ROCÍO CERÓN. AMÉRICA



Rocío Cerón. Poeta mexicana cuya obra dialoga con otros lenguajes artísticos en una apuesta de poesía, acción, video y música creando espacios de transcreación. Su más reciente libro es Diorama (Amargord Ediciones, España, 2013). Obra suya ha sido traducida al inglés, francés, finés, sueco y alemán. Sus acciones poéticas se han presentado en los Institutos Cervantes de Berlín, Londres y Estocolmo, Centro Pompidou, París, Francia; Cabaret Voltaire, Tübingen, Alemania, entre otros. Representó a México en el Poetry Parnassus, el mayor festival de poesía realizado en el Reino Unido, en 2012. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Para leer/ver/escuchar obra de la autora visite: rocioceron.com



América



Se llamaban Krusevac, ahora Cruz. Los edificios transpiraban. Era una isla o un monte cubierto por chozas. Cosa de hombres. Las mujeres guardaban papas, construían el mundo. Cosa de tiento insulso, se pensaba. Paisajes de tonada suave con acordeón de fondo. Astucia. Proa que acumula sal. Toma mi brazo, corta el ligamento: necesito dejar el gusto por el ajvar. Callaron las aves a su paso. Remo. En el fondo, los peces intuían. Algunos fosos guardan familias enteras. Pero ellas son salvas. Todas las lenguas de Europa desaparecieron. Tierra. El dulce de manzana no trae olor a clavo. Cada letra deletrea una estancia. Estas mujeres son mis madres. Desde ese día −América− la piel de mis mejillas es llanura.




Todo exacto, piedra sobre piedra, bajo el estupor. Tengo adherida a la piel −planta del pie−, un nombre preciso, una esquirla dentada (aguijón o filo o tenso nudo), cristal a la uretra. Guardo una voz que es sombra, carta y anunciación: América se hunde. Hay una montaña o casa frente al mar que esconde un secreto. Manto, el desierto es manto. Se escucha una bestia colmada de fraguas: negros y blancos inventando heredad. Tengo en las manos un país del que he sido arrojada. Cinco millones de emigrantes caben en la cuenca de una sangre común. América es una madre que mata.

Herrumbre. Contener el puño. La gravedad de las últimas hojas y la nieve. Escucha el resoplido insular. Tan lejos y cercano. El mar brilla para todos pero cerca del carbón sólo resta el miedo. Defendernos de. Acentos sonoros recuerdan a Siberia. Crudo, el frío. Pero en Siberia nunca llega el otoño. Aquí −casi temblando− hay que ir codo con codo. Aquel jardín o muro o tierra nueva. Hacer la América. Herrumbre: desde Portobelo y hasta la Patagonia. Acero sin distinciones. A ojo se hace el tiento. El polvo ensombrece las extensiones de tierra. Lentitud entre los pasajeros: pegar el oído al subte, algo se inflama. Algo ya marca el cuerpo.




América es un desierto sonoro. Cazuela de ave levanta muertos, ají de gallina abre sosiego o trucha arcoíris empina rubias. Oscuras nubes modulan temperamentos de valle y bufeo. Crujido de lastras de Machu Picchu. −Oscuro oficio éste de ser santa. Yo tenía una tierra, me despojaron de ella, ahora hay un parque de diversiones: juegos replican la muerte y son la muerte. Algo en la vereda (zanjita, zanja devuélveme el tino, la cara cierta de mi tierra) es sepultura y nacencia. Aguachile que bulle en la quijada. Cacao herido que trae consigo tintineos de piedra. Cárcamo de agua de Tláloc, chacras marítimas de Manantiales. Cabo Polonio en mi memoria. Y la fuente que no deja de abastecer el mate seco, verdoso, que enjuaga la voz de la abuela.



Dijeron que era hija del golpe, de los barrios donde los sones son lentos y carraspean las voces y los toneles de aguardiente se empujan sin trozo de pan; dijeron que era hija del desprecio, de esclavas, de amargas noches de cama entre soldados y cuerpos cobrizos; dijeron que era una mártir –estaban, están equivocados−, luego le dieron algo de espejos y algo de carne de cerdo, algo de nuevos nombres y nuevos apellidos; le enseñaron el uso de la rueda (ya conocía el cero); casi la mata la fiebre. Y de cada golpe ha salido más fuerte. Como el poema, América es una dura cicatriz en el cuerpo.




La Hispaniola. Como si fuera la primera tierra. Que es. Y en ese recuerdo cupieran ya todas las noches de América. Rastro. El ron mantiene a los hombres embrutecidos, me digo. Mi abuela reza con el vaso de vodka junto, orar es mentirse a uno mismo, me dice, pero conforta el alma.Como el destilado de oro falso. Nacimiento. Como cadalso al que se entrega uno con la boca abierta, deseosa de alimento naufrago. Montar la oveja, me digo. Ahora los tenis Ducati, el floro que trae de gracia una hembra ke buena, las cadenas de oro al cuello, la camisa fina, la marca atrapando al cuerpo, gritando proveniencia. América se hunde, y nadie se ha dado cuenta. La otra Américale ha chupado el seso.





