El pan nuestro de cada día
Dios dijo hace tiempo:
“te ganarás el pan con el sudor de tu frente”
Y como un martillo golpetea esta sentencia
nuestro destino y amarga suerte.
Como tormenta huracanada llegan con fuerza a mis oídos,
ecos cargados de compromiso, de lucha, de esfuerzo y sacrificio
donde hombres y mujeres se debaten bajo su sino.
El labriego secándose el sudor.
El hombre de la mar serpenteando en la orilla.
El minero en su oscura inmensidad.
El pastor trashumante sin regreso.
Mujeres cosechando, amasando y riendo…
Mientras aquí, se me abren las carnes
cuando la gran ciudad supura abandono y barbarie.
En cada esquina una mano se abre,
pidiendo y un puño se cierra…
y de vez en cuando,
un grito de lucha se pierde en el aire.
El miedo come en nuestra mesa y oscuros designios se comparten.
Cada vez cuesta más levantarse…
Con los brazos quedos esperamos que nuestro cirio no se apague
antes de ver el desenlace.
A veces, olvidamos nuestras pequeñeces de hombres sin fuerza,
vencidos por la incomprensión ajena.
Sin embargo, bajo la mirada de nadie, cuando todo parece perdido
nos arremolinamos como hojarasca sin tregua.
Sublevar la madera dormida es un signo de resistencia
y resistir es lo único que nos queda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.