Abraham Ferreira Khalil. Y Dios habitará nuestros cipreses


Y DIOS HABITARÁ NUESTROS CIPRESES 

"Y ahora dime, Señor, dime al oído:tanta hermosura,¿matará nuestra muerte?"(M. de Unamuno).

Ya se ha roto el concierto de los cipreses
y el lodo, aquel lodo que nutren los ausentes y los que están por sepultar,
abonará las raíces del horizonte embravecido.
Su oleaje recorrerá cada nicho aún por desnudar,
cada sepulcro,
cada recinto habitado por los huesos
de la amnesia vencedora; vencedora del sortilegio más abrumador:
el morir en vida,
el vivir en muerte.

Donde quede un aviso de tu impronta
se erguirá un santuario cubierto de cipreses.
Vives en los cipreses, gimes en los cipreses,
te desnudas cada atardecida y el biombo de los cipreses
pretende recluir tu intimidad.
No eres Dios y, no obstante, te luce Su aureola
de hábito santificado.
No eres Dios, porque tu padre he sido
y de tu silencio tal vez me quise enamorado.

Escucha el oleaje de los muertos
rasgar los telones de los alientos últimos.
Han temblado los cipreses, custodios de la cripta;
ya se ha abierto un inciso hacia lo ignoto.
Tu muerte ha revivido. Te acogerá en su templo
con la misericordia de una madre.
Te entregará a la fuente, al lodo del que vives.
Pronto serás la imagen certera de los cipreses.
Tu presencia carnal desplegará sus alas
y el plumaje se irá tornando de hoja en hoja,
de lodo en lodo, de vida en vida.

Y he aquí a otro ciprés más del cementerio,
otro arcángel custodio.
Ya se ha roto el concierto de la vida
y el faro mercurial, aquel que convocara a los ausentes y a los que están por sepultar,
abonará las raíces, tus raíces, neófito ciprés del camposanto.

Ya eres santuario de nuevas sensaciones.
Regocíjate, pues. Dios hasta ti ha llegado
y santificará tu estampa de madera.
Dios ha llegado a ti, te has hecho carne en Él.
Desde este momento,
tu eternal cometido
será que habite en ti, junto a un cónclave de vivos y de muertos.
Conducirás sus inquietudes aladas
hacia ese Dios que en tus ramas se ha posado
para que ellos mismos se hagan carne en Él.
¡Regocíjate, neófito ciprés!
Tu bendición arroja sobre ellos.
Ahora Dios habita en ti.
Difunde su celeste transparencia.


© Abraham Ferreira Khalil


Abraham Ferreira Khalil. Y Dios habitará nuestros cipreses


Y DIOS HABITARÁ NUESTROS CIPRESES 

"Y ahora dime, Señor, dime al oído:tanta hermosura,¿matará nuestra muerte?"(M. de Unamuno).

Ya se ha roto el concierto de los cipreses
y el lodo, aquel lodo que nutren los ausentes y los que están por sepultar,
abonará las raíces del horizonte embravecido.
Su oleaje recorrerá cada nicho aún por desnudar,
cada sepulcro,
cada recinto habitado por los huesos
de la amnesia vencedora; vencedora del sortilegio más abrumador:
el morir en vida,
el vivir en muerte.

Donde quede un aviso de tu impronta
se erguirá un santuario cubierto de cipreses.
Vives en los cipreses, gimes en los cipreses,
te desnudas cada atardecida y el biombo de los cipreses
pretende recluir tu intimidad.
No eres Dios y, no obstante, te luce Su aureola
de hábito santificado.
No eres Dios, porque tu padre he sido
y de tu silencio tal vez me quise enamorado.

Escucha el oleaje de los muertos
rasgar los telones de los alientos últimos.
Han temblado los cipreses, custodios de la cripta;
ya se ha abierto un inciso hacia lo ignoto.
Tu muerte ha revivido. Te acogerá en su templo
con la misericordia de una madre.
Te entregará a la fuente, al lodo del que vives.
Pronto serás la imagen certera de los cipreses.
Tu presencia carnal desplegará sus alas
y el plumaje se irá tornando de hoja en hoja,
de lodo en lodo, de vida en vida.