Dame un tostado. Una jerga que mantenga las cuerdas vocales de mi lengua. Quiero un trapecio. Flotar en él. Quiero la astucia que da la cafeína. Sumergirse en. La otra tierra. Galones enteros. Miles de litros de sangre. Quiénes eran y quiénes son. Todos situados sobre una cuerda. Precipicio. Desde las ruinas de la lengua una tesitura arrogante. Hay una franja de tierra sin nombre. En el fondo de la taza, me dice una gitana en el Parque Forestal, hay una imagen: hombre que aún recuerda a su hija. Detente, la otra tierra y ese perfil masculino que apenas resulta de las sombras. Serbia era cobijo −Atlántico− hoy es un lago. Idea del lago.




De la tumba una flor. Plástico decolorado, tierra. Grobnica-París. De Europa sembradío nucas cisternas donde guardar vestigios. Neblina y carbón. Heno y draga, flotantes. Antes del roce sargazos, reflujo luminoso de rostros. Toda la familia astillada. Óleo de museo. Cementerio y nicho para ahondar en el nervio. Cauce púrpura, plantación de cuerpos en otros cuerpos. Cauterio. Atravesar el bosque: mucha fe en los labios. Ni el uniforme salva. Allá, en el Golfo de México, secretan zumbantes las aves. Caverna o cardo. Mar gasa, llave al pliegue. La superficie del agua recuerda a los muertos. −Desvanecerse, entre las arrugas de cada pliegue de la madre. Contenga el aire. Pulmón. Respire profundo. ¿Siente dolor? ¿Siente aquí, sí justo aquí? Es el miedo atrapado. Es América atada en cada corva. Astilla, flor recogida en Kalemegdan. Y en cada esquina la imagen de un jardín hecho de voces.


Los platos vacíos. En el fondo, el campo de gravedad es el tono. El azul. No azul sino provincia y rastro, donde hemos dejado −Eleonoraflotante a la mirada. Cielo. La mirada hace la patria. Su país se le ensancha se le gesta se le encima. América no es orquídea ni animal o pariente. Tersa era la voz de la abuela. América deambula entre franjas. Acarrea agua sucia. Retoña entre la mierda. América madre. América padre. Ofrenda algo. Ofrenda algo de cuerpo a la Pachamama. Entra a esta tierra y hazte un orificio en la lengua. Forma y pasaje en el sermón de las piedras. Nudo ciego entre ríos. Cordillera. Tu piel −Atacama & Sonora, es concentración, vueltas en círculo, cartografía y nudos. Siglo.
















ROCÍO CERÓN. AMÉRICA




Rocío Cerón. Poeta mexicana cuya obra dialoga con otros lenguajes artísticos en una apuesta de poesía, acción, video y música creando espacios de transcreación. Su más reciente libro es Diorama (Amargord Ediciones, España, 2013). Obra suya ha sido traducida al inglés, francés, finés, sueco y alemán. Sus acciones poéticas se han presentado en los Institutos Cervantes de Berlín, Londres y Estocolmo, Centro Pompidou, París, Francia; Cabaret Voltaire, Tübingen, Alemania, entre otros. Representó a México en el Poetry Parnassus, el mayor festival de poesía realizado en el Reino Unido, en 2012. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Para leer/ver/escuchar obra de la autora visite: rocioceron.com



América



Se llamaban Krusevac, ahora Cruz. Los edificios transpiraban. Era una isla o un monte cubierto por chozas. Cosa de hombres. Las mujeres guardaban papas, construían el mundo. Cosa de tiento insulso, se pensaba. Paisajes de tonada suave con acordeón de fondo. Astucia. Proa que acumula sal. Toma mi brazo, corta el ligamento: necesito dejar el gusto por el ajvar. Callaron las aves a su paso. Remo. En el fondo, los peces intuían. Algunos fosos guardan familias enteras. Pero ellas son salvas. Todas las lenguas de Europa desaparecieron. Tierra. El dulce de manzana no trae olor a clavo. Cada letra deletrea una estancia. Estas mujeres son mis madres. Desde ese día −América− la piel de mis mejillas es llanura.




Todo exacto, piedra sobre piedra, bajo el estupor. Tengo adherida a la piel −planta del pie−, un nombre preciso, una esquirla dentada (aguijón o filo o tenso nudo), cristal a la uretra. Guardo una voz que es sombra, carta y anunciación: América se hunde. Hay una montaña o casa frente al mar que esconde un secreto. Manto, el desierto es manto. Se escucha una bestia colmada de fraguas: negros y blancos inventando heredad. Tengo en las manos un país del que he sido arrojada. Cinco millones de emigrantes caben en la cuenca de una sangre común. América es una madre que mata.

