11.- A veces buscan las palabras. María Ángeles Lonardi

A veces buscan las palabras
A veces buscan las palabras
traer a este mundo un poco de sol.
Darle a las bocas la abertura justa
para que no puedan silenciarlas.
A veces buscan las palabras
dibujar el universo en blancas páginas
para abrazar a los niños, a los hombres
a las mujeres, a los seres vivos…
A veces buscan las palabras
enhebrar la aguja de la esperanza
arrancarle al silencio lo que celoso guarda
y plasmar en el mapa de los incrédulos
un grito que desgarra hasta la carne.
A veces buscan las palabras
un signo, un artificio entre las llamas.
Entonces las voces se unen
y aunque los destinos ardan
y parezcan diferentes
siempre habrá quien quiera oír
o quien pueda comprender
simplemente,
lo que buscan las palabras.


María Ángeles Lonardi           agosto 2012

11.- A veces buscan las palabras. María Ángeles Lonardi

A veces buscan las palabras
A veces buscan las palabras
traer a este mundo un poco de sol.
Darle a las bocas la abertura justa
para que no puedan silenciarlas.
A veces buscan las palabras
dibujar el universo en blancas páginas
para abrazar a los niños, a los hombres
a las mujeres, a los seres vivos…
A veces buscan las palabras
enhebrar la aguja de la esperanza
arrancarle al silencio lo que celoso guarda
y plasmar en el mapa de los incrédulos
un grito que desgarra hasta la carne.
A veces buscan las palabras
un signo, un artificio entre las llamas.
Entonces las voces se unen
y aunque los destinos ardan
y parezcan diferentes
siempre habrá quien quiera oír
o quien pueda comprender
simplemente,
lo que buscan las palabras.


María Ángeles Lonardi           agosto 2012

11.- A veces buscan las palabras. María Ángeles Lonardi

A veces buscan las palabras
A veces buscan las palabras
traer a este mundo un poco de sol.
Darle a las bocas la abertura justa
para que no puedan silenciarlas.
A veces buscan las palabras
dibujar el universo en blancas páginas
para abrazar a los niños, a los hombres
a las mujeres, a los seres vivos…
A veces buscan las palabras
enhebrar la aguja de la esperanza
arrancarle al silencio lo que celoso guarda
y plasmar en el mapa de los incrédulos
un grito que desgarra hasta la carne.
A veces buscan las palabras
un signo, un artificio entre las llamas.
Entonces las voces se unen
y aunque los destinos ardan
y parezcan diferentes
siempre habrá quien quiera oír
o quien pueda comprender
simplemente,
lo que buscan las palabras.


María Ángeles Lonardi           agosto 2012

Obra de Antonio García Vargas.


ENEAS CON ANQUISES SOBRE SUS HOMBROS
Todos los hombres nacemos, morimos, crecemos y amamos.
¿Somos esclavos del viejo big bang que impulsara el demiurgo?
¿No te rebela pensar que eres página en blanco de un libro
desconocido, que escribe en tu vida con letras ya impresas?

¡Ah, mi albedrío!
Doquiera que estés. ¡Necesito respuestas!
Quiero sembrar mi palabra. Escribir con mis letras.
¡Saberme! Ser algo más que una prosa.
¡Ser verso de luz! ¡Ser poema!
Mas no es posible escapar del estrecho confín de la Nada.
Sobre los hombros llevamos la carga heredada de un padre,
peso que impide la marcha normal en el cuerpo cansado.
Pero después se constata que el peso se vuelve liviano
hasta que apenas notamos al hombro presencia latente
y comprendemos, con harto pesar, que cargamos un muerto.
Nos despojamos del cuerpo, tiramos los restos inermes,
fardo pesado, dejamos sus huesos pudriéndose al sol
para trepar de inmediato a los hombros de nuestro retoño.
¿Pudo el hexámetro ser confluencia entre Homero y el mito?
¡Vengan a mí los anfíbracos, dáctilos, ven anapesto!
¡Dadme en los metros divinos respuesta! ¡Versadme con tiento!
Sobre los hombros llevamos, Eneas, la cruz y el flagelo
para después, en los hijos, posar la corona de espinas
en un intento fallido de hallar la imposible respuesta.
Siento que giro
en la noria de un tiempo que ignora que existo.
¡Ah, existencia fallida!
¡Esclerosis de un alma inventada!
¿Soy consecuencia
de un bucle carente de fin?
¿Sin principio?
¿Simple ecuación metafórica?
¿Una jovial pedorreta?

