PUERTA DE PURCHENA. IDEAL 03/08/2016. Pilar Quirosa-Cheyrouze



PUERTA PURCHENA. IDEAL. 3/8/16. Pilar Quirosa-Cheyrouze

40 AÑOS DESPUÉS

Pasan los años. El tiempo se escurre entre los dedos, asfixiado por las manecillas del reloj. Y en muchos órdenes de la vida, hoy como ayer, continúa existiendo el desencanto.
Han pasado los años. Y nosotros, en clave nerudiana, tampoco somos los mismos. No, definitivamente aquellos tiempos son irrepetibles. Como ‘aquellas pequeñas cosas’ a las que cantaba con tanto acierto Joan Manuel Serrat, atrincheradas en un baúl donde se guardaban los tesoros más preciados de la adolescencia, como aquella caja de minerales y conchas recogidas en la playa. Tiempos de insignias, banderines, cromos y fotografías. Tiempos de esperanza.
Un paisaje que hubiéramos querido cambiar, caminando hacia el futuro. Lejos del que tuvimos que vivir en aquellos días, tras la muerte de Javier Verdejo, en la madrugada del 13 al 14 de agosto de 1976 en la playa de San Miguel, un suceso grabado a fuego. Hoy, 40 años después. Pan, trabajo y libertad, pedía Javier. ‘Pan que a todos nos llegue, trabajo que no nos falte, libertad de respirar’, cantaba poco después el grupo Aguaviva, como homenaje. Un deseo truncado por el disparo de un guardia civil. La pintada del amigo quedó escrita, sin terminar, en aquel muro, testigo de sus últimos minutos de vida. PAN´T “Caminas lentamente, muy lentamente. Es de noche. El ruido sordo del mar es tu compañero. Allá en el horizonte todo es negro, Todo. ¿No lo ves? Sí, lo ves. Puedes verlo. Ahora puedes verlo”, aquellos versos que escribí, dedicados a su memoria. Memorial de sombras, aquel paisaje oscuro, la España negra. La visión de una playa que ya nunca fue la misma. Una visión triste, desolada. La muerte a dos pasos, un blanco y negro cruel y desgarrador, oscuro temblor de tristeza.
Recuerdo aquellos días en que soñábamos con un cambio posible y deseable, junto a la bandera que portaban los integrantes de la Joven Guardia Roja. Nos impresionaba y mucho las ilusiones que tenía Javier. Queríamos que el mundo cambiase, que llegase un poco de luz ante las sombras de la carestía, tantas cosas que él reivindicaba para mejorar una sociedad gris. Un lugar donde abrir un espacio renovado. Un futuro, porque entonces sí existía la fe en el mañana. Éramos jóvenes. Jóvenes para vivir, para vislumbrar un camino, aún no contraprogramado por la aparición de otras realidades. Era una vida, una senda en construcción. Un refugio para todo aquel que quería seguir el curso de la transición democrática. La vida de Javier estaba inmersa en la planificación de un horizonte, la memoria llena de atardeceres para alcanzar la igualdad y la libertad. Esa mirada especial, idealizada si se quiere, ese talante constructivo donde perviven los sueños. El azar segó su vida y la terrible realidad nos llegó en forma de llamada telefónica –entonces no había móviles-, a primera hora del día. Tristeza e incredulidad. El paisaje se convirtió en cristal roto tras el disparo. De alguna forma, aquel aciago día algo cambió para siempre. No así la esperanza. Sabíamos que nadie nos la podía arrebatar.