Herrumbre. Contener el puño. La gravedad de las últimas hojas y la nieve. Escucha el resoplido insular. Tan lejos y cercano. El mar brilla para todos pero cerca del carbón sólo resta el miedo. Defendernos de. Acentos sonoros recuerdan a Siberia. Crudo, el frío. Pero en Siberia nunca llega el otoño. Aquí −casi temblando− hay que ir codo con codo. Aquel jardín o muro o tierra nueva. Hacer la América. Herrumbre: desde Portobelo y hasta la Patagonia. Acero sin distinciones. A ojo se hace el tiento. El polvo ensombrece las extensiones de tierra. Lentitud entre los pasajeros: pegar el oído al subte, algo se inflama. Algo ya marca el cuerpo.




América es un desierto sonoro. Cazuela de ave levanta muertos, ají de gallina abre sosiego o trucha arcoíris empina rubias. Oscuras nubes modulan temperamentos de valle y bufeo. Crujido de lastras de Machu Picchu. −Oscuro oficio éste de ser santa. Yo tenía una tierra, me despojaron de ella, ahora hay un parque de diversiones: juegos replican la muerte y son la muerte. Algo en la vereda (zanjita, zanja devuélveme el tino, la cara cierta de mi tierra) es sepultura y nacencia. Aguachile que bulle en la quijada. Cacao herido que trae consigo tintineos de piedra. Cárcamo de agua de Tláloc, chacras marítimas de Manantiales. Cabo Polonio en mi memoria. Y la fuente que no deja de abastecer el mate seco, verdoso, que enjuaga la voz de la abuela.



Dijeron que era hija del golpe, de los barrios donde los sones son lentos y carraspean las voces y los toneles de aguardiente se empujan sin trozo de pan; dijeron que era hija del desprecio, de esclavas, de amargas noches de cama entre soldados y cuerpos cobrizos; dijeron que era una mártir –estaban, están equivocados−, luego le dieron algo de espejos y algo de carne de cerdo, algo de nuevos nombres y nuevos apellidos; le enseñaron el uso de la rueda (ya conocía el cero); casi la mata la fiebre. Y de cada golpe ha salido más fuerte. Como el poema, América es una dura cicatriz en el cuerpo.




La Hispaniola. Como si fuera la primera tierra. Que es. Y en ese recuerdo cupieran ya todas las noches de América. Rastro. El ron mantiene a los hombres embrutecidos, me digo. Mi abuela reza con el vaso de vodka junto, orar es mentirse a uno mismo, me dice, pero conforta el alma. Como el destilado de oro falso. Nacimiento. Como cadalso al que se entrega uno con la boca abierta, deseosa de alimento naufrago. Montar la oveja, me digo. Ahora los tenis Ducati, el floro que trae de gracia una hembra ke buena, las cadenas de oro al cuello, la camisa fina, la marca atrapando al cuerpo, gritando proveniencia. América se hunde, y nadie se ha dado cuenta. La otra América le ha chupado el seso.





Dame un tostado. Una jerga que mantenga las cuerdas vocales de mi lengua. Quiero un trapecio. Flotar en él. Quiero la astucia que da la cafeína. Sumergirse en. La otra tierra. Galones enteros. Miles de litros de sangre. Quiénes eran y quiénes son. Todos situados sobre una cuerda. Precipicio. Desde las ruinas de la lengua una tesitura arrogante. Hay una franja de tierra sin nombre. En el fondo de la taza, me dice una gitana en el Parque Forestal, hay una imagen: hombre que aún recuerda a su hija. Detente, la otra tierra y ese perfil masculino que apenas resulta de las sombras. Serbia era cobijo −Atlántico− hoy es un lago. Idea del lago.




De la tumba una flor. Plástico decolorado, tierra. Grobnica-París. De Europa sembradío nucas cisternas donde guardar vestigios. Neblina y carbón. Heno y draga, flotantes. Antes del roce sargazos, reflujo luminoso de rostros. Toda la familia astillada. Óleo de museo. Cementerio y nicho para ahondar en el nervio. Cauce púrpura, plantación de cuerpos en otros cuerpos. Cauterio. Atravesar el bosque: mucha fe en los labios. Ni el uniforme salva. Allá, en el Golfo de México, secretan zumbantes las aves. Caverna o cardo. Mar gasa, llave al pliegue. La superficie del agua recuerda a los muertos. −Desvanecerse, entre las arrugas de cada pliegue de la madre. Contenga el aire. Pulmón. Respire profundo. ¿Siente dolor? ¿Siente aquí, sí justo aquí? Es el miedo atrapado. Es América atada en cada corva. Astilla, flor recogida en Kalemegdan. Y en cada esquina la imagen de un jardín hecho de voces.


