GRAN GRANADA. JUSTO NAVARRO



 




En palabras del jurado que tuvo a bien conceder el premio Andalucía de la Crítica a la obra “Gran Granada”, de Justo Navarro, se trata de «una novelade género policiaco ambientada en la Granada de los años sesenta construyendo, desde una lucidez rotunda, una atmósfera oprimente en la que se retrata la podredumbre y la corrupción con una estructura de metarrelato circular de corte fragmentario. Todo ello con un lenguaje imaginativo, limpio y lleno de matices expresivos». No obstante, “Gran Granada” es todo lo dicho y algo más. Es una novela que deja huella en el lector, que analizados todos los recursos narrativos que la contienen va más allá aún, al descubrirnos esa voz personalísima de su autor, Justo Navarro, que nos lleva como la corriente de un río al conocimiento de la Granada gris, turbia y turbadora de la década de los sesenta. Una novela difícil de olvidar porque la proyección de los personajes (analizados al detalle y construidos con exactitud matemática), el espacio y el tiempo narrativo, los argumentos convertidos en la trama misma, amén de la excelente ambientación, depositadas en la mente del lector no cesarán en su continuo fluir. “Gran Granada es una novela que atrapa desde la primera página, introduciendo el elemento enigmático y posteriormente, conforme se desarrolla, laberíntico de la sospecha, tras el hallazgo de un cadáver en la habitación del Hotel Nevada: «Una remota ciudad de tres ríos, en el sur del hemisferio norte, sufrió una inundación el 16 de febrero de 1963. Era sábado. La ciudad se llamaba Granada. El domingo, a mediodía, las limpiadoras de un hotel encontraron muerto en la cama al huésped de la habitación 201». En la mirada de su creador hallamos todos los silencios que hicieron de la ciudad luminosa un túnel oscuro y sin salida, y de existir alguna siempre fue la misma: la podredumbre en todos sus sentidos. 




El comisario Polo y el oculista Fernando Saura son los actores principales de la narración, y alrededor de ellos y de forma circular se desarrollan los acontecimientos más importantes, el núcleo de la acción narrativa, incluso podría decirse que Justo Navarro nos hace olvidar por momentos que se trata de una novela policiaca, en la que los crímenes y los culpables de ellos, no son la clave, sino la (re)presentación de una sociedad caduca y decadente, opresora en todos sus órdenes, hipócrita y corrupta hasta la saciedad (en un juego futurista que nos lleva al hoy), incapaz de reaccionar ante la continua tiranía de los poderosos, pero al mismo tiempo, conciliadora con el género humano en los aspectos más cotidianos. Justo Navarro ha sabido retratar de forma magistral todos esos elementos que hacen de “Gran Granada” una gran novela. Una novela necesaria, recuperadora de la memoria y la historia de nuestro pasado más reciente, y la acción policial y todas las derivaciones de ésta, tal vez sea sólo la excusa, el pretexto para construir una estructura cerrada en la cual circulen en torbellino los personajes que habitan esa ciudad de provincias, en la que todos están controlados, espiados, cautivos. Cautivos del miedo también, como desestabilizador, capaz de inocular su veneno en toda la sociedad, sin distinción alguna. Ya nadie se fía de nadie: «En aquel tiempo resultaba difícil la convivencia, la amistad. Quien no era policía se preguntaba si su vecino no sería policía, o algo de la policía, familiar, conocido, confidente, colaborador o funcionario», miedo hasta de que las incólumes paredes pudieran oír. Con todo, quizá la clave sea la rebelión contra lo establecido, como un grito anunciador del cambio ineludible de las estructuras del férreo sistema de la dictadura, valiéndose de unos crímenes para adentrarnos sutilmente en esa sociedad podrida y que hace aguas por todos lados, que todo lo anega e inunda, provocando desolación y muerte. No cabe duda que Justo Navarro ha sabido construir con el rigor que le caracteriza este sólido universo narrativo, que hoy viene a confirmar su excelencia creadora. “Gran Granada” es una novela grandiosa, literatura viva, temblor de la palabra, merecedora de serlo y así ha sido, premio Andalucía de la Crítica 2016.