Y he aquí a otro ciprés más del cementerio,
otro arcángel custodio.
Ya se ha roto el concierto de la vida
y el faro mercurial, aquel que convocara a los ausentes y a los que están por sepultar,
abonará las raíces, tus raíces, neófito ciprés del camposanto.

Ya eres santuario de nuevas sensaciones.
Regocíjate, pues. Dios hasta ti ha llegado
y santificará tu estampa de madera.
Dios ha llegado a ti, te has hecho carne en Él.
Desde este momento,
tu eternal cometido
será que habite en ti, junto a un cónclave de vivos y de muertos.
Conducirás sus inquietudes aladas
hacia ese Dios que en tus ramas se ha posado
para que ellos mismos se hagan carne en Él.
¡Regocíjate, neófito ciprés!
Tu bendición arroja sobre ellos.
Ahora Dios habita en ti.
Difunde su celeste transparencia.


© Abraham Ferreira Khalil


Abraham Ferreira Khalil. Y Dios habitará nuestros cipreses


Y DIOS HABITARÁ NUESTROS CIPRESES 

"Y ahora dime, Señor, dime al oído:tanta hermosura,¿matará nuestra muerte?"(M. de Unamuno).

Ya se ha roto el concierto de los cipreses
y el lodo, aquel lodo que nutren los ausentes y los que están por sepultar,
abonará las raíces del horizonte embravecido.
Su oleaje recorrerá cada nicho aún por desnudar,
cada sepulcro,
cada recinto habitado por los huesos
de la amnesia vencedora; vencedora del sortilegio más abrumador:
el morir en vida,
el vivir en muerte.

Donde quede un aviso de tu impronta
se erguirá un santuario cubierto de cipreses.
Vives en los cipreses, gimes en los cipreses,
te desnudas cada atardecida y el biombo de los cipreses
pretende recluir tu intimidad.
No eres Dios y, no obstante, te luce Su aureola
de hábito santificado.
No eres Dios, porque tu padre he sido
y de tu silencio tal vez me quise enamorado.

Escucha el oleaje de los muertos
rasgar los telones de los alientos últimos.
Han temblado los cipreses, custodios de la cripta;
ya se ha abierto un inciso hacia lo ignoto.
Tu muerte ha revivido. Te acogerá en su templo
con la misericordia de una madre.
Te entregará a la fuente, al lodo del que vives.
Pronto serás la imagen certera de los cipreses.
Tu presencia carnal desplegará sus alas
y el plumaje se irá tornando de hoja en hoja,
de lodo en lodo, de vida en vida.

Y he aquí a otro ciprés más del cementerio,
otro arcángel custodio.
Ya se ha roto el concierto de la vida
y el faro mercurial, aquel que convocara a los ausentes y a los que están por sepultar,
abonará las raíces, tus raíces, neófito ciprés del camposanto.

Ya eres santuario de nuevas sensaciones.
Regocíjate, pues. Dios hasta ti ha llegado
y santificará tu estampa de madera.
Dios ha llegado a ti, te has hecho carne en Él.
Desde este momento,
tu eternal cometido
será que habite en ti, junto a un cónclave de vivos y de muertos.
Conducirás sus inquietudes aladas
hacia ese Dios que en tus ramas se ha posado
para que ellos mismos se hagan carne en Él.
¡Regocíjate, neófito ciprés!
Tu bendición arroja sobre ellos.
Ahora Dios habita en ti.
Difunde su celeste transparencia.