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40 AÑOS DESPUÉS

Pasan los años. El tiempo se escurre entre los dedos, asfixiado por las manecillas del reloj. Y en muchos órdenes de la vida, hoy como ayer, continúa existiendo el desencanto.
Han pasado los años. Y nosotros, en clave nerudiana, tampoco somos los mismos. No, definitivamente aquellos tiempos son irrepetibles. Como ‘aquellas pequeñas cosas’ a las que cantaba con tanto acierto Joan Manuel Serrat, atrincheradas en un baúl donde se guardaban los tesoros más preciados de la adolescencia, como aquella caja de minerales y conchas recogidas en la playa. Tiempos de insignias, banderines, cromos y fotografías. Tiempos de esperanza.
Un paisaje que hubiéramos querido cambiar, caminando hacia el futuro. Lejos del que tuvimos que vivir en aquellos días, tras la muerte de Javier Verdejo, en la madrugada del 13 al 14 de agosto de 1976 en la playa de San Miguel, un suceso grabado a fuego. Hoy, 40 años después. Pan, trabajo y libertad, pedía Javier. ‘Pan que a todos nos llegue, trabajo que no nos falte, libertad de respirar’, cantaba poco después el grupo Aguaviva, como homenaje. Un deseo truncado por el disparo de un guardia civil. La pintada del amigo quedó escrita, sin terminar, en aquel muro, testigo de sus últimos minutos de vida. PAN´T “Caminas lentamente, muy lentamente. Es de noche. El ruido sordo del mar es tu compañero. Allá en el horizonte todo es negro, Todo. ¿No lo ves? Sí, lo ves. Puedes verlo. Ahora puedes verlo”, aquellos versos que escribí, dedicados a su memoria. Memorial de sombras, aquel paisaje oscuro, la España negra. La visión de una playa que ya nunca fue la misma. Una visión triste, desolada. La muerte a dos pasos, un blanco y negro cruel y desgarrador, oscuro temblor de tristeza.
Recuerdo aquellos días en que soñábamos con un cambio posible y deseable, junto a la bandera que portaban los integrantes de la Joven Guardia Roja. Nos impresionaba y mucho las ilusiones que tenía Javier. Queríamos que el mundo cambiase, que llegase un poco de luz ante las sombras de la carestía, tantas cosas que él reivindicaba para mejorar una sociedad gris. Un lugar donde abrir un espacio renovado. Un futuro, porque entonces sí existía la fe en el mañana. Éramos jóvenes. Jóvenes para vivir, para vislumbrar un camino, aún no contraprogramado por la aparición de otras realidades. Era una vida, una senda en construcción. Un refugio para todo aquel que quería seguir el curso de la transición democrática. La vida de Javier estaba inmersa en la planificación de un horizonte, la memoria llena de atardeceres para alcanzar la igualdad y la libertad. Esa mirada especial, idealizada si se quiere, ese talante constructivo donde perviven los sueños. El azar segó su vida y la terrible realidad nos llegó en forma de llamada telefónica –entonces no había móviles-, a primera hora del día. Tristeza e incredulidad. El paisaje se convirtió en cristal roto tras el disparo. De alguna forma, aquel aciago día algo cambió para siempre. No así la esperanza. Sabíamos que nadie nos la podía arrebatar.


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40 AÑOS DESPUÉS

Pasan los años. El tiempo se escurre entre los dedos, asfixiado por las manecillas del reloj. Y en muchos órdenes de la vida, hoy como ayer, continúa existiendo el desencanto.
Han pasado los años. Y nosotros, en clave nerudiana, tampoco somos los mismos. No, definitivamente aquellos tiempos son irrepetibles. Como ‘aquellas pequeñas cosas’ a las que cantaba con tanto acierto Joan Manuel Serrat, atrincheradas en un baúl donde se guardaban los tesoros más preciados de la adolescencia, como aquella caja de minerales y conchas recogidas en la playa. Tiempos de insignias, banderines, cromos y fotografías. Tiempos de esperanza.
Un paisaje que hubiéramos querido cambiar, caminando hacia el futuro. Lejos del que tuvimos que vivir en aquellos días, tras la muerte de Javier Verdejo, en la madrugada del 13 al 14 de agosto de 1976 en la playa de San Miguel, un suceso grabado a fuego. Hoy, 40 años después. Pan, trabajo y libertad, pedía Javier. ‘Pan que a todos nos llegue, trabajo que no nos falte, libertad de respirar’, cantaba poco después el grupo Aguaviva, como homenaje. Un deseo truncado por el disparo de un guardia civil. La pintada del amigo quedó escrita, sin terminar, en aquel muro, testigo de sus últimos minutos de vida. PAN´T “Caminas lentamente, muy lentamente. Es de noche. El ruido sordo del mar es tu compañero. Allá en el horizonte todo es negro, Todo. ¿No lo ves? Sí, lo ves. Puedes verlo. Ahora puedes verlo”, aquellos versos que escribí, dedicados a su memoria. Memorial de sombras, aquel paisaje oscuro, la España negra. La visión de una playa que ya nunca fue la misma. Una visión triste, desolada. La muerte a dos pasos, un blanco y negro cruel y desgarrador, oscuro temblor de tristeza.
Recuerdo aquellos días en que soñábamos con un cambio posible y deseable, junto a la bandera que portaban los integrantes de la Joven Guardia Roja. Nos impresionaba y mucho las ilusiones que tenía Javier. Queríamos que el mundo cambiase, que llegase un poco de luz ante las sombras de la carestía, tantas cosas que él reivindicaba para mejorar una sociedad gris. Un lugar donde abrir un espacio renovado. Un futuro, porque entonces sí existía la fe en el mañana. Éramos jóvenes. Jóvenes para vivir, para vislumbrar un camino, aún no contraprogramado por la aparición de otras realidades. Era una vida, una senda en construcción. Un refugio para todo aquel que quería seguir el curso de la transición democrática. La vida de Javier estaba inmersa en la planificación de un horizonte, la memoria llena de atardeceres para alcanzar la igualdad y la libertad. Esa mirada especial, idealizada si se quiere, ese talante constructivo donde perviven los sueños. El azar segó su vida y la terrible realidad nos llegó en forma de llamada telefónica –entonces no había móviles-, a primera hora del día. Tristeza e incredulidad. El paisaje se convirtió en cristal roto tras el disparo. De alguna forma, aquel aciago día algo cambió para siempre. No así la esperanza. Sabíamos que nadie nos la podía arrebatar.


