Menos mal que encontré qué hacer.




Aurora Peregrina Varela Rodriguez



Menos mal que encontré qué hacer. 

Llueve y los recuerdos permanecen.
Llueve y sabe que hizo bien al escapar del mal. 
Pero dejó sentimientos atrás, entre todos ellos. Imborrables todos. 
_¿Por qué escribes y lees tanto?, 
_Pregunta el más curioso observador. 
_Para olvidar el pasado. 
Menos mal que he encontrado qué hacer!!!! 

Menos mal que encontré qué hacer.




Aurora Peregrina Varela Rodríguez



Menos mal que encontré qué hacer. 

Llueve y los recuerdos permanecen.
Llueve y sabe que hizo bien al escapar del mal. 
Pero dejó sentimientos atrás, entre todos ellos. Imborrables todos. 
_¿Por qué escribes y lees tanto?, 
_Pregunta el más curioso observador. 
_Para olvidar el pasado. 
Menos mal que he encontrado qué hacer!!!! 

No estás leyendo un relato más.

Aurora Peregrina Varela


Aurora Peregrina Varela Rodriguez


No estás leyendo un relato más.
Pueblo de Vuontell Charsk Shuconí.

No será un relato más mi paso por el pueblo de Saint Vuontell, mis fotos allí tomadas, risas, apretones de manos y dolorosas glorias. 
Tenía sabor, gracia y creo que sabiduría. Paseaba guardando sabias distancias de aquellos pueblerinos idiotas, poco vulnerables, equivocados, sin sonrisa. Les observaba, sin palabras, y me he visto subida a un rayo a punto de proceder en su caída, ciego y sin llanto.
Entonces allí estaba él, el hombre que me hacía sentir, siendo yo una mujer mayor, y me invadió la depresión, amenazante en un luminoso relámpago de incalculable dolor.
Pero historias, las justas. 
Me iría porque Santa Minia así lo decidiera, sólo hay un cuento y es el mío. El hombre que me levantaba el ánimo se quedaría sin mí, con mis lágrimas también. Tan sólo con un pequeño recuerdo insuperable de aquella tarde los dos, dulcemente enamorándonos.
Ya no he vuelto a ser la señorita Purhacanllinet Shixertú después de dejar de ver a mi hombre. Al puebo de Saint Vuontell Charsk y también a mi buen amor Shimeón Ranchardentoll, espero llegar a olvidar cuando cumpla los designios de mi sagrado y oscuro predestinado ocaso.
Saint Vuontell fue para mí, tierra para el divino olvido, un ser que me amaba demasiado y un sentimiento profundo que no aceptaron mis santos. Razón les doy a todos pues somos distintos, de países extraños, unos desconocidos que bailan sus propios ritmos por ellos compuestos pues no han querido someterse a dominios... aunque, por instantes, desean superar las oceánicas diferencias, que les causan momentos de reflexión, rabia y por minutos... unión y finalmente: separación.
Ya no hay edades para los experimentos, y si el amor me llegó tan tarde, que se vaya de paseo de nuevo, como así hicieron los falsos pasajeros de mi vuelo en el pasado.
Nos abrazamos, nos correspondimos en besos y miradas, pero marché, algo más sucia de lo que llegara a él, simplemente salí de su vida como una traidora y sin avisarle que no regresaría.
Se quedó con mi negra mirada por haber sido esclava, palabras torpes y un necio "adiós" aquel guapo señor que me quería por esposa. Y yo también. Por eso permití aquellas otoñales caricias siendo su postre final "mi miedo", al conocer que se endulzaba con mi gesto, mi deshonor e ignorancia, mi deshonra, falta de luces y extrema sencillez.
Aquel hombre tan especial, cuando conoció la génesis de su problema supo, que no era otro que ser de ese pueblo perdido y el estar nosotros demasiado mayores para empezar, me llamó despiadada, perdedora, de malos juicios.
Pero los cerebros no se cambian fácilmente, estaba cansada y el amor perdía su valor aunque le sintiera siendo fuerte, verdadero.
Mi madre me educara para la vida perfecta, el amor a los veinticinco, el embarazo a los veintisiete, y el resto de los hijos antes de los cuarenta.
Era tarde y los consejos de una madre pesan, no sé si sobran o no, pero siempre pesan, y no salía su imagen de mi cabeza diciéndome: 
-Adopta, ya no son edades, este sí, aquel hombre no, ¿qué diría si le dijera que me gustaba el pueblerino?... No rotundo, lo sé. 
No quería pelearme con ella, pero principalmente estaba fatigada de estar sola, de esperar y de la sorpresa final que como una burla se me presentada dándome en la cara porque ya nada podría hacerse con ese amor tardío, nada de aquello con lo que cualquier mujer al crecer podría llegar a soñar.

No estás leyendo un relato más.

Aurora Peregrina Varela


Aurora Peregrina Varela Rodríguez


No estás leyendo un relato más.
Pueblo de Vuontell Charsk Shuconí.

