Washington Daniel Gorosito Pérez (II)

El monte herido








EL MONTE HERIDO
Una algarabía de colores
como un arco iris
rompe con el negro de las nubes nocturnas.
El monte amanece herido.
Brota de él un humo azulado,
los árboles mandan
señales de fuego apocalíptico.
Batahola de extinción.
La tierra de dolor preñada.
Las aves huyen,
no es el invierno que las aleja.
Hay exilio de aromas florales,
se oscurece el verde de la esperanza,
mientras se cierran
los pulmones del planeta.



EL ÁRBOL 
Las veloces golondrinas
cierran las ventanas del cielo,
multiplicidad de movimientos,
muchedumbre sin fronteras.

Abajo,
locomotoras que aúllan
el dolor de los migrantes
que trepan
pletóricos de pavor.

Pequeñas realidades inconexas,
en el círculo blanco del tiempo.

Náufragos en tierra,
islas de indiferencia y cenizas
los marcan.

Sus ojos inquietos buscan
el azul liberador del cielo
y la verdadera luz del sol.

Mientras,
el corpóreo ombú
fantasmagórico,
un árbol monumental
imagen salida de un negro sueño,
extiende sus manos vacías
recibiendo páginas sepias
que le regala el viento
con residuos de palabras.



EL GRITO DE LA TIERRA 
Desde el fondo de la tierra brota un sonido…
Se oye desgarrador.
No hay brisas luminosas.
Ni pájaros que vuelen.
Los nidos y el cielo se ven desiertos.

¿Por qué no resuenan las tonadas
armoniosas en el cielo?
Nadie las oye, o somos sordos al viento.
Ya los brazos de los árboles,
no se elevan con donaire,
caen como cansados a ambos lados del tronco.

Las hojas no vibran al ser acariciadas
por el Pampero del sur,
sólo caen…
No hay canto, hay lamento…

Lamento del mundo,
a través del grito de la tierra.
¡Cuánto dolor dormido y atrapado!
Desechando sombras, sofocando infiernos.

Ruedan lágrimas de intenso dolor,
por vanidades que han cubierto nuestras almas,
ciegas al hambre, la deforestación y la polución.
Desde el fondo emerge,
el grito de la tierra,
apremiante de dudas angustiosas
Lamento de un mundo.
Suspenso de guerra…



ODISEA
El bosque vuelve apocalíptico
el silencio.

Los oyameles están ansiosos
por la espera.

Todo es equilibrio natural,
se apacigua el viento
y conversa con las nubes.

Las Monarcas
mariposas resplandecientes
fluyen del norte al sur.

Inquieta sombra,
mosaicos de vida,
pétalos deshojados caen del cielo.

Naufragas naranja y oro,
embriagadas de sol,
buscando su Ítaca.

  • Las mariposas Monarca, migran de Canadá a los bosques del centro de México, la mayoría al Estado de Michoacán a pasar el invierno.



PLACERES 
El viento trae melodías lejanas,
abrasa suavemente las espigas
produciendo leves movimientos
desgarbados.

El sol,
se va tornando anaranjado,
lentamente…

Disfruto ese placer arcaico
que me regala la naturaleza
infundiéndome,
paz y sosiego.

Mientras
los pájaros migrantes
humillan el silencio.

Muy cerca de mí
un jazmín
anuncia el comienzo de su reinado
y se dispone
a desplegar lentamente
su velamen
entre los escombros de la tarde.

VERSOS VERSUS TSUNAMIS 
La poesía,
no está hecha
sólo de palabras,
tiene lágrimas de mar
muy saladas.
Hay amargos silencios
que rondan la desgastada,
escalera del olvido.
Se integran luces portuarias
y sus múltiples matices.
Hay mástiles,
proas y popas,
y se sueltan amarras
desde el añejo muelle.
El viento amigo
hincha velas a reventar
que buscan el núcleo
de la tormenta,
naufragantes versos.
Se irán al sacrificio
y calmarán el dolor
de los océanos
que ya no darán
coletazos de furia.

Washington Daniel Gorosito Pérez