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40 AÑOS DESPUÉS

Pasan los años. El tiempo se escurre entre los dedos, asfixiado por las manecillas del reloj. Y en muchos órdenes de la vida, hoy como ayer, continúa existiendo el desencanto.
Han pasado los años. Y nosotros, en clave nerudiana, tampoco somos los mismos. No, definitivamente aquellos tiempos son irrepetibles. Como ‘aquellas pequeñas cosas’ a las que cantaba con tanto acierto Joan Manuel Serrat, atrincheradas en un baúl donde se guardaban los tesoros más preciados de la adolescencia, como aquella caja de minerales y conchas recogidas en la playa. Tiempos de insignias, banderines, cromos y fotografías. Tiempos de esperanza.
Un paisaje que hubiéramos querido cambiar, caminando hacia el futuro. Lejos del que tuvimos que vivir en aquellos días, tras la muerte de Javier Verdejo, en la madrugada del 13 al 14 de agosto de 1976 en la playa de San Miguel, un suceso grabado a fuego. Hoy, 40 años después. Pan, trabajo y libertad, pedía Javier. ‘Pan que a todos nos llegue, trabajo que no nos falte, libertad de respirar’, cantaba poco después el grupo Aguaviva, como homenaje. Un deseo truncado por el disparo de un guardia civil. La pintada del amigo quedó escrita, sin terminar, en aquel muro, testigo de sus últimos minutos de vida. PAN´T “Caminas lentamente, muy lentamente. Es de noche. El ruido sordo del mar es tu compañero. Allá en el horizonte todo es negro, Todo. ¿No lo ves? Sí, lo ves. Puedes verlo. Ahora puedes verlo”, aquellos versos que escribí, dedicados a su memoria. Memorial de sombras, aquel paisaje oscuro, la España negra. La visión de una playa que ya nunca fue la misma. Una visión triste, desolada. La muerte a dos pasos, un blanco y negro cruel y desgarrador, oscuro temblor de tristeza.
Recuerdo aquellos días en que soñábamos con un cambio posible y deseable, junto a la bandera que portaban los integrantes de la Joven Guardia Roja. Nos impresionaba y mucho las ilusiones que tenía Javier. Queríamos que el mundo cambiase, que llegase un poco de luz ante las sombras de la carestía, tantas cosas que él reivindicaba para mejorar una sociedad gris. Un lugar donde abrir un espacio renovado. Un futuro, porque entonces sí existía la fe en el mañana. Éramos jóvenes. Jóvenes para vivir, para vislumbrar un camino, aún no contraprogramado por la aparición de otras realidades. Era una vida, una senda en construcción. Un refugio para todo aquel que quería seguir el curso de la transición democrática. La vida de Javier estaba inmersa en la planificación de un horizonte, la memoria llena de atardeceres para alcanzar la igualdad y la libertad. Esa mirada especial, idealizada si se quiere, ese talante constructivo donde perviven los sueños. El azar segó su vida y la terrible realidad nos llegó en forma de llamada telefónica –entonces no había móviles-, a primera hora del día. Tristeza e incredulidad. El paisaje se convirtió en cristal roto tras el disparo. De alguna forma, aquel aciago día algo cambió para siempre. No así la esperanza. Sabíamos que nadie nos la podía arrebatar.

