TÚ ME MUEVES. AGUSTÍN PÉREZ LEAL




TÚ ME MUEVES



Golpean la memoria aquellas palabras pronunciadas por Vicente Aleixandre en su discurso de ingreso en la Real Academia, y que vienen a dar luz y sentido a la importancia de la relación hombre-poeta, y viceversa: «El poeta es el hombre. Y todo intento de separar al poeta del hombre ha resultado siempre fallido, caído con verticalidad. Por eso sentimos tantas veces, y tenemos que sentir, como que tentamos, y estamos tentando, a través de la poesía del poeta algo de la carne mortal del hombre». Acertadas palabras de nuestro poeta y Nobel Vicente Aleixandre, hoy más si cabe, por cuanto una desproporcionada ambición sacude a la poesía actual, y con ello a sus poetas más mediáticos. Andar por la superficie, rozar lo tangencial parece ser la consigna, el modelo, la moda en suma,  sin apenas detenerse a pensar, meditar, mantener una actitud crítica, capaz de desenmascarar tanta impostura. Aunque a veces, sólo a veces, sucede que una voz distinta, serena y lo suficientemente coherente rompe esta monotonía, este discurso plano y huero en el que se ha convertido la poesía española de los últimos años.
A veces, decía, ocurre que nos reencontramos con un texto que estimula la conciencia, el pensamiento, y entonces parece que el camino, la aventura, parece tomar consistencia, sentido, vida. Porque la poesía no es sino un estado vital, una experiencia única, no solo para el creador sino también para los lectores, capaces de recrear otros universos tras la lectura, los que ellos mismos consideren oportunos, sin límites. Prosigo, ocurre entonces que, llega a tus manos un texto, un nuevo poemario entre los muchos que se publican, de tal manera que su título, con sólo tres palabras, “Tú me mueves”, es capaz de ejercer en nosotros una fuerte atracción que nos transporta a la mejor poesía mística española, en el caso que nos ocupa, hasta el siglo XVI con el soneto anónimo “A Cristo crucificado”, de donde su autor, Agustín Pérez Leal, toma el título de este poemario. “Tú me mueves”, merecidamente galardonado con el XXIX Premio Internacional de Poesía “Antonio Oliver Belmás”, es uno de esos libros que asombran por su lenguaje depurado y hondo, preciso y convulso,  con el que Pérez Leal, desnuda su alma entera, flechado con certero tino por “el amor”, como así ocurriera también en Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. Un amor que vive en todo lo que rodea al poeta y que siente en cada ser vivo como resplandor del día: «Alta brisa del sol, sagrado ahora / posado sobre el alma del aceite: / yo sólo quiero ser, por un momento / esta carne que no sabrá morir / sin comprenderte antes, / luz que atiende y desoye / porque sabe, y se da, / y nada más le queda por hacer», o como silencio nocturno: «gira el sol en su cima; / gime dulce la tarde; / nos gobierna la noche / con la exacta sentencia / de una cruz de ceniza / sobre el cuerpo dormido». «Que me incendié en amor. / Que hallé mi corazón fijo en su centro», escribe el poeta, convulso, herido por el amor en su más grande significado y presente en la Naturaleza: el sol, el agua, el día, la noche, la piedra, los pájaros, la mar, el cielo, las estrellas, como un canto único: «Quien no sepa mirar a las estrellas: / su danza de fervor arcaico, el vuelo / que las vuelve doncellas y corteja sus muslos, / verá sólo una noche inacabable». El amor siempre, en su esencia, como esa voz que habla desde el mismo silencio y soledad del poeta, que crece y se desborda entera y toda, y es alma y luz de otras voces: «Venga después la noche con su noche: / sé que seré callado por oír», de otra mirada: «AMOR, flor de fuego / que todo lo arrasas: / sálvanos de ver. / Al sueño de un río / me busqué en mi centro. / Mirar y morir / son un y lo mismo».
Y en ese mirar continuo, la palabra trascendida asciende a la altura del silencio y allí, el poeta, de vuelta al mundo,  se hace hombre, otredad: «Como amantes oscuros, / dueños de un mismo idioma inexplicable, / seamos uno en otro / cauce y caudal, en donde el mundo es uno». Un universo para y del amor en los lugares, las flores, la luz o la oscuridad, en el dolor o la alegría, en lo vivido y que deja la huella imborrable de la buena poesía en la particularísima voz Agustín Pérez Leal. “Tú me mueves” –ahora sabemos algo más de lo que mueve al poeta- es un libro que nos devuelve la esperanza, los silencios necesarios y la luz que siempre ha de alumbrar a la poesía, que nos invita a vivir: «Ven y baja. Regresa / al amor, a la infancia, / al sin ti, tu certeza”.





