Apolonio de Tyana. Manuel Lozano

APOLONIO DE TYANA

y el agua es para mí como la tierra firme.
Poema egipcio del siglo XIII A.C.

Sobre el vasto desierto ha descendido un cántico estremecedor.
Todo el ultraje ya es palabra del pasado.
¿Qué abismo de sabiduría persevera hasta el erial
en que comen y beben de esta sangre?
¿En qué muro viste crecer la enredadera amarilla
que ahoga al prisionero amaestrado
bajo tantas clausuras?
Yo te traigo la joya de una progenie espantosa,
una suma de pétalos agrios, la ilusoria melodía
que sólo el jaspe reconoce.
Me asomo a la minúscula entrada.
Oculta como una breve fisura entre la niebla y el crimen,
miras la rosa azul inexpugnable,
la migratoria flor de Judea
que tus ojos deshabitan donde no me retengo,
y que inmolo con todo el luto de mi especie.
Lo increado ampara la destronada mansión en que sueñas.
Las criaturas hubieron de desprenderse del fruto enardecido
hasta purificar la muerte en esa eternidad de un solo instante,
eternidad, mi eternidad, vieja ráfaga ebria
subiendo en este pozo de las maldiciones.
Así quisiste el secreto:
suspendido entre los vahos de la pócima letal,
chocando contra las trampas de la perduración.
Un sudario de crines dejas a tu paso.
¿Quién horada hasta el eco, interroga
a su aviesa agonía con fábulas de amor, tan sólo súplicas?
Las caravanas se detienen.
Zumban abejas en la boca del druida.
Nadie enciende candiles para mí en el refugio
de crepúsculos y noches que son la Historia.
¿Cuándo el vítreo final, la engañosa bandada
de colibríes sobre el cuerpo yacente?
¿Y aquellas feroces dinastías de mi visión,
esculpidas con la certeza de las lluvias de Urduk?
¿Fue feliz el que estuvo?
¿Era mi cuerpo un lenguaje anterior a la palabra,
o apenas el héroe vacilante -pantera vacilante-
entre los hierros de su prisión a solas?
Nadie se aleja ni espera por mí, por él, por el que fui
antes que dios,
antes que el remotísimo esplendor
de una corona sepultada en la hierba.

Manuel Lozano  París, diciembre de 1997