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40 AÑOS DESPUÉS

Pasan los años. El tiempo se escurre entre los dedos, asfixiado por las manecillas del reloj. Y en muchos órdenes de la vida, hoy como ayer, continúa existiendo el desencanto.
Han pasado los años. Y nosotros, en clave nerudiana, tampoco somos los mismos. No, definitivamente aquellos tiempos son irrepetibles. Como ‘aquellas pequeñas cosas’ a las que cantaba con tanto acierto Joan Manuel Serrat, atrincheradas en un baúl donde se guardaban los tesoros más preciados de la adolescencia, como aquella caja de minerales y conchas recogidas en la playa. Tiempos de insignias, banderines, cromos y fotografías. Tiempos de esperanza.
Un paisaje que hubiéramos querido cambiar, caminando hacia el futuro. Lejos del que tuvimos que vivir en aquellos días, tras la muerte de Javier Verdejo, en la madrugada del 13 al 14 de agosto de 1976 en la playa de San Miguel, un suceso grabado a fuego. Hoy, 40 años después. Pan, trabajo y libertad, pedía Javier. ‘Pan que a todos nos llegue, trabajo que no nos falte, libertad de respirar’, cantaba poco después el grupo Aguaviva, como homenaje. Un deseo truncado por el disparo de un guardia civil. La pintada del amigo quedó escrita, sin terminar, en aquel muro, testigo de sus últimos minutos de vida. PAN´T “Caminas lentamente, muy lentamente. Es de noche. El ruido sordo del mar es tu compañero. Allá en el horizonte todo es negro, Todo. ¿No lo ves? Sí, lo ves. Puedes verlo. Ahora puedes verlo”, aquellos versos que escribí, dedicados a su memoria. Memorial de sombras, aquel paisaje oscuro, la España negra. La visión de una playa que ya nunca fue la misma. Una visión triste, desolada. La muerte a dos pasos, un blanco y negro cruel y desgarrador, oscuro temblor de tristeza.
Recuerdo aquellos días en que soñábamos con un cambio posible y deseable, junto a la bandera que portaban los integrantes de la Joven Guardia Roja. Nos impresionaba y mucho las ilusiones que tenía Javier. Queríamos que el mundo cambiase, que llegase un poco de luz ante las sombras de la carestía, tantas cosas que él reivindicaba para mejorar una sociedad gris. Un lugar donde abrir un espacio renovado. Un futuro, porque entonces sí existía la fe en el mañana. Éramos jóvenes. Jóvenes para vivir, para vislumbrar un camino, aún no contraprogramado por la aparición de otras realidades. Era una vida, una senda en construcción. Un refugio para todo aquel que quería seguir el curso de la transición democrática. La vida de Javier estaba inmersa en la planificación de un horizonte, la memoria llena de atardeceres para alcanzar la igualdad y la libertad. Esa mirada especial, idealizada si se quiere, ese talante constructivo donde perviven los sueños. El azar segó su vida y la terrible realidad nos llegó en forma de llamada telefónica –entonces no había móviles-, a primera hora del día. Tristeza e incredulidad. El paisaje se convirtió en cristal roto tras el disparo. De alguna forma, aquel aciago día algo cambió para siempre. No así la esperanza. Sabíamos que nadie nos la podía arrebatar.

ADÁN PERCEVAL. A mi tío-abuelo Miguel

A MI TIO-ABUELO MIGUEL
(Por muchos años de aliento y buen corazón)


