Entrada al paisaje. Rubén VEDOVALDI

Llueve. Afuera es noche y llueve tanto.
Silvia bebe té de manzanilla con miel y da leche tibia a sus gatitos, enciende el hogar y nos abre la puerta a su interioridad en tensión poética.
Su vida, como su obra, es un paisaje sin terminar, sed de luz en marco de oscuridad, sed de belleza y reconciliación, sed de paz hecha de verdad y justicia.
Paisaje donde recordar, como dice Eduardo Galeano, es volver a pasar por el corazón.
Versos que abrevan en el mester de juglaría de sus ancestros españoles, pasando por el son cubano y aquellos poemas de Lorca y Rubén Darío en boca de su abuelo, o su abuela, guitarra en mano, cantando nanas, boleros y danzones. Gesto de vida en cantar de gesta, lirismo y memoria, filosofía, tedio y esperanza; budismo-nudismo y amor-clamor.
“Estoy harta- dice- del poeta como ente aparatoso que viene de las estrellas y duerme en colchón amplio, harta de pececitos de colores y la caravana de Ambrosio.”
Yin-yang entre el mañana y el ayer, contrapunto entre la ternura y el abandono, el amor y el poder, masculino y femenino, la lengua de Shakespeare y la de Cervantes. Conflicto entre soledad y solidaridad,  el pragmatismo ciego y los principios providentes,  la opulencia concentrada y la miseria dispersa.
Tensión entre el facto y el juri, el ideal y la realidad. Contraste entre aquel barrio habanero con olor de aguacate y suavidad de mango y el muro global de Coca Cola, Mc Donald y CNN; el largo lagarto verde y la superpoblada e inhóspita Grand Central Station. Profecía de la nueva tierra y el eterno play-back del World Trade Center en llamas.
Paisaje de piano, trompetas, bongó y tumbadoras donde Vivaldi, Gershwin, Bach y Lecuona armonizan, y Walt Whitman, Van Gogh y José Martí son hermanos, aunque allá afuera, lejos, en la noche de lluvia inclemente, todavía duele el eco de una niña desflorada en la flor de su inocencia.
Anímico paisaje-retrato que terminarán tus ojos, querida lectora, querido lector, soñando y ejerciendo la convivencia más allá de todo.
Al final, una galaxia muere, se convierte en agujero negro,
La muerte baila un guaguancó con Proust.”
Afuera llueven las siete plagas.
Silvia propone una síntesis superadora: “el planeta es la patria, y el amor pasaporte.”
“La lluvia baña los últimos cadáveres y los perfuma, penetra todos los secretos y los suaviza en humedad sagrada.”

                                         Rubén VEDOVALDI 
                            Finales de otoño 2004  ARGENTINA



EL TALLER DEL POETA

Fernando Luis Pérez Poza

publica en papel el libro
Paisajes sin terminar
Depósito Legal: PO-350-04
ISBN: 84-96073-50-5
poemario de:  Silvia Brandon Pérez   .- (USA)
compañera de las listas literarias con dedicatoria de Rubén Veovaldi (Argentina)
y portada de Fernando Luis Pérez Poza

