Entradas

Mostrando entradas de abril 24, 2013

37.-La partera. Pablo A. Bugallo(139)

La réplica de los best-sellers de sopa de ajo a que nos tienen acostumbrados las editoriales Los ojos, cerrados casi del todo por el peso del tiempo, lo escrutaron con presteza y profesionalidad en busca de deformidades. El llanto claro y estridente era un buen presagio, pero siempre convenía cerciorarse: más comadres habían muerto en la hoguera, por brujas y hechiceras, que por cualquier otra causa, incluidas las plagas que regularmente diezmaban las poblaciones de los reinos de Europa. La vieja partera luego posó a la criatura en el suelo, entre sus piernas, sobre un lecho de paja seca cubierto con su mejor paño, tres codos de un tejido suave como el melocotón en cuyo rojo carmesí parecía ahora flotar el cuerpecito indefenso. Se lo quedó mirando como quien ve una aparición. Durante unos segundos, aquel llanto impregnado de rojo, el color de la sangre, le desgarró el alma en mil jirones. Los ojos, antaño manantiales generosos, le dolían como si unas manos invisibles se los estuvieran

37.-La partera. Pablo A. Bugallo(139)

La réplica de los best-sellers de sopa de ajo a que nos tienen acostumbrados las editoriales Los ojos, cerrados casi del todo por el peso del tiempo, lo escrutaron con presteza y profesionalidad en busca de deformidades. El llanto claro y estridente era un buen presagio, pero siempre convenía cerciorarse: más comadres habían muerto en la hoguera, por brujas y hechiceras, que por cualquier otra causa, incluidas las plagas que regularmente diezmaban las poblaciones de los reinos de Europa. La vieja partera luego posó a la criatura en el suelo, entre sus piernas, sobre un lecho de paja seca cubierto con su mejor paño, tres codos de un tejido suave como el melocotón en cuyo rojo carmesí parecía ahora flotar el cuerpecito indefenso. Se lo quedó mirando como quien ve una aparición. Durante unos segundos, aquel llanto impregnado de rojo, el color de la sangre, le desgarró el alma en mil jirones. Los ojos, antaño manantiales generosos, le dolían como si unas manos invisibles se los estuvieran

37.-La partera. Pablo A. Bugallo(139)

La réplica de los best-sellers de sopa de ajo a que nos tienen acostumbrados las editoriales Los ojos, cerrados casi del todo por el peso del tiempo, lo escrutaron con presteza y profesionalidad en busca de deformidades. El llanto claro y estridente era un buen presagio, pero siempre convenía cerciorarse: más comadres habían muerto en la hoguera, por brujas y hechiceras, que por cualquier otra causa, incluidas las plagas que regularmente diezmaban las poblaciones de los reinos de Europa. La vieja partera luego posó a la criatura en el suelo, entre sus piernas, sobre un lecho de paja seca cubierto con su mejor paño, tres codos de un tejido suave como el melocotón en cuyo rojo carmesí parecía ahora flotar el cuerpecito indefenso. Se lo quedó mirando como quien ve una aparición. Durante unos segundos, aquel llanto impregnado de rojo, el color de la sangre, le desgarró el alma en mil jirones. Los ojos, antaño manantiales generosos, le dolían como si unas manos invisibles se los estuvieran

La Universidad del desierto

Imagen
Miguel Gallego Roca MIGUEL GALLEGO,  algo más que crítica literaria La Universidad del Desierto: 

La Universidad del desierto. Miguel Gallego

MIGUEL GALLEGO,  algo más que crítica literaria La Universidad del Desierto:  universidaddeldesierto. blogspot.com

La Universidad del desierto. Miguel Gallego

MIGUEL GALLEGO,  algo más que crítica literaria La Universidad del Desierto:  universidaddeldesierto. blogspot.com