Andaba yo en la infancia: de la esperanza, de la bondad de cuantos me rodeaban y de ningún mal que me pudiera sobrevenir. Alegre en mi libertad, ufano en el abrigo del Corazón de mis Abuelos. Mi hogar rezumaba bellos cuadros, mi abuelo algo revoltoso, mi abuela imperiosa y fuerte. Primos que comenzaban la andadura de sus egos y sus inteligencias, haciendo apaños para conseguir ventajas o cobrar con ingenio por los encargos que se nos encomendaba cumplir cuando nos mandaban a hacer algún recado.
Con un jardín para nuestro pequeño zoo de cachorros de perro, de gato, algunas tortugas, hasta un chivo habitó como especie en pruebas de mi primo Brigidín. En ese jardín que era amplitud, naturaleza y escenario de improvisados teatros que el abuelo atesoraba cámara en mano.
Y más al Sur… más cerca aun del sol y el mar, en nuestro desfilar ligeramente desordenados hacia la playa de Las Conchas, más adentro, en el Corazón de “Ciudad Jardín”, quedaba la casa de mi Tio-Abuelo Miguel Perceval que cuanto más hablaba de hechos no historificables mas redundaba en fantasías y conjeturas de fantasiosas e hilarantes situaciones de “…monos en prácticas en un submarino secreto oculto bajo la base de la fuente de los peces que era arma supersecreta que la sacaban por la noche pá disimular y que hiciese menos ruido..y así la tiraban al mar, aunque siempre terminaba hundida por el peso de un gordo tripulante. Y tenían que sacarla corriendo con la ayuda de unos peces espía que estaban entrenados para salvar chatarra militar supersecreta” y cuanto más incidía en lo supersecreto del asunto más se deformaban sus facciones y mas se desternillaba con nosotros.

Alocadas historias primicias o informes misteriosos, lugares y animales entrenados, Tesoros escondidos o muchachos superdotados para pesar a distancia botes de lentejas, avances tecnológicos-fantasiosos de gran utilidad, No era fantástico lo que nos contaba de forma totalmente improvisada era fantástico quedarse sorprendido, escuchando y riendo mientras lo expectante de nuestro ánimo por su relato acrecentaba su osadía en una nueva pirueta. Abuelo de los nietos de sus hermanos, amigo de personas de toda condición. Persona, perseverante e ilustrado de motu proprio. Educado en Almería, Roma y dolido de este presente de ignorantes políticos y no políticos.
Aún persevera para toda su congregación, que no conoce una única parroquia en la que haya dejado ejemplo voluntarioso de su devoción a su labor y de su disposición a escuchar..y echar una mano. Mi “Tio Miguel” sigue siendo ese buen pastor , con aspecto de minero o montañés resistente, locuaz ..y que aún sería capaz como su sangre le permite de reconfigurar vías secretas y sobrepasar realidades obtusas para hacer sonreír a sus pequeños, ya fuese en nuestra casa en las Cuevas de Los Medina, entre las gentes del Acebuche entre los que le conocen y aprecian en Pechina. Mi “Tio Miguel”.

Porque pocos son capaces de desmembrar la realidad y regalarnos Esperanza e Corazón y la porción de ilusión que hace más soportable, lo aciago de la vida, que muestra ser a veces medicina a una realidad sin Corazón.




Al PADRE MIGUEL PERCEVAL, por una Obra Ingente de un Corazón Espléndido
FELICIDADES, .. Rebelde Corazón Abierto
Adán Sajar Perceval







ADÁN PERCEVAL. A mi tío-abuelo Miguel

A MI TIO-ABUELO MIGUEL
(Por muchos años de aliento y buen corazón)


Andaba yo en la infancia: de la esperanza, de la bondad de cuantos me rodeaban y de ningún mal que me pudiera sobrevenir. Alegre en mi libertad, ufano en el abrigo del Corazón de mis Abuelos. Mi hogar rezumaba bellos cuadros, mi abuelo algo revoltoso, mi abuela imperiosa y fuerte. Primos que comenzaban la andadura de sus egos y sus inteligencias, haciendo apaños para conseguir ventajas o cobrar con ingenio por los encargos que se nos encomendaba cumplir cuando nos mandaban a hacer algún recado.
Con un jardín para nuestro pequeño zoo de cachorros de perro, de gato, algunas tortugas, hasta un chivo habitó como especie en pruebas de mi primo Brigidín. En ese jardín que era amplitud, naturaleza y escenario de improvisados teatros que el abuelo atesoraba cámara en mano.
Y más al Sur… más cerca aun del sol y el mar, en nuestro desfilar ligeramente desordenados hacia la playa de Las Conchas, más adentro, en el Corazón de “Ciudad Jardín”, quedaba la casa de mi Tio-Abuelo Miguel Perceval que cuanto más hablaba de hechos no historificables mas redundaba en fantasías y conjeturas de fantasiosas e hilarantes situaciones de “…monos en prácticas en un submarino secreto oculto bajo la base de la fuente de los peces que era arma supersecreta que la sacaban por la noche pá disimular y que hiciese menos ruido..y así la tiraban al mar, aunque siempre terminaba hundida por el peso de un gordo tripulante. Y tenían que sacarla corriendo con la ayuda de unos peces espía que estaban entrenados para salvar chatarra militar supersecreta” y cuanto más incidía en lo supersecreto del asunto más se deformaban sus facciones y mas se desternillaba con nosotros.

