LOS HIJOS DE LA CHANCA.

LOS HIJOS DE LA CHANCA: "EL NEGRILLO"
La chanca es un suburbio almeriense encaramado en pictórico desorden en suaves cerros milenarios que van a dormir al mar, mecidos por sus olas, besados por el sol. De lejos, parece un paisaje encantado, recortado de un cuento de hadas. Cientos de caras inmóviles, de bocas y ojos rectangulares, se contemplan silenciosas en el espejo de las tranquilas aguas azules del pueblo pesquero.
De cerca; ¡Qué distinta es de cerca!: chiquillos semidesnudos corretean por doquier; tocadiscos a todo volumen, entonando "quejíos" flamencos, ponen música de miseria a la algarabía de gritos de comadres sentadas en las puertas, al murmullo de compadres bebiendo en las tascas, a calles salteadas de latas y basuras.
Aquí , vive "El Negrillo"; apodado así por el intenso moreno de su piel curtida por el sol y la suciedad. Su cama es cualquier recoveco de una vieja callejuela; su techo, el limpio cielo estrellado; su único pariente, un huesudo perro abandonado de ojos ulcerados.
Día de Nochebuena. Las luces del alumbrado público disiparon la semi penumbra del atardecer. "El Negrillo" deambulaba por las solitarias calles de la ciudad, rebuscando entre basuras un mendrugo de pan para saciar el hambre. Su pequeño cuerpo era taladrado por el húmedo frío que penetraba implacable por los agujeros del harapiento ropaje. Al llegar a una esquina, sonidos de pasos le hicieron volver la cabeza; era un hombre con una gran cesta de "Navidad". Viendo la posibilidad de comer algo, corrió hacia él y, agudizando, aún más, su expresión lastimera, exclamó:
-¡Payico, dame algo!
Este pasó sin dignarse a mirarlo, acelerando el paso como si le persiguieran.
El niño, utilizando el lenguaje propio de su barrio, añadió con odio incontenido:
-¡No reventára de una panzá de comé!
El otro, haciendo caso omiso, continuó alejándose.
Al poco rato, un borracho se acercaba canturrenado con una botella de ginebra en las manos:
-Esta noche es Nochebuena
y mañana Navidad,
saca María la bota
que nos vamos a emborrachar.
"El Negrillo" llegó junto al mismo y volvió a decir:
-¡Payico, dame algo!
-¿Cómo no quieras un trabo?... ¡No, un trago no, eres muy pequeño!
-¡Tengo frío!
-¡Pues caliéntate corriendo!
-Oye, no séa agarrao y dame pa un bocadillo.
-Si te doy para un bocadillo, ¿conqué compro otra botella?
-¡Con la jumera que lléva, no te cabe má!
-¡Que te crees tú eso!
-¡Po lo méno, èchate un cigarro!
-¡Déjame en paz y lárgate!
"El Negrillo" salió corriendo y, a prudente distancia, comenzó a gritar:
-¡Coliiiirio!....¡Vinaaaagre!...¡Folloneeeeras!....;...
El borracho, olvidándose de él, continuó dando tumbos y entonando machaconamente:
-Esta noche es Nochebuena
y mañana Navidad,
saca María la bota
que nos vamos a emborrachar.
....
Cansado y hambriento, acercóse a una puerta, desde la que llegaban a sus oídos canciones y risas, pensando que obtendría el sobrante de la comida. Poniéndose de puntillas, pulsó el timbre. Un sonoro "Tinc-tanc" mezclóse con el jolgorio interior. Ruido de cerraduras y, al momento, la puerta quedó entreabierta hasta donde permitía la cadena de seguridad. A través del hueco, una voz preguntó con sequedad:
-¡Qué quieres?
-¡sólo un cacho de pan!
-¡Vuelve mañana; hoy, ya no queda nada!
La puerta se cerró bruscamente y la fiesta continuó.
"El Negrillo", caminando lentamente, fue perdiéndose en la noche, seguido del único inseparable que le había donado la vida: "el perro".
Los abuelos de la Chanca murieron de hambre.
Los padres de la Chanca murieron de hambre.
Los hijos de la  Chanca siguen muriéndose de hambre.
Y el cante popular repite eternamente esta canción:
Gitanito, gitanito;
gitanito, ¡ay hermano!;
gitanito, gitanito, 
los payicos t'an matao;
y tus cinco churumbeles, 
y tus cincos churumbeles
en la calle s'an quedao.

Los hijos de la Chanca. "El negrillo".  por José Luis Molina García 

Este cuento es una llamada al corazón dormido de los hombres, que ven una mano extendida, la miran, pero olvidan al no extender la suya que también podrían haber nacido "Negrillo"
 
  I Premio del concurso de cuentos "Gabriel Espinar Huercal Overa. 1981- Almería.
recogido del libro de su autor:
 
JOSÉ LUIS MOLINA GARCIA

ISBN-83.300.8844-X
Depósito legal AL-22.1.983
portada de Fernando Barrionuevo.
 

PROPÓSITOS. MARIBEL CEREZUELA

© DIARIOVOZ.ORG  MARIBEL CEREZUELA
Puente de las Almadravillas. Almería.
Por Maribel Cerezuela

Hay demasiado ruido en el patio. Acaban de dar las doce y veinte. Con ésta ya le he dado dos ojeadas a la estantería. No encuentro nada que me apetezca leer. Obligación. Ya hace siete días que planeé un viaje a Túnez y me terminé la trilogía de El Señor de los Anillos



© DIARIOVOZ.ORG  MARIBEL CEREZUELA
Pintura al óleo. Obra incacabada por
Maribel Cerezuela

Tengo que terminar de pintar las sombras en los ojos de Yoka. El cuadro está quedando muy bien. La gente, cuando llega al pasillo, siempre dice lo mismo: "Vaya expresión. Píntale algo de luz a esos ojos, ¡por Dios!” 

Y esa lista interminable que, como cada año y en estas fechas, nunca acaba como planeé. Buenos propósitos para un mes. 


© DIARIOVOZ.ORG  MARIBEL CEREZUELA
Homenaje al hombre desierto.
Por Maribel Cerezuela

Ayer me encontré en la pastelería de Eduardo, poco hablador donde los haya, un vecino que dice estar "todo el día pegado al ordenador". Juanjo me estuvo hablando de un nuevo juego on line que le había atrapado. 