Título: Tú me mueves
Autor: Agustín Pérez Leal  
Edita: Pre-Textos (Valencia, 2016)    





COMO CONCEPTO DE ALGO. GUILLERMO DE JORGE

GUILLERMO DE JORGE
Hoy, 01/10/2016  en DIARIO DE ALMERÍA. OPINIÓN


MUCHOS proclaman que las tierras tienen dueño. Que el mundo se articula a través de los muros y de los parapetos. Que son las alambradas quienes deciden de donde proviene cada uno de los seres vivos de este planeta. Dicen.Dicen, algunos, que los hombres también tienen derechos sobre los otros hombres. Que tenemos la voluntad de poder ejercer nuestro poder sobre todos aquellos seres humanos que deseamos o que, por el contrario, se dejan someter. Dicen. Pero lo cierto es que no es así. El ser humano, como individuo, no pertenece a nadie. Tiene la capacidad de ser libre. De no depender de nada ni de nadie. La democracia es un sistema que se articula sobre la sociedad para crear una sociedad más justa, más sana, más participativa. Estudian a sus miembros. Analizan su conducta e intentan controlar cada uno de sus movimientos. Eso es irremediable. Aunque creamos que podemos escapar de sus garras. Entendemos el sistema cuando estamos fuera de él. Cuando ya no hay solución de continuidad. Cuando somos pasto de los lobos. Pero aún así, muchos intentan liderar nuestra sociedad. Ya sea a través de la doble moral -muy común y extendida- o directamente mintiendo. Una manera de perder el liderazgo no sólo es cuando se actúa de forma autárquica y temeraria, sino que también se produce cuando se pierde la autoridad sobre los que se legisla o se lidera. Las revueltas o las revoluciones no se materializan de una forma caprichosa o espontánea. Las insubordinaciones se producen cuando se ejerce el liderazgo sin competencia moral o cuando se pierde el control de aquellos a los que se lidera. No todo vale para aferrarse al liderazgo. Es una capacitación que se gana, ya bien sea por afecto, por efecto, por cuestiones de intereses o por méritos. Y una de las cuestiones que más pesan a la hora de valorar el liderazgo de una persona u otra es su competencia y sus capacidades. Cuando estas dos cuestiones están en liza, es muy complicado mantener el control de un grupo. Y se complica el liderazgo aún más, cuando la seguridad o el bienestar del conjunto no está asegurada. El líder o, por lo menos, aquel que se precie tiene que ser capaz de velar por cada uno de aquellos que tiene bajo su responsabilidad. Así, las cuestiones personales o los intereses particulares deben difuminarse por el bien común o el interés general. Dicen. 

COMO CONCEPTO DE ALGO. GUILLERMO DE JORGE

GUILLERMO DE JORGE
Hoy, 01/10/2016  en DIARIO DE ALMERÍA. OPINIÓN


MUCHOS proclaman que las tierras tienen dueño. Que el mundo se articula a través de los muros y de los parapetos. Que son las alambradas quienes deciden de donde proviene cada uno de los seres vivos de este planeta. Dicen.Dicen, algunos, que los hombres también tienen derechos sobre los otros hombres. Que tenemos la voluntad de poder ejercer nuestro poder sobre todos aquellos seres humanos que deseamos o que, por el contrario, se dejan someter. Dicen. Pero lo cierto es que no es así. El ser humano, como individuo, no pertenece a nadie. Tiene la capacidad de ser libre. De no depender de nada ni de nadie. La democracia es un sistema que se articula sobre la sociedad para crear una sociedad más justa, más sana, más participativa. Estudian a sus miembros. Analizan su conducta e intentan controlar cada uno de sus movimientos. Eso es irremediable. Aunque creamos que podemos escapar de sus garras. Entendemos el sistema cuando estamos fuera de él. Cuando ya no hay solución de continuidad. Cuando somos pasto de los lobos. Pero aún así, muchos intentan liderar nuestra sociedad. Ya sea a través de la doble moral -muy común y extendida- o directamente mintiendo. Una manera de perder el liderazgo no sólo es cuando se actúa de forma autárquica y temeraria, sino que también se produce cuando se pierde la autoridad sobre los que se legisla o se lidera. Las revueltas o las revoluciones no se materializan de una forma caprichosa o espontánea. Las insubordinaciones se producen cuando se ejerce el liderazgo sin competencia moral o cuando se pierde el control de aquellos a los que se lidera. No todo vale para aferrarse al liderazgo. Es una capacitación que se gana, ya bien sea por afecto, por efecto, por cuestiones de intereses o por méritos. Y una de las cuestiones que más pesan a la hora de valorar el liderazgo de una persona u otra es su competencia y sus capacidades. Cuando estas dos cuestiones están en liza, es muy complicado mantener el control de un grupo. Y se complica el liderazgo aún más, cuando la seguridad o el bienestar del conjunto no está asegurada. El líder o, por lo menos, aquel que se precie tiene que ser capaz de velar por cada uno de aquellos que tiene bajo su responsabilidad. Así, las cuestiones personales o los intereses particulares deben difuminarse por el bien común o el interés general. Dicen. 

