La novia sin velo.


Sin velo, hasta para casarse.
La novia sin velo.



 El amanecer no es más que un dibujo de Dios en el firmamento y el precioso paisaje que le acompaña, lo embellece aún más y es sólo eso, una obra de un pintor excelente, al óleo sobre lienzo y que se cuelga del cielo como un cuadro, ¿qué tiene el amanecer que a todos enfurece?, esa mirada que nadie conoce bien, el rosa con el fucsia y el naranja que anima el alma, no lo sé, pero la culpa es de su creador, cara pintura, obra del mejor de los artistas y que sin embargo, todos contemplamos gratis, no puede colgarse en una pared o sobre una mesa, siempre permanecerá en lo alto.
Mamita yo quería ser famosa, pero ¿en qué?, quería una vida normal pero agradezco no haberla tenido porque aprendí a ser como soy. Mami yo quería ser feliz pero no siéndolo lo fui porque llené mis vacíos de ríos de paz al hacer lo correcto apartándome del mal, aquel que me seducía con su cara de ángel, sus labios de frambuesa, sus bolsillos llenos de falsificados dólares y sus muchísimas promesas.
Ni he sido importante ni he tenido amigos, dejé pasar el tren viendo como corría veloz al encuentro de otros pasajeros, perdí oportunidades al completo, por eso canto en la ducha, me lavo en agua de rosas, ceno pizza margarita y desayuno chocolate con galletas.
Voy como la novia sin velo, la cenicienta de un cuento, la esclava de un hombre blanco. No quiero que se comente que he sido infeliz, no es cierto. Me aparto de la depresión fácilmente, soy positiva, soy el acierto. Me verán los que me envidian como la mujer amargada, la que llora a escondidas y duerme un poquito mal. Mentira. Todo es mentira. También como la que cuida animales en las calles españolas y agradece el detalle de que Dios la orientase para escoger ese camino de sabios porque es una obligación moral y cívica cuidarlos.
No todo ha salido bien, pero yo estoy muy bien, no miro atrás, no doy un solo salto al pasado, lo aprendido pesa sobre mí como una bendición. No tendré hijos ni seré admirada, querida ni respetada, nadie me perdonará mis pequeñísimas faltas. No fue para mí el “ser ídolo de masas”, no seré cantante popular ni actriz de novela suramericana. No modelo ni bailarina y sin embargo soy la mujer más afortunada que pisa el planeta Tierra.
No tendré cicatrices ni heridas abiertas pero tomaré pastillas para mejorar mi piel, no deseo las lágrimas aunque si llegan no recibirán el rechazo, seré una mujer limpia que se lava con jabón de Marsella y champú de pelo contra la caspa, la que gusta de probar vestidos largos y se casará sin llevar el velo puesto, la que comprará en su día también flores a los muertos. Enterraré las malas contestaciones, las amenazas, las falsas palabras de amor y las cuchilladas.
El velo se lo robó aquel que quiso darle un beso sin amor sin antes vestirla de blanco, aquel que no supo hacerla suya por completo, atrás en la arena cayó con su blancura, su pureza y su ignorancia. La lluvia lo mojó, no irá por el, ni un paso atrás. Eso nunca.
Irá vestida de blanco si llega el día, sin perlas ni azabaches. Llena de flores y seda, con su larga cabellera suelta. Él la quiere tal como es, salvaje, sincera, cuando está contenta y cuando se queja. Es su media naranja y no le importará verla a cara descubierta subida a un altar.
Seguirle a todas partes, con su pasado, sin velo, sin desear repetir curso, feliz con su diploma de graduada en cuestiones de vida, intercambios de regalos, zancadillas, oportunismos y venganzas.
Sé que sé lo que sé...  y andando voy por el río, paso a paso en sus orillas que son las mías, marchando paso a paso... y sólo sé que nada sé. Como decía el filósofo, sólo que la felicidad, la risa se puede encontrar en los otros, en lo más triste y penoso, en lo más sombrío, en la sabiduría del ser humano de al lado. Que lo sé desde el fondo y hubiera deseado saberlo todo, pero todo se escapa de mis manos casi pintadas de negro por acción de los rayos del sol disfrazado de espesa lluvia.
Todo se va y yo... voy perdiendo terreno poco a poco, se es lo que se puede, lo que no, no. Y feliz igual yo soy que nada valgo ni soy, salvo para mi hermosa familia humana y gatuna.
Sé que no tiraré en saco roto… todo lo sentido, todo lo añorado, todo el tormento de no sentirme respetada por los que no quieran aceptarme como quiero ser. No tiraré en saco roto la muerte que viene y que parte de mi alma y dice: ¿y a mí qué?... no meteré en saco roto tus ojos azules que poco me dicen ya, no tiraré en saco roto, vivir por vivir, decirte que sí, cuando quiero decir NO.
Firmado; la novia sin velo, que se descubre como una mujer moderna, divertida, optimista, amiga de hacer favores, que desea bien a los que le hicieron mal siempre y cuando no la toquen, si eso pasa se convertirá en fiera y rezará por el ojo por ojo, aquel que también le pertenece, que también conoce bien.
No quiere venganza, las cosas pasan y nada puede hacerse más que aceptarlas, todo se puede perdonar menos la muerte, incluso que te dejen en un altar olvidada, que te llamen idiota a la cara o cuenten tus defectos a los extranjeros.