© DIARIOVOZ.ORG  MARIBEL CEREZUELA
Autorretrato sobre pared blanca.
 Por Maribel Cerezuela

¿Qué le encuentras de novedoso? ¿Algo que destacar?

PROPÓSITOS. MARIBEL CEREZUELA

© DIARIOVOZ.ORG  MARIBEL CEREZUELA
Puente de las Almadravillas. Almería.
Por Maribel Cerezuela

Hay demasiado ruido en el patio. Acaban de dar las doce y veinte. Con ésta ya le he dado dos ojeadas a la estantería. No encuentro nada que me apetezca leer. Obligación. Ya hace siete días que planeé un viaje a Túnez y me terminé la trilogía de El Señor de los Anillos



© DIARIOVOZ.ORG  MARIBEL CEREZUELA
Pintura al óleo. Obra incacabada por
Maribel Cerezuela

Tengo que terminar de pintar las sombras en los ojos de Yoka. El cuadro está quedando muy bien. La gente, cuando llega al pasillo, siempre dice lo mismo: "Vaya expresión. Píntale algo de luz a esos ojos, ¡por Dios!” 

Y esa lista interminable que, como cada año y en estas fechas, nunca acaba como planeé. Buenos propósitos para un mes. 


© DIARIOVOZ.ORG  MARIBEL CEREZUELA
Homenaje al hombre desierto.
Por Maribel Cerezuela

Ayer me encontré en la pastelería de Eduardo, poco hablador donde los haya, un vecino que dice estar "todo el día pegado al ordenador". Juanjo me estuvo hablando de un nuevo juego on line que le había atrapado. 


© DIARIOVOZ.ORG  MARIBEL CEREZUELA
Autorretrato sobre pared blanca.
 Por Maribel Cerezuela

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D. TEBEOS Y OTROS


Hace muchos años, cuando era una cría, me leí la obra Jane Eyre, escrita por Charlotte Brontë que ha llegado a ser considerada un clásico de la literatura en lengua inglesa.  Ahora que la estoy viendo en Canal Sur me sorprende. Veo una mujer de una época con un carácter y una pasión que ya lo quisieran para sí todas las mujeres que aspiran a ser una figura política del siglo XXI.

En estos momentos estoy leyendo "La gran estafa" de Manuel García Viñó, y ¿qué quieres que te diga? Cotejar otras opiniones siempre es positivo, nunca negativo, jajaja. Ya que le molestan tanto las frases hechas al autor, las recalco.


A lo que iba, da la puñetera casualidad que se mete de lleno con mis ídolos de esta época de mi vida. En otra, cuando iba a la escuela, allí en Beires, había obras de Emilio Salgari, que era lo que leía y me gustaban, y ¡cómo no! todas las novelas de Marcial Lafuente Estefanía y de Corín Tellado, así que hasta que no llegué a Cabo de Gata no leí a león Tolstói, Fiódor Dostoievski, y, por supuesto, ¿quién se atreve a decir que no quiere conocer París?, sus pintores, su cultura, leer  a sus poetas, ... Era mi zona geográfica preferida junto a Egipto y Australia.... ¡Qué frustración! ¿Iré algún día? Cuando llegué a Adra quise ser misionera o médico cuando fuese mayor. No paraba de leer desde Julio Verne a José Luis Martín Virgil, pasando por Santa Teresa de Jesús, y León Felipe..., claro que, para mi justificación,  sólo tenía nueve o diez años.


Llegué a Almería y el cambio fue total. Por otro lado de lo más normal, empecé a salir con amigos que escuchaban la música de Lou Reed a David Bowie, pasando por Supertrans, Santana, Yes, ACDC, ...así que tocaba la época de García Lorca- para hacerles rabiar-, Kavafis, Cortázar, Pablo Neruda, García Marquez, y un larguísimo etc. que llego a la conclusión de que no me valió de mucho. Total, sólo fue desde los doce años hasta dejar la carrera de magisterio, sin acabar, con unos diecinueve. De esa época recuerdo con un cariño inmenso los poemas de Neruda, a mi profesora le encantaba y con ella llegué a Borges, Onetti, Dámaso Alonso, Torrente Ballester, Max Aub. Sigo el camino y acabo haciendo en lo que entonces era Colegio Universitario, Geografía e Historia, donde me vuelve a tocar la loteria cultural, tuve una suerte inmensa, profesores como Agustín Díaz de Toledo no hay muchos. Persona que te hace ver, mirar, leer, oír, escuchar, y eso que daba Historia Antigua. Imagina si llega a ser literatura o la novela del siglo XIX.


Tengo una memoria selectiva, olvido lo que me da la gana... esto es.. apenas recuerdo los argumentos, a veces incluso tengo que leer un poco y me digo toda avergonzada, ¡ah! sí..., lo he leído..., pero me tengo que esforzar, y, lo que es peor, no me han sido de ayuda a la hora de escribir mejor... Me gustó más el taller que hice con el escritor Antonio Orejudo. Fue mucho más productivo y llegué a conclusiones mejores y más realistas. Nunca seré una buena escritora.


Como te decía, cada época ha tenido sus escritores preferidos. Los devoraba. Leía y veía las versiones de las películas que han hecho sobre sus obras. Comparaba. Algunas bastante decepcionantes la verdad. Y así, poco a poco, llegamos a hace como unos veinte años.... más o menos la edad de mi hijo, (Nunca lo había pensado desde ese paralelismo, pero ha coincidido que es así. Curioso) que leo y soy fiel a autores como Juan José Millás, Manuel Rivas, Almudena Grandes, Elvira Lindo, Rosa Montero, Mendicutti, Rafael Reig y Antonio Orejudo. De ahí no me saques. Les soy fiel. Compro y leo todas sus obras y el que Almudena sea o no una obsesa fetichista de los culos prietos no me molesta en absoluto. Risas.


Por supuesto que también hay otros autores. Si conoces la noticia de que cada minuto se editan tantos libros llegas a la conclusión de que es mejor seleccionar, así que opté por la cultura almeriense. Ahí tienes las obras de Francisco Cañabate Reche, José Antonio Santano (adoptado, pero ya es como nuestro), Pilar Quirosa, Diego Cara Barrionuevo y la editorial D.TEBEOS, genial por cierto, José Antonio Garrido Cárdenas, Alfonso Viciana Martínez - Lage, que me sorprendió muy gratamente. Cayó en mis manos una de sus novelas cortas,  "El engaño del General",  desde ese momento soy su fans número uno. Ángel Pérez y sus casos de Almería sin resolver, me lleva al recuerdo de una obra, la que más me gustó.

