Siete caminos para Beatriz.




SIETE CAMINOS PARA BEATRIZ


 El poeta aspira a construir su propio universo. Es un viaje necesario, imprescindible si se quiere alcanzar el objetivo final. La palabra es el instrumento más valioso, la piedra filosofal, el núcleo, la esencia del viaje. A veces, el poeta prefiere recorrerlo solo, y otras, se hace preciso de un acompañamiento real o ficticio, porque a fin de cuentas lo importante es la creación en sí misma, el proceso por el cual se deja ser y se es en otro, ayudado por la soledad y el silencio que impera en el propio proceso creativo. A “Siete caminos para Beatriz”, de Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971) le sucede algo así. Bebe de la tradición clásica enteramente, “La divina comedia”, de Dante y por ende, la figura de Beatriz es el origen, y en su intertextualidad, los versos contenidos en ”Siente camino para Beatriz”, un texto complejo, que precisa de una lectura muy atenta para comprender el universo al que nos traslada, en pleno siglo XXI, su autor. Pérez Zúñiga se vale de la obra de Dante, y en la figura de la amada, Beatriz, fantasía o realidad no importa, para sugerirnos el latido del mundo real, el de hoy, el de la globalización. Y por eso mismo el poeta se abisma hasta el Infierno de Dante, toma prestado el primer verso del Canto I: “Nel mezzo del cammin di nostra vita” (A mitad del camino de la vida), para iniciar este viaje al mundo de los sueños, y lo hará en compañía de Beatriz , guía de esos “Siete caminos” (como siete son los pecados capitales), reflejo del viaje de Dante y Virgilio por el Infierno, Purgatorio y Paraíso, pero escrito desde la modernidad y la viveza del lenguaje.

En “Beatriz”, primera parte del libro, leemos: “Yo te escribo Beatriz cartas oscuras / en el visor de mis prismáticos / mientras desciendo círculos del valle / en el cráter de la Isla de los muertos / allá arriba radiantes cordilleras que llaman Purgatorio / donde dicen que aludes de nieve te sepultan…”. La brevedad de los versos unas veces y su generosa extensión otras se alternan en los poemas que muestra el poeta “La Isla de los muertos”, “Parque de atracciones”, “La noche” y “Paraíso”. Pérez Zúñiga se deja llevar por el eco de la palabra, por su el sonido metálico de los nombres y adjetivos que fluyen sin parar, como así también la noche en sus sombras o la luz contenida en los sonetos finales del “Paraíso”, y de los que extraemos los dos tercetos del poema “Las manos de Beatriz”: “Recogieron las piedras de mi vida / y las sembraron por el bosque oscuro. / Cuando llegué de mí, fuiste la casa. // Déjalas pues conmigo, que las pida, / y déjame a tu lado el tiempo puro, / el tiempo que nos quiere y que nos pasa”. El poeta en su hondura. 

Siete caminos para Beatriz.




SIETE CAMINOS PARA BEATRIZ


 El poeta aspira a construir su propio universo. Es un viaje necesario, imprescindible si se quiere alcanzar el objetivo final. La palabra es el instrumento más valioso, la piedra filosofal, el núcleo, la esencia del viaje. A veces, el poeta prefiere recorrerlo solo, y otras, se hace preciso de un acompañamiento real o ficticio, porque a fin de cuentas lo importante es la creación en sí misma, el proceso por el cual se deja ser y se es en otro, ayudado por la soledad y el silencio que impera en el propio proceso creativo. A “Siete caminos para Beatriz”, de Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971) le sucede algo así. Bebe de la tradición clásica enteramente, “La divina comedia”, de Dante y por ende, la figura de Beatriz es el origen, y en su intertextualidad, los versos contenidos en ”Siente camino para Beatriz”, un texto complejo, que precisa de una lectura muy atenta para comprender el universo al que nos traslada, en pleno siglo XXI, su autor. Pérez Zúñiga se vale de la obra de Dante, y en la figura de la amada, Beatriz, fantasía o realidad no importa, para sugerirnos el latido del mundo real, el de hoy, el de la globalización. Y por eso mismo el poeta se abisma hasta el Infierno de Dante, toma prestado el primer verso del Canto I: “Nel mezzo del cammin di nostra vita” (A mitad del camino de la vida), para iniciar este viaje al mundo de los sueños, y lo hará en compañía de Beatriz , guía de esos “Siete caminos” (como siete son los pecados capitales), reflejo del viaje de Dante y Virgilio por el Infierno, Purgatorio y Paraíso, pero escrito desde la modernidad y la viveza del lenguaje.

