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Mostrando entradas de junio 18, 2013

En la arena. Maribel Cerezuela

Ha venido hasta la playa busca un sitio donde aparcar la mirada de antaño, el recuerdo de lo que otrora le apasionaba La tiene, la ha visto. Su mano contonea del hombro a la cintura de la mujer quieta, callada. Perfila su pecho, dibuja su prominencia Juega un rato. Sigue. Siente en su ropa el agua, del cielo gris que choca contra la arena de la playa Moja el agua. Del espigón la piedra callada a golpe de mar acompaña La pone más dura, dibuja. El agua borra toda huella Aprieta. Toca. Palpa. La lluvia moldea. Ha pasado una hora un año desde aquella en la arena Mira su figura satisfecho la abraza, la besa Le dice muy quedo.. ¡guapa! El año que viene de madera.

El lastimero canto del gallo en mi aldea no global. Josefina Escobar Niebla

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El lastimero canto del gallo en mi aldea no global *          C uando yo era pequeña, tuve compañeras de colegio que vivían internas, ya que sus padres (papá y mamá), habían emigrado a Alemania, a trabajar…aquellas niñas eran unas privilegiadas a ojos del resto de las compañeras, ya que solían tener la caja de veinticuatro rotuladores carioca, y minifaldas un poco más mini de la cuenta, además de que todas las tardes merendaban pan con chocolate, que conseguían tras una larga cola, que hacían a la salida de clase, justo cuando las otras niñas, externas, se marchaban a sus casas. No era una época mejor, ni peor…solo distinta; ahora se repiten patrones tan comprometidos y difíciles como la emigración. Aquella emigración, se dibujaba en un tren abarrotado de familias cuyo único equipaje era una maleta de cuadros roída y un bocadillo de chorizo envuelto en un papel del periódico “El Caso”; de esa guisa llegaban a Alemania, gentes cuya única vida había sido el campo, los olivos, el jornal,

El lastimero canto del gallo en mi aldea no global. Josefina Escobar Niebla

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El lastimero canto del gallo en mi aldea no global *          C uando yo era pequeña, tuve compañeras de colegio que vivían internas, ya que sus padres (papá y mamá), habían emigrado a Alemania, a trabajar…aquellas niñas eran unas privilegiadas a ojos del resto de las compañeras, ya que solían tener la caja de veinticuatro rotuladores carioca, y minifaldas un poco más mini de la cuenta, además de que todas las tardes merendaban pan con chocolate, que conseguían tras una larga cola, que hacían a la salida de clase, justo cuando las otras niñas, externas, se marchaban a sus casas. No era una época mejor, ni peor…solo distinta; ahora se repiten patrones tan comprometidos y difíciles como la emigración. Aquella emigración, se dibujaba en un tren abarrotado de familias cuyo único equipaje era una maleta de cuadros roída y un bocadillo de chorizo envuelto en un papel del periódico “El Caso”; de esa guisa llegaban a Alemania, gentes cuya única vida había sido el campo, los olivos, el jornal,

El lastimero canto del gallo en mi aldea no global. Josefina Escobar Niebla

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El lastimero canto del gallo en mi aldea no global *          C uando yo era pequeña, tuve compañeras de colegio que vivían internas, ya que sus padres (papá y mamá), habían emigrado a Alemania, a trabajar…aquellas niñas eran unas privilegiadas a ojos del resto de las compañeras, ya que solían tener la caja de veinticuatro rotuladores carioca, y minifaldas un poco más mini de la cuenta, además de que todas las tardes merendaban pan con chocolate, que conseguían tras una larga cola, que hacían a la salida de clase, justo cuando las otras niñas, externas, se marchaban a sus casas. No era una época mejor, ni peor…solo distinta; ahora se repiten patrones tan comprometidos y difíciles como la emigración. Aquella emigración, se dibujaba en un tren abarrotado de familias cuyo único equipaje era una maleta de cuadros roída y un bocadillo de chorizo envuelto en un papel del periódico “El Caso”; de esa guisa llegaban a Alemania, gentes cuya única vida había sido el campo, los olivos, el jornal,