COMO CONCEPTO DE ALGO. GUILLERMO DE JORGE

GUILLERMO DE JORGE
Hoy, 01/10/2016  en DIARIO DE ALMERÍA. OPINIÓN


MUCHOS proclaman que las tierras tienen dueño. Que el mundo se articula a través de los muros y de los parapetos. Que son las alambradas quienes deciden de donde proviene cada uno de los seres vivos de este planeta. Dicen.Dicen, algunos, que los hombres también tienen derechos sobre los otros hombres. Que tenemos la voluntad de poder ejercer nuestro poder sobre todos aquellos seres humanos que deseamos o que, por el contrario, se dejan someter. Dicen. Pero lo cierto es que no es así. El ser humano, como individuo, no pertenece a nadie. Tiene la capacidad de ser libre. De no depender de nada ni de nadie. La democracia es un sistema que se articula sobre la sociedad para crear una sociedad más justa, más sana, más participativa. Estudian a sus miembros. Analizan su conducta e intentan controlar cada uno de sus movimientos. Eso es irremediable. Aunque creamos que podemos escapar de sus garras. Entendemos el sistema cuando estamos fuera de él. Cuando ya no hay solución de continuidad. Cuando somos pasto de los lobos. Pero aún así, muchos intentan liderar nuestra sociedad. Ya sea a través de la doble moral -muy común y extendida- o directamente mintiendo. Una manera de perder el liderazgo no sólo es cuando se actúa de forma autárquica y temeraria, sino que también se produce cuando se pierde la autoridad sobre los que se legisla o se lidera. Las revueltas o las revoluciones no se materializan de una forma caprichosa o espontánea. Las insubordinaciones se producen cuando se ejerce el liderazgo sin competencia moral o cuando se pierde el control de aquellos a los que se lidera. No todo vale para aferrarse al liderazgo. Es una capacitación que se gana, ya bien sea por afecto, por efecto, por cuestiones de intereses o por méritos. Y una de las cuestiones que más pesan a la hora de valorar el liderazgo de una persona u otra es su competencia y sus capacidades. Cuando estas dos cuestiones están en liza, es muy complicado mantener el control de un grupo. Y se complica el liderazgo aún más, cuando la seguridad o el bienestar del conjunto no está asegurada. El líder o, por lo menos, aquel que se precie tiene que ser capaz de velar por cada uno de aquellos que tiene bajo su responsabilidad. Así, las cuestiones personales o los intereses particulares deben difuminarse por el bien común o el interés general. Dicen. 

COMO CONCEPTO DE ALGO. GUILLERMO DE JORGE

GUILLERMO DE JORGE
Hoy, 01/10/2016  en DIARIO DE ALMERÍA. OPINIÓN


MUCHOS proclaman que las tierras tienen dueño. Que el mundo se articula a través de los muros y de los parapetos. Que son las alambradas quienes deciden de donde proviene cada uno de los seres vivos de este planeta. Dicen.Dicen, algunos, que los hombres también tienen derechos sobre los otros hombres. Que tenemos la voluntad de poder ejercer nuestro poder sobre todos aquellos seres humanos que deseamos o que, por el contrario, se dejan someter. Dicen. Pero lo cierto es que no es así. El ser humano, como individuo, no pertenece a nadie. Tiene la capacidad de ser libre. De no depender de nada ni de nadie. La democracia es un sistema que se articula sobre la sociedad para crear una sociedad más justa, más sana, más participativa. Estudian a sus miembros. Analizan su conducta e intentan controlar cada uno de sus movimientos. Eso es irremediable. Aunque creamos que podemos escapar de sus garras. Entendemos el sistema cuando estamos fuera de él. Cuando ya no hay solución de continuidad. Cuando somos pasto de los lobos. Pero aún así, muchos intentan liderar nuestra sociedad. Ya sea a través de la doble moral -muy común y extendida- o directamente mintiendo. Una manera de perder el liderazgo no sólo es cuando se actúa de forma autárquica y temeraria, sino que también se produce cuando se pierde la autoridad sobre los que se legisla o se lidera. Las revueltas o las revoluciones no se materializan de una forma caprichosa o espontánea. Las insubordinaciones se producen cuando se ejerce el liderazgo sin competencia moral o cuando se pierde el control de aquellos a los que se lidera. No todo vale para aferrarse al liderazgo. Es una capacitación que se gana, ya bien sea por afecto, por efecto, por cuestiones de intereses o por méritos. Y una de las cuestiones que más pesan a la hora de valorar el liderazgo de una persona u otra es su competencia y sus capacidades. Cuando estas dos cuestiones están en liza, es muy complicado mantener el control de un grupo. Y se complica el liderazgo aún más, cuando la seguridad o el bienestar del conjunto no está asegurada. El líder o, por lo menos, aquel que se precie tiene que ser capaz de velar por cada uno de aquellos que tiene bajo su responsabilidad. Así, las cuestiones personales o los intereses particulares deben difuminarse por el bien común o el interés general. Dicen.