Juan Uceda Carreño, hacía siglos que no me había reído tanto cuando calló en mis manos su obra de relatos "El caníbal y otros cuentos" que le editó la Imprenta Úbeda, en Almería en enero del año dos mil.  Aquí transcribo un trocito de uno de sus relatos, Vicio insuperable.
        "Aquel día Juana y yo habíamos discutido una vez más a causa de mi vicio. Por la noche, mientras ella dormía, la inquietud me mantuvo despierto. Sin dejar de comerme las uñas de una mano, con la otra encendí la lamparita. Miré a mi lado. Las bonitas formas de Juana se transparentaban a través del camisón. El bordado del escote me recordó el encaje de papel de las tartas.
          Lamentaba no haberme reconciliado. Los enfrentamientos habían ido aumentando en la medida en que había crecido mi obsesión. Me sabía culpable, pero también incapaz de superarlo.
     
           Ansioso, palpitante, con la mirada fija en ella, el escozor me hizo retirar de la boca los dedos, que sustituí de inmediato por los de la otra mano. Me acerqué a Juana sigilosamente. La necesitaba, pero era impensable su colaboración. Aún no comprendo cómo, en el estado de agitación en que me encontraba conseguí hacérselo sin sacarla de su sueño.
     
         Despertó, eso sí, por la mañana. No quiero acordarme de su reacción al verse las uñas de las manos y de los pies."

Tenemos muchos más autores, autores que me da rabia, una cierta impotencia, que no se les conozca como se merecen, autores que tiene poca proyección por haber nacido o vivir en una provincia como es Almería... hablo de Antonio García, que conocí en profundidad gracias a la editorial Gavieiro, a Juan Muñoz, Juan Manuel Gil, Ángel Simón collado, Luna de Miguel, Toño Jerez, ... aconsejo que se den una vuelta por las librerías y soliciten autores almerienses. Se sorprenderán. 

             En Almería,  a veinticinco de septiembre del año dos mil once.  Jane Eyre y otros autores que me gustan. Maribel Cerezuela

AGUA EN POLVO


ELIAS ANDRINO O LOS INVENTOS MAS HUMANOS por Juan J. Cienfuegos.


VVA. de los Castillejos.  Homenaje a Matías, ni castillejero ni portugués sino todo lo contrario: del mundo.


Cuando conocí a Elías Andrino, su razón ya había imaginado ciertas locuras. Era una de esas personas que apabullan aun más de lo que su presencia física, ingente, les concede, y eso que estaba algo metido en carnes. Sin embargo, iba diciendo, su peso era, sobre todo, especifico. La sombra del águila majestuosa cayendo enorme y lentamente podría ser una manera de figurarlo cuando se acercaba caminando, indefectiblemente, hacia la esquina del bar de Marco, habitual sede de su oráculo. Sin embargo, los adictos a aquel juego no le temían, y eso que dicen que esta clase de seres viven más por el miedo que en secreto se les profesa que por el respeto que en público se les reconoce, quizás precisamente para ocultar aquel temor.

Paseaba las calles colindantes de la Plaza, estrechos empedrados de geométrica simplicidad, en las soleadas mañanas primaverales. El humo de sus ininterrumpidos cigarrillos no lograba sobreponerse al natural aroma de esa época y lugar, porque están tan cerca las jaras que casi se dejan ver por estos días de primavera, allá, al final de la calle Monte, camino que desde antiguo lleva a la cercana Portugal. Con alguna dificultad se distinguen, brumosas por el incipiente calor, las encinas que asedian casi al pueblo y cuya fragancia áspera se mezcla con la más fresca del tomillo, la mejorana, o el aroma del poleo, pero todos respetando aquel lujo del campo pobre del Andévalo, su auténtica reina, la jara en flor.-

Aquél hombretón portugués era un paseante de la fantasía. Cuando yo supe que lo había conocido, es decir, cuando lo vi por primera vez con la memoria que ahora me lo recuerda, estaba en mitad de la calle, parado con toda su humanidad en el trance de componer unos misteriosos signos con sus manos, la mirada vagabundeando por un cielo de fantasmas, familiares sólo para él. Este rito era de ausencia. A ver si no. Mientras Elías aparecía por lo común muy hablador, a aquellas horas del final de la mañana, en cambio, se retiraba a su interior y a su cielo, sin que le importaran nada el auténtico y su meteorología de calores o de lluvias. Nadie sabía el significado de aquella cifra, clave extraña que dibujaba Andrino de vez en cuando con

sus manos, como si hablara con alguien de arriba. Dios no, por supuesto, sino con seres elevados tan sólo unos metros por encima de las cabezas. ¿Espectros infernales?. ¿La pajarería común?. ¿A quién le hablaba Elías?. La respuesta sólo la supe muchos años mas tarde y me la ofreció el azar.-


Sucedió que una de esas veces en que se mira sin ver. Estaban dando en la televisión la noticia diaria de la Bolsa de Valores. Al contemplar a los agentes corriendo de aquí para allá, vociferando y gesticulando en medio de tamaña turbamulta de gritos, súbitamente, a la manera de una visión o de un sueño, se me apareció la imponente figura del portugués, parado, estático, ensimismado y componiendo exactamente los mismos gestos de esos modernos agentes de Bolsa que yo estaba ahora viendo en mi televisor. Este secreto nunca se lo dije a nadie. Demasiados locos hemos tenido en el pueblo como para que, contra mi interés, vengan a añadir otro a la lista. Pero ya desde ese día, continuamente, he ido recordando y restaurando en mi magín la personalidad y el mundo de Elías.

Su voz era ronca, atronadora y retumbante. Sentado en el banco de la Plaza los habituales de Elías lo escuchábamos con devoción cuando, en un portugués de frontera lleno de dulces "misturas", nos iba desvelando sus inventos. Misterios que a nadie debíanse repetir, decía, por mor de que en su ignorancia alguno no fuera a recelar de él; que ya sabíamos de la afición popular a poner motes, o a perseguir. Tocado de un leve sombrerillo, siempre de chaqueta, con chalequillo aun en verano, moreno hasta la negritud, ahuecando la voz, con su eterno Bisonte cuando no tenía tabaco portugués, nos iba regalando su mundo pletórico de fantasías y maravillas. Unas veces eran los viajes, asunto este que salía mucho en nuestras conversaciones porque él era muy viajado, y ahora sin ir mas lejos, nos decía, acababa de llegar de Faro, (o de Mértola, o de Lisboa, o de ...).