Alocadas historias primicias o informes misteriosos, lugares y animales entrenados, Tesoros escondidos o muchachos superdotados para pesar a distancia botes de lentejas, avances tecnológicos-fantasiosos de gran utilidad, No era fantástico lo que nos contaba de forma totalmente improvisada era fantástico quedarse sorprendido, escuchando y riendo mientras lo expectante de nuestro ánimo por su relato acrecentaba su osadía en una nueva pirueta. Abuelo de los nietos de sus hermanos, amigo de personas de toda condición. Persona, perseverante e ilustrado de motu proprio. Educado en Almería, Roma y dolido de este presente de ignorantes políticos y no políticos.
Aún persevera para toda su congregación, que no conoce una única parroquia en la que haya dejado ejemplo voluntarioso de su devoción a su labor y de su disposición a escuchar..y echar una mano. Mi “Tio Miguel” sigue siendo ese buen pastor , con aspecto de minero o montañés resistente, locuaz ..y que aún sería capaz como su sangre le permite de reconfigurar vías secretas y sobrepasar realidades obtusas para hacer sonreír a sus pequeños, ya fuese en nuestra casa en las Cuevas de Los Medina, entre las gentes del Acebuche entre los que le conocen y aprecian en Pechina. Mi “Tio Miguel”.

Porque pocos son capaces de desmembrar la realidad y regalarnos Esperanza e Corazón y la porción de ilusión que hace más soportable, lo aciago de la vida, que muestra ser a veces medicina a una realidad sin Corazón.




Al PADRE MIGUEL PERCEVAL, por una Obra Ingente de un Corazón Espléndido
FELICIDADES, .. Rebelde Corazón Abierto
Adán Sajar Perceval







ADÁN PERCEVAL. A mi tío-abuelo Miguel

A MI TIO-ABUELO MIGUEL
(Por muchos años de aliento y buen corazón)


Andaba yo en la infancia: de la esperanza, de la bondad de cuantos me rodeaban y de ningún mal que me pudiera sobrevenir. Alegre en mi libertad, ufano en el abrigo del Corazón de mis Abuelos. Mi hogar rezumaba bellos cuadros, mi abuelo algo revoltoso, mi abuela imperiosa y fuerte. Primos que comenzaban la andadura de sus egos y sus inteligencias, haciendo apaños para conseguir ventajas o cobrar con ingenio por los encargos que se nos encomendaba cumplir cuando nos mandaban a hacer algún recado.
Con un jardín para nuestro pequeño zoo de cachorros de perro, de gato, algunas tortugas, hasta un chivo habitó como especie en pruebas de mi primo Brigidín. En ese jardín que era amplitud, naturaleza y escenario de improvisados teatros que el abuelo atesoraba cámara en mano.
Y más al Sur… más cerca aun del sol y el mar, en nuestro desfilar ligeramente desordenados hacia la playa de Las Conchas, más adentro, en el Corazón de “Ciudad Jardín”, quedaba la casa de mi Tio-Abuelo Miguel Perceval que cuanto más hablaba de hechos no historificables mas redundaba en fantasías y conjeturas de fantasiosas e hilarantes situaciones de “…monos en prácticas en un submarino secreto oculto bajo la base de la fuente de los peces que era arma supersecreta que la sacaban por la noche pá disimular y que hiciese menos ruido..y así la tiraban al mar, aunque siempre terminaba hundida por el peso de un gordo tripulante. Y tenían que sacarla corriendo con la ayuda de unos peces espía que estaban entrenados para salvar chatarra militar supersecreta” y cuanto más incidía en lo supersecreto del asunto más se deformaban sus facciones y mas se desternillaba con nosotros.