(Reflexión en hexámetros dactílicos puros españoles de cintura quebrada.
Representa un soliloquio imaginado de Eneas, huyendo de Troya
con su anciano padre, Anquises, sobre sus hombros)

Antonio García Vargas

DE ÍCAROS Y POETÍES

Cuando la letra se os caiga y en el tumulto aparezca
el avatar maloliente de vuestra insignificancia,
se revelará el Verbo.
Recitaréis, malditos, el poema de la vida
en los griegos moldes clásicos; mas sin usar impurezas.
¡Qué más da si en versos blancos de dulces pies anapésticos!
Podéis usar la fuerza salvaje de los dáctilos. Mas...
¿por qué no el hermoso anfíbraco?
¿Quién no osó alguna vez simular en la penumbra
la insensata filigrana de la que nacen los pájaros?
Podréis morir, poetas. Fornicar y fenecer
atados al suave cuerpo de las mozas. Una a una.
A solas o en manada podréis medir los sables.
Encontrar incluso el éxtasis en el virgo amodorrado
del punto ge de Selene.
Será vuestro santo y seña por los siglos de los siglos.
Y tomaréis las carnes hasta llegar a los huesos
del esqueleto sintáctico sobre el que encarnar los versos.
Lanzaos hacia la luz de cálamo y pergaminos
donde fecundan las Musas las Cantigas del Misterio.
¡Tomad! ¡Tomadlas desnudas!
¡A todas!
… ¡Salvo a la rosa!
*
ORQUÍDEA PASIONATA

¿Qué puede hacer vibrar a una orquídea
sino la sensación de ser tomada,
elegida, cortada?
¿Qué más da si la cortan por el talle,
por la estrecha cintura
o por la pelvis?
Lo que importa es el tacto de esa mano
que al tomar su inocencia cosquillea
la delicada cítara del pubis.
¡Ah, sublime contacto florhumano!
Ya en lo oscuro, el tacto hecho poema.
se inmola entre sus pétalos
cual minúsculo estambre fitoamante
… que en versos se suicida.
AL-MERIYYA
(Ghazel almeriensí)

La alpujarra es apero de jarcha y morería,
huele la serranía a jarapas y a cuero
desde la noche al día.
De tomillo y romero —hermosa tierra mía—
es tu ser, Almería. Y es tu talle costero…
¡ghazel de Andalucía!

PRIMERA LETRA
Hice una pequeñísima,
leve, presión letráctil sobre tu dúctil seno
y brotaron mil versos en tu desnuda piel.
El rosado pezón, enhiesto y arrogante,
con singular presteza, se me ofreció inédito,
exaltado, incólume, magnífico el alvéolo,
modelando en el miembro la cuadratura cuántica
de la materia oscura.
El tacto inverosímil de la mano, la palma, uñas, dedos,
con que abarcabas toda mi galaxia
cedió a la pasajera confluencia de las sangres. Y al fin,
—pronunciado el big bang originario de las carnes—
se completó el orgasmo en un espacio repleto de moradas
donde albergar el semen literocavernario
de nuestra desmesura.


Obra de Antonio García Vargas.


ENEAS CON ANQUISES SOBRE SUS HOMBROS
Todos los hombres nacemos, morimos, crecemos y amamos.
¿Somos esclavos del viejo big bang que impulsara el demiurgo?
¿No te rebela pensar que eres página en blanco de un libro
desconocido, que escribe en tu vida con letras ya impresas?

¡Ah, mi albedrío!
Doquiera que estés. ¡Necesito respuestas!
Quiero sembrar mi palabra. Escribir con mis letras.
¡Saberme! Ser algo más que una prosa.
¡Ser verso de luz! ¡Ser poema!
Mas no es posible escapar del estrecho confín de la Nada.
Sobre los hombros llevamos la carga heredada de un padre,
peso que impide la marcha normal en el cuerpo cansado.
Pero después se constata que el peso se vuelve liviano
hasta que apenas notamos al hombro presencia latente
y comprendemos, con harto pesar, que cargamos un muerto.
Nos despojamos del cuerpo, tiramos los restos inermes,
fardo pesado, dejamos sus huesos pudriéndose al sol
para trepar de inmediato a los hombros de nuestro retoño.
¿Pudo el hexámetro ser confluencia entre Homero y el mito?
¡Vengan a mí los anfíbracos, dáctilos, ven anapesto!
¡Dadme en los metros divinos respuesta! ¡Versadme con tiento!
Sobre los hombros llevamos, Eneas, la cruz y el flagelo
para después, en los hijos, posar la corona de espinas
en un intento fallido de hallar la imposible respuesta.
Siento que giro
en la noria de un tiempo que ignora que existo.
¡Ah, existencia fallida!
¡Esclerosis de un alma inventada!
¿Soy consecuencia
de un bucle carente de fin?
¿Sin principio?
¿Simple ecuación metafórica?
¿Una jovial pedorreta?