Título:Gran Granada
Autor/a: Justo Navarro
E dita:Anagrama (Barcelona, 2015)




CIUDAD VIOLETA. JUAN GAITÁN




CIUDAD VIOLETA

Realidad y ficción son dos caras de una misma moneda cuando de lo que se trata es de relacionarlas con el hecho literario. Antagónica una de la otra y, sin embargo, también complementarias, esenciales en sí mismas para llevar a cabo uno de los actos más sobresalientes en la vida del escritor: crear. Ese mundo que se abre a la mirada atenta del escritor y que puede ser transformado en otro bien distinto, pero que de igual manera es también realidad, solo que construido con los aportes de elementos puramente ficcionales. Así el narrador vuelve su mirada a lo desconocido o parte de una realidad concreta para transformarla, este es el juego literario. A partir de un objeto, una lectura, una película o un simple acto cotidiano el escritor puede fabular, imaginar otra realidad, construir un mundo de sensaciones y emociones ajenas a la experiencia vivida como tal realidad. El libro que traemos hoy a este “Salón de lectura”, tiene mucho de todo esto, diría que es todo esto. “Ciudad violeta” bebe de la experiencia, de los mitos, leyendas, textos de otros autores, y nos muestra un universo donde una ciudad y un color juegan un papel definidor y esencial. “Ciudad violeta”, de Juan Gaitán (Málaga, 1966) contiene cuarenta y cuatro microrrelatos en total y tres partes o bloques que lo ensamblan, más un epílogo: Ciudad violeta, que da título al libro y en la cual las leyendas son el sustento narrativo con el que Gaitán fabula: «En el jardín del príncipe persa, justo en el recodo donde una vez habló con la muerte, crece una extraña flor que tiene el poder de embelesar con su canto. No en vano la llaman la flor sirena», y lo hace con ese regusto de los cuentos orientales. En la segunda parte, Teogonía, el narrador nos avisa de “su descubrimiento por un autor anónimo que recogía el culto a los dioses paganos que se adoraban en los montes de la ciudad violeta hace tres milenios”: el dios del aroma, del asombro, de las caricias, bien cabe reproducir de entre todos el dedicado a la “Diosa de la alegría”: «Esta diosa reparte sus dones caprichosamente. Se la percibe más entre quienes tienen poco, pues huye de la abundancia y sus preocupaciones. Quienes vienen al mundo benditos por ella no necesitan más que la generosidad de dar»; la tercera y última de las partes de este libro la titula su autor “Genealogía fantástica”, también precedida por un prólogo. Trata Gaitán, de forma breve, el acercamiento del lector a la heredad del linaje en sus protagonistas (Tía Margarita, Tío Gregorio, el abuelo Leopoldo, Papá, la bisabuela Olalla y la tía abuela Casilda, de este último microrrelato transcribimos su contenido: «La tía abuela Casilda juraba que solo soñó una vez en toda su vida. Fue a los catorce años. El dios Apolo se le presentó en sueños y le entregó una extraña nuez de un delicado color violeta. Cuando despertó la encontró en su mano y, al romper la cáscara, liberó a un diminuto grifo de eléctrico vuelo que tenía la facultad de hacer el silencio, atemperar la luz y traducir, solo para ella, el sonoro lenguaje del agua». Concluye “Ciudad violeta”, con un epílogo titulado “Destrucción”, con el cual el autor llama nuestra atención con un texto tan bello como desconcertante, si bien queda patente el oficio de Gaitán como buen narrador en la corta distancia, como así puede comprobarlo el lector: «En los primeros años del tercer milenio la ciudad de los montes violeta quedó destruida. Fue algo inesperado, pero no casual. Era media mañana cuando el hombre escribió el verso que desató el incendio». Ha sido muy placentero adentrarse en la lectura de este libro. El color violeta es la clave discursiva de estos brevísimos textos, que no por serlo, menoscaban la calidad de los mismos, todo lo contrario, los distingue hasta el punto de crear una armoniosa musicalidad, un plácido ritmo, con una prosa a veces más cercana a la poesía pero que tampoco desmerece la intencionalidad narrativa. Gaitán ha conseguido, con su personalísima prosa, un libro sólido y bello a la vez, reflexivo, donde el rumor de la palabra propicia un viaje extraordinario y luminoso, que no deja indiferente al lector. Una ciudad y un color difícil de olvidar: su ciudad violeta, y, desde ahora, de todos nosotros, de todos los afortunados lectores que se acerquen a ella.

Título:Ciudad violeta
Autor/a: Juan Gaitán
Ilustraciones:Juan Carlos Hidalgo
Edita:Adeshoras (Madrid, 2016)