Alocadas historias primicias o informes misteriosos, lugares y animales entrenados, Tesoros escondidos o muchachos superdotados para pesar a distancia botes de lentejas, avances tecnológicos-fantasiosos de gran utilidad, No era fantástico lo que nos contaba de forma totalmente improvisada era fantástico quedarse sorprendido, escuchando y riendo mientras lo expectante de nuestro ánimo por su relato acrecentaba su osadía en una nueva pirueta. Abuelo de los nietos de sus hermanos, amigo de personas de toda condición. Persona, perseverante e ilustrado de motu proprio. Educado en Almería, Roma y dolido de este presente de ignorantes políticos y no políticos.
Aún persevera para toda su congregación, que no conoce una única parroquia en la que haya dejado ejemplo voluntarioso de su devoción a su labor y de su disposición a escuchar..y echar una mano. Mi “Tio Miguel” sigue siendo ese buen pastor , con aspecto de minero o montañés resistente, locuaz ..y que aún sería capaz como su sangre le permite de reconfigurar vías secretas y sobrepasar realidades obtusas para hacer sonreír a sus pequeños, ya fuese en nuestra casa en las Cuevas de Los Medina, entre las gentes del Acebuche entre los que le conocen y aprecian en Pechina. Mi “Tio Miguel”.

Porque pocos son capaces de desmembrar la realidad y regalarnos Esperanza e Corazón y la porción de ilusión que hace más soportable, lo aciago de la vida, que muestra ser a veces medicina a una realidad sin Corazón.




Al PADRE MIGUEL PERCEVAL, por una Obra Ingente de un Corazón Espléndido
FELICIDADES, .. Rebelde Corazón Abierto
Adán Sajar Perceval







ADÁN PERCEVAL. A mi tío-abuelo Miguel

A MI TIO-ABUELO MIGUEL
(Por muchos años de aliento y buen corazón)


Andaba yo en la infancia: de la esperanza, de la bondad de cuantos me rodeaban y de ningún mal que me pudiera sobrevenir. Alegre en mi libertad, ufano en el abrigo del Corazón de mis Abuelos. Mi hogar rezumaba bellos cuadros, mi abuelo algo revoltoso, mi abuela imperiosa y fuerte. Primos que comenzaban la andadura de sus egos y sus inteligencias, haciendo apaños para conseguir ventajas o cobrar con ingenio por los encargos que se nos encomendaba cumplir cuando nos mandaban a hacer algún recado.
Con un jardín para nuestro pequeño zoo de cachorros de perro, de gato, algunas tortugas, hasta un chivo habitó como especie en pruebas de mi primo Brigidín. En ese jardín que era amplitud, naturaleza y escenario de improvisados teatros que el abuelo atesoraba cámara en mano.
Y más al Sur… más cerca aun del sol y el mar, en nuestro desfilar ligeramente desordenados hacia la playa de Las Conchas, más adentro, en el Corazón de “Ciudad Jardín”, quedaba la casa de mi Tio-Abuelo Miguel Perceval que cuanto más hablaba de hechos no historificables mas redundaba en fantasías y conjeturas de fantasiosas e hilarantes situaciones de “…monos en prácticas en un submarino secreto oculto bajo la base de la fuente de los peces que era arma supersecreta que la sacaban por la noche pá disimular y que hiciese menos ruido..y así la tiraban al mar, aunque siempre terminaba hundida por el peso de un gordo tripulante. Y tenían que sacarla corriendo con la ayuda de unos peces espía que estaban entrenados para salvar chatarra militar supersecreta” y cuanto más incidía en lo supersecreto del asunto más se deformaban sus facciones y mas se desternillaba con nosotros.


Alocadas historias primicias o informes misteriosos, lugares y animales entrenados, Tesoros escondidos o muchachos superdotados para pesar a distancia botes de lentejas, avances tecnológicos-fantasiosos de gran utilidad, No era fantástico lo que nos contaba de forma totalmente improvisada era fantástico quedarse sorprendido, escuchando y riendo mientras lo expectante de nuestro ánimo por su relato acrecentaba su osadía en una nueva pirueta. Abuelo de los nietos de sus hermanos, amigo de personas de toda condición. Persona, perseverante e ilustrado de motu proprio. Educado en Almería, Roma y dolido de este presente de ignorantes políticos y no políticos.
Aún persevera para toda su congregación, que no conoce una única parroquia en la que haya dejado ejemplo voluntarioso de su devoción a su labor y de su disposición a escuchar..y echar una mano. Mi “Tio Miguel” sigue siendo ese buen pastor , con aspecto de minero o montañés resistente, locuaz ..y que aún sería capaz como su sangre le permite de reconfigurar vías secretas y sobrepasar realidades obtusas para hacer sonreír a sus pequeños, ya fuese en nuestra casa en las Cuevas de Los Medina, entre las gentes del Acebuche entre los que le conocen y aprecian en Pechina. Mi “Tio Miguel”.