Los platos vacíos. En el fondo, el campo de gravedad es el tono. El azul. No azul sino provincia y rastro, donde hemos dejado −Eleonor a flotante a la mirada. Cielo. La mirada hace la patria. Su país se le ensancha se le gesta se le encima. América no es orquídea ni animal o pariente. Tersa era la voz de la abuela. América deambula entre franjas. Acarrea agua sucia. Retoña entre la mierda. América madre. América padre. Ofrenda algo. Ofrenda algo de cuerpo a la Pachamama. Entra a esta tierra y hazte un orificio en la lengua. Forma y pasaje en el sermón de las piedras. Nudo ciego entre ríos. Cordillera. Tu piel −Atacama & Sonora, es concentración, vueltas en círculo, cartografía y nudos. Siglo.
















ROCÍO CERÓN. AMÉRICA



Rocío Cerón. Poeta mexicana cuya obra dialoga con otros lenguajes artísticos en una apuesta de poesía, acción, video y música creando espacios de transcreación. Su más reciente libro es Diorama (Amargord Ediciones, España, 2013). Obra suya ha sido traducida al inglés, francés, finés, sueco y alemán. Sus acciones poéticas se han presentado en los Institutos Cervantes de Berlín, Londres y Estocolmo, Centro Pompidou, París, Francia; Cabaret Voltaire, Tübingen, Alemania, entre otros. Representó a México en el Poetry Parnassus, el mayor festival de poesía realizado en el Reino Unido, en 2012. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Para leer/ver/escuchar obra de la autora visite: rocioceron.com



América



Se llamaban Krusevac, ahora Cruz. Los edificios transpiraban. Era una isla o un monte cubierto por chozas. Cosa de hombres. Las mujeres guardaban papas, construían el mundo. Cosa de tiento insulso, se pensaba. Paisajes de tonada suave con acordeón de fondo. Astucia. Proa que acumula sal. Toma mi brazo, corta el ligamento: necesito dejar el gusto por el ajvar. Callaron las aves a su paso. Remo. En el fondo, los peces intuían. Algunos fosos guardan familias enteras. Pero ellas son salvas. Todas las lenguas de Europa desaparecieron. Tierra. El dulce de manzana no trae olor a clavo. Cada letra deletrea una estancia. Estas mujeres son mis madres. Desde ese día −América− la piel de mis mejillas es llanura.




Todo exacto, piedra sobre piedra, bajo el estupor. Tengo adherida a la piel −planta del pie−, un nombre preciso, una esquirla dentada (aguijón o filo o tenso nudo), cristal a la uretra. Guardo una voz que es sombra, carta y anunciación: América se hunde. Hay una montaña o casa frente al mar que esconde un secreto. Manto, el desierto es manto. Se escucha una bestia colmada de fraguas: negros y blancos inventando heredad. Tengo en las manos un país del que he sido arrojada. Cinco millones de emigrantes caben en la cuenca de una sangre común. América es una madre que mata.

Herrumbre. Contener el puño. La gravedad de las últimas hojas y la nieve. Escucha el resoplido insular. Tan lejos y cercano. El mar brilla para todos pero cerca del carbón sólo resta el miedo. Defendernos de. Acentos sonoros recuerdan a Siberia. Crudo, el frío. Pero en Siberia nunca llega el otoño. Aquí −casi temblando− hay que ir codo con codo. Aquel jardín o muro o tierra nueva. Hacer la América. Herrumbre: desde Portobelo y hasta la Patagonia. Acero sin distinciones. A ojo se hace el tiento. El polvo ensombrece las extensiones de tierra. Lentitud entre los pasajeros: pegar el oído al subte, algo se inflama. Algo ya marca el cuerpo.




América es un desierto sonoro. Cazuela de ave levanta muertos, ají de gallina abre sosiego o trucha arcoíris empina rubias. Oscuras nubes modulan temperamentos de valle y bufeo. Crujido de lastras de Machu Picchu. −Oscuro oficio éste de ser santa. Yo tenía una tierra, me despojaron de ella, ahora hay un parque de diversiones: juegos replican la muerte y son la muerte. Algo en la vereda (zanjita, zanja devuélveme el tino, la cara cierta de mi tierra) es sepultura y nacencia. Aguachile que bulle en la quijada. Cacao herido que trae consigo tintineos de piedra. Cárcamo de agua de Tláloc, chacras marítimas de Manantiales. Cabo Polonio en mi memoria. Y la fuente que no deja de abastecer el mate seco, verdoso, que enjuaga la voz de la abuela.



Dijeron que era hija del golpe, de los barrios donde los sones son lentos y carraspean las voces y los toneles de aguardiente se empujan sin trozo de pan; dijeron que era hija del desprecio, de esclavas, de amargas noches de cama entre soldados y cuerpos cobrizos; dijeron que era una mártir –estaban, están equivocados−, luego le dieron algo de espejos y algo de carne de cerdo, algo de nuevos nombres y nuevos apellidos; le enseñaron el uso de la rueda (ya conocía el cero); casi la mata la fiebre. Y de cada golpe ha salido más fuerte. Como el poema, América es una dura cicatriz en el cuerpo.




