El caso Vladimir. Emilio Barón
PERO NO CREAN, LA COSA fue de a poquito, y aquella tarde no pasaron de comprobar mutuamente que les gustaba besarse. Con el tiempo, llegaron a instalarse en una especie de ceremonial erótico-amistoso que duraría varios meses y que se desarrollaba casi todas las tardes y casi invariablemente del siguiente modo: Ani llegaba, bueeeeeeenas, su carita morena y moruna colocando una sonrisa entre la puerta y su marco, adelante preciosa, respondía él como en las películas, y entre sonrisas y bromas hete aquí a Ani colocada en cuarto y aplicando sus labios en morrito sobre la boca en morrito de Vladimir, que, qué ricos aquellos besos, ¿eh? -Como todos los besos ricos, señor escribidor, ni más ni menos. -Sin duda, sin duda. Bien; seguían así un buen rato interrumpiendo el contacto dermo bucal para intercambiar explicaciones, frases banales de no vine antes porque, o he venido antes porque, en las que normalmen