Entrada al paisaje. Rubén VEDOVALDI

Llueve. Afuera es noche y llueve tanto.
Silvia bebe té de manzanilla con miel y da leche tibia a sus gatitos, enciende el hogar y nos abre la puerta a su interioridad en tensión poética.
Su vida, como su obra, es un paisaje sin terminar, sed de luz en marco de oscuridad, sed de belleza y reconciliación, sed de paz hecha de verdad y justicia.
Paisaje donde recordar, como dice Eduardo Galeano, es volver a pasar por el corazón.
Versos que abrevan en el mester de juglaría de sus ancestros españoles, pasando por el son cubano y aquellos poemas de Lorca y Rubén Darío en boca de su abuelo, o su abuela, guitarra en mano, cantando nanas, boleros y danzones. Gesto de vida en cantar de gesta, lirismo y memoria, filosofía, tedio y esperanza; budismo-nudismo y amor-clamor.
“Estoy harta- dice- del poeta como ente aparatoso que viene de las estrellas y duerme en colchón amplio, harta de pececitos de colores y la caravana de Ambrosio.”
Yin-yang entre el mañana y el ayer, contrapunto entre la ternura y el abandono, el amor y el poder, masculino y femenino, la lengua de Shakespeare y la de Cervantes. Conflicto entre soledad y solidaridad,  el pragmatismo ciego y los principios providentes,  la opulencia concentrada y la miseria dispersa.
Tensión entre el facto y el juri, el ideal y la realidad. Contraste entre aquel barrio habanero con olor de aguacate y suavidad de mango y el muro global de Coca Cola, Mc Donald y CNN; el largo lagarto verde y la superpoblada e inhóspita Grand Central Station. Profecía de la nueva tierra y el eterno play-back del World Trade Center en llamas.
Paisaje de piano, trompetas, bongó y tumbadoras donde Vivaldi, Gershwin, Bach y Lecuona armonizan, y Walt Whitman, Van Gogh y José Martí son hermanos, aunque allá afuera, lejos, en la noche de lluvia inclemente, todavía duele el eco de una niña desflorada en la flor de su inocencia.
Anímico paisaje-retrato que terminarán tus ojos, querida lectora, querido lector, soñando y ejerciendo la convivencia más allá de todo.
Al final, una galaxia muere, se convierte en agujero negro,
La muerte baila un guaguancó con Proust.”
Afuera llueven las siete plagas.
Silvia propone una síntesis superadora: “el planeta es la patria, y el amor pasaporte.”
“La lluvia baña los últimos cadáveres y los perfuma, penetra todos los secretos y los suaviza en humedad sagrada.”

                                         Rubén VEDOVALDI 
                            Finales de otoño 2004  ARGENTINA



EL TALLER DEL POETA

Fernando Luis Pérez Poza

publica en papel el libro
Paisajes sin terminar
Depósito Legal: PO-350-04
ISBN: 84-96073-50-5
poemario de:  Silvia Brandon Pérez   .- (USA)
compañera de las listas literarias con dedicatoria de Rubén Veovaldi (Argentina)
y portada de Fernando Luis Pérez Poza

Entrada al paisaje. Rubén VEDOVALDI

Llueve. Afuera es noche y llueve tanto.
Silvia bebe té de manzanilla con miel y da leche tibia a sus gatitos, enciende el hogar y nos abre la puerta a su interioridad en tensión poética.
Su vida, como su obra, es un paisaje sin terminar, sed de luz en marco de oscuridad, sed de belleza y reconciliación, sed de paz hecha de verdad y justicia.
Paisaje donde recordar, como dice Eduardo Galeano, es volver a pasar por el corazón.
Versos que abrevan en el mester de juglaría de sus ancestros españoles, pasando por el son cubano y aquellos poemas de Lorca y Rubén Darío en boca de su abuelo, o su abuela, guitarra en mano, cantando nanas, boleros y danzones. Gesto de vida en cantar de gesta, lirismo y memoria, filosofía, tedio y esperanza; budismo-nudismo y amor-clamor.
“Estoy harta- dice- del poeta como ente aparatoso que viene de las estrellas y duerme en colchón amplio, harta de pececitos de colores y la caravana de Ambrosio.”
Yin-yang entre el mañana y el ayer, contrapunto entre la ternura y el abandono, el amor y el poder, masculino y femenino, la lengua de Shakespeare y la de Cervantes. Conflicto entre soledad y solidaridad,  el pragmatismo ciego y los principios providentes,  la opulencia concentrada y la miseria dispersa.
Tensión entre el facto y el juri, el ideal y la realidad. Contraste entre aquel barrio habanero con olor de aguacate y suavidad de mango y el muro global de Coca Cola, Mc Donald y CNN; el largo lagarto verde y la superpoblada e inhóspita Grand Central Station. Profecía de la nueva tierra y el eterno play-back del World Trade Center en llamas.
Paisaje de piano, trompetas, bongó y tumbadoras donde Vivaldi, Gershwin, Bach y Lecuona armonizan, y Walt Whitman, Van Gogh y José Martí son hermanos, aunque allá afuera, lejos, en la noche de lluvia inclemente, todavía duele el eco de una niña desflorada en la flor de su inocencia.
Anímico paisaje-retrato que terminarán tus ojos, querida lectora, querido lector, soñando y ejerciendo la convivencia más allá de todo.
Al final, una galaxia muere, se convierte en agujero negro,
La muerte baila un guaguancó con Proust.”
Afuera llueven las siete plagas.
Silvia propone una síntesis superadora: “el planeta es la patria, y el amor pasaporte.”
“La lluvia baña los últimos cadáveres y los perfuma, penetra todos los secretos y los suaviza en humedad sagrada.”