Pero más me acuerdo de aquella intermitente lucidez suya que le  permitía el extraordinario lujo de acordarse de todo, portugués Funes borgiano. Esta paradójica simultaneidad de la memoria y la enajenación fue una sorpresa más de su esquiva personalidad, de tal manera que, de que supo que yo estudiaba Letras, no pasaron vacaciones sin que me preguntara si conocía yo algo de turco o tuviera algún diccionario, que él tenía interés en esa lengua, algún libro que otro para escribir con en ella y quería refrescar el conocimiento que antes tuviera.

Su cultura era, como muchas veces se dijo de muchos y pocas con fundamento, más que mediana. Además de los viajes y el mundo, se conoce que algunos libros leyó, los que en la casa de la Alameda mantuvo guardados, incluso después de irse para siempre Elías, su fiel Elvira, el ama de llaves que le sacrificó su mocedad y los primores de su mesa. Estoy seguro de haberle oído a Elías alguna vez que cursó estudios elementales en Huelva, en el antiguo colegio de la avenida de la Rábida, San Casiano por más señas, donde aseguraba haber escuchado recitar sus poesías al mismísimo Juan Ramón, cuando era un muchacho, pero ya entonces raro, añadía socarronamente.

Hay luego una laguna de muchos años hasta los días aquellos de primavera en que nos parábamos a escucharle. Por detalles que no hace referir ahora, es seguro que vivió en Portugal todo ese tiempo, los años decisivos de su vida y de su historia. Allí el encanto del fado lo transmutó en el melancólico y ensoñado Elías que conocí y que me instruyó en el sagrado ministerio de sus inventos.

Uno de los preferidos suyos era el del cruce de especies animales. A veces el insólito matrimonio era el objetivo de una gran empresa que iba a crear enseguida. Ese era el caso del "patoperdiz", una rara avis que iba a dar de comer gratis a medio mundo. El sabor de la carne sería exquisito, nos contaba a la hora del almuerzo, de tal manera que nadie que lo probara distinguiría a la perdiz del pato, sino a los dos fundidos en algo nuevo y maravilloso. A las preguntas del escaso auditorio sobre cómo pensaba conseguir el ayuntamiento de las dos aves, nunca contestaba, una mirada con su punto de desdén y una sonrisa desde la altura eran la respuesta invariable.

Otras veces parecía que su empeño era casar a enemigos irreconciliables. Por esta causa nació el "gatopájaro" y de este nuevo parto, lo recuerdo bien, no hubo cuestión sobre su origen. Siempre le recriminábamos su parquedad para describir los inventos, siendo así que tan sólo supimos del patoperdiz su habilidad natatoria gracias a sus patas membranosas. Naturalmente, para el gatopájaro contaba con el antecedente del mítico Pegaso, así que, sin más, le puso alas.

Pero, sin duda, el mejor invento de Elías Andrino fue el agua en polvo. Este producto resultaba carísimo, por eso aún no lo vendía la correspondiente empresa, decía el buen Elías como para excusarse de no ponérnoslo ahora mismo allí delante. Debió de darle mucho trabajo y cavilación, a juzgar por los efectos que obtenía. Todo nació de una conversación de viajes que en cierta ocasión giró por las entonces colonias portuguesas, concretamente Angola. El cuadro que nos pintaba era de negros en los angoleños cafetales, sofocados por un calor abrasador que se multiplicaba por la escasez de agua, epidemia eterna que padecen estos morenos, decía. Discurrió entonces Elías un proceso que desembocaba en la creación de su obra maestra.

Consistía la cosa en un concentrado de agua de extraordinaria densidad la cual en sucesivas fases iba  aumentando en sentido inversamente proporcional a su tamaño, hasta llegar a una bola (apenas como un puño, nos decía) de agua en polvo. Este era, por fin, el remedio que iba a terminar con la sed y el hambre del mundo, el agua en polvo, que Andrino vendía, para colmo, diciendo que nada era más fácil de hacer. Poca materia prima : agua líquida, y una prensa enorme para comprimirla hasta el infinito. Luego, la aviación se encargaría de lanzarla desde el cielo, y con la velocidad y el porrazo de la caída, aquel puñetazo de agua se convertía en un inmenso lago de agua fresca y transparente.

Este anuncio del agua se cumplió al menos con él, porque la negrura de su piel se refrescó para siempre en el paraíso del Guadiana, donde a bordo de esos barcos que hacen la travesía entre las dos orillas, las que un día fueron del tío Hugo y que plantó del oloroso algarrobo, se fue para siempre el portugués a la Sierra de la Luna para instruir al dios Endovelo en sus inventos.

2.- El agua en polvo, Juan J. Cienfuegos (8)

AGUA EN POLVO


ELIAS ANDRINO O LOS INVENTOS MAS HUMANOS por Juan J. Cienfuegos.


VVA. de los Castillejos.  Homenaje a Matías, ni castillejero ni portugués sino todo lo contrario: del mundo.


Cuando conocí a Elías Andrino, su razón ya había imaginado ciertas locuras. Era una de esas personas que apabullan aun más de lo que su presencia física, ingente, les concede, y eso que estaba algo metido en carnes. Sin embargo, iba diciendo, su peso era, sobre todo, especifico. La sombra del águila majestuosa cayendo enorme y lentamente podría ser una manera de figurarlo cuando se acercaba caminando, indefectiblemente, hacia la esquina del bar de Marco, habitual sede de su oráculo. Sin embargo, los adictos a aquel juego no le temían, y eso que dicen que esta clase de seres viven más por el miedo que en secreto se les profesa que por el respeto que en público se les reconoce, quizás precisamente para ocultar aquel temor.

