Abraham Ferreira. Indicios



INDICIOS




Porque buscar indicios
es caer en los acantilados de las ausencias y volver a alzarse con las plumas
de un soplo enamorado.

Caer eternamente, huir de la tiniebla;
abrirse paso en una jungla de párpados sumisos
a la inquietud de los que beben,
a la inacción de los que palpan
el hambre redentora de los mitos.

Porque avistar el faro
del suplicio inmediato es resignarse a transitar por esas costas
donde promesas surgen
al levantar la leve inmesidad de alguna roca,
al penetrar nosotros, perdidos, curiosos y alocados,
en alguna gruta para quedar cautivos
como moluscos ínfimos en la piedra.

Y allí nos recluirán estas ausencias,
estos oleajes que van estremeciéndonos
como si algún relámpago surcara
aquellos cuerpos y espíritus extintos.
Y extintos nos juzgamos, sin más músicas.
Perderse nuestras manos en la sal
del horizonte absorto;
hablarse con los cánticos del faro
que siempre nos congrega y, a la vez, nos distancia.

Y extintos nos juzgamos.
Porque buscar indicios
es caer en los acantilados de las ausencias y volver a despertarse
con las plumas de un soplo enamorado.

Así te habré soñado en esas costas del ímpetu sublime;
así me habrás huido como ave migratoria.
No anidas en mis rocas, pues las sientes endebles.
No picas en mi espíritu, pues lo auguras volátil y demente.

Abraham Ferreira. Indicios



INDICIOS




Porque buscar indicios
es caer en los acantilados de las ausencias y volver a alzarse con las plumas
de un soplo enamorado.

Caer eternamente, huir de la tiniebla;
abrirse paso en una jungla de párpados sumisos
a la inquietud de los que beben,
a la inacción de los que palpan
el hambre redentora de los mitos.

Porque avistar el faro
del suplicio inmediato es resignarse a transitar por esas costas
donde promesas surgen
al levantar la leve inmesidad de alguna roca,
al penetrar nosotros, perdidos, curiosos y alocados,
en alguna gruta para quedar cautivos
como moluscos ínfimos en la piedra.

Y allí nos recluirán estas ausencias,
estos oleajes que van estremeciéndonos
como si algún relámpago surcara
aquellos cuerpos y espíritus extintos.
Y extintos nos juzgamos, sin más músicas.
Perderse nuestras manos en la sal
del horizonte absorto;
hablarse con los cánticos del faro
que siempre nos congrega y, a la vez, nos distancia.

Y extintos nos juzgamos.
Porque buscar indicios
es caer en los acantilados de las ausencias y volver a despertarse
con las plumas de un soplo enamorado.

Así te habré soñado en esas costas del ímpetu sublime;
así me habrás huido como ave migratoria.
No anidas en mis rocas, pues las sientes endebles.
No picas en mi espíritu, pues lo auguras volátil y demente.

Abraham Ferreira. Indicios



INDICIOS




Porque buscar indicios
es caer en los acantilados de las ausencias y volver a alzarse con las plumas
de un soplo enamorado.

Caer eternamente, huir de la tiniebla;
abrirse paso en una jungla de párpados sumisos
a la inquietud de los que beben,
a la inacción de los que palpan
el hambre redentora de los mitos.

Porque avistar el faro
del suplicio inmediato es resignarse a transitar por esas costas
donde promesas surgen
al levantar la leve inmesidad de alguna roca,
al penetrar nosotros, perdidos, curiosos y alocados,
en alguna gruta para quedar cautivos
como moluscos ínfimos en la piedra.

Y allí nos recluirán estas ausencias,
estos oleajes que van estremeciéndonos
como si algún relámpago surcara
aquellos cuerpos y espíritus extintos.
Y extintos nos juzgamos, sin más músicas.
Perderse nuestras manos en la sal
del horizonte absorto;
hablarse con los cánticos del faro
que siempre nos congrega y, a la vez, nos distancia.

Y extintos nos juzgamos.
Porque buscar indicios
es caer en los acantilados de las ausencias y volver a despertarse
con las plumas de un soplo enamorado.

Así te habré soñado en esas costas del ímpetu sublime;
así me habrás huido como ave migratoria.
No anidas en mis rocas, pues las sientes endebles.
No picas en mi espíritu, pues lo auguras volátil y demente.

Candil Radio FM 107.3


Entrada al paisaje. Rubén VEDOVALDI

Llueve. Afuera es noche y llueve tanto.
Silvia bebe té de manzanilla con miel y da leche tibia a sus gatitos, enciende el hogar y nos abre la puerta a su interioridad en tensión poética.
Su vida, como su obra, es un paisaje sin terminar, sed de luz en marco de oscuridad, sed de belleza y reconciliación, sed de paz hecha de verdad y justicia.
Paisaje donde recordar, como dice Eduardo Galeano, es volver a pasar por el corazón.
Versos que abrevan en el mester de juglaría de sus ancestros españoles, pasando por el son cubano y aquellos poemas de Lorca y Rubén Darío en boca de su abuelo, o su abuela, guitarra en mano, cantando nanas, boleros y danzones. Gesto de vida en cantar de gesta, lirismo y memoria, filosofía, tedio y esperanza; budismo-nudismo y amor-clamor.
“Estoy harta- dice- del poeta como ente aparatoso que viene de las estrellas y duerme en colchón amplio, harta de pececitos de colores y la caravana de Ambrosio.”
Yin-yang entre el mañana y el ayer, contrapunto entre la ternura y el abandono, el amor y el poder, masculino y femenino, la lengua de Shakespeare y la de Cervantes. Conflicto entre soledad y solidaridad,  el pragmatismo ciego y los principios providentes,  la opulencia concentrada y la miseria dispersa.
Tensión entre el facto y el juri, el ideal y la realidad. Contraste entre aquel barrio habanero con olor de aguacate y suavidad de mango y el muro global de Coca Cola, Mc Donald y CNN; el largo lagarto verde y la superpoblada e inhóspita Grand Central Station. Profecía de la nueva tierra y el eterno play-back del World Trade Center en llamas.
Paisaje de piano, trompetas, bongó y tumbadoras donde Vivaldi, Gershwin, Bach y Lecuona armonizan, y Walt Whitman, Van Gogh y José Martí son hermanos, aunque allá afuera, lejos, en la noche de lluvia inclemente, todavía duele el eco de una niña desflorada en la flor de su inocencia.
Anímico paisaje-retrato que terminarán tus ojos, querida lectora, querido lector, soñando y ejerciendo la convivencia más allá de todo.
Al final, una galaxia muere, se convierte en agujero negro,
La muerte baila un guaguancó con Proust.”
Afuera llueven las siete plagas.
Silvia propone una síntesis superadora: “el planeta es la patria, y el amor pasaporte.”
“La lluvia baña los últimos cadáveres y los perfuma, penetra todos los secretos y los suaviza en humedad sagrada.”

                                         Rubén VEDOVALDI 
                            Finales de otoño 2004  ARGENTINA



EL TALLER DEL POETA

Fernando Luis Pérez Poza

publica en papel el libro
Paisajes sin terminar
Depósito Legal: PO-350-04
ISBN: 84-96073-50-5
poemario de:  Silvia Brandon Pérez   .- (USA)
compañera de las listas literarias con dedicatoria de Rubén Veovaldi (Argentina)
y portada de Fernando Luis Pérez Poza

Entrada al paisaje. Rubén VEDOVALDI

Llueve. Afuera es noche y llueve tanto.
Silvia bebe té de manzanilla con miel y da leche tibia a sus gatitos, enciende el hogar y nos abre la puerta a su interioridad en tensión poética.
Su vida, como su obra, es un paisaje sin terminar, sed de luz en marco de oscuridad, sed de belleza y reconciliación, sed de paz hecha de verdad y justicia.
Paisaje donde recordar, como dice Eduardo Galeano, es volver a pasar por el corazón.
Versos que abrevan en el mester de juglaría de sus ancestros españoles, pasando por el son cubano y aquellos poemas de Lorca y Rubén Darío en boca de su abuelo, o su abuela, guitarra en mano, cantando nanas, boleros y danzones. Gesto de vida en cantar de gesta, lirismo y memoria, filosofía, tedio y esperanza; budismo-nudismo y amor-clamor.
“Estoy harta- dice- del poeta como ente aparatoso que viene de las estrellas y duerme en colchón amplio, harta de pececitos de colores y la caravana de Ambrosio.”
Yin-yang entre el mañana y el ayer, contrapunto entre la ternura y el abandono, el amor y el poder, masculino y femenino, la lengua de Shakespeare y la de Cervantes. Conflicto entre soledad y solidaridad,  el pragmatismo ciego y los principios providentes,  la opulencia concentrada y la miseria dispersa.
Tensión entre el facto y el juri, el ideal y la realidad. Contraste entre aquel barrio habanero con olor de aguacate y suavidad de mango y el muro global de Coca Cola, Mc Donald y CNN; el largo lagarto verde y la superpoblada e inhóspita Grand Central Station. Profecía de la nueva tierra y el eterno play-back del World Trade Center en llamas.
Paisaje de piano, trompetas, bongó y tumbadoras donde Vivaldi, Gershwin, Bach y Lecuona armonizan, y Walt Whitman, Van Gogh y José Martí son hermanos, aunque allá afuera, lejos, en la noche de lluvia inclemente, todavía duele el eco de una niña desflorada en la flor de su inocencia.
Anímico paisaje-retrato que terminarán tus ojos, querida lectora, querido lector, soñando y ejerciendo la convivencia más allá de todo.
Al final, una galaxia muere, se convierte en agujero negro,
La muerte baila un guaguancó con Proust.”
Afuera llueven las siete plagas.
Silvia propone una síntesis superadora: “el planeta es la patria, y el amor pasaporte.”
“La lluvia baña los últimos cadáveres y los perfuma, penetra todos los secretos y los suaviza en humedad sagrada.”

                                         Rubén VEDOVALDI 
                            Finales de otoño 2004  ARGENTINA



EL TALLER DEL POETA

Fernando Luis Pérez Poza

publica en papel el libro
Paisajes sin terminar
Depósito Legal: PO-350-04
ISBN: 84-96073-50-5
poemario de:  Silvia Brandon Pérez   .- (USA)
compañera de las listas literarias con dedicatoria de Rubén Veovaldi (Argentina)
y portada de Fernando Luis Pérez Poza

Entrada al paisaje. Rubén VEDOVALDI

Llueve. Afuera es noche y llueve tanto.
Silvia bebe té de manzanilla con miel y da leche tibia a sus gatitos, enciende el hogar y nos abre la puerta a su interioridad en tensión poética.
Su vida, como su obra, es un paisaje sin terminar, sed de luz en marco de oscuridad, sed de belleza y reconciliación, sed de paz hecha de verdad y justicia.
Paisaje donde recordar, como dice Eduardo Galeano, es volver a pasar por el corazón.
Versos que abrevan en el mester de juglaría de sus ancestros españoles, pasando por el son cubano y aquellos poemas de Lorca y Rubén Darío en boca de su abuelo, o su abuela, guitarra en mano, cantando nanas, boleros y danzones. Gesto de vida en cantar de gesta, lirismo y memoria, filosofía, tedio y esperanza; budismo-nudismo y amor-clamor.
“Estoy harta- dice- del poeta como ente aparatoso que viene de las estrellas y duerme en colchón amplio, harta de pececitos de colores y la caravana de Ambrosio.”
Yin-yang entre el mañana y el ayer, contrapunto entre la ternura y el abandono, el amor y el poder, masculino y femenino, la lengua de Shakespeare y la de Cervantes. Conflicto entre soledad y solidaridad,  el pragmatismo ciego y los principios providentes,  la opulencia concentrada y la miseria dispersa.
Tensión entre el facto y el juri, el ideal y la realidad. Contraste entre aquel barrio habanero con olor de aguacate y suavidad de mango y el muro global de Coca Cola, Mc Donald y CNN; el largo lagarto verde y la superpoblada e inhóspita Grand Central Station. Profecía de la nueva tierra y el eterno play-back del World Trade Center en llamas.
Paisaje de piano, trompetas, bongó y tumbadoras donde Vivaldi, Gershwin, Bach y Lecuona armonizan, y Walt Whitman, Van Gogh y José Martí son hermanos, aunque allá afuera, lejos, en la noche de lluvia inclemente, todavía duele el eco de una niña desflorada en la flor de su inocencia.
Anímico paisaje-retrato que terminarán tus ojos, querida lectora, querido lector, soñando y ejerciendo la convivencia más allá de todo.
Al final, una galaxia muere, se convierte en agujero negro,
La muerte baila un guaguancó con Proust.”
Afuera llueven las siete plagas.
Silvia propone una síntesis superadora: “el planeta es la patria, y el amor pasaporte.”
“La lluvia baña los últimos cadáveres y los perfuma, penetra todos los secretos y los suaviza en humedad sagrada.”

                                         Rubén VEDOVALDI 
                            Finales de otoño 2004  ARGENTINA



EL TALLER DEL POETA

Fernando Luis Pérez Poza

publica en papel el libro
Paisajes sin terminar
Depósito Legal: PO-350-04
ISBN: 84-96073-50-5
poemario de:  Silvia Brandon Pérez   .- (USA)
compañera de las listas literarias con dedicatoria de Rubén Veovaldi (Argentina)
y portada de Fernando Luis Pérez Poza

Entrada al paisaje. Rubén VEDOVALDI

Llueve. Afuera es noche y llueve tanto.
Silvia bebe té de manzanilla con miel y da leche tibia a sus gatitos, enciende el hogar y nos abre la puerta a su interioridad en tensión poética.
Su vida, como su obra, es un paisaje sin terminar, sed de luz en marco de oscuridad, sed de belleza y reconciliación, sed de paz hecha de verdad y justicia.
Paisaje donde recordar, como dice Eduardo Galeano, es volver a pasar por el corazón.
Versos que abrevan en el mester de juglaría de sus ancestros españoles, pasando por el son cubano y aquellos poemas de Lorca y Rubén Darío en boca de su abuelo, o su abuela, guitarra en mano, cantando nanas, boleros y danzones. Gesto de vida en cantar de gesta, lirismo y memoria, filosofía, tedio y esperanza; budismo-nudismo y amor-clamor.
“Estoy harta- dice- del poeta como ente aparatoso que viene de las estrellas y duerme en colchón amplio, harta de pececitos de colores y la caravana de Ambrosio.”
Yin-yang entre el mañana y el ayer, contrapunto entre la ternura y el abandono, el amor y el poder, masculino y femenino, la lengua de Shakespeare y la de Cervantes. Conflicto entre soledad y solidaridad,  el pragmatismo ciego y los principios providentes,  la opulencia concentrada y la miseria dispersa.
Tensión entre el facto y el juri, el ideal y la realidad. Contraste entre aquel barrio habanero con olor de aguacate y suavidad de mango y el muro global de Coca Cola, Mc Donald y CNN; el largo lagarto verde y la superpoblada e inhóspita Grand Central Station. Profecía de la nueva tierra y el eterno play-back del World Trade Center en llamas.
Paisaje de piano, trompetas, bongó y tumbadoras donde Vivaldi, Gershwin, Bach y Lecuona armonizan, y Walt Whitman, Van Gogh y José Martí son hermanos, aunque allá afuera, lejos, en la noche de lluvia inclemente, todavía duele el eco de una niña desflorada en la flor de su inocencia.
Anímico paisaje-retrato que terminarán tus ojos, querida lectora, querido lector, soñando y ejerciendo la convivencia más allá de todo.
Al final, una galaxia muere, se convierte en agujero negro,
La muerte baila un guaguancó con Proust.”
Afuera llueven las siete plagas.
Silvia propone una síntesis superadora: “el planeta es la patria, y el amor pasaporte.”
“La lluvia baña los últimos cadáveres y los perfuma, penetra todos los secretos y los suaviza en humedad sagrada.”

                                         Rubén VEDOVALDI 
                            Finales de otoño 2004  ARGENTINA



EL TALLER DEL POETA

Fernando Luis Pérez Poza

publica en papel el libro
Paisajes sin terminar
Depósito Legal: PO-350-04
ISBN: 84-96073-50-5
poemario de:  Silvia Brandon Pérez   .- (USA)
compañera de las listas literarias con dedicatoria de Rubén Veovaldi (Argentina)
y portada de Fernando Luis Pérez Poza

Entrada al paisaje. Rubén VEDOVALDI

Llueve. Afuera es noche y llueve tanto.
Silvia bebe té de manzanilla con miel y da leche tibia a sus gatitos, enciende el hogar y nos abre la puerta a su interioridad en tensión poética.
Su vida, como su obra, es un paisaje sin terminar, sed de luz en marco de oscuridad, sed de belleza y reconciliación, sed de paz hecha de verdad y justicia.
Paisaje donde recordar, como dice Eduardo Galeano, es volver a pasar por el corazón.
Versos que abrevan en el mester de juglaría de sus ancestros españoles, pasando por el son cubano y aquellos poemas de Lorca y Rubén Darío en boca de su abuelo, o su abuela, guitarra en mano, cantando nanas, boleros y danzones. Gesto de vida en cantar de gesta, lirismo y memoria, filosofía, tedio y esperanza; budismo-nudismo y amor-clamor.
“Estoy harta- dice- del poeta como ente aparatoso que viene de las estrellas y duerme en colchón amplio, harta de pececitos de colores y la caravana de Ambrosio.”
Yin-yang entre el mañana y el ayer, contrapunto entre la ternura y el abandono, el amor y el poder, masculino y femenino, la lengua de Shakespeare y la de Cervantes. Conflicto entre soledad y solidaridad,  el pragmatismo ciego y los principios providentes,  la opulencia concentrada y la miseria dispersa.
Tensión entre el facto y el juri, el ideal y la realidad. Contraste entre aquel barrio habanero con olor de aguacate y suavidad de mango y el muro global de Coca Cola, Mc Donald y CNN; el largo lagarto verde y la superpoblada e inhóspita Grand Central Station. Profecía de la nueva tierra y el eterno play-back del World Trade Center en llamas.
Paisaje de piano, trompetas, bongó y tumbadoras donde Vivaldi, Gershwin, Bach y Lecuona armonizan, y Walt Whitman, Van Gogh y José Martí son hermanos, aunque allá afuera, lejos, en la noche de lluvia inclemente, todavía duele el eco de una niña desflorada en la flor de su inocencia.
Anímico paisaje-retrato que terminarán tus ojos, querida lectora, querido lector, soñando y ejerciendo la convivencia más allá de todo.
Al final, una galaxia muere, se convierte en agujero negro,
La muerte baila un guaguancó con Proust.”
Afuera llueven las siete plagas.
Silvia propone una síntesis superadora: “el planeta es la patria, y el amor pasaporte.”
“La lluvia baña los últimos cadáveres y los perfuma, penetra todos los secretos y los suaviza en humedad sagrada.”

                                         Rubén VEDOVALDI 
                            Finales de otoño 2004  ARGENTINA



EL TALLER DEL POETA

Fernando Luis Pérez Poza

publica en papel el libro
Paisajes sin terminar
Depósito Legal: PO-350-04
ISBN: 84-96073-50-5
poemario de:  Silvia Brandon Pérez   .- (USA)
compañera de las listas literarias con dedicatoria de Rubén Veovaldi (Argentina)
y portada de Fernando Luis Pérez Poza