En “Beatriz”, primera parte del libro, leemos: “Yo te escribo Beatriz cartas oscuras / en el visor de mis prismáticos / mientras desciendo círculos del valle / en el cráter de la Isla de los muertos / allá arriba radiantes cordilleras que llaman Purgatorio / donde dicen que aludes de nieve te sepultan…”. La brevedad de los versos unas veces y su generosa extensión otras se alternan en los poemas que muestra el poeta “La Isla de los muertos”, “Parque de atracciones”, “La noche” y “Paraíso”. Pérez Zúñiga se deja llevar por el eco de la palabra, por su el sonido metálico de los nombres y adjetivos que fluyen sin parar, como así también la noche en sus sombras o la luz contenida en los sonetos finales del “Paraíso”, y de los que extraemos los dos tercetos del poema “Las manos de Beatriz”: “Recogieron las piedras de mi vida / y las sembraron por el bosque oscuro. / Cuando llegué de mí, fuiste la casa. // Déjalas pues conmigo, que las pida, / y déjame a tu lado el tiempo puro, / el tiempo que nos quiere y que nos pasa”. El poeta en su hondura. 

Siete caminos para Beatriz.




SIETE CAMINOS PARA BEATRIZ


 El poeta aspira a construir su propio universo. Es un viaje necesario, imprescindible si se quiere alcanzar el objetivo final. La palabra es el instrumento más valioso, la piedra filosofal, el núcleo, la esencia del viaje. A veces, el poeta prefiere recorrerlo solo, y otras, se hace preciso de un acompañamiento real o ficticio, porque a fin de cuentas lo importante es la creación en sí misma, el proceso por el cual se deja ser y se es en otro, ayudado por la soledad y el silencio que impera en el propio proceso creativo. A “Siete caminos para Beatriz”, de Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971) le sucede algo así. Bebe de la tradición clásica enteramente, “La divina comedia”, de Dante y por ende, la figura de Beatriz es el origen, y en su intertextualidad, los versos contenidos en ”Siente camino para Beatriz”, un texto complejo, que precisa de una lectura muy atenta para comprender el universo al que nos traslada, en pleno siglo XXI, su autor. Pérez Zúñiga se vale de la obra de Dante, y en la figura de la amada, Beatriz, fantasía o realidad no importa, para sugerirnos el latido del mundo real, el de hoy, el de la globalización. Y por eso mismo el poeta se abisma hasta el Infierno de Dante, toma prestado el primer verso del Canto I: “Nel mezzo del cammin di nostra vita” (A mitad del camino de la vida), para iniciar este viaje al mundo de los sueños, y lo hará en compañía de Beatriz , guía de esos “Siete caminos” (como siete son los pecados capitales), reflejo del viaje de Dante y Virgilio por el Infierno, Purgatorio y Paraíso, pero escrito desde la modernidad y la viveza del lenguaje.

En “Beatriz”, primera parte del libro, leemos: “Yo te escribo Beatriz cartas oscuras / en el visor de mis prismáticos / mientras desciendo círculos del valle / en el cráter de la Isla de los muertos / allá arriba radiantes cordilleras que llaman Purgatorio / donde dicen que aludes de nieve te sepultan…”. La brevedad de los versos unas veces y su generosa extensión otras se alternan en los poemas que muestra el poeta “La Isla de los muertos”, “Parque de atracciones”, “La noche” y “Paraíso”. Pérez Zúñiga se deja llevar por el eco de la palabra, por su el sonido metálico de los nombres y adjetivos que fluyen sin parar, como así también la noche en sus sombras o la luz contenida en los sonetos finales del “Paraíso”, y de los que extraemos los dos tercetos del poema “Las manos de Beatriz”: “Recogieron las piedras de mi vida / y las sembraron por el bosque oscuro. / Cuando llegué de mí, fuiste la casa. // Déjalas pues conmigo, que las pida, / y déjame a tu lado el tiempo puro, / el tiempo que nos quiere y que nos pasa”. El poeta en su hondura. 