La Hispaniola. Como si fuera la primera tierra. Que es. Y en ese recuerdo cupieran ya todas las noches de América. Rastro. El ron mantiene a los hombres embrutecidos, me digo. Mi abuela reza con el vaso de vodka junto, orar es mentirse a uno mismo, me dice, pero conforta el alma.Como el destilado de oro falso. Nacimiento. Como cadalso al que se entrega uno con la boca abierta, deseosa de alimento naufrago. Montar la oveja, me digo. Ahora los tenis Ducati, el floro que trae de gracia una hembra ke buena, las cadenas de oro al cuello, la camisa fina, la marca atrapando al cuerpo, gritando proveniencia. América se hunde, y nadie se ha dado cuenta. La otra Américale ha chupado el seso.





Dame un tostado. Una jerga que mantenga las cuerdas vocales de mi lengua. Quiero un trapecio. Flotar en él. Quiero la astucia que da la cafeína. Sumergirse en. La otra tierra. Galones enteros. Miles de litros de sangre. Quiénes eran y quiénes son. Todos situados sobre una cuerda. Precipicio. Desde las ruinas de la lengua una tesitura arrogante. Hay una franja de tierra sin nombre. En el fondo de la taza, me dice una gitana en el Parque Forestal, hay una imagen: hombre que aún recuerda a su hija. Detente, la otra tierra y ese perfil masculino que apenas resulta de las sombras. Serbia era cobijo −Atlántico− hoy es un lago. Idea del lago.




De la tumba una flor. Plástico decolorado, tierra. Grobnica-París. De Europa sembradío nucas cisternas donde guardar vestigios. Neblina y carbón. Heno y draga, flotantes. Antes del roce sargazos, reflujo luminoso de rostros. Toda la familia astillada. Óleo de museo. Cementerio y nicho para ahondar en el nervio. Cauce púrpura, plantación de cuerpos en otros cuerpos. Cauterio. Atravesar el bosque: mucha fe en los labios. Ni el uniforme salva. Allá, en el Golfo de México, secretan zumbantes las aves. Caverna o cardo. Mar gasa, llave al pliegue. La superficie del agua recuerda a los muertos. −Desvanecerse, entre las arrugas de cada pliegue de la madre. Contenga el aire. Pulmón. Respire profundo. ¿Siente dolor? ¿Siente aquí, sí justo aquí? Es el miedo atrapado. Es América atada en cada corva. Astilla, flor recogida en Kalemegdan. Y en cada esquina la imagen de un jardín hecho de voces.


Los platos vacíos. En el fondo, el campo de gravedad es el tono. El azul. No azul sino provincia y rastro, donde hemos dejado −Eleonoraflotante a la mirada. Cielo. La mirada hace la patria. Su país se le ensancha se le gesta se le encima. América no es orquídea ni animal o pariente. Tersa era la voz de la abuela. América deambula entre franjas. Acarrea agua sucia. Retoña entre la mierda. América madre. América padre. Ofrenda algo. Ofrenda algo de cuerpo a la Pachamama. Entra a esta tierra y hazte un orificio en la lengua. Forma y pasaje en el sermón de las piedras. Nudo ciego entre ríos. Cordillera. Tu piel −Atacama & Sonora, es concentración, vueltas en círculo, cartografía y nudos. Siglo.
















ROCÍO CERÓN. AMÉRICA



Rocío Cerón. Poeta mexicana cuya obra dialoga con otros lenguajes artísticos en una apuesta de poesía, acción, video y música creando espacios de transcreación. Su más reciente libro es Diorama (Amargord Ediciones, España, 2013). Obra suya ha sido traducida al inglés, francés, finés, sueco y alemán. Sus acciones poéticas se han presentado en los Institutos Cervantes de Berlín, Londres y Estocolmo, Centro Pompidou, París, Francia; Cabaret Voltaire, Tübingen, Alemania, entre otros. Representó a México en el Poetry Parnassus, el mayor festival de poesía realizado en el Reino Unido, en 2012. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Para leer/ver/escuchar obra de la autora visite: rocioceron.com



América



Se llamaban Krusevac, ahora Cruz. Los edificios transpiraban. Era una isla o un monte cubierto por chozas. Cosa de hombres. Las mujeres guardaban papas, construían el mundo. Cosa de tiento insulso, se pensaba. Paisajes de tonada suave con acordeón de fondo. Astucia. Proa que acumula sal. Toma mi brazo, corta el ligamento: necesito dejar el gusto por el ajvar. Callaron las aves a su paso. Remo. En el fondo, los peces intuían. Algunos fosos guardan familias enteras. Pero ellas son salvas. Todas las lenguas de Europa desaparecieron. Tierra. El dulce de manzana no trae olor a clavo. Cada letra deletrea una estancia. Estas mujeres son mis madres. Desde ese día −América− la piel de mis mejillas es llanura.