Paseaba las calles colindantes de la Plaza, estrechos empedrados de geométrica simplicidad, en las soleadas mañanas primaverales. El humo de sus ininterrumpidos cigarrillos no lograba sobreponerse al natural aroma de esa época y lugar, porque están tan cerca las jaras que casi se dejan ver por estos días de primavera, allá, al final de la calle Monte, camino que desde antiguo lleva a la cercana Portugal. Con alguna dificultad se distinguen, brumosas por el incipiente calor, las encinas que asedian casi al pueblo y cuya fragancia áspera se mezcla con la más fresca del tomillo, la mejorana, o el aroma del poleo, pero todos respetando aquel lujo del campo pobre del Andévalo, su auténtica reina, la jara en flor.-

Aquél hombretón portugués era un paseante de la fantasía. Cuando yo supe que lo había conocido, es decir, cuando lo vi por primera vez con la memoria que ahora me lo recuerda, estaba en mitad de la calle, parado con toda su humanidad en el trance de componer unos misteriosos signos con sus manos, la mirada vagabundeando por un cielo de fantasmas, familiares sólo para él. Este rito era de ausencia. A ver si no. Mientras Elías aparecía por lo común muy hablador, a aquellas horas del final de la mañana, en cambio, se retiraba a su interior y a su cielo, sin que le importaran nada el auténtico y su meteorología de calores o de lluvias. Nadie sabía el significado de aquella cifra, clave extraña que dibujaba Andrino de vez en cuando con

sus manos, como si hablara con alguien de arriba. Dios no, por supuesto, sino con seres elevados tan sólo unos metros por encima de las cabezas. ¿Espectros infernales?. ¿La pajarería común?. ¿A quién le hablaba Elías?. La respuesta sólo la supe muchos años mas tarde y me la ofreció el azar.-


Sucedió que una de esas veces en que se mira sin ver. Estaban dando en la televisión la noticia diaria de la Bolsa de Valores. Al contemplar a los agentes corriendo de aquí para allá, vociferando y gesticulando en medio de tamaña turbamulta de gritos, súbitamente, a la manera de una visión o de un sueño, se me apareció la imponente figura del portugués, parado, estático, ensimismado y componiendo exactamente los mismos gestos de esos modernos agentes de Bolsa que yo estaba ahora viendo en mi televisor. Este secreto nunca se lo dije a nadie. Demasiados locos hemos tenido en el pueblo como para que, contra mi interés, vengan a añadir otro a la lista. Pero ya desde ese día, continuamente, he ido recordando y restaurando en mi magín la personalidad y el mundo de Elías.

Su voz era ronca, atronadora y retumbante. Sentado en el banco de la Plaza los habituales de Elías lo escuchábamos con devoción cuando, en un portugués de frontera lleno de dulces "misturas", nos iba desvelando sus inventos. Misterios que a nadie debíanse repetir, decía, por mor de que en su ignorancia alguno no fuera a recelar de él; que ya sabíamos de la afición popular a poner motes, o a perseguir. Tocado de un leve sombrerillo, siempre de chaqueta, con chalequillo aun en verano, moreno hasta la negritud, ahuecando la voz, con su eterno Bisonte cuando no tenía tabaco portugués, nos iba regalando su mundo pletórico de fantasías y maravillas. Unas veces eran los viajes, asunto este que salía mucho en nuestras conversaciones porque él era muy viajado, y ahora sin ir mas lejos, nos decía, acababa de llegar de Faro, (o de Mértola, o de Lisboa, o de ...).

Pero más me acuerdo de aquella intermitente lucidez suya que le  permitía el extraordinario lujo de acordarse de todo, portugués Funes borgiano. Esta paradójica simultaneidad de la memoria y la enajenación fue una sorpresa más de su esquiva personalidad, de tal manera que, de que supo que yo estudiaba Letras, no pasaron vacaciones sin que me preguntara si conocía yo algo de turco o tuviera algún diccionario, que él tenía interés en esa lengua, algún libro que otro para escribir con en ella y quería refrescar el conocimiento que antes tuviera.

Su cultura era, como muchas veces se dijo de muchos y pocas con fundamento, más que mediana. Además de los viajes y el mundo, se conoce que algunos libros leyó, los que en la casa de la Alameda mantuvo guardados, incluso después de irse para siempre Elías, su fiel Elvira, el ama de llaves que le sacrificó su mocedad y los primores de su mesa. Estoy seguro de haberle oído a Elías alguna vez que cursó estudios elementales en Huelva, en el antiguo colegio de la avenida de la Rábida, San Casiano por más señas, donde aseguraba haber escuchado recitar sus poesías al mismísimo Juan Ramón, cuando era un muchacho, pero ya entonces raro, añadía socarronamente.

Hay luego una laguna de muchos años hasta los días aquellos de primavera en que nos parábamos a escucharle. Por detalles que no hace referir ahora, es seguro que vivió en Portugal todo ese tiempo, los años decisivos de su vida y de su historia. Allí el encanto del fado lo transmutó en el melancólico y ensoñado Elías que conocí y que me instruyó en el sagrado ministerio de sus inventos.

Uno de los preferidos suyos era el del cruce de especies animales. A veces el insólito matrimonio era el objetivo de una gran empresa que iba a crear enseguida. Ese era el caso del "patoperdiz", una rara avis que iba a dar de comer gratis a medio mundo. El sabor de la carne sería exquisito, nos contaba a la hora del almuerzo, de tal manera que nadie que lo probara distinguiría a la perdiz del pato, sino a los dos fundidos en algo nuevo y maravilloso. A las preguntas del escaso auditorio sobre cómo pensaba conseguir el ayuntamiento de las dos aves, nunca contestaba, una mirada con su punto de desdén y una sonrisa desde la altura eran la respuesta invariable.

Otras veces parecía que su empeño era casar a enemigos irreconciliables. Por esta causa nació el "gatopájaro" y de este nuevo parto, lo recuerdo bien, no hubo cuestión sobre su origen. Siempre le recriminábamos su parquedad para describir los inventos, siendo así que tan sólo supimos del patoperdiz su habilidad natatoria gracias a sus patas membranosas. Naturalmente, para el gatopájaro contaba con el antecedente del mítico Pegaso, así que, sin más, le puso alas.

Pero, sin duda, el mejor invento de Elías Andrino fue el agua en polvo. Este producto resultaba carísimo, por eso aún no lo vendía la correspondiente empresa, decía el buen Elías como para excusarse de no ponérnoslo ahora mismo allí delante. Debió de darle mucho trabajo y cavilación, a juzgar por los efectos que obtenía. Todo nació de una conversación de viajes que en cierta ocasión giró por las entonces colonias portuguesas, concretamente Angola. El cuadro que nos pintaba era de negros en los angoleños cafetales, sofocados por un calor abrasador que se multiplicaba por la escasez de agua, epidemia eterna que padecen estos morenos, decía. Discurrió entonces Elías un proceso que desembocaba en la creación de su obra maestra.