                                         Rubén VEDOVALDI 
                            Finales de otoño 2004  ARGENTINA



EL TALLER DEL POETA

Fernando Luis Pérez Poza

publica en papel el libro
Paisajes sin terminar
Depósito Legal: PO-350-04
ISBN: 84-96073-50-5
poemario de:  Silvia Brandon Pérez   .- (USA)
compañera de las listas literarias con dedicatoria de Rubén Veovaldi (Argentina)
y portada de Fernando Luis Pérez Poza

Entrada al paisaje. Rubén VEDOVALDI

Llueve. Afuera es noche y llueve tanto.
Silvia bebe té de manzanilla con miel y da leche tibia a sus gatitos, enciende el hogar y nos abre la puerta a su interioridad en tensión poética.
Su vida, como su obra, es un paisaje sin terminar, sed de luz en marco de oscuridad, sed de belleza y reconciliación, sed de paz hecha de verdad y justicia.
Paisaje donde recordar, como dice Eduardo Galeano, es volver a pasar por el corazón.
Versos que abrevan en el mester de juglaría de sus ancestros españoles, pasando por el son cubano y aquellos poemas de Lorca y Rubén Darío en boca de su abuelo, o su abuela, guitarra en mano, cantando nanas, boleros y danzones. Gesto de vida en cantar de gesta, lirismo y memoria, filosofía, tedio y esperanza; budismo-nudismo y amor-clamor.
“Estoy harta- dice- del poeta como ente aparatoso que viene de las estrellas y duerme en colchón amplio, harta de pececitos de colores y la caravana de Ambrosio.”
Yin-yang entre el mañana y el ayer, contrapunto entre la ternura y el abandono, el amor y el poder, masculino y femenino, la lengua de Shakespeare y la de Cervantes. Conflicto entre soledad y solidaridad,  el pragmatismo ciego y los principios providentes,  la opulencia concentrada y la miseria dispersa.
Tensión entre el facto y el juri, el ideal y la realidad. Contraste entre aquel barrio habanero con olor de aguacate y suavidad de mango y el muro global de Coca Cola, Mc Donald y CNN; el largo lagarto verde y la superpoblada e inhóspita Grand Central Station. Profecía de la nueva tierra y el eterno play-back del World Trade Center en llamas.
Paisaje de piano, trompetas, bongó y tumbadoras donde Vivaldi, Gershwin, Bach y Lecuona armonizan, y Walt Whitman, Van Gogh y José Martí son hermanos, aunque allá afuera, lejos, en la noche de lluvia inclemente, todavía duele el eco de una niña desflorada en la flor de su inocencia.
Anímico paisaje-retrato que terminarán tus ojos, querida lectora, querido lector, soñando y ejerciendo la convivencia más allá de todo.
Al final, una galaxia muere, se convierte en agujero negro,
La muerte baila un guaguancó con Proust.”
Afuera llueven las siete plagas.
Silvia propone una síntesis superadora: “el planeta es la patria, y el amor pasaporte.”
“La lluvia baña los últimos cadáveres y los perfuma, penetra todos los secretos y los suaviza en humedad sagrada.”