Todo exacto, piedra sobre piedra, bajo el estupor. Tengo adherida a la piel −planta del pie−, un nombre preciso, una esquirla dentada (aguijón o filo o tenso nudo), cristal a la uretra. Guardo una voz que es sombra, carta y anunciación: América se hunde. Hay una montaña o casa frente al mar que esconde un secreto. Manto, el desierto es manto. Se escucha una bestia colmada de fraguas: negros y blancos inventando heredad. Tengo en las manos un país del que he sido arrojada. Cinco millones de emigrantes caben en la cuenca de una sangre común. América es una madre que mata.

Herrumbre. Contener el puño. La gravedad de las últimas hojas y la nieve. Escucha el resoplido insular. Tan lejos y cercano. El mar brilla para todos pero cerca del carbón sólo resta el miedo. Defendernos de. Acentos sonoros recuerdan a Siberia. Crudo, el frío. Pero en Siberia nunca llega el otoño. Aquí −casi temblando− hay que ir codo con codo. Aquel jardín o muro o tierra nueva. Hacer la América. Herrumbre: desde Portobelo y hasta la Patagonia. Acero sin distinciones. A ojo se hace el tiento. El polvo ensombrece las extensiones de tierra. Lentitud entre los pasajeros: pegar el oído al subte, algo se inflama. Algo ya marca el cuerpo.




América es un desierto sonoro. Cazuela de ave levanta muertos, ají de gallina abre sosiego o trucha arcoíris empina rubias. Oscuras nubes modulan temperamentos de valle y bufeo. Crujido de lastras de Machu Picchu. −Oscuro oficio éste de ser santa. Yo tenía una tierra, me despojaron de ella, ahora hay un parque de diversiones: juegos replican la muerte y son la muerte. Algo en la vereda (zanjita, zanja devuélveme el tino, la cara cierta de mi tierra) es sepultura y nacencia. Aguachile que bulle en la quijada. Cacao herido que trae consigo tintineos de piedra. Cárcamo de agua de Tláloc, chacras marítimas de Manantiales. Cabo Polonio en mi memoria. Y la fuente que no deja de abastecer el mate seco, verdoso, que enjuaga la voz de la abuela.



Dijeron que era hija del golpe, de los barrios donde los sones son lentos y carraspean las voces y los toneles de aguardiente se empujan sin trozo de pan; dijeron que era hija del desprecio, de esclavas, de amargas noches de cama entre soldados y cuerpos cobrizos; dijeron que era una mártir –estaban, están equivocados−, luego le dieron algo de espejos y algo de carne de cerdo, algo de nuevos nombres y nuevos apellidos; le enseñaron el uso de la rueda (ya conocía el cero); casi la mata la fiebre. Y de cada golpe ha salido más fuerte. Como el poema, América es una dura cicatriz en el cuerpo.




La Hispaniola. Como si fuera la primera tierra. Que es. Y en ese recuerdo cupieran ya todas las noches de América. Rastro. El ron mantiene a los hombres embrutecidos, me digo. Mi abuela reza con el vaso de vodka junto, orar es mentirse a uno mismo, me dice, pero conforta el alma.Como el destilado de oro falso. Nacimiento. Como cadalso al que se entrega uno con la boca abierta, deseosa de alimento naufrago. Montar la oveja, me digo. Ahora los tenis Ducati, el floro que trae de gracia una hembra ke buena, las cadenas de oro al cuello, la camisa fina, la marca atrapando al cuerpo, gritando proveniencia. América se hunde, y nadie se ha dado cuenta. La otra Américale ha chupado el seso.





Dame un tostado. Una jerga que mantenga las cuerdas vocales de mi lengua. Quiero un trapecio. Flotar en él. Quiero la astucia que da la cafeína. Sumergirse en. La otra tierra. Galones enteros. Miles de litros de sangre. Quiénes eran y quiénes son. Todos situados sobre una cuerda. Precipicio. Desde las ruinas de la lengua una tesitura arrogante. Hay una franja de tierra sin nombre. En el fondo de la taza, me dice una gitana en el Parque Forestal, hay una imagen: hombre que aún recuerda a su hija. Detente, la otra tierra y ese perfil masculino que apenas resulta de las sombras. Serbia era cobijo −Atlántico− hoy es un lago. Idea del lago.




De la tumba una flor. Plástico decolorado, tierra. Grobnica-París. De Europa sembradío nucas cisternas donde guardar vestigios. Neblina y carbón. Heno y draga, flotantes. Antes del roce sargazos, reflujo luminoso de rostros. Toda la familia astillada. Óleo de museo. Cementerio y nicho para ahondar en el nervio. Cauce púrpura, plantación de cuerpos en otros cuerpos. Cauterio. Atravesar el bosque: mucha fe en los labios. Ni el uniforme salva. Allá, en el Golfo de México, secretan zumbantes las aves. Caverna o cardo. Mar gasa, llave al pliegue. La superficie del agua recuerda a los muertos. −Desvanecerse, entre las arrugas de cada pliegue de la madre. Contenga el aire. Pulmón. Respire profundo. ¿Siente dolor? ¿Siente aquí, sí justo aquí? Es el miedo atrapado. Es América atada en cada corva. Astilla, flor recogida en Kalemegdan. Y en cada esquina la imagen de un jardín hecho de voces.