(Reflexión en hexámetros dactílicos puros españoles de cintura quebrada.
Representa un soliloquio imaginado de Eneas, huyendo de Troya
con su anciano padre, Anquises, sobre sus hombros)

Antonio García Vargas

DE ÍCAROS Y POETÍES

Cuando la letra se os caiga y en el tumulto aparezca
el avatar maloliente de vuestra insignificancia,
se revelará el Verbo.
Recitaréis, malditos, el poema de la vida
en los griegos moldes clásicos; mas sin usar impurezas.
¡Qué más da si en versos blancos de dulces pies anapésticos!
Podéis usar la fuerza salvaje de los dáctilos. Mas...
¿por qué no el hermoso anfíbraco?
¿Quién no osó alguna vez simular en la penumbra
la insensata filigrana de la que nacen los pájaros?
Podréis morir, poetas. Fornicar y fenecer
atados al suave cuerpo de las mozas. Una a una.
A solas o en manada podréis medir los sables.
Encontrar incluso el éxtasis en el virgo amodorrado
del punto ge de Selene.
Será vuestro santo y seña por los siglos de los siglos.
Y tomaréis las carnes hasta llegar a los huesos
del esqueleto sintáctico sobre el que encarnar los versos.
Lanzaos hacia la luz de cálamo y pergaminos
donde fecundan las Musas las Cantigas del Misterio.
¡Tomad! ¡Tomadlas desnudas!
¡A todas!
… ¡Salvo a la rosa!
*
ORQUÍDEA PASIONATA

¿Qué puede hacer vibrar a una orquídea
sino la sensación de ser tomada,
elegida, cortada?
¿Qué más da si la cortan por el talle,
por la estrecha cintura
o por la pelvis?
Lo que importa es el tacto de esa mano
que al tomar su inocencia cosquillea
la delicada cítara del pubis.
¡Ah, sublime contacto florhumano!
Ya en lo oscuro, el tacto hecho poema.
se inmola entre sus pétalos
cual minúsculo estambre fitoamante
… que en versos se suicida.
AL-MERIYYA
(Ghazel almeriensí)

La alpujarra es apero de jarcha y morería,
huele la serranía a jarapas y a cuero
desde la noche al día.
De tomillo y romero —hermosa tierra mía—
es tu ser, Almería. Y es tu talle costero…
¡ghazel de Andalucía!

PRIMERA LETRA
Hice una pequeñísima,
leve, presión letráctil sobre tu dúctil seno
y brotaron mil versos en tu desnuda piel.
El rosado pezón, enhiesto y arrogante,
con singular presteza, se me ofreció inédito,
exaltado, incólume, magnífico el alvéolo,
modelando en el miembro la cuadratura cuántica
de la materia oscura.
El tacto inverosímil de la mano, la palma, uñas, dedos,
con que abarcabas toda mi galaxia
cedió a la pasajera confluencia de las sangres. Y al fin,
—pronunciado el big bang originario de las carnes—
se completó el orgasmo en un espacio repleto de moradas
donde albergar el semen literocavernario
de nuestra desmesura.


Obra de Antonio García Vargas.


ENEAS CON ANQUISES SOBRE SUS HOMBROS
Todos los hombres nacemos, morimos, crecemos y amamos.
¿Somos esclavos del viejo big bang que impulsara el demiurgo?
¿No te rebela pensar que eres página en blanco de un libro
desconocido, que escribe en tu vida con letras ya impresas?

¡Ah, mi albedrío!
Doquiera que estés. ¡Necesito respuestas!
Quiero sembrar mi palabra. Escribir con mis letras.
¡Saberme! Ser algo más que una prosa.
¡Ser verso de luz! ¡Ser poema!
Mas no es posible escapar del estrecho confín de la Nada.
Sobre los hombros llevamos la carga heredada de un padre,
peso que impide la marcha normal en el cuerpo cansado.
Pero después se constata que el peso se vuelve liviano
hasta que apenas notamos al hombro presencia latente
y comprendemos, con harto pesar, que cargamos un muerto.
Nos despojamos del cuerpo, tiramos los restos inermes,
fardo pesado, dejamos sus huesos pudriéndose al sol
para trepar de inmediato a los hombros de nuestro retoño.
¿Pudo el hexámetro ser confluencia entre Homero y el mito?
¡Vengan a mí los anfíbracos, dáctilos, ven anapesto!
¡Dadme en los metros divinos respuesta! ¡Versadme con tiento!
Sobre los hombros llevamos, Eneas, la cruz y el flagelo
para después, en los hijos, posar la corona de espinas
en un intento fallido de hallar la imposible respuesta.
Siento que giro
en la noria de un tiempo que ignora que existo.
¡Ah, existencia fallida!
¡Esclerosis de un alma inventada!
¿Soy consecuencia
de un bucle carente de fin?
¿Sin principio?
¿Simple ecuación metafórica?
¿Una jovial pedorreta?

(Reflexión en hexámetros dactílicos puros españoles de cintura quebrada.
Representa un soliloquio imaginado de Eneas, huyendo de Troya
con su anciano padre, Anquises, sobre sus hombros)

Antonio García Vargas

DE ÍCAROS Y POETÍES

Cuando la letra se os caiga y en el tumulto aparezca
el avatar maloliente de vuestra insignificancia,
se revelará el Verbo.
Recitaréis, malditos, el poema de la vida
en los griegos moldes clásicos; mas sin usar impurezas.
¡Qué más da si en versos blancos de dulces pies anapésticos!
Podéis usar la fuerza salvaje de los dáctilos. Mas...
¿por qué no el hermoso anfíbraco?
¿Quién no osó alguna vez simular en la penumbra
la insensata filigrana de la que nacen los pájaros?
Podréis morir, poetas. Fornicar y fenecer
atados al suave cuerpo de las mozas. Una a una.
A solas o en manada podréis medir los sables.
Encontrar incluso el éxtasis en el virgo amodorrado
del punto ge de Selene.
Será vuestro santo y seña por los siglos de los siglos.
Y tomaréis las carnes hasta llegar a los huesos
del esqueleto sintáctico sobre el que encarnar los versos.
Lanzaos hacia la luz de cálamo y pergaminos
donde fecundan las Musas las Cantigas del Misterio.
¡Tomad! ¡Tomadlas desnudas!
¡A todas!
… ¡Salvo a la rosa!
*
ORQUÍDEA PASIONATA

¿Qué puede hacer vibrar a una orquídea
sino la sensación de ser tomada,
elegida, cortada?
¿Qué más da si la cortan por el talle,
por la estrecha cintura
o por la pelvis?
Lo que importa es el tacto de esa mano
que al tomar su inocencia cosquillea
la delicada cítara del pubis.
¡Ah, sublime contacto florhumano!
Ya en lo oscuro, el tacto hecho poema.
se inmola entre sus pétalos
cual minúsculo estambre fitoamante
… que en versos se suicida.
AL-MERIYYA
(Ghazel almeriensí)

La alpujarra es apero de jarcha y morería,
huele la serranía a jarapas y a cuero
desde la noche al día.
De tomillo y romero —hermosa tierra mía—
es tu ser, Almería. Y es tu talle costero…
¡ghazel de Andalucía!

PRIMERA LETRA
Hice una pequeñísima,
leve, presión letráctil sobre tu dúctil seno
y brotaron mil versos en tu desnuda piel.
El rosado pezón, enhiesto y arrogante,
con singular presteza, se me ofreció inédito,
exaltado, incólume, magnífico el alvéolo,
modelando en el miembro la cuadratura cuántica
de la materia oscura.
El tacto inverosímil de la mano, la palma, uñas, dedos,
con que abarcabas toda mi galaxia
cedió a la pasajera confluencia de las sangres. Y al fin,
—pronunciado el big bang originario de las carnes—
se completó el orgasmo en un espacio repleto de moradas
donde albergar el semen literocavernario
de nuestra desmesura.