                                         Rubén VEDOVALDI 
                            Finales de otoño 2004  ARGENTINA



EL TALLER DEL POETA

Fernando Luis Pérez Poza

publica en papel el libro
Paisajes sin terminar
Depósito Legal: PO-350-04
ISBN: 84-96073-50-5
poemario de:  Silvia Brandon Pérez   .- (USA)
compañera de las listas literarias con dedicatoria de Rubén Veovaldi (Argentina)
y portada de Fernando Luis Pérez Poza

Miguel Álvarez Morales. La gula


"La alacena de Miguel"
 es una página web dedicada a la poesía, artículos de opinión, afinidades como el ajedrez, .., un autodidacta que dice de sí mismo: 
Pues soy cabezón, arrogante, prepotente, una persona normal que gusta de leer, escribir, el ajedrez, el cine, el vino, los amigos...




Gula


El tiempo; nublo y álgido.
La casa.
Un salón diáfano.
Un sofá negro.
Una manta.
Las horas pasan.
Una tele plana.

Una peli.
Una idea.
Otra idea.
El aburrimiento.
Me levanto.
La cocina.
Hay comida.

Sólo un poco, pienso.
Pan.
Chorrizo.
Jamón y queso (yuxtapuesto).
Vino.
Vuelvo.
Nuevamente el sofá negro.

Anuncios.
Aburrimiento.
Recuerdo y pienso.
La despensa.
Me paro frente la puerta.
Chocolate.
Licor.

Vuelvo al sofa.
Ya no veo la tele (sólo la mesa)
Pan.
Chorizo.
Jamón y queso.
Vino.
Chocolate y licor.

Sólo un poco (pensé).
El anuncio ya termina.
Veo la tele.
¿Y la mesa?
¿Qué mesa?
Nada había, nada queda.

La Alacena de Miguel

laalacenademiguel.blogspot.com/
20/10/2014 - Miguel Alvarez Morales. Pues soy cabezón, arrogante, prepotente, una persona normal que gusta de leer, escribir, el ajedrez, el cine, el vino, ...


Miguel Álvarez Morales. La gula


"La alacena de Miguel"
 es una página web dedicada a la poesía, artículos de opinión, afinidades como el ajedrez, .., un autodidacta que dice de sí mismo: 
Pues soy cabezón, arrogante, prepotente, una persona normal que gusta de leer, escribir, el ajedrez, el cine, el vino, los amigos...




Gula


El tiempo; nublo y álgido.
La casa.
Un salón diáfano.
Un sofá negro.
Una manta.
Las horas pasan.
Una tele plana.

Una peli.
Una idea.
Otra idea.
El aburrimiento.
Me levanto.
La cocina.
Hay comida.

Sólo un poco, pienso.
Pan.
Chorrizo.
Jamón y queso (yuxtapuesto).
Vino.
Vuelvo.
Nuevamente el sofá negro.

Anuncios.
Aburrimiento.
Recuerdo y pienso.
La despensa.
Me paro frente la puerta.
Chocolate.
Licor.

Vuelvo al sofa.
Ya no veo la tele (sólo la mesa)
Pan.
Chorizo.
Jamón y queso.
Vino.
Chocolate y licor.

Sólo un poco (pensé).
El anuncio ya termina.
Veo la tele.
¿Y la mesa?
¿Qué mesa?
Nada había, nada queda.

La Alacena de Miguel

laalacenademiguel.blogspot.com/
20/10/2014 - Miguel Alvarez Morales. Pues soy cabezón, arrogante, prepotente, una persona normal que gusta de leer, escribir, el ajedrez, el cine, el vino, ...