Los platos vacíos. En el fondo, el campo de gravedad es el tono. El azul. No azul sino provincia y rastro, donde hemos dejado −Eleonoraflotante a la mirada. Cielo. La mirada hace la patria. Su país se le ensancha se le gesta se le encima. América no es orquídea ni animal o pariente. Tersa era la voz de la abuela. América deambula entre franjas. Acarrea agua sucia. Retoña entre la mierda. América madre. América padre. Ofrenda algo. Ofrenda algo de cuerpo a la Pachamama. Entra a esta tierra y hazte un orificio en la lengua. Forma y pasaje en el sermón de las piedras. Nudo ciego entre ríos. Cordillera. Tu piel −Atacama & Sonora, es concentración, vueltas en círculo, cartografía y nudos. Siglo.
















ACERCANDO ORILLAS. ANTONIO DUQUE LARA

ACERCANDO ORILLAS Antonio Duque Lara



La antología “Más allá del sur” es una gran antología poética, en la que cada poeta ha aportado lo mejor o por lo menos lo que creía oportuno en el momento actual.
Todos los poemas son grandes, pero inevitablemente, unos llegan al alma más que otros. Llegan al alma o te la despiertan, por lo que dicen; no son palabras del poeta, sino sangre de tu sangre, dormida durante tiempo hasta que ha venido el poema a burbujear de nuevo en su esencia.
“La otra orilla”, página 132. Poema de María Ángeles Lonardi. Un poema dedicado a la emigración. María Ángeles es argentina y lleva ya tiempo en España, en Almería.
No voy a preguntar por qué la autora emigró. En última instancia, intentaré deducirlo del propio poema y especialmente me lo aplicaré a mi mismo, porque al fin y a la postre, yo también soy emigrante.
En una entrevista que me realizó Fernando Hiriart Tirone, escritor y periodista argentino asentado en Japón, para una televisión que transmite por internet, yo le decía que si se identificaba al emigrante con la persona que trabaja en la fábrica, de origen iberoamericano, nunca me ha gustado la palabra latino.
Nunca me había considerado emigrante. Eran miles y miles los que había en los años 1980-90 en Japón. Pero, bien pensado, yo también soy un emigrante.
Se es emigrante por muchas razones. Una de ellas, quizás la más dramática, es la que está ocurriendo en oriente medio, desde Siria hacia Europa, o desde África hacia Europa.
Huir de la guerra, de una muerte segura buscando un poco de tranquilidad, una nueva vida!
Otra puede ser esa expulsión que hace ese ente abstracto llamado Patria que, como dice Luis Cernuda: “Te chupa el sudor, la sangre, el semen, para condenarte al destierro y al olvido”. Salir a buscar mejores horizontes porque tu patria no te da de comer. Ese fue mi caso. “Jóvenes de los 2000, ustedes no son los únicos”.
Afortunadamente, nunca he creído en Jauja, ni que en ningún lugar aten los perros con longaniza.
Desde el principio me acogieron en una escuela para dar clases de español y cultura. Pero hubo que responder. A partir de ahí unos y otros debieron ver que lo hacía bien y me fueron llamando para dar clases en universidades.
Hubo que luchar a brazo partido y demostrar la valía. En Japón las universidades contratan al profesor japonés para enseñar gramática, al profesor nativo para la conversación. Siempre he sido un comodín. Puedo hacer ambos trabajos. Y tiene tela marinera explicar gramática española en japonés.
Así, como el que no quiere la cosa han pasado 35 años. La mayoría de los alumnos no habían nacido aún cuando empecé.
Curiosidad, a veces los más jóvenes me consultan si alguna frase en japonés es correcta o no.
¿Por qué salí de España? Arriba hablaba de la cuestión de la emigración económica. Siendo cierto descubrí que en lo más profundo del alma había algo más: La misión de divulgar una cultura que merece la pena. Gracias a los cientos y cientos de hispano hablantes en este país, en todo este tiempo, ha cambiado mucho la imagen negativa que había sobre el mundo hispano. No es tan vago como muchas veces pensaban los nipones, ni los japoneses son tan trabajadores y serios como se pintan. Ha habido que luchar con prejuicios, a veces algo más duro que las horas de trabajo o de desplazamiento.