Pasiones y penumbras. José Lupiáñez



PASIONES Y PENUMBRAS



 Abrir un libro de poesía siempre es un acto apasionante y misterioso, mágico diría, porque no se sabe nunca que nos deparará su atenta lectura. Escudriñar en el interior hasta sentir ese temblor amigo que nos impulsa hacia el vuelo, en un viaje siempre floreciente en asombros, puede ser un valioso segundo de eternidad, la eternidad misma. Y algo de esto ocurre con Pasiones y penumbras, última entrega poética de José Lupiáñez (La Línea, 1955). Búsqueda de la palabra, del fuego de la pasión, también de la soledad y sus sombras. Lupiáñez es un poeta con oficio y así se puede comprobar desde el poema inicial de este libro “Alguien me llama”, en el que una voz -¿la suya?- levita en la oscuridad de la estancia y propicia en el poeta la incertidumbre, la duda o el desasosiego que prende en su mirada infinita ¿al futuro? No se sabe, ni el poeta acierta en la respuesta, no halla el camino, la luz que guíe sus pasos: “No sé qué hacer, no sé si he de asomarme, / no sé si he de trepar hasta esa reja altiva. / Quizá sí esté esta vez y quiera consolarme / con su voz que adormece, con su voz que cautiva…”. Son los primeros versos, el preludio de un viaje al territorio de las “Pasiones” primero y de las “Penumbras” después, y en cual hallaremos el latido de la tradición clásica de los primeros sonetos al amor (“amar es caminar hacia el tormento, / es un naufragio siempre, que despoja / de todo bien que prometiera el mundo”), el recuerdo y la soledad (“…ella sigue adelante con su etílica bruma / y un trago receloso, a veces, la conforta. / Ya no tiene recuerdos, por más que hace la suma; / atrás quedó, perdida, en su paisaje, absorta, / sintiendo cómo el tiempo se le escapa y esfuma”), la poesía en “Voseo Garcilasiano” (“Sin Vos yo sé que soy un desvalido…Ni encuentro paraíso en donde vibre / ajena a Vos mi alma un solo instante. / No lograré romper esta cadena”), o el balance de lo vivido, del tiempo que se escapa y la memoria recupera en un acto casi de salvación:”Atrás quedaron sueños y quimeras, / otros inviernos fueron y veranos, / los que viste marchar plenos o vanos / y otoños portentosos, primaveras…/ Diciembre, abismo, límite, en mi espejo / ¡Tu secreto me deja tan perplejo!

 Pero también la denuncia se hace eco en sus versos, en su mirada al continente africano: “De borrosos países de miseria y de muerte, / desde el fondo más negro del África abismal, / llegan estos hermanos pidiendo algo de suerte, / eso dicen sus ojos, que azotó el vendaval”. Poesía en estado puro la de José Lupiáñez. 