Sueños encadenados. Francisco Cañabate Reche




        Tomo prestadas unas palabras del profesor José-Carlos Mainer, de su libro La escritura desatada, publicado por la editorial palenciana Menoscuarto, relativas a la utilidad de la literatura: «Es mentira que los libros enseñen a vivir, si por vivir entendemos la claudicación resignada ante las exigencias de la realidad, porque la obligación de las novelas es enseñarnos a soñar con otras cosas, ser ámbitos de libertad de donde se sale y se entra con la más absoluta impunidad». He aquí la palabra mágica: soñar. Por esta y no otra razón, tal vez, el título de la última novela del escritor y galeno, Francisco Cañabate, sea, precisamente, Sueños encadenados. Soñar no es otra cosa que despegar las alas de la imaginación y transportarse a lugares desconocidos, ahondar en la presencia de lo mágico y refugiarse al calor de su luz emisora. Sueños encadenados no es sino el sueño de otros sueños, como si se tratara de una suerte de alquimia en la cual cada uno de los personajes que la componen viven en los sueños de los otros, o, al menos, parecen entrecruzarse una y otra vez. Ciertamente la literatura posibilita la invención de mundos y universos diferentes, tantos como desee el escritor, desde la más absoluta libertad. Sueños encadenados comienza con un viaje al pasado; corre el año 1906, nos hallamos en los Jardines Imperiales, en Tokio, con Liu San, su jardinero. A partir de este momento las historias se entrecruzan, al igual que los personajes. El hilo conductor de unas y otros será el hallazgo de El libro de la luna, «un libro perseguido y secreto en cuyas páginas podían hallarse los más profundos misterios de la cábala, los cálculos exactos. […] Un libro maldito sobre todos los libros porque todos aquellos hombres infortunados que intentaron descifrar sus entrañas y llegar al secreto acabaron muertos o desaparecieron». Cañabate Reche se nos muestra tal es, sin aditamentos ni disfraz que disimule o desfigure su creatividad y capacidad narradora, su singular voz, que puede distinguirse por las formas oracionales y su sentido filosófico de la vida.       Como trasunto de la narración, las ciudades: Tokio, Viena, Praga, Sarajevo, Granada, Berlín, Nápoles, Boston o París, lo que da un matiz universalista al texto, encadenando a su vez las diferentes historias de los personajes. Multiplicidad y heterogeneidad del discurso narrativo que fluye acompasado. No falta el elemento descriptivo, en el cual la naturaleza y el hombre –antagónicos- están presentes: «El bosque en su profundidad, con su espesura densa que sofoca la luz y que la apaga, el mundo vegetal en su expresión más pura, sin senderos ni marcas que indique a los otros la continua presencia opresiva de los hombres» -y una orquídea en el centro del cosmos-, como tampoco el filosófico al que hemos aludido con anterioridad y que se concreta en las continuas preguntas que se hace el narrador omnisciente, en esa desesperada búsqueda de la verdad –su verdad-: «¿Ser los sueños de otro, la sustancia diáfana de la que están compuestos, eso tiene remedio?», también de las respuestas: «Sin nada que nos una, sin que exista un motivo que permita explicar esta extraña cadena, nos encadena un sueño que está dentro de otro». Tal vez sea esta la clave de esta novela que nos envuelve en un mundo misterioso y secreto –¿cabalístico?: «Las diez emanaciones de Dios a través de las cuales se creó el mundo»- y en el cual la vida («Siempre la vida, Siempre. Repetida, distinta, confusa, indiferente, brutal, suave, profunda, superficial, exacta, dispersa, interrumpida a menudo asesina. También incomprensible. A veces nada que pueda parecerse a la vida. Pero siempre, la vida.» y la muerte («Cada noche me enfrento con un sueño extraño, en el que sé que hay muerte y odio y rabia») se muestran como caras de una misma moneda. Cañabate ha construido un texto polifónico con el cual seduce al lector y estimula su curiosidad. Cañabate sabe bien que «El mundo está repleto de historias diminutas» y este es el reto que acepta con cada obra que inicia, de lo pequeño a lo grande, creciendo y decreciéndose, como el ciclo natural de la vida. Así es, sin más, Sueños encadenados,  de Francisco Cañabate Reche.