Todo lo permite la mujer sin velo, pero debe seguir siendo libre o pensar en casarse, debe seguir caminando en paz, tener las ideas claras, no comprarse otro velo para otra posible boda que llegaría con el tiempo, no es necesario, en nuestra sociedad su novio ya le habría visto la cara, contado sus dientes y visto sus impurezas de la piel, ¿para qué ocultarse?, ¿para qué la mentira?, no no y no. Sin velo siempre.
Habrá boda, claro que sí, habrá un “sí”, un verdadero “sí”, con la boca llena, el pecho hacia fuera, sin la gorra, sin el velo, sin pedir misericordia y a ser posible, con mi perro, porque también tendrá derecho a ir a la Iglesia para vernos contraer matrimonio, felices, alegres, con sus ladridos de fondo, que son santos, me gustan más que escuchar la santísima misa, me llenan sus sonidos como un niño que llama papá a su padre, el canario que canta al llegar su dueña a casa, la mariposa que vuela alrededor de la luz artificial de la sala del hogar.
Me casaré, y a otros les dolerá mi acción, porque han querido verme derrotada, aplastada, hundida, y no pude, me levanté, estoy orgullosa, plena, mi horizonte será claro y las margaritas no faltarán en mi jardín, tampoco las hortensias.
Vamos a ser uno, no dos, las mismas ideas, o no, pero uno, porque sabemos lo que hacemos y nos une el amor al perro. Hijos no sé si habrá, pero sí nuestro gran amigo siempre nos ladrará.
Desde el balcón podré ver entonces aquel velo que perdí en su día y no recuperé.
Tampoco nadie me ha preguntado por él.
Fui con las ideas claras, nada ocultaba, mi rostro estaba limpio con agua de rosas y me amaron, como soy. No tuve que decir mentiras, que engañar a masas, que disculparme, simplemente luche y vencí, amarré mi futuro y perdí el velo, ¿y qué?, no todos somos iguales, unos tienen más hermanos que otros, unos hablan japonés y otros apenas sabemos hablar lo que hablamos, pero somos comprendidos.
Todo irá bien, somos grandes, somos lo suficientemente sanos como para cuidarnos y respetarnos, sabemos caminar derecho y derechos, miraremos indiferentes aquel velo que se empecina en hacerse presente en el paseo de piedra del jardín, y eso que no está ahí. No realmente.
Velo, velo que en países eres detestado y sin embargo a la hora de casar eres un atuendo amado, querido y deseado porque el hombre levanta el velo para besar a la novia y eso es hermoso.
Velo, que yo no tendré, que nadie me levantará, velo que se perdió y no me deja respirar, más yo, lucharé, sin él, porque el velo no debe tapar las caras ni en los días de las bodas, porque las mujeres somos libres y podemos enseñarnos todas, con respeto, con medida, pero sin necesidad del tul, la seda o cualquier tela cubriéndonos el rostro.
Somos libres, no somos velo, deseamos casarnos, pero bien, de lo contrario, el velo y aquel beso no sería sino un mal recuerdo, un hombre santo, trabajados, devoto de San Pedro y de Jesús, de la virgen y de Dios.
Ese hombre busco yo, pero que también sepa ser hombre, con sus buenos pantalones, su sombrero y su pistola si hace falta.
Lucharé por “las sin velo”· y las pondré como ejemplo, universal, insuperable, de la felicidad total.
No será mi ropa blanca, porque me gusta el azul, mi boda será azul cielo y su beso imborrable, sincero. En la foto se reflejará, le besaré mucho tiempo para tener muchas instantáneas, para luego elegir dos o tres que me gusten y hacer cuadros para la sala, verlos será recordar.
Por mí, que se mueran los velos.
Mamita me casaré, mamita quiero casarme, mamita no cosas demasiado, que el velo no lo necesito, el vestido quiero cortito y un escote de impacto, moderno y a su vez, elegante.
Fuera velos, fuera penas, fuera todo y venga la dicha a colmarme con mi manera de ser, de hacer las cosas y de creer en ella.
Con toda mi voz, mi voluntad, mi espíritu y tenacidad, fuera con todo lo que sobra, que todo lo que no vale ya va quedando atrás, por voluntad divina, porque fueron ellos los que me arrebataron también el dichoso “velo”, en su día.
Ellos me lo ponen también delante para que lo desprecie, no lo recomiende.
San Valentín será un día de celebración, no de dolor, un día esperado, con regalos, buenos recuerdos de besos y secretos que nos unieron, como el que te conté del motivo de no desear llevar velo el día de mi maravillosa boda.
Mi perro me quiere mucho, mi perro vale por diez, mi perro juega con el velo, y yo me río con él, velo invisible, él lo ve.
Mi perro viene a salvarme, mi perrito me quiere bien, es mi sana medicina y mis muchas vitaminas, es un hermoso animal que jamás romperá el cristal, por eso le queremos, le cuidamos y le dejamos jugar con aquello que ni es ni deja de ser, pues por lo menos que le divierta mientras nuestra vida transcurrirá y llegaremos a viejos, felices, juntos, sonrientes, en paz y con nuestras ideas, que nadie nos ha podido robar.
Gracias por escucharme.