Pasiones y penumbras. José Lupiáñez



PASIONES Y PENUMBRAS



 Abrir un libro de poesía siempre es un acto apasionante y misterioso, mágico diría, porque no se sabe nunca que nos deparará su atenta lectura. Escudriñar en el interior hasta sentir ese temblor amigo que nos impulsa hacia el vuelo, en un viaje siempre floreciente en asombros, puede ser un valioso segundo de eternidad, la eternidad misma. Y algo de esto ocurre con Pasiones y penumbras, última entrega poética de José Lupiáñez (La Línea, 1955). Búsqueda de la palabra, del fuego de la pasión, también de la soledad y sus sombras. Lupiáñez es un poeta con oficio y así se puede comprobar desde el poema inicial de este libro “Alguien me llama”, en el que una voz -¿la suya?- levita en la oscuridad de la estancia y propicia en el poeta la incertidumbre, la duda o el desasosiego que prende en su mirada infinita ¿al futuro? No se sabe, ni el poeta acierta en la respuesta, no halla el camino, la luz que guíe sus pasos: “No sé qué hacer, no sé si he de asomarme, / no sé si he de trepar hasta esa reja altiva. / Quizá sí esté esta vez y quiera consolarme / con su voz que adormece, con su voz que cautiva…”. Son los primeros versos, el preludio de un viaje al territorio de las “Pasiones” primero y de las “Penumbras” después, y en cual hallaremos el latido de la tradición clásica de los primeros sonetos al amor (“amar es caminar hacia el tormento, / es un naufragio siempre, que despoja / de todo bien que prometiera el mundo”), el recuerdo y la soledad (“…ella sigue adelante con su etílica bruma / y un trago receloso, a veces, la conforta. / Ya no tiene recuerdos, por más que hace la suma; / atrás quedó, perdida, en su paisaje, absorta, / sintiendo cómo el tiempo se le escapa y esfuma”), la poesía en “Voseo Garcilasiano” (“Sin Vos yo sé que soy un desvalido…Ni encuentro paraíso en donde vibre / ajena a Vos mi alma un solo instante. / No lograré romper esta cadena”), o el balance de lo vivido, del tiempo que se escapa y la memoria recupera en un acto casi de salvación:”Atrás quedaron sueños y quimeras, / otros inviernos fueron y veranos, / los que viste marchar plenos o vanos / y otoños portentosos, primaveras…/ Diciembre, abismo, límite, en mi espejo / ¡Tu secreto me deja tan perplejo!

 Pero también la denuncia se hace eco en sus versos, en su mirada al continente africano: “De borrosos países de miseria y de muerte, / desde el fondo más negro del África abismal, / llegan estos hermanos pidiendo algo de suerte, / eso dicen sus ojos, que azotó el vendaval”. Poesía en estado puro la de José Lupiáñez. 

Pasiones y penumbras. José Lupiáñez



PASIONES Y PENUMBRAS



 Abrir un libro de poesía siempre es un acto apasionante y misterioso, mágico diría, porque no se sabe nunca que nos deparará su atenta lectura. Escudriñar en el interior hasta sentir ese temblor amigo que nos impulsa hacia el vuelo, en un viaje siempre floreciente en asombros, puede ser un valioso segundo de eternidad, la eternidad misma. Y algo de esto ocurre con Pasiones y penumbras, última entrega poética de José Lupiáñez (La Línea, 1955). Búsqueda de la palabra, del fuego de la pasión, también de la soledad y sus sombras. Lupiáñez es un poeta con oficio y así se puede comprobar desde el poema inicial de este libro “Alguien me llama”, en el que una voz -¿la suya?- levita en la oscuridad de la estancia y propicia en el poeta la incertidumbre, la duda o el desasosiego que prende en su mirada infinita ¿al futuro? No se sabe, ni el poeta acierta en la respuesta, no halla el camino, la luz que guíe sus pasos: “No sé qué hacer, no sé si he de asomarme, / no sé si he de trepar hasta esa reja altiva. / Quizá sí esté esta vez y quiera consolarme / con su voz que adormece, con su voz que cautiva…”. Son los primeros versos, el preludio de un viaje al territorio de las “Pasiones” primero y de las “Penumbras” después, y en cual hallaremos el latido de la tradición clásica de los primeros sonetos al amor (“amar es caminar hacia el tormento, / es un naufragio siempre, que despoja / de todo bien que prometiera el mundo”), el recuerdo y la soledad (“…ella sigue adelante con su etílica bruma / y un trago receloso, a veces, la conforta. / Ya no tiene recuerdos, por más que hace la suma; / atrás quedó, perdida, en su paisaje, absorta, / sintiendo cómo el tiempo se le escapa y esfuma”), la poesía en “Voseo Garcilasiano” (“Sin Vos yo sé que soy un desvalido…Ni encuentro paraíso en donde vibre / ajena a Vos mi alma un solo instante. / No lograré romper esta cadena”), o el balance de lo vivido, del tiempo que se escapa y la memoria recupera en un acto casi de salvación:”Atrás quedaron sueños y quimeras, / otros inviernos fueron y veranos, / los que viste marchar plenos o vanos / y otoños portentosos, primaveras…/ Diciembre, abismo, límite, en mi espejo / ¡Tu secreto me deja tan perplejo!