Título:  Sueños encadenados
Autor: Francisco Cañabate Reche
Edita: Alhulia (Granada, Salobreña, 2014)

SALÓN DE LECTURA _______Por José Antonio Santano
SUEÑOS ENCADENADOS

Sueños encadenados. Francisco Cañabate Reche




        Tomo prestadas unas palabras del profesor José-Carlos Mainer, de su libro La escritura desatada, publicado por la editorial palenciana Menoscuarto, relativas a la utilidad de la literatura: «Es mentira que los libros enseñen a vivir, si por vivir entendemos la claudicación resignada ante las exigencias de la realidad, porque la obligación de las novelas es enseñarnos a soñar con otras cosas, ser ámbitos de libertad de donde se sale y se entra con la más absoluta impunidad». He aquí la palabra mágica: soñar. Por esta y no otra razón, tal vez, el título de la última novela del escritor y galeno, Francisco Cañabate, sea, precisamente, Sueños encadenados. Soñar no es otra cosa que despegar las alas de la imaginación y transportarse a lugares desconocidos, ahondar en la presencia de lo mágico y refugiarse al calor de su luz emisora. Sueños encadenados no es sino el sueño de otros sueños, como si se tratara de una suerte de alquimia en la cual cada uno de los personajes que la componen viven en los sueños de los otros, o, al menos, parecen entrecruzarse una y otra vez. Ciertamente la literatura posibilita la invención de mundos y universos diferentes, tantos como desee el escritor, desde la más absoluta libertad. Sueños encadenados comienza con un viaje al pasado; corre el año 1906, nos hallamos en los Jardines Imperiales, en Tokio, con Liu San, su jardinero. A partir de este momento las historias se entrecruzan, al igual que los personajes. El hilo conductor de unas y otros será el hallazgo de El libro de la luna, «un libro perseguido y secreto en cuyas páginas podían hallarse los más profundos misterios de la cábala, los cálculos exactos. […] Un libro maldito sobre todos los libros porque todos aquellos hombres infortunados que intentaron descifrar sus entrañas y llegar al secreto acabaron muertos o desaparecieron». Cañabate Reche se nos muestra tal es, sin aditamentos ni disfraz que disimule o desfigure su creatividad y capacidad narradora, su singular voz, que puede distinguirse por las formas oracionales y su sentido filosófico de la vida.       Como trasunto de la narración, las ciudades: Tokio, Viena, Praga, Sarajevo, Granada, Berlín, Nápoles, Boston o París, lo que da un matiz universalista al texto, encadenando a su vez las diferentes historias de los personajes. Multiplicidad y heterogeneidad del discurso narrativo que fluye acompasado. No falta el elemento descriptivo, en el cual la naturaleza y el hombre –antagónicos- están presentes: «El bosque en su profundidad, con su espesura densa que sofoca la luz y que la apaga, el mundo vegetal en su expresión más pura, sin senderos ni marcas que indique a los otros la continua presencia opresiva de los hombres» -y una orquídea en el centro del cosmos-, como tampoco el filosófico al que hemos aludido con anterioridad y que se concreta en las continuas preguntas que se hace el narrador omnisciente, en esa desesperada búsqueda de la verdad –su verdad-: «¿Ser los sueños de otro, la sustancia diáfana de la que están compuestos, eso tiene remedio?», también de las respuestas: «Sin nada que nos una, sin que exista un motivo que permita explicar esta extraña cadena, nos encadena un sueño que está dentro de otro». Tal vez sea esta la clave de esta novela que nos envuelve en un mundo misterioso y secreto –¿cabalístico?: «Las diez emanaciones de Dios a través de las cuales se creó el mundo»- y en el cual la vida («Siempre la vida, Siempre. Repetida, distinta, confusa, indiferente, brutal, suave, profunda, superficial, exacta, dispersa, interrumpida a menudo asesina. También incomprensible. A veces nada que pueda parecerse a la vida. Pero siempre, la vida.» y la muerte («Cada noche me enfrento con un sueño extraño, en el que sé que hay muerte y odio y rabia») se muestran como caras de una misma moneda. Cañabate ha construido un texto polifónico con el cual seduce al lector y estimula su curiosidad. Cañabate sabe bien que «El mundo está repleto de historias diminutas» y este es el reto que acepta con cada obra que inicia, de lo pequeño a lo grande, creciendo y decreciéndose, como el ciclo natural de la vida. Así es, sin más, Sueños encadenados,  de Francisco Cañabate Reche.


