A DIEGO DOMINGUEZ, POR SI LA MEMORIA NO SE ASIENTA

REENVIADO


vista a pie de playa del Zapillo-Almeria
    

    Al describir,
hablar, escuchar o el mayor placer; conversar y aprender de D. Diego
Domínguez es como hablar con un Alma asentada en la experiencia.
Asentado y firme cuál acero de aquel tren que le trajera de su
Zurgena, que en si sigue haciendo arder la caldera de su Corazón.
Otrora con verdades de agridulce sabor, otrora con un pasado de horas
y horas de trabajo que casi humeaban bajo su calzado, como inquieto
reportero y cronista inquieto e infatigable para informarnos de los
sucesos de una Almería, vecinal, cruda o admirable en su
sorprendente despertar. Entre las pausas, pocas, de cafés o anisetes
de desaparecida cafetería, allí por Puerta de Purchena que no
cerraba así tuviera el día horas.




    Hombre
cabal, enamorado de su familia, que admira desde siempre el desvivido
y tenaz espíritu y voluntad de su compañera, abrigo y aliento. Pero
tiempos de necesidad le hicieron más viajero y locuaz, intrépido y
realista que casero. Placeres en los que hoy gana más horas que las
que ha visto el Sol, sin denuedo.




 

Desde
aquellos tiempos de sesudos y profundos artículos que desmenuzaban
los sucesos a donde el periodismo hoy “acaricia“ los
hechos.




Pintor,
padre, observador y Maestro. Si el tiempo le ha dado edad, nada le ha
robado de consciencia sobre el devenir antiguo y actual de una
Almería de hoy, de cristal, negro y metal, con atisbos de cultura
que vencen a vientos y mareas.




Sus
amigos deshacen su tiempo, la rutina, para encontrar ese hueco en que
vuelven a ser intrépidos truhanes, locuaces e ingeniosos, Amigos con
años de experiencias.




 A
un amigo que sabe conversar con contenido e inteligencia. Los amigos
que duran cien años, ya son de la familia.