© Abraham Ferreira Khalil


Pequeños desnudos. Aníbal García Rodríguez





Con esta cita: «Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde», de uno de los grandes poetas de la Generación del 50, Jaime Gil de Biedma, se sirve el poeta almeriense Aníbal García para mostrarnos sus “Pequeños desnudos”, el libro que mereció ser Premio Andaluz “Villa de Peligros”, en su edición de 2013. Y de la vida trata este poemario, tal vez de esas pequeñas cosas, pero que no por ello dejan de ser importantes. La vida se nos escapa casi sin darnos cuenta, por eso el poeta siempre está vigilante, fija su mirada en lo profundo, en la hondura del tiempo para arrancarle la esencia misma del ser, como si se tratara de vivir intensa y dignamente hasta el último segundo. Está compuesto el libro por un total de dieciocho poemas de temática variada y en los cuales hallamos la influencia de otros poetas, como es el caso de Luis García Montero, Claudio Rodríguez, Joan Margarit o Ángel González, entre otros. Quizá la más predominante sea la de Luis García Montero, del que toma unos versos para iniciar el primero de los poemas que contiene el libro, de título “Que la vida te trate dignamente” y del que extraemos algunos versos: «Por si ya no nos vemos / que la vida te trate dignamente.  / Que un mar sin nombre bañe tus pupilas / en las noches de luna / y que todos los sueños, / uno a uno, / se te vayan cumpliendo». Es el deseo de vivir cada segundo como si fuera el último. Así nos recuerda ese instante del adiós definitivo al padre, en su particular elegía “Despedida”, que dedica a sus hermanos, donde puede vislumbrarse el fuego de la casa y los enseres que son recuerdos de lo vivido en la imagen del padre perpetuándose en los objetos, en las paredes, en todas y cada una de cosas que fueron un día parte de la vida: «Las paredes se quitan a jirones / la pintura marrón / para mostrar el blanco de su alma / y el verde de sus orlas / a los cinco herederos / que han llegado con él a mediodía / para decir adiós y recoger / las pertenencias últimas». Lo vivido como reclamo de la luz, de la verdad poética, las secuencias progresivas que la contienen, al igual que sucede con los fotogramas de las películas en color o en blanco y negro, y en la cual las descripciones conforman un submundo en la voz del poeta, como ocurre con el poema “1978”, que rememora los primeros días de la transición política española, vista con los ojos de la infancia: «Aquel año murieron / Blas de Otero y Santiago Bernabeu / y fue ratificada nuestra Constitución. / El miedo era un cuchillo que segaba las calles / detrás de las banderas, / pero soñaba el sol una luz diminuta / en los barrios obreros». En ella, la infancia, otra tierra, Cataluña, una madre que minaba sus ojos remendando trajes de payeses o un padre que transportaba turistas; la infancia en blanco y negro. Pero también existe en el poeta un cierto, cabría decir, voyerismo poético, cuando quiere ver a través de las paredes cuanto sucede en otros hogares, o al menos, imaginarlo, en los vecinos del quinto piso,  del tercero o del ático, hasta despertar por los gritos de la mujer del cuarto: «Algunos han notado el terremoto / que hubo a las cuatro y media de la noche / y todos despertaron con los gritos / de la mujer del cuarto / después de recibir otra paliza. / Las calles, a pesar de su silencio, / lo saben hace años: / detrás de las paredes / las historias son siempre más reales». En “Pequeños desnudos” el poeta retrata la vida misma, lo cotidiano es expresión de la realidad trascendida, caso del poema “Soledad”: «Debo reconocer / que me gusta estar solo / en la quietud ardida de mi casa. […] Me gusta disfrutar la soledad.  / Porque la soledad lleva en su sombra / la desnudez del cuerpo que nos vive / sin aristas, / sin esquinas, / sin tiniebla, y nos ofrece la oportunidad /de conocernos a nosotros mismos». De la experiencia el poeta recibe el don de la palabra y con ella vuela hacia lugares emblemáticos, míticos, a ciudades que se exponen a ser diseccionadas en su semblanza tal es Granada, así el verso fluye por las calles del Albaicín o el Generalife, la Alhambra o el Paseo de los Tristes.
La mirada del poeta se transforma entonces para mostrarnos la urbe y sus habitantes, a esos “pequeños desnudos” de la vida diaria que nos hacen, quizá, más humanos y solidarios, y en ese tránsito hacia las esencias se escribe el último poema “Diciembre”: «…quizá el próximo año / diciembre duela menos, / quizá nosotros, hijos de las luces, / nos sintamos distintos, quizá otro año diciembre amanezca con nieve / en todas las ciudades». Ánibal García ha mezclado en su alambique conocimiento, palabra y emoción, tres ingredientes imprescindibles para alcanzar esa pócima o brebaje mágico llamado poesía.    