Consistía la cosa en un concentrado de agua de extraordinaria densidad la cual en sucesivas fases iba  aumentando en sentido inversamente proporcional a su tamaño, hasta llegar a una bola (apenas como un puño, nos decía) de agua en polvo. Este era, por fin, el remedio que iba a terminar con la sed y el hambre del mundo, el agua en polvo, que Andrino vendía, para colmo, diciendo que nada era más fácil de hacer. Poca materia prima : agua líquida, y una prensa enorme para comprimirla hasta el infinito. Luego, la aviación se encargaría de lanzarla desde el cielo, y con la velocidad y el porrazo de la caída, aquel puñetazo de agua se convertía en un inmenso lago de agua fresca y transparente.

Este anuncio del agua se cumplió al menos con él, porque la negrura de su piel se refrescó para siempre en el paraíso del Guadiana, donde a bordo de esos barcos que hacen la travesía entre las dos orillas, las que un día fueron del tío Hugo y que plantó del oloroso algarrobo, se fue para siempre el portugués a la Sierra de la Luna para instruir al dios Endovelo en sus inventos.

2.- El agua en polvo, Juan J. Cienfuegos (8)

UN PARTIDO DE TENIS EN HUELVA.

Un partido de tenis en Huelva



La luz refleja mi sombra alargada hasta el infinito, y con ella mi presagio de que no volverá. El juego de luces, al calor de estos farolillos me dan seguridad en esta noche fría. Intranquila mi alma, desespera con disimulo viendo como las manecillas del reloj van pasando sin que aparezcas. Rezaré, lo poco que recuerdo a San Pedro, imaginando estará gustoso en su altar velando por todos nosotros, los menos favorecidos en el comienzo de la odisea. 

Mi piedra, como la huella que deja la tierra en la mata,  empezó caminando por El Parque Alonso Sánchez. Como mujer, de paso en esta maravillosa ciudad,  aventurera y trabajadora, soñadora y austera,  me iba acercando por la Avenida de Andalucía hasta  ver  la primera escultura, en forma de cobijo- asiento rodeada de muchas ramas de hierro y metal  en forma de hojas de higuera o parra  que me sirvieron de  aposento durante un buen rato. Desde allí divisaba a todo el que pasaba, así como los montes se divisaban  llenos de árboles a lo lejos,  y unas  nubes sobre mi cabeza que parecían querer saludarme.. Un saludo para tí amiga y compañera.

En el club estuve viendo un buen partido de tenis donde disfrutaba de lo lindo toda la gente que allí estaba que no paraba de animar y animar a los participantes. Lo habría reconocido entre un millón con su gorra nike, pelo largo hasta los hombros, camiseta blanca, pantalón corto azul y tenis de bambino deportista. No dejaba de mirarme y yo me preguntaba si tendría alguna mancha en mi vestido largo hasta los pies o si sería la pamela azul con flores lo que le llamaba tanto la atención, porque otra cosa no podía ser...  para nada era su tipo. 

Sentí su presencia como este calor que ahora me acompaña. Mis pies temblaron, casi un grito salió de mi alma, cuando de forma inesperada ví como se me acercaba.. ¿Será posible que le guste precisamente yo, con tanta chica guapa que hay por aquí?... Cada vez más cerca y la misma angustia me asfixiaba. 

- Me llamo Santiago, para los amigos Santi. He visto que estás sola y me he dicho que podías sentarte con nosotros. Tenemos bocadillos y coca-colas.

- ¿Quiénes sois vosotros?.. Sólo te veo a tí.

- Ahora vendrán, somos una buena pandilla.. Vamos .... ¿cómo te llamas?

- Un buen partido. ¿Hasta cuando duran el torneo? No tengo folleto explicativo. Dije yo, mecanismo de defensa de alguien que quiere huir.. ¡tierra trágame!

- Hasta el domingo. ¿No eres de aquí verdad?  Tu acento .. 

- Me llamo Ana, encantada. Le tendí la mano como respuesta, que estrechó con tanta fuerza que casi me hizo daño, a la vez que tiraba de mí. ..- Hay más sombra donde te digo. ¡Vamos!

- Vimos el partido  comentando banalidades, rutas turísticas, los profesionales y sus ganancias... sin dejar de mirar los tres set que duró ... aplaudimos a rabiar. ¡Vaya partidazo! Se levantó y lo seguí hasta la salida. Me invitó a un paseo por el Parque. ¡Te gustará! me dijo. Durante todo el trayecto no dejamos de hablar de la escultura, la fotografía, la madre naturaleza.. Oírlo hablar te transportaba. Vivía en cada poro de su piel todo lo que me contaba. 

Anocheció deprisa y nos cobijamos debajo de un llorón sin causa sobre un asiento de hojas y escarcha. Me rodeó la cintura mientras me indicaba que viera cómo la luna nos cobijaba. Me dejé llevar.

_ Han pasado muchas horas ya. El frío se aloja en mi espalda. No me he traído abrigo. Recordando aquél paseo las horas pasan más deprisa. ¿Vendrá?

- Al despedirse en la puerta del hotel me recordó que su casa era mi casa. Me lo creí. Parecía sincero y me gustaba. Vaya que si me gustaba. Allí estaba yo, como muestra, esperándolo, bajo un cielo raso, algo de viento, fría noche, helada mi cara... viendo en cada sombra, mi sombra, su sombra que se aproximaba. Pero no llegaba.

Son las dos de la madrugada. Me han aconsejado que me vaya, no es buen lugar para una mujer mayor estar aquí tanto tiempo sentada.. Es peligroso, para la salud y el alma. Tomé mi bolsa de cuero, en el móvil ningún número, nada.

Paseando por entre aquellas esculturas mi alma lloraba con el llorón que las cobijaba. Una lágrima se despedía con añoranza de aquellos paisajes, de aquél entorno que me embriagaban. ¿Dónde estás mi moreno? 

