15.-El pino en la montaña. José Antonio Páez (63
La tarde era calurosa en la sierra. Juan miraba hacia el melocotonero del corral rodeado de lascas blanqueadas, escrutando minuciosamente rama a rama, para descubrir a la invisible chicharra que rompía el silencio necesario para poder complacer a la siesta. No le quedó más remedio que subirse a aquellas viejas ramas, para acechar a su presa. En sus manos llevaba una ingeniosa ballesta, fabricada con un taco de madera, unas pinzas de la ropa, y un elástico que quitó a unos calzoncillos viejos. Si lograba descubrir al incordioso insecto, éste podría darse por muerto, como aquella lagartija que alcanzó en plena cabeza al lado de la farola. Pero esta empresa no daba sus frutos. Al menor movimiento de Juan sobre las ramas, la chicharra cesaba su canto desorientando al cazador, hasta sentir de nuevo la inmovilidad. Juan empezaba a sentirse burlado, cuando divisó un pequeño gorrión posado en el canalillo del agua, a la sombra de las tejas. Era mejor pieza y más fácil de alcanzar que aquella