Título: Pequeños desnudos
Autores: Aníbal García Rodríguez
            Editorial: Diputación de Granada (Granada, 2014) 
           

  

Pequeños desnudos. Aníbal García Rodríguez





Con esta cita: «Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde», de uno de los grandes poetas de la Generación del 50, Jaime Gil de Biedma, se sirve el poeta almeriense Aníbal García para mostrarnos sus “Pequeños desnudos”, el libro que mereció ser Premio Andaluz “Villa de Peligros”, en su edición de 2013. Y de la vida trata este poemario, tal vez de esas pequeñas cosas, pero que no por ello dejan de ser importantes. La vida se nos escapa casi sin darnos cuenta, por eso el poeta siempre está vigilante, fija su mirada en lo profundo, en la hondura del tiempo para arrancarle la esencia misma del ser, como si se tratara de vivir intensa y dignamente hasta el último segundo. Está compuesto el libro por un total de dieciocho poemas de temática variada y en los cuales hallamos la influencia de otros poetas, como es el caso de Luis García Montero, Claudio Rodríguez, Joan Margarit o Ángel González, entre otros. Quizá la más predominante sea la de Luis García Montero, del que toma unos versos para iniciar el primero de los poemas que contiene el libro, de título “Que la vida te trate dignamente” y del que extraemos algunos versos: «Por si ya no nos vemos / que la vida te trate dignamente.  / Que un mar sin nombre bañe tus pupilas / en las noches de luna / y que todos los sueños, / uno a uno, / se te vayan cumpliendo». Es el deseo de vivir cada segundo como si fuera el último. Así nos recuerda ese instante del adiós definitivo al padre, en su particular elegía “Despedida”, que dedica a sus hermanos, donde puede vislumbrarse el fuego de la casa y los enseres que son recuerdos de lo vivido en la imagen del padre perpetuándose en los objetos, en las paredes, en todas y cada una de cosas que fueron un día parte de la vida: «Las paredes se quitan a jirones / la pintura marrón / para mostrar el blanco de su alma / y el verde de sus orlas / a los cinco herederos / que han llegado con él a mediodía / para decir adiós y recoger / las pertenencias últimas». Lo vivido como reclamo de la luz, de la verdad poética, las secuencias progresivas que la contienen, al igual que sucede con los fotogramas de las películas en color o en blanco y negro, y en la cual las descripciones conforman un submundo en la voz del poeta, como ocurre con el poema “1978”, que rememora los primeros días de la transición política española, vista con los ojos de la infancia: «Aquel año murieron / Blas de Otero y Santiago Bernabeu / y fue ratificada nuestra Constitución. / El miedo era un cuchillo que segaba las calles / detrás de las banderas, / pero soñaba el sol una luz diminuta / en los barrios obreros». En ella, la infancia, otra tierra, Cataluña, una madre que minaba sus ojos remendando trajes de payeses o un padre que transportaba turistas; la infancia en blanco y negro. Pero también existe en el poeta un cierto, cabría decir, voyerismo poético, cuando quiere ver a través de las paredes cuanto sucede en otros hogares, o al menos, imaginarlo, en los vecinos del quinto piso,  del tercero o del ático, hasta despertar por los gritos de la mujer del cuarto: «Algunos han notado el terremoto / que hubo a las cuatro y media de la noche / y todos despertaron con los gritos / de la mujer del cuarto / después de recibir otra paliza. / Las calles, a pesar de su silencio, / lo saben hace años: / detrás de las paredes / las historias son siempre más reales». En “Pequeños desnudos” el poeta retrata la vida misma, lo cotidiano es expresión de la realidad trascendida, caso del poema “Soledad”: «Debo reconocer / que me gusta estar solo / en la quietud ardida de mi casa. […] Me gusta disfrutar la soledad.  / Porque la soledad lleva en su sombra / la desnudez del cuerpo que nos vive / sin aristas, / sin esquinas, / sin tiniebla, y nos ofrece la oportunidad /de conocernos a nosotros mismos». De la experiencia el poeta recibe el don de la palabra y con ella vuela hacia lugares emblemáticos, míticos, a ciudades que se exponen a ser diseccionadas en su semblanza tal es Granada, así el verso fluye por las calles del Albaicín o el Generalife, la Alhambra o el Paseo de los Tristes.
La mirada del poeta se transforma entonces para mostrarnos la urbe y sus habitantes, a esos “pequeños desnudos” de la vida diaria que nos hacen, quizá, más humanos y solidarios, y en ese tránsito hacia las esencias se escribe el último poema “Diciembre”: «…quizá el próximo año / diciembre duela menos, / quizá nosotros, hijos de las luces, / nos sintamos distintos, quizá otro año diciembre amanezca con nieve / en todas las ciudades». Ánibal García ha mezclado en su alambique conocimiento, palabra y emoción, tres ingredientes imprescindibles para alcanzar esa pócima o brebaje mágico llamado poesía.    