Te conformaste con hablar de paisajes, de sueños, de mundos que nos llenaban. Me diste tu cobijo y un sólo abrazo que dejó tu huella en mi espalda... Gorra en mano, moreno, ¿dónde te fuiste? ¿A qué otra morada fuiste a dar tu amor, tu mano, dulce voz que llega al fondo del corazón y aguarda?

Mi autobús abre sus puertas. La gente parece tener prisa para tomar los asientos preferentes. El chofer me indica que o me subo o me quedo en la parada. Aún tengo esperanza. Subo descorazonada. El autobús cierra sus puertas. Se pone en marcha.

Unas manos pegan golpes en la puerta. Retumban con firmeza. Me llaman. Me levanté del asiento queriendo saber qué pasaba. Me encontré con unos ojos azules, pelo largo, mano firme que me abraza.... ¿Te ibas sin despedirte de mi?

Beso profundo, abrazos eternos, las palabras sobraban.. así fuimos hasta la próxima parada.

Mis ojos brillaron por  su ausencia. La música que dejaron sus palabras aún suena en mis oídos... "amor... cada día que pase esperaré en esta tu casa que es mi casa"... "amor, ... cada día.. esperaré en esta casa.... " " amor... tu casa.. es mi casa".

Maribel Cerezuela
un siete de enero de dos mil cuatro.

UN PARTIDO DE TENIS EN HUELVA.

Un partido de tenis en Huelva



La luz refleja mi sombra alargada hasta el infinito, y con ella mi presagio de que no volverá. El juego de luces, al calor de estos farolillos me dan seguridad en esta noche fría. Intranquila mi alma, desespera con disimulo viendo como las manecillas del reloj van pasando sin que aparezcas. Rezaré, lo poco que recuerdo a San Pedro, imaginando estará gustoso en su altar velando por todos nosotros, los menos favorecidos en el comienzo de la odisea. 

Mi piedra, como la huella que deja la tierra en la mata,  empezó caminando por El Parque Alonso Sánchez. Como mujer, de paso en esta maravillosa ciudad,  aventurera y trabajadora, soñadora y austera,  me iba acercando por la Avenida de Andalucía hasta  ver  la primera escultura, en forma de cobijo- asiento rodeada de muchas ramas de hierro y metal  en forma de hojas de higuera o parra  que me sirvieron de  aposento durante un buen rato. Desde allí divisaba a todo el que pasaba, así como los montes se divisaban  llenos de árboles a lo lejos,  y unas  nubes sobre mi cabeza que parecían querer saludarme.. Un saludo para tí amiga y compañera.

En el club estuve viendo un buen partido de tenis donde disfrutaba de lo lindo toda la gente que allí estaba que no paraba de animar y animar a los participantes. Lo habría reconocido entre un millón con su gorra nike, pelo largo hasta los hombros, camiseta blanca, pantalón corto azul y tenis de bambino deportista. No dejaba de mirarme y yo me preguntaba si tendría alguna mancha en mi vestido largo hasta los pies o si sería la pamela azul con flores lo que le llamaba tanto la atención, porque otra cosa no podía ser...  para nada era su tipo. 

Sentí su presencia como este calor que ahora me acompaña. Mis pies temblaron, casi un grito salió de mi alma, cuando de forma inesperada ví como se me acercaba.. ¿Será posible que le guste precisamente yo, con tanta chica guapa que hay por aquí?... Cada vez más cerca y la misma angustia me asfixiaba. 

- Me llamo Santiago, para los amigos Santi. He visto que estás sola y me he dicho que podías sentarte con nosotros. Tenemos bocadillos y coca-colas.

- ¿Quiénes sois vosotros?.. Sólo te veo a tí.

- Ahora vendrán, somos una buena pandilla.. Vamos .... ¿cómo te llamas?

- Un buen partido. ¿Hasta cuando duran el torneo? No tengo folleto explicativo. Dije yo, mecanismo de defensa de alguien que quiere huir.. ¡tierra trágame!

- Hasta el domingo. ¿No eres de aquí verdad?  Tu acento .. 

- Me llamo Ana, encantada. Le tendí la mano como respuesta, que estrechó con tanta fuerza que casi me hizo daño, a la vez que tiraba de mí. ..- Hay más sombra donde te digo. ¡Vamos!

- Vimos el partido  comentando banalidades, rutas turísticas, los profesionales y sus ganancias... sin dejar de mirar los tres set que duró ... aplaudimos a rabiar. ¡Vaya partidazo! Se levantó y lo seguí hasta la salida. Me invitó a un paseo por el Parque. ¡Te gustará! me dijo. Durante todo el trayecto no dejamos de hablar de la escultura, la fotografía, la madre naturaleza.. Oírlo hablar te transportaba. Vivía en cada poro de su piel todo lo que me contaba. 

Anocheció deprisa y nos cobijamos debajo de un llorón sin causa sobre un asiento de hojas y escarcha. Me rodeó la cintura mientras me indicaba que viera cómo la luna nos cobijaba. Me dejé llevar.

_ Han pasado muchas horas ya. El frío se aloja en mi espalda. No me he traído abrigo. Recordando aquél paseo las horas pasan más deprisa. ¿Vendrá?

- Al despedirse en la puerta del hotel me recordó que su casa era mi casa. Me lo creí. Parecía sincero y me gustaba. Vaya que si me gustaba. Allí estaba yo, como muestra, esperándolo, bajo un cielo raso, algo de viento, fría noche, helada mi cara... viendo en cada sombra, mi sombra, su sombra que se aproximaba. Pero no llegaba.

Son las dos de la madrugada. Me han aconsejado que me vaya, no es buen lugar para una mujer mayor estar aquí tanto tiempo sentada.. Es peligroso, para la salud y el alma. Tomé mi bolsa de cuero, en el móvil ningún número, nada.

Paseando por entre aquellas esculturas mi alma lloraba con el llorón que las cobijaba. Una lágrima se despedía con añoranza de aquellos paisajes, de aquél entorno que me embriagaban. ¿Dónde estás mi moreno? 

Te conformaste con hablar de paisajes, de sueños, de mundos que nos llenaban. Me diste tu cobijo y un sólo abrazo que dejó tu huella en mi espalda... Gorra en mano, moreno, ¿dónde te fuiste? ¿A qué otra morada fuiste a dar tu amor, tu mano, dulce voz que llega al fondo del corazón y aguarda?

Mi autobús abre sus puertas. La gente parece tener prisa para tomar los asientos preferentes. El chofer me indica que o me subo o me quedo en la parada. Aún tengo esperanza. Subo descorazonada. El autobús cierra sus puertas. Se pone en marcha.

