Rodrigo. Luis Antonio de Villena
Es enormemente bello y está seguro de su belleza, de esa apolínea perfección morena de veinte años, surgida de no sé qué profundo estado de Brasil, pero canónica, suave, delicada, perfecta... Alguien le ha enseñado también al muchacho que la belleza es un alto bien cotizable (aún no sabe que fungible además, perecedero) y él usa esas artes con el esplendor de un hieródulo joven observado por la azulada clemencia de su dios. La sonrisa se abre poco a poco, como la boca y la recatada -sólo al inicio-lengua. El dulce cuerpo se va aproximando al tuyo con todo el fulgor de su exactitud y a medida que te abraza va siendo más caliente, más tuyo, más ardoroso. Unos instantes quema como esmeralda. Pero el mensaje es muy claro: no hemos hecho sino empezar. Si quieres, si sabes, si te lo puedes firmemente permitir, la preciosa orquídea selvática se abrirá más y más para ti y todo será púrpura de volcán y nada estará vetado. Si puedes, claro. Incluso haremos un viaje a París y cuando entres conmig