En renta
Pim, pump, bang, ouch, plash: la televisión se ha encargado de modificar nuestras conductas sociales.
Ya el sólo hecho de aparecer a cuadro, o de plano ignorados, nos remite de manera brutal al reino de los arquetipos y supera el discurso tradicional.
Los talks shows, en donde el conductor toma de su fólder de tarjetas opinativas un gancho para el siguiente segmento, provocan en la audiencia una constante actitud descarnada de autocompasión.
Para lograrlo, la imagen de los participantes debe ser precaria. Los productores se encargan de motivar a la tarea de destruir la autoestima: la idea del mito-tabú-y-demás-razones-de-cuyo-nombre-no-hay-memoria, del animal social de Levis Strauss al complejo de Mc Luhan.
Los valores supuestos demuestran que, a mayor intensidad y parentesco con lo trivial, absurdo e imposible, mayor respuesta de la audiencia en puntos porcentuales: la televisión es un producto, ha pasado de aquel instrumento útil para ver al mundo en escenas, a ser el primer monstruo mitológico con miles de ojos: hay uno en mi sala, uno en mi cuarto, uno con mis hijos y uno en el bolsillo.
La televisión injerta en el espectador una vía efectiva de escape.
Es para mañana
El interlocutor aplaude exhaustivo al panelista invitado que ha robado una cantidad impresionante de carteras a las mujeres de la calle. Junto a él está el especialista en conductas criminales. Confeso, y jamás arrepentido, aparece con peluca para proteger su identidad solventada con el auspicio de una placa policiaca.
Afirmar o negar promete nuevas experiencias. Los latinos, por el hecho de ser una minoría abrumada en Norteamérica, se convierten para los productores del talk show en criaturas de circo inhumano.
El show de la mujer que por venganza hacia sus padres se convirtió en mitad araña, que durante la infancia escamoteó las travesuras del pueblo, mañana será visto y exclamado con repulsión por el auditorio multirracial en el continente.
El paradigma demuestra perfecta unión de tótem: te doy un poco de intimidad de mi hogar y me devuelves la oportunidad de viajar en avión, dormir y comer en un hotel mediano, para volver al país de origen con la maleta llena de recuerdos curiosos.
Te fijaste qué bien te veías en la televisión?, chance y te contraten para conducir un programa, al cabo todos te aplaudimos más que a la conductora. La dignidad de los medios en el talk show no permite alternancia, ni movimientos acompasados: yo digo, tú dices, él dice, todos decimos y, al fin, a quien le importa?
Con tres es suficiente Rosita Alvires?
La idea sacra del american way of life reenumera el potencial de individualizar razas. Los latinos, por el simple hecho de hablar castellano, merecen bailar salsa, merengue y cumbia (el rock es para culturas avanzadas), vivir en guettos, tener más de tres mujeres (la demografía en la silla del placer), fumar de manera criminal, casi industrial, tomar alcohol hasta el desmayo y convertirse en una figura surrealista (y, por ende, inútil), del narcotráfico (destruido por los extraordinarios héroes en el cine), llena de sentimientos de agradecimiento perpetuo hacia la grande América por su ayuda financiera, y de escándalos sexuales (la de los americanos; Centroamérica empieza desde el río Bravo).
La televisión de latinos en un talk show, de machos tatuados, con sospechosa barba de candado, mirada oculta tras los lentes solares, de curiosidades etnográficas, del exilio ondeando banderas de rencor, de aquel sueño francés llamando a la Unión de la América castellana; de dictaduras perfectas, de diálogos unilaterales (que se convierten en monólogos de poder); de intelectuales becados a perpetuidad y del desempleo consentido como parte del plan de los globalifóbicos.
La ley de la selva
Nada ha cambiado, usted es el invitado al circo interactivo.
Dice: tengo aquí en la tarjeta que le gusta, antes de comenzar el día, embarrarse la cara con mermelada de fresa (risas cómplices).
Tres mil millones de espectadores observan. Usted se limita a monosílabos. La conductora guía el micrófono entre los pasillos. Un invitado inquiere: Oiga, amigo, de casualidad no es usted el mismo que vio a Elvis en el supermercado hace algunos años? (mas risas). Se defiende como puede.
Su compañero de panel (en el otro extremo del continente, tiene la misma sensibilidad de usted, sólo que prefiere, en lugar de fresa, una mezcla de chorizo con ancas de rana panameñas) le ofrece la tarjeta del médico que lo atiende en una clínica de desintoxicación chilena, de acuerdo a sus necesidades (mas risas).
La conductora: Después de volver del corte tendremos a Eduardo Cienfuegos, cubano, apoya la nueva revolución y demás, se embarra de alfileres llenos de gasolina, sólo en los cabellos de la cabeza. (Aplausos).
El sudor baña su frente. La comunicación del satélite se pierde. El monitor de televisión en su sala lo sorprende con un ruido infernal. Misteriosamente, usted ha dejado de existir.
Al regresar, la conductora pide un minuto de aplausos en recuerdo suyo. Los créditos finales aparecen con sinceridad.
La voz en off concluye: a continuación, su novela favorita, y al terminar, el noticiero de la noche.
AUTOR: Gerson Gómez es escritor, autor del libro de crónicas urbanas "Hemisferio de las Estaciones"
El ISBN del "Hemisferio de las Estaciones" es 970-18-3245-0
EL CIRCO DE LAS CRIATURAS MALIGNAS
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