Título: Pequeños desnudos
Autores: Aníbal García Rodríguez
            Editorial: Diputación de Granada (Granada, 2014) 
           

  

Todas las mazmorras que regalan monturas voladoras en Cataclysmo.

Me he enterado hoy,  gracias a un personaje llamado "E....o"  ,
(oculto el nick por si quiere privacidad),
que mientras mi personaje se empeña en  conseguir los logros de vencer a todos los boss de todas las mazmorras de wow él lucha por conseguir las monturas voladoras.  Me ha parecido más interesante sus logros que los míos.


World of Warcraft - Battle.net

eu.battle.net/wow/es/


Riendas del draco de piedra vítreo
Nivel de objeto 70
Se liga al recogerlo
Único
Montura (Ligado a la cuenta)
Uso: Te enseña a invocar esta montura. Es una montura voladora.
Necesitas ser de nivel 70
Requiere Artesano jinete
Botín de: Pielpétrea
Chance de despojo: 0.80%

Café a las cinco. Maribel Cerezuela

En el café de cinco a siete, tertulia a la que asistimos con asiduidad unos cuantos amigos, preguntaba Juan Reverte, si nos sería fácil nombrar a uno o dos profesores de los que tuviéramos un especial recuerdo.


“Los recuerdos se confunden con la realidad y la mayor parte de las veces son inventados “, -sentenció Oscar García-, aunque puedo citar sin reparo a Don Carlos. No he tenido otro profesor que explicara mejor la matemáticas. Las clases las convertía en un juego, donde desarrollábamos, muchos ejemplos, fáciles de comprender… Así aprendí, para siempre, las fracciones de quebrados...

Noelia Díaz nos daba una envidia tremenda cuando nos hablaba de Fernando Rebollo, su profesor de Ciencias, al que admira aún, porque supo sacar de sí misma “las mejores palabras”, mientras explicaba la circulación de la sangre o cantaba, guitarra en mano, aquello de “un elefante se paseaba...”, para acabar con la lección de la evolución de la especie humana, como en el mejor de los cuentos de aventuras del escritor Emilio Salgari.

El pasado se mezcla con el presente en un tiempo difuso llegando a la conclusión de que van cambiando las formas de transmitir los mensajes, aunque éstos sigan teniendo las mismas premisas de siempre.

Sabemos que mantenemos en mente los recuerdos que nos incentivan y ayudan a ser más felices, pero nos empeñamos en fomentar actos culturales con eventos cada día más superficiales y exhibicionistas.

Largos discursos demasiado explicativos que nos alejan del propósito que nos habían propuesto en agenda; lecturas aburridas sin ningún empuje; presentaciones academicistas, por otro lado, demasiado formales... ¿Dónde están los buenos profesores- interlocutores? O lo que es lo mismo, ¿Cuándo vamos a comprender que la palabra escrita no se puede mediatizar con las directrices del discurso político?

La imagen, continúo, penetra en tus sentidos de forma global hasta el punto de poder olerla ¿Por qué no hacemos lo mismo con la promoción de nuestros autores? Pasaríamos de un monólogo exhibicionista, de uno que habla hacia un foro que estoicamente escucha, a una actividad lúdica de mayor participación creativa.

Maribel Cerezuela

http://www.diariovoz.org/2005/12/la-tertulia-de-las-cinco.html

También esto pasará. Milena Busquets

Me gusta leer. Cuando era más joven, me gustara o no un libro,  me obligaba a terminarlo por respeto al autor. Era una grosería, desde mi punto de vista, despreciarlo y dejarlo a partir de la página treinta y tres. El motivo de este disgusto era el argumento, no se ha dado el caso que sea porque esté mal escrito. Doy por sabido que todo autor que se lanza a la publicación de su obra es porque escribe bien, cotejado por opiniones de amigos y familiares, y cuando hay más suerte, porque ha sido selecionado como ganador de un concurso, o finalista del mismo, o una editorial ha apostado por él/ella, embarcándose en ese trabajo que es publicar y lograr que llegue a cuanto más público mejor. 