Como dice Mariángeles en su poema:
Más allá de la otra orilla me he dejado mis mejores sueños”. En última instancia yo diría que me traje mis sueños y esta tierra me ha permitido realizar algunos.
Más allá del horizonte, donde se desvanecen las fronteras, me he dejado la nostalgia, también la melancolía”.
En Japón, el japonés habla siempre de “natsukashi”, de algo que se fue, que recuerda tiempos mejores y, sin querer tal vez, han querido insuflar en mi la nostalgia, la melancolía. Afortunadamente casi nunca lo he sentido. La nostalgia y la melancolía son enfermedades del alma que conectan con el suicidio. Tal vez por eso en Japón se llevan más de 20 años seguidos con más de 30 mil suicidios anuales. En última instancia el vino simbólico, el vino, la vida, su raiz, ha venido clavada en el alma y ha echado raices aquí. Todo lo bueno o menos bueno se lleva dentro del alma. Lo material, ahora, a pesar de las distancias, es más fácil obtenerlo. No tener deseos especiales es una ventaja.
... y he venido a dejarme la piel, a luchar contigo en cada intento...”
Dejarse la piel, en algunos momentos casi literal. Hoy, en las circunstancias actuales, los martes salgo de casa a las 7 de la mañana y vuelvo a las 11de la noche. Hay que ir al quinto pino a trabajar. Las distancias roban más tiempo y fuerzas que el propio trabajo.
.... a luchar contigo en cada intento....” ¿Qué significa luchar contigo? ¿Luchar junto a tí? ¿Entonces la protagonista del poema habla de un amor junto al que se lucha por la vida? Al principio, para mí ni eso. Lo que hizo que la lucha interior fuera aún más difícil. Incomunicación por incomprensión del idioma, por la lucha contra los tópicos. Los primeros poemas de mi estancia aquí revelan soledad y dolor.
Porque me han golpeado a ambos lados del destino y sin tiempo para caer de rodillas y llorar lo perdido usando muy bien lo que he aprendido ayer estoy construyendo despacio, a este lado del mundo, como el hornero, mi nuevo nido”
Sin rebajar el valor de la opinión de los que nunca han emigrado, tal vez estos versos sólo los migrantes puedan entenderlos, desde la raíz del tiempo y de la sangre.
Aunque se sea bien recibido, adaptar una planta a una tierra diferente no es nada fácil. Hay que saber mantenerse frente a si mismo y frente al mundo, que la savia de la nueva tierra te invada pero que no elimine la savia esencial. Si se consigue la persona logra ser doblemente sabia, más grande en los límites del cuerpo.
Yo no me puse límite de tiempo, pero siempre he tenido claro que las circunstancias sociales pueden cambiar y lo que hoy es blanco, mañana puede ser negro y estar de patitas en la calle. Hoy en día puedo decir que tengo dos troncos afirmados en las dos orillas, el emigrante siempre habla de las dos orillas. Mi primer libro de poemas se titulaba 44 poemas desde la otra orilla, como subtítulo en japonés Poemas sin fronteras, pero en ambas orillas soy ajeno, así que, la afirmación definitiva no es la tierra, ni el lugar de nacimiento, la patria es el yo esencial.
Si ese yo es de casta dará buenos resultados, si no, acabará derrumbándose como un castillo de arena.
Gracias Mª Ángeles por recordarme tan hermosamente lo que ha sido más de media vida. Somos de la raza que supera las fronteras para integrarnos en la corriente del universo. Somos de la raza que proclamaba Juan Ramón Jiménez: Andaluces-Hispanos de tres mundos, todo rematado en ese hermoso final del Himno de Andalucía:

Por Andalucía libre, España y la Humanidad.

Antonio Duque Lara,
Primavera de 2017.
Kokubunji,
Tokyo, Japón




PERFIL: ANTONIO DUQUE LARA
Lugar de nacimiento: Córdoba, España. (25 septiembre 1956)
Estudios:
Junio 1976: Graduado en Filosofía y Letras, Universidad de Córdoba.
Junio 1979: Licenciado en Filosofía y Letras, Sección Lingüística Románica
por la Universidad de Granada.
EN JAPÓN:
Enero 1982, llegada a Japón.
Febrero 1982-1984 estudios de japonés en Sendagaya Japanese Institute.
Febrero 1982 : Profesor de español y francés en Tozai Bunka Centre, hasta el
día de hoy.
Abril 1986-2010 Profesor de español en Universidad Municipal de Yokohama.
Abril 1987-2005 Profesor de español en Universidad Nacional de Fukushima.
Abril 1998---- Profesor de español en U. Economía de Tokyo. TKU.
Abril 2000---- Profesor de español en Escuela Idiomas de Keiogijuku.
Abril 2006--- Profesor de español en Keiogijuku Universidad.
Publicaciones: Ediciones privadas de libros de poemas: 44 poemas desde la otra orilla,
Palabritas de Amor, Poemillas y variantes, Serie: Fotopoemas.
Publicaciones variadas en revistas, periodicos, revistas universidad, internet .
Traducciones publicadas: Satoru Oshima.- Cristóbal, déjame que te cuente, serie Cartas de España y otros.
Traducciones no publicadas: Miyazawa Kenji:- Tren Nocturno de la Vía Láctea.

Tanizaki Junichiro: Elogio de la sombra etc.