Juan Pardo Vidal

TE LLAMARÉ T Cuando hace este viento hay una mujer invisible balanceándose en la mecedora de mi balcón. Soy yo, sentada, leyendo después de que haya amainado el poniente y sea de noche esta noche y no estés tú ya conmigo y sí la fachada de esa iglesia ahí enfrente, bien iluminada, anaranjada por las luces de tungsteno, un poco colonial, fantasmagórica y, a su alrededor, la ciudad parezca aún más rara de lo que es y no haya vida después de la muerte. O sea ésta. Yo puedo decir lo que quiera, por ejemplo eso que has leído, soy la autora y nada me impide escribirlo. Para que existas puedo llamarte Z —lo que no tiene nombre no existe—y gritar que te queda muy gracioso mi chal, el que te has puesto sobre los hombros. Esto último puedo decírtelo a voces, «¡Te queda muy gracioso mi chal!», desde lejos para que vuelvas la cabeza y me sonrías, porque en mi historia estás ahí, de espaldas, apoyado en la barandilla de mi terraza mirando una ciudad que no comprendes, y he decidido que, aunque tú