Unas manos pegan golpes en la puerta. Retumban con firmeza. Me llaman. Me levanté del asiento queriendo saber qué pasaba. Me encontré con unos ojos azules, pelo largo, mano firme que me abraza.... ¿Te ibas sin despedirte de mi?

Beso profundo, abrazos eternos, las palabras sobraban.. así fuimos hasta la próxima parada.

Mis ojos brillaron por  su ausencia. La música que dejaron sus palabras aún suena en mis oídos... "amor... cada día que pase esperaré en esta tu casa que es mi casa"... "amor, ... cada día.. esperaré en esta casa.... " " amor... tu casa.. es mi casa".

Maribel Cerezuela
un siete de enero de dos mil cuatro.

Ángel Simón Collado

Ángel Simón Collado




¡Esta luz ausente, sumida en el tumulto!
¡Esta sombra muda hablando sin descanso! ¡Esta quietud!
¡Sí, esta quietud incesante deambulando los espacios angostos de mi dormitorio sin límites!
Y este olor nocturno a no sé qué espantos, como un sumidero algo lejano,
como una sentina cegada -¡oh, mi sombra de luz!- a la cabecera de la cama.
Y al hablar, entonces: un texto borroso hay, y una página en blanco,
y un silencio tumultuoso, y un amontonamiento sin nombres, y una convulsión inútil,
y un remolino, de ansias derrocadas y de lujurias marchitas.
Sobre mis días, sobre mis horas, una calima innumerable,
un polvo monótono y tenaz de muebles antiguos,
y también, quizás, un aire enmohecido de salones muertos,
de alcobas ya desalojadas por los hombres hace ya tiempo,
me acompaña, y la tierra áspera que estrujo entre mis manos,
¡oh, tiempo!
en mañanas que no quiero despertarme,
en tardes de relojes monótonos y campanas inútiles,
en noches abrumadas ¡ay! sin peso, número y medida,
como una espera solitaria en el centro de la celda,
un presidio, un desierto, abandonado,
cuando ya no hago preguntas
y no espero respuestas.

Pero, de pronto, en verdad: un impulso mortal, un viento impetuoso
me arrebata, y una brisa cierta y un aire celeste y un vuelo de águila;
un derrumbe hay y un olvido sin nombre y una entrega confusa

Ángel Simón Collado

¡Esta luz ausente, sumida en el tumulto!
¡Esta sombra muda hablando sin descanso! ¡Esta quietud!
¡Sí, esta quietud incesante deambulando los espacios angostos de mi dormitorio sin límites!
Y este olor nocturno a no sé qué espantos, como un sumidero algo lejano,
como una sentina cegada -¡oh, mi sombra de luz!- a la cabecera de la cama.
Y al hablar, entonces: un texto borroso hay, y una página en blanco,
y un silencio tumultuoso, y un amontonamiento sin nombres, y una convulsión inútil,
y un remolino, de ansias derrocadas y de lujurias marchitas.
Sobre mis días, sobre mis horas, una calima innumerable,
un polvo monótono y tenaz de muebles antiguos,
y también, quizás, un aire enmohecido de salones muertos,
de alcobas ya desalojadas por los hombres hace ya tiempo,
me acompaña, y la tierra áspera que estrujo entre mis manos,
¡oh, tiempo!
en mañanas que no quiero despertarme,
en tardes de relojes monótonos y campanas inútiles,
en noches abrumadas ¡ay! sin peso, número y medida,
como una espera solitaria en el centro de la celda,
un presidio, un desierto, abandonado,
cuando ya no hago preguntas
y no espero respuestas.

Pero, de pronto, en verdad: un impulso mortal, un viento impetuoso
me arrebata, y una brisa cierta y un aire celeste y un vuelo de águila;
un derrumbe hay y un olvido sin nombre y una entrega confusa

La sangre. Maribel Cerezuela




La sangre ya no es roja
como el limón se ha sentido.
Paradas, alturas,
bajadas de temperatura.
Negro parece.
A borbotones ha fluído



La sangre. Maribel Cerezuela




La sangre ya no es roja
como el limón se ha sentido.
Paradas, alturas,
bajadas de temperatura.
Negro parece.
A borbotones ha fluído



Espacios. Maribel Cerezuela




Espacios infinitos
de negro abismo.
Ondas resplandecientess 
que tú no ves.
Triste espacio
donde la ausencia 
es tu paz.

¿Me ves?


Espacios. Maribel Cerezuela




Espacios infinitos
de negro abismo.
Ondas resplandecientess 
que tú no ves.
Triste espacio
donde la ausencia 
es tu paz.

¿Me ves?


Tú mi amor. Maribel Cerezuela



A ver, Ángel Simón Collado y Miguel Alvarez Morales, estoy esperando las versiones que tú mismo propusiste. Y como Miguel Alvarez Morales se levantó enamorado el día 14, quiero emularlo con este "merdipoema".


No me mueve, mi alma, 
para recordarte,
la vida que me tienes
no es compatible con mi destino,

ni me mueve el dinero tan querido
para añorar sin sentido
Tú me mueves, amor,
para desearte y amarte,
pisando la tierra que nos diera
tu vida y la mía.
Muéveme, cómo no,
 tú mi amor
y en tal forma, 
que aunque no te rindas
a mis pretensiones, 
yo a tí te tenga y poseyera. 
No me tienes que explicar
los porqués de tu renuncia
a compartir este amorque yo a tí te diera.

Tú mi amor. Maribel Cerezuela

Tú mi amor

Ángel Simón Collado y Miguel Álvarez Morales, estoy esperando las versiones de esta temática. Y como Miguel Álvarez Morales se levantó enamorado el día 14, quiero emularlo con este "merdipoema".


No me mueve, mi alma, 
para recordarte,
la vida que me tienes
no es compatible con mi destino,

ni me mueve el dinero tan querido
para añorar sin sentido
Tú me mueves, amor,
para desearte y amarte,
pisando la tierra que nos diera
tu vida y la mía.
Muéveme, cómo no,
 tú mi amor
y en tal forma, 
que aunque no te rindas
a mis pretensiones, 
yo a tí te tenga y poseyera. 
No me tienes que explicar
los porqués de tu renuncia
a compartir este amorque yo a tí te diera.