Título:  Sueños encadenados
Autor: Francisco Cañabate Reche
Edita: Alhulia (Granada, Salobreña, 2014)

SALÓN DE LECTURA _______Por José Antonio Santano
SUEÑOS ENCADENADOS

Antonio García Vargas. Grandes de la poesía de todos los tiempos.

GRANDES DE LA POESÍA DE TODOS LOS TIEMPOS
Taller Internacional de Formas Métricas Clásicas y Contemporáneas

Antonio García Vargas. 


Revisión métrica y estética:
Poema (soneto) de Octavio Paz

En mi interés por el desarrollo de la Métrica a través de los tiempos, me dedico a ratos, por puro entretenimiento, dejando a un lado la formalidad de mi labor investigadora y divulgativa, a analizar textos poéticos intentando buscar fórmulas «raras» que puedan estar escondidas en los poemas de los que considero grandes figuras del conocimiento métrico-poético (¡Ay, qué poquitos, Señor!). Me agrada saber hasta qué punto escondían sus trampitas a la hora de hacer sus aparentemente sencillas composiciones .

En este curioso e interesante poema que analizaré, de Octavio Paz, descubrí que, casi inadvertidamente, mezcla el soneto clásico en lengua española con el soneto clásico anglosajón sin que apenas nos demos cuenta, en un juego delicioso que denota un gran talento en el Arte Métrico de medio alcance.

Veámoslo:

Los dos primeros cuartetos son clásicos, con rima ABBC, ambos.

Los dos tercetos también parecen formar parte de un soneto clásico al uso pero si miramos con atención descubriremos (camuflados artísticamente) que se descomponen, tanto en dos tercetos de rima CDC DEE (no ortodoxo pero sí correcto) como en una estrofa de serventesios por un lado, CDCD y, como punto final, un pareado, EE.

Es decir, que lo que estamos viendo es un soneto clásico normal por un lado y, al tiempo, un híbrido entre clásico castellano y soneto inglés (isabelino) por otro, con solo sumar (detraer del 2º terceto) el verso número 12 al primer terceto, conformando con ello una estrofa en serventesios y dejando, flotantes, los dos versos del pareado isabelino final.

Fantástico el dominio de la métrica (sin alardes) del maestro Paz. Solo dos ritmos fijos en las 11 sílabas del verso. Lo básico, digamos, pero con arte. Fantástico asimismo, el preciosismo con que maneja lo esencial de la poesía (lenguaje y ritmo), fantaseando con figuras y formas —burlándolas a veces— y gozando del juego de «ir más allá» en la preciosidad del tropo y del imaginario, como si de un adolescente se tratase. Genial en suma.

He aquí el poema a que me refiero:

INMÓVIL en la luz, pero danzante,
tu movimiento a la quietud que cría
en la cima del vértigo se alía
deteniendo, no al vuelo, sí al instante.

Luz que no se derrama, ya diamante,
fija en la rotación del mediodía,
sol que no se consume ni se enfría
de cenizas y llama equidistante.

Tu salto es un segundo congelado
que ni apresura el tiempo ni lo mata:
preso en su movimiento ensimismado

tu cuerpo de sí mismo se desata
y cae y se dispersa tu blancura
y vuelves a ser agua y tierra obscura.

Poema de Octavio Paz