Porque pocos son capaces de desmembrar la realidad y regalarnos Esperanza e Corazón y la porción de ilusión que hace más soportable, lo aciago de la vida, que muestra ser a veces medicina a una realidad sin Corazón.




Al PADRE MIGUEL PERCEVAL, por una Obra Ingente de un Corazón Espléndido
FELICIDADES, .. Rebelde Corazón Abierto
Adán Sajar Perceval







ADÁN PERCEVAL. A mi tío-abuelo Miguel

A MI TIO-ABUELO MIGUEL
(Por muchos años de aliento y buen corazón)


Andaba yo en la infancia: de la esperanza, de la bondad de cuantos me rodeaban y de ningún mal que me pudiera sobrevenir. Alegre en mi libertad, ufano en el abrigo del Corazón de mis Abuelos. Mi hogar rezumaba bellos cuadros, mi abuelo algo revoltoso, mi abuela imperiosa y fuerte. Primos que comenzaban la andadura de sus egos y sus inteligencias, haciendo apaños para conseguir ventajas o cobrar con ingenio por los encargos que se nos encomendaba cumplir cuando nos mandaban a hacer algún recado.
Con un jardín para nuestro pequeño zoo de cachorros de perro, de gato, algunas tortugas, hasta un chivo habitó como especie en pruebas de mi primo Brigidín. En ese jardín que era amplitud, naturaleza y escenario de improvisados teatros que el abuelo atesoraba cámara en mano.
Y más al Sur… más cerca aun del sol y el mar, en nuestro desfilar ligeramente desordenados hacia la playa de Las Conchas, más adentro, en el Corazón de “Ciudad Jardín”, quedaba la casa de mi Tio-Abuelo Miguel Perceval que cuanto más hablaba de hechos no historificables mas redundaba en fantasías y conjeturas de fantasiosas e hilarantes situaciones de “…monos en prácticas en un submarino secreto oculto bajo la base de la fuente de los peces que era arma supersecreta que la sacaban por la noche pá disimular y que hiciese menos ruido..y así la tiraban al mar, aunque siempre terminaba hundida por el peso de un gordo tripulante. Y tenían que sacarla corriendo con la ayuda de unos peces espía que estaban entrenados para salvar chatarra militar supersecreta” y cuanto más incidía en lo supersecreto del asunto más se deformaban sus facciones y mas se desternillaba con nosotros.


Alocadas historias primicias o informes misteriosos, lugares y animales entrenados, Tesoros escondidos o muchachos superdotados para pesar a distancia botes de lentejas, avances tecnológicos-fantasiosos de gran utilidad, No era fantástico lo que nos contaba de forma totalmente improvisada era fantástico quedarse sorprendido, escuchando y riendo mientras lo expectante de nuestro ánimo por su relato acrecentaba su osadía en una nueva pirueta. Abuelo de los nietos de sus hermanos, amigo de personas de toda condición. Persona, perseverante e ilustrado de motu proprio. Educado en Almería, Roma y dolido de este presente de ignorantes políticos y no políticos.
Aún persevera para toda su congregación, que no conoce una única parroquia en la que haya dejado ejemplo voluntarioso de su devoción a su labor y de su disposición a escuchar..y echar una mano. Mi “Tio Miguel” sigue siendo ese buen pastor , con aspecto de minero o montañés resistente, locuaz ..y que aún sería capaz como su sangre le permite de reconfigurar vías secretas y sobrepasar realidades obtusas para hacer sonreír a sus pequeños, ya fuese en nuestra casa en las Cuevas de Los Medina, entre las gentes del Acebuche entre los que le conocen y aprecian en Pechina. Mi “Tio Miguel”.


Porque pocos son capaces de desmembrar la realidad y regalarnos Esperanza e Corazón y la porción de ilusión que hace más soportable, lo aciago de la vida, que muestra ser a veces medicina a una realidad sin Corazón.




Al PADRE MIGUEL PERCEVAL, por una Obra Ingente de un Corazón Espléndido
FELICIDADES, .. Rebelde Corazón Abierto
Adán Sajar Perceval







ADÁN PERCEVAL