Suelo leer varios libros al mes. Mínimo tres. Ocurre que pasan los meses y compruebas que tienes sorpresas. Surgen conversaciones, pasas por un escaparate, hablas de ese libro, y con los años voy comprendiendo que los buenos libros, los geniales, esos siempre destacan. Te queda un poso azucarado con sabor a café o el último bocado de ese pastel que tanto te gusta. Pasa el tiempo y, con la memoria selectiva que una tiene para olvidar los nombres propios,  y más si son distintos de Juan, José, Manuel o Javier, queda para siempre un personaje que llama más la atención, frases, escenas que no se olvidan y ahí se quedan danzando.

Entonces pienso en la música, las obras de arte, los libros, y así, supongo, ocurre que unos llegan a la fama nacional o mundial. Sumas los gustos de las personas y compruebas que, por mucho que hayan patrocinado a un autor, su obra permanecerá o no según llegue a los lectores. Tenemos la última palabra, aunque se empeñen en lo contrario.

Este mes de febrero he leído mucha poesía, novela, y a autores que yo llamo especiales porque tratan de temas filosóficos de temática actual. Uno no es mío. Lo cogí prestado de la Biblioteca Villaespesa. Y me parece que me lo voy a regalar. No he podido subrayar frases que me han gustado y es de esos libros que con toda seguridad pasará fronteras. Es un buen libro.  Me refiero a "También esto pasará"

Busco en la red. En 0,27s 15.900.000 resultados.  Está claro que muchos pensamos igual. Destaco  http://www.anagrama-ed.es/titulo/NH_541

 

Cuando era niña, para ayudarla a superar la muerte de su padre, a Blanca su madre le contó un cuento chino. Un cuento sobre un poderoso emperador que convocó a los sabios y les pidió una frase que sirviese para todas las situaciones posibles. Tras meses de deliberaciones, los sabios se presentaron ante el emperador con una propuesta: «También esto pasará.» Y la madre añadió: «El dolor y la pena pasarán, como pasan la euforia y la felicidad.» Ahora es la madre de Blanca quien ha muerto y esta novela, que arranca y se cierra en un cementerio, habla del dolor de la pérdida, del desgarro de la ausencia. Pero frente a este dolor queda el recuerdo de lo vivido y lo mucho aprendido, y cobra fuerza la reafirmación de la vida a través del sexo, las amigas, los hijos y los hombres que han sido y son importantes para Blanca, quien afirma: «La ligereza es una forma de elegancia. Vivir con ligereza y alegría es dificilísimo.» Esta y otras frases y el tono de la novela, tan ajena a cualquier concesión a lo convencional, evocan aquella Bonjour tristesse de Françoise Sagan, que encandiló a tantos (y escandalizó a no pocos) cuando se publicó en 1954. Todo ello en el transcurso de un verano en Cadaqués, con sus paisajes indómitos y su intensa luz mediterránea que lo baña todo.

Milena Busquets transforma en literatura vivencias personales y partiendo de lo íntimo logra una novela que rompe fronteras y se está traduciendo con inusitada rapidez a las principales lenguas, como el inglés, el francés, el alemán, el italiano y el portugués. Y lo logra porque a través de la historia de Blanca y la enfermedad y muerte de su madre, a través de las relaciones con sus amantes y sus amigas, combinando prodigiosamente hondura y ligereza, nos habla de temas universales: el dolor y el amor, el miedo y el deseo, la tristeza y la risa, la desolación y la belleza de un paisaje en el que fugazmente se entrevé a la madre muerta paseando junto al mar, porque aquellos a quienes hemos amado no pueden desaparecer sin más.



ISBN 978-84-339-9788-3
PVP sin IVA 16,25 €
PVP con IVA 16,90 €
Nº de páginas 176
Colección  Narrativas hispánicas


"Sin pasión, la vida no vale la pena", ha asegurado la escritora Milena Busquets al presentar su novela También esto pasará, que evoca la complejidad de las relaciones entre una madre y su hija, y que la autora escribió pocos meses después de la muerte de su propia madre, la editora Esther Tusquets.