Palabras. Almería. Graciela Vera

PALABRAS

 Palabras a media voz...
frases que conocemos antes de  oírlas ...
tan repetidas y tan frescas...tan ansiadas.
Palabras esperadas...palabras anhelantes,
caricias en mis oídos penetrando hasta mi esencia
en holocausto virginal de mis sentidos.
Y me siento  amada...deseada...ensalzada...¡mujer!.
Palabras sugerentes...estimulantes...
tan lejos y tan cerca a la vez –etéreo y material-
y el frenesí de nuestras voces
nos lleva al éxtasis...al paroxismo...al culmen.
Palabras salidas del amor buscando amor,
atravesando medio planeta
para decirle al mundo que nos amamos,
tejiendo una laberíntica tela de araña, de plata bruñida,
por la que deambula enloquecido
el minotauro de nuestros anhelos
quedando atrapados en el laberinto de la pasión,
fundidos en un sublime orgasmo.
Y me siento amada,,,,deseada...ensalzada...¡¡muy mujer!!
 
                                                                       Graciela Vera
Montevideo, 25 agosto 2000
 
ALMERÍA

                               Homenaje a Almería,
                          en la Feria del Libro de 2000

Se extiende coqueta, blanca y recatada,
como damisela  inquieta
cuyo  pié besa solícito el azul Mediterráneo.
Mientras desde lo alto, cual abuela celosa,
la Alcazaba vigilante trae ilusiones de reinos nazaríes.

¿Habrá sido en harenes orlados de sedas preciosas
en donde su cielo libara esa diáfana gama de azules?
¿Quizás las chirimías de Hairan, calmaron al dios Thor
rezumando  la suavidad de su clima?.
¿Serían las sobrias “tarantas”
las que desde el fondo de la mina afloraran para ella
esa argentífera  luz cegadora de su aura?.

No importa quién te hizo, quién te creyó;
no importa cuántos poetas te cantaron;
escaparás siempre al tiempo y al elogio
emergiendo majestuosa de la alquitara de tu esencia.
Almería, graciosa gema andaluza,
Espejo del Mar, Portus Magnus
que en los recónditos escondrijos de tus montañas,
guardas el preciado tesoro de tu orgullo y de tus gentes.
                                                                    Graciela Vera
                                                                      27.11.00
DUDAS

Tu sueño era calmo, sosegado,
no advertiste mi presencia
a  pesar de que mis manos
acariciaban tu espalda con ternura.
Al reclinar mi cabeza en la tuya
aspiré el inconfundible aroma de tu cuerpo,
una estrella se perdió en mis ojos
y pensé que no era la primera que lo olía,
y soñé con poder ser la última.
¿con quién soñabas?
¿odaliscas...? ¿huríes...?
¿quizás diosas del olimpo...?
internautas disputándose tu amor.
Recordé tus candentes  poemas
y llegaron los fantasmas,
fantasmas  de tus otras mujeres,
recuerdos de amoríos sin tiempo.
Quise espantarlos,
gritarte que yo también quiero que me des el sur...
ser el norte de tu bitácora....
despertar en tu mente injustificados celos...
que me desees tanto que no me alejes de tí.
                            Graciela Vera
                                                        Diciembre 2000
HOY
 
Las horas se difuminan en realidades,
¿verdades?, ¿engaños?
¡Cuánto de cada cosa!
¡Cuánto de nada!
Ya no importa lo que dijimos,
Ya no es primordial lo que callamos.
Descansa la imaginación,
se eclipsan las distancias,
hoy ya no importan los mega bites,
ya no hay despedidas
ni mañanas robados a nuestros días.
La eternidad para amarnos
¿Cuándo se saciarán nuestras pupilas?
Eterna caricia de tus ojos en los míos.
 
                                Graciela Vera
                                        NOVIEMBRE 2000
 
 
TUS LEJANAS MANOS
 
 
 
Tus manos.... ¡¡ay tus manos!!,
viriles y suaves....
tus manos..., esas manos...
las manos que me acariciaron mil veces
en sueños inconclusos de placer y deseo.
Tus manos... ¡¡ay su calor!!.
Orgía envuelta en espasmos de placer;
Tus manos lejanas... tan cerca;
gozo sublime en la noche eterna;
lejos, muy lejos... tan cercana su caricia.
 
Tus manos que exploraron sin rozarlos
los recónditos secretos de mi cuerpo.
Tus manos... ¡¡ay tus manos!!,
en gozosa caricia lejana, magnánima.
Tus manos penetrando la languidez de mi ser,
arrastrando tras su ternura la turbación del momento,
Dejando libre mi alma para la embriaguez final.
 

                        Graciela Vera
                                 / septiembre 2000