 Pero también la denuncia se hace eco en sus versos, en su mirada al continente africano: “De borrosos países de miseria y de muerte, / desde el fondo más negro del África abismal, / llegan estos hermanos pidiendo algo de suerte, / eso dicen sus ojos, que azotó el vendaval”. Poesía en estado puro la de José Lupiáñez. 

Tormenta de arena. Josefina Niebla

TORMENTA DE ARENA
2 de mayo 2015
Josefina Niebla

 C:\Users\fnm\Desktop\Tsunami_de_arena_Australia2.jpg


Caía la tarde impía,bajo la sombra de las obscuras almas
No había nada, ni dolor, ni alegría,
Solo quietud, vaguedad
Nadie recordaba siquiera el más lejano atisbo de incertidumbre...
Reinaba la nada
De repente el horizonte barruntó una tormenta, una devastadora arenada
Y surgió el miedo, la duda...
El sudor a savia de los árboles heló su curso en la piel
El mañana dejó de ser inhábil
Las miradas comenzaron a dibujarse profundas
Los surcos de la raza surgieron brotando lágrimas
Sólo un presagio de mutación fue suficiente
Sólo aquel velo turbio destapado
Porque  MUERTE y VIDA se abren paso
El tiempo es solo mirar al pasado
Un abismo de mañanas
El vacío es un grito, un ECO
A lo lejos se oye una voz de  mesozoprano, rota en mil añicos...
Y vuelve,  siempre vuelve
El pasajero inesperado, sin valija, sin destino
Prende las manos de tu alma
Y quieres dormir esa pesadilla
Y quieres despertar ese sueño
Anhelas dejarte abrazar por sus latidos
Te lleva la danza de las ramas de tus milenarios árboles
Sientes como brota la savia, curso de vida...
Arrastrando tu canto, tu grito de esperanza, hacia orillas desconocidas, que no  te son ajenas
Y dibujas el calor de su mirada en los troncos de tu árbol
Y sientes el calor de su mano acariciando tu alma de niña
Y despiertas y lamentas el aliento que despide la mañana
Porque solo la noche imaginada desvela tu disfraz
Y deseas ser un jinete derrotado en la arena ardiente
Brotando tu sangre viva
Volviendo tu alma, de muerte herida,a iluminar un incierto día
Y quizás así hallar el imaginario oasis de ocres que antaño dibujabas.





Tormenta de arena. Josefina Niebla

TORMENTA DE ARENA
2 de mayo 2015
Josefina Niebla

 C:\Users\fnm\Desktop\Tsunami_de_arena_Australia2.jpg


Caía la tarde impía,bajo la sombra de las obscuras almas
No había nada, ni dolor, ni alegría,
Solo quietud, vaguedad
Nadie recordaba siquiera el más lejano atisbo de incertidumbre...
Reinaba la nada
De repente el horizonte barruntó una tormenta, una devastadora arenada
Y surgió el miedo, la duda...
El sudor a savia de los árboles heló su curso en la piel
El mañana dejó de ser inhábil
Las miradas comenzaron a dibujarse profundas
Los surcos de la raza surgieron brotando lágrimas
Sólo un presagio de mutación fue suficiente
Sólo aquel velo turbio destapado
Porque  MUERTE y VIDA se abren paso
El tiempo es solo mirar al pasado
Un abismo de mañanas
El vacío es un grito, un ECO
A lo lejos se oye una voz de  mesozoprano, rota en mil añicos...
Y vuelve,  siempre vuelve
El pasajero inesperado, sin valija, sin destino
Prende las manos de tu alma
Y quieres dormir esa pesadilla
Y quieres despertar ese sueño
Anhelas dejarte abrazar por sus latidos
Te lleva la danza de las ramas de tus milenarios árboles
Sientes como brota la savia, curso de vida...
Arrastrando tu canto, tu grito de esperanza, hacia orillas desconocidas, que no  te son ajenas
Y dibujas el calor de su mirada en los troncos de tu árbol
Y sientes el calor de su mano acariciando tu alma de niña
Y despiertas y lamentas el aliento que despide la mañana
Porque solo la noche imaginada desvela tu disfraz
Y deseas ser un jinete derrotado en la arena ardiente
Brotando tu sangre viva
Volviendo tu alma, de muerte herida,a iluminar un incierto día
Y quizás así hallar el imaginario oasis de ocres que antaño dibujabas.





Tormenta de arena. Josefina Niebla

TORMENTA DE ARENA
2 de mayo 2015
Josefina Niebla

 C:\Users\fnm\Desktop\Tsunami_de_arena_Australia2.jpg


Caía la tarde impía,bajo la sombra de las obscuras almas
No había nada, ni dolor, ni alegría,
Solo quietud, vaguedad
Nadie recordaba siquiera el más lejano atisbo de incertidumbre...
Reinaba la nada
De repente el horizonte barruntó una tormenta, una devastadora arenada
Y surgió el miedo, la duda...
El sudor a savia de los árboles heló su curso en la piel
El mañana dejó de ser inhábil
Las miradas comenzaron a dibujarse profundas
Los surcos de la raza surgieron brotando lágrimas
Sólo un presagio de mutación fue suficiente
Sólo aquel velo turbio destapado
Porque  MUERTE y VIDA se abren paso
El tiempo es solo mirar al pasado
Un abismo de mañanas
El vacío es un grito, un ECO
A lo lejos se oye una voz de  mesozoprano, rota en mil añicos...
Y vuelve,  siempre vuelve
El pasajero inesperado, sin valija, sin destino
Prende las manos de tu alma
Y quieres dormir esa pesadilla
Y quieres despertar ese sueño
Anhelas dejarte abrazar por sus latidos
Te lleva la danza de las ramas de tus milenarios árboles
Sientes como brota la savia, curso de vida...
Arrastrando tu canto, tu grito de esperanza, hacia orillas desconocidas, que no  te son ajenas
Y dibujas el calor de su mirada en los troncos de tu árbol
Y sientes el calor de su mano acariciando tu alma de niña
Y despiertas y lamentas el aliento que despide la mañana
Porque solo la noche imaginada desvela tu disfraz
Y deseas ser un jinete derrotado en la arena ardiente
Brotando tu sangre viva
Volviendo tu alma, de muerte herida,a iluminar un incierto día
Y quizás así hallar el imaginario oasis de ocres que antaño dibujabas.





DÍA DEL LIBRO.

23 de abril DÍA DEL LIBRO 

Y DEL DERECHO DE AUTOR

 

Nuestro horario para hoy, de 9:30 a 14:00 horas – Tarde de 17:00 a 21:00 horas.
10% de descuento + Regalo de cortesía.
 

Firma de autores y copa de vino en nuestra Librería a partir de las 19:30 horas:

CARLOS MALENO, La rosa ilimitada
ALBERTO CEREZUELA, Almería secretos y misterios
JUAN PARDO VIDAL, Arquímedes esta en el tejado
DOMINGO TORRENTE, Ferblo y la Cripta del terror
JESÚS MUÑOZ, Almería con otra mirada
PAULA CHACÓN Y FRAN CAZORLA, Sin vida
LIBRERÍA NOBEL
Plaza Santa Rita, 2
04004 ALMERÍA
Telf.: 950 23 52 65

DÍA DEL LIBRO.

23 de abril DÍA DEL LIBRO 

Y DEL DERECHO DE AUTOR

 

Nuestro horario para hoy, de 9:30 a 14:00 horas – Tarde de 17:00 a 21:00 horas.
10% de descuento + Regalo de cortesía.
 

Firma de autores y copa de vino en nuestra Librería a partir de las 19:30 horas:

CARLOS MALENO, La rosa ilimitada
ALBERTO CEREZUELA, Almería secretos y misterios
JUAN PARDO VIDAL, Arquímedes esta en el tejado
DOMINGO TORRENTE, Ferblo y la Cripta del terror
JESÚS MUÑOZ, Almería con otra mirada
PAULA CHACÓN Y FRAN CAZORLA, Sin vida
LIBRERÍA NOBEL
Plaza Santa Rita, 2
04004 ALMERÍA
Telf.: 950 23 52 65