No será un relato más mi paso por el pueblo de Saint Vuontell, mis fotos allí tomadas, risas, apretones de manos y dolorosas glorias. 
Tenía sabor, gracia y creo que sabiduría. Paseaba guardando sabias distancias de aquellos pueblerinos idiotas, poco vulnerables, equivocados, sin sonrisa. Les observaba, sin palabras, y me he visto subida a un rayo a punto de proceder en su caída, ciego y sin llanto.
Entonces allí estaba él, el hombre que me hacía sentir, siendo yo una mujer mayor, y me invadió la depresión, amenazante en un luminoso relámpago de incalculable dolor.
Pero historias, las justas. 
Me iría porque Santa Minia así lo decidiera, sólo hay un cuento y es el mío. El hombre que me levantaba el ánimo se quedaría sin mí, con mis lágrimas también. Tan sólo con un pequeño recuerdo insuperable de aquella tarde los dos, dulcemente enamorándonos.
Ya no he vuelto a ser la señorita Purhacanllinet Shixertú después de dejar de ver a mi hombre. Al puebo de Saint Vuontell Charsk y también a mi buen amor Shimeón Ranchardentoll, espero llegar a olvidar cuando cumpla los designios de mi sagrado y oscuro predestinado ocaso.
Saint Vuontell fue para mí, tierra para el divino olvido, un ser que me amaba demasiado y un sentimiento profundo que no aceptaron mis santos. Razón les doy a todos pues somos distintos, de países extraños, unos desconocidos que bailan sus propios ritmos por ellos compuestos pues no han querido someterse a dominios... aunque, por instantes, desean superar las oceánicas diferencias, que les causan momentos de reflexión, rabia y por minutos... unión y finalmente: separación.
Ya no hay edades para los experimentos, y si el amor me llegó tan tarde, que se vaya de paseo de nuevo, como así hicieron los falsos pasajeros de mi vuelo en el pasado.
Nos abrazamos, nos correspondimos en besos y miradas, pero marché, algo más sucia de lo que llegara a él, simplemente salí de su vida como una traidora y sin avisarle que no regresaría.
Se quedó con mi negra mirada por haber sido esclava, palabras torpes y un necio "adiós" aquel guapo señor que me quería por esposa. Y yo también. Por eso permití aquellas otoñales caricias siendo su postre final "mi miedo", al conocer que se endulzaba con mi gesto, mi deshonor e ignorancia, mi deshonra, falta de luces y extrema sencillez.
Aquel hombre tan especial, cuando conoció la génesis de su problema supo, que no era otro que ser de ese pueblo perdido y el estar nosotros demasiado mayores para empezar, me llamó despiadada, perdedora, de malos juicios.
Pero los cerebros no se cambian fácilmente, estaba cansada y el amor perdía su valor aunque le sintiera siendo fuerte, verdadero.
Mi madre me educara para la vida perfecta, el amor a los veinticinco, el embarazo a los veintisiete, y el resto de los hijos antes de los cuarenta.
Era tarde y los consejos de una madre pesan, no sé si sobran o no, pero siempre pesan, y no salía su imagen de mi cabeza diciéndome: 
-Adopta, ya no son edades, este sí, aquel hombre no, ¿qué diría si le dijera que me gustaba el pueblerino?... No rotundo, lo sé. 
No quería pelearme con ella, pero principalmente estaba fatigada de estar sola, de esperar y de la sorpresa final que como una burla se me presentada dándome en la cara porque ya nada podría hacerse con ese amor tardío, nada de aquello con lo que cualquier mujer al crecer podría llegar a soñar.

Anda llorando....


Aurora Peregrina Varela Rodriguez


Anda llorando… 

Cae la noche y es viejo. 
Cae al suelo y llora a escondidas. 
Lleva décadas en esta historia. 
El desamor le ha hundido. 
_Ha curado, preguntan ellas? 
_No respondemos. Aún anda llorando. 

Anda llorando....


Aurora Peregrina Varela Rodríguez


Anda llorando… 

Cae la noche y es viejo. 
Cae al suelo y llora a escondidas. 
Lleva décadas en esta historia. 
El desamor le ha hundido. 
_Ha curado, preguntan ellas? 
_No respondemos. Aún anda llorando. 

LA VOZ AUSENTE

LA VOZ AUSENTE, 

de JOSÉ ANTONIO SANTANO, por 

FRANCISCO MORALES LOMAS



Francisco Morales Lomas.




Francisco Morales Lomas.




Francisco Morales Lomas.




Francisco Morales Lomas.




Washington Daniel Gorosito Pérez. Muerte, Dolor y Elegancia.

-1-

Voy a empezar por el principio
Y sin  embargo algunas cosas
No suelen empezar por el principio,
Ni en general, tampoco,
Terminar en el final,
La mayoría de las veces comienzan 
Por la mitad.

Sólo algunas veces, afortunadas, desde el principio
Son  y allí comienzan.
Por otra parte, algunas veces terminan por el comienzo
O antes de terminar y algunas veces
Duran hasta después.

La vida es una de esas cosas,
El tiempo es otra,
Y, definitivamente, la muerte es una de ellas.
O, a lo mejor, todo es así.
Pero eso no es lo mejor, eso es lo peor.
Luego, debo decir: a lo peor todo es así.
O a lo mejor,
Mejor es no decirlo de ningún modo.

El punto de partida es esto, entonces
Esto, aquí y en este instante, ahora,
Y el tema es ése, ése es
El problema, el asunto, ésa, es la llaga
Pero también el dedo que se hunde en ella.
¿Y la solución cuál es?

La solución es cerrar el puño y cogerlo, 
Apretar el corazón, como si fuera un puño,
Apretar el pensamiento como si fuese un puño,
Y cogerlo prisionero, verlo claro
Al pensamiento, al corazón, como un pájaro nervioso,
Y después dejarlo ir y que la vida
Se la harten de una vez.

Pero después,
Después de haberla comprendido,
De haberlo tenido en el puño,
Prisionera un instante,
Por un instante mía.
Y otro tanto con el tiempo.
Y otro tanto con la muerte.



-2-


En la mitad está el principio
Y el principio en el final, y el final
En el principio, en el comienzo mismo,
Como dijo San Pablo, que el hombre cuando nace,
En el nacimiento mismo, se tropieza con la muerte.
Estoy hablando del pájaro nervioso 
Que no tiene principio ni final
Sino mitad solamente,
“en la mitad de la vida”
como lo dijo Dante.
Estoy hablando de eso.

Es un asedio de palabras,
Un sitiar al silencio,
Una emboscada a lo desconocido:
El tiempo, la vida, la muerte, yo mismo.
No “mismo”, diferente, y desde luego
Desconocido, silencioso.
Ya quisiera yo que esto no fuera más que literatura.
¡Ya quisiéramos señores!

En primer lugar, la vida, 
Y en segundo y en tercer lugar también.
Y aunque nos de vergüenza,
La soledad de isla que hay entre la gente,
El hecho escueto, crudo, la verdad aleteando
Como una paloma presa entre las barras del pecho
Es que no sé, no sabes, no sabemos
A quién estamos esperando o qué cosa,
Qué es eso, quiero decir, la vida,
Las cosas, uno mismo, este silencio, 
Como una puerta abierta al gran vacío,
Tan grande como Dios que existe

Quién sabe qué delito la rosa encubre,
Quién sabe qué cosa perdió el viento y lo busca.
Quién sabe en que noche duerme la noche.
Cuando al final del día, cierro mi libros,
Reviso mis heridas, cierro los ojos y pienso:
Estoy vivo, lo he estado siempre y lo estaré para siempre.
Exactamente como el muerto,
Que es como si no hubiera nacido nunca.




-3-

Así también el vivo, que es como si no hubiera nacido nunca,
Ni tuviese nunca que morir tampoco.
Pero muere, lo matan desde fuera, le cae una teja en la cabeza
Un microbio, un virus, un balazo, un hechizo...desde fuera,
Siempre desde fuera,
Porque la vida misma es inmortal, sin principio y sin final, 
Como la muerte, exactamente igual.
Como la muerte.

Me he sentado a pensar. No oigo
La jauría de perros. Mi corazón es el conejo.
No oigo el canto de sirenas.
El niño que yo fui es Ulises.
El corazón me palpita como un conejo en pánico,
Y la nuca me tiembla y el amor se me cuela a los huesos,
Como si estuviera huyendo de ladridos de perros.

Pero estoy huyendo del dolor, no de los ladridos,
El dolor no comprende los sentimientos humanos,
Traiciona, hiere, agrede y hostiliza sin el más
Mínimo remordimiento.
El dolor viene del Diablo.
Es su tacto, su caricia.
El dolor nos hace inclinarnos, suplicar, huir.
Y el dolor se revela como el hermano de la muerte.
Nos llena de terror, pero sin él la vida sería incomprensible.

No vas a poder cogerlo con las manos,
Ni con el corazón,
Y mucho menos con el pensamiento.
No se deja, es de aire, aire que se cuela entre los huesos, 
Aire frío, silencio lloviendo sobre las palabras,
Derritiéndolas.

Y las palabras se reconstruyen,
Y el mensaje no lo vamos a poder decir nunca,
Nunca, de ningún modo, de eso no tengo la menor duda.

Pero siempre estaremos al borde de decirlo,
La palabra exacta,
En la punta de la lengua, como se dice.
Y es como si li hubiésemos olvidado,
Pero no es verdad,
No lo hemos sabido nunca,
No lo vamos a saber jamás. 


-4-

Nunca la vida ha sido más trivial,
Casi sin poetas,
Plana, insulsa, más bien aburrida,
Pero ni siquiera eso mucho.
Estoy hablando de la muerte.
Y estoy hablando de ti, no mires a los lados.
Estoy hablando de mí, de ti, de todos.
Puede que no sea serio,
Puede que ni siquiera sea muy interesante.
Eso es bien posible.
Pero es verdad, y eso, que puede no ser mucho, 
Es algo por lo menos,
Y desde luego es todo cuanto tenemos.

Cuando te vayas y te la quieras llevar.
Si es que te la quieres llevar,
Y es qué hipotéticamente hubiese un sitio
Donde llevarla,
Te va a caber entera en un bolsillo.

Entonces, compañero, hermano hombre,
Animal de mi especie,
Si te preguntan por la vida,
Mejor dices que se te olvidó,
Entre tanto dolor y placer,
Que no te diste cuenta,
Que no te fijaste bien.
Por lo menos seamos elegantes.
Por lo menos.

   Autor: Washington Daniel Gorosito Pérez
____________________________________






Washington Daniel Gorosito Pérez. Muerte, Dolor y Elegancia.

-1-

Voy a empezar por el principio
Y sin  embargo algunas cosas
No suelen empezar por el principio,
Ni en general, tampoco,
Terminar en el final,
La mayoría de las veces comienzan 
Por la mitad.

Sólo algunas veces, afortunadas, desde el principio
Son  y allí comienzan.
Por otra parte, algunas veces terminan por el comienzo
O antes de terminar y algunas veces
Duran hasta después.

La vida es una de esas cosas,
El tiempo es otra,
Y, definitivamente, la muerte es una de ellas.
O, a lo mejor, todo es así.
Pero eso no es lo mejor, eso es lo peor.
Luego, debo decir: a lo peor todo es así.
O a lo mejor,
Mejor es no decirlo de ningún modo.

El punto de partida es esto, entonces
Esto, aquí y en este instante, ahora,
Y el tema es ése, ése es
El problema, el asunto, ésa, es la llaga
Pero también el dedo que se hunde en ella.
¿Y la solución cuál es?

La solución es cerrar el puño y cogerlo, 
Apretar el corazón, como si fuera un puño,
Apretar el pensamiento como si fuese un puño,
Y cogerlo prisionero, verlo claro
Al pensamiento, al corazón, como un pájaro nervioso,
Y después dejarlo ir y que la vida
Se la harten de una vez.

Pero después,
Después de haberla comprendido,
De haberlo tenido en el puño,
Prisionera un instante,
Por un instante mía.
Y otro tanto con el tiempo.
Y otro tanto con la muerte.



-2-


En la mitad está el principio
Y el principio en el final, y el final
En el principio, en el comienzo mismo,
Como dijo San Pablo, que el hombre cuando nace,
En el nacimiento mismo, se tropieza con la muerte.
Estoy hablando del pájaro nervioso 
Que no tiene principio ni final
Sino mitad solamente,
“en la mitad de la vida”
como lo dijo Dante.
Estoy hablando de eso.

Es un asedio de palabras,
Un sitiar al silencio,
Una emboscada a lo desconocido:
El tiempo, la vida, la muerte, yo mismo.
No “mismo”, diferente, y desde luego
Desconocido, silencioso.
Ya quisiera yo que esto no fuera más que literatura.
¡Ya quisiéramos señores!

En primer lugar, la vida, 
Y en segundo y en tercer lugar también.
Y aunque nos de vergüenza,
La soledad de isla que hay entre la gente,
El hecho escueto, crudo, la verdad aleteando
Como una paloma presa entre las barras del pecho
Es que no sé, no sabes, no sabemos
A quién estamos esperando o qué cosa,
Qué es eso, quiero decir, la vida,
Las cosas, uno mismo, este silencio, 
Como una puerta abierta al gran vacío,
Tan grande como Dios que existe

Quién sabe qué delito la rosa encubre,
Quién sabe qué cosa perdió el viento y lo busca.
Quién sabe en que noche duerme la noche.
Cuando al final del día, cierro mi libros,
Reviso mis heridas, cierro los ojos y pienso:
Estoy vivo, lo he estado siempre y lo estaré para siempre.
Exactamente como el muerto,
Que es como si no hubiera nacido nunca.




-3-

Así también el vivo, que es como si no hubiera nacido nunca,
Ni tuviese nunca que morir tampoco.
Pero muere, lo matan desde fuera, le cae una teja en la cabeza
Un microbio, un virus, un balazo, un hechizo...desde fuera,
Siempre desde fuera,
Porque la vida misma es inmortal, sin principio y sin final, 
Como la muerte, exactamente igual.
Como la muerte.

Me he sentado a pensar. No oigo
La jauría de perros. Mi corazón es el conejo.
No oigo el canto de sirenas.
El niño que yo fui es Ulises.
El corazón me palpita como un conejo en pánico,
Y la nuca me tiembla y el amor se me cuela a los huesos,
Como si estuviera huyendo de ladridos de perros.

Pero estoy huyendo del dolor, no de los ladridos,
El dolor no comprende los sentimientos humanos,
Traiciona, hiere, agrede y hostiliza sin el más
Mínimo remordimiento.
El dolor viene del Diablo.
Es su tacto, su caricia.
El dolor nos hace inclinarnos, suplicar, huir.
Y el dolor se revela como el hermano de la muerte.
Nos llena de terror, pero sin él la vida sería incomprensible.

No vas a poder cogerlo con las manos,
Ni con el corazón,
Y mucho menos con el pensamiento.
No se deja, es de aire, aire que se cuela entre los huesos, 
Aire frío, silencio lloviendo sobre las palabras,
Derritiéndolas.

Y las palabras se reconstruyen,
Y el mensaje no lo vamos a poder decir nunca,
Nunca, de ningún modo, de eso no tengo la menor duda.

Pero siempre estaremos al borde de decirlo,
La palabra exacta,
En la punta de la lengua, como se dice.
Y es como si li hubiésemos olvidado,
Pero no es verdad,
No lo hemos sabido nunca,
No lo vamos a saber jamás. 


-4-

Nunca la vida ha sido más trivial,
Casi sin poetas,
Plana, insulsa, más bien aburrida,
Pero ni siquiera eso mucho.
Estoy hablando de la muerte.
Y estoy hablando de ti, no mires a los lados.
Estoy hablando de mí, de ti, de todos.
Puede que no sea serio,
Puede que ni siquiera sea muy interesante.
Eso es bien posible.
Pero es verdad, y eso, que puede no ser mucho, 
Es algo por lo menos,
Y desde luego es todo cuanto tenemos.

Cuando te vayas y te la quieras llevar.
Si es que te la quieres llevar,
Y es qué hipotéticamente hubiese un sitio
Donde llevarla,
Te va a caber entera en un bolsillo.

Entonces, compañero, hermano hombre,
Animal de mi especie,
Si te preguntan por la vida,
Mejor dices que se te olvidó,
Entre tanto dolor y placer,
Que no te diste cuenta,
Que no te fijaste bien.
Por lo menos seamos elegantes.
Por lo menos.

   Autor: Washington Daniel Gorosito Pérez
____________________________________






Washington Daniel Gorosito Pérez. Muerte, Dolor y Elegancia.

-1-

Voy a empezar por el principio
Y sin  embargo algunas cosas
No suelen empezar por el principio,
Ni en general, tampoco,
Terminar en el final,
La mayoría de las veces comienzan 
Por la mitad.

Sólo algunas veces, afortunadas, desde el principio
Son  y allí comienzan.
Por otra parte, algunas veces terminan por el comienzo
O antes de terminar y algunas veces
Duran hasta después.

La vida es una de esas cosas,
El tiempo es otra,
Y, definitivamente, la muerte es una de ellas.
O, a lo mejor, todo es así.
Pero eso no es lo mejor, eso es lo peor.
Luego, debo decir: a lo peor todo es así.
O a lo mejor,
Mejor es no decirlo de ningún modo.

El punto de partida es esto, entonces
Esto, aquí y en este instante, ahora,
Y el tema es ése, ése es
El problema, el asunto, ésa, es la llaga
Pero también el dedo que se hunde en ella.
¿Y la solución cuál es?

La solución es cerrar el puño y cogerlo, 
Apretar el corazón, como si fuera un puño,
Apretar el pensamiento como si fuese un puño,
Y cogerlo prisionero, verlo claro
Al pensamiento, al corazón, como un pájaro nervioso,
Y después dejarlo ir y que la vida
Se la harten de una vez.

Pero después,
Después de haberla comprendido,
De haberlo tenido en el puño,
Prisionera un instante,
Por un instante mía.
Y otro tanto con el tiempo.
Y otro tanto con la muerte.



-2-


En la mitad está el principio
Y el principio en el final, y el final
En el principio, en el comienzo mismo,
Como dijo San Pablo, que el hombre cuando nace,
En el nacimiento mismo, se tropieza con la muerte.
Estoy hablando del pájaro nervioso 
Que no tiene principio ni final
Sino mitad solamente,
“en la mitad de la vida”
como lo dijo Dante.
Estoy hablando de eso.

Es un asedio de palabras,
Un sitiar al silencio,
Una emboscada a lo desconocido:
El tiempo, la vida, la muerte, yo mismo.
No “mismo”, diferente, y desde luego
Desconocido, silencioso.
Ya quisiera yo que esto no fuera más que literatura.
¡Ya quisiéramos señores!

En primer lugar, la vida, 
Y en segundo y en tercer lugar también.
Y aunque nos de vergüenza,
La soledad de isla que hay entre la gente,
El hecho escueto, crudo, la verdad aleteando
Como una paloma presa entre las barras del pecho
Es que no sé, no sabes, no sabemos
A quién estamos esperando o qué cosa,
Qué es eso, quiero decir, la vida,
Las cosas, uno mismo, este silencio, 
Como una puerta abierta al gran vacío,
Tan grande como Dios que existe

Quién sabe qué delito la rosa encubre,
Quién sabe qué cosa perdió el viento y lo busca.
Quién sabe en que noche duerme la noche.
Cuando al final del día, cierro mi libros,
Reviso mis heridas, cierro los ojos y pienso:
Estoy vivo, lo he estado siempre y lo estaré para siempre.
Exactamente como el muerto,
Que es como si no hubiera nacido nunca.




-3-

Así también el vivo, que es como si no hubiera nacido nunca,
Ni tuviese nunca que morir tampoco.
Pero muere, lo matan desde fuera, le cae una teja en la cabeza
Un microbio, un virus, un balazo, un hechizo...desde fuera,
Siempre desde fuera,
Porque la vida misma es inmortal, sin principio y sin final, 
Como la muerte, exactamente igual.
Como la muerte.

Me he sentado a pensar. No oigo
La jauría de perros. Mi corazón es el conejo.
No oigo el canto de sirenas.
El niño que yo fui es Ulises.
El corazón me palpita como un conejo en pánico,
Y la nuca me tiembla y el amor se me cuela a los huesos,
Como si estuviera huyendo de ladridos de perros.

Pero estoy huyendo del dolor, no de los ladridos,
El dolor no comprende los sentimientos humanos,
Traiciona, hiere, agrede y hostiliza sin el más
Mínimo remordimiento.
El dolor viene del Diablo.
Es su tacto, su caricia.
El dolor nos hace inclinarnos, suplicar, huir.
Y el dolor se revela como el hermano de la muerte.
Nos llena de terror, pero sin él la vida sería incomprensible.

No vas a poder cogerlo con las manos,
Ni con el corazón,
Y mucho menos con el pensamiento.
No se deja, es de aire, aire que se cuela entre los huesos, 
Aire frío, silencio lloviendo sobre las palabras,
Derritiéndolas.

Y las palabras se reconstruyen,
Y el mensaje no lo vamos a poder decir nunca,
Nunca, de ningún modo, de eso no tengo la menor duda.

Pero siempre estaremos al borde de decirlo,
La palabra exacta,
En la punta de la lengua, como se dice.
Y es como si li hubiésemos olvidado,
Pero no es verdad,
No lo hemos sabido nunca,
No lo vamos a saber jamás. 


-4-

Nunca la vida ha sido más trivial,
Casi sin poetas,
Plana, insulsa, más bien aburrida,
Pero ni siquiera eso mucho.
Estoy hablando de la muerte.
Y estoy hablando de ti, no mires a los lados.
Estoy hablando de mí, de ti, de todos.
Puede que no sea serio,
Puede que ni siquiera sea muy interesante.
Eso es bien posible.
Pero es verdad, y eso, que puede no ser mucho, 
Es algo por lo menos,
Y desde luego es todo cuanto tenemos.

Cuando te vayas y te la quieras llevar.
Si es que te la quieres llevar,
Y es qué hipotéticamente hubiese un sitio
Donde llevarla,
Te va a caber entera en un bolsillo.

Entonces, compañero, hermano hombre,
Animal de mi especie,
Si te preguntan por la vida,
Mejor dices que se te olvidó,
Entre tanto dolor y placer,
Que no te diste cuenta,
Que no te fijaste bien.
Por lo menos seamos elegantes.
Por lo menos.

   Autor: Washington Daniel Gorosito Pérez
____________________________________






Washington Daniel Gorosito Pérez. Muerte, Dolor y Elegancia.

-1-

Voy a empezar por el principio
Y sin  embargo algunas cosas
No suelen empezar por el principio,
Ni en general, tampoco,
Terminar en el final,
La mayoría de las veces comienzan 
Por la mitad.

Sólo algunas veces, afortunadas, desde el principio
Son  y allí comienzan.
Por otra parte, algunas veces terminan por el comienzo
O antes de terminar y algunas veces
Duran hasta después.

La vida es una de esas cosas,
El tiempo es otra,
Y, definitivamente, la muerte es una de ellas.
O, a lo mejor, todo es así.
Pero eso no es lo mejor, eso es lo peor.
Luego, debo decir: a lo peor todo es así.
O a lo mejor,
Mejor es no decirlo de ningún modo.

El punto de partida es esto, entonces
Esto, aquí y en este instante, ahora,
Y el tema es ése, ése es
El problema, el asunto, ésa, es la llaga
Pero también el dedo que se hunde en ella.
¿Y la solución cuál es?

La solución es cerrar el puño y cogerlo, 
Apretar el corazón, como si fuera un puño,
Apretar el pensamiento como si fuese un puño,
Y cogerlo prisionero, verlo claro
Al pensamiento, al corazón, como un pájaro nervioso,
Y después dejarlo ir y que la vida
Se la harten de una vez.

Pero después,
Después de haberla comprendido,
De haberlo tenido en el puño,
Prisionera un instante,
Por un instante mía.
Y otro tanto con el tiempo.
Y otro tanto con la muerte.



-2-


En la mitad está el principio
Y el principio en el final, y el final
En el principio, en el comienzo mismo,
Como dijo San Pablo, que el hombre cuando nace,
En el nacimiento mismo, se tropieza con la muerte.
Estoy hablando del pájaro nervioso 
Que no tiene principio ni final
Sino mitad solamente,
“en la mitad de la vida”
como lo dijo Dante.
Estoy hablando de eso.

Es un asedio de palabras,
Un sitiar al silencio,
Una emboscada a lo desconocido:
El tiempo, la vida, la muerte, yo mismo.
No “mismo”, diferente, y desde luego
Desconocido, silencioso.
Ya quisiera yo que esto no fuera más que literatura.
¡Ya quisiéramos señores!

En primer lugar, la vida, 
Y en segundo y en tercer lugar también.
Y aunque nos de vergüenza,
La soledad de isla que hay entre la gente,
El hecho escueto, crudo, la verdad aleteando
Como una paloma presa entre las barras del pecho
Es que no sé, no sabes, no sabemos
A quién estamos esperando o qué cosa,
Qué es eso, quiero decir, la vida,
Las cosas, uno mismo, este silencio, 
Como una puerta abierta al gran vacío,
Tan grande como Dios que existe

Quién sabe qué delito la rosa encubre,
Quién sabe qué cosa perdió el viento y lo busca.
Quién sabe en que noche duerme la noche.
Cuando al final del día, cierro mi libros,
Reviso mis heridas, cierro los ojos y pienso:
Estoy vivo, lo he estado siempre y lo estaré para siempre.
Exactamente como el muerto,
Que es como si no hubiera nacido nunca.




-3-

Así también el vivo, que es como si no hubiera nacido nunca,
Ni tuviese nunca que morir tampoco.
Pero muere, lo matan desde fuera, le cae una teja en la cabeza
Un microbio, un virus, un balazo, un hechizo...desde fuera,
Siempre desde fuera,
Porque la vida misma es inmortal, sin principio y sin final, 
Como la muerte, exactamente igual.
Como la muerte.

Me he sentado a pensar. No oigo
La jauría de perros. Mi corazón es el conejo.
No oigo el canto de sirenas.
El niño que yo fui es Ulises.
El corazón me palpita como un conejo en pánico,
Y la nuca me tiembla y el amor se me cuela a los huesos,
Como si estuviera huyendo de ladridos de perros.

Pero estoy huyendo del dolor, no de los ladridos,
El dolor no comprende los sentimientos humanos,
Traiciona, hiere, agrede y hostiliza sin el más
Mínimo remordimiento.
El dolor viene del Diablo.
Es su tacto, su caricia.
El dolor nos hace inclinarnos, suplicar, huir.
Y el dolor se revela como el hermano de la muerte.
Nos llena de terror, pero sin él la vida sería incomprensible.

No vas a poder cogerlo con las manos,
Ni con el corazón,
Y mucho menos con el pensamiento.
No se deja, es de aire, aire que se cuela entre los huesos, 
Aire frío, silencio lloviendo sobre las palabras,
Derritiéndolas.

Y las palabras se reconstruyen,
Y el mensaje no lo vamos a poder decir nunca,
Nunca, de ningún modo, de eso no tengo la menor duda.

Pero siempre estaremos al borde de decirlo,
La palabra exacta,
En la punta de la lengua, como se dice.
Y es como si li hubiésemos olvidado,
Pero no es verdad,
No lo hemos sabido nunca,
No lo vamos a saber jamás. 


-4-

Nunca la vida ha sido más trivial,
Casi sin poetas,
Plana, insulsa, más bien aburrida,
Pero ni siquiera eso mucho.
Estoy hablando de la muerte.
Y estoy hablando de ti, no mires a los lados.
Estoy hablando de mí, de ti, de todos.
Puede que no sea serio,
Puede que ni siquiera sea muy interesante.
Eso es bien posible.
Pero es verdad, y eso, que puede no ser mucho, 
Es algo por lo menos,
Y desde luego es todo cuanto tenemos.

Cuando te vayas y te la quieras llevar.
Si es que te la quieres llevar,
Y es qué hipotéticamente hubiese un sitio
Donde llevarla,
Te va a caber entera en un bolsillo.

Entonces, compañero, hermano hombre,
Animal de mi especie,
Si te preguntan por la vida,
Mejor dices que se te olvidó,
Entre tanto dolor y placer,
Que no te diste cuenta,
Que no te fijaste bien.
Por lo menos seamos elegantes.
Por lo menos.

   Autor: Washington Daniel Gorosito Pérez
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JAQUE. FERNANDO MARTÍNEZ LÓPEZ

LITERATURA Y AJEDREZ, 

COMO LE GUSTABA A STEFAN ZWEIG

 autor: 

Fernando Martínez López



-¿Eres Baruch Eisenstein?
Respondió que sí, apenas un hilo de voz. Luego, el silencio. Helmut Völler lo observaba con descaro, cartografiando las arrugas, líneas y ángulos de su cara, comparándolos con los de la fotografía que sostenía en la mano. En la otra, un cigarrillo emitía cabriolas de humo. Intermitentemente le daba una calada y un velo nicotínico apantallaba su rostro. El parecido con la fotografía era difuso, pero sí, era Eisenstein, mantenía la inteligencia en sus ojos. El resto era pellejo descarnado y pestilencia.
-Que le den una ducha y ropa limpia –ordenó-. Traédmelo cuando esté listo.
Baruch Eisenstein se percató del tablero de ajedrez antes de abandonar la habitación, las piezas colocadas con precisión milimétrica. Cuando regresó con la dignidad física recuperada, se lo encontró sentado junto al tablero. Enfrente, una silla vacía que le ofreció con un gesto.
-¿Sabes quién soy? –Negó con la cabeza-. Helmut Völler, campeón alemán. ¿Qué te parece un duelo entre el mejor ajedrecista alemán y el polaco?

-Me agradaría enormemente jugar una partida.

Esa voz, cascada, partida, como si el sufrimiento se hubiera hecho lepra en las cuerdas vocales. Völler encendió con parsimonia otro cigarrillo, arrendijó los ojos.
-Pero no una partida cualquiera, sino a vida o muerte. Ganas: vives. Pierdes: mueres. Quiero que estrujes hasta la última neurona de tu cerebro.
Baruch lo miró horrorizado. En las sienes se le marcaba el ritmo alocado de su corazón. Difícil pensar en esas condiciones, difícil pensar con el cuerpo desnutrido y maltratado, difícil todo, pero la vida le pendía de un hilo muy frágil y sólo restaba un invisible fleco para que no terminara de romperse. Se convertiría en araña para no desprenderse de él.
El sorteo le ofreció salir con blancas. Vamos, Baruch, aún eres capaz, tienes miles de jugadas memorizadas en los mapas de tu cerebro. Se decidió por una apertura vienesa que favorecía un juego pasivo, más acorde con su velocidad de pensamiento después de varios meses como inquilino del infierno. Völler no se inmutó, y cada movimiento lo acompañaba de una bocanada de humo, conforme las fichas iban ocupando posiciones en el campo de batalla donde ya se hacía sangre con alguna de las piezas. Iban cayendo como las vidas de tantos otros en aquel lugar, y Baruch Eisenstein con la mirada afilada, sudoroso, exprimiendo su capacidad intelectual como nunca lo había hecho, jugándose la propia existencia ante un rival poderoso. En el movimiento veintitrés, sin embargo, el alemán tomó una decisión inesperada con la dama. No, no podía ser, ¿sería acaso una celada, una trampa para que picara el anzuelo? Revisó las fichas con ojos sorprendidos, atentamente. Esa disposición... Era prácticamente la misma que con la que había logrado hacerse con el campeonato polaco, no había trampa posible y sabía lo que tenía que hacer. Levantó la mirada. Völler ya no fumaba. Por el contrario, una leve contracción de labios denotaba la consciencia de su error. Baruch jugó. En siete movimientos supo que tenía la partida ganada, que era araña que había conseguido reforzar el hilo para no despeñarse, ya sólo quedaba el paso definitivo para el jaque, para salvar su vida, volver al barracón, a los trabajos forzados, a la comida insuficiente y asquerosa, a los golpes e insultos, a la tabla donde dormía encogido por el frío, a las picaduras de piojos y chinches, a la desesperanza que vitrifica los ojos... Cambió de idea y desplazó la pieza indebida, la que precipitó brevemente el cataclismo de su derrota.
-Has perdido, Eisenstein.
-Sí.
Contestó con el sonido de un cristal fragmentado. Helmut Völler sacó su pistola, apuntó a la cabeza de Baruch, tembloroso, los ojos fuertemente apretados, los segundos que se alargaban sin que se produjera la detonación... El oficial guardó el arma ante su extrañeza.
-Vete.
Baruch comenzó a levantarse lentamente de la silla. Sus piernas apenas lo sostenían. Antes de abandonar la habitación, se giró.
-¿Por qué me perdona?
El oficial de las SS mostró una sonrisa sucia.
-Porque sé que me has dejado ganar, judío. Pero no te equivoques: en este campo de concentración tú ya estás muerto.

Relato de Fernando Martínez López​ premiado en el XXI CONCURSO DE NARRACIONES BREVES DE IDEAL. VERANO 2017.  TÍTULO: AJEDREZ.