aquel resplandor existía el movimiento, que se formaba un gesto cálido y absorbente.

 Y para mi sorpresa, yo era el destinatario del extraño suceso y ella me sonreía. Negándome a mí mismo lo que ahora estaba viendo, giré mi rostro incrédulo,  miré de nuevo al suelo y me froté la cara. Un minuto más tarde, cuando al fin volví al cielo, ya todo había pasado porque ella ya no estaba. La ocultaban las nubes, ( ¿O ella se había escondido como una novia tímida para que no la viera?). Me culpé por cobarde ( por no haber respondido, por no haberla mirado cuando ella lo
propuso), y por loco y por necio y burlé mis recelos. Temblando ante la duda, por lo que había pasado ( ¿Sueño, verdad o magia? ¿Invención o misterio?) cuando venía la noche me escondía entre mis sábanas. Inseguro e inquieto no la busqué de nuevo durante muchos días, y pretendí olvidarla. Pero no pude hacerlo ( la suerte estaba echada, yo ya era uno de ellos y repetía sus gestos lunáticos y absurdos).

 Ocurrió sin remedio, lo mismo que un torrente hace que el agua caiga: sin poder evitarlo, abandoné el trabajo y empujado por algo, que yo aún no comprendía, empecé a no vivir en las horas del día y dejé a los amigos que ya no me hacían caso, y me olvidé de aquélla que había estado conmigo durante largos años y que decía quererme ( y sé que le hice daño, que no comprendió nada). Y otra noche de luna me sucedió de nuevo. Era cuarto menguante, yo estaba agotado y habían pasado cosas
que quemaban mi alma en aquellas jornadas, de esa vida postiza de mañanas y tardes que aún persistían agónicas, y que ya no era mía. Se derrumbaba un mundo para generar otro, pero yo no entendía. Aún estaba asustado y  lloraba en silencio por la triste torpeza que ahora regía mis actos y me era incomprensible, y en medio de mis lágrimas miré de nuevo al cielo buscando su mirada. Cuando encontré su brillo ( cuando pude enfrentarme nuevamente a sus ojos) ella me dijo quedo:
duérmete en mi regazo, sueña con las estrellas. Y observando aquel  cielo yo me quedé dormido, desnudo, en la ventana, ( y sé que aun era invierno y que no sentí frío) .

 Desde entonces no duermo hasta que viene el día. Me despido de ella y penetro en el sueño sintiendo sus caricias. Luego, cuando despierto, aprovecho las tardes para pensar en su brillo, anticipando el goce de mirarla despacio, como un amante tierno que contempla a la amada que duerme entre sus brazos. Así la miro a ella, disfrutando sus líneas, bebiendo esa sonrisa que suele regalarme cuando menos lo espero.Y de tanto mirarla ya no salgo de casa, se me olvidó comer y acabé sonriente, enflaquecido y pálido. Casi en cuarto menguante. ( Lo mismo que mi amiga)

14.-El amante lunar. Francisco Cañabate Reche (59-61)

 Debe existir un mundo de seres diferentes que vegetan de día, lo mismo que murciélagos, para vivir la noche silenciosos y ocultos. Debe de haber un tiempo invertido y obscuro donde esos seres viven. En él tejen sus hilos, igual que entes nocturnos, unidos por un rito que  sólo ellos conocen. Y el ocaso los llama, de su mano regresan y respiran la vida llenos de la presencia, blanca e impenetrable de los rayos de luna. ¿Debe existir, acaso? Al menos yo lo creo. Postulo la existencia de ese mundo escondido, tal vez impenetrable, como algo necesario, inmediato y presente, como una consecuencia
de la simple certeza de que existen los astros que invocan nuestras almas.

Aunque hablo de sospechas, si sé que hay individuos que miran las estrellas y reflejado en ellas encuentran su destino. Y lo sé simplemente porque así soy yo mismo.   Os contaré mi historia:

...Yo era un hombre sin vida, apegado a la tierra, un ser indiferente, vulgar y estrafalario, sin nada que contaros hasta que ocurrió todo. Me sucedió una noche: miré la luna llena y quedé destrozado porque supe sin duda, con certeza absoluta, que en aquel resplandor existía el movimiento, que se formaba un gesto cálido y absorbente.

 Y para mi sorpresa, yo era el destinatario del extraño suceso y ella me sonreía. Negándome a mí mismo lo que ahora estaba viendo, giré mi rostro incrédulo,  miré de nuevo al suelo y me froté la cara. Un minuto más tarde, cuando al fin volví al cielo, ya todo había pasado porque ella ya no estaba. La ocultaban las nubes, ( ¿O ella se había escondido como una novia tímida para que no la viera?). Me culpé por cobarde ( por no haber respondido, por no haberla mirado cuando ella lo
propuso), y por loco y por necio y burlé mis recelos. Temblando ante la duda, por lo que había pasado ( ¿Sueño, verdad o magia? ¿Invención o misterio?) cuando venía la noche me escondía entre mis sábanas. Inseguro e inquieto no la busqué de nuevo durante muchos días, y pretendí olvidarla. Pero no pude hacerlo ( la suerte estaba echada, yo ya era uno de ellos y repetía sus gestos lunáticos y absurdos).

 Ocurrió sin remedio, lo mismo que un torrente hace que el agua caiga: sin poder evitarlo, abandoné el trabajo y empujado por algo, que yo aún no comprendía, empecé a no vivir en las horas del día y dejé a los amigos que ya no me hacían caso, y me olvidé de aquélla que había estado conmigo durante largos años y que decía quererme ( y sé que le hice daño, que no comprendió nada). Y otra noche de luna me sucedió de nuevo. Era cuarto menguante, yo estaba agotado y habían pasado cosas
que quemaban mi alma en aquellas jornadas, de esa vida postiza de mañanas y tardes que aún persistían agónicas, y que ya no era mía. Se derrumbaba un mundo para generar otro, pero yo no entendía. Aún estaba asustado y  lloraba en silencio por la triste torpeza que ahora regía mis actos y me era incomprensible, y en medio de mis lágrimas miré de nuevo al cielo buscando su mirada. Cuando encontré su brillo ( cuando pude enfrentarme nuevamente a sus ojos) ella me dijo quedo:
duérmete en mi regazo, sueña con las estrellas. Y observando aquel  cielo yo me quedé dormido, desnudo, en la ventana, ( y sé que aun era invierno y que no sentí frío) .

 Desde entonces no duermo hasta que viene el día. Me despido de ella y penetro en el sueño sintiendo sus caricias. Luego, cuando despierto, aprovecho las tardes para pensar en su brillo, anticipando el goce de mirarla despacio, como un amante tierno que contempla a la amada que duerme entre sus brazos. Así la miro a ella, disfrutando sus líneas, bebiendo esa sonrisa que suele regalarme cuando menos lo espero.Y de tanto mirarla ya no salgo de casa, se me olvidó comer y acabé sonriente, enflaquecido y pálido. Casi en cuarto